Alejandro Agresti es uno de los mejores directores argentinos de todos los tiempos. Arrancó fuerte en la década del ochenta (post regreso de la democracia) con El amor es una mujer gorda (1987) donde hizo un alegato desde el plano filosófico e intelectual hacia la última dictadura militar; Desafió a todo el cine nacional con El acto en cuestión (película que logró estrenarse luego de 20 años); Enterneció a todos con Valentín (2002), pisó Hollywood con maestría con La casa del lago (2006), por solo nombrar (y remarcar) diferentes géneros e importancia de sus obras. En Mecánica popular el realizador vuelve a dar cátedra demostrando que no hace falta mucho para contar una buena historia: una sola locación y cuatro personajes en este caso. Otra vez la dialéctica y el debate filosófico (a través de citas de libros y autores) se hacen presentes no solo para contar lo que aparenta ser una simple historia sino también para múltiples lecturas políticas y discursivas. Ahí está la clave. En esa característica se define si la película te va a gustar o no, depende de qué clase de espectador seas y lo que estés buscando con una propuesta así. Porque el público que ingrese a la sala medio desprevenido seguro que no le gustará e incluso podrá decir “no pasa nada”, pero el cinéfilo al que le gusta probar cosas diferentes saldrá más que satisfecho. La parte actoral es perfecta. Alejandro Awada da una clase magistral sobre como dimensionar a un personaje con diferentes matices. Marina Glezer es de esas actrices a quien da gusto ver en pantalla grande y que merece ese espacio. Por su parte, la composición que hizo Patricio Contreras es excelente. Lo mismo Romina Ricci. En cuanto a lo técnico, los planos y encuadres dentro del ambiente lúgubre de esa oficina en donde transcurre todo son muy buenos y esenciales para narrar en la forma que Agresti busca transmitir más allá de los diálogos. Mecánica popular no es una película para todos, no es industrial pese a la talla de su director y protagonista, sino es más bien un relato dentro de una historia, una declaración de un autor a través de palabras de otros autores y propias. Es buen cine.
Atención! Si buscan purgar los lagrimales o si tienen una obstrucción en esa parte de sus ojos esta es la oportunidad perfecta porque Milagros del cielo los hará llorar sin parar durante más de una hora. No estoy exagerando. Pocas veces lloré tanto con una película y eso que no le escapo a esa reacción y generalmente me emociono si la historia lo amerita. Pasa que por lo general eso sucede en el climax y/o en alguna escena puntual pero aquí es una gran porción de la cinta la causante del lagrimeo. Hecha esta aclaración (y advertencia) también vale decir que es una película difícil de criticar porque al estar basada en una historia real tan contundente y bien hecha en lo formal no hay muchas objeciones para hacerle. Una manera de describirla sería como digna candidata para que Virginia Lago la proyecte en Historias del corazón, lo que podría llegar a ser un insulto pero no en este caso porque el film es lo que pretende y causa lo que quiere: conmover. La directora mexicana Patricia Riggen, quien hace poco nos sometió a la película menos sorpresiva de la historia (Los 33) plantea una especia de telefilm de alto vuelo con miles de golpes bajos bien puestos a través de una narración bien formal del género dramático compuesta por muchos planos cortos y música generadora del clima buscado. La historia está narrada en primera persona por Jennifer Garner, quien interpreta a Christy Bean, autora del libro que aquí se adapta y que cuenta la terrible enfermedad y desenlace que vivió su pequeña hija. La protagonista reúne todo lo necesario para que le creas como madre en completa agonía pero por momentos es imposible no decir “esto es demasiado”, lo cual le resta un poco. La pequeña Kylie Rogers -con tan solo 11 años cuando rodó el papel- es la que merece todos los aplausos y seguimiento de su carrera bien de cerca. El resto del elenco está bien pero nadie en particular para destacar. En definitiva, Milagros del cielo es un buen drama que cuenta una de esas historias de “creer o reventar” que te va a hacer llorar mucho.
