Lo que siempre hago al momento de analizar un film es juzgarlo por lo que pretende ser. Lo mismo hacen mis compañeros en esta web y un ejemplo clarísimo para explicar este concepto es Me casé con un boludo. Si la analizo de forma minuciosa tendría que señalar unas cuantas cosas pero no correspondería porque dentro del mundo que se plantea hay validez para tomarse ciertas licencias que alejan de la realidad. La comedia (y la comedia romántica) se encuentra muy bien construida a través de los dos protagonistas en su actuar. Hacen reír y eso es lo que importa porque es lo que el espectador va a buscar. Asimismo, cinematográficamente está muy bien y Juan Taratuto se consagra como uno de los mejores directores de comedia argentinos. Es un género que sabe manejar a la perfección. De todos modos también me gusta cuando incursiona en otro tipo de films tales como La reconstrucción (2013). El único problema que tiene aquí es la inevitable comparación con Un novio para mi mujer (2008): mismo género y mismo dúo protagónico. Aquel film es una joya absoluta e indiscutida y ante la comparativa Me casé con un boludo va a salir perdiendo porque no tiene frases ni escenas que quedarán para el recuerdo tales como la de los signos. Aquí no hay una Tana Ferro. Ahora bien, eso no significa que no podamos disfrutar del papel que compone Valeria Bertuccelli. De hecho es muy bueno y su química con Suar es la de siempre. Pasa que en este film se luce más él que ella. El papel de actor exitoso, desconectado de la realidad, egocéntrico y muy tonto le sienta a la perfección. Realmente logra hacerte reír. Más allá de las obviedades, hay un par de giros argumentales buenos e interesantes. Esto le permite al film estar siempre en ritmo y al espectador a que o baje la guardia. Me casé con un boludo es una gran comedia argentina que hará reír a cualquiera que la vaya a ver. Y es lo que muchos están buscando.
Este género se está agotando y por suerte no quedan muchas más películas por estrenar sobre adolescentes en un futuro distópico. La fórmula ya está muy quemada, demasiado repetitiva. Es un subgénero agotado que murió con la última entrega de Los juegos del hambre. Leal: parte uno, perteneciente a la Saga Divergente, da fe y testimonio del enunciado expuesto porque es un duplicado de sí misma y de sus compañeras de fórmula al punto que logra hartar y ser casi insoportable. Las fans me odiarán por esta afirmación, pero lo que hay que entender es que no estoy criticando al libro sino a la película porque esta historia no funciona a nivel cinematográfico. De entrada tiene el gran problema que parece no tener comienzo, la historia está tan avanzada de las dos entregas anteriores que no da ni cinco minutos para entrar en sintonía y el final es tan abrupto que no parece final. Esto sucede por ser un tercer libro y por partir la trama en dos partes para hacer dos películas. El tono también es confuso, porque intenta tener tintes políticos pero no lo logra, la historia de amor ya quedó desdibujada y la comedia que se intenta introducir con los comentarios del insoportable personaje de Miles Teller no hacen reír ni a palos. Pese a contar con dos de los mejores actores de su generación: Shailene Woodley y el ya nombrado Teller así como también figuras tales como Naomi Watts y Jeff Daniels, el elenco destila desgano en sus interpretaciones. El director alemán Robert Schwentke, también responsable de la entrega anterior, no logró remontar nada y eso da para pensar que se encuentra muy atado a un guión que es malo y de esa no se sale aún cuando la parte técnica sea buena. Leal: Parte 1 solo es apta para los fans acérrimos a esta saga. El resto de los potenciales espectadores elijan ver otra película.
