Todos para un uno... y un uno para todos La cosa es más o menos así: el director Paul W.S. Anderson (el mismo de Mortal Kombat, Resident Evil y Death Race) pidió que el guión de esta producción mayoritariamente alemana basada en el clásico de Alejandro Dumas le permitiese hacer una película ligera y moderna; es decir, alejada de lo que -se supone- son las épicas históricas clásicas. El resultado no pudo ser peor: se trata de un engendro (nunca mejor el término) en el que ninguno de los elementos utilizados para sostener, "vestir" y agilizar la trama funcionan. Así, estamos ante un producto pirotécnico y absolutamente hueco y artificial, en el que no hay densidad, profundidad ni inteligencia siquiera para concebir un digno entretenimiento sin pretensiones. A esta altura, contar de qué va la película sobre las aventuras del joven D'Artagnan con los expertos Athos, Aramis y Porthos carece de sentido. Los cuatro están interpretados por actores de segunda línea (lo de Logan Lerman como D'Artagnan es particularmente lamentable), mientras que en personajes secundarios aparecen -para llenar sus cuentas bancarias sin demasiado esfuerzo- figuras ya consagradas como Milla Jovovich (Milady de Winter), Orlando Bloom (el Duque de Buckingham) y Christoph Waltz (Richelieu). Si los personajes son puro estereotipo, lo que queda es el despliegue visual y las coreografías de las escenas de acción. Y aquí también estamos en problemas. Anderson propone una película fashion y canchera que no resulta ni vistosa ni graciosa. El entramado CGI, espíritu de cómic, estética de videogame, elementos de historias ninjas o de espías, anacronismos, música grandilocuente, tomas aéreas con grúas, ralentis o sets gigantescos le dan al film una (falsa) espectacularidad que jamás convence, ni siquiera cuando tenemos batallas de naves voladoras, inundaciones o secuencias de capa y espada. Todo aquí es anodino, previsible y con unos diálogos sobre el heroismo o el honor que sólo sirven para rellenar buena parte de los interminables 110 minutos y terminan dando vergüenza ajena. Para colmo, las imágenes en 3D son oscuras y no agregan nada. En fin, una película descartable.
Demasiados actores para tan poca película Jason Stathan es uno de los mejores héroes de acción en actividad, Robert De Niro (más allá de cierta inocultable decadencia) es un mito viviente del cine y Clive Owen es un galán con presencia. Un thriller a-lo-Jason-Bourne con ellos tres, por lo tanto, no podía salir mal. Pero así fue. El debutante Gary McKendry hace los deberes con muchos errores porque el film -basado en un caso real ocurrido en 1980 y con un "tinte" político ligado a la guerra civil en Omán en el que participaron mercenarios británicos- no logra enganchar desde la trama "seria" ni desde las set-pieces que están diseminadas a lo largo (de los muy largos) 116 minutos. Está, por supuesto, el pelado Stathan dando unos buenos golpes, hay alguna que otra persecusión automovilísticas, un par de explosiones, trampas y confabulaciones varias, y una (ridícula) historia de amor, pero todo transcurre por debajo de la media del cine de género para audiencias masivas. Una verdadera lástima porque había recursos técnicos y, sobre todo, actorales como para conseguir un resultado bastante más estimulante que el que obtienen estos Asesinos de elite.
Vencedores vencidos Agradable sorpresa, especialmente viniendo del director de mediocres títulos como Una noche en el museo 1 y 2, La Pantera Rosa, Recién casados y Más barato por docena. El paso de la comedia al cine de acción le ha sentado bien a Shawn Levy, esta vez con el know how detrás de la dupla Spielberg-Zemeckis como coproductores. El film -de algo excesivos 127 minutos- narra las desventuras de un antihéroe (patético, cínico, loser) que intenta salir de su malaria apostando por sus robots en las peleas de boxeo de estos "gigantes de acero". No le va nada bien y, para colmo, (re)aparece su hijo de 11 años, al que prácticamente no conoce. Lo que sigue es una gira por el circuito de luchas durante el cual padre e hijo intentarán rehacer (en verdad, construir) su relación. Típico relato sobre la redención, el film tiene muy buenas escenas de combate (hay más trabajo con animatronics que con CGI), un sentimentalismo a-la-Spielberg que no molesta y un sentido reivindicatorio de la aventura (y de la tecnología en "desuso" sobre el poder excesivo de las corporaciones) que lo convierten en un muy digno entretenimiento de pura cepa hollywoodense.