Hay secuelas innecesarias y secuelas totalmente incomprensibles. Este estreno trasciende ambas categorías porque es un desastre sin razón de ser. Cuando se estrenó Blancanieves y el Cazador en 2012 fue bien recibido. No fue excelente pero ni de cerca una película mala y el público la percibió muy bien al punto de garantizar una secuela casi de inmediato. Lo que sucedió luego ocupó los tabloides y programas de chimentos estadounidenses pero vale la pena ponerlos aquí para entender el contexto en el cual fue concebida esta película. Resulta que la heroína titular, la actriz Kristen Stewart, quien en ese momento tenía un noviazgo muy famoso en pleno auge de la Saga Crepústuco con su co-estrella Robert Pattinson tuvo un affair (filmado por paparazis) con el director Rupert Sanders, quien había sido el realizador de la primera entrega. Aunque parezca mentira este escándalo se filtró en el espacio creativo y tanto la actriz como el director dejaron de formar parte del proyecto. Así fue como se concibió este hibrido entre precuela y secuela en la cual se nombra mucho a Blancanieves (pero solo vemos su espalda) y lo peor de Thor, porque aceptémoslo, es una variación de ese gran personaje lo que Chris Hemsworth hace aquí. También había otro pequeño temita: lo mejor de la película original tampoco estaba disponible porque había muerto… el personaje de Charlize Theron, así que hubo que revivirla. Sumemos un poco de Frozen a través de una perturbada Elsa, quien en este caso sería el personaje de Emily Blunt y un poco más de girl power con Jessica Chastain y listo, engendro terminado. En esta oportunidad la dirección corrió por parte del francés Cedric Nicolas-Troyan en lo que es su ópera prima y un verdadero fiasco inconexo por una pésima edición y ni hablar del ritmo bien lento que va a causar unos cuantos cabezazos. Lo único que zafa es la bella Charlize y algunas escenas de acción porque ni los efectos visuales se salvan. En conclusión, El cazador y la reina de hielo es una película que nunca tendría que haber existido o por lo menos no de esta manera.
Al final del túnel es una gran thriller argentino mucho mejor que gran parte de propuestas similares que llegan desde Hollywood semana a semana. Hago esta aclaración de entrada porque aún en el año 2016 todavía se puede encontrar gente que “no ve cine nacional”. Ya hace mucho tiempo (por suerte) que vengo escribiendo sobre como el género se va posicionando en nuestra industria y este fiel exponente que se estrena hoy es un espejo de la calidad con la que contamos. Una idea simple y ya vista: un robo a un banco por un túnel, un héroe por accidente, un villano y una mujer en apuros que necesita ser salvada son los condimentos universales que aquí tienen un gran sello de calidad. El director Rodrigo Grande, quien viene producciones más pequeñas tales como su última película Cuestión de principios (2009), maneja muy bien esta nave de corte industrial con un propósito, una estética y una narrativa muy clara y prolija. Hay momentos divertidos, escenas de acción y suspenso y giros argumentales ingeniosos que en lugar de escapar al cliché lo abrazan para hacerlo original. La película no decae en ningún momento y el cinéfilo con ojo entrenado disfrutará la fotografía del “Chango” Monti, quien hace un laburo excelente como siempre. En cuanto lo actoral, Leonardo Sbaraglia compone un personaje con matices que se va ganando al espectador de a poco. Su trabajo es muy bueno y el reto físico se valora. Por su parte, Pablo Echarri (que también es productor) sale de su zona de confort causándote que te den más ganas de verlo en el cine en papeles así. Su personaje es inversamente proporcional al de Sbaraglia porque a medida que pasa la cinta lo vas odiando más y más. La española Clara Lago además de derrochar sensualidad hace alarde de un gran acento argentino y buena dupla con los dos protagonistas. El resto del elenco está muy bien, sobretodo Javier Godino como “el que piensa” de la banda de ladrones. Al final del túnel es buen entretenimiento garantizado, un film sin desperdicio que sin dudas merece ser visto en el cine.
