"Mi semana con Marilyn", basada en los libros de Colin Clark (cuyo personaje sirve como hilo conductor de la historia) se propone la dura tarea de poner una nueva cara al mito y la idea que Marilyn Monroe logró impregnar (un poco a voluntad pero también con mucha rebeldía y a la vez probablemente no del todo consciente de su impacto a nivel popular) en el imaginario social de la población por más de 50 años. El mérito del director es al menos lograr concentrar su película en un solo acontecimiento sobre la vida de la más grande estrella femenina de Hollywood, consciente de que para retratar su vida completa no alcanzaría ni con una miniserie de 10 capítulos de una hora cada uno. Más considerando la controversial vida (y muerte) que tuvo semejante personaje. A veces este tipo de biopics pecan de abarcativas y pretenciosas queriendo contarlo absolutamente todo, cuando por lo general semejantes figuras de la historia no caben en un solo largometraje. Alguna vez se habló de que Scarlett Johansson podría haber sido la Marilyn Monroe de estos tiempos, y también se barajó la posibilidad de que fuera ella quien la interpretara en su reencarnación cinematográfica, pero finalmente el papel recayó en manos de la menos bonita Michelle Williams. Si bien el trabajo de Williams es sumamente meritorio, difícilmente pudiera cualquier actriz asimilar la mezcla de condiciones que poseía Marilyn Monroe a la hora de cautivar a cualquier tipo de público, inclusive género aparte. Y es que su talla como actriz no se media necesariamente por su calidad interpretativa a la hora de encarnar un personaje, sino por su enorme presencia en la pantalla y fuera de ella, que es precisamente lo que esta película narra. Lo interesante en la interpretación de Williams (nominada al Oscar de la Academia como mejor actriz) es que de a ratos logra capturar esa naturaleza y espíritu tan característicos de Marilyn, no obstante ni con todos los meritos del vestuario, el maquillaje y la dirección de arte de esta buena producción logramos aceptar por completo que cualquier actriz pueda personificar a semejante mito. A veces la leyenda es simplemente demasiado grande, y probablemente nunca haya nadie que pueda destronarla del podio que se ganó la inmortal Marilyn Monroe entre otras cosas a base del tipo de anécdotas que aquí se cuentan.
Es curioso como actualmente Hollywood parece acercarse conceptualmente a la industria del cine porno. Sí, del cine porno. La excusa en ese caso es que la historia es completamente secundaria y que apenas se graban unos pocos diálogos sin sentido que desencadenan la acción que el espectador verdaderamente espera de una película de semejante envergadura. En la industria del entretenimiento cinematográfico -mainstream- últimamente sucede algo similar y Batalla Naval (basada en el juego de mesa de Hasbro) es el perfecto ejemplo de esto. Se trata de una historia que en realidad no es más que un MacGuffin (como le llamaba Hitchcock a aquello que hacia avanzar la trama pero en realidad no es de mayor trascendencia a la historia en sí) que permite mostrar un tsunami de efectos especiales en CGI que incluye alienígenas, naves espaciales y una invasión a Pearl Harbor que afectará nada menos que a la bonita de Brooklyn Decker, y sus amigos, claro. Hay que decir en honor a la verdad que a pesar de la obvia calumnia audiovisual que Batalla Naval representa, hemos visto pasar peores aberraciones de ciencia ficción que ésta que por lo menos tiene la sinceridad de no tomarse en serio a si misma. Recordemos por ejemplo la reciente "Battle Los Angeles" (2011) cuyos 116 minutos nos dejaban con un dolor de cabeza incalculable, o mismo "Skyline" (2010) que siguiendo los pasos de las secuelas de Transformers se convertía en una de las peores películas del año. Además, luego de tantas invasiones fallidas resulta difícil creer que todavía haya bichos en el espacio (acorde a la concepción hollywoodense) que quieran invadir la tierra. ¿Son realmente tan estúpidos o es que no consumen este tipo de películas como para saber qué hacer y qué no hacer? Battleship nos deja con el temor de que ahora los intrépidos guionistas de Hollywood busquen inspiración en otros juegos de mesa símiles a este. Y llegado el caso esperamos que si filman la película del Buscaminas, al menos se parezca algo a esto: http://www.youtube.com/watch?v=vDxmAg404bQ Y entretanto esperamos nada ansiosos el estreno de Monopoly, y para los interesados, youtube ofrece varios otros trailers al respecto, siendo este quizás el más divertido:
