El director de «Los Miembros de la Familia» (2019) nos ofrece una comedia disparatada que homenajea a la figura del reconocido cómico el Doctor Tangalanga. Mateo Bendesky junto a sus coguionistas Sergio Dubcovsky y Nicolás Schujman le encontraron una aproximación original a «El Método Tangalanga» y es que no estamos ante una biopic o una película que busque cierto rigor sobre la vida del personaje que plantea festejar sino, justamente, decide homenajear al hombre por medio de una ficción hilarante y desfachatada que tiene algunos aspectos de la vida real del humorista argentino Julio Victorio de Rissio. El largometraje se centra en Jorge (Martín Piroyansky), un oficinista algo torpe y tímido, al cual se le dificulta hablar en público o incluso tener intercambios sociales cotidianos con clientes en su trabajo, o hablarle a las mujeres. Su amigo Sixto (Alan Sabbagh) intenta alentarlo para que sea más sociable pero no lo logra. Un día, Sixto es internado y Jorge deberá reemplazarlo en el trabajo en una presentación muy importante. Luego de arruinarla, termina por casualidad inmerso en una sesión de hipnosis en la que le provocan una especie de habilidad: agarrar el teléfono y convertirse en el irreverente Doctor Tangalanga. La película hace un trabajo impecable en presentar al icónico bromista telefónico, con un acercamiento novedoso y entretenido que propone crear su propia versión. El objetivo esta puesto en construir un relato sólido y sumamente hilarante que se erige gracias a un gran trabajo de guion. El timing cómico es uno de los fuertes (enaltecido por un astuto trabajo de montaje también), al igual que un impecable trabajo de casting. Contar con Piroyansky, Sabbagh, Julieta Zylberberg, Luis Rubio, Rafael Ferro y Luis Machín para una comedia de este estilo, es algo espectacular que se ve reflejado en el resultado en pantalla. Por otro lado, resulta maravilloso el diseño de producción con el que contó la película que hace buen trabajo en reconstruir la década de los ’60, en esta especie de inicios del personaje creado por Julio Rissio. El vestuario, el trabajo de maquillaje y peinado, así como también las locaciones empleadas y la paleta de colores elegida hacen que la película tenga un look visual tan distintivo como lo que pretende contar. Asimismo, podríamos decir que el aspecto fantástico del film (la parte de la hipnosis) se emplea de una forma acertada que da rienda suelta al delirio y la irreverencia de los acontecimientos. Pero eso no es todo, sino que además la película se anima a reflexionar sobre la importancia de la amistad y de otras tantas cuestiones. «El Método Tangalanga» es una comedia sorprendente que se anima a contar el mito del doctor Tangalanga con la distancia temporal y los cambios sociales que se dieron en el medio como tapiz para actualizar ciertos aspectos pero siempre en pos de respetar a la figura y apelar a la emoción del público con humor y mucho cariño.
Luego de probar con un cortometraje y un film de antología que contaba varias historias donde aparecía el payaso homicida, Damien Leone pudo llevar finalmente a Art the Clown, a tener su largometraje en 2016. Si bien «Terrifier» tenía algunos problemas de puesta en escena, de guion y demás, contaba con algunas buenas ideas y un uso del gore bastante solvente más allá de su acotado presupuesto. Sin embargo, la más destacable era que conseguía algo que muchos realizadores de género no pueden conseguir quizás a lo largo de su carrera (ni hablar de en un primer film), que es crear un personaje bastante icónico que trascienda más allá del film en sí. Es por ello que era de esperar que surja una secuela de aquella primera entrega y es así como el año pasado se estrenó «Terrifier 2» y ahora llega a nuestras salas. Esta secuela que resultó ser un éxito rotundo en EEUU, trata de corregir algunas de las falencias del primer film, intentando sostenerse más en los personajes principales y sus conflictos. Es mucho más grande y ambiciosa, aunque sigue teniendo algunos problemas relacionados con la narrativa y las interpretaciones de los involucrados. El film comienza conectándose con la primera parte, donde Art the Clown (David Howard Thornton) es resucitado en la morgue y termina escapando del lugar luego de matar al forense. En esta oportunidad, el payaso irá detrás de una familia, compuesta por Barbara (Sarah Voigt) y sus hijos Jonathan (Elliott Fullam) y Sienna (Lauren LaVera). Como bien dijimos, Leone intenta darle un poco más de importancia a sus personajes principales, y que no sea solamente un payaso cazando desconocidos en la noche de Halloween. No obstante, en el medio parece intentar colar varias cuestiones desconcertantes argumentalmente, que no suman y solo añaden tiempo en pantalla en la que ya es de por sí un extenso metraje (la película dura 140 minutos). Cuando el relato se vuelve más místico o fantástico es donde pierde el rumbo, y cuando retoma por el camino del gore y el slasher es donde más cómodo se siente Leone. El grado de violencia de esta secuela eleva la vara de su antecesora y no es de extrañar