Visualmente extraordinaria, dramática y reflexiva, entretenida y sorprendente, la nueva trilogía de El Planeta de los Simios se despide con su mejor entrega. Pocas sagas cinematográficas tuvieron tanto impacto en la cultura pop como la franquicia de El Planeta de los Simios. La historia comenzó en 1963 con la novela publicada por Pierre Boulle (La planète des singes) y cinco años después se convertiría en ese hito de la pantalla grande protagonizado por Charlton Heston, Kim Hunter y Roddy Mcdowall. Esa aventura inicial (SPOILER!) ambientada en un planeta tierra futurista post-nuclear donde una raza de simios inteligentes domina al mundo inspiró 4 secuelas (Beneath the Planet of the Apes 1970, Escape from the Planet of the Apes 1971, Conquest of the Planet of the Apes 1972 y Battle for the Planet of the Apes 1973). Años después hubo un infructuoso reboot (The Planet of the Apes, 2001) de la mano de Tim Burton y cuando la franquicia parecía haber quedado en el olvido una década después llegó un nuevo reboot El planeta de los simios: (R)Evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011) dirigido por Rupert Wyatt. Esta nueva versión presentaba a simios super inteligentes creados por un experimento farmacéutico que buscaba curar las enfermedades cerebrales degenerativas. Esas mismas drogas terminan generando una enfermedad que diezma a la raza humana. Más adelante llegaría El Planeta de los Simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014) dirigida por Matt Reeves (Cloverfield 2008, Let Me In 2010) que salta 10 años en el futuro, mostrando una raza humana al borde de la extinción y el enfrentamiento entre Caesar, un líder pacífico que busca lo mejor para los simios y Koba, un rencoroso simio que quiere eliminar a todos los humanos. Reeves vuelve para esta nueva entrega de una saga que (al contrario de lo que podría suponerse) mejora con cada película. La historia continúa después de los sucesos de Dawn of the Planet of the Apes. Un grupo militar conocido como Alpha Omega y liderado por un temible coronel (Woody Harrelson) están decididos a eliminar a todos los simios en una guerra por la supervivencia de la raza humana. Los primates encabezados por Caesar (Andy Serkis) solo desean tranquilidad y paz, pero descubrirán de la peor manera que hay ciertos conflictos de los que no se puede escapar. Caesar deberá luchar contra sus demonios internos y su sed de venganza contra su enemigo para liderar a su especie hasta un lugar seguro y mantener su naturaleza noble intacta. Caesar no quiere convertirse en un nuevo Koba. El Planeta de los Simios: La Guerra es una película que cierra de una manera genial el arco del personaje de Caesar. El animal que se convirtió en una criatura pensante, la criatura inteligente que se volvió líder y en esta nueva entrega veremos como este líder se convierte en leyenda. En Battle for the Planet of the Apes (1973) vimos como la sociedad primate post-Caesar habla de su líder con un estatus mítico, con una idealización cuasi religiosa. Por eso no es casual que War For The Planet of the Apes tenga tantas referencias religiosas y en muchos aspectos funcione como un relato de épica bíblica (el líder que busca liberar a su pueblo esclavizado y conducirlos por el desierto hacia la tierra prometida, la figura del traidor, las crucifixiones y la “guerra santa”). El film tiene un guion formidable y bien escrito que no solo nos mantiene preocupados con la guerra entre simios y humanos sino por la guerra que se libra dentro de la mente y el corazón de Caesar. La película se da el lujo de introducir un muy necesitado comic relief en el papel de Bad Ape (Steve Zahn) sin que se sienta forzado, molesto o nos distraiga de la acción y el drama. La banda sonora es otro punto a destacar (impecable trabajo de Michael Giacchino una vez más) que logra acentuar la emoción, ponernos los pelos de punta o mantener el suspense en momentos de extrema tensión. Las escenas de acción están perfectamente ejecutadas y los efectos visuales vuelven a ser de excelencia, mejorando el nivel de los vistos en la película anterior (que de por sí eran buenos). Otro elemento destacable son las interpretaciones. Andy Serkis vuelve a ganarse todos los aplausos, se puede sentir la intensidad de su actuación debajo de las capas de maquillaje digital. La pequeña Amiah Miller en el papel de Nova (los que vieron la película original captarán la referencia) aporta una cuota de inocencia y humanidad entre tanta desesperación y horror. Woody Harrelson compone a un villano temible y embriagado de poder, un comandante militar tan venerado por su gente que se siente un ser superior y que tiene muchos puntos en común con el Coronel Kurtz de Marlon Brando en Apocalypse Now. El Planeta de los Simios: La Guerra cierra la trilogía de una forma espectacular y comprueba que el hecho de que una película pertenezca a una franquicia, sea precuela, secuela o reboot; no es excusa para no hacer un producto de calidad. El maridaje perfecto entre la acción, los efectos especiales impresionantes, el entretenimiento y el drama reflexivo.