Antes de decidir ver Juventud hay que tener en cuenta que nos encontramos ante un film que no es para todos los paladares ya que el director italiano Paolo Sorrentino, quien viene con un Oscar bajo el brazo por La grande belleza (2013), propone una narrativa muy particular que mezcla tiempos dinámicos con pausas pronunciadas. Si te gustó su galardonada obra, y si esta propuesta te atrae, no vas a salir decepcionado ni un poco ya que Juventud es una magnífica película. Arrancando desde la ironía del título, los dos protagonistas se encuentran en un hotel/spa de lujo en los Alpes en el ocaso de su vida queriendo hacer un repaso por su pasado sin poder recordarlo con claridad, lo que hace que la perspectiva del presente se les nuble de problemas. Así es como encontramos a Michael Caine y Harvey Keitel en dos soberbias actuaciones que logran transmitir muy bien lo que están atravesando. Asimismo, ese hotel medio bizarro en el cual estos dos mejores amigos se encuentran aloja a una gran gama de personajes secundarios que van desde la hija de uno de ellos en pleno divorcio (Rachel Weisz), un exitoso actor de Hollywood quien no quiere que se lo reconozca únicamente por haber protagonizado un blockbuster (Paul Dano) y el mismísimo Diego Maradona, aunque sin mención directa por obvias legalidades, interpretado por el actor argentino Roly Serrano. También hay un cameo espectacular de Jane Fonda. Reflexiones sobre la vida, la muerte y el lugar de los afectos es la base para todo el relato en un guión con diálogos muy certeros e ingeniosos. La fotografía también cautiva porque resalta ese ambiente natural propio de un cuadro y otras escenas un tanto más oníricas. Juventud es un film que vale la pena experimentar. Es diferente. Es buen cine.
Una noche de amor es de esas películas que te dejan pensando y reflexionando. No porque uno pueda descubrir en ella una gran verdad sino porque es imposible no sentirse identificado.Más aún si el espectador es casado y tiene hijos, pero también los que no se encuentren en esa situación porque aborda a los sueños, los anhelos, las fantasías, lo cotidiano y algo tan simple como enfrentar levantarse de un restaurant sino te gusta el menú.Sebastián Wainraich no solo es el protagonista de esta comedia romántica sino que también la guionó y los que lo sigan en radio o teatro van a poder encontrar rasgos y características de sus anécdotas y sus pensamientos en esta obra genialmente escrita.El director, Hernán Guerschuny, hace todo lo contrario a lo que planteó en su ópera prima El crítico (2014) donde se burlaba de este género como hilo conductor porque aquí se apropia del mismo y lo exprime a su máxima potencia saliendo indemne de todos los clichés y lugares comunes.Por su parte, Carla Peterson está muy bien y le crees todo el tiempo. Hace buena dupla con Wainraich.La historia es simple pero divertida y emotiva. No es pretenciosa y aún así logra meterse muy dentro de uno en algunas escenas.Lo que hay que destacar por sobretodo es lo bien construidos que están los personajes. Son reales pero al mismo tiempo cinematográficos.El protagonista encuentra correlato en personajes de Woody Allen por su neurosis y respuestas dentro de un grupo de elementos bien estereotipados. Los ojos más cinéfilos notarán estos detalles y otros más.Me encantaría poder hablar del final porque me encantó, es de esos que te recuerdan el por qué te gusta mucho el cine: las fantásticas historias que se pueden crear aún en lo más común de la vida.Una noche de amor es de las mejores comedias románticas argentinas de los últimos tiempos y merece ser vista en el cine.
La última de las nominadas al Oscar llega a la cartelera argentina pocos días antes de la premiación y lo hace sin mayores sorpresas porque tal vez es el film más “clásico” de todos los ternados.Brooklyn ofrece una historia de amor cruzado cuyo personaje principal se encuentra en el medio de dos amores: uno tras haber migrado a Estados Unidos y otro en Irlanda, su tierra natal.Más allá del amor, la película aborda muy bien temas como la soledad y el aislamiento a través de una muy sólida Saoirse Ronan, también nominada.El gran problema de la cinta es que aburre un poco y que no presenta ninguna mayor sorpresa tanto en lo argumental como en lo cinematográfico. Sinceramente no entiendo su nominación. O sea, es buena y de eso no hay dudas ¿pero para estar entre las mejores del año? Para nada.El director John Crowley lograr recrear muy bien la época y el sentimiento de esa oleada de emigrantes en el tono del film bien acompañado por la fotografía, pero no se puede alabar mucho más que eso.En definitiva Brooklyn es una buena película pero que puede llegar a aburrir como consecuencia de su solemnidad. Y no tenemos que olvidar que es una de las nominadas al Oscar y por lo tanto el trabajo de buen cinéfilo es verla.