Kóblic es un claro ejemplo de que todavía se pueden hacer películas situadas en el contexto de la última Dictadura Militar y que las mismas sean buenas y originales. Ejemplos como Infancia clandestina (2011), Pasaje de vida (2015) -aunque esté mal que yo lo diga porque soy su productor- y la reciente El almuerzo, sustentan esa premisa. Este estreno es un thriller que usa a su favor la historia del país en ese momento para plantear una situación similar a algunas que ya hemos visto en otras películas del estilo de héroes (o antihéroes) refugiados y que luego tienen que emerger porque se ven obligados por la situación y hacer justicia. También me gustó mucho como se abordó a los llamados “vuelos de la muerte”, momento infame si los hay y que aquí poseen una gran relevancia por la tremenda interpretación de Ricardo Darín en esas escenas. El llamado “gran actor argentino” honra siempre ese mote que bien ganado tiene. Aquí con lo justo, ni más ni menos, encarna a un piloto militar de buen corazón que huye de las Fuerzas Armadas luego de haber participado de una atrocidad. Y para seguir hablando de gran nivel actoral hay que aplaudir de pie a Oscar Martinez en la que seguramente es la mejor interpretación de su carrera. Su transformación (con ayuda de maquillaje) a través de gestos, miradas, posturas y forma de hablar es una maravilla y logra que odies a su personaje. El director Sebastián Borenzstein, redobla la apuesta de Un cuento chino (2011), que había sido su último trabajo, con una factura técnica soberbia y unos planos formidables. La paleta de colores también ayuda mucho para marcar el tono de la película, lo mismo que el buen montaje con inserts muy precisos. Lo único que no me gustó fue la música, me parece que se quedó corta y que no estuvo a la altura de la narración. Kóblic es una muy buena película que da cátedra actoral, muy bien dirigida y que cuenta una historia original dentro de una época muy oscura para nuestro país. Motivos sobran para ver este film, no se lo pierdan.
No voy a engañar a nadie: Yo vi al diablo (pésimo título que le pusieron a Visions, cuya traducción sería “Visiones”) es una más de las tantas películas de terror que llegan todos los meses a la cartelera y que no se destaca por nada salvo por un par de nombres en su afiche. Pero esto no significa que gran parte del público no vaya a disfrutarla. Como ya he escrito en reiteradas oportunidades, a los argentinos nos encanta el terror, es un género ideal para ver en citas y con amigos. Por lo que hay una necesitad constante que la cartelera de este género se renueve y por lo tanto hay un nicho muy fiel. Ese nicho (que no es experto pero que consume mucho terror) disfrutará bastante esta propuesta al igual que el espectador ocasional que ha visto muy poco. Todos los condimentos están ahí: los sobresaltos, la intriga y las conjeturas que nos podemos hacer y que luego nos sorprenden con giros en el guión hacia el final (lo más destacable de la película). El elenco es muy cuestionable, Isla Fisher no lleva bien el protagónico y se la nota fuera de código en varias escenas. Lo mismo sucede con Jim Parsons. Y el rol -en realidad pseudo cameo- de Eva Longoria es inexplicable. El director Kevin Greutert viene del palo del terror: se hizo cargo de dos de las entregas de El juego del miedo y Jessabelle (2014) y aquí lo vuelve a intentar. Si bien es el mejor de sus laburos, no logra salir de la repetición e innovar. En definitiva Yo vi al diablo es una película de terror más, una del montón, pero que los que consumen mucho el generó la disfrutarán.
