Breve historia de la infamia. La crisis económica mundial que se desató en el 2008 y aún marca las políticas financieras de los países desarrollados tuvo sus primeros síntomas en Estados Unidos durante el 2007 y estuvo directamente relacionada con las políticas económicas del gigante del norte a partir del 2001. La crisis expuso increíbles casos de corrupción que salpicaron a numerosos ejecutivos bancarios y gerentes de fondos de inversión que ganaron millones a costa de la debacle. La Gran Apuesta (The Big Short, 2015) reconstruye bajo el formato ficción un libro de “no ficción” de Michael Lewis, The Big Short: Inside the Doomsday Machine, que narra el descubrimiento de la burbuja financiera alrededor de las hipotecas inmobiliarias por parte de un gestor de un grupo de fondos de inversión. Tras la aparición de los primeros síntomas de la crisis que originó uno de los salvatajes económicos más escandalosos de la historia mundial por parte del gobierno norteamericano, el inusual gestor, Michael Burry (Christian Bale), descubre -tras un estudio de las condiciones del mercado inmobiliario- que la especulación ha llegado a un nivel en que el lucro ha roto todas las barreras legales generando una bomba de tiempo económica a punto de estallar. A pesar de las reservas de los directivos de su financiera, Burry decide invertir en contra del mercado inmobiliario dos años antes del comienzo de la crisis, generándole enormes pérdidas a su fondo de inversión, para sorpresa de todos los bancos y de sus colegas. La historia está narrada a través de Jared Vennett (Ryan Gosling), un trader inmobiliario del Deutsche Bank que al reconocer la oportunidad, comienza a buscar inversores para especular en contra del mercado inmobiliario norteamericano, hasta ese momento considerado el principal motor económico del país. Por una llamada errónea, Mark Baum (Steve Carell), el operador de una financiera, se entera de la posibilidad de la existencia de la burbuja y comienza a investigar instigado por Vennett con la posibilidad de obtener un rédito multimillonario a través de la especulación. A medida que los protagonistas comienzan a indagar se dan cuenta de que todo el sistema económico es un gran entramado de corrupción sobre el que todos ostentan su condición sin comprender ni asumir las consecuencias. La película es una bomba de tiempo que desenmascara las causas de la crisis buscando metódicamente herramientas para explicarla pedagógicamente. La adaptación del libro de Lewis logra desentrañar tanto el origen como las consecuencias de las políticas de expansión del crédito, la reducción de los impuestos y la desregulación del mercado que impuso el gobierno de George Bush tras la manipulación política de los atentados del 2001. La utilización de dispositivos didácticos -a través de la aparición de personalidades famosas en escenarios familiares para explicar los entramados del lenguaje financiero- es una jugada narrativa osada con vistas a romper con el tono grave y circunspecto de la historia, y funciona a la perfección en diálogo con la trama. Las actuaciones de todo el elenco son brillantes y nos conducen a través del mundo financiero como si estuviéramos viviendo la pesadilla bursátil que fundió a varios fondos. En sintonía con el documental Capitalism: A Love Story (2009) de Michael Moore, el guión del realizador Adam McKay y Charles Randolph llega hasta las raíces de la corrupción, la impunidad y la soberbia de los especuladores para denunciarlos y exponerlos ante la sociedad. De esta manera, La Gran Apuesta realiza un trabajo que logra dejar al descubierto la incapacidad de los directivos del “nuevo capitalismo” para pensar y actuar a largo plazo, conduciendo a ciegas barcos económicos destinados a encallar y provocando recesiones y pérdidas que siempre terminan afectando a los trabajadores y generando ganancias a las entidades bancarias y financieras.
