Llega a las salas argentinas el último trabajo de David Gordon Green (“Undertow”, “Pinapple Express”) que nos acerca un relato basado en hechos reales. El año pasado se estrenó “Patriots Day” de Peter Berg sobre el atentado terrorista de la maratón de Boston de 2013, que dejó un saldo de tres personas muertas y otras 260 que resultaron heridas. Aquella cinta ponía el foco en la investigación posterior al hecho fatídico con el objeto de dar con los autores intelectuales. En la película que aquí nos convoca el eje está puesto en una de las víctimas de aquel nefasto día y en su proceso de recuperación. El largometraje está basado en la novela de Jeff Bauman, en la cual cuenta los acontecimientos representados en el film protagonizado por Jake Gyllenhaal (“Nocturnal Animals”) y Tatiana Maslany (“Orphan Black”). La historia de Jeff es la de un hombre común y corriente que se ganó el corazón de su ciudad y del mundo al convertirse en un símbolo de esperanza luego de sobrevivir al atentado de la Maratón. Él se hallaba en la línea de llegada esperando a su ex novia con un cartel con el objetivo de volver a conquistarla. Lo que el hombre no sabía es que se iba a parar prácticamente al lado de una de las dos bombas que explotaron en el lugar. El siniestro le costó sus dos piernas y, a pesar de que toda su familia y el país lo quisieron convertir en un héroe, él solo quería afrontar la situación en silencio y acompañado de Erin (Maslany). La cinta transita por varios lugares comunes y clichés de las historias de superación. No obstante, la inmensa interpretación de Gyllenhaal y el tremendo compromiso compositivo de Maslany hacen que la película se eleve por sobre la media de este tipo de relatos. Quizás una de las grandes falencias de la historia tiene que ver con el exacerbado espíritu nacionalista de la película, cosa que no pasaba tanto en la propuesta dirigida por Peter Berg. Igualmente, el protagonista se siente incómodo con su papel de “héroe” y a veces no termina de quedar clara la declaración que quiere hacer el film al respecto. Lo que más sorprende de la obra presentada tiene que ver justamente con el personaje de Erin, cuya lucha interna y externa es igual de compleja que la del mismo Bauman, ya que tendrá que afrontar a la familia irresponsable y exaltada del susodicho, a los demonios internos de Jeff que además de sus discapacidades físicas lleva un tiempo largo (y previo a lo visto en el relato) luchando contra una madurez emocional importante y una falta de compromiso con su pareja, y también la inminente llegada de un bebé no buscado que se suma a la serie de complicaciones que presenta la trama. “Stronger” no presenta nada que no hayamos visto en muchas historias de autosuperación. Sin embargo, que esté basado en personajes reales y las inmensas actuaciones del dúo protagónico hacen que la experiencia sea interesante.