que se hayan generado varios rumores de desmayos, vómitos y otros hechos similares en las salas de cine (aunque siempre suelen ser movidas de marketing para fomentar la venta de entradas). Aun así su presupuesto de 250 mil dólares, y su recaudación de más de 12 millones, demuestran que Art the Clown probablemente vuelva a la gran pantalla en un futuro cercano, quizás incluso de una forma más masiva que en esta oportunidad. Hay cosas que siguen funcionando como que el payaso sea una mezcla con mimo y no emita palabra alguna, haciendo que todo sea más macabro y espeluznante, así como también lo «artesanal» de sus efectos prácticos y algunos ligeros toques de humor que vuelven todo aún más grotesco y espantoso. En lo que falla nuevamente Leone es en tratar de darle coherencia (incluso por medios más fantasiosos que humanos) a todo el derrotero sanguinolento del payaso. En ese afán de explicar algunas cosas y meterse más en lo sobrenatural, se cae en un terreno pantanoso aun cuando la película mejoró bastante en lo narrativo respecto a su primera entrega. «Terrifier 2» con sus aciertos y sus fallas es una sorpresa dentro de la oferta cinematográfica de la cartelera. Su espectáculo visceral, su personaje tremendamente escalofriante y efectivo, se va convirtiendo en un elemento icónico del cine de terror, trascendiendo su terreno de culto para abrirse camino dentro de la masividad.
«Shrek» (2001) fue una de las grandes películas de animación de los 2000, que marcó cierta tendencia tanto en lo referido a la animación que para el momento se ubicaba como una digna respuesta a las proezas técnicas de Pixar, y también en lo referido a lo narrativo, planteando una aggiornamiento de los cuentos de hadas y un humor bastante ácido llevando el plano actual y referencias pop a los clásicos y por demás contados cuentos infantiles. Las secuelas no tardaron en llegar y si bien «Shrek 2» (2004) es de esas películas que no solo está a la altura de la original, sino que hasta en cierto grado la superan, las otras dos secuelas que tuvo la saga fueron bastante olvidables al igual que el primer spin-off «Gato con Botas» (2011) que no supo aprovechar los grandes aspectos del personaje del título que lo convirtieron en uno de los aciertos de «Shrek 2». Once años más tarde llega la secuela del spin-off como muestra clara de la crisis reinante en Hollywood donde toda producción parece tener que estar anclada en fórmulas probadas para tener luz verde por parte de algún estudio. No obstante, y contra todo pronóstico, esta tardía secuela del adorable felino interpretado por Antonio Banderas, es un gran acierto que encantará tanto a los más pequeños como a los adultos. El largometraje sigue nuevamente las aventuras del personaje del título, quien descubre que, tras varios años de aventuras y diversiones, ha consumido/gastado ocho de sus nueve vidas. Ante el miedo a morir, el gato emprende un viaje épico para encontrar la estrella mágica del centro del Bosque Oscuro y poder pedirle un último deseo donde las vidas le sean restauradas. Obviamente no será el único que esté detrás del preciado y mágico tesoro, primero deberá enfrentarse ante el temible Lobo (Wagner Moura) que vendría a ser una representación física de la muerte, pero también deberá lidiar con Jack Horner (John Mulaney), un pastelero despiadado, Ricitos de Oro (Florence Pugh) y su familia adoptiva de osos, Mamá (Olivia Colman), Papá (Ray Winstone) y Bebé Oso (Samson Kayo), y también tendrá a un viejo amor en la búsqueda de la estrella, Kitty Patitas Suaves (Salma Hayek), quien funcionará como adversaria en primera instancia y luego como ayudante. Además de presentar una narración clásica de búsqueda del tesoro pero con ciertas vueltas de tuerca bastante atractivas y originales, el fuerte de esta secuela radica en una mezcla de técnicas de animación que le dan un look similar al que vimos en «Spider-Man: Un nuevo universo» (2018), donde se yuxtapone desde un estilo de animación 2D con 3D, animación hecha por computadora, pintura, una paleta de colores alucinante y otros recursos que le dan vida a este mundo de fantasía donde se desarrolla la acción. El diseño de personajes también es muy destacable y recobra el espíritu que pudimos ver en las primeras dos películas de «Shrek», recuperando esa irreverencia en la re imaginación de los personajes clásicos. Por otro lado, el casting de voces con el que cuenta el film es superlativo y realmente se nota un gran trabajo a nivel interpretativo. «Gato con Botas: El último deseo» es el caso de aquella secuela tardía que funciona y que no solo brinda un entretenimiento para toda la familia, sino que además posee varias capas para analizar tanto en lo técnico como en lo narrativo (el miedo a la muerte, la valentía, el amor, la familia y varias otras cuestiones son tratadas con una profundidad que va más allá del mero entretenimiento para los más chicos). Y como siempre, Antonio Banderas se luce (y se divierte) con un personaje que conoce de pies a cabeza y que se encuentra entre los papeles más destacados de su carrera.