Más allá de la vida. El cine de género en Argentina sigue su crecimiento ininterrumpido y continúa dando frutos. En esta oportunidad, el realizador Gonzalo Calzada escribió Resurrección (2015) como novela y adaptación cinematográfica a la vez. El resultado es una película que mezcla características del terror gótico y el cine de autor en una obra fantástica sobre la dialéctica existencialista entre la vida y la muerte. Tras recibir su consagración sacerdotal, el joven Aparicio (Martín Slipak) parte para la capital impulsado por una visión mística con el fin de asistir litúrgicamente a las víctimas de la fiebre amarilla que desoló Buenos Aires en 1871. En el camino decide pasar por la quinta de su familia en las afueras de la ciudad, pero encuentra un panorama aterrador, con su hermano al borde de la muerte, su cuñada y su sobrina atrincheradas en la capilla y los peones saqueando la abandonada estancia. A las puertas de la muerte, su hermano médico, Edgardo (Adrián Navarro), le solicita al capataz Ernesto (Patricio Contreras) que le traiga a un curandero correntino (Vando Villamil), que promete salvarlo con su magia. Allí comienza una confrontación científica, religiosa y vital entre los protagonistas. Aparicio a su vez enferma y su sobrina, Remedios (Lola Ahumada), le pide que la salve de su madre, Lucía (Ana Fontán), que intenta matarla poseída por la locura tras la muerte de su marido. La intriga y el suspenso se mezclan con el terror en un ambiente gótico de encierro alucinatorio en el que los protagonistas parecen abatidos por la muerte que rodea el lugar y se cierne sobre ellos. En este contexto aparecen mitos -como el de San La Muerte, los payés y los curanderos del litoral- que le dan forma a un mal que se aprovecha de la necesidad y la enfermedad que ataca al espíritu. Las actuaciones recrean una idiosincrasia y un lenguaje de fin de siglo XIX en Argentina de forma correcta e interesante. La labor de todo el elenco es realzada por la dirección y un guión en el que las intrigas y lo impensado siempre aparecen para destruir las certezas de todos los personajes. Las historias de vida de Aparicio y Ernesto se entrecruzan como polos opuestos de una Argentina y un mundo dividido entre patrones y peones que articulan una experiencia común y a la vez diametralmente opuesta. El bien y el mal también se debaten, al igual que en el corazón del hombre, para luchar por las almas y las voluntades en medio de tanto sufrimiento e impotencia. Resurrección se posiciona así como un opus de cine de género de gran vitalidad para un cine nacional con altibajos pero que sigue entregando numerosas obras de calidad. La apuesta de Calzada hace dialogar a la religión con la magia para encontrar la dialéctica en la debilidad del espíritu humano, y de esta forma dejar en claro que el mito siempre se impone cuando la desesperación nos atraviesa.
La medida de la flexibilización. El drama social está enraizado en la idiosincrasia francesa y se manifiesta a través de una sensibilidad política que atraviesa el arte como compromiso. El Precio de un Hombre (La Loi du Marché, 2015) sigue el camino estético trazado por Laurent Cantet en obras como Recursos Humanos (Ressources Humaines, 1999) y El Empleo del Tiempo (L’Emploi du Temps, 2001), y por Jean-Pierre y Luc Dardenne con Rosetta (1999) y Dos Días, una Noche (Deux Jours, une Nuit, 2014), para conformar un estilo de abordaje de una problemática que busca en las condiciones laborales actuales su eje argumental. La trama sigue a Thierry (Vincent Lindon), un trabajador desocupado ofuscado por la burocracia alrededor del sistema de asistencia social de Francia, que intenta salir adelante tras su despido. Al conseguir un trabajo como guardia de seguridad en un supermercado, su vida parece mejorar pero de a poco se ve obligado a hostigar a los empleados del local debido a diferentes tipos de escamoteos. A lo largo de todo el guión del realizador Stéphane Brizé y Olivier Gorce, podemos ver la progresión del desmoronamiento de Thierry debido a la hostilidad de la cultura del nuevo capitalismo, en la que Richard Sennett supo ver y analizar la corrosión de la noción de “carácter” como construcción de identidad a través del trabajo. El desmoronamiento de la posibilidad de construir un relato laboral, la flexibilización, la siempre presente sensación de ser una parte fácilmente reemplazable de un engranaje perverso que contribuye a la desigualdad social, y la abrumadora cantidad de problemas económicos y personales, van convirtiendo al protagonista en una bomba de tiempo a punto de explotar. La gran actuación de Vincent Lindon sostiene una narración interesante pero que nunca llega a su clímax. El Precio de un Hombre transcurre en un ritmo demasiado sosegado, como si su fuego estuviera apagado como una metáfora de la impotencia de Thierry ante el sistema que lo abruma. Al desestimar la necesidad de una ruptura, el relato cae inexorablemente en la repetición de la narración, volviendo una y otra vez sobre los mismos conceptos y situaciones. A pesar del agotamiento del relato, la historia se sostiene a través de las actuaciones, la dirección y un trabajo de fotografía que logra retratar la desesperación en los primeros planos. La labor conceptual sobre la identidad -a través del trabajo y el rol familiar- son claves para la construcción de un opus sólido que expone en los diálogos y la trama los males del nuevo capitalismo sobre el individuo, destruyendo toda su autoestima y sujetándolo por completo a un sistema de producción en que la vigilancia es la única constante. La medida de un hombre ante la figuración de la derrota queda al descubierto, ahora solo queda encontrar las tácticas de resistencia ante la misma.
