“Boda Sangrienta” (“Ready or Not” en su título original) pertenece a ese cuasi subgénero dentro del terror donde hay humanos cazando humanos. Dentro de esta categoría tenemos infinidad de ejemplos que van desde la pionera “The Most Dangerous Game” (1932) hasta “The Naked Prey” (1965) y las más recientes “The Purge” (2013), “The Hunger Games” (2012) y “The Belko Experiment” (2016). Lo interesante de la propuesta de esta dupla directora conocida por haber dirigido “Devil’s Due” (2014) previamente, es que el relato en cuestión mezcla el horror y el gore con el humor negro y varios momentos cómicos, dando a entender en el fondo que la cinta no se toma demasiado en serio a sí misma. El largometraje cuenta la historia de Grace (Samara Weaving) y Alex (Mark O’Brien), una pareja pronta a contraer matrimonio en la mansión de la familia del novio. Su excéntrico clan ha dedicado toda su historia a la fabricación de juegos de mesa, un negocio que los llevó a erigir una riqueza bastante importante. Durante la noche de bodas, ambos son invitados a participar de una tradición ancestral que empieza como una inocente “noche de juegos” y termina desembocando en un juego letal de supervivencia. Si bien la película no representa nada innovador a nivel narrativo, se despliega como un entretenimiento efectivo que asegura gags, tripas y sorpresas a lo largo de su hora y media de metraje. La pareja protagónica está compuesta por la comprometida y talentosa Weaving que ya había demostrado su histrionismo y talento en cintas como “The Babysitter” (2017) y “Mayhem” (2017), con la cual “Ready or Not” tiene varios puntos de contacto; y por O’Brien, otro que brinda un trabajo más que correcto. Completan el elenco Adam Brody, Andie MacDowell y Henry Czerny, entre otros, como miembros de esa peculiar familia acaudalada con la cual la película busca teorizar sobre los excesos de las altas esferas y sus delirios de grandeza e impunidad. Es ahí cuando la cinta toma vuelo, cuando se avoca a la parodia social. El film mantiene una sobria y funcional puesta en escena donde lo que más vale es el lucimiento de su protagonista femenina y los momentos de acción/gore mezclados con la comedia. Resulta intoxicante y atractiva esa atmósfera angustiante y perturbadora al mismo tiempo que es yuxtapuesta con la metáfora sobre el precio de la riqueza. “Boda Sangrienta” es un film correcto y entretenido sin demasiadas pretensiones que no presenta nada nuevo pero que se destaca por su talentoso elenco y por una realización impecable. Una de esas propuestas para disfrutar el fin de semana con amigos y un buen balde de pochoclo.
El personaje del Golem pertenece a un antiguo mito judío que ha sido retratado en diversas adaptaciones a lo largo de la historia del cine, incluso la primera se remonta a los inicios del séptimo arte y fue realizada en 1915. Su historia tiene varios puntos de contacto con la de Frankenstein en lo que respecta al hombre creando vida y ocupando el lugar de Dios. No obstante, aquí hay un trasfondo y una connotación de tradición religiosa que trae aparejada a la comunidad judía en la que tienen lugar los hechos. El largometraje cuenta la historia de Hanna (Hani Furstenberg), una mujer judía lituana del siglo XVII que vive en un pequeño pueblo, el cual, al vivir aislado del resto de la sociedad, parece haber escapado de la peste negra. Los gentiles de la zona culpan a los judíos por la epidemia, y Vladimir (Alex Tritenko) irrumpe violentamente en la ciudad, con su hija casi muerta en sus brazos amenazando a los pueblerinos con la muerte si es que no la curan y “revierten” el tema de las enfermedades. Así es como el pueblo decide rezar y acudir a una curandera para que la niña mejore pero Hana decide tomar cartas en el asunto y crear un Golem (una figura de arcilla que cobra vida por medio de un rito cabalístico) que los proteja y aleje a los forasteros. Sin embargo, pronto se da cuenta de que la fuerza del espíritu es superior a lo que imaginaba en un principio, por lo que pierde el control sobre él. Resulta interesante la vuelta que le dio la dupla directora, Doron Paz y Yoav Paz («JeruZalem»), al mito del Golem, incurriendo en la modificación de la criatura. En lugar de ser un monstruo inmenso resulta ser un niño pequeño que la protagonista prácticamente adopta como suyo al remitirle a su hijo muerto. A su vez, resulta atractivo y le da mayor dimensión al personaje principal, que sea una mujer decidida a estudiar Cabalá, hacerle frente a las autoridades de la comunidad y tener que esforzarse para luchar, no solo contra el machismo imperante de la época sino también el de las religiones tradicionales donde el lugar de la mujer está bastante relegado. Todo esto sin comprometer la narración, ya que resulta ser bastante entretenida y disfrutable más allá de alguna subtrama que no funciona y ciertas lagunas narrativas. Por otro lado, si bien opta por un ritmo más lento para favorecer la construcción de la atmósfera opresiva, también esto sirve para no incurrir en clásicos clichés del cine de horror donde solo se busca el golpe de efecto mediante la crudeza de las escenas de muerte. No obstante, aquí hay lugar para las secuencias de asesinato del monstruo pero son escazas y solo con fines dramáticos. Por el lado de los efectos visuales/especiales, estos se ven algo toscos y torpes (seguramente como resultado de ser un film de bajo presupuesto) pero no terminan de empañar lo construido por los directores y por el guionista Ariel Cohen. «El Golem» es una película pequeña pero interesante que se beneficia de personajes atractivos, de una historia atrapante con un mito de fondo que enriquece la experiencia y de una atmósfera lograda. Un film que decae en ciertos momentos por su ritmo cansino y por ciertas subtramas poco inspiradas pero que igualmente se ve beneficiado por todo lo mencionado anteriormente.