Robert Redford se pone detrás de cámara una vez más para narrar la historia de los responsables del asesinato al primer presidente republicano de los Estados unidos: Abraham Lincoln. Este drama judicial recrea uno de los hechos históricos más trascendentes de la historia norteamericana. En realidad la película no se trata sobre el asesinato del presidente en sí, lo cual inclusive se retrató en una de las primeras grandes películas de la historia del cine, El nacimiento de una nación (1915, D.W. Griffith), sino que recrea el juicio posterior al crimen del infame John Wilkes Booth. Lo interesante es que el asesino (o uno de ellos, el principal al menos) no se encuentra enjuiciado consecuencia de su muerte en manos del ejercito 12 días después del magnicidio. El litigio se construye alrededor de los 8 presuntos conspiradores que facilitaron la muerte de Lincoln, y principalmente se centra en una mujer, Marry Surrat (Robin Wright), dueña de una pensión en donde los conspiradores solían juntarse a planear el asesinato. Frederick Aiken (James McAvoy) es el joven jurista encargado de defender lo indefendible, y cuando se le designa el caso inclusive explica que cree que su cliente es culpable. Y como si fuera poco la acusada le esconde información a fin de proteger a su hijo. Eventualmente (y porque sino no habría película), la acusada cede y le confiesa información clave que podría cambiar el rumbo del juicio a su abogado. La dirección de Redford, fiel a su estilo, se desarrolla de una manera tradicional y efectiva, enfatizando en el relato en sí y en cuestiones morales como el dilema de Aiken sobre defender a una de las personas más odiadas del país en ese momento. Resulta interesante cómo el director logra despertar en el espectador cierto respeto por alguien que directamente fue cómplice del asesinato del presidente, basándose y respaldando a Surrat en sus instintos maternos de defender a un hijo, indiferente de cuan erróneo sea su modo de actuar y pensar. Presentando los hechos de una manera frontal y considerablemente objetiva no se le sugiere al espectador que piense de un modo en particular, odiando o aceptando el pensamiento de Surrat, sino que se le otorga libre albedrío al respecto. "El conspirador" no se trata de tomar partido por uno o por otro en este juicio, sino de comprender a ambas partes y exponer un hecho histórico de manera fiel.
El mortal Teseo es elegido por los dioses para liderar la batalla contra el blasfemo rey Hyperion que amenaza con liberar a los titanes, cuya liberación implicaría el único motivo por el cual los dioses podrían bajar a la tierra e intervenir con la historia de la humanidad… Algo curioso que seguramente los guionistas no se preguntaron (pero los invitamos a ustedes, espectadores, a comprobarlo) es que si el protagonista Teseo no hubiera interferido en lo absoluto en la trama, la resolución de la historia (al menos la aquí versionada) hubiera sido exactamente la misma. Y por suerte podemos decir esto sin revelar ningún tipo de spoiler, puesto que la historia de Teseo no es más que la acumulación de clichés que hacen del camino del héroe la narración más tópica y mal contada desde que el cine es cine y la literatura idem. Pero esto no es defenestrar a la mitología griega. No señor. Todo lo contrario. Los mitos clásicos de dioses y héroes de la antigua Grecia sirvieron no solo para entretener a infinidad de generaciones, sino también para ilustrar la comprensión del mundo, la religión y la naturaleza de los primeros pensadores de la humanidad. Si existiera un organismo capaz de proteger los bienes culturales de la humanidad (como bien podría serlo la mitología) así como de la propiedad intelectual, esta película sería indudablemente catalogada como ofensiva e irreverente. La predisposición del espectador juega un rol importante en el disfrute del film. Todo aquel que tenga una mínima comprensión de los mitos griegos debe abstenerse. Al igual que cualquiera que tenga pretensiones de ser entretenido con una historia sin responder completamente a un antecedente histórico (o mitológico). Quizás la película funcione solo para ese público amante del pochoclo que se atragantará con los redonditos maíces tostados que no se convirtieron en pochoclo cada vez que Teseo falla en una de sus misiones. Curioso también es eso… Casi todas las veces que el héroe de turno se plantea una meta es sorprendido por un contratiempo y no la cumple. La tecnología moderna permite hacer maravillas con escenarios increíbles, efectos visuales imponentes y truquitos en tres dimensiones (que todavía no convencen), pero lo que siempre estuvo al alcance de la mano indiferente del brío técnico (pero no por ello es más fácil) falló una vez más: la historia (el guión en este caso). Un simple, contemporáneo y buen ejemplo de lo que se puede hacer es una de las más atípicas adaptaciones de la Odisea de Homero reinterpretada (o libremente adaptada) por los hermanos Coen en su película “¿Dónde estás hermano?”. Dicho y hecho. Se puede.