Siete Deseos recicla una historia muy conocida con una pobre ejecución por parte de un director de dudosa calidad. Lo que debería ser terrorífico se vuelve hilarante. La estructura básica de la historia de 7 Deseos es bastante conocida. La Pata de Mono, de W.W. Jacobs nos habla de un objeto sobrenatural que concede deseos a su portador pero por más beneficios que uno consiga, esos deseos vienen con un terrible costo personal. Aquí el director es J. R. Leonetti, cineasta detrás de algunos bodrios inmirables como Mortal Kombat: Annihilation (1997) y Wolves at The Door (2016). También es el responsable de The Butterfly Effect 2 (2006) una aberración cinematográfica que fue directo a DVD. Hasta el momento su film más exitoso —pero no por eso bien recibido— fue Annabelle (2014), ese spin off de la infinitamente superior The Conjuring (2013) de James Wan. Con estos pergaminos es imposible que de 7 Deseos pueda esperarse algo bueno, pero el film tiene una sorpresa bajo la manga. Es una película de terror tan mala que te hace reír a carcajadas. Clare Shannon (Joey King) tuvo que atestiguar el suicidio de su madre a una temprana edad. Años después es una típica adolescente que debe sobreponerse a la vida de escuela secundaria. Su condición de pobre y su padre recolector de basura la hacen un blanco fácil para el bullying por parte de las chicas populares de la escuela. Un día su padre le regala un “tesoro” que encontró entre los desechos. Una extraña caja de música de origen chino que promete conceder deseos a su portador. Clare duda al principio, pero una vez que descubre que sus efectos son reales, utiliza sus deseos para obtener todo lo que siempre deseó: dinero, popularidad, respeto, un buen presente para su padre, al chico más lindo del colegio, etc. Pero por cada deseo que Clare pide, misteriosas (e hilarantes) muertes suceden a su alrededor. Clare deberá unirse a su conveniente amigo asiático para descubrir los secretos y la historia de la caja que oculta una terrible maldición. 7 Deseos falla por la mala ejecución de su premisa. Al ser una película calificada como PG-13 debe ahorrarse toda la sangre que debería abundar en este tipo de producciones (films de terror de bajo presupuesto) para ponerle un poco de “picante” a la historia simplona y poco elaborada. El film apenas cuenta con un par de jump-scares y nada más. Los mejores momentos de la película se encuentran en las escenas de muerte, todas tan ridículas y mal hechas que resultan muy graciosas, algo que seria muy valorable si esta película fuera una comedia o una sátira de terror, pero es un film que se toma en serio a si mismo (o por lo menos lo intenta). 7 Deseos es una película para ver en casa, en una juntada de amigos haciendo una maratón de esos films tan malos que son buenos. Ideal para meter en el medio entre The Room (Tommy Wiseau, 2004) y Un Buen Dia (Nicolas del Boca, 2010). Un triunfo del consumo irónico.
Divertida, inteligente, canchera, estilizada, adrenalínica y técnicamente perfecta. Edgar Wright vuelve a demostrar su genialidad con esta aventura de acción impulsada por la música, sostenida por su excelente historia y bien interpretada por su elenco estelar. Lo mejor que vas a ver en el año. No se está revelando una gran verdad al afirmar que el director británico Edgar Wright es uno de los directores más talentosos y creativos de los últimos tiempos. Este maestro del cine de género creador de grandes gemas como la comedia de zombies Shaun of the Dead (2004), Hot Fuzz (2007) una gran sátira de las buddy cop movies y los films de acción americanos, The World’s End (2013) una comedia de ciencia ficción y la inolvidable Scott Pilgrim vs. The World (2010) demostró ser un autor genial por su tendencia a mezclar géneros, su estilo único, la excelente elección de sus soundtracks y su increíble habilidad técnica con la cámara y el sonido. Ahora, en su primer gran blockbuster de acción, Edgar vuelve a brindar un poco más de lo que al público le gusta de su filmografía pero multiplicado por diez. La película sigue la historia de Baby (Ansel Elgort), un joven y brillante conductor de escape, que pone su habilidad con el volante al servicio de la banda rotativa de delincuentes encabezada por Doc (Kevin Spacey) que se dedica a robos de alto nivel. Baby es la pieza clave, un superdotado del manejo de autos capaz de hacer acrobacias imposibles sobre 4 ruedas y está obligado a trabajar para Doc hasta que logre saldar una antigua deuda. Baby no es un simple conductor. Para concentrarse utiliza música que almacena en varios iPods, que a su vez le ayudan a disminuir esa molesta tinnitus que lo persigue desde chico. La vida de Baby está tan influenciada por la música que suele grabar conversaciones ajenas para después remixarlas y mezclarlas con música en su casa. La vida de Baby cambia cuando conoce a la bella Débora (Lily James), una camarera de su cafetería preferida. Una vez que salda su deuda Baby inicia una relación con la chica de sus sueños e intenta dejar su pasado criminal atrás, pero Doc vuelve a reclutarlo para un último y arriesgado trabajo. Forzado a volver a calzarse sus anteojos negros, sus auriculares y ponerse detrás del volante, Baby trabajará junto a los delincuentes más peligrosos y eficientes que Doc conoce: el violento pandillero Bats (Jamie Foxx) y la pareja de ladrones conformada por Buddy (Jon Hamm) y Darling (Eiza González). Baby: El Aprendiz del Crimen es sin lugar a dudas una película excelente en todo aspecto, un film sin fallas. Para empezar se puede señalar que su característica más notoria