El debut como directora de Olivia Wilde (“House M.D”, “Tron Legacy”) es un coming of age volcado a la comedia estudiantil que tiene como protagonistas a dos jóvenes amigas que buscan recuperar el tiempo perdido en lo que respecta a diversión. “Booksmart” (título original de la cinta) es un largometraje que sigue las aventuras de Amy (Kaitlyn Dever) y Molly (Beanie Feldstein), dos excelentes estudiantes y grandes amigas, que durante la víspera de su graduación de la escuela secundaria, se dan cuenta de que podrían haberse esforzado algo menos en clase y haberse divertido más. Así que deciden hacer algo al respecto para compensarlo: recuperar los años perdidos en una sola noche tratando de llegar a una legendaria fiesta que están armando sus compañeros. Lo que no saben es que les resultará más difícil de lo que pensaban dar con la ubicación de la celebración. Si bien es inevitable la comparación con “Superbad” (2007), con quien comparte varios puntos en común, “Booksmart” no solo representa un buen y entretenido debut para Wilde detrás de las cámaras sino que también viene a llenar un espacio vacío en las comedias estudiantiles con un dúo protagónico femenino. Algunos podrán decir que “Clueless” (1995), “Mean Girls” (2004) y la más reciente “Blockers” (2018) son algunos de los exponentes de comedias de secundaria protagonizadas por mujeres pero la realidad es que ninguna consigue una visión más sincera y en consonancia con los tiempos que corren como la que aquí nos reúne. Los ejemplos antes mencionados se quedaban en la banalidad o en cierta parte de la superficie de los problemas que atraviesan miles de adolescentes durante sus años de escolaridad, algo que Molly y Amy sí logran enfrentar en la presente obra. Mientras que Amy comienza a dar sus primeros pasos en el ámbito de la sexualidad (es una adolescente homosexual ya asumida como tal), Molly descubre que sus esfuerzos por ser una de las mejores de la clase dieron frutos a costa de no disfrutar de aquella atribulada etapa. Es por ello que ambas deciden darse el gusto de divertirse juntas antes de que cada una siga su camino en la universidad. El guion escrito por las experimentadas en comedia, Emily Halpern, Sarah Haskins y Katie Silberman, da justo en la tecla con la mezcla de emotividad, momentos hilarantes y ese tono obsceno de las comedias zafadas que siempre tuvieron como protagonistas a los adolescentes del sexo masculino. Si bien la historia es bastante convencional en términos narrativos, las escritoras y la directora evitan caer en la inmensidad de los lugares comunes gracias a un exhaustivo estudio de las problemáticas de los jóvenes en la actualidad. Igualmente, es probable que la película no sea la misma si no fuera por la química y el carisma de Kaitlyn Dever (“Beautiful Boy”) y Beanie Feldstein (“Lady Bird”), dos enormes actrices que demuestran sus dotes para la comedia. Desde la primera escena se nota que congeniaron y eso enriquece notablemente el resultado final. Por otro lado, las figuras de Will Ferrell y Adam McKay como productores y las inclusiones de Lisa Kudrow, Jason Sudeikis, Will Forte, Billie Lourd y Skyler Gisondo como actores secundarios nos dan una idea de qué nos podemos llegar a encontrar en esta alocada comedia que intenta mostrarnos otra cara del proceso de aprendizaje de las protagonistas. “La Noche de las Nerds” es un entretenido e hilarante pequeño film cuya fuerza radica en una pareja protagónica sólida, en varios gags efectivos y en una buena visión tanto de sus guionistas como de su directora.
