En un festival de cine uno se puede encontrar con cualquier cosa, películas excelentes y producciones mediocres. Pero el noventa por ciento de lo proyectado tiene en común un lenguaje difícil de explicar tanto en lo técnico como en lo narrativo pero que es lo que aleja a estos films de los llamados “estrenos comerciales”. De vez en cuando uno se filtra (aunque no de manera masiva), y esto es lo que sucede con Tabú. El que vaya a ver este estreno tiene que tener en cuenta que se encontrará frente a una “película festivalera” y como tal puede ser difícil de digerir si no se está acostumbrado a ese tipo de propuestas. A ello hay que sumarle que esta cinta es exhibida en blanco y negro y en formato 4:3. Algo que puede desencajar un poco. El director Miguel Gomes invita a sumergirse en un mundo raro pero a la vez maravilloso sobre todo para los nostálgicos del séptimo arte y los que anhelan un amor pasado. Esa conjunción magnífica llega después de ver una suerte de prólogo que utiliza todas las técnicas del cine mudo pero con una voz en off, algo que se repetirá en más escenas y que le dan una impronta e identidad única. Otra cosa para destacar es que tranquilamente se puede decir que hay dos películas en una siendo la segunda parte precuela de la primera. El personaje de Aurora (Laura Soveral) es chocante en un principio cuando la conocemos en sus últimos días pero enamora (y perturba) en su juventud cuando es interpretada por Ana Moreira. El resto del elenco hace un gran trabajo, destacándose en particular Carloto Cotta como Gian Lucca, el hombre del secreto para contar. Gomes utiliza varios planos para definir a sus protagonistas y sus historias así como también para identificar lo que sucede en la parte rodada en Lisboa (en el presente) en contraposición con la idílica aventura africana (en el pasado) que se plantea en la segunda mitad. Algo muy ingenioso, y también un poco raro, es la inclusión del hit clásico Baby, I love you grabado por la banda The Ronettes en 1963 y re-popularizado por Los Ramones en la década del ’80. Y si bien se ha versionado y escuchado esta canción en cientos de películas, aquí llama verdaderamente la atención como se la utiliza tanto a nivel sonoro como parte de la trama y cantada in situ por los personajes. Estos pequeños condimentos logran conformar una gran obra, un buen cine que hace recordar que hay más del mismo por ahí afuera, solo hay que buscarlo.
21 La gran fiesta es una de esas películas en las cuales la buena onda que haya (o no) en la sala de cine es indispensable para que las risas afloren. Es un film que no innova absolutamente en nada y que a las 24 horas de haberlo visto quedará como un vago recuerdo, pero su función no es perdurar sino más bien un producto para divertir y eso lo logra. Son muy pocas las películas cuya temática adolescente zafada resaltan, las que lo hicieron en el pasado fue por aportar elementos nuevos tales como Animal house (1978) o Porky’s (1982), o recientemente por nuevos talentos introducidos en el marco de un buen cine que logró ir un poco más allá de los escatológico. Claros ejemplos son American Pie (1999) y sus secuelas y la genial Superbad (2007) de Greg Mottola. En este estreno, los ignotos guionistas y directores Jon Lucas y Scott Moore apostaron a lo que ya saben que funciona pero que está a punto de cansar: la fórmula de The Hangover (¿Qué pasó ayer?) entrelazándola con el descontrol adolescente. Tranquilamente se puede trazar un paralelo entre esta cinta y Proyecto X, estrenada el año pasado. Con la diferencia que 21 La gran fiesta está presentada de manera “tradicional” y no en falso documental (otra moda que ya está hartando). El elenco deja bastante que desear y las escenas que intentan ser dramáticas se quedan en el camino. La única cara algo conocida es la de Justin Chon, por su participación en la Saga Crepúsculo. A él, el homenajeado que cumple 21 años, lo acompañan Miles Teller, Skylar Astin y Sarah Wright. Pese su carencia actoral hay que admitir que tienen química entre ellos y que logran producir situaciones bastante graciosas. Es en esas secuencias, en esos gags, donde recae lo bueno del film y donde hay que centrarse. Porque si se hace en un análisis demasiado sesudo sobre la película habría que destrozarla por repetitiva y carente de sentido. Pero la realidad es que causa gracias y para eso está. Para que un grupo de amigos vayan a reírse y pasar un buen rato en el cine. No más que eso.
