Eterno espíritu adolescente ¿Hay que pedir disculpas desde un medio masivo de comunicación por disfrutar de una película como Jackass 3D? ¿Hay que ponerse moralista o discutir "en serio", cual sesudo intelectual sustentando complejas teorías, si su propuesta es machista o si su vulgaridad es insultante? Para algunos, puede incluso que esta sucesión de pruebas con situaciones extremas no sea siquiera algo demasiado cercano al CINE, pero este tercer spin-off del ciclo de MTV creado por el director Jeff Tremaine, el alma-mater Johnny Knoxville y el aquí productor (y special guest) Spike Jonze sigue siendo tan irresistible como siempre. Lo lícito en este caso podría ser preguntarnos por qué nos engancha ver a unos grandulones (des)vestidos de forma ridícula y haciendo bromas pesadas con soretes, pedos, piñas, serpientes cual adolescentes sadomasoquistas que se resisten a crecer ¿Nos gusta el exhibicionismo impúdico, la falta de prejuicios, el morbo de ver a gente disfrutando y/o sufriendo situaciones que dan miedo o asco, con un desenfado (y, por qué no, una creatividad) digno del surrealismo de Luis Buñuel, de la audacia de John Waters o del humor físico de Los Tres Chiflados. No me interesan los deportes extremos ni soy afecta a las emociones fuertas, pero la pasé bien (muy bien) viendo a Knoxville y su pandilla de stunts (que van desde obesos hasta enanos) compartiendo este tipo de "proezas" escatológicas, violentas o humorísticas con una alegría y una camaradería que logran transmitir y contagiar al espectador. Esta es una típica película del tipo "tómela o déjela". Entiendo que cualquier otro espectador pueda sentirse abrumado, aburrido, insultado o lo que sea con la propuesta. Yo la reivindico. No dejemos que la dictadura de la corrección política nos impida sumergirnos en el submundo de Jackass (ahora con algunos efectos 3D que poco agregan). ¡Qué vivan, pues, los excesos, el mal gusto, la veta lúdico y el eterno espíritu adolescente!
Más corazón que odio Gru, el despreciable y a la vez querible malvado al que el gran Steve Carell le ha creado una voz que parece una mezcla entre un mafioso ruso y el Siegfried de Kaos de la serie El Súper Agente 86, es el gran protagonista y el mayor hallazgo de Mi villano favorito, la lograda primera incursión de varios ex ejecutivos y artistas de Fox en el lucrativo mundo de la animación digital para la compañía Illumination Entertainment y el estudio Universal Pictures. Si bien no alcanza el nivel de guión ni la excelencia visual de las cimas artísticas de Pixar, Mi villano favorito es mucho más que las ya demasiado mecánicas, agotadas sagas de La Era de Hielo (Fox) o Shrek (DreamWorks). Con un distinguido touch europeo (la idea original es de un español y la animación, pletórica de detalles y colores, fue realizada en Francia), Mi villano favorito apuesta por la incorrección política y por el delirio: un antihéroe dominado por los traumas que le ha generado su madre y por los celos hacia otro malvado más joven que ha conseguido mayores proezas que él se juega todo para dar el gran golpe (robarse… ¡la Luna!), pero al mismo tiempo termina adoptando a tres encantadoras huerfanitas que le ablandarán el corazón. No sé si en la Argentina la película se podrá ver en versión original subtitulada (sería un pena que se pierdan el unipersonal de Carell y deban soportar un doblaje molesto) y recomiendo apreciarla en salas 3D porque los efectos, esta vez sí, fueron concebidos en función de las múltiples posibilidades de dicho formato. En este sentido, no se pierdan la secuencia de títulos finales. Yo sé lo que les digo.
Triste, solitario y final Una podría iniciar esta breve reseña sintetizando la trama (Shrek es engañado por el malvado mago Rumplestillskin para apoderarse del reino de Muy Muy Lejano y debe reconquistar a Fionna, ahora convertida en líder de la revolución de los ogros) o bien comentar la solvencia técnica de la animación ya concebida desde su origen con los efectos 3D en mente. Sin embargo, lo más llamativo de esta cuarta (¿y última?) película de la saga es su falta de inspiración, de sensibilidad y -si se me permite el término- de "onda": es cierto que no hay nada que dé vergüenza ajena, pero al mismo tiempo todo luce demasiado mecánlco, prefabricado, como si la hubiesen concretado con desgano y piloto automático. Así, la decadencia de la franquicia, sin ser absoluta, resulta igualmente desoladora: la primera parte fue excelente, la segunda muy buena, la tercera buena y esta cuarta, apenas mediocre. Para los chicos (y ojo que no hay ningún menosprecio en esta consideración) el entretenimiento está más o menos asegurado, ya que hay mucho ritmo, humor físico, despliegue visual e impacto en los efectos para las salas digitales 3D, pero para el público adulto que supo disfrutar de la mirada irónica, la sensibilidad y la ternura de las dos primeras entregas Sjrek para siempre tiene poco, muy poco que ofrecer. Este cuarto episodio, lamentablemente, se parece demasiado a esos subproductos que las compañías dedicadas a la animación suelen concebir para su edición directa en DVD o su estreno en televisión. Es un triste final para una saga que había logrado no sólo un merecido éxito comercial sino también un amplio prestigio artístico. Shrek, Fionna, Burro y el Gato con Botas no merecían despedirse así. Un triste y solitario final.