son sus increíbles escenas de acción y las vertiginosas persecuciones automovilísticas, el sueño húmedo de cualquier fanático de las stunts. Todo hecho en cámara y sin la intervención de efectos digitales, lo que suma mucha espectacularidad a lo que se ve y permite una mayor inmersión en la acción (aplauso, medalla y beso para todo el equipo de dobles de riesgo y conductores). De verdad vas a sentir la velocidad mientras Baby maniobra por las calles escapando de la policía a volantazo limpio. En segundo orden: el soundtrack. La música tiene una importancia enorme en la trama, funciona como hilo conductor de la historia, agrega peso al trasfondo del protagonista y lo más importante de todo, está perfectamente sincronizada con las acciones que suceden en pantalla. Los tiroteos, los pasos de Baby al caminar, los sonidos de la calle, objetos que los personajes apoyan en la mesa, TODO al ritmo del beat que suena de fondo. Una enorme proeza a la hora del montaje y la edición. Una banda sonora con más de 40 canciones que combina oldies, indies, música electrónica y clásicos de rock, soul y funk de todos los tiempos. La música es el corazón de la película y el ritmo es la sangre que corre por sus venas. Y en tercer lugar: la historia es excelente. El guion está bien escrito, con personajes bien delineados, motivaciones creíbles y un humor muy preciso y afilado que por momentos logra descomprimir de la mejor manera las situaciones serias y violentas. Baby: El Aprendiz del Crimen es la prueba contundente de que a la hora de hacer un buen film de acción no es necesario resignar secuencias emocionantes para contar una historia inteligente. Edgar Wright logra triunfar en donde muchos se equivocan: la historia romántica. No es melosa ni cliché (aunque tal vez un poco acelerada, malditas elipsis) y sirve como una buena contraposición a la violencia y la adrenalina que se encuentra en la vida criminal de Baby. La película no pierde ni un segundo para sumergir en la acción y desde el primer momento se atestigua una de las escenas más entretenidas y vertiginosas que se han visto en el año. Luego, un muy divertido plano secuencia al ritmo de Harlem Shuffle. Baby: El Aprendiz del Crimen logra atrapar desde el inicio y no te suelta ni un segundo. Una película tan buena que invita a verla más de una vez.
Dejando atrás la horrenda historia y molestos personajes de su predecesora, Cars 3 se presenta como un film bastante digno pero lejos de lo mejor que Pixar puede dar. No hay que ser un cinéfilo experto para darse cuenta que Pixar es el rey del cine animado. Sus películas no solo demuestran una calidad técnica de excelencia, sino que también gozan de una sensibilidad especial a la hora de presentar historias inteligentes y bien escritas que apelan tanto a los niños como al público adulto. La saga Cars parece ser la excepción a la regla. Su primera entrega, liviana y bastante pasable, claramente estaba más preocupada por presentar los personajes para vender merchandising a los niños antes que por contar una historia que verdaderamente valga la pena y logre conmover además de entretener. Sin embargo, el film fue muy bien aceptado por los más chicos, ganó una millonada y se ganó una secuela. Cars 2 es sin lugar a dudas la peor película de la factoría Pixar. La única película del estudio universalmente reconocida por la crítica como mala. La que arruinó su récord perfecto hasta el momento. Por suerte este nuevo film en la franquicia es un paso en la dirección correcta. El Rayo McQueen (Owen Wilson) disfruta su vida como uno de los mejores corredores del circuito junto a sus amigos y colegas, hasta que llega Jackson Storm (Armie Hammer), un auto de alta tecnología que utiliza una enorme gama de recursos técnicos, entrenamiento en simuladores y datos estadísticos de las pistas para mejorar su performance y ser mucho más rápido que los corredores “clásicos”. Poco a poco las viejas glorias del circuito van desapareciendo de las pistas a medida que más autos tecnológicos se unen a la competición, pero McQueen es el único que se resiste a retirarse del mundo de las carreras (a pesar que estos nuevos autos lo superan en todo aspecto). Después de esforzarse al máximo para acercarse a Jackson Storm, McQueen sufre un accidente que lo aleja de las pistas y lo hace replantearse su carrera. Decidido a no dejarse vencer y convencido de que aún le queda mucho para dar, McQueen se somete a un riguroso régimen de entrenamiento para volver a las carreras con más fuerza que nunca. Aunque puede que McQueen solo esté negando lo inevitable: su momento ya pasó, está viejo y no puede competir contra los nuevos corredores. Cars 3 presenta una historia muy linda y bien contada (a diferencia de su antecesora). Parece que Pixar tomó nota de las críticas a Cars 2 y decidió hacer de cuenta que la película anterior nunca sucedió. Mate, la molesta grúa con retraso madurativo, prácticamente no aparece para alivio de todos y el film se centra en McQueen y su lucha por volver a ser lo que era. Un nuevo personaje se suma en esta nueva película, Cruz Ramirez (Cristela Alonzo), quién será la entrenadora de McQueen, un auto que jamás pudo triunfar como corredora y se dedicó a ayudar a los demás. Cars 3 presenta una historia similar a la de un film deportivo (la vieja gloria de un deporte tratando de volver al ruedo) pero con una linda moraleja: a veces es mejor soltar aquello que nos apasiona cuando llega el momento. La animación vuelve a brillar entregándonos secuencias de carreras que te hacen sentir el vértigo de la competición.