Tomb Raider: Lara Croft y los cazadores de la isla perdida. Alicia Vikander se pone en la piel de uno de los personajes más conocidos y queridos del mundo gamer, y acá te contamos qué podes esperar del reboot de Tomb Raider. Tomb Raider es quizás una de las franquicias más longevas y exitosas de la historia de los videojuegos. La saga cuenta con 16 juegos que conforman la línea principal de Lara Croft, y después hay varios spin-offs y entregas pensadas para dispositivos móviles. A su vez, como es lógico en productos tan populares, se creó una suerte de universo transmedia que está conformado por comics, novelas e incluso una serie animada de 10 capítulos. Ahora bien, su paso por el ámbito cinematográfico, al igual que el de muchas otras adaptaciones de videojuegos es otra historia. Angelina Jolie fue la encargada de personificar a la señorita Croft en dos adaptaciones que pudimos ver en la pantalla grande en 2001 y 2003, respectivamente. Lara Croft: Tomb Raider y Lara Croft: Tomb Raider – The Cradle of Life fueron dos productos fallidos que fracasaron a la hora de llevar la esencia de la obra original al plano audiovisual. Jolie no pudo compensar con su carisma y/o talento unos guiones flojos y poco inspirados. 15 años después, y luego de haber sido testigos del reboot del universo Tomb Raider en el mundo virtual, se estrena una nueva producción fílmica que intentará revertir las cosas y demostrar que no todas las adaptaciones de videojuegos son nefastas. Algo que logra en su mayor medida pero que no termina de sorprender. La película dirigida por el realizador noruego Roar Uthaug (The Wave) nos presenta una primera entrega bastante entretenida y respetuosa de su homónima jugable. En ella, se nos relatan acontecimientos mezclados de los videojuegos relacionados al reboot de 2013 y a su posterior secuela (Rise of The Tomb Raider) de 2015. Lara Croft (Vikander) es la independiente hija de un excéntrico millonario devenido en aventurero. El susodicho desapareció cuando ella era apenas una adolescente sin dejar rastro alguno. En la actualidad, Lara es una joven de 21 años sin ningún propósito en la vida. Se abre paso por las caóticas calles del East London como mensajera en bicicleta, un trabajo que apenas le da para pagar el alquiler. Los empresarios de la corporación de su padre la buscan constantemente para que firme los documentos necesarios y se ponga al frente de la compañía de la cual es heredera. Sin embargo, algo le impide tomar las riendas de ese imperio empresarial. Todavía no está decidida a aceptar la muerte de su progenitor por lo que un día decide dejar atrás todo e ir en busca del último paradero conocido de su padre: una legendaria tumba en una isla mítica (La isla Yamatai del juego de 2013) que podría estar en algún lugar de la costa de Japón. La cinta protagonizada por Vikander no representa nada innovador en el ámbito de las películas de aventura. Es más, podríamos decir que le debe mucho a la saga de Indiana Jones, especialmente a Indiana Jones And The Last Crusade (1989), con la que comparte algunas reminiscencias en los momentos en que Lara debe enfrentarse a ciertos acertijos para poder atravesar las trampas de la tumba. No obstante, un comprometido trabajo de la actriz de origen sueco, unas logradas secuencias de acción y el traspaso de ciertas mecánicas del juego a la obra fílmica hacen de esta cinta algo realmente entretenido y disfrutable. A su vez, Alicia está muy bien acompañada por Dominic West (300, The Square) en la piel de Richard Croft, Kristen Scott Thomas (The English Patient) y Walton Goggins (The Hateful Eight) como el despiadado villano de turno. El guion presenta algunas lagunas narrativas en función de una aventura frenética. Luego de un primer acto medio extenso donde se nos muestra a la joven Lara y su penosa vida cotidiana, la obra pasa a meterse de lleno en la aventura con el objeto de desentrañar la intriga central. Es ahí, que se pondrá el foco en Lara y se dejará de lado el desarrollo de ciertos personajes, como por ejemplo el de Lu Ren, el ayudante de la protagonista compuesto por Daniel Wu (Into The Badlands) o el villano de Goggins que pertenece a una misteriosa agencia conocida como La Trinidad, de la cual nos gustaría saber un poco más. Igualmente, el villano presenta un poco más de sustancia que muchos otros opositores de películas mainstream. La evolución del personaje principal está muy bien llevada a cabo, mostrando un arco creciente donde Lara pasa de ser una inexperta y una adolescente inocente a una exploradora aguerrida cuyo temple irá surgiendo a medida que la acción lo requiera. La primera persona que mata su personaje hace que verdaderamente uno empatice con ella y sienta ese dolor y ese punto de quiebre en su actitud. Además, cabe destacar el vínculo padre-hija establecido durante el metraje, que si bien por momentos se abusa de los flashbacks sobre la infancia de Lara, estos serán necesarios para la evolución y el presente de la muchacha. Por el lado de los aspectos técnicos, el film sufre de un exceso de fragmentación en algunos segmentos del relato, que provocan que no se puedan lucir del todo las logradas coreografías de acción. También podemos decir que algunos efectos visuales que se veían cuestionables en los avances, no son tan terribles como se advertían. Los efectos en la escena del barco están bastante logrados considerando la producción de bajo presupuesto y uno puede sentir ese coqueteo de Lara con una muerte inminente. Las secuencias de acción están perfectamente confeccionadas. Tomb Raider es un film de acción y aventura bastante divertido y ameno que establece los orígenes de la joven expedicionaria. Una película que al fundar las raíces del personaje incurre en algunos clichés narrativos del estilo de película inicial y/o fundacional. Una historia que pese a contar con ciertos momentos predecibles logra salir a flote gracias a una intrépida composición de la ganadora del Oscar, Alicia Vikander. La joven actriz logra insuflar de aire fresco a la franquicia que necesitaba de un personaje más terrenal e inexperto en sus inicios.