Pixar se anota otro golazo y ya gana 11 a 0 En su undécimo largometraje, la mejor productora de la animación (¿y del cine en general?) consigue otra gema y rompe ese supuesto maleficio que asegura que toda saga se desploma en su tercera entrega. Aunque se le pueden encontrar algunos reparos (mínimos), este muy esperado regreso de Woody, Buzz y los otros encantadores juguetes vistos en los notables films originales de 1995 y 1999 no defrauda en absoluto. Un gran logro artístico que tendrá un seguro correlato en las boleterías de todo el mundo. Luego de aquel genial uno-dos de la ya muy lejana segunda mitad de los años ’90 (cuando la animación digital todavía estaba en una incipiente etapa de desarrollo), Pixar se tomó 11 años para recuperar a los personajes que le dieron fama mundial. La espera valió la pena. No hay aquí “reciclaje”, “piloto automático” ni “fórmula” (para eso véase la cuarta parte de Shrek). Toy Story es una gran comedia tanto en términos de humor físico como de diálogos con punch o de enredos bien construidos a partir de un guión de primer nivel. La discusión, por lo tanto, sólo pasará por si TS3 alcanza o no la categoría de obra maestra. Para mí, no. Pero tampoco se queda muy lejos. Hay algunas situaciones que se alargan un poco o ciertos pasajes de persecusiones que también parecen algo estirados (con 5 o 10 minutos menos probablemente la película ganaría en concisión e impacto). Pero éste u otros cuestionamientos son menores, casi insignificantes para un equipo creativo liderado por John Lasseter en el que lo verdaderamente importante sigue siendo contar una buena historia. Aquí la hay. La técnica jamás está por encima de la narración y, si bien hoy las herramientas son mucho más amplias y perfectas que hace 15 años, TS3 comparte el mismo amor por el cine que sus dos antecesoras. Llego casi al final de la crítica y me doy cuenta que no conté nada de la “trama”. Creo que no hace falta. Por las dudas, para aquellos que quieren saber “de qué se trata”, les digo que Andy ya tiene 17 años y está a pocos días de mudarse a la universidad. Por lo tanto, tiene que limpiar su habitación. Después de una acumulación de desventuras y tropiezos, Woody, Buzz y compañía terminan en una guardería en apariencia bucólica, pero que se convertirá en un verdadero infierno. Hasta aquí lo que debo (y quiero) anticipar. El resto, se los dejo para que lo disfruten en cine (en 2D, en 3D, en IMAX, no hay gran diferencia). Vayan con amigos, parejas, hijos, sobrinos nietos o solos. Pixar no los va a defraudar. PD: El cortometraje que precede al film, Día y noche, sí es una masterpiece. Sin dudas.
Siempre tendremos a Robert Si Ud. tiene pensado ir a ver Iron Man 2 poco le importará lo que lea en estas líneas. Y si Ud. ya tiene decidido no ir a verla tampoco este texto le hará cambiar de opinión. Sin embargo, el estreno de esta secuela -que en la Argentina se estrena 8 días antes que en los Estados Unidos- tiene un alcance global y, por lo tanto, aunque tengan una incidencia cero, se irán publicando, una tras otra, cientos, miles de reseñas en blogs, sitios, diarios y revistas. Comenzaremos diciendo, entonces, que Iron Man 2 es bastante decepcionante. No está mal, se deja ver, es "profesional", no es del todo aburrida, pero claramente está un par de puntos por debajo de la muy entretenida primera entrega, también dirigida por Favreau. Las set-pieces (escenas de acción con despliegue de CGI) no son particularmente inspiradas, los chistes efectivos son pocos, la tensión erótica con Gwyneth Paltrow esta vez es casi nula, las múltiples incorporaciones en el elenco (Don Cheadle, Mickey Rourke, Scarlett Johansson, Samuel L. Jackson) no lucen demasiado y, por lo tanto, en los 124 minutos hay unos cuantos que están de más. Esperaba más humor y delirio de un guión firmado por el conocido actor Justin Theroux (uno de los responsables de esa joyita llamada Una guerra de película, de Ben Stiller), pero aquí todo luce bastante estructurado, y previsible, como concebido en función de cumplir uno por uno con los requisitos básicos del buen blockbuster marketinero (y, de paso, ya lanzar en pantalla la saga de Los Vengadores/The Avengers que se viene en mayo de 2012). Pero (afortunadamente hay un pero) allí está el inmenso Robert Downey Jr. -el mejor superhéroe que haya dado el cine contemporáneo (vean sino Sherlock Holmes) para llenar de gracia, irreverencia, calidez, desparpajo y emoción una pantalla que luce fría y casi desprovista de ideas. Rey del timing, campeón de la one-liner, maestro del gesto exacto, RD Jr. hace que este discreto tanque de fogueo dispare unas cuantas balas de verdad y pueda dar varias veces en el blanco. Gracias, querido Robert. Vos sos un verdadero actor "de hierro".