El director de «Call Me By Your Name» (2017) y la remake de «Suspiria» (2018), nos ofrece una road movie/drama romántico que sigue la línea de sus relatos anteriores donde se centra en sus personajes principales, sus conflictos internos y su manera de lidiar y exteriorizarlos, solo que esta vez lo hace en el marco de una historia de caníbales. Guadagnino es un director con una sensibilidad especial. Un narrador que guarda un profundo cuidado por sus personajes, sus conflictos y las barreras que se les van imponiendo. Todo lo que nos cuenta parece ir de la mano con reacciones lógicas y coherentes de sus protagonistas, que casi en todas sus historias se encuentran ante crisis existenciales y/o personales, de algún tipo de búsqueda, ya sea de identidad o de su propio lugar en el mundo. En esta oportunidad, el artista italiano nos sumerge en lo que aparenta ser un coming of age convencional donde Maren (una interpretación consagratoria de Taylor Russell) busca hacer amistades en su nueva escuela. Todo parece normal, hasta que un incidente relacionado con canibalismo la hace huir de la ciudad y ser posteriormente abandonada por su padre (André Holland), el cual le deja un cassette explicando los motivos de su desaparición. A partir de allí, Maren iniciará una especie de viaje de autodescubrimiento en la américa profunda de fines de los ’80, aprendiendo a sobrevivir al margen de la sociedad encontrándose con todo tipo de personas en el camino, como Sully (Mark Rylance), un caníbal veterano que parece obsesionarse con Maren; Lee (Timothée Chalamet), un joven de su edad que vive alejado de su familia por razones similares a las de Maren y otros antropófagos que se cruzarán en el camino. Maren y Lee comenzarán un amor por las rutas norteamericanas en busca de un futuro incierto condicionado por sus aterradores pasados. Probablemente lo que hace tan interesante a «Bones and All» (título original del film) es lo mismo por lo cual tuvo una recepción tan variada y mixta. Por un lado, tiene muchas ideas y engloba varios géneros y, por otro, también toca algunas cuestiones que quizás fueron abordadas en relatos anteriores del director, pero de manera más profunda. No obstante, es innegable la sensibilidad con la que Guadagnino delinea a sus personajes, y cómo estos llevan adelante la acción de una forma tan armónica como motivada. Todo esto también se ve acompañado por la sutileza y el lirismo que predominan en las imágenes. Por el lado musical, tenemos una increíble banda sonora original de Trent Reznor y Atticus Ross (la dupla de las bandas sonoras de «The Social Network» y «Soul») que acompaña esa nostalgia y esa poética de lo visual. Como bien mencioné anteriormente, Taylor Russell es la gran estrella del film en una interpretación sumamente lograda y sentida. Chalamet acompaña muy bien como la otra cara de la pareja, pero, Russell es la que se luce y brilla de principio a fin. Mark Rylance también merece su mención, ya que compone un despiadado y enigmático caníbal que lo aleja de los roles que venía haciendo ultimente y también logra transmitir todo su compromiso para la ocasión. «Hasta los Huesos» es una película osada, despiadada y también extraordinaria y romántica. Un relato que apuesta a los contrapuntos y que no le teme a la mezcla de géneros y estilos para ofrecer una historia sólida y enriquecedora. Guadagnino acierta al presentar a sus personajes sin ningún tipo de juicio de valor sino establecer las reglas de la narración para que el espectador saque sus propias conclusiones y pueda empatizar con los personajes aun en los momentos cruentos plagados de sangre y tripas.