Clara (Elisa Carricajo) y Alejandro (Rafael Spregelburd) deciden mudarse juntos. Frente a una tarea tan estresante como mudarse, y víctima de una vida sumida en la rutina, Clara decide aprovechar el viaje de trabajo de su pareja para escapar de la vida cotidiana. Empujada por el desorden, vive nuevas e imprevistas experiencias postergando sus obligaciones laborales. Alejandro se comunica constantemente para contarle sus éxitos profesionales y aunque Clara simula normalidad, oculta salidas, actividades que inicia (Tai Chi), personas que conoce. Mientras miente, algo se despierta en ella: comienza a advertir que las cosas ya no están en el mismo lugar que antes. Nos encontramos ante un film que habla del automatismo de la vida moderna, de la falta de apreciación de las cosas naturales y de las crisis (ya sean de pareja, laborales o existenciales) que transitan las personas durante su vida adulta. Un film conciso y sincero que no pretende ser más de lo que es. Elisa Corrijo demuestra una enorme comodidad para transmitir la sensación de rutina, hartazgo y vacío mientras que su partenaire Spregelburd vuelve a componer a otro de esos personajes fastidiosos y molestos (que tan bien le sientan). En ciertos tramos, la película puede resultar redundante y carente de acción por parte de la protagonista, pero justamente la finalidad es la fastidiar al espectador y llevarlo a transitar el mismo camino por el que viaja la protagonista. “Cetáceos” es un film que tiene una apariencia anodina pero que en realidad tiene un objetivo claro y sincero.
Paul Thomas Anderson (“There Will Be Blood”, “The Master”) vuelve a la carga con una de sus pretenciosas fábulas cinematográficas, donde convoca nuevamente al gran Daniel Day-Lewis (“Lincoln”). Un film muy personal e intimista que busca profundizar en el complejo ámbito de las relaciones humanas y sus excentricidades. La película se sitúa en el Londres de la posguerra, en 1950, donde un famoso modisto, Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis), y su hermana Cyril (Lesley Manville) están a la cabeza de la moda británica, vistiendo a la realeza y a toda mujer elegante de la época. Un día, el soltero Reynolds conoce a Alma (Vicky Krieps), una dulce joven que pronto se convierte en su musa y amante. Es así como su rutina metódica y su vida, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada, se ve alterada por la irrupción del amor. El largometraje que nos propone Anderson comprende aquel cine de personajes donde quedará evidenciado que la puesta en escena y la narrativa están supeditadas al protagonista y a la gente que lo rodea. Es un film cuyo foco está situado en este peculiar sujeto y sus manías, haciendo que todo el relato y las ideas giren en torno a su obsesión. Anderson también hace gala de su prurito a la hora de confeccionar esta historia donde se ponen de manifiesto las miserias humanas y los vínculos destructivos que se pueden generar en una pareja. Y podríamos decir que el realizador lo logra mostrando su madurez como autor. Para tal gigantesca tarea contó con un magistral Day-Lewis que ofrece una magnífica interpretación del complejo y quisquilloso protagonista y una tremenda Vicky Krieps que nos trae a una mujer fuerte que no se dejará atropellar por la visión paternalista y controladora de la época. La factura técnica también es realmente destacable, en especial la dirección de fotografía del mismo director, el cual busca ampliar ese aire ominoso que rodea a la mansión donde residen los personajes principales, que junto con el cuidado diseño de producción de Mark Tildesley (“Sunshine”) y el soberbio trabajo de Mark Bridges (“Inherent Vice”) en el diseño de vestuario que le valió el Oscar en la entrega de premios de este año, terminan de redondear una estética superlativa. Por otro lado, la banda sonora de Jonny Greenwood, habitual colaborador del cineasta, logra dotar de una cuidada sensibilidad al relato por