Después de la notable Huye!, que proponía al racismo supremacista como fuente del terror, el celebrado Jordan Peele sube la apuesta, y el presupuesto, y vuelve a bucear en aguas del género... político. En Nosotros la clase, el color de la piel pero más que nada los privilegios, esos dados que dicen que unos sí y otros no, subyacen, como túneles bajo la tierra, a las tensiones que estallan en una especie de epidemia de invasores de hogares, de naturaleza incierta. Es cierto que no debería contarse casi nada, tratándose de una película que se apoya, en buena medida, en la expectativa, la intriga por lo que está por pasar y no, no es lo que parece en el trailer. Cara o cruz. Una familia se va de vacaciones muy cerca del lugar donde la madre -la guapa Lupita Nyong'o- tuvo un episodio traumático en la infancia. Una noche, otra familia muy extraña aparece en la casa, y ella tiene la fuerte sensación de que están relacionados con ese episodio. Pero un juego de espejos, o más bien de inversos, complejiza la situación de intrusión violenta, y sus consecuentes secuencias de acción prosupervivencia. Los nuestros versus los otros, en manos de Peele, es acción e inquietud -más que terror- pero pasado por varias capas de sentido y varias vueltas de un guión ambicioso, que quiere mostrar y demostrar su capacidad de sorpresa, de catarata de ideas, al punto que ese desarrollo se empieza a hacer largo y se hiere, acaso mortalmente. Peele acumula situaciones incongruentes sobre una base que ya de por sí es difícil de tragar. Los que quieren salir se quedan, los que empujan para viajar bajan del auto, lo que se cocía a fuego lento de pronto vuelve a suceder en un plis plas. Y las resolución viene en cuotas y con un grado de capricho casi enervante. El hombre tiene buenas ideas. Sabe generar tensión, y construir tramas perturbadoras que mantienen la intriga, aún cuando, como acá, se pierdan en subordinadas, como en el discurso de un incontinente. Es capaz de usar el género como red para la referencia, la analogía, el discurso político. Pero la sensación, con Nosotros, es que la película, tan enamorada de sus ideas y de su propia imagen en el espejo, se le va un poco de las manos. Y el interés, es una pena, se resiente por el camino.
Asaltante de bancos por amor al arte (de robar), Forrest Woody Tucker se fugó 18 veces de la cárcel y desconcertó a la policía con su rasgo distintivo: era elegante y cordial, "parecía feliz". Así lo describe una tímida cajera en esta película que se parece a su personaje. Un ladrón con estilo es un film old school, elegante y cordial, que hace de su falta de pretensiones, de su simpleza, su principal virtud. El director David Lowery regala, generosamente, un paisaje de imágenes de esos principios de los '80 -viejas carreteras, cafeterías, lacónicos espacios abiertos- en el que su protagonista, el veterano Robert Redford, deambula con una presencia y una naturalidad asombrosa. Un film hecho para él, seguramente. Y si pensado para su despedida del cine, se diría que perfecto. A pesar de que es un film de género atracos -que Tucker cranea con dos compinches, interpretados por Danny Glover y un ¡Tom Waits!, bastante desaprovechado-, todo parece suceder con la cadencia de su protagonista, suave y tranquilamente. Con esa sonrisa a la que no puede resistirse su improbable novia, una viuda dulce y solitaria (Spacek) que le regala su amistad. Policial, comedia, historia imposible basada en una real, Un ladrón con estilo puede leerse además en clave de guiños a la propia carrera de Redford, que parece mirarla con la misma satisfacción con la que su personaje muestra la pistola bajo la manga. En ese caso es, también, una poética despedida de la pantalla de uno de sus grandes íconos. Un galán arrugado, pero con su intacta cabellera dorada.
Nueva adquisición para el género de films con animales (que hablan). Mis huellas a casa tiene a una perrita, Bella, como protagonista. Bella es rescatada por un estudiante de una casa derrumbada, en la que van a construir un edificio. Pero en su ciudad hay razas de perro prohibidas como mascotas. Y como anuncia el título, Bella deberá viajar muchos kilómetros en busca de sus orígenes. Film de aventuras para todos los públicos, entonces, que más allá de efectismos y algunos clichés, permite pasar un buen rato, más si te gustan los animales y te acostumbrás a su voz en off.
Doble sorpresa la de esta película brasileña. Porque se estrene aquí, aunque lo haga en pocas salas, y por el valor de su relato. O sus relatos, mejor dicho: en Minas Gerais, un chico encuentra el diario de un vecino, Cristiano, aventurero que lo cautiva, muerto en un accidente en la fábrica donde trabajaba. Los directores Affonso Uchoa y Joao Dumans, reconstruyen veinte años en la vida de ese hombre, trabajador de los llamados golondrina, en su ir y venir según los dictados de la supervivencia, en empleos temporarios, cruzándose con otros personajes. Una película extraña, subyugante y conmovedora. Y un retrato del país vecino donde la necesidad se ha convertido en mucho más que apuro económico.