Antes de su estreno en Netflix el mes que viene, uno de los proyectos más personales y demorados del realizador mexicano finalmente ve la luz en algunos cines seleccionados. «Guillermo del Toro’s Pinocchio» es un film de animación en stop-motion que comenzó a gestarse hace más de 15 años. Guillermo del Toro es uno de los directores más importantes de la cinematografía mexicana y también de la internacional, cosechando grandes éxitos en distintos géneros y estilos. Desde «Cronos» (1993), «Mimic» (1997) y «El Espinazo del Diablo» (2001) que el director viene coqueteando con el género fantástico y el terror. Tras su paso por el cine comiquero con la secuela de «Blade» en 2002 y la primera parte de «Hellboy» (2004), al artista se le fueron abriendo las puertas de Hollywood para seguir profundizando en la más pura fantasía y ensoñación, así como también en los monstruos (tanto literales como abstractos) y pesadillas que lo fascinaban. Luego de haber filmado la maravillosa «El Laberinto del Fauno» (2006) y «Hellboy II: The Golden Army» (2008), Guillermo decidió embarcarse en uno de sus proyectos más deseados que sería básicamente una adaptación más oscura de la novela italiana «Las Aventuras de Pinocho». Del Toro estableció que ninguna forma artística lo había influenciado más en su vida y obra, que la animación y en particular el pequeño personaje del niño de madera con el cual sentía una especie de conexión. Finalmente, tras varias idas y vueltas, la clásica obra de Carlo Collodi se materializa en esta maravillosa y entretenida obra de stop motion que sirve para seguir ahondando en sus obsesiones y tropos predilectos, así como también para continuar ofreciéndonos un variopinto grupo de personajes extravagantes y seductores. El largometraje se ubica temporalmente entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En Italia, Geppetto (David Bradley) y su hijo llevan una vida apacible y sin ningún tipo de conflicto hasta que ocurre una fatalidad (relacionada con un avión bombardeo) que ocasiona la muerte del pequeño niño, dejando a Geppetto sumido en una profunda depresión. Un día Gepetto decide crear una marioneta a semejanza de su hijo, con un árbol donde reside Sebastian J. Cricket (Ewan McGregor). Una deidad que lamenta el dolor del afligido carpintero decide darle vida al muñeco de madera para aplacar el dolor de Geppetto. Esta versión animada y musical de la conocida historia de Pinocho decide implementar una mirada más oscura, seria y adulta sobre el relato que fue llevado en contadas oportunidades a la pantalla grande (incluso esta es la segunda versión que llega este mismo año, ya que Disney estrenó una fallida versión live-action dirigida por Robert Zemeckis hace apenas unos meses). Se nota el amor de Guillermo del Toro por el personaje y la obra literaria original, llevando su mirada personal y sus temas recurrentes para exponerlos en un cuento infantil de manera acertada. Cabe destacar, que hay momentos algo oscuros y desafiantes para los más pequeños, e incluso algunas cuestiones que no podrán apreciar como el tema del fascismo en la Italia de los años 30, pero justamente la complejidad de la película hace que tenga un enorme abanico de lecturas y capas de interpretación. Incluso, podríamos decir que mientras que la versión original y la animada de 1940 hablan del buen comportamiento y la importancia de obedecer a los mayores, esta cinta avoca a una mirada más actualizada y progresista de encontrarse a uno mismo y razonar sobre lo que está bien y lo que está mal, antes de actuar. La animación cuadro a cuadro es exquisita y se nota el cuidado hasta el más mínimo detalle en los movimientos de los personajes e incluso en el diseño de los mismos. Los fondos y los sets también son demenciales en ese sentido, y se valora la decisión de Guillermo del Toro de mantenerse firme hasta el final para que la película sea realizada en stop-motion, lo cual la puso varias veces en jaque respecto al alto presupuesto que demandaba y las posibilidades de financiación. El elenco que además de contar con McGregor en un rol impresionante como Pepe Grillo, y a Bradley como Geppeto, también contó con el debutante Gregory Mann como el personaje del título, en un debut más que prometedor. Por otro lado, también participan Finn Wolfhard, Cate Blanchett, John Turturro, Ron Perlman, Tim Blake Nelson, Burn Gorman, Christoph Waltz y Tilda Swinton, redondeando un elenco de ensueño para la ocasión. Otro gran acierto del film es la banda sonora de Alexandre Desplat («The King’s Speech», «Argo») que termina de congeniar muy bien con la estética visual del film. «Guillermo del Toro’s Pinocchio» es probablemente una de las adaptaciones más inspiradas de la novela italiana, porque el director supo abordar el material de origen de forma única, apropiándose del mismo y dándole su visión de los personajes y de la fábula en sí. Una obra clásica resignificada que además conforma una proeza a nivel visual y técnico. Emotiva y conmovedora, esta versión de Pinocho es la que no pedimos, pero tampoco sabíamos que necesitábamos.