medio de su piano en los momentos tranquilos y algunas inquietantes cuerdas en los instantes de tensión. Quizas el mayor problema del film radique en su parsimonioso ritmo producto del melodrama que nos presenta Anderson, y es esa misma cadencia que va haciendo que ciertos eventos se tornen algo repetitivos en el segundo acto de la cinta. En el tercero, ya rumbo a la conclusión de la obra, la película vuelve a cobrar fuerza gracias a un giro inesperado de los acontecimientos que harán reflexionar al espectador en correspondencia con el extrañamiento generado por medio de los mismos sucesos presentados. La cinta puede ser visionada como una gran referencia a los lazos totalitarios en las relaciones de pareja, el sentimiento de autodestrucción provocado en ciertos individuos, los vicios y pretensiones de los artistas, entre muchas cosas más. “El Hilo Fantasma” es una película compleja que no dejará indiferente a ningún tipo de espectador. Un film que invita a la reflexión y a una mirada distinta sobre los vínculos afectivos.
Invisible: Abortar o no abortar, esa es la cuestión. Pablo Giorgelli (Las Acacias) nos presenta un film que profundiza en una temática muy vigente y debatida en los tiempos que corren. Hay películas que se estrenan en el momento justo, como es el caso de Invisible (2017). El largometraje viene recorriendo el circuito festivalero donde participó de la selección oficial del 32º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y también del Festival de La Habana, donde se alzó con el galardón a Mejor Guion. El film narra los acontecimientos que rodean la vida de Ely (Mora Arenillas), una joven de 17 años. Por la mañana asiste al colegio como cualquier chica de su edad y por la tarde trabaja unas horas en una veterinaria para ayudar a su madre que tiene algunos problemas personales, que no le permiten salir de un encierro ni ocuparse de ella ni de su hija. Cuando Ely se entera de que está embarazada su mundo interior estalla aunque por fuera se empeñe en mantener su rutina como si nada ocurriera. Ely tiene miedo, está angustiada, sabe que cualquier decisión que tome no tiene vuelta atrás. Es por ello, que casi la totalidad del relato se va a dedicar a narrarnos ese conflicto interno donde se debate entre tener al hijo o realizar el procedimiento de aborto. Giorgelli nos expone con mucha sensibilidad y realismo el drama de esta joven que atraviesa por ese confuso y solitario camino llamado “adolescencia”, pero con el agregado de que tiene que cuidar a su madre y mantener la casa. Una chica, que como tantas otras, se ve obligada a “crecer de golpe”, no solo por el embarazo sino también por el entorno familiar y social en el que se desenvuelve. Una temática que se nutre por la pausada narrativa que maneja el director como muestra de un profundo respeto y cuidado para abordar la cuestión, en consonancia con una muy lograda interpretación de Mora Arenillas que se carga prácticamente la película al hombro. El largometraje maneja muy bien los silencios y los tiempos muertos donde se amplifica el sentimiento de desconcierto que aqueja a la protagonista. Quizás la resolución resulte un poco simplificadora y no termine de hacer algún comentario específico sobre el tema, pero igualmente abre el panorama y permite que cada espectador saque sus propias conclusiones. Lo más importante y destacable está representado en esa travesía ermitaña que implica considerar el proceso de aborto para una mujer. Quedan evidenciadas nuestras falencias como sociedad en el hecho de que la protagonista no tiene ningún tipo de asesoramiento, contención o incluso, en últimas instancias, opciones legales y seguras de realizar el procedimiento. Invisible es una obra realmente necesaria para reflexionar sobre la polémica actual que rodea a nuestro país en torno a las decisiones que deberían tomar las mujeres respecto a sus propios cuerpos. Un film narrado con cuidado y una gran sensibilidad.