Alex de la Iglesia es un genio y no tiene que haber discusión al respecto. Sus obras son más geniales y su única mancha tal vez es 800 balas (2002) donde no se pudo ver lo brillante de siempre.En esta oportunidad llega con una nueva comedia, género que si bien no había abandonado por completo estuvo atravesado y mezclado con otro tipo de cine tal como plasmó en Triste balada de trompeta (2010) y Las brujas de Zugarramurdi (2013).Este estreno es más cercano a La Comunidad (2000) y Crimen ferpecto (2004), no por lo argumental sino por el código.Mi gran noche es una fiesta absoluta no solo literal (porque la historia transcurre en la grabación de un teletón tipo fiesta de navidad) sino también por la experiencia fantástica que vivirá el espectador donde habrá momentos en donde no podrá parar de reírse.Este es un buen ejemplo de ridiculez de la buena y no Zoolander 2. Aquí se toman conceptos muy muy simples y se los llevan al extremo de lo gracioso involucrando drogas y sexo (con un poco de escatología también).El elenco es formidable, todos y cada uno de ellos: Mario Casas, Santiago Segura, Hugo Silva, Carlos Areces y la hermosa Carolina Bang.Pero el que se lleva todo y te hace llorar de risa es Raphael. ¡Si, Raphael! El legendario cantante español se parodia a sí mismo en escenas memorables.Su personaje es la absoluta personificación del espíritu del film en donde de la Iglesia logra un clima en donde todo vale.Y no solo desde lo argumental es bueno sino que cinematográficamente también. La fotografía y la edición se lucen.A lo mejor la cinta no es para todo tipo de público por la simple razón de que no todos tienen el mismo tipo de humor. Pero si conocen el cine de Alex de la Iglesia, y les gusta, acá encontrarán una verdadera joya.Mi gran noche es una excelente comedia de autor que hará estallar de risa a quien se encuentre en sintonía.
La peor publicidad para Mi abuelo es un peligro es su título porque si el original (Dirty grandpa) hubiese sido traducido de forma diferente y más fiel a la traducción literaria (abuelo sucio/calentón/zarpado) el espectador podría tener una mejor idea de lo que va a pagar por ver y no confundirse con una película protagonizada por Francella antes de hacer cine de calidad.Este estreno es una comedia para pasar un buen rato en el cine y no hay que pedir más que eso. Tiene escenas muy graciosas y otras que dejan bastante que desear pero el balance es positivo.La legitimidad total se la da Robert De Niro, lo cual es una obviedad pero hay que destacarlo.Es muy gracioso verlo en ese tipo de situaciones de humor adolescente y sexual.Por su parte, Zack Efron está para tirar facha y nada más.El director Dan Mazer, quien fue guionista de Borat (2006) y Brüno (2009), la tiene clara con este tipo de humor y lo demuestra bien en la cinta porque pasa rápido y entretiene en su mayoría.Lo único malo es al arco argumental que tiene que ver con el nuevo amor descubierto por el personaje de Efron en contraposición a la historia con su futura esposa. Es resto está fluye y está bien filmado.Mi abuelo es un peligro vale su entrada aunque no sea una genialidad y en comparación te vas a reír mucho más con esta propuesta que con Zoolander 2.
Con todo el dolor del mundo escribo estas palabras porque amo incondicionalmente la película Zoolander (2001) y su secuela es un pobre intento de película únicamente tolerable por la gloria de la primera.Antes de abocarme en este triste estreno (el cual vi en una función común porque no se realizó privada para la prensa) me parece acertado hacer un breve repaso sobre la importancia y trayectoria de la cinta original.Su estreno fue el 28 de septiembre de 2001, tan solo unas semanas después del atentado al World Trade Center y al Pentágono, y aparentemente la sociedad norteamericana no estaba de humor para ir al cine a verla por lo que fue un rotundo fracaso.Luego el VHS, el nacimiento del DVD y las continuas repeticiones en cable la convirtieron en el film de culto que es hoy.Su irreverencia es genial. La forma en la cual el absurdo está tratado en todos los personajes no tiene comparación y posee algunas de las escenas más cómicas de la historia del cine. No hace falta ni nombrarlas porque todos sabemos cuales son.Zoolander fue una comedia definitiva y definitoria sobre una década que terminaba y lo que nos había dejado. Un verdadero hito.Ahora bien, durante muchos años se habló de una secuela pero Ben Stiller siempre estuvo reticente en entrevistas hasta que de repente y casi sin previo aviso se dio a conocer el año pasado que la película se estaba rodando en Roma y todos los fans estallamos de alegría.Siento decirles a esos fans que sus expectativas serán aplastadas. Y no porque la vara se encuentra alta sino porque no hicieron un guión a la altura, uno que pudiera cautivar esos chistes y reconvertirlos.No se trata de que sea ridícula porque lo tiene que ser sino más bien de cómo esa ridiculez es llevada.Lo único bueno que tiene es el fan service, aquellos guiños y secuencias que si o si esperábamos, lo mismo que los cameos.Algunas apariciones son espectaculares pero no las voy a decir porque sería spoilear lo único bueno.La dupla Ben Stiller/Owen Willson está intacta pero sin la magia que tiene que tener. Los títeres están ahí y en gran estado pero el titiritero se encuentra cansado.Stiller es ese titiritero y su desgano es explicable si lo que quiere es dirigir películas como La vida secreta de Walter Mitty (2013) y aquí va por el cheque. Pero nadie puede dar fe de eso.Lo que si se puede asegurar es que su corazón y entusiasmo no están en Zoolander 2.En definitiva, nos encontramos ante una secuela desalmada que nunca tendría que haber sido. Solo te hace reír en algunas partes y esas risas tienen que ver con la nostalgia de la original. Nada más. Una verdadera pena.