El terror fascista. Nuevamente el cine español da cátedra en un género que viene trabajando con éxito desde aquellas hermosas y espeluznantes Historias para no Dormir de Narciso Ibáñez Serrador, en las que actuaba su padre Narciso Ibáñez Menta en los años sesenta. Como continuador de este camino, el debut cinematográfico de la dupla Juanfer Andrés y Esteban Roel no podía ser mejor. El film, apadrinado por Álex de la Iglesia, es una gran combinación de cine de terror con “película de cámara”, en la que predominan los primeros planos claustrofóbicos que no dan respiro alguno en su horadante labor de turbación psicológica. Puertas Adentro (Musarañas, 2014) sitúa la acción en Madrid en los años cincuenta para poner de relieve los despojos de la guerra civil y sus secuelas psicológicas en un pueblo dividido con una joven democracia derrotada por la reacción monárquica, católica y fascista. En medio de la reconstrucción y con las heridas de la guerra aún abiertas, dos hermanas intentan salir adelante. Montse es una mujer con un agudo fanatismo religioso que padece un grave caso de agorafobia y alucinaciones. Acosada por los fantasmas y los traumas de su pasado, vive en un infierno personal solo amainado en parte por la compañía de su hermana menor (a la que ha criado tras la muerte de su madre al dar a luz y la desaparición de su padre durante la guerra civil), y de su trabajo como modista y costurera de clientas amigas a las que atiende en su departamento en la capital española. Cuando Carlos, su vecino del piso de arriba, cae por las escaleras, Montse lo arrastra hasta su casa pero sus cuidados se convierten rápidamente en obsesión por el herido. El guión de Juanfer Andrés y Sofía Cuenca trabaja de forma extraordinaria la paranoia religiosa con los malestares del encierro en lúcidas y desgarradoras metáforas sobre la vida subterránea, generando suspenso en un contexto de reclusión que remite a los oscuros años del franquismo; mientras que la dirección a cargo de Andrés y Roel, docentes y fundadores del Instituto de Cine de Madrid, logra generar una sensación de asfixia y opresión psicológica que subyuga al espectador. La increíble actuación de Macarena Gómez como Montse llega a niveles catárticos de angustia inusitada y es acompañada por un buen elenco que sostiene sólidamente una película de género de gran inteligencia, sensibilidad y audacia en la que las imágenes religiosas se transforman -literalmente- de dispositivos de sometimiento en armas mortales. Cuando el terror viene de la mano de elementos inconscientes que recuperan un pasado al que no queremos volver o a las atrocidades que sucedieron y que preferimos no recordar, en lugar de las recurrencias ignorantes a lo paranormal demoníaco, las metáforas que desquician el espíritu nos hablan en símbolos de comprensión basados en el trauma como método de aprendizaje. Allí está el verdadero miedo, que es siempre a lo humano.