Los hermanos Onetti, que vienen de realizar “Francesca” (2015), dejan momentáneamente el giallo para hacer un típico largometraje al estilo slasher que nos remite bastante al argumento y a los acontecimientos relatados en “The Texas Chainsaw Massacre” (1974). La propuesta de género nacional nos recuerda al cine de terror de bajo presupuesto de la década del ’70 donde primaba el ingenio por sobre los recursos. La acción se desarrolla en el atractivo pueblo abandonado de Villa Epecuén, donde se nos cuenta el periplo en el que se embarca un grupo de jóvenes hacia las ruinas del lugar para filmar un documental sobre los fatídicos acontecimientos que borraron del mapa a esa localidad argentina en los años ochenta. Ignorando las advertencias, quedan varados allí. Contrariamente a lo que pensaban, comienzan a darse cuenta de que realmente no están solos. En ese contexto, tendrán lugar ciertos hechos sangrientos que rodearán al grupo de cineastas, quienes irán sucumbiendo ante un grupo de individuos extraños con cierta sed de sangre humana. La cinta contiene varios momentos cruentos y cargados de hemoglobina bastante logrados, donde se destaca el maquillaje y los efectos visuales. Otro acabado técnico muy bien conseguido tiene que ver con la dirección de fotografía a cargo de Facundo Nuble, que nos ofrece una estética bien marcada y cargada de colores saturados en un paisaje árido, abandonado y desolador. Los climas están bien alcanzados gracias al perfecto aspecto visual de la obra reflejado en un armónico trabajo entre el departamento de cámara y el de arte y vestuario. Por el lado narrativo, los eventos se desarrollan correctamente aunque sin sorpresas, ya que aplican la vieja fórmula de “grupo de jóvenes que acude a un lugar aislado y la pasa mal”, con los típicos sucesos de ese estilo de historias. Los personajes tomarán malas decisiones que harán que sus propios amigos vayan siendo liquidados por la fuerza antagónica. La mayor debilidad del relato lo compone ese aire de familiaridad del film que nos remite al viejo clásico de Tobe Hopper del ‘74. Además, sobre el final se van desarrollando algunas vueltas de tuerca predecibles pero efectivas. Las interpretaciones están en consonancia con el estilo de relato audiovisual que se nos ofrece, componiendo roles clásicos, como por ejemplo el del cineasta snob personificado por Damian Dreizik, dando rienda suelta a cierto grado de sobreactuación y/o exageración que no desentona con lo establecido desde un primer momento. Lo más llamativo del ofrecimiento de los hermanos Onetti tiene que ver con el lugar donde se desarrolla la narración que es sumamente atractivo e invita a desarrollar una historia de este estilo. Un film que nos remite a varias propuestas del cine norteamericano pero que logra dotar, por medio de sus paisajes y su trasfondo, cierto aire de sentimiento propio y autóctono. “Los Olvidados” es un film de horror bastante entretenido y disfrutable que pese a no mostrarnos nada novedoso resultará interesante para los amantes del género. Una historia sencilla pero sumamente atrayente que gracias a ciertas fórmulas preestablecidas y probadas, una lograda atmósfera y un excelente desempeño técnico, terminará redondeando una amena salida al cine con amigos.