En los últimos años hemos tenido varios documentales que se encargaron de reflejar o narrar de manera más o menos certera y emotiva, el fenómeno de la llamada «generación dorada» que hace alusión al seleccionado masculino argentino de basketball que supo reinventarse y poder salir al mundo y competirle de igual a igual a las grandes potencias del deporte. En 2018, tuvimos «The Golden Generation» dirigido por Juan José Campanella y Camilo Antolini para el Olympic Channel. También estuvo la miniserie documental «Jugando con el Alma» que pretendía volcar una mirada atractiva con material de archivo inédito, incluyendo grabaciones caseras de los propios protagonistas. Y ahora entre los más destacados se suma «3DT», el documental dirigido por José Glusman («Pescador», «León, Reflejos de una Pasión»), que busca una aproximación nueva y fresca enfocándose en los logros obtenidos por los deportistas, pero desde el origen de todo, recorriendo los últimos 24 años de la selección argentina de basket, desde la perspectiva de los únicos tres entrenadores que pasaron en ese largo periodo. Julio Lamas, Rubén Magnano y Sergio Hernández fueron los héroes silenciosos que no solo estuvieron desde que el basketball comenzó a tratarse más seriamente a nivel nacional luego de la fundación de «La Liga», sino también componiendo la piedra angular en la formación de los atletas que fueron los encargados de llevar el deporte a lo más alto de la escena internacional. Obviamente que más allá de los testimonios de los 3 directores técnicos, tendremos entrevistas a Ginóbili, Scola, Nocioni, Oberto, Pepe Sánchez para aportar la perspectiva interna y las cálidas opiniones que tienen acerca de las tres personas homenajeadas que fueron los responsables de seleccionarlos y convertirlos en un grupo que los marcaría a fuego para toda la vida. Es interesante ver cómo estos adultos miran con cariño al pasado, a sus entrenadores que los formaron no solamente como deportistas sino también como personas. Todos manteniendo el mismo entusiasmo para recordar tanto los logros (la medalla de oro en Atenas y los dos subcampeonatos del mundo, entre los más destacados) pero también las derrotas que los fortalecieron como individuos y como grupo. Lo más atractivo es la vuelta de tuerca novedosa que le encontraron para narrar otro relato sobre uno de los fenómenos deportivos más singulares de argentina en los últimos años, ya que nadie había puesto el foco sobre los entrenadores y estrategas para que el basket cobre vuelo. Probablemente «3DT» sea de los documentales más destacados sobre la generación dorada porque deja en evidencia el esfuerzo de los protagonistas, pero también te muestra el detrás de escena, el estudio y la perseverancia. Da a conocer el enorme esfuerzo con el que se construyó una máquina que durante 24 años siguió y sigue una lógica muy distinta a la del fútbol y el resto de la idiosincrasia exitista argentina, donde solo importa ganar y no el proceso para poder llegar a eso. 3 DT rotando, yendo y viniendo durante 24 años, siendo asistentes del otro. El grupo y la bandera por encima de lo individual, dejando una ética de trabajo como ejemplo intachable. Un documental emotivo, directo e inspirado que además de contar con entrevistas imperdibles, presenta un material de archivo destacado que nos pone en primera fila para narrarnos uno de los relatos deportivos más apasionantes de nuestra historia.