Spider-Man se ensambla perfectamente al MCU en esta aventura divertida, fresca y con un espíritu juvenil. El hijo pródigo regresó y la casa está en orden. Pocos personajes del mundo del cómic gozan de la popularidad que tiene Spider-Man. El estudiante picado por una araña radioactiva que vio la luz en el número 15 de Amazing Fantasy (agosto de 1962) gracias a la imaginación de Stan Lee y Steve Ditko cambió el paradigma de lo que se podía hacer en los cómics de superhéroes. Por primera vez un aventurero enmascarado tenía que lidiar con el crimen y los supervillanos, pero también con los problemas diarios de un adolescente promedio: clases, exámenes, profesores, buscar trabajo, falta de dinero, cuidar a un familiar enfermo, conquistar a la chica de tus sueños, etc. Con sus derechos cinematográficos vendidos a la compañía Sony, el estudio intentó en más de una ocasión adaptar las aventuras de Peter Parker al cine con una suerte bastante dispar. La trilogía original de Sam Raimi dejó dos films de gran nivel y un tercero bastante olvidable mientras que el reboot de Marc Webb sufrió por una segunda entrega llena de personajes y tramas secundarias innecesarias, más preocupada en preparar el terreno para muchos spin-offs y secuelas antes que en contar su propia historia. Después de la presentación de Tom Holland (The Impossible, 2012) en Capitán América: Civil War (2016) y la buena impresión que dejó su breve pero contundente participación como el nuevo Spider-Man, el público esperaba ansioso para ver qué podía dar este personaje con el plus de que en esta ocasión (al fin) está inserto en el Universo Cinematográfico de Marvel. Meses después de enfrentarse al Capitán América en el bando de Iron Man, el adolescente Peter Parker debe volver a su vida cotidiana de estudiante de secundaria. Tony Stark (Robert Downey Jr.) le permite quedarse con su nuevo traje de tecnología de punta para combatir al crimen, pero con la promesa de evitar los grandes conflictos y no arriesgar su vida. El mayor anhelo de Spider-Man es probarse ante Iron Man y demostrarle que está a la altura de un desafío mayor: formar parte de los Avengers. Tras detener muchos carteristas y ladrones de bicicletas, la gran oportunidad de Peter aparece con Vulture (Michael Keaton) un hombre con un traje volador que vende armas hechas con tecnología alienígena robada. Spider-Man: De Regreso a Casa es un gran acierto para Marvel. El MCU necesitaba la presencia del personaje y el film se beneficia al estar incluida en un universo ya construido. La película no pierde el tiempo en crear un mundo y setear una franquicia, se acopla a los acontecimientos pasados (la batalla de New York, los acuerdos de Sokovia, el cambio del cuartel general de los Avengers) y lo hace muy bien. Esto le permite concentrarse en los personajes y en la historia que quiere contar. El film no es una historia de origen —por suerte— ya que el personaje fue presentado en Civil War y al ser uno de los héroes mas populares de las viñetas no es necesario volver a contar otra vez la picadura de la araña y la muerte del tío Ben. Ya lo hizo Raimi. Ya lo hizo Webb. Ya basta. El director Jon Watts (Cop Car, 2015) da en el clavo con el tono que esta nueva versión del amigable vecino arácnido necesitaba. Algo más cercano a la película adolescente de escuela secundaria (siendo John Hughes el máximo exponente en este subgénero, autor de grandes gemas de los 80’ como Ferris Bueller’s Day Off, The Breakfast Club y Weird Science) con Peter pasando mucho tiempo en el colegio interactuando con su mejor amigo Ned (Jacob Batalon) y tratando de ganar la atención de la bella Liz Allan (Laura Harrier). El guion de la película es bastante sólido y centrado, algo sorprendente para un film con 6 (SEIS) guionistas. Tom Holland da la impresión de haber nacido para el rol de Spider-Man, brindando una actuación balanceada con y sin el traje de superhéroe. Logra encarnar a un Spider-Man canchero y acrobático, un héroe principiante que apenas está comenzando su camino hasta convertirse en un ícono. Peter es un nerd de secundaria tímido e inseguro sin convertirse en una caricatura de loser. Y resulta refrescante ver por primera vez a un Peter Parker en el colegio que no tenga 30 años. Otro que se destaca es Michael Keaton en el rol de Adrian Toomes. Un villano clásico de Spider-Man, pero no de los más memorables o interesantes. La película toma de las viñetas lo que podría ser un concepto bastante ridículo (un viejo en un traje con alas) y logra darle una vuelta de tuerca para convertirlo en un villano amenazante. Este Vulture es un personaje con un interesante trasfondo y una motivación clara que gracias a la habilidad actoral de Keaton tiene un tenso e interesante contrapunto con Holland en el tercer acto de la película. Sin dudas uno de los villanos mejor construidos hasta el momento en el MCU. La presencia de Iron Man no es suficiente como para que el personaje de Robert Downey Jr. se robe la película (de hecho, Happy Hogan tiene más tiempo en pantalla). Se ve a un Tony Stark más maduro en su rol como mentor del joven araña, cuidando que Peter no salga herido al meterse en el peligroso mundo de los superhéroes. El soundtrack es otro punto fuerte de la película: la banda de sonido de Michael Giacchino está presente en todo el film acentuando los momentos de mayor acción y emoción; y también desliza buena música con temas de The Rolling Stones, A Flock of Seagulls y The English Beat entre otros. Spider-Man: De Regreso a Casa termina siendo la bienvenida perfecta al MCU para el héroe arácnido. Una película que pone a los personajes y su tema por encima de la acción y las peleas constantes a las que el género de superhéroes tiene acostumbrado a su público. Ah, quédense para dos escenas post-créditos.