DreamWorks vuela alto No tenía grandes expectativas respecto de este nuevo trabajo de los directores de Lilo & Stitch (una franquicia cinematográfica y televisiva que nunca me interesó demasiado) e incluso las fotos de producción no parecían demasiado atractivas. Por suerte, esta nueva película animada de DreamWorks no sólo es bastante entretenida en su mixtura de elementos dramáticos ("emotivos") y cómicos, sino que además resulta un salto cualitativo en el campo de las imágenes 3D estereoscópicas (no es Avatar, aclaro): así como los trabajos recientes de Pixar claramente no habían sido diseñados desde el vamos para las salas digitales 3D sino que se les habían "agregado" efectos a último momento, Cómo entrenar a tu dragón sí fue concebida pensando en la profundidad de campo y los movimientos de los personajes "hacia el espectador" munido de los anteojos oscuros. De todas formas, esta épica de aventuras, romances y amistad entre un adolescente "diferente" (o sea, sensible) y un dragón, en el marco de una comunidad de vikingos, guerreros muy brutos que viven en una isla y se dedican, precisamente, a cazar a esas criaturas no se queda en el simple despliegue de efectos de alto impacto (que los tiene) sino que se sostiene en buenas escenas de acción, en un digno trabajo sobre una disfuncional relación padre-hijo, aunque el eje principal aquí es el encuentro entre el protagonista Hiccups y un misterioso dragón que ha perdido parte de su cola y no puede volar bien. El inevitable mensaje políticamente correcto (convivir en vez de enfrentar) no cae por suerte en el subrayado, la sensiblería ni la demagogia excesiva. Me dice Diego Batlle que en la Argentina no se verá la versión original subtitulada (ni siquiera en las funciones nocturnas) y es una pena. No sé cómo será el doblaje al castellano, pero los trabajo con las voces de Gerard Butler (como Estoico, el incompetente padre e histórico lider de la tribu) y de los cuatro jóvenes que comparten el entrenamiento "anti" dragones (interpretados por Jay Baruchel, America Ferrera, Jonah Hill y Christopher Mintz-Plasse) son realmemente muy logradas. De todas formas, tanto en lo narrativo como en lo visual, Cómo entrenar a tu dragón tiene logros suficientes como para compensar esa pérdida.
Bienvenidos al país de la locura Casi 150 años después de su publicación, la notable novela fantástica -y protofeminista- de Lewis Carroll (en realidad, son dos los libros que sirvieron como punto de partida para el guión) es retomada por el no menos genial director Tim Burton en una superproducción de Walt Disney a puro CGI concebida para salas 3D digitales. Aunque en este sitio se suele analizar en detalle las posibilidades comerciales de las películas (en este caso, la combinación Burton + Depp + Sello Disney + 3D + historia clásica de corte fantástico para toda la familia es sinónimo de un éxito descomunal), voy a concentrarme en los logros (que los hay, y muchos) y en ciertas carencias (que por suerte no son tantas) de este film. Más allá del prólogo y de algunos flashbacks que muestran a la Alicia con los entre 6 y 7 años con que siempre se la conoció, la heroína de Burton (convincente trabajo de Mia Wasikowska) es una bella londinense de 19 que -entre distracciones, pesadillas y rebeldías varias- deja plantado en medio de la fiesta de compromiso a su patético novio que le podría dar a ella y a su madre (su padre, un empresario visionario, ha fallecido) una vida llena de holgura y previsibilidad. De todas maneras, más allá de ese marco, casi 90 de los 108 minutos del relato transcurren en el País de las Maravillas, donde Alicia quedará en medio de la disputa entre la malvada Reina Roja (otro gran trabajp de la señora Burton, Helena Bonham Carter) y su hermana, la bondadosa Reina Blanca (una Anne Hathaway que no alcanza a lucirse demasiado. Para ayudarla, claro, allí estarán El Sombrerero Loco (otra delirante creación para la galería de excéntricos y fascinantes personajes de Johnny Depp) y una amplia variedad de criaturas que la acompañarán en sus aventuras. El film tarda un poco en arrancar (Depp aparece a la media hora) y hay momentos no demasiados sustanciosos en términos narrativos en los que todo queda casi reducido a un despliegue de sofisticadas creaciones visuales. Pero, incluso en esos pasajes donde hay más regodeo formal que hondura dramática, la película nunca deja de fascinar. Como fanática de Tim Burton me quedé con ganas de más (la segunda mitad de la película es excepcional) y, por más que Alicia en el País de las Maravillas no alcance el status de obra maestra, ratifica a un director dueño de un universo (léase una amplísima paleta de recursos en todos los terrenos del cine) único y deslumbrante.