“I, Tonya” resulta ser otra grata sorpresa dentro del terreno de las biopic. Generalmente, estas películas son vehículos para que solo se destaquen sus intérpretes y consigan nominaciones a los premios más importantes de la industria del cine. Estos films son conocidos vulgarmente como “Oscar Bait” que podría ser traducido literalmente como carnada para Oscar. Con el estreno de “Darkest Hour” vimos que esto no era tan preciso, porque la cinta presentaba ciertos aspectos narrativos, estéticos y técnicos destacables que dejaban el molde para ofrecernos algo más que propuestas que podrían ser obras de teatro con el agregado de la filmación. Con “I, Tonya” pasa algo similar. Si bien los aspectos más destacables del largometraje podrían verse en las interpretaciones de Margot Robbie (“Suicide Squad”), Sebastian Stan (“Captain America”) y Allison Janney (“The Help”), quien seguramente se quede con el Oscar a Mejor Actriz de Reparto por la composición de la madre de Tonya Harding, la película toma diversas decisiones narrativas que ayudan a generar una obra con carácter, aspectos distintivos y un estilo propio. El largometraje cuenta la historia de Tonya Harding, una patinadora artística que fue la primera estadounidense en completar, en 1991, un triple salto axel en competición. Más allá de su vida profesional, el film profundiza en el trasfondo social y familiar que rodeaba a la deportista olímpica en esa época. Su intimidad estuvo plagada de violencia doméstica por parte de su madre y luego de su esposo, y todo ese entorno terminó trasladándose al ámbito competitivo cuando se produce “el incidente” que acabó por concluir su vida como deportista profesional. La película utiliza testimonios ficcionales, dotando al relato con un aire a documental apócrifo de carácter expositivo. Además, en diversos momentos los personajes interrumpen la escena para romper la cuarta pared y hablarle a cámara. Estos detalles, junto con un estupendo trabajo de cámara que incluye algunos mini planos secuencia y travellings realmente logrados durante las recreaciones de las coreografías sobre patín, hacen que la cinta se destaque y le agreguen una impronta que elevan al producto por sobre otras obras del mismo estilo. El director, Craig Gillespie (“The Finest Hours”, “Lars and the Real Girl”), hace un excelente trabajo al construir una narrativa atractiva, interesante y lograda para contar la historia de esta mujer cuya existencia fue un arduo camino que la llevó desde la fama hasta el juzgamiento público. Una vida complicada que tuvo altibajos producto de las malas influencias familiares, las malas decisiones personales, la violencia, las manipulaciones y el periodismo que muchas veces realza a un personaje para después condenarlo al ostracismo. “I, Tonya” representa un film bien construido, donde su antiheroína y su madre se destacan por sobre el resto del elenco gracias a un buen guion de base, una excelente narrativa y una buena dirección por parte de Gillespie. La película resulta ser una atractiva propuesta que llama nuestra atención mediante una estructura enredada pero efectiva, el estilo característico de comedia negra del realizador y un enfoque poco usual en este estilo de biopics mainstream.