Una de esas raras gemas que no dependen de jump-scares para asustar porque su realizador sabe que el verdadero terror no es un shock que te hace saltar de tu asiento sino una horrible sensación que se cocina a fuego lento en las entrañas y hace que te encojas en la butaca sin que puedas alejar la vista de la pantalla. El espectador habitual de cine de terror ha perdido la noción de lo que verdaderamente asusta. Con el aluvión de franquicias de horror fáciles de producir que cosechan ganancias millonarias y cuestan muy poco dinero, Hollywood generó un acostumbramiento a ciertas fórmulas que se repiten una y otra vez en las películas. Hoy en día cada película de terror “grande” responde a una misma lógica: hacer un film barato y genérico, cosechar ganancias millonarias, estirar ad infinitum con secuelas y precuelas igual de sosas y genéricas para volverse una franquicia. Los dos exponentes más grandes de esta nueva vertiente son la saga de Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), franquicia que abusa del found footage y pretende hacernos creer que una puerta que se cierra o un ruido en las escaleras es terrorífico; y la saga de El Juego del Miedo (SAW, 2004) que arrancó como una idea interesante y se fue deshaciendo con el tiempo, ya que su único gimmick era el excesivo uso de sangre tripas y desmembramientos, como si la única manera de asustar al público fuera con cantidades industriales de gore. Estas dos franquicias cosecharon una millonada en cada una de sus entregas e inspiraron toda una generación de “clones” con mayor o menor grado de éxito que se abrían paso en la taquilla a puro gore, jump-scares y demonios falopa de CGI (con honrosas excepciones como la saga de El Conjuro). Por suerte en el medio de este panorama, el cine independiente salió al rescate con joyitas como La Bruja (The Witch, 2016), Te Sigue (It Follows, 2014), The Babadook (2014) y Goodnight Mommy (2015). Historias con un tinte más dramático (pero no por eso menos atemorizantes), grandes trabajos delante y detrás de cámara y con una concepción más primigenia y psicológica del terror estos films se plantan como grandes exponentes de lo que el género puede dar cuando se corre un poco de los chichés, las fórmulas repetidas y los sustos baratos. Por suerte, Viene de Noche (It Comes at Night, 2017) no apela a nada de esto. La película nos presenta al matrimonio conformado por Paul (Joel Edgerton), Sarah (Carmen Ejogo) y su hijo Travis (Kelvin Harrison Jr.). Los tres viven aislados en una cabaña oculta en los bosques tras el brote de un extraño virus que arrasó al mundo. Poco tiempo después de que el abuelo de Travis sucumbe a la enfermedad, la vida de Paul y su familia es puesta en peligro por la llegada de un hombre que busca provisiones para su esposa y su hijo pequeño. El director y guionista Trey Edward Shults (Krisha, 2016) nos presenta una historia que en su esencia es un drama familiar sazonado con grandes dosis de terror psicológico. Paul es un hombre decidido a cruzar cualquier límite para mantener segura a su familia. Travis lidia con los típicos dilemas de la adolescencia (búsqueda de la figura paterna como referente, despertar sexual) en un contexto apocalíptico, mientras que el intruso Will (Christopher Abbott) es un padre desesperado por ayudar a su esposa y su hijo. A no confundirse con el título, Viene de Noche no es una película de monstruos. Lo que viene a ellos cuando las luces se apagan es el miedo, la paranoia, la desconfianza hacia las personas que dejamos entrar a nuestro hogar. Schultz sabe como manejarse en el terreno de la ambigüedad: a lo largo de la película nos sugiere o insinúa más de lo que nos dice. No sabemos mucho sobre el virus, como se propagó, de que manera se contagia o como está la situación en el resto del mundo. Antes que eso prefiere mostrarnos un largo y ominoso plano de una pintura que cuelga en un pasillo de la casa: El Triunfo de la Muerte, de Peter Brueghel; que nos muestra una caótica y apocalíptica imagen de la Europa medieval siendo consumida por la Peste Negra. Schultz juega muy bien con todo el aspecto sonoro de la película, la iluminación y el trabajo de cámara mientras que todos los actores cumplen con creces en el aspecto interpretativo (destacando especialmente a Joel Edgerton). Viene de Noche es una de esas raras gemas que no dependen de jump-scares para asustar porque su realizador sabe que el verdadero terror no es un shock que te hace saltar de tu asiento sino una horrible sensación que se cocina a fuego lento en las entrañas y hace que te encojas en la butaca sin que puedas alejar la vista de la pantalla.