Anthony Fabian dirige esta adaptación de la novela de Paul Gallico, protagonizada por Lesley Manville. Una comedia dramática de época que nos habla sobre los sueños, la recuperación del tiempo perdido y la forma de sobreponerse ante la adversidad. «Mrs. Harris Goes to Paris» es una nueva versión de «Mrs. ‘Arris Goes to Paris», una novela de 1958, que fue llevada en más de una oportunidad al medio audiovisual, con dos películas para televisión y un especial que también terminó en la pantalla chica. La versión de Anthony Fabian comprende la producción más importante hasta el momento y tiene como protagonista indiscutida a Lesley Manville («Panthom Thread», donde medio que componía un personaje totalmente opuesto al de esta ocasión), una señora muy alegre y positiva, que se dedica a limpiar casas de gente acaudalada en la Londres de la posguerra. La señora Harris se entera que su marido falleció en combate y decide gastarse sus ahorros para ir a Paris en busca de un vestido de Christian Dior. Probablemente, esta película cuente con varios recursos arquetípicos bastante vistos y basados en fórmulas por demás usadas. No obstante, la luminosidad con la que se desarrollan los hechos, el compromiso de Manville como la señora del título al igual que sus compañeros de elenco: Jason Isaacs, Isabelle Huppert, Alba Baptista, Ellen Thomas, Lucas Bravo y Lambert Wilson (entre otros), y una bella reconstrucción de época hacen que esta auténtica crowd pleaser/feel good movie se eleve por sobre la media y se anteponga a los lugares comunes. El largometraje correcto y modesto presenta a un personaje entrañable y humilde, que lo único que quiere es sentirse especial al menos una vez y decide ir en busca de sus «sueños». En medio de su rutina laboral, descubre que la dueña de casa posee un vestido Dior, y se enamora a primera vista del mismo. Por ello, decide visitar Paris para poder comprar ella misma un vestido, pero antes que nada deberá afrontar prejuicios, y todo tipo de preocupaciones de las personas de la alta sociedad que no pueden aceptar que ella vaya e intente obtener lo suyo por medio del esfuerzo. El relato apela a la emoción del espectador en todo momento, utilizando un personaje querible con deseos personales simples y asequibles, al mismo tiempo que su determinación a afrontar el rechazo y desestimar los preconceptos, sea algo con lo que uno también puede llegar a sentirse identificado. Asimismo, la idea de afrontar la pérdida y buscar sobreponerse a los infortunios por medio de la perseverancia y el amor propio, así como también a la búsqueda de nuevos caminos, ayudan a terminar de concebir un arco dramático funcional y equilibrado. El film comprende una comedia dramática inspirada, que se apoya en la lucha de clases como eje principal para intentar darle un lugar en el mundo a su luminosa protagonista que se la pasó siendo invisible durante toda su vida y que finalmente quiere ser vista. Por momentos, Manvielle, que se encuentra encantadora en su rol, casi que posee un timing perfecto cual comedia de enredos, con su toque inglés, pero también sabe pasar de dichos momentos de humor al drama más profundo de una manera tan sutil como realista. Cabe destacar también la labor de Isabelle Huppert como la principal antagonista de la señora Harris, en un duelo actoral más que interesante. «La señora Harris va a París» es una película sincera y tierna que viene a traer un poco de luz ante la reinante oscuridad de nuestros tiempos.
Andrew Levitas dirige este drama basado en hechos reales donde el célebre fotoperiodista de la revista Life, William Eugene Smith, es enviado a la ciudad japonesa de Minamata para fotografiar a la población devastada por el envenenamiento por mercurio como resultado de la negligencia industrial de la compañía química Chisso. Este drama pseudo biográfico basado en hechos reales resulta algo contradictorio y peculiar, ya que por momentos se atiene a la fórmula característica de este tipo de relatos y en otros instantes se dedica a intentar salir de la convención para contar con imágenes más poéticas tanto el desastre social y ecológico como el proceso creativo de un artista en el ocaso de su carrera. El largometraje se sitúa en los años ’70 y, como bien dijimos, sigue a W. Eugene Smith (Johnny Depp) que parece haber perdido el rumbo creativo y también su rol como padre y esposo. Eugene acumula deudas tanto económicas como afectivas y parece sumergirse en un pozo de autocompasión y desgano. Un día es abordado por Minami (Aileen) quien le comenta la situación desastrosa que está viviendo la gente de Minimata y le pide ayuda para mostrarle al mundo el desgarrador drama que está aconteciendo en tierras niponas. Al principio Eugene parece desestimar el pedido, pero luego, considerando sus escasas oportunidades y su mal pasar económico, le lleva la propuesta a su jefe de la revista (Bill Nighy). Poco a