Edward Norton («Fight Club», «American History X») dirige su segundo largometraje («Keeping The Faith» había sido su debut detrás de las cámaras allá por el 2000), donde intenta yuxtaponer el thriller con el film noir y el drama político. Ambientada en la Nueva York de la década de los ’50, la película sigue a Lionel Essrog (Norton), un solitario detective privado, afectado por el Síndrome de Tourette, que se aventura a intentar resolver el asesinato de su mentor y único amigo, Frank Minna (Bruce Willis). Aparentemente Frank estaba sumergido en un conflicto que congregaba los planes de infraestructura de un funcionario político (Alec Baldwin), cuyo objetivo era arrasar con un barrio de Brooklyn, poblado principalmente por afroamericanos de escasos recursos, para construir un autopista. En el medio surgirán otros peones que formarán parte del juego como el arquitecto Paul (Willem Dafoe), y una defensora y representante de los vecinos desalojados Laura Rose (Gugu Mbatha-Raw). Norton nos ofrece una historia atrapante que se toma su tiempo para desarrollar el conflicto y mover la gran cantidad de personajes que formarán parte del juego. La cinta que recuerda a thrillers de investigaciones y policiales negros modernos en la línea de «Chinatown» busca ir revelando gradualmente la información al espectador para que vaya descubriendo junto con Lionel la encrucijada en la que se vio envuelto. La obra se apoya más en las actuaciones que en cualquier otro elemento cinematográfico (una cosa habitual en las películas dirigidas por actores), algo totalmente evidenciado en la maravillosa interpretación de Norton que compone al detective con Tourette de manera soberbia. Claramente se lo nota más cómodo con la actuación que en la dirección y en la escritura del largometraje. Y es que realmente la cinta intenta aglutinar demasiados elementos y por momentos se olvida de ciertos personajes para ir haciendo avanzar la historia principal. A su vez, la trama policial, con el clima sociopolítico, y el drama romántico que forzosamente se ve incluido hacen que por momentos el opus del actor de «The Grand Budapest Hotel» se sienta menos homogéneo y más dispar. No obstante, el relato es sumamente disfrutable en la mayor parte de sus 144 minutos de duración, en especial ya que a las maravillosas interpretaciones se le suman una excelsa y lograda fotografía de Dick Pope («The Illusionist») y una atractiva banda sonora de Daniel Pemberton («Yesterday»), donde se saca a relucir esa exquisita atmósfera jazzística que caracterizaba la escena de los clubes nocturnos de la NY de los ’50. «Huérfanos de Brooklyn» («Motherless Brooklyn» en su título original) es una película con grandes momentos de suspenso, acción y drama que se sostiene gracias al enorme compromiso de Norton delante y detrás de las cámaras a pesar de que la cinta presenta algún que otro traspié a nivel narrativo por la mitad del relato y varios personajes poco desarrollados. Un film interesante con cierta complejidad y ambición que además nos otorga algunas secuencias bastante logradas.
Según la definición del diccionario, un sonámbulo es una persona que mientras está dormida tiene cierta aptitud para ejecutar algunas funciones correspondientes a la vida de relación exterior, como las de levantarse, andar y hablar. Y si bien una de las protagonistas padece esta condición (algo que además parecen presentar varios miembros de su familia), la directora se refiere metafóricamente a ese estado de letargo que muchas veces se puede apreciar en las familias con relaciones estancadas y vínculos totalmente autoimpuestos para respetar ese clan del cual uno forma parte. Y aquí podría estar describiendo infinidad de películas donde se presentan problemáticas en el seno familiar, pero Paula Hernández («Herencia», «Un amor»), va aún más allá para escarbar aquellos secretos oscuros que esconden ciertas familias y las miserias humanas que se encuentran a flor de piel y que suelen aflorar en los encuentros familiares previos a las fiestas de fin de año. El largometraje se presenta como un drama familiar con tintes de coming of age, que se centra en Luisa (Erica Rivas), una madre preocupada por su hija de 14 años, sonámbula, en pleno crecimiento y despertar sexual. El matrimonio que lleva ella con Emilio (Luis Ziembrowski) se encuentra en una crisis caracterizada por el silencio de ambas partes ante los problemas que son claramente visibles. Frente a la llegada del verano y las fiestas, la pareja junto a la joven Ana (Ornella D’Elía) deciden irse a la casa de campo familiar para reunirse con el resto: abuela, hermanos, tíos y primos. Y es allí con el calor del verano que vendrán ciertas tradiciones, nuevos conflictos, algunas revelaciones perturbadoras y un lugar propicio para que aquellos «sonámbulos» vayan despertando. El film se va desarrollando como un pesado drama que con el correr del metraje se va volviendo más violento, perturbador y oscuro. Está muy bien trabajada la tensión entre los distintos personajes y se ve reflejado en la forma en que el relato maneja los tiempos narrativos (mérito también para el trabajo de montaje). Lo cierto es que a medida que la trama avanza esa violencia tácita comienza a revelarse para volverse física y/o verbal. Para ello fue primordial la interpretación de Erica Rivas, que nuevamente saca a relucir todo su abanico actoral en esta cinta donde intenta salir del estancamiento afectivo y profesional al mismo tiempo que sale a defender con capa y espada la integridad de su hija. Acompañan muy bien Ziembrowski, D’Elia como gran revelación juvenil, Daniel Hendler y Rafael Federman. Por otro lado, la tensa cámara en mano y los largos travellings de seguimiento que van sucediendo en aquella asfixiante casa de campo embellecen la experiencia visual del relato. «Los Sonámbulos» es una película potente que se apoya en su elenco, en una dirección acertada con una visión madura de su autora y un guion más que interesante que no dejará indiferente a ningún espectador. Un drama con todas las letras que nos dejará cavilando sobre diversas cuestiones.