America! Fuck yeah! Coming again to save the motherfucking day! No tan lejos de esta canción de la paródica Team America (Trey Parker, Matt Stone) se encuentra la nueva adaptación cinematográfica del superhéroe azul, rojo y blanco, pero tampoco podría ser de otra manera: después de todo, de chauvinismo exagerado se trata el comic original de Joe Simon y Jack Kirby (de ahí que no es sorpresa que el gran Stan Lee no haga un cameo en esta película), y es eso mismo lo que Joe Johnston tranmite a lo largo de toda la película. Claro que un contexto retro que ancla su estética en los convulsionados años de la Segunda Guerra Mundial ayuda a empatizar aún más con el héroe: con este film, por si cabía alguna duda, queda clarísimo que no existe mejor antagonista para un héroe que un nazi. También queda claro que Hugo Weaving es siempre una gran opción para hacer de villano. Quien se calza el absurdo y colorido disfraz de superhombre es Chris Evans, con talento de sobra como para pasar de debilucho a fisicoculturista sin acaparar demasiadas críticas siquiera del mejor ojo observador que sabrá que, CGI mediante, algo demasiado falso flota en el aire. Johnston, el otrora realizador de Jurassic Park III, Rocketeer y esa pequeña joya que es Cielo de Octubre, cumple al pie de la letra las indicaciones de Marvel de “no olvidar que ésto es tan sólo otro prólogo”, pero entrega una historia eficaz y divertida, que no requiere demasiado conocimiento acerca de los venideros Avengers para ser disfrutada. Deteniéndose suficiente tiempo como para establecer una buena caracterización del héroe en el punto de partida del ex-fracasado-pero-persistente muchacho que quiere pelear por su país, Johnston sabe que necesita ganarse al público para explicar los orígenes del Capitán sin causar involuntarias risas, y por eso agrega a la historia personajes secundarios como el General que interpreta el gran Tommy Lee Jones y la femme fatale cuasi-pin-up girl Hayley Atwell, sumado a una bienvenida cuota de humor autoparódico que confirma el universo lúdico de la Marvel, manejada por Marvel (bueno, y Disney) y no empresarios que retienen derechos comerciales. El auténtico ejercicio coral será The Avengers, no X-Men, y lo sorprendente vendrá de la mano de Iron Man, Hawkeye, Hulk, Thor y el Capitán, posiblemente eclipsando al remodelado Spider-man. Marvel es ruido, acción y diversión o, dicho de otra manera, es sólo pochoclo and roll. Y nos gusta.
La capacidad de Michael Bay como director nunca estuvo realmente en tela de juicio, y Transformers 3 es la confirmación de ello. Si algún espectador se ilusionó quizás con la primera Transformers (en donde pese a sus excesos de pornografía robótica, supo al menos entretener un poco) ya la secuela demostraba que había vuelto a ser el mismo de abominaciones cinematográficas como Armagedón y Pearl Harbor. Michael Bay hasta puede proclamarse autor de un género cinematográfico inventado por si mismo, de nombre pendiente, pero algo similar a lo que sería el “hardcore robótico”. Aquello que pretenden ser secuencias de acción de lucha entre robots resulta absolutamente confuso e ininterpretable. Hasta cuesta distinguir cuales son los robots presuntamente buenos y cuales los malos. El menosprecio por el público es tal que se lo subestima entregando un producto masticado con condimentos descoloridos e innecesarios. La efectiva fórmula utilizada ya en dos ocasiones previas (con un severo nivel de bastardeo a partir de la segunda parte) vuelve a repetirse con la intención de cautivar al público amante de lo que cabe bajo el vulgar concepto de “los fierros y las minitas”. Apuntando así de bajo con pornografía sentimental y belicista, el producto (que naturalmente no es otra cosa que un producto pensado como tal para ser vendido masivamente) es mediocre y muchísimos otros calificativos despectivos le quedan inclusive chicos. Definitivamente habiendo tantas otras ofertas en cartelera, Transformers 3 es la peor y merece ser pasada por alta. Y si bien es casi imposible que el público la ignore, solamente juzgando por cómo le fue a las anteriores dos, reconforta ligeramente al menos que sus números en taquilla no sean tan exagerados como con sus predecesoras.