Guerreros en problemas Marcus Nispel ("especialista" en reciclajes como La masacre de Texas y Viernes 13) intenta -sin demasiada suerte- revivir la franquicia fílmica que consagrara a Arnold Schwazenegger y basada en una larga saga de historietas y libros cuyo creador original fue el texano Robert Howard (1906-1936). Luego de un preámbulo en el que vemos el nacimiento y adolescencia de Conan de la mano de su padre y líder del clan (el maestro Ron Perlman), éste es asesinado por los enemigos. Así, el héroe (interpretado por Jason Momoa, visto en Game of Thrones) deberá ocuparse de vengarse y hacer rodar unas cuantas cabezas. Porque de eso se trata este film solemne y elemental. De un baño de sangre a puro gore, mucho efecto visual CGI y efectito en 3D. Película brutal (bruta) y decididamente mediocre que, en la comparación, eleva a la dirigida por John Milius en 1982 a la categoría de obra maestra.
Ladrón de mi cerebro Un escritor sin inspiración (Bradley Cooper) cae en la depresión, el abandono, subsiste en condiciones penosas y es dejado por su novia (Abbie Cornish). Hasta que un día se cruza con un dealer que le ofrece una droga sintética aún en etapa de estudio que permite aprovechar el 100% de la capacidad cerebral (es decir, todo lo que hemos leído, escuchado, aprendido alguna vez). Así, de golpe, se transforma en una suerte de superhombre no sólo capaz de terminar su postergada novela en cuatro días sino de convertirse en un genio de las finanzas. Semejante ascenso no pasará inadvertido: lo contactará el multimillonario (Robert De Niro en pilóto automático), pero también lo perseguirán empresarios rivales y mafiosos rusos. Y la contracara, claro, no será tan esplendorosa. Lo que sigue es un thriller psicológico de ritmo vertiginoso (es como estar subido en una montaña rusa) y de ambicioso despliegue visual con no pocos elementos que remite a El Origen. El film atrapa y, por momentos, hasta entusiasma. Decae un poco al final y, quizás, el desenlace no sea del todo convincente, pero Neil Burger (El ilusionista) sabe cómo filmar un guión ingenioso y el nuevo galán on fire que es Bradley Cooper (uno de los protagonistas de la saga ¿Qué pasó ayer?) resulta un héroe a la altura de las circunstancias. No es la octava maravilla, pero en el contexto del Hollywood actual bien puede hablarse de un más que digno producto. Incluso hasta de una bienvenida sorpresa.
Una película "de concepto" Tras dirigir los dos films de la saga de Iron Man, el conocido actor Jon Favreau se arriesga con una película "de concepto" (el título ya lo dice todo) producida por Ron Howard y Steven Spielberg (¡qué fijación que tiene Spielberg desde siempre con los extraterrestres! En los últimos meses, sin ir más lejos, supervisó este film, Súper 8 y la serie Falling Skies, todos proyectos con alienígenas invadiendo la Tierra). ¿Cómo sería el concepto de Cowboys & Aliens? Un western clásico + algo de Indiana Jones + otro poco de Encuentros cercanos del Tercer Tipo + CGI + algo de romance + el protagónico de Daniel "007" Craig en plan John Wayne y, claro, del inoxidable héroe de acción Harrison Ford (poco aprovechado en esta oportunidad). El resultado es medianamente convincente. Por un lado, se agradece una historia "original" (cortesía de un ejército de ¡cinco! guionistas y varios consultores más) filmada en... ¡2D! y sin tanta desesperación por impactar desde lo visual (no hay abusos de efectos especiales ni de explosiones, al menos hasta cerca del final). El problema es que Favreau no resulta del todo eficaz a la hora de narrar un western (los enfrentamientos son bastante confusos) y se extraña aquí mayores dosis de humor, como las que nos regaló Robert Downey Jr. en la primera Iron Man. La relación padre-hijo (Harrison Ford-Paul Dano) y la subtrama romántica (Daniel Craig-Olivia Wilde) resultan más que elementales y poco lucidas, pero el film se sostiene con bastante dignidad en su exploración de la mitología del Viejo y Lejano Oeste (un pueblo de Arizona, en 1873, con la fiebre del oro de trasfondo) y los toques de absurdo (vaqueros e indios unidos por única vez para enfrentar a los invasores). Estamos ante una película aceptable, pero que deja una clara sensación de que daba para más. En definitiva, el mejor western del año sigue siendo Rango, una película más "animada" que estos esquemáticos cowboys y aliens de Favreau, Howard y Spielberg.