Los gritos del silencio Por más que los trascendidos de Hollywood sobre este film no eran demasiado alentadores (incluso su estreno se fue demorando más de lo debido), la presencia como director de Joe Johnston (que tiene en su haber varios films atendibles como Rocketeer, Cielo de Octubre y Jurassic Park III) permitía cierto margen para la ilusión. Sin embargo, la decepción es casi absoluta. Aquí, cinco razones posibles (seguro que hay más): 1- Guión: esta nueva versión del film escrito en 1941 por Curt Siodmak y protagonizado, entre otros, por Lon Chaney Jr, Claude Rains y Bela Lugosi es todo lo elemental, torpe, obvio, solemne (y más) que se puedan imaginar. 2- Casting: Benicio Del Toro parece el menos indicado para interpretar a un inglés de la Inglaterra victoriana de 1891 y ni siquiera se esforzó por imitar el acento de la época y el lugar. Emily Blunt tiene cero química con él y Anthony Hopkins, en el papel del despiadado padre de la familia "maldita", trabaja a reglamento y, debe admitirse, zafa bastante. 3- Dirección: Si alguien alguna vez pretendió encontrar en Joe Johnston alguna marca autoral, cierta reivindicación de su clasicismo narrativo, aquí su trabajo queda reducido prácticamente a la nada. Un relato informe (ni siquiera deforme), sin vuelo y sin gracia. Hay excesos gore (vísceras por doquier) pero ni medio gramo de ironía o inteligencia. 4- Edición: La película parece haber sido reeditada (cortada) demasiadas veces y, por lo tanto, la cosa no fluye como debería. No quedará, sin dudas, entre lo mejor de la carrera del gran Walter Murch, habitual ladero de Francis Ford Coppola. 5- CGI / maquillaje / Diseño / Música. A pesar de haber contado con la participación de indudables talentos como el fotógrafo Shelly Johnson, el músico Danny Elfman, el apuntado compaginador Walter Murch o el diseñador Rick Heinrichs, el film ni siquiera resulta demasiado novedoso o espectacular en su aspecto técnico, probablemente más por las carencias generales del relato que por la incapacidad de sus responsables. Esto es todo. Y es poco.
Rompan todo Emmerich está obsesionado con las catástrofes y ya nos ha "regalado" ataques de Godzilla, de aliens, de mamuts y de cuanta amenaza pueda imaginarse. Ahora, directamente, destruye el planeta a partir de una doble "justificación": el apocalipsis que predijeron los mayas y una explicación científica (el calentamiento de la Tierra por las emisiones solares). La película tiene en sus laaaaaargos 158 minutos el espectacular despliegue de CGI que sus fans esperan (ciudades que son arrasadas en efecto dominó, cruceros que se hunden a causa de un tsunami, inundaciones que cubren el Himalaya) y, calculo, eso será suficiente para que varios miles de espectadores argentinos (al igual que en el resto del mundo) lo consideren válido de invertir el dinero de la entrada y de dedicarle semejante tiempo de sus vidas. Las múltiples tramas (una más torpe, absurda, obvia, exagerada, lacrimógena y conservadora que la otra) tienen como protagonistas desde un hombre divorciado y padre poco dúctil (John Cusack, absolutamente desaprovechado) que terminará reivindicándose ante su familia hasta el presidente de los EE.UU. (Danny Glover), pasando por un geólogo que analiza la catástrofe (Chiwetel Ejiofor) o un delirante conductor de radio que parece disfrutar del fin del mundo (Woody Harrelson). Los diálogos hieren los oídos, los excesos sentimentales bordean el ridículo y las apelaciones bíblicas (con arca incluída) son de manual escolar. Queda, por lo tanto, aguantar las transiciones y disfrutar (si les interesa) la destrucción del mundo a través de las set-pieces construidas a puro diseño y adrenalina. De cine verdadero, puro, genuino, aquí hay poco y nada.