poco Smith se sumergirá en la comunidad de Minimata y no solo encontrará la oportunidad de volver a cobrar relevancia, sino que por otro lado se reencontrará con sus aletargados sentimientos. «Minamata» es un film que arranca y va desarrollándose de la forma pre configurada que suelen tener estos dramas biográficos con un protagonista desganado y cuyo tiempo de gloria ha pasado, que buscará la forma de salir del pozo y redimirse, justo cuando se da cuenta de la importancia de lo que está haciendo. No obstante, el film logra mantenerse a flote gracias a ciertos rasgos de franqueza a la hora de retratar a su protagonista, sin edulcorar su forma de hacer o incluso mostrando los verdaderos matices y maneras de actuar que lo vuelven más humano. A su vez, el compromiso de Depp en el rol principal, alejado del histrionismo y el exceso de gesticulación y maquillaje que suelen tener sus papeles predilectos, elevan su composición del fotoperiodista con un trabajo contenido y equilibrado. Realmente los conflictos y el drama parecen más reales gracias a esta aproximación y a la pulcra puesta en escena que además de priorizar un estilo próximo al documental, sabe combinar homogéneamente el material de archivo, junto con imágenes a modo de flashbacks de los celebrados días de Smith como fotoperiodista de la II Guerra Mundial (algo que le deja secuelas y queda muy bien plasmado con este recurso) y una dirección de fotografía exquisita que vira hacia el blanco y negro en los momentos en que el personaje principal está buscando inmortalizar ciertos instantes en sus fotografías. «El fotógrafo de Minamata» es una película que se beneficia del talento interpretativo de Depp, esta vez más sutil y matizado, y de ser «correcta» en casi todos sus aspectos sin destacar en ninguno. Un film que no gana demasiados puntos en originalidad pero que sabe aprovechar los hechos reales en los que se basa para brindar un relato prolijo y equilibrado.
El irlandés Brendan Muldowney nos trae su cuarta película como director, que curiosamente está basada en un cortometraje titulado «The Ten Steps», el cual dirigió en 2004 y que tuvo un buen andar por festivales. El film que aborda la tan poblada temática de casas embrujadas, se centra en Keira Woods (Elisha Cuthbert), quien junto a su esposo y sus dos hijos se mudan a una enorme y misteriosa casa. Su hija mayor, Ellie (Abby Fitz), está molesta por la decisión que tomaron sus padres de cambiar de ciudad por trabajo, ya que la adolescente tuvo que dejar atrás un noviazgo y a todos sus amigos. Un día, mientras Ellie cuida a su hermano menor, desaparece misteriosamente del sótano de la nueva vivienda. Keira pronto descubre que alguna especie de entidad antigua y poderosa posee al hogar y deberá enfrentarla si desea recuperar a su hija y salvar al resto de su familia. Como bien mencionamos, películas sobre casas embrujadas, entidades malignas que rodean a familias que recién se mudan y otras tantas derivaciones de lo mismo, hay en enormes cantidades. Desde clásicos como «House on Haunted Hill» (1959) de William Castle hasta versiones basadas en hechos reales tal como «The Amityville Horror» (1979) y varios relatos entretenidos y escalofriantes por igual como «Poltergeist» (1982) y las más modernas pertenecientes a la saga de «The Conjuring» (2013) de James Wan. El terror tiene diversos ejemplos buenos y malos de cómo llevar este concepto sencillo hacia lugares interesantes que siguen atrayendo al público a pesar de su familiaridad. «The Cellar» (título original de la película) probablemente pertenezca al grupo de propuestas más genéricas y simplonas de estos numerosos intentos. Si bien la película cuenta con algunos elementos atractivos que le dan cierta distinción (como pueden ser todo el trasfondo matemático, los seres mitológicos y otras cuestiones), lo que falla es la forma en la que está narrada la historia y en cómo se van desarrollando los acontecimientos. El relato parece ir aglutinando una serie de lugares comunes y convenciones que ya vimos infinidad de veces y en mejores formas. La desaparición de la niña, la investigación de la madre, el peligro latente y los jumpscares en la casa mientras la entidad acecha al hermano menor y el giro del final hacen que uno se vea venir cada secuencia que le sucede a la que estamos viendo. Lo que más le podemos destacar a la película es el compromiso interpretativo de Cuthbert que hace un buen trabajo como la madre desesperada que busca salvar a su hija, prácticamente el único personaje que se destaca y que está bien escrito, ya que los secundarios por momentos brillan por su ausencia o cumplen una función muy precaria en la trama y/o subtramas. «Escalera al Infierno» es un film que, a pesar de algunas buenas ideas, no logra despegar nunca y cuando lo hace incurre en una sucesión de convencionalidades que terminan tornando al relato en algo regular y predecible.