Contra los molinos del cine nacional. Pocos personajes del mundo de la distribución del cine nacional son tan histriónicos como Pascual Condito, el director de la distribuidora cinematográfica argentina Primer Plano Film Group. Tras la Pantalla (2015), el tercer documental de Marcos Martínez, se centra en la figura de Condito para narrar el cierre de la histórica sede de la distribuidora en Riobamba y Lavalle, como una metáfora de las dificultades del cine nacional para posicionarse en el ámbito local e internacional. El documental recorre todos los tópicos problemáticos de los distribuidores: la falta de apoyo del público argentino a las películas nacionales, la dificultad para competir contra los grandes estrenos de cine internacional, la imposibilidad de destinar presupuesto a la publicidad y la falta de incentivos del Estado para la distribución. La particularidad del documental yace en la calidad de los entrevistadores, personajes conocidos del cine nacional, directores, actores, productores y críticos que se dan cita en la oficina de Condito para charlar y debatir sobre el pasado, presente y futuro del cine; escuchando, riñendo y conversando alrededor de las reflexiones de uno de los más idóneos representantes de la industria. Condito narra los comienzos de Primer Plano a principios de la década del ochenta, su fascinación por el cine italiano, especialmente por la película Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, 1988) de Giuseppe Tornatore, su rol como distribuidor de cine europeo y asiático en el mercado nacional, y su posición como distribuidor de cine argentino alrededor del mundo. El fin de una era se convierte en el comienzo de una nueva. La desazón del cierre de la oficina y su posterior demolición abren el camino hacia nuevos horizontes. Durante más de treinta años Primer Plano se consolidó como uno de los principales distribuidores de capital local, estrenando extraordinarias películas como El Juego de las Lagrimas (The Crying Game, 1992), Trainspotting (1996), Sostiene Pereira (1995) y Recursos Humanos (Ressources Humaines, 1999), entre lo más destacado del cine internacional, y Garage Olimpo (1999) e Historias Mínimas (2002) entre las nacionales, por dar algunos ejemplos. Martínez logra encontrar la esencia del compromiso de Condito con su pasión cinematográfica para ofrecer una visión sobre el cine no solo como negocio sino como forma de vida hecha carne a través de las relaciones familiares y el ejercicio de una profesión que apuesta cada vez más al marketing que al corazón, el instinto, el gusto o cualquier valor que no sea cuantificable. En los últimos años, Primer Plano decidió abandonar la distribución de cine argentino en el país debido a la imposibilidad de competir con las grandes corporaciones multinacionales que se apoderaron de gran parte de la distribución de cine nacional, en consonancia con varias resoluciones de la Secretaría de Comercio. Tras la Pantalla da cuenta así de las dificultades congénitas que atraviesa la distribución independiente, la industria del cine y Primer Plano en particular, dejando un valioso documento sobre un protagonista de nuestro cine que tiene aún mucho para ofrecer a una industria que hoy estrena lo más anodino del cine y relega a las mejores películas al campo de la piratería.
Superhéroes del conurbano. A pesar del fanatismo histórico del público argentino por las películas y las series de superhéroes, no teníamos obras a nivel local que busquen competir o agregar una versión nacional del fenómeno. Aquel intento fallido de Luis Barone con Zenitram (2010), en pos de construir al primer superhéroe nacional y popular, resultó desesperanzador para muchos, mientras los productos de Hollywood inundaban el mercado, hasta incluso con su contracara crítica, Birdman (2014). Con una aproximación completamente distinta, el realizador Nicanor Loreti se propuso con Kryptonita crear una película sobre delincuentes- superhéroes, epígonos de Robin Hood en el conurbano bonaerense. En un hospital de la provincia de Buenos Aires, un médico de guardia cansado, automedicado y con problemas familiares recibe como paciente a un tal Nafta Súper. Traído inconsciente al hospital por su banda, una especie de “Liga de la Justicia”, y con una herida cortante de un vidrio verde, la suerte de Nafta Súper queda en menos del doctor y de sus amigos que deciden protegerlo de las fuerzas policiales mafiosas que quieren eliminarlo. Kryptonita mezcla la tradición de crítica social con el cine de superhéroes en una amalgama que cuadra con la idiosincrasia del espectador argentino consumidor de este tipo de producciones. Así podemos encontrar a una Mujer