La maldición verde Hollywood piensa en verde, pero el color no le sienta bien: Hulk, El avispón verde y, ahora, otro despropósito como Linterna verde... Cuesta entender cómo a partir de una de las franquicias históricas y emblemáticas de DC Comic, de un muy generoso presupuesto de 200 millones de dólares y del aporte de un director que en otros casos se ha mostrado muy competente como Martin Campbell (trabajó en las sagas de El Zorro y James Bond) se haya llegado a este producto tan torpe, elemental, desabrido y que ni siquiera resulta demasiado atractivo en términos visuales (las CGI están bastante por debajo de la media). Y el 3D, otra vez, no agrega demasiado (bueno, sí, oscuridad a la pantalla). No busqué los antecedentes del amplísimo equipo de guionistas contratados para la ocasión, pero -como dice la jerga- "no se les cae una idea". La lucha entre el Bien y el Mal (en este caso, los integrantes del cuerpo intergaláctico de los Linternas Verdes contra el poderoso Parallax, que amanaza con exterminar la Tierra) es de lo más básica, pero el principal problema ni siquiera es ése. El desarollo (casi nulo) de los personajes, el escaso carisma de Ryan Reynolds en el papel protagónico, su "decorativa" relación con la bella Blake Lively, los vanos intentos de lograr distender la cosa con algún que otro destello de humor absurdo... Todo luce aquí feo y viejo. Uno de los hallazgos de todo film sobre superhéroes que se precie de tal suele ser el aporte de los personajes secundarios (los malvados, los sensibles, las chicas bonitas, los ridículos que sirven de cómic-relief). Aquí, en cambio, no hay ninguno con un mínimo de consistencia, jerarquía o interés. Por allí deambulan (con más pena que gloria) desde Tim Robbins en el papel de un senador hasta Angela Basset como una investigadora del gobierno, pasando por Peter Sarsgaard como un malvado y deforme científico al servicio de Parallax. El único consuelo luego de semejante fracaso artístico y comercial es que difícilmente haya precuelas, secuelas o remakes, al menos por bastante tiempo. Aunque en Hollywood nunca se sabe.
Yo era un alfeñique... Joe Johnston ha dirigido un poco de todo y ha alternado muy sólidos entretenimientos (Rocketeer, Cielo de Octubre, Jurassic Park III) con otros títulos no tan memorables. Aquí, construye un más que digno relato al servicio de la factoría Marvel, aunque con las inevitables limitaciones y cálculos del caso. Las huestes de Stan Lee parecen estar demasiado pendientes de iniciar franquicias (como ya lo hicieron en el caso de Iron Man) y de vender los siguientes productos de la compañía (quédense después de los títulos finales de Capitán América y tendrán un amplio anticipo de Los Vengadores, que llegará en 2012) y, mientras tanto, se quedan en demasiados lugares comunes del género de "superhéroes". Capitán América narra, por supuesto, el surgimiento del personaje (un alfeñique rechazado varias veces por el ejército que, cual Charles Atlas, se convierte en un hombre escultural y atlético) y su posterior enfrentamiento con Hydra, la organización secreta nazi cuyo lider Red Skull / Cráneo Rojo (Hugo Weaving) deja en la comparación a Hitler como un simpático boy scout. Lo mejor del film es, sin dudas, su clasicismo, su look old-fashioned (a tono con la estética original del cómic de la dupla Simon-Kirby), la correcta actuación de Chis Evans en el protagónico y los simpáticos aportes de los secundarios (Tommy Lee Jones, Stanley Tucci, etc) ¿Lo peor? Ciertas "espectaculares" y costosas escenas de acción con mucho de déja-vu, los clisés (como la música operística de Wagner en tiempos de nazismo), la innecesaria conversión posterior a 3D y la sensación de cierto agotamiento. Esperemos que con Los Vengadores (incluido allí el gran Robert Downey Jr.) lleguen también nuevos, buenos aires porque más allá de que se deja ver con agrado Capitán América no deja de ser más de lo mismo.