David O. Russell director de «Three Kings» (1999), «Silver Linings Playbook» (2012) y «American Hustle» (2016), nos trae un peculiar relato basado muy libremente en una conspiración real, donde un grupo de gente adinerada buscaba manipular a cierta figura política para hacerse con el poder en EEUU e instalar una dictadura fascista. Este hecho es una excusa para mostrar los extraños y desiguales acontecimientos que rodean a los personajes de «Amsterdam». La carrera de Russell resulta muy ecléctica y heterogénea con relatos que van desde la comedia familiar como en «Flirting With Disaster» (1996) hasta el absurdo de «I Heart Huckabees» (2004), y también dramas basados en hechos reales como «The Fighter» (2010) que lo pusieron en el ojo de la academia de Hollywood y lo llevaron a coquetear más con el «prestigio». «Amsterdam» nos llega 7 años después de su último trabajo cinematográfico, «Joy» (2015), y busca aglutinar elementos de varios géneros y de prácticamente toda su filmografía para contar una historia bastante atractiva que termina sufriendo algunos inconvenientes a nivel narrativo como producto de su gran ambición. El largometraje que va desarrollándose en dos líneas temporales bien delimitadas (el presente en los años ’30 y el pasado entre los 10’ y los ’20) comienza con la muerte de Bill Meekins, un ex combatiente de la Primera Guerra Mundial y conocido del abogado Harold Woodman (John David Washington) y el médico experimental Burt Beredsen (Christian Bale). Ambos habían servido en el ejército junto a Meekins y son abordados por la hija del difunto (Taylor Swift) para ver si pueden realizar una autopsia y ver si murió por causas naturales o si se cumple la sospecha de que fue asesinado. Tras descubrir la verdad del asunto, el dúo protagónico es inculpado de un crimen y se ve obligado a escapar. Ni bien ambos se pongan a investigar en profundidad qué se esconde detrás de los asesinatos, empezarán a verse inmersos en medio de una trama enrevesada que es mucho más grande y profunda de lo que imaginan. En su investigación para probar su inocencia los hombres se reencontrarán con una amiga del pasado, Valerie (Margot Robbie), una peculiar enfermera que los asistió durante las lesiones que sufrieron en la guerra y con la cual convivieron más tarde en Ámsterdam una vez concluido el conflicto bélico. En primer lugar podríamos decir que la película busca replicar la fórmula exitosa de «American Hustle», donde también había una trama de intriga, algunos personajes excéntricos y un gran elenco de estrellas dispuesto a compartir el foco de atención para enaltecer el relato, no obstante, en esta oportunidad esta comedia dramática posee un guion un tanto accidentado que, muchas veces, se arrastra debido no solo a la gran cantidad de personajes que posee sino también a las idas y vueltas temporales, a un cambio en el enfoque narrativo (principalmente el narrador es el personaje de Bale pero por momentos cambia el punto de vista sin ningún tipo de justificación) y a una constante exposición (o evocación del conflicto principal) de información para «ubicar» continuamente al espectador. Por otro lado, el principal problema es que no termina de decidirse en qué camino tomar, el relato arranca como una especie de whodunnit o thriller de intriga, para luego pasar a ser una comedia dramática, un drama romántico y una especie de sátira con un comentario político-social que busca emparentar un hecho verídico del pasado con la actualidad de la sociedad norteamericana. El film intenta ser demasiadas cosas, producto de una gran ambición y no termina siendo ninguna probablemente. Sin embargo, hay varios elementos interesantes que no terminan de hacer tambalear al film y que son producto de la habilidad de Russell como director y narrador. La química entre el trío protagónico, el desarrollo de un grupo variopinto y extravagante de personajes, que por momentos recuerda a los diversos interlocutores que suele crear Wes Anderson o Tim Burton dándole características distintivas y acordes a una extrañeza particular, y una puesta en escena completamente inspirada hacen que uno no termine de despegarse de «Amsterdam» incluso cuando en su desarrollo se sienta algo extensa y derivativa. A su vez, la fotografía de Emmanuel Lubezki («The Revenant», «Gravity») le dan un look visual maravilloso como es de esperar en cada trabajo del Chivo. «Amsterdam» es una película interesante, ambiciosa y seductora en varios aspectos, pero también algo fallida y dispareja en otros. Un film que probablemente no sea de lo mejor que dio David O. Russell, pero donde aún se pueden observar varios elementos de su talento como narrador.