De ahora y para siempre es de esos films que si te agarran en un momento de bajón emocional te puede terminar de destruir porque es muy fuerte. Aquí no hay ningún spoiler porque ya se puede leer en la sinopsis: es una historia real de una mujer lesbiana que padece de una enfermedad terminal y que lucha apara obtener derechos igualitarios. Gran parte del mundo occidental ha avanzado mucho al respecto en los últimos años por eso este film es importante, porque da testimonio de una gran causa y la manera en la cual está narrada te atrapa y sumerge en ese mundo. El director Peter Sollett, quien ya nos había regalado la genial Nick and Norah’s Infinitive Playlist (2008) y que hace poco hizo debutar con todo la serie Vinyl, demuestra gran compromiso con esta obra. Julianne Moore y Ellen Page están excelentes en sus papeles y de ninguna manera sería justo juzgar a sus personajes por estereotipados dado a que sus contrapartes en la vida real hablaban y se vestían de la forma en la cual fueron interpretadas. Este estreno es un melodrama, no se puede negar eso. Lo que no implica que no sea una buena película porque realmente lo es. Hace llorar pero deja un mensaje y apoya una buenísima causa aún cuando todo sea previsible (el único punto flojo del film). Así que si la duda radica en secar o no los lagrimales sepan que van a tener que hacerlo pero que valdrá la pena.
Volando alto es de esos largometrajes que te inspiran, de esos que te logran deslumbrar con una historia de vida tan maravillosa que le cabe el mote “de película” con todas las letras. Yo no sabía nada de Eddie “The Eagle” Edwards y quedé completamente cautivado por su historia y la brillante interpretación que brindó Taron Egerton, a quien hace poco lo vimos en un papel totalmente diferente en Kingsman (2014). Las Olimpiadas de Invierno que se celebraron en Calgary, Canadá, en 1988 tuvieron un par de excentricidades que dieron que hablar y luego se convirtieron en material fílmico: el equipo jamaiquino de trineo sobre el cual se inspiró el film Jamaica bajo cero (Cool runnings, 1993) y ahora la historia de este delirante que de un día para el otro decidió que iba a saltar en sky. Esta producción viene bastante demorada (como unos 20 años) pero recién se puso seria en 2007 cuando el director irlandés Declan Lowney se sumó al proyecto. El protagonista iba a ser Rupert Grint pero sus compromisos con las últimas dos entregas de Harry Potter no se lo permitieron. Eso sumado a la falta de chapa del director hicieron que el proyecto se cayera una vez más. No fue hasta que el actor devenido en director Dexter Fletcher tomó las riendas que todo volvió sobre rieles. Cabe aclarar que si bien hoy esto es una película que distribuye Fox internacionalmente comenzó como una producción independiente. La sumatoria de Hugh Jackman le dio otro tinte, y él cumple muy bien el papel de entrenador en busca de redención. La fotografía es buena pero aparenta ser mejor de lo que en realidad es gracias a los planos de saltos y las subjetivas en esos momentos. No hay mucho más que destacar en ese aspecto como si hay que hacerlo con la excelente banda sonora que contiene un compilado espectacular. Volando alto es una película que en apariencia dice poco pero que luego tiene mucho. Es imposible que no se te dibuje una sonrisa con el carisma de Eddie y su gran aventura.