Todo concluye al fin... incluida la "eterna" saga de Harry Potter. En una astuta jugada de marketing, Warner Bros. pospuso lo más posible el desenlace de la saga cinematográfica al dividir la última parte (Las reliquias de la muerte) en dos partes, pero llegó el momento de la resolución, de la emoción, de la nostalgia precoz y hasta del llanto (al menos para los fans que crecieron junto a los libros/largometrajes). En su cuarto (o tercero si se toma al díptico final como un solo film) aporte a la franquicia, el inglés David Yates consigue su mejor trabajo: no sé si esta parte 2 es mucho "mejor" que la parte 1, pero quizás porque hay más tensión y suspenso gracias a las múltiples resoluciones (que en la primera entrega quedaban suspendidas) o bien porque el despliegue de efectos visuales (muy funcionales y eficaces) le otorgan una mayor dosis de espectacularidad lo cierto es que "la 8" o "la 7 y 1/2" resulta más atrapante que "la 7". He leído en las redes sociales que algunos críticos se quejaban de que hay "demasiadas" explicaciones, como si ese buen guionista que es Steve Kloves no hubiese querido dejar ningún cabo suelto, ninguna duda y, por lo tanto, cayera en un excesivo didactismo para "cerrar" todo, sin posibilidad alguna de interpretaciones. Puede, entonces, que haya algún diálogo de más (de esos que funcionan como recordatorio del tipo ¿se entendió?), pero así y todo me parece que esta entrega final redondea con mucha dignidad una saga que trabajó con bastante nobleza (y con algunos puntos muy altos como la oscura de El prisionero de Azkaban, de Alfonso Cuarón) el tema de la magia, la educación, la orfandad y las lealtades y contradicciones de la infancia / adolescencia. No soy una fan de la saga y, por lo tanto, este cierre no tuvo en mí el impacto emocional que seguramente sí encontrará en su amplísima base de seguidores, pero aún con los desniveles actorales que ya sabemos (el futuro artístico pinta mucho más brillante para Emma Watson que para Daniel Radcliffe) y otros reparos que puedan hacérsele estamos ante un final que -esta vez sí- está a la altura de las expectativas.
Cine chatarra Voy a decirlo sin preámbulos: Michael Bay filma mal. No sólo es un flojo narrador (en las escenas de acción no logra la más mínima fluidez, no hay transiciones y muchas veces no se entiende qué está pasando) sino que además nos regala dosis de misoginia y patrioterismo que resultan hirientes. Su humor adolescentón tampoco ayuda demasiado, por más que la billetera le permita contratar a muy buenos secundarios como -en este caso- John Turturro, Frances McDormand o John Malkovich. Una vez que ya hemos "disfrutado" de los autos, camiones y otras máquinas que se convierten en Autobots (los robots buenos) y Decepticons (los malos), que vemos el enésimo enfrentamiento a pura pirotecnia de CGI nos queda una sensación de vacío y de bronca. Bronca por tanta banderita estadounidense flameando mientras los marines nos salvan del fin del mundo, por tanto primer plano de culo y teta para los urgidos preadolescentes y los babosos machistas (ahora con Rosie Huntintong-Whiteley en lugar de la despedida Megan Fox), por tantos minutos ridículos, absurdos y ¡aburridos! en el que se propone una trama que "justifique" lo único que aquí importa: el "rompan todo" de la hora final. Bay y Spíelberg seguirán llenándose los bolsillos con esta robótica y solemne (¡ay, esa voz en off!) saga, pero en el terreno de la historia del cine no habrán ganado ni un mínimo de reconocimiento con una propuesta arbitraria y en muchos sentidos -sobre todo ideológicos- abyecta. No podemos quedarnos con que es "grasa" e "inimputable". Es una mala película.