Mi Villano Favorito 3 presenta una extraña mezcla de animación infantil tradicional con referencias nostálgicas a los 80’ para entretener a grandes y chicos por igual. El estudio de animación Illumination Entertainment se ha consagrado como uno de los mas serios contendientes en la lucha por el titulo de rey del cine animado para niños. Sin que nadie (ni ellos, ni Dreamworks, Sony o Blue Sky) pueda incomodar al binomio Disney/Pixar en su merecido trono, el más joven de estos estudios logró hacerse un nombre en la industria y recaudar una enorme cantidad de millones con películas como Sing (2016), The Secret Life of Pets (2016) y su primera gran franquicia Mi Villano Favorito (Despicable Me, 2010). El primer film nos presentaba a Gru (voz original de Steve Carell) un villano que decide adoptar a tres niñas huérfanas. La película fue tan exitosa que no tardó en hacerse una secuela (Despicable Me 2, 2013) y un spin-off basado en los minions, esos bichos insufribles que hablan en balbuceos incomprensibles y generaron una invasión de merchandising amarillo. En esta tercera entrega Gru y su esposa Lucy trabajan para la Liga Anti Villanos tratando de detener a Balthazar Bratt. Son despedidos después de fracasar una vez más y al poco tiempo Gru recibe la noticia de que tiene un hermano gemelo que nunca conoció: Dru. Gru y su familia viajan a la mansión de Dru, quien ansía conocer a su hermano para que le enseñe como ser un verdadero villano, mientras que Gru solo quiere recuperar su antiguo empleo. En el medio de la historia principal suceden varias tramas secundarias: las niñas buscan un unicornio de verdad, Lucy queriendo ser una verdadera madre para ellas y los Minions se sublevan ya que Gru no quiere volver a la villanía después de perder su trabajo. Tal vez uno de los aspectos más logrados de esta nueva entrega es el villano. Balthazar Bratt (voz original de Trey Parker, co-creador de South Park) es un ex actor infantil que interpretaba a un supervillano en los años 80’. Al llegar a la pubertad su popularidad decayó y el show fue cancelado, así que un furioso Bratt adoptó la personalidad de su personaje y juró vengarse de Hollywood con un arsenal de armas ochentosas. Los guiños y referencias musicales a los 80’ se sienten como un recurso para captar la atención de los adultos que acompañen a los niños a ver la película más que a una apelación nostálgica (ya que el público al que esta película apunta no podrá entenderlas). Mi Villano Favorito 3 presenta una historia que podría ser interesante (aunque genérica) pero su relato con mayor carga emotiva se pierde en el medio de las sub-tramas que abundan a lo largo de la película. Por suerte esas aberraciones amarillas tienen menos pantalla que en la segunda parte y varios de los gags y momentos de humor pueden arrancarte alguna risa. La animación sigue siendo igual de pulcra y bien definida como en las entregas anteriores y los niños sin duda la disfrutarán.