Un plano secuencia nos introduce dramáticamente al protagonista y a su entorno, seguido de una voz en off que acompaña lo que estamos viendo. Este es un recurso que podemos reconocer de varios films pero que fue perfeccionado y convertido en uno de los sellos distintivos más reconocibles de Martin Scorsese, un verdadero cineasta que exuda cine en cada plano de su filmografía. El director de clásicos como «Taxi Driver» (1976), «Raging Bull» (1981), «Goodfellas» (1990), «Casino» (1995) y grandes películas más actuales como «The Departed» (2006) y «The Wolf of Wall Street» (2013), nos ofrece tres horas y media de pura cinefilia, donde se ven grandes destellos de sus temas recurrentes, varios de sus actores fetiche y una narrativa avasallante que no da respiro a pesar de su larga duración. El largometraje está basado en hechos reales que rodean la escena política y social norteamericana a lo largo de las décadas del ’50, ’60 y ’70. Ahonda más precisamente en las cuestiones relacionadas con el sindicato de camioneros y los vínculos con la mafia, así como también la influencia de cada uno en el ámbito del otro. El guion de Steven Zaillian («Schindler’s List», «American Gangster»), adapta el libro «I Heard You Paint Houses» de Charles Brandt que se centra en la figura de Frank Sheeran (Robert DeNiro), un veterano de la Segunda Guerra Mundial, estafador y sicario que trabajó con algunas de las figuras más destacadas del siglo XX. «El irlandés», como se lo apodaba a este individuo, fue apadrinado por Russell Bufalino (Joe Pesci), una figura importante dentro del crimen organizado, presentándole un mundo duro y desconocido para él pero bajo el manto de su ala protectora. Así es como Frank se va abriendo camino hasta llegar a convertirse en la mano derecha del sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino). El relato se establece de ahí en más como un viaje al submundo de los mecanismos turbios de la mafia, las internas y las rivalidades en su conexión con la política. Además, propone echar luz sobre uno de los grandes misterios sin resolver de Estados Unidos: la desaparición del legendario sindicalista. La cinta también se enfoca en las relaciones familiares, la amistad, los valores, la lealtad, el poder en todas sus variantes y la búsqueda de redención, tratando de compensar el tiempo perdido. Todo esto en un relato atrapante y entretenido, con verdaderos momentos de elocuencia y alto vuelo, donde tendremos drama, suspenso e incluso varios momentos de humor. La dirección y la puesta en escena de este largometraje son impecables, demostrando ya que Scorsese se encuentra en el pináculo de la narrativa cinematográfica desde una profunda madurez como autor. Por otro lado, cabe destacar que el elenco está en un nivel superlativo para afrontar la ciclópea tarea de llevar adelante un relato de estas proporciones, que costó alrededor de 140 millones para poder ser desarrollado. Robert DeNiro (protagonista de un gran número de los clásicos de Scorsese) nos brinda una de sus mejores interpretaciones en mucho tiempo e incluso se podría decir de su carrera en general. Su ascenso progresivo, la escalada de violencia y su posterior arrepentimiento en busca de aplacar su vejez en soledad se da de manera armónica presentando un perfecto arco de personaje. Otro que brilla es Joe Pesci («Goodfellas», «Home Alone»), un actor de enorme talento que fue olvidado por la industria del cine pero que nuevamente es convocado por Scorsese para regresar a la cresta de la ola. Sus matices, sus pausas y la sutileza de sus gestos nos demuestran su versatilidad. Y qué podemos decir de Al Pacino («The Godfather», «Scarface»), otra leyenda del séptimo arte que siempre presenta actuaciones imponentes y una presencia magnética en pantalla. Aquí compone a Hoffa y vuelve a hacer gala de su enorme talento. Como valor agregado tenemos la oportunidad de ver en pantalla al mismo tiempo a DeNiro y Pacino juntos, algo que hace que no podamos despegar la vista de la pantalla (hay que tener en cuenta que se habían cruzado brevemente en pantalla en «Heat» de Michael Man y en la fallida «Righteous Kill», no se cuenta «The Godfather part 2» porque no llegan a compartir escena). Ver a estos dos mitos vivientes interactuar es algo sumamente emocionante. Completan el elenco: Harvey Keitel, Bobby Cannavale, Anna Paquin, Ray Romano, Jesse Plemmons, entre varios otros. Por el lado de los aspectos técnicos, podemos destacar la reproducción de época maravillosamente reflejada en el tremendo diseño de producción, la siempre lograda edición de su habitual colaboradora Thelma Schoonmaker, una virtuosa y bellísima fotografía del mexicano Rodrigo Prieto («Babel», «Argo») y una banda sonora impresionante que sacan a relucir la melomanía del director. Los efectos visuales también resultan estar logrados con el impactante rejuvenecimiento que se consiguió de los personajes principales, quizás por momentos se noten ciertos hilos pero hay que destacar que en términos generales cumplen con lo propuesto. «The Irishman» es un film impresionante que no sufre su larga duración ya que cuenta con un talentosísimo elenco y un autor de un valor inconmensurable como Scorsese, con una visión clara y exquisita que vuelve a tocar ciertas notas que ya ha producido pero con el valor agregado de la experiencia y la madurez. Una obra de épicas proporciones que debe ser (en lo posible) disfrutada en la sala de cine como seguramente la pensó el director a pesar de que la produce Netflix. Una experiencia cinematográfica exquisita.