Maravilla travesti que narra su transformación (Lady Di), un imitador de Linterna Verde tumbero (Faisán), un Flash misterioso y amenazante (Ráfaga), y un Superman boxeador callejero, (Nafta Súper), como algunos ejemplos de esta apropiación popular de personajes del comic. A partir de una gran utilización de los recursos y sin abusar de los efectos especiales, la propuesta logra construir un contexto y una historia para estos héroes marginales que desafían a la policía y a los mafiosos, como parte de un mismo sistema político que los excluye. La participación de Diego Capusotto como un oficial corrupto y desquiciado -disfrazado del Guasón- merece una mención aparte por su versatilidad, ampulosidad y su extraordinaria capacidad para la gestualidad grotesca. Tanto Loreti en la dirección como el equipo de guionistas que lo acompañaron a nivel general en la construcción del relato (Nicolás Britos, Camilo De Cabo, Paula Manzone y Leonardo Oyola), consiguen crear una épica para cada personaje, aportando a la historia un componente de la tradición del comic, el autodescubrimiento personal, enriqueciendo así la narración para crear los lazos emocionales entre el espectador y los justicieros que caracterizan a este tipo de obras. Kryptonita supera los obstáculos que una película de superhéroes nacional plantea gracias a un gran talento para el trabajo estético de cada escena y una banda sonora plagada de sintetizadores que transportan al espectador a través de un conurbano bonaerense que funciona en muchas localidades como una ciudad de un futuro distópico, abandonada por las autoridades y controlada por la delincuencia y los narcotraficantes. De esta forma, el opus de Loreti se propone exitosamente como la punta de lanza de una probable saga dentro del género de los superhéroes en la cinematografía argentina.
Atrapado sin salida. La Guerra Fría fue una intriga internacional entre los integrantes del Pacto de Varsovia, sus homólogos de la OTAN y los países neutrales a esta contienda. Dentro de esta configuración mundial entre dos bloques que se disputaron el control ideológico, político, cultural y económico del planeta, no cesan de aparecen historias extraordinarias sobre sucesos increíbles alrededor de la tensión entre Estados Unidos, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los satélites de ambos. El Crazy Che se propone desde un principio como una historia increíble alrededor de un personaje extraordinario. El documental narra las andanzas de Guillermo Gaede, un empleado de una empresa de sistemas en Estados Unidos que a principios de los años ochenta ofreció información de valor comercial al gobierno cubano y al soviético por cuestiones ideológicas. El asunto se complica aún más cuando los propios cubanos quieren traicionar al régimen en crisis, ya sin el apoyo de la desaparecida Unión Soviética a principios de los noventa, e intervienen los servicios de inteligencia norteamericanos, por lo que Gaede se ve envuelto en una intriga de contraespionaje desopilante. El documental de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi recorre la vida de Gaede a través de sus inicios como subdelegado gremial y afiliado comunista en Entel, construyendo el perfil de un argentino que falsificó sus documentos para trabajar en Estados Unidos y logró implicar al FBI y a la CIA en un juicio que influyó en la ley de espionaje industrial sancionada en 1996. La historia de Gaede es atractiva desde todos los ejes en que se pueda pensar: como aventura, como juego de espías, desde su costado jurídico y desde la supuesta seguridad de la sociedad de la información. Más que un documental, la película parece por momentos un falso documental, pero en verdad estamos ante una historia apasionante absolutamente real sobre un personaje que supo engañar a todo el mundo para entrar y salir exitosamente del mundo del espionaje como si fuera un juego, pero con la convicción de las ideas que Gaede llevaba en su corazón. Con animaciones que reconstruyen algunas escenas, con gran parte del material de audio y video que Gaede prudentemente grabó implicando a la CIA y al FBI en el robo de los secretos corporativos de las empresas de sistemas, y con entrevistas al mismo Gaede, su esposa, sus hermanos y distintos protagonistas, El Crazy Che logra reconstruir el contexto de la Guerra Fría y diagramar el perfil de un espía convencido de estar ayudando a un bloque soviético moribundo en su lucha contra el capitalismo. El documental investiga con rigurosidad todo el “affaire Gaede” mediante una narración ágil, siempre respaldando la información y dejando un testimonio muy valioso sobre este particular e inusitado episodio.