DC al fin da en el clavo con el tono exacto que el personaje se merece. Fuerza, idealismo, valentía, inocencia y fundamentalmente: esperanza. Una aventura divertida y emocionante que deleitará a fans de la heroína y espectadores casuales. Una verdadera maravilla. En los últimos tiempos se habló mucho de las producciones cinematográficas basadas en personajes del universo DC Comics. A pesar de que la mayoría de los fans se iban contentos de la sala, la crítica les daba la espalda y varias voces de especialistas se alzaron en contra de las decisiones de tono y estética con la que se manejaba a los personajes. Lejos de los símbolos de esperanza y salvación que supieron ser; en la pantalla grande vemos héroes dramáticos y cínicos, almas torturadas y oscuras que se preocupan más por sus conflictos internos y traumas personales antes que por ayudar a la humanidad. Después de las reacciones mixtas que cosechó Batman vs Superman: El Origen de la Justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016), del absoluto desastre que fue Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016) y teniendo cerca el estreno del film que reunirá a la élite de los superhéroes de DC (Justice League, 2017); todos miraban con desconfianza la película de la heroína por excelencia: Mujer Maravilla (Wonder Woman, 2017). La amazona encarnada por Gal Gadot se ganó al público y la crítica, siendo por muchos reconocida como una de las mejores cosas que nos dejó BvS. Por otra parte, la película del símbolo feminista por antonomasia llega en tiempos en los que las protagonistas femeninas están en auge, cada vez se hacen más films apuntando a público femenino y cada vez más mujeres se movilizan en búsqueda de igualdad, respeto y reivindicación de derechos. El personaje creado hace más de 75 años por William Marston parecía el ideal para “salvar” al universo DC en el cine y para suavizar el tono oscuro y depresivo que vimos hasta el momento. Por suerte, el film de Patty Jenkins (Monster, 2003) es un primer paso en la dirección correcta. Diana es la princesa de las amazonas (una raza de guerreras pacificadoras que fueron creadas por Zeus) y vive junto a su madre Hipólita (Connie Nielsen) y su tía Antíope (Robin Wright) en la isla de Temiscira, un paraíso perdido que está oculto a los ojos de los hombres. Cuando el piloto y espía Steve Trevor (Chris Pine) se estrella en la isla y lleve consigo a los enemigos que lo persiguen, Diana descubrirá que más allá de Temiscira se está librando una guerra sin igual que sacude al mundo y podría aniquilar a todos los hombres. Diana supone que detrás de toda esa barbarie y destrucción está la mano de Ares, el dios de la guerra, y escapa de la isla junto a Steve y la espada Godkiller dispuesta a liberar a los hombres de su influencia destructiva. Nuestra luchadora se sumerge en la Primera Guerra Mundial, descubre la naturaleza del hombre y el verdadero alcance de su poder. Mujer Maravilla es un gran acierto para DC. Una película hecha con mucho amor y respeto por todo lo que representa el personaje. El trasfondo bélico contrasta muy bien con la naturaleza bondadosa de Diana y el film se permite muchos momentos de humor y risas que no se sienten para nada forzados. La pareja protagonista tiene mucha química y su relación fluye de una manera prolija y orgánica. La labor de Patty Jenkins es excelente, dejando el subtexto anti-bélico entre líneas y los mensajes feministas bien sutiles. Nada en el film se siente obvio o forzado. La acción es vibrante y muy bien lograda. Cada pelea se ve espectacular (aunque por momentos se siente que abusan demasiado del slow motion en el medio de las batallas) con una correcta edición. Hablando del apartado visual, tal vez estemos ante la película de DC más bella hasta el momento, nada de sombras ni colores desaturados. Hay brillo y matices de color hasta en las escenas más oscuras. En el costado interpretativo hay que comenzar destacando la brillante labor de Gal Gadot. Tan bella como carismática y fuerte como para calzarse el traje de heroína y no aflojar ni un segundo. Logra capturar a la perfección la valentía y la inocencia de Wonder Woman. Una guerrera pacificadora hecha de pura bondad (pero sin un pelo de tonta) que lucha en nombre de todo lo que es bueno y que a la perfección que cuando la oscuridad la rodea, ella debe hacer que su luz brille con más intensidad. Chris Pine funciona muy bien como el interés romántico de la protagonista, a lo largo del film cada uno aprende del otro y el contraste entre sus mundos da pie a divertidos intercambios de palabras. Otros personajes que brillan por momentos son la poderosa guerrera Antíope y Etta Davis. Los villanos cumplen con una participación correcta pero discreta (después de todo, la película se trata sobre la heroína), sin destacarse demasiado. El verdadero enemigo de Diana es la guerra, el mal que envenena el corazón de los hombres y los lleva a destruirse mutuamente. A lo largo de la película Diana se cuestionará si ese mal proviene de Ares o si es algo natural que vive dentro de los mortales. Mujer Maravilla tiene todo para ser un gigantesco éxito e inspirar a toda una generación de niñas que no pudieron ver la serie de los 70 protagonizada por Lynda Carter a convertirse en verdaderas heroínas. El film no es perfecto (la trama en su tercer acto tiene algunos agujeros, el clímax de la batalla final se extiende demasiado y algunos personajes muy secundarios se sienten poco desarrollados), pero sus pequeñas fallas quedan sepultadas debajo de todos sus aciertos.
Una cigüeña en apuros no fallará a la hora de divertir a los más chicos, aunque su historia para nada memorable ni original la convierte en un entretenimiento apenas pasatista. Cada vez son más frecuentes las producciones animadas provenientes del viejo continente. En un mercado totalmente copado por películas de la factoría Disney/Pixar, Dreamworks, Illumination Entertainment y Sony Pictures Animation; los films animados independientes luchan para encontrar su espacio entre las películas de los grandes estudios. Richard es un pequeño gorrión criado entre cigüeñas. Sus padres fueron comidos por un depredador cuando él todavía estaba en su huevo y la compasiva cigüeña Aurora lo lleva a su nido para criarlo junto a su hijo Max. Claudius, el líder de la bandada de cigüeñas, se opone a esto. Llegado el momento, las cigüeñas deben emigrar a África y el pequeño Max (un ave no migratoria) no podría soportar el viaje. La bandada decide dejarlo atrás pero Richard, totalmente convencido de que es una cigüeña de verdad, abre las alas y sale de viaje para el continente africano en búsqueda de su familia y deseoso de probar que puede ser chiquito, pero no es menos que las otras cigüeñas. En su camino se cruzará con Olga, una lechuza acompañada de su amigo imaginario Oleg y con Kiki, un periquito narcisista que quiere cantar música disco. Una cigüeña en apuros es un film de presupuesto bastante bajo y orientada a un público infantil. La historia es bastante simple y los personajes están bien definidos. La animación está muy bien lograda, con un estilo más cercano a las caricaturas. Sin duda la película podrá divertir a los niños más chicos e inculcarles su mensaje sobre la búsqueda de identidad y perseverancia.