Doctor Sueño: Eterno Resplandor. Finalmente el Overlook vuelve a abrir sus puertas para ver qué pasó con Danny una vez que escapó de aquellos fantasmas del pasado. ¿Triunfo o fracaso estrepitoso? Probablemente la respuesta sea ni una ni la otra. Quizás para cualquier cinéfilo una secuela de El Resplandor (The Shinning, 1980) era una mala idea. No obstante, aquel film de culto dirigido por el inmenso Stanley Kubrick está basado en un clásico de la literatura contemporánea escrito por Stephen King. Dicha novela posee una secuela literaria de 2013, que lleva el nombre de Doctor Sueño (Doctor Sleep) donde el autor buscó darle una continuación a la historia de Danny Torrance, y al mismo tiempo dejar de lado aquella vieja y conocida querella con Kubrick por su visión sobre la novela. Casi 40 años después se estrena la adaptación de aquella segunda parte que propone llevar a buenos términos la disputa entre ambos artistas intentando hacerle honor tanto a la obra literaria como al opus del director cinematográfico. El encargado de tal ciclópea tarea es Mike Flanagan, director de Oculus (2013), otra adaptación de King titulada Gerald’s Game (2017) y la celebrada versión televisiva de The Haunting of Hill House (2018) producida por Netflix. El largometraje retoma la historia de Dan Torrance (Ewan McGregor), ya convertido en adulto, con un presente complicado el cual trae aparejado problemas de alcoholismo (para aplacar el resplandor y ocultar los fantasmas del pasado) y ciertos ataques de ira. Al ver ciertas cuestiones de su padre reflejadas en su actualidad decide mudarse y empezar de cero en otra ciudad. Allí conocerá a Billy Freeman (Cliff Curtis), quien se convierte en su padrino de alcohólicos anónimos. Pasan los años y su sobriedad hacen que se levante y reconstruya su vida, incluso obteniendo un empleo en un asilo de ancianos donde oficia de enfermero y asiste a los adultos mayores que están próximos a morir. Cuando sus habilidades psíquicas resurgen, se contacta con una niña de nombre Abra Stone (Kyliegh Curran), quien pide su ayuda al ser identificada por un grupo de viajeros que se alimentan del resplandor de niños pequeños. Dicho grupo llamado “El Nudo Verdadero” es liderado por Rose The Hat (Rebecca Ferguson), una poderosa y despiadada telépata con sed por aquel don que la mantiene joven a lo largo del tiempo. Dan deberá ocupar el rol de mentor, aquel que en un principio realizó el cocinero Dick Halloran con él, ya que la vida comprende un ciclo que se va repitiendo en un eterno transcurrir. La película se divide en dos partes bien marcadas, una que adapta fielmente el libro homónimo y una segunda que se aleja un poco para apegarse más a la versión cinematográfica de Kubrick. Esto hace que el relato se vuelva atractivo e impredecible pero que también se pierdan algunas cosas en el camino. El mismo libro buscaba separarse de la primera parte contando una historia más fantástica centrada en los poderes sobrenaturales de los personajes y aquí se vuelven a enfocar en el Overlook con el objetivo de homenajear melancólicamente a Kubrick. Si bien esta bueno volver al ominoso y siniestro hotel, se pierde la esencia del libro por momentos. Igualmente, Flanagan logra construir un relato atractivo con su sello característico y varios momentos que nos recuerdan al trabajo de su serie de Netflix. Lo que resulta un poco chocante son los momentos en que aparecen los personajes de Wendy y Jack Torrance interpretados por otros actores diferentes a los de la primera parte, lo que hace que ante tales icónicas interpretaciones el espectador se sienta en cierto sentido traicionado. No obstante, dejando de lado esos breves pasajes, todas las insinuaciones o referencias a la película original están muy bien marcadas y motivadas. Incluso los cambios sobre el final de la cinta, volviendo a la esencia del final del libro original, y aquellas modificaciones devenidas de los homenajes a la película protagonizada por Nicholson son bastante satisfactorios. Quizás Flanagan peque de sobreexplicativo en ciertos aspectos que Kubrick dejaba a la libre interpretación del público o a su reflexión más profunda pero es algo muy común en los productos del mainstream actual. Sin embargo, la elección del director para llevar a cabo esta secuela se ve como algo acertado siendo que ambas novelas, y la película de 1980 exploran temáticas que él mismo ha explotado en sus películas anteriores, además que es un experto en materia de relatos sobrenaturales y fantasmagóricos. Todo esto no hubiera sido posible sin la trinidad actoral