En un cine invadido por comedias tediosas e insufribles, es necesario que de vez en cuando aparezca una película como Bienvenido a los 40. Este estreno es un spin-off (cuasi secuela) del éxito Ligeramente embarazada (2007) en donde la pareja integrada por Paul Rudd y Leslie Mann había sido presentada. El director Judd Apatow fue muy inteligente al darse cuenta que los hilarantes personajes Debbie y Pete daban para mucho más y comenzó a planear lo que luego se convirtió en este film. Más allá de las secuencias divertidas y escenas ocurrentes (aunque no innovadoras) lo verdaderamente valioso de esta propuesta es su contexto y como los personajes interactúan dentro de ese mundo. El sabor agridulce que se le da a el hecho de cumplir 40 años y como cada detalle puede ser una tortura está explotado demasiado bien. Las mujeres se pondrán del lado de Debbie y lo que implica para ellas cruzar la cuarta década. En tanto los hombres, intentarán vivenciar a través de los ojos de Paul las miserias y bondades de esa altura de la vida. Claro está que los 40 de hoy no son los mismos que los de hace 20 años atrás y que la visión y disfrute de la película correrá en su mayoría por los que circunden esa edad. Apatow genera un clima espontáneo y hasta catártico. Incluso sortea muy bien los obligados clichés del género pero falla en la síntesis y hay partes que claramente sobran. No hay necesidad alguna para que este film dure 133 minutos. El aspecto técnico es correcto, no se puede remarcar nada en especial pero tampoco hay que esperar grandes innovaciones en una comedia. El guión (Apatow otra vez) es perspicaz y algunas líneas son grandiosas, tales como cuando Leslie Mann habla de sus pechos. Tampoco se puede dejar de mencionar las intervenciones de Megan Fox no solo para levantar un poco la temperatura sino por el como se la utiliza para lograr situaciones y generar disparadores. El director supo muy bien utilizar los planos cortos para lucir a la despampanante estrella pero tampoco de una forma cuasi triple x como lo hizo Michael Bay en Transformers. De todos modos la platea masculina agradecida. Por esto último, y otros detalles, es en donde tal vez se nota que se trata sobre la visión de un hombre sobre la temática central en lugar que la de una mujer a pesar de que ambos protagonistas tienen el mismo peso. Eso ya es hilar muy fino y un análisis por demás, lo importante es que si bien esta cinta no aporta ninguna novedad ni tampoco quedará en el recuerdo, es superior a la media de las películas del género que se vienen estrenando últimamente y por lo tanto es una gran oportunidad para que las parejas (nuevas y veteranas) vayan al cine a pasarla bien.
Llorar de risa! Hay muy pocas cosas más lindas que eso, y para las personas que aman las películas vivir esa situación en una sala de cine no tiene precio. Pero luego vienen las controversias donde no tendría que haberlas porque -como ya hemos dicho más de una vez- se trata de gustos, y estos son personales. Esta aclaración viene porque Proyecto 43 fue destrozada de manera casi unánime por la prensa norteamericana, algunos incluso la llamaron “la peor comedia de la historia”. El presente análisis dista mucho de esa infame declaración, a tal punto que es inentendible como se puede catalogar de esa manera a un trabajo bien realizado más allá de que si causa gracia o no. Vale aclarar que el film venía con mala prensa incluso antes de su estreno por todos los problemas que hubo durante su larga producción (siete años de rodaje), tales como que Richard Gere hizo de todo para poder bajarse y no pudo. El proyecto es ambicioso y casi sin precedentes porque si bien la premisa de juntar a grandes estrellas en un solo film ya se ha hecho, aún no había ocurrido en una película cómica llena de gags y humor escatológico. De esa manera es como Emma Stone, Richard Gere, Chloë Moretz, Hugh Jackman, Kate Winslet, Elizabeth Banks, Naomi Watts, Halle Berry, Gerard Butler, Johnny Knoxville, Christopher Mintz-Plasse, Anna Faris, Justin Long, Jason Sudeikis y Uma Thurman, entre otros, protagonizan varios cortos de diversas temáticas. Algunos son excelentes como el de Jackman y Winslet y otros no tanto, como el de Helle Berry. Otra cosa para destacar es la manera en la cual estos cortos están unidos porque hay dos versiones: la que se estrena en Argentina es acerca de tres adolescentes que buscan en internet una película secreta llamada “Movie 43” y así es como se topan con todos los videos. En tanto, en Estados Unidos se estrenó una versión en donde un guionista (Dennis Quaid) quiere vender una película y le cuenta todas estas historias (los cortos) a un productor. Es inexplicable que haya dos versiones diferentes en cine, esto suele suceder en DVD. Volviendo a la película en sí, hay que destacar que cada corto tiene un director y por lo tanto cada uno tiene su estilo, desde un Peter Farrelly muy acostumbrado a hacer este tipo de cine hasta un Brett Ratner, que si bien ha hecho comedias nunca las hizo en este tono. Gags sexuales, gags racistas, chistes fáciles y otros más elaborados junto a un par de escenas bastante escatológicas le dan identidad a un film que se lo podría desmembrar pero que forma parte de un todo. Es para reírse y reírse mucho. Una gran oportunidad para ver a grandes estrellas en situaciones disparatadas y sin sentido, y pasarla genial en una sala de cine.