El rey del Once es una comedia diferente, porque si bien tiene la estructura y forma de comedia esconde más: un mensaje, algo que siempre hace Daniel Burman en sus películas y que a mi particularmente me gusta mucho.Otro aspecto de este estreno para tener en cuenta es que es intimista aunque no lo parezca, no solo en cuanto a la historia de su protagonista sino también sobre la colectividad judía.Y aquí es donde hay que detenerse, porque más allá de la exactitud o incongruencias sobre los usos y costumbres del judaísmo, el director logra que el espectador se meta en ese mundo.Lo mismo sucede con el barrio del Once, un símbolo de la Ciudad de Buenos Aires, desde que vi el film hace unas semanas me es imposible no recordar escenas. Me da la sensación que la película puede alterar la percepción que uno tiene sobre esas calles y negocios.Eso no es solo buen relato sino también buena cinematografía.Todo a través de la mirada y resoluciones del personaje compuesto por Alan Sabbagh. Muy bien logrado, transmitiendo lo que tiene que trasmitir: por momentos cosas graciosas y por momentos diálogos de drama y romance en el encuentro con el personaje que interpreta Julieta Zylberberg.La única contra de este estreno es que por momentos te podés sentir afuera. Es decir, partes de la trama se encuentran tan arraigadas a la cultura judía que los que no pertenecen a la misma no solo no entenderán algunas cosas (detalles menores) sino que a lo mejor no le darán la relevancia que supone.El rey del Once es una película de pertenencia y cargada de nostalgia. Por lo tanto es bien argentina. Con todos esos elementos que nos gusta encontrar. Uno sale del cine con una linda sensación, y eso no es poco.
¡Basta Nicholas Sparks! ¡Basta! Y por favor basta Hollywood de llevar a la pantalla todas las bazofias que este tipo ha escrito.No puede ser que todos los años nos encontremos con su redundante trabajo que todos saben que es malísimo pero que sin embargo le dan luz verde a la espera que sea otra The Notebook (2004) o A walk to remeber (2002), y nadie tiene en cuenta que esas fueron sus únicas buenas obras.Luego vino la seguidilla de películas con una misma estructura argumental sobre un amor imposible atravesado por una muerte hacia el final. Palabras más, palabras menos pero así se pueden resumir todas esas historias solo con algunas variantes.En esta oportunidad nos encontramos con En nombre del amor cuyo título original (The choice = La decisión) alberga la vuelta de tuerca (pequeña) que le da Sparks a este relato para no repetirse una vez más hasta el hartazgo.El director Ross Katz se pone al mando de lo que es un gran sinfín de lugares comunes que intentan ser película y no consigue sacar absolutamente nada bueno, tanto desde lo cinematográfico como lo actoral.El dúo protagónico es muy malo pese a que poseen química, la cual no basta solventar los diálogos de un guión que no tiene razón de ser.Por culpa de ese guión vergonzoso tanto Teresa Palmer como Benjamin Walker tendrán que disculparse por el resto de sus carreras y rezar para que no les afecte en futuras selecciones de elenco.No hay absolutamente nada para destacar sobre En nombre del amor, porque incluso el público al cual está apuntado tiene que reconocer que el film es malo por propia comparación dentro del género y con las otras obras del autor.La buena noticia es que -por el momento- esta es la última novela de Sparks que quedaba por adaptarse al cine. Pasarán un par de años hasta que el flagelo nos vuelva a azotar.