sumamente comprometida con la que contó el realizador. Ewan McGregor brinda una gran interpretación como Dan Torrance, pero las verdaderas revelaciones son Ferguson como la temible villana y Kyliegh Curran como una joven promesa de actriz. Se los ve a los tres muy compenetrados con la tarea cuando muchas veces tienen que realizar cosas que en el traspaso del papel a la pantalla podrían haberse visto muy absurdas (aunque por momentos el director coquetea con esto). En suma, Doctor Sueño (Doctor Sleep, 2019) comprende una buena adaptación de la novela de King y una interesante conexión con la obra de Kubrick. Quizás arriesga demasiado con esta cuestión de dejar contentos a los fans de la novela y de la película pero justamente eso convierte al film en una experiencia cinematográfica disfrutable.
Ari Aster, director de “Hereditary” (2018), una reciente película de terror que alcanzó el status de “cine de culto”, propone otro relato que también profundiza en el horror proveniente de los cultos y rituales paganos. “Midsommar” es como otro capítulo en su filmografía que vuelve a tratar cuestiones como el dolor, la pérdida y el duelo, pero de manera más sutil y metafórica si se quiere. No obstante, esto no significa que esta cinta sea mejor o peor a la anterior pero sí claramente resulta un viaje diferente en cuanto a la experiencia audiovisual que ofrece en relación a su primer largometraje. La obra cuenta la historia de Dani (Florence Pugh), que tras perder trágicamente a su familia intenta refugiarse en los brazos de su distante novio, Christian (Jack Reynor). Este último, ha pensado en dejarla últimamente pero teniendo en cuenta la experiencia traumática por la que transita, siente lastima y la invita a sumarse a un viaje que tenía pensado realizar con su grupo de amigos. Este grupo de jóvenes norteamericanos tienen pensado viajar al viejo continente, más precisamente a Suecia para acudir al Midsommar, un festival de verano que se celebra cada 90 años en una aldea remota del país escandinavo. Lo que comienza como unas vacaciones de ensueño en un lugar en el que el sol no se pone nunca, poco a poco se convierte en una oscura pesadilla cuando los misteriosos aldeanos los invitan a participar en sus perturbadoras actividades festivas. Una propuesta más que interesante, enigmática y en cierto punto hasta pretenciosa la que nos propone Ari Aster, que incurre en el cine de género explotando un costado más psicológico pero sin dejar de lado el gore y el sadismo característico de este tipo de obras. En propias palabras del realizador, esta es una película sobre “rupturas”, ya que tuvo en cuenta varias relaciones personales a la hora de escribir el guion. El film puede recordarnos a cintas del estilo de “The Wicker Man” (1973) pero lo que destaca al largometraje del realizador neoyorkino es una marcada estética y la atractiva mitología que crea a partir de culturas y lenguajes antiguos así como también ciertas tradiciones provenientes de Suecia y otras naciones escandinavas. Asimismo, el realizador va dejando sutiles marcas o detalles a lo largo de todo el relato donde se puede ir anticipando lo que veremos a continuación. De hecho, la ilustración que se encuentra al inicio de la cinta es como una suerte de anticipación de lo que vamos a ver en toda la historia, donde se marcan datos claves que van sucediendo en los distintos actos que conforman al film. Una película que busca continuamente la incomodidad y la perturbación del espectador al igual que la de sus personajes principales que se encuentran en el seno de una cultura que les es ajena, al menos a la mayoría ya que hay uno de los amigos que es oriundo del lugar, al mismo tiempo en que sus relaciones comienzan a deteriorarse. Un marco más que perfecto para que sean sometidos por los lugareños que tienen motivaciones ocultas. Si bien puede estar un escalón por debajo de “Hereditary” en términos narrativos, el director se las ingenia para mantener su impronta y la atención del espectador a lo largo de las dos horas y media de duración de la cinta (hay un director’s cut de la misma que dura 3 horas y que la productora le dejó lanzar meses después del estreno a Aster). A su vez, las interpretaciones son impresionantes, en especial la de la joven protagonista, Florence Pugh, que demuestra grandes cualidades actorales ya insinuadas en “Lady Macbeth” (2016). Por otro lado, se destaca la fotografía de Pawel Pogorzelski, que nos demuestra tras una sutil y colorida paleta los parajes escandinavos que contrastan con la oscuridad de los hechos relatados y la perturbadora banda sonora de The Haxan Cloak (“Blackhat”, “Triple 9”) que también contribuye a la creación de la atmósfera asfixiante de la pequeña comunidad sueca. “Midsommar” es un film interesante que podrá tanto gustar como no gustar a los espectadores. Una película controversial que representa una experiencia audiovisual inspirada, bien dirigida y con grandes actuaciones. Un triunfo de Aster que si bien está por debajo de su ópera prima continúa siendo una obra seductora.