El terror regresa aggiornado Cualquiera que haya visto la saga Scream en la década del noventa, sabe de qué se trata esta propuesta de terror adolescente que vuelve comandada por el especialista Wes Craven y con el guión de Kevin Williamson. La fórmula es la misma pero está aggiornada a los tiempos que corren y el resultado es tan inquietante como entretenido. En Scream 4, el realizador juega con el "cine dentro del cine" una vez más y luego de un comienzo construído a la manera de cajas chinas sorprende al espectador. La escritora Sidney Prescott (Neve Campbell) está preparada para volver a Woodsboro, comunidad que hace diez años fue aterrorizada por un asesino serial, y se reencuentra con sus viejos compañeros de andanzas: el sheriff (David Arquette) y la reportera Gale (Courteney Cox). La trama también incluye nuevos personajes como su prima Jill (Emma Roberts) y una galería de adolescentes tan incautos como sospechosos. El juego del gato y el ratón está servido cuando unas estudiantes aparecen asesinadas. Las "reglas" que siguen los diferentes personajes para sobrevivir (al igual que en las películas anteriores y, en ésta, ni ser gay les ofrece una salida); los oportunos toques de humor (la saga de Puñalada dentro de la historia) o las chicas solas y desprotegidas, son las que movilizan la trama. Esta cuarta entrega se apoya más en la original y está modernizada por la tecnología, y la web como medio para transmitir los crímenes. Plagada de referencias a los asesinos Michael Myers de la saga Halloween; Jason de Viernes 13 y Cara de Cuero, de La masacre de Texas, el film es un verdadereo festival que juega con el horror y se sabe burlar de sí mismo. En tanto, el asesino de máscara blanca se esconde en las sombras y espera mientras la lista de sospechosos aumenta minuto a minuto.
La franquicia cinematográfica basada en el fenómeno literario popular creado por C.S. Lewis parece haber ido de mayor a menor... por lo menos en lo que a taquilla respecta. La primera película de la saga, El león, la bruja y el ropero, se alzó con una cifra que superaba los 745 millones de dólares de recaudación por sobre un presupuesto de 180 millones. A esta le siguió la ya no tan exitosa El príncipe Caspian, cuyo presupuesto se incrementó a 225 millones quizás con la esperanza de recaudar tanto o más que su predecesora, pero la realidad fue que tan solo logró un moderado éxito doblando la cifra original de lo que costó. Para esta tercera entrega los productores tuvieron la cautela de reducir el presupuesto temiendo un rotundo fracaso económico. Y a juzgar por los resultados hasta el día de la fecha, La travesía del viajero del alba parece correr la misma suerte que su predecesora. Quizás una pregunta lógica sería ¿cómo es posible que con el avance tecnológico y la exigencia de la historia original de inundar la pantalla de efectos especiales los productores se hayan arreglado para reducir tanto el presupuesto en comparación con Caspian? La respuesta es sencilla: la prestigiosa compañía Weta Digital (creada por Peter Jackson y responsable de la creación de efectos visuales de las anteriores dos entregas de la franquicia) ya no fue contratada para esta nueva adaptación del libro de Lewis. Y a decir verdad, se nota. Basta con ver la animación del dragón en el trailer para advertir que los efectos en CGI no son de lo mejor que ha dado Hollywood en las últimas producciones. Esta vez los protagonistas de las anteriores entregas se reducen a la mitad puesto que los hermanos mayores son considerados ya demasiado grandes y maduros (por no decir huevones) para verse inmersos en el vasto mundo Narniano. La historia no varía demasiado de lo que ya conocemos y mucho menos su tono. Quizás lo más alarmante esta vez sea el hecho de que el subtexto religioso (presente tanto en los libros como en las películas) pase a un primer plano y explicite muy alevosamente sus alegorías bíblicas. Pero poco se le puede reprochar al director Michael Apted (responsable de la serie de TV Roma y de la Bond El mañana nunca muere) quien en esta ocasión debió lidiar con un guión básico y un presupuesto no demasiado acorde a la propuesta fílmica que el proyecto suponía.