La Venganza de Salazar rescata los elementos más positivos de la trilogía original y sumado a la incorporación de nuevos personajes puede funcionar tanto como cierre del ciclo o de nuevo comienzo para la franquicia. En el año 2003 Disney sorprendió al mundo con el estreno de una película que nadie imaginaba que alguna vez pudiera ver la luz del sol. Piratas del Caribe (Pirates of the Caribbean) es una de las mejores y más longevas atracciones de Disneyworld, básicamente un juego de parque de diversiones. La compañía del ratón inventó una historia donde no la había, contrató a un director de primer nivel (Gore Verbinski, cineasta detrás de The Ring y Rango), un elenco de actores muy populares y puso un presupuesto enorme al servicio de la película. La mezcla de aventuras de piratas, batallas navales, humor, mucho slapstick, peleas a espadazo limpio y un toque de fantasía sobrenatural con maldiciones y piratas no-muertos que se apreció por primera vez en Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl) fue un verdadero éxito que enamoró al público y a la crítica —y pensar que Disney estuvo a punto de hacerla con bajo presupuesto y directo a video—. Teniendo entre manos una mina de oro, Disney hizo lo más lógico: la explotó a más no poder. La crítica les dio la espalda pero el público no, ninguna entrega de la saga falló a la hora de llenar las salas y la franquicia hasta el momento ha recaudado casi cuatro billones de dólares (sí, US$ 4.000.000.000.000, una locura). Pese a esto, la audiencia se fue cansando del Capitán Jack Sparrow (Johnny Depp) y la cuarta entrega de la saga (On Stranger Tides, 2011) fue bastante criticada por la falta de personajes secundarios con química —vale recordar que Will Turner (Orlando Bloom) y Elizabeth Swann (Keira Knightley) no volvieron a aparecer— y un buen villano. Años después, Disney vuelve a la carga con una nueva aventura. La historia comienza con Henry Turner (Brenton Thwaites), un adolescente obsesionado con salvar a su padre —vale la pena recordar que Will se convirtió en el nuevo capitán del fantasmal navío El Holandés Errante—. Por otro lado Carina Smyth (Kaya Scodelario) es una astróloga acusada de brujería que se cruza con Jack Sparrow mientras este último roba un banco —literalmente—. Los tres persiguen un mismo objetivo, encontrar el legendario Tridente de Poseidón, el objeto que controla toda la magia y el poder de los océanos A su vez, los tres son perseguidos por el siniestro Capitán Salazar (Javier Bardem), el espíritu reanimado de un viejo rival de Jack. Salazar era un capitán de navío español que cazaba piratas a través de los siete mares que murió junto a su tripulación por culpa de Jack Sparrow. Salazar y sus inmortales no descansarán hasta atrapar a Sparrow y matarlo, junto al resto de los piratas del mundo. Para encontrarlo necesitarán la ayuda del viejo Capitán Barbossa (Geoffrey Rush). La Venganza de Salazar se siente como un regreso a las fuentes de la saga. Dejando atrás la complicada y poco interesante historia de On Stranger Tides, esta vez se presenta una aventura más simple y directa con tres protagonistas que persiguen un objetivo en común (Henry necesita el tridente para romper la maldición que mantiene a su padre ligado al Holandés, Carina busca su ubicación en un diario de Galileo que le dejó su padre y Jack lo quiere para tener poder sobre los mares y volver a su antigua gloria). A través de esta película se conoce parte del origen de Jack Sparrow —más precisamente, cómo se gana el título de Capitán—. Visualmente la película está muy bien, los efectos visuales y prácticos son un verdadero espectáculo aunque el look “fantasmal” de Bardem y compañía no termina de ser del todo convincente. En cierta forma el film se beneficia de tener (o intentar tener) menos épica que sus entregas anteriores, eso hace que el maridaje entre aventura, humor y fantasía se sienta más prolijo. El villano no es para nada memorable y de los nuevos miembros del elenco, quien se destaca más es Kaya Scodelario, en un rol de mujer de ciencia que no la hace caer en el típico cliché de damisela en apuros. Lo más destacable de esta nueva entrega de Piratas del Caribe es que funciona como un digno cierre de la saga protagonizada por Johnny Depp, pero también deja una ventana abierta para que las aventuras continúen sin el personaje de Jack Sparrow.