Noche de Juegos: Adivina quién vino a jugar Los directores John Francis Daley y Jonathan Goldstein nos ofrecen una disparatada mezcla entre comedia y thriller. La comedia les sienta bien, aparentemente, a los guionistas de Spiderman: Homecoming, Horrible Bosses y Burt Wonderstone y directores de la remake de Vacation. Después del paso en falso que puede haber significado la reversión del clásico de Chevy Chase, Daley y Goldstein decidieron volver al ruedo con Game Night, una comedia de enredos con tintes policiales que nos brinda una propuesta divertida, atractiva, hilarante y fresca a pesar de ciertos traspiés de los que terminan saliendo airosos. La película nos cuenta la historia de Max (Jason Bateman) y Annie (Rachel McAdams), una joven pareja que disfruta de las noches de juegos con amigos, eventos que los unió y los convirtió en marido y mujer. Es así como pasaron los años y la pareja se encuentra establecida y en la búsqueda de su primer hijo, pero los viejos hábitos siguen intactos, y una vez a la semana siguen reuniéndose para disfrutar de algún acontecimiento lúdico. Sus amigos se divierten en cada ocasión en que la pareja anfitriona los llama para la reunión recreativa que implica un momento de desahogo en medio de la semana. Todo va más que bien hasta que el hermano de Max, Brooks (Kyle Chandler), viene a la ciudad y propone una nueva y original noche de recreación en su casa. Es allí que se producirá una confusión cuando el juego de secuestro falso que prepara Brooks mediante una empresa contratada, que ofrece juegos originales, se vea interrumpido por un rapto real del dueño de la casa. Los protagonistas irán adentrándose en un terreno peligroso pensando que el evento es ficticio como el que se proponía en un principio. De esta manera, se irán desarrollando algunos enredos y momentos hilarantes provenientes de un verdadero galimatías que rodea a los personajes. El principal acierto del largometraje pasa por el dúo protagónico, dándole justo en la tecla a la dinámica de pareja que necesita este tipo de comedia. Bateman y McAdams sacan a relucir sus mejores dotes para la farsa y la comicidad mediante una lograda química. Además, los protagonistas están muy bien acompañados por un grupo de actores secundarios que tienen una amplia experiencia en la comedia y en el thriller, entre ellos se destacan Sharon Horgan (Man Up), Lamorne Morris (New Girl), Billy Magnussen (Ingrid Goes West) y Jesse Plemons (Black Mirror). El guion resulta bastante aceptable y pese a contar con algunas inconsistencias narrativas sale adelante debido a un logrado timing para la comedia y para la acción. Una mixtura estupenda que no se ve hace mucho en los films de este estilo. También cabe destacar el trabajo de cámara que tiene el film, dándonos grandes escenas a nivel visual como por ejemplo el plano secuencia de la mansión con los personajes pasándose el “huevo” para lograr el objetivo de despistar a los criminales que los persiguen. Noche de Juegos es un film entretenido que busca engañar al espectador mediante un elaborado plan de vueltas de tuerca que se sostienen gracias al carisma de los personajes, una lograda yuxtaposición de la comedia con el thriller y una catarata de gags y chistes efectivos. Un perfecto plan de fin de semana para ver con amigos y pasar un buen rato.
Los hermanos Spierig nos supieron deleitar con logradas producciones como “Daybreakers” (2009) y “Predestination” (2014). Así fue como estos jóvenes directores alemanes de nacionalidad australiana comenzaron a llamar la atención en Hollywood por su frescura y talento narrativo. El largometraje de 2014 se convirtió en un verdadero fenómeno de culto y es la principal razón por la que gozan del éxito que atraviesan actualmente. El año pasado pudimos ver su inducción al cine mainstream con la octava entrega de la saga de “El Juego del Miedo” con “Jigsaw” (2017). En esta ocasión, siguieron con la línea del cine de terror y nos ofrecen “Winchester” (2018). Si bien este film no está a la altura de las primeras películas de los realizadores, la obra tampoco resulta ser el desastre que vienen pintando los críticos norteamericanos. El relato nos cuenta la historia basada en hechos reales de la mansión Winchester, situada en California, a 50 millas de San Francisco. Esta casa victoriana fue montada por la heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah Winchester (Helen Mirren), quien creía que los fantasmas que fueron asesinados a mano del famoso rifle de la compañía de armas de su marido la acosaban. Es por ello