Lo que hay que señalar a priori de este estreno es que puede perturbar un poco en lo sentimental. Si el espectador es de lágrima fácil seguramente va a llorar, pero eso no es lo mas remarcable si nos referimos a lo que el film puede producir porque de hecho es lo de menos. La reconstrucción nos llevará hacia una sensación desoladora por un lento camino y si bien nos va avisando desde el principio no hay nada que se pueda hacer para evitarlo. Las buenas películas causan eso, y el último trabajo de Juan Taratuto no se queda atrás en su filmografía a pesar de haber cambiado de género. El realizador se la jugó al salir de su cómodo (y exitoso) lugar como generador de comedias para encarar una historia difícil en lo narrativo. Cambió los desopilantes monólogos de sus verborrágicos personajes por silencios prolongados en espacios contemplativos. También hay que señalar que cuesta un poco adaptarse al ritmo del film, incluso en los primeros minutos uno puede llegar a pensar que se está aburriendo, pero ni bien el espectador se mete de lleno en la historia es imposible no engancharse con el personaje de Peretti y su reconstrucción personal. Taratuto fue muy inteligente al elegir la Patagonia para rodar. El salir de las grandes ciudades y espacios que estamos acostumbrados a ver le imprimen identidad a la película y complementa a la perfección lo que se quiere transmitir: tristeza y abandono para luego llegar a la esperanza. Al protagonista principal lo acompaña una excelente Claudia Fontán, cuyo personaje dan ganas de abrazar y consolar. Las mejores escenas de la película suceden cuando ella está en la pantalla. Sin dudas debe ser uno de los mejores papeles que interpretó. Alfredo Casero vuelve a demostrar una vez más que también puede laburar en dramas y sus momentos complementan muy bien para darle forma y consolidación a un elenco bien asistido por las actrices que hacen de sus hijas. La película es dura y eso no puede negarse, no es para decir “Andá a verla porque vas a pasar un buen rato” porque nos alejaríamos de la realidad a no ser que por “buen rato” nos estemos refiriendo a buen cine. Si ese es el caso, no hay que dudar en ir a ver La reconstrucción para admirar como una película puede desatar varias sensaciones.
Pobre Mel Brooks! El género que él supo llevar hacia su máximo exponente con obras tales como El joven Frankenstein (1974), La historia del mundo (1981) e incluso Las locas aventuras de Robin Hood (1993) está pasando por su peor momento. A los argentinos nos gusta la sátira y la irreverencia en nuestras pantallas y no solo disfrutamos de las geniales ¿Y dónde está el piloto? (1980) o la saga de la Pistola desnuda, sino que también supimos hacer un culto de este tipo de films de la mano de Olmedo y Porcel en un principio, para luego pasar por Brigada Explosiva (1986) y Los bañeros muy locos del mundo (1987). Pero esos tiempos quedaron muy atrás y si bien hubo un pequeño revival con la saga Scary Movie (la quinta parte se estrena en breve), los cines y DVDs se vieron inundados con paupérrimas propuestas -Epic movie (2007), Meet the spartans (2008), Superhero movie (2008), etc. Con el estreno de ¿Y dónde está el fantasma? se terminó de tocar fondo. La cinta protagonizada por Marlon Wayans falla por tantos lados que hace que uno se pregunte por qué se estrena esto y no otros geniales títulos que pasan a editarse en DVD. El director Michael Tiddes convierte su ópera prima en un muestrario del peor cine cómico cuyo único atractivo (explotado hasta el cansancio) son las caras y morisquetas de su actor principal. Luego no tiene nada. Prácticamente hay una única secuencia, la escena de la habitación de Actividad paranormal, que es parodiada una y otra vez tratando -fallidamente- de redoblar la apuesta con gags sin gracia alguna y elementos escatológicos. Como mucho te puede arrancar un par de sonrisas y los únicos que pueden llegar a pasarla bien viendo este estreno es un grupo de amigos, pero no por la película en sí, sino por los chistes que se harán entre ellos.