“Hustlers” (título original de la obra) es una de esas pequeñas películas que comienzan a levantar vuelo en los circuitos festivaleros, que para cuando terminan su recorrido ya se convierten en un verdadero éxito de cara a su estreno comercial. Con un presupuesto de tan solo 20 millones de dólares ya lleva recaudado 136, siendo un verdadero triunfo desde su preestreno en el festival de Toronto. A su vez, comenzó a rumorearse que va a tener un gran protagonismo en la temporada de premios e incluso algunos hablan de una posible nominación al Oscar a Jennifer Lopez. El film está inspirado en hechos reales, más precisamente en un artículo de la revista New York Magazine de 2015, titulado “The Hustlers at Scores” escrito por Jessica Pressler, y reúne a un grupo de strippers que busca mantenerse en la salvaje New York de principios de los 2000 y que ante la explosión de la crisis económica de 2008 desarrollan un plan para drogar y estafar a sus clientes millonarios de Wall Street, varios de los cuales sienten que son responsables de la situación socioeconómica de Estados Unidos. Cuando Elizabeth (Julia Stiles), una periodista, comienza a investigar a las strippers, ellas verán peligrar su negocio y tendrán que afianzar su lealtad por encima de la envidia y la avaricia. El grupo de estafadoras está conformado principalmente por Ramona (Jennifer Lopez), Destiny (Constance Wu), la protegida de la líder del clan, Mercedes (Keke Palmer) y Annabelle (Lili Reinhart). Un grupo de mujeres con problemas reales que buscan abrirse paso o mejor dicho encontrar un lugar en el club de striptease para poder lidiar con problemas personales tales como mantener a sus hijos, poder darle una vida digna a su familia (el personaje de Destiny manteniendo a su abuela), deshacerse de relaciones problemáticas y poder sobrevivir a diario sin la ayuda de nadie. La directora del largometraje, Lorene Scafaria (“Seeking a Friend for the End of the World”, “The Meddler”) hace un gran trabajo con el desarrollo de personajes convirtiendo a las mujeres que protagonizan la historia en personas con una gran dimensión que se encuentran al borde del abismo y que son condicionadas por el entorno, por los hombres y por la situación económica. Un gran acierto de Scafaria está puesto en mostrar la escena nocturna sin ningún tipo de tapujos o reparos. Lo mismo en lo que concierne al sexo y la tarea de las bailarinas. El relato cobra fuerza con su mensaje feminista y también con esa sensación de veracidad en lo que respecta a mostrar el funcionamiento de los clubs de bailarinas exóticas. Todo esto enriquecido gracias a estupendas interpretaciones de Jlo y Wu quienes se lucen como el dúo protagónico que desarrolla esta alternativa para paliar la situación económica. La discusión o los reparos que le hace Destiny a Ramona también ayudan a complementar la imagen de la gravedad del asunto donde si se les va la mano con la ketamina o el éxtasis pueden llegar a matar a algún cliente. A su vez, son interesantes las observaciones que hace el personaje de Wu donde deja de sentirse una especie de Robin Hood moderna cuando ve que una de las víctimas no es uno de esos habituales y despiadados corredores de bolsa con los que tienen que tratar sino que es un hombre común con los mismos problemas financieros que poseen ellas. Esas cuestiones la llevarán a chocar con Ramona haciendo que la narración se engrandezca aún más. Por otro lado, quizás lo menos interesante de la cinta este representado en el personaje de Juila Stiles y en su entrevista al personaje de Destiny, que hacen que la película sea narrada en modo pasado y recuerde a grandes thrillers como “The Usual Suspects”, pero de una manera poco motivada y frenando por momentos el buen ritmo que poseía la película. La mezcla de géneros entre la comedia dramática y el thriller o heist movie hacen que “Estafadoras de Wall Street” sea una película sumamente disfrutable y entretenida. Un film que se destaca por una marcada estética enaltecida por la cuidada fotografía y una estrafalaria propuesta de vestuario. Al mismo tiempo, su crítica social y la visión feminista de temas complejos como la maternidad, la prostitución y la diferencia abismal en el ámbito laboral respecto a los hombres, enriquecen la experiencia todavía un poco más. Y también hay que destacar la estupenda labor de Jennifer López, quien logra una de las mejores interpretaciones de su carrera, que además está muy bien acompañada por Constance Wu.