Raro, como encendido Lo último de Terry Gilliam sigue la línea de la mayoría de sus películas y guiones en general. Sus ideas surreales e imaginativas se remontan a los tiempos de Monty Python en donde más particularmente se destacaba por sus burlescas animaciones que involucraban todo tipo de ideas delirantes que convirtieron a la serie del quinteto humorístico en un programa de culto absoluto. De los cinco Python’s, Gilliam fue el único que se atrevió a dirigir y guionar sus propias películas, o al menos el que más se destacó por ello (pese a que John Cleese por su parte recibió una nominación al Oscar por el guión de A Fish Called Wanda). Puede acusarse que El imaginario del Doctor Parnassus es efectista, hasta cierto punto algo simple e incluso no tan poderosa a nivel visual como lo fue Brazil o 12 Monos, lo cual deja al descubierto ciertas lagunas narrativas, no obstante es irrefutable que se trata de una obra muy personal y única que no deja de sorprender en ningún momento. Vale la pena compararla con la obra de su colega Tim Burton dada la naturaleza de la premisa fantasiosa, pero a diferencia de Burton, Gilliam no explota sus recursos del mismo modo que lo hace Burton desde hace diez años, es decir, pese a que siempre se mantiene en la misma línea narrativa y sigue el curso de un género que ha sabido aprovechar por largo tiempo, de algún modo logra reinventarse y buscar una vuelta distinta que distinga a su película como diferente del resto, lo cual no se puede decir del creador de Jack que en los últimos tiempos no ha sabido más que convertirse en un estereotipo de sí mismo. Y es por este motivo que Doctor Parnassus resulta una bocanada de aire fresco en su carrera que luego de sus anteriores dos producciones (Tierra de pesadilla y Los Hermanos Grimm) parecía ir cayendo en picada. Mucho se ha dicho al respecto de que se trata de la última (e inconclusa) aparición del difunto actor Heath Ledger que debió ser reemplazado por tres otros intérpretes (Johnny Depp, Jude Law y Collin Farrell). Lo curioso es que de haberse escrito el guión original de esta manera, ciertamente hubiera parecido natural y no un último recurso. La verdad es que la situación se supo salvaguardar de manera sorprendente hasta el punto de que resulta increíble creer que se debió cambiar tanto el guión para poder terminar el rodaje. En definitiva, no es ésta una película para cualquiera, y es incluso difícil de ver, no por la complejidad del relato sino por el mero hecho de que Gilliam siempre ha manejado una narrativa muy particular que no siempre es bienvenida por todos los espectadores. Bonus Track -Tom Waits en su papel de diablo es un deleite para sus fanáticos. De todos los papeles que ha hecho para el cine, probablemente éste sea el mejor desarrollado, y no parece casualidad que el rol de diablo le siente tan bien.
Robert Zemeckis y el mundo esterocópico Tras El expreso polar y Beowulf, Robert Zemeckis vuelve a apostar por una historia clásica adaptada a la gran pantalla para ser vista en 3D. Muchos pueden quejarse de que ya se han hecho demasiadas lecturas de los cuentos de Dickens hasta el hartazgo, sin embargo también es cierto que la obra del célebre escritor inglés da para muchas distintas interpretaciones y puntos de vista, motivo por el cual el formato 3D sin duda es un buen campo para explorarlo. Para quienes son ajenos al cuento, Los fantasmas de Scrooge cuenta la historia de Ebenezer Scrooge, un ancianito gruñón y quejoso que aborrece todo lo que le rodea (seguramente una influencia directa del viejito de UP, la última de Pixar) que es visitado por tres fantasmas de la navidad. Al mejor estilo Eddie Murphy, Jim Carrey da vida tanto a Scrooge como a los tres fantasmas que lo visitan en noche buena. Tambien se destacan Gary Oldman y Colin Firth que al igual que Carrey han pasado por una serie de diversos softwares (tal como Ray Winston y Angelina Jolie en Beowulf y Tom Hanks en El expreso polar) para dar al personaje tridimensional un look más real y detallado. Una de las mayores virtudes de la adaptación de Zemeckis es que ha logrado mantener el carácter infantil pero a la vez tenebroso y grotesco de la visión de Dickens, consiguiendo así un amplio target digno de entretener a jóvenes y adultos. En resumen, el director de Volver al Futuro hizo una de las películas navideñas más prometedoras de las últimas temporadas que se alza como una de las mejores del género a la altura de A christmas story, Christmas Vacation y por que no El Grinch. - Lo mejor: Las tomas aéreas que recorren un Londres Victoriano sumamente pulido y bien logrado, y la conservación del espíritu de la obra de Dickens. - Lo peor: El abuso de las tomas aéreas que aparecen en casi todas las escenas.