Antes de entrar a ver Mi novio es un zombie hay que sacarse los prejuicios. Una vez hecho eso realmente se puede pasar un buen rato. Se cree que esta película es una especie de Crepúsculo pero con zombies en lugar de vampiros y la realidad dista mucho de eso. Primero hay que aclarar que se eligió un pésimo nombre para el mercado latino, pero es entendible que se lo hayan cambiado porque la traducción original de Warm bodies (Cuerpos calientes) daba para una interpretación que no era. Teniendo en cuenta esto sólo queda referirnos al tono de la película para aclarar dudas y que los potenciales espectadores no se lleven sorpresas: es una comedia romántica. Y en gran parte de la cinta la balanza se inclina por los aspectos cómicos separándose de esa manera de cualquier comparación posible con la saga romántica de vampiros y hombres lobos que finalizó el año pasado. Mi novio es un zombie aprovecha y explota muy bien cada uno de sus elementos y ofrece una mirada distinta y refrescante para un genero más que explotado tanto en cine como en televisión. Por ello, no esperen ver a las criaturas de El amanecer de los muertos (2004) ni de la serie Walking Dead, incluso podríamos decir que este estreno parodia por momentos a los zombies de los ejemplos citados. El personaje de Nicholas Hoult está más vivo que muerto y es en su interpretación muy lograda en donde recae todo lo bueno y fresco de este film. La química que tienen él y Teresa Palmer es formidable y supieron sacar provecho de ello tanto en las escenas cómicas como en las románticas. La cultura pop, la oda a los vinilos, el anhelo del pasado y un ansiado mejor porvenir son algunas de las subtramas que el director Jonathan Levine desarrolla bastante bien junto con una fotografía correcta y una edición un tanto arriesgada por momentos, siendo este aspecto técnico lo más flojo del film. Y a pesar de unas pocas fallas menores, desde el principio el director supo encontrarle rumbo e identidad a esta adaptación de la novela de Isaac Marion que ya se convirtió en un clásico y de la cual se desprendieron una precuela y una secuela próxima a salir. Aunque su futuro en el cine es incierto. Mi novio es un zombie es una opción muy entretenida que vale la pena ser vista en el cine para pasar un buen rato con amigos o en pareja.
Villa es el claro ejemplo de cómo con pocos recursos se pueden logran películas a la altura de grandes producciones o incluso mejores. Primero hay que dejar claro que no es un film masivo y que tampoco apunta a serlo, por lo que podemos trazar un paralelismo con su temática marginal. El director Ezio Massa se mete de lleno en la Villa 21 en una época complicada para nuestro país (mediados de 2002) y elige el comienzo del Mundial de Fútbol en Corea-Japón para contar la historia de cómo tres amigos hacen -por separado- para ver el primer partido de la Selección Argentina. Y aquí es donde la película transita por una delgada línea entre lo extremadamente real y lo inverosímil y hace que el espectador se sienta tanto de un lado como del otro dependiendo de la escena. El realismo aportado por los protagonistas, que vale aclarar que no todos son actores sino verdaderos habitantes de la Villa 21 que accedieron a formar parte de la producción, es extraordinario así como también la manera en la cual la cámara se va metiendo por los diferentes pasillos y ranchos. El uso de la jerga del lugar y las miradas aportadas por Julio Zarza (Freddy), Jonathan Rodríguez (Cuzquito), y Fernando Roa (Lupín) logra poner nervioso e incluso indignar, pero en el buen sentido porque pone a flor de piel la inseguridad y violencia por la cual muchos porteños han pasado. Pero por otro lado, ciertos recursos utilizados y un guión que no termina de cerrar hacen que todo ese universo recreado caiga en obviedades, clichés y estereotipos. En el aspecto técnico hay falencias que los espectadores más ávidos notarán pero que son muy comprensibles debido al bajo presupuesto. Ir al cine a ver Villa es aventurarse en ver algo diferente, disfrutarla o no dependerá de las exigencias de cada uno y el gusto por un cine menos convencional.