Solo la verdad pude llegar a ser apasionante si te gusta el mundo del periodismo y la política. Está basada en un escándalo mediático muy reciente, protagonizada por actores de primera línea y muy bien escrita. ¿Entonces por qué no hace tanto ruido? La respuesta es por la reciente Spotlight, ganadora del Oscar a mejor película y mejor guión original, donde nos encontramos con otra historia real reciente sobre periodistas tras una investigación. A mi entender esta última tuvo más repercusión (más allá de sus cualidades artísticas y técnicas) por el tema que abordaba: sacerdotes pedófilos, algo de impacto e interés mundial. En cuanto el estreno que ahora nos ocupa es sobre la verdad o falsedad de la carrera militar del ex presidente norteamericano George W. Bush. Si bien aquí te metés en la historia no deja de parecerte muy ajena y eso le resta aún con las poderosas interpretaciones que se brindan. Cate Blanchett está genial como siempre pero ya estaba nominada por Carol. Aquí su personaje es duro y si bien es apático te ponés de su lado casi de inmediato. Robert Redford está muy bien como el legendario conductor de 60 Minutes Dan Rather, muy solemne, y el resto del cast lo acompaña con creces: Topher Grace, Dennis Quaid y Elisabeth Moss, entre otros. El director y guionista James Vanderbilt, luego de escribir blockbusters tales como las dos últimas Spider-man y maravillas como lo que hizo en Zodiac (2007) se embarca en lo que es su ópera prima y hace un buen laburo manejando tiempos pero tampoco se luce con planos. De hecho la fotografía es bastante chata. En líneas generales la película cumple con lo que pretende que es informar sobre un hecho controversial y lo que les sucedió a los periodistas luego de ello. Si te gustan este tipo de propuestas es una gran opción, sino hay varias cosas en cartel.
Aclaración importante: esta crítica está escrita por un fan absoluto de Superman (también de Batman) y por lo tanto la objetividad puede estar un tanto comprometida. Aún así, mi condición me hace más exigente y menos permisivo. O sea, no me ha gustado todo lo hecho con estos personajes en sus casi 80 años de historia. Aclarado esto, voy a decir que Batman vs Superman: El origen de la Justicia es la mejor película del género de superhéroes y que Ben Affleck es el mejor Batman cinematográfico a la fecha. Las siguientes líneas serán para justificar esas dos premisas. El film es una secuela a El Hombre de Acero (2013) y hago hincapié en eso por todo lo dicho y rumoreado en ese sentido. Solo que este film agrega y expande el Universo de DC Comics con Batman (y Wonder Woman en menor medida). De forma inmediata Zack Snyder se hace cargo del acto final de la primera película en la cual los edificios caían como hojas en otoño y lo convierte en el eje central del film de una manera seria, adulta y real. Pero ojo que ese realismo no va al punto de la trilogía de El Caballero de la Noche de Christopher Nolan sino que permite jugar en un ambiente muy comiquero. Hay planteos filosóficos y teológicos muy interesantes que le dan a la cinta una oscuridad y seriedad a la cual no estamos acostumbrados en este género dominado por la factoría Marvel. Aquí se exploran bien los sentimientos y razón de ser y actuar de estos personajes, algo que sucede mucho en los comics con autores tales como Grant Morrison. Y hablando de estos autores, Frank Miller y su clásico de 1986 El Regreso del Caballero Oscuro es una gran influencia en Batman vs Superman pero desde lo estético y no tanto desde lo argumental como algunos de los fans de Superman temíamos. No hay fallas ni agujeros argumentales en esta obra cuya historia fue originada por David Goyer (guionista de las Batman de Nolan y de El Hombre de Acero) y luego tomada por Chris Terrio (ganador del Oscar por Argo, 2012). Los diálogos son ingeniosos y seguros, el poco humor (para muchos esto puede llegar a ser una contra) está bien puesto y dosificado dentro de una estructura argumental llena de imprevistos. Y ahí caemos en otro de los miedos: los spoilers. No aquellos originados por los que vean la película y publiquen lo que no deben en redes sociales sino los que vienen de los trailers y clips. Ahora puedo decir que es verdad que el anteúltimo trailer muestra demasiado y sin necesidad pero también afirmo que no arruina ni de