Tras 10 años de espera llega la secuela de “Zombieland” (2009), aquel film dirigido por Ruben Fleischer (“Venom”, “Gangster Squad”, “30 Minutes or Less”), que mezclaba la comedia con el subgénero de zombies logrando un film entretenido repleto de tripas, sangre y corazón. En esta oportunidad, y tras varios años de lo que parecía un “infierno creativo” combinado con la organización de agendas sumamente apretadas por parte de sus exitosísimos y requeridos actores, llega esta segunda parte que básicamente repite la misma fórmula que hizo exitosa a la primera con el objetivo de volver a poner en pantalla esa indiscutida química que presentaban los cuatro protagonistas de la obra. Quizás en esta oportunidad se notan un poco más los hilos que teje el guion, tal como pasó entre la primera y la segunda parte de “Home Alone” (1990) o las primeras dos entregas de la saga “The Hangover” (otra exitosa película del año 2009). No obstante, ese sentimiento de familiaridad que logra hacernos sentir el director y los intérpretes, hacen muy disfrutable la experiencia cinematográfica. En un mundo plagado de zombis, Columbus (Jesse Eisenberg), Tallahasse (Woody Harrelson), Wichita (Emma Stone) y Little Rock (Abigail Breslin) comienzan a sentirse cómodos con la rutina que armaron conviviendo en la Casa Blanca. Esta situación enciende una alarma en las mujeres del grupo, que se sienten sofocadas por la actitud sobreprotectora de Tallahasse con Little Rock, y la propuesta matrimonial de Columbus con Wichita. Es así, que Little Rock busca relacionarse con gente de su edad y se dirige al seno de una comunidad hippie y pacifista que vive en un hábitat sin armas. El resto del grupo emprenderá la búsqueda de Little Rock que desconoce las nuevas clases de muertos vivientes que han evolucionado desde lo sucedido hace algunos años, así como a algunos supervivientes humanos rezagados. Pero, por encima de todo, tendrán que tratar de soportar los inconvenientes de convivir entre ellos. Así como en la primera entrega las mujeres se iban a un parque de diversiones donde llamaban la atención de una horda de zombies, en esta oportunidad la joven del grupo se va a un complejo hippie que también será acechado por muertos vivientes en un gran clímax final donde se resolverán los conflictos personales y aquella complicada dinámica de grupo. Lo cierto es que la experiencia se hace mucho más entretenida porque ya conocemos los personajes y sus actitudes, al mismo tiempo que se nos introducen algunas incorporaciones interesantes que cumplen el rol de la novedad que componían los protagonistas en la primera entrega. Zoey Deutch personifica a Madison, una chica vegana bastante superficial y con pocas luces que viene a ser un nuevo interés romántico de Columbus frente al abandono de Wichita. Avan Jogia es Berkeley un hippie anti violencia que enamora a Little Rock y la convence de mudarse a la comunidad de pacifistas. Por otro lado, Rosario Dawson compone a Nevada, la dueña de una posada cercana a Graceland, la casa de Elvis Presley, que hará pareja con Tallahasse. Y también se incorporan Luke Wilson y Thomas Middleditch que conforman una pareja muy parecida a la de Harrelson con Eisenberg dando pie a una serie de gags bastante hilarantes. Quizás se le pueda reprochar al film haber ido a lo seguro en lugar de buscar innovación o algo distinto al haber tenido 10 años para desarrollar esta secuela, no obstante, el resultado es más que digno y comprende un relato disfrutable para los amantes del gore y la comedia por igual. El grado de frescura de la primera que solo tenía como gran antecedente “Shaun of the Dead” (2004), no se logra alcanzar pero los fans quedarán más que satisfechos con la película. “Zombieland: Double Tap” es una secuela tardía pero efectiva que se nutre de sus intérpretes, del amor de su director por los personajes y el mundo creado y de una serie de recursos intrínsecos bastante ricos y atractivos para explotar.