Un lindo (y necesario) homenaje. Esa sería una buena forma de sintetizar Hitchcock. Y por ese lado hay que encararla, por el aspecto cinéfilo. El ver como una de las mejores y más influyentes personalidades de la cinematografía mundial craneaba una película es un verdadero deleite aunque se trate de una recreación. Mucho se ha hablado y escrito sobre lo que fue llevar Psicosis (1960) a la pantalla y por todo lo que el aclamado director tuvo que pasar para poder exhibirla en los cines. Con este estreno quedan develados y expuestos algunos de esos entretelones y de una forma muy dinámica y pintoresca. Además de ello, el film también sirve para ver la importancia que Alma Reville, su esposa, no solo tenía en su vida sino también en sus trabajos. La narración es en clave de comedia con la particularidad de que el film fluye tal cual uno de los capítulos de Alfred Hitchcock Presents (los famosos especiales para la televisión que estuvieron al aire durante una década). Lo único que no funciona bien a nivel guión son esas conversaciones oníricas entre el personaje principal y el verdadero asesino que inspiro Psicosis. Del resto del plot no se puede objetar nada. Con respecto al elenco, Sir Anthony Hopkins logra muy bien la difícil tarea de interpretar a alguien tan conocido, a un ícono. Salvo por la voz (que sigue siendo la de él) el resto de los matices del maestro del suspenso son perfectamente llevados y reproducidos. Hellen Mirren no es opacada de ninguna manera y logra que este personaje poco conocido brille. Luego queda destacar a Scarlett Johansson, a quien le toco revivir la famosa escena de la ducha y todo lo que había detrás (verdades y rumores) entre Janet Leigh y Hitchcock. Realmente está muy bien en su papel y no solo por la sensualidad de siempre sino también por haber captado la impronta de las actrices de esa época. No hay que entrar a una sala de cine esperando que Hitchcock sea la película del año porque no lo es. Pero si se busca pasar un buen rato de entretenimiento cinéfilo sobre la vida de una de las personas más importantes del séptimo arte no hay que dudarlo. Es una manera más de homenajearlo.
Cine en completo silencio, escena típica de película de terror en la cual es inminente que aparezca el fotograma sorpresa acompañado por la música incidental para causar el sobresalto, algo que no suele dar resultado para los que ya están muy curtidos en el género. Sin embargo… un grito corta el mutismo, el de este periodista! Risa interna por la sorpresa y a seguir disfrutando (tensionado) el resto del film que brindó un par más de escalofríos. Mamá tiene la genialidad de ser una historia más de fantasmas pero que en base a su realización impecable causa verdadero susto porque logra que el espectador se meta de lleno en la historia y se olvide del mundo. Incluso logra que los fans de las películas de terror, esos que analizan el laburo del director y la puesta en escena mientras ven por primera vez la película y adivinan las escenas para asustar antes de que sucedan, concilien su genio y se abstraigan. Guillermo del Toro es un visionario y pocas personas tienen a la industria tan en claro como él. Fue por ello que cuando en 2008 se topó con el corto homónimo del realizador argentino Andrés Muschietti no dudó en asegurarse en que se convirtiera en un largometraje. Afortunadamente Muschietti mantuvo el control creativo se su trabajo y dirigió su propia adaptación. El resultado es inmejorable. Tanto la ambientación, como los efectos y la música están para destacar. Los grandes estudios de Hollywood tendrían que tomar nota y saber que pese a lo que se cree, en el 2013 aún se pueden hacer buenas películas de terror y no solamente los bodrios trillados y carentes de sentido que mes a mes inundan la cartelera. Otro de los puntos fuertes de Mamá es su elenco. Una muy buena interpretación por parte de Jessica Chastain y Nikolaj Coster-Waldau (Game of Thrones). Pero al momento de hablar de las niñas protagonistas hay que levantarse y aplaudir de pie. Lo que logró el director con las jovencísimas Megan Charpentier e Isabelle Nélisse, quienes encarnan a las hermanas Victoria y Lilly, respectivamente, es impresionante. Las niñas transmiten sentimientos genuinos y le pusieron todo el cuerpo a sus personajes. Y ahí hay que remarcar otro gran acierto: el no usar a las chicas como elementos para asustar (ellas en sí mismas) sino como vehículos conductoras para que ello ocurra. Sus gestos, sus voces, sus miradas y la forma en la cual dicen sus diálogos no tienen desperdicio alguno. Si hubiera que buscarle algo malo a la cinta podríamos decir que es una historia que ya vimos, o sea, no tal cual sino la sintonía y narrativa, pero esta sin dudas es superior a sus predecesoras con el aliciente de que logra innovar donde se creía que no se podía. Mamá logra convertir lo clásico en novedad y de la buena. Si quieren pasar un buen rato en el cine e incluso asustarse no duden en ir a verla. Es más, también pueden animarse a gritar!