cerca la experiencia cinematográfica porque hay muchas sorpresas y momentos donde la mandíbula se afloja. Son dos horas y media que se pasan volando mientras los personajes se desarrollan y espectaculares escenas de acción asombran. Hay muchos fotogramas que son el sueño de cualquier fan de DC Comics y que estuvimos esperando toda una vida. Las secuencias en el tercer acto son simplemente emocionantes y con hechos que van a dejar sin aliento que obviamente no puedo poner acá. Asimismo, hay unas cuantas referencias y cameos que tienen que ver con La Liga de la Justicia que te harán gritar de emoción. Hay que recordar que este film también se llama El Origen de la Justicia y por lo tanto es el punto de partida para el legendario equipo de héroes cuyo rodaje comienza en abril. Zack Snyder tenía una de las tareas más difícil en el mundo del cine: el darle vida por primera vez en la historia a Batman y a Superman juntos en una pantalla. La presión era terrible y el resultado formidable. Si bien hay cosas que muchos van a objetar, lo cierto es que no se puede tener a todos contentos. Mi punto de vista es el siguiente: si te gustó El Hombre de Acero vas a delirar con esta, y aún si no te gustó vas a disfrutar mucho de esta aventura y querer más cuando termine porque nunca viste algo similar en el cine con personajes tan queridos y arraigados. Tenés que odiar mucho a Batman y a Superman (conceptualmente) para no disfrutar de esta película. Ahora llegó el momento de hablar del elenco, y de Henry Cavill voy a decir que se consolidó totalmente como el Superman del Siglo XXI, un tiempo en donde el de Christopher Reeve y su Clark Kent sería imposible de creer. Por ello aquí tenemos que hacer esa concesión aún en el realismo que se plantea: no lo reconocen por unos anteojos y peinado, es así y punto. Hay que aceptarlo así como aceptamos que puede volar. La química con Amy Adams llega a su punto más alto. Son Lois y Clark, se aman y ese amor es fundamental para todo lo que atraviesa este personaje que aún intenta descubrir su rol en un mundo que lo quiere y rechaza por partes iguales. Ben Affleck es el mejor Batman del cine y es porque por primera vez vemos a Batman y no una versión de él como pasó con Nolan o Tim Burton. Por primera vez vemos a las viñetas de los comics cobrar vida en traje, actitud y peleas. La madures de Affleck como actor y realizador era lo necesario para que pueda interpretar el papel soñado de toda su vida. Querés ver más y que se amplíen todos los secretos de los elementos que apenas vemos con el traje de Robin con el grafitti del Joker y esos 20 años en Gotham de los que habla. Habrá que esperar unos meses para El Escuadrón Suicida y unos años para su película en solitario. Mientras tanto va a callar a todos aquellos que pusieron el grito en el cielo cuando se anuncio el casting y que vienen panquequendo desde hace meses. Otra cosa por la cual esta película es importante es porque cuenta con el debut cinematográfico de Wonder Woman y por suerte la espera valió la pena. Gal Gadot (también víctima de bullyng online) la rompe en el papel y te deja con muchas ganas de su aventura propia que veremos el año que viene. La Santa Trinidad (así se conoce en los comics a la trifecta Batman, Superman y Wonder Woman) es un sueño hecho realidad. A lo mejor la figura más objetable del casting es Jesse Eisenberg como Lex Luthor, y si bien el personaje dejó de lado lo caricaturesco de sus encarnaciones pasadas aquí nos encontramos con una especie de Mark Zuckerberg trastornado. Al principio choca un poco porque su código parece no estar en sintonía con el resto del film, pero a media que pasan sus escenas cobra mucho sentido el por qué es así. Hay miles de cosas más para decir pero esta crítica ya es muy larga aunque no contenga spoilers así que solo voy a reiterar que es el sueño de cualquier comiquero y que el espectador que no lo sea va a encontrar un gran entretenimiento con estos personajes tan queridos y conocidos. Batman vs Superman: El Origen de la Justicia no es solo un estreno, es un evento cinematográfico generacional. Excelente es poco. ¿Te la vas a perder en el cine y verla en tv o un monitor? Andá a ser testigo de la historia y vas a descubrir que la respuesta a quién ganará no es tan sencilla y que con esta película ganamos todos.