que llegó a construir más de 160 habitaciones, escaleras que no llevaban a ninguna parte y puertas que al abrirse descubrían un muro, todo esto con el objetivo de mantener cautivos y/o liberar a los espíritus de sus cuentas pendientes. A su vez, los miembros de la junta directiva de la compañía llamaron a un psiquiatra con problemas de abuso de sustancias, el doctor Eric Price (Jason Clarke), para que evalúe a Sarah y descubra si puede seguir al frente de la compañía. El guion de los Spierig en conjunto con Tom Vaughan es bastante previsible en muchos aspectos, siguiendo la fórmula de escepticismo vs creencia, y de escena tras escena que desemboca en los ya conocidos y abusados jump scares tan utilizados en las películas de este género. Igualmente, el espectador podrá disfrutar de un par de puntos de giro interesantes que hacen avanzar la trama hacia un clímax inquietante. El problema principal de la obra radica en ese aire rutinario y de continua repetición producto de los sobresaltos baratos con los que pierde la oportunidad de darnos algo más fresco y novedoso. Las composiciones de Jason Clarke y Helen Mirren son dignas, como es de esperar por parte de estos talentosos actores, en especial Clarke, que tiene mayor exigencia interpretativa y sale airoso. Los climas que genera el film están muy bien logrados a pesar de cierta reiteración en la mecánica de algunas escenas. Por otro lado, resulta inevitable la comparación con algunas producciones de la Hammer y aquel terror gótico característico al igual que los films de Vincent Price, no por nada el personaje del psiquiatra lleva el apellido de la emblemática figura. “La Maldición de la Casa Winchester” es un film entretenido que podría haber sido mucho más efectivo si hubiera sido menos reiterativo y más creativo a la hora de generar mecanismos para asustar. Una película que se mantiene por el talento interpretativo involucrado y por aquella leyenda que dice “basada en hechos reales” que asusta y predispone al espectador de una manera distinta.
Es curioso el caso de “Necronomicon”. La película presenta un argumento intrigante, un gran talento detrás y delante de cámara, con claras influencias de autores de género y un logrado trabajo de composición y manejo de cámara. Sin embargo, el film termina fallando en varios aspectos que podrían haber convertido a la obra en algo de gran nivel. El relato nos cuenta la historia de Luis, un simple bibliotecario que trabaja en la Biblioteca Nacional, que se ve obligado a enfrentarse a un paisaje demencial y paranormal luego de que su vecino Dieter, un hombre sin edad, muera. Este particular personaje es el eterno protector de Necronomicon, el libro de los muertos, el cual se creía perdido, pero que finalmente se halla oculto en el lugar de trabajo del protagonista. Así es como Luis deberá combatir a las fuerzas que lo acechan mientras la ciudad parece corroída por un clima apocalíptico. El largometraje tiene, como es evidente, grandes influencias de la obra de H.P Lovecraft, autor que siempre se volcó a la literatura gótica y oscura, haciendo alusión a escritos como el que lleva esta obra en el título. Eso sumado a varias menciones y homenajes a la literatura de Edgar Allan Poe, nos presenta un panorama que a primera vista se ve llamativo e interesante. Lamentablemente, luego el film se vuelve bastante reiterativo con secuencias que parecen inconexas, algunos diálogos inverosímiles e interpretaciones acartonadas. Respecto a esto último, podemos destacar la interpretación de Daniel Fanego, quien logra hacer un buen trabajo y componer a uno de los personajes más atractivos de la película. Por el lado de la técnica, los efectos digitales resultan bastante caricaturescos y no terminan haciéndole justicia al increíble diseño de criaturas que otorgó el artista Salvador Sanz, que en su destacada labor ya se había dedicado previamente a ilustrar historias de Lovecraft. Quizás el problema principal de la cinta lovecraftiana radica en que se dedicó principalmente a la confección de personajes más que a desarrollar una trama coherente. En síntesis, “Necronomicon: El Libro del Infierno” se presenta como una película con buenas ideas e intenciones, al igual que grandes referencias y homenajes a la literatura gótica. Sin embargo, todo el enorme esfuerzo que hace por captar la esencia lovecraftiana genera que algunos conceptos del autor se pierdan en su pasaje al ámbito audiovisual, derivando en un producto que descuidó los aspectos narrativos y estéticos en pos de mantener el respeto hacia el escritor.