La revolución escenificada. Sinsajo – Parte 2 es la cuarta parte de la saga cinematográfica de Los Juegos del Hambre, dirigida nuevamente por Francis Lawrence, adaptada por Suzanne Collins, la autora de las novelas, y guionada por Peter Craig y Danny Strong. Por una cuestión de duración, Sinsajo fue dividida en dos partes. En la primera, la trama giraba en torno a la organización de la rebelión de los trece distritos contra la capital, mientras que la segunda parte narra la entrada de los rebeldes en el Capitolio para terminar con la dictadura del presidente Snow (Donald Sutherland). La historia relata la supervivencia de los jóvenes Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) y Peeta Mellark (Josh Hutcherson) a los juegos -un enfrentamiento hasta la muerte, similar al de Battle Royale (2000), entre ciudadanos elegidos al azar y voluntarios de todos los distritos- y su transformación en íconos de una rebelión que se venía gestando desde hace tiempo entre los líderes de los distritos sojuzgados por la capital de Panem. Tras los fallidos últimos Juegos del Hambre organizados por el Capitolio entre los distritos que conforman la civilización, como una especie de castigo y ofrenda de la periferia hacia la capital por una revuelta ocurrida hace años, las jurisdicciones se han organizado alrededor del liderazgo de la presidenta Alma Coin (Julianne Moore) y su edecán estratega, Plutarch (Philip Seymour Hoffman), para liberarse del yugo del implacable Snow, que gobierna Panem con mano de hierro. La última película de la saga alterna correctamente escenas de pura acción, en el camino por la capital hacia el palacio presidencial, con momentos graves de reflexión y de toma de decisiones respecto del futuro de Panem. Las buenas actuaciones de todo el elenco de actores consagrados y un gran despliegue de efectos especiales logran rescatar a la segunda parte de Sinsajo del marasmo de la primera gracias a su carácter de transición hacia una resolución de la historia. La trama transcurre alrededor de los entramados del poder político, las distintas formas de liderazgo, la consolidación de las cadenas de mando y el rol del espectáculo como forma de entretenimiento y base de la creación de un mito social y político. Sin incurrir en el error de apresurar el relato para resolver todas las intrigas abiertas, Sinsajo – Parte 2 se toma su tiempo para desarrollar cada situación y llevarla hasta su cauce y resolución natural. Así la película desarrolla las estrategias militares y políticas de cada bando para poner al descubierto algunos mecanismos del poder para perpetuarse o conquistarlo. La concusión de la saga distópica deja una historia que supo retomar un conjunto de imaginarios ya presentes en otros films, hoy reciclados para su consumo licuado pero con una carga política interesante, por momentos desperdiciada. La fábula rebelde concluye sin penas ni gloria pero tal vez deje un interés por rastrear algunas de las fuentes en las que se basa la explosión de este mercado adolescente.
La resistencia. El principal objetivo del Proceso de Reorganización Nacional que destruyó las instituciones, la capacidad productiva y los cuadros políticos de la Argentina a partir de marzo de 1976 fue la desarticulación de todos los sectores organizados alrededor de la lábil conceptualización de lo popular, identificable con un ideal socialista que proponía el fin de la explotación del hombre por el hombre. Los del Suelo (2014), la última película del realizador Juan Baldana, reconstruye la historia de dos militantes del Movimiento Rural de Acción Católica (una agrupación campesina ligada a las luchas agrarias y revolucionarias de los años setenta), Irmina Kleiner y Remo Vénica. Con el comienzo de la dictadura, la pareja debe huir a través de la selva chaqueña del acoso de los militares debido a su condición de líderes de las ligas campesinas. Gracias a la ayuda de sus compañeros y simpatizantes de la causa, los jóvenes logran evadir los cercos militares que se cierran a su alrededor, pero todo se complica cuando Irmina queda embarazada y pare a su beba en medio del monte. La película es una adaptación de la novela de Jorge Miceli, Monte Madre: Heroica Historia de Compromiso y Dignidad. La historia de la huida de la pareja desde Chaco hacia los cañaverales de Santa Fe le permite a Baldana recrear una odisea moderna para construir con efectividad otro capítulo de la nefasta