El neuquino Miguel Zeballos descubrió el mundo de las mujeres cantoras en el norte de esa provincia. Un universo duro, de contacto con la naturaleza y los animales, que subyuga a través de las bellas imágenes de este film que se presenta como un ensayo poético y puede verse en el Gaumont. Lo que iba a ser un documental sobre estas cantoras terminó convirtiéndose en la historia de una de ellas, cuya presencia, en la localidad de Las Ovejas, marca la película. Mucho más que la poética impuesta desde el texto del director, que anuncia un trabajo personal, casi introspectivo, sobre el tiempo y el vacío.
Quinta e innecesaria parte de la saga espejo, a la francesa, de Rápidos y furiosos y otros productos de comedia fierrera del género velocidad. Aquí en torno del policía amigo de la aceleración y bastante tiro al aire, convencido de que es mucho más simpático de lo que es y pelado: sí, un Vin Diesel francófono. Que es castigado fuera de París, con un puesto en la policía metropolitana de Marsella, donde se entrentará, con nuevos y estrafalarios compañeros, a una trama nueva que involucra varias carreras más. Lo increíble de 5ta a fondo, que parece título de mala película para chicos, es que haya sido un éxito en su país, tratándose de una acumulación de pésima realización con el catálogo de chistes más malos que se hayan visto y escuchado. Si este insulto a la inteligencia hubiera sido escrito para alguna de las comedias groseras del cine argentino viejo, habría sido rechazado.
Se separó de la novia, se quedó sin trabajo como locutor experto en rock y tiene un solo amigo. Pero Vergara (Jorge Sesan) está empeñado en ser padre. Claramente, las condiciones, ni siquiera las biológicas, parecen poco ideales, pero este personaje bastante neurótico y huraño está decidido a cumplir su sueño. Aún con altibajos, y no del todo redonda, director y actor lograron una especie de comedia amarga con personalidad y gracia. Que se mete con temas como el deseo de la paternidad, en general más dedicados a personajes femeninos. Y con un protagonista muy poco interesado en caer bien a nadie, lo cual genera situaciones que bordean el absurdo. Curiosamente fresco. Y original.
Este documental sobre la comunidad Qom del Chaco es de una potencia abrumadora, tanto visual como de contenido. Un acercamiento inmersivo, y en su lengua, al choque cotidiano entre modos de vida. Los cazadores y recolectores, en comunión con la naturaleza y el paisaje (algunos parecen los elegidos por Lucrecia Martel para Zama), cercados por policías que los persiguen, alambrados de tierras que les pertenecen desde que tienen memoria, hostigamiento y necesidad. La que los llevó a acampar en Buenos Aires después de que los agentes golpearan a la comunidad de Félix Díaz, uno de los valiosos testimoniantes. Aunque quizá lo más poderoso de Chaco es el rescate de las fuerzas vivas, los anónimos que marcan la presencia de una valiosa y fascinante cultura indígena, así como de los que hacen lo posible por escribir o registrar la historia de un pueblo que se está perdiendo. Lo que al menos no conviene perderse es este bello y contundente documental.
El director de films de culto como Elephant, o My Own Private Idaho, y de algunos fracasos sonoros, vuelve a la cartelera argentina con esta biopic intensa pero bastante convencional. Es la historia del historietista John Callahan, que fue un entendible best seller inspiracional, en el que se basa este film. En una noche de blackout, el alcohólico Callahan tuvo un accidente tan terrible que quedó paralizado, en silla de ruedas. La película va y viene entre el presente del ilustrador, dando conferencias y como parte de un grupo de autoayuda, suerte de alcohólicos anónimos ampliado, y ese pasado reciente, errático y etílico. La rehabilitación, más emocional que física, de Callahan, es un corazón argumental apuntalado por una serie de personajes fundamentales en ese camino, incluida la angelical Mara, pareja de Phoenix en la vida. Si, justamente, no llega al corazón es quizá por ese empeño, un poco machacón, en que se puede salir adelante a pesar de las más tremendas circunstancias, y contra (casi) todos los demonios. No te preocupes está lejos de ser una mala película, y tiene un elenco notable, pero ciertamente, Van Sant hizo películas más inspiradas, creativas y personales que esta.
Celosa se llama, simplemente, esta comedia francesa en su título original. Que refiere al estado de Nathalie (Karin Viard), a borde de un ataque de nervios, por decirlo en términos almodovarianos. Su ex está con otra, la menopausia golpea a la puerta, una profesora nueva es una competencia terrible y hasta su propia, bailarina clásica, le provoca los sentimientos menos generosos y afectivos. Porque es linda, porque le va bien. Con un muy buen trabajo de Viard como mujer en crisis, Algo celosa se atreve a proponer un personaje odioso como centro de un film en el que el humor nace muchas veces del mal humor.