historia de la última dictadura militar. Una de las principales características de la obra es el propósito de recorrer los distintos problemas tanto de la supervivencia y la crianza de un hijo en medio de un entorno hostil, como la intención de la pareja de reconstruir la red militante como alternativa para afrontar la situación política adversa. Las extraordinarias actuaciones de María Canale y Lautaro Delgado logran componer el drama de los protagonistas con el grado necesario de calidez y padecimiento que las escenas y el guión demandan. A esta labor se suma la exquisita fotografía de Iván Gierasinchuk, que se funde con la pertinencia de la increíble banda sonora realizada por el músico Walter Broide, integrante de la gran banda Los Natas. En cada escena de la obra la belleza y la hostilidad de la naturaleza se fusionan a través de la relación que el hombre establece con ella para convertirse en una ayuda o un obstáculo. A medida que transcurre la cinta, la intensidad de la experiencia de estos líderes sociales conmueve e inspira a la vez. Los del Suelo logra crear una atmósfera de asedio constante con la consiguiente imposibilidad de reflexionar sobre la realidad, ante la necesidad de celeridad en la toma de decisiones para lograr sobrevivir. Combinando las ideas con el amor y la militancia política, como construcción de relaciones sociales, la obra recrea una hermosa historia de resistencia ante la violencia del Estado aliado con el mercado. En una época virtual en la que el contacto con la naturaleza es mediada por el consumo y la ideología del hedonismo y la relación de cada individuo con lo que produce es inimaginable, la experiencia y la militancia de Irmina y Remo no solo son indispensables e inspiradoras sino, y por sobre todo, subversivas en todo el sentido revolucionario de la palabra.
Juegos familiares. La última película del director Gustavo Postiglione (El Asadito, 1999) es un clásico policial claustrofóbico basado en la obra teatral homónima del realizador. Tras el éxito de la puesta, Postiglione decidió adaptar Brisas Heladas al formato cinematográfico para ofrecer otra forma de apreciación de la simple pero ambiciosa historia. A diferencia de la obra de teatro, la película sumó las actuaciones de Gastón Pauls, Norman Briski y la legendaria cantante punk y pop franco- uruguaya Elli Medeiros, quien también participó en la banda sonora junto al mismo Postiglione. Tras el asesinato de dos de los integrantes de su banda y el robo de un bolso por parte de su esposa Carmen (Elli Medeiros) y su chofer Bruno (Juan Nemirovsky), Antonio (Norman Briski) un mafioso porteño, le da un ultimátum al joven conductor para que devuelva el bolso. El joven ha estado apostando mucho dinero y su comportamiento sospechoso lo ha puesto en la mira del furioso mafioso traicionado. Mientras el protagonista planifica su huida junto a Carmen, la autora material e intelectual del robo, su hermana Mabel (María Celia Ferrero) aparece en la casa con una valija llena de juguetes para recordar viejos tiempos y sacar de quicio al atribulado Bruno. Brisas Heladas relata la historia desde el punto de vista de Mabel ante el fiscal (Gastón Pauls), trabajando los sucesos reales como capas superpuestas que se contradicen como en un careo policial. La película da vueltas incesantemente alrededor de las pruebas y las historias personales de los protagonistas. Las actuaciones del elenco son aceptables, destacándose principalmente las interpretaciones de Ferrero, Briski y Medeiros. La banda sonora a cargo de Iván Tarabelli y Postiglione es muy buena y funcional a la construcción de un análisis psicológico que busca interpelar a los personajes en su intimidad. Con escenas interesantes, Brisas Heladas se sostiene gracias a un guión que avanza en el relato policial sin demasiados bríos pero sin estancarse, dejándole al espectador una película que utiliza los juegos cinematográficos y el metacine para hacer evidentes las diferencias entre el dispositivo cinematográfico y el teatral. La utilización de guiños a lo mejor del cine policial ayuda en la causa pero la obra falla en su conjunto por su innecesaria extensión: en lugar de complejizar la historia, amplifica escenas cuyo desenvolvimiento se vuelve baladí. Lo desparejo no quita los aciertos pero desgraciadamente los disminuye hasta minimizarlos, en algunos casos para dejarnos solo una corriente tibia de la propuesta inicial.