“Esto es porno para mujeres”, comentan diferentes grupos de chicas que han visto el film. Y obviamente no se refieren a cine triple X sino que es un eufemismo para destacar que por fin encuentran una película que posee un condimento visual pseudo erótico además de disfrutar la historia. Si lo analizamos por ese lado es muy probable que tengan razón porque sin hacer mucho esfuerzo vienen a la mente films tales como Striptease (1996) y Showgirls (1995), esto sin contar las películas hechas en clave más humorística tales como las sagas de Porkys en los 80s o Amerian Pie en los 90s y 2000s. Pero volviendo a los dos primero títulos citados, esas películas eran malas y parece que fueron hechas con la simple prerrogativa de mostrar lindas mujeres desnudas. En Magic Mike además de haber hombres facheros desnudos (aunque no completamente) también nos encontramos con una buena historia. El director Steven Soderbergh, quien a hecho verdaderas obras maestras -y también películas pésimas- nos ofrece una propuesta diferente. Tranquilamente podría haber caído en lugares erróneos y recursos repetitivos pero logra sortear bastante bien esos posibles furcios para darle lugar a una comedia simple pero inteligente. Algo para destacar es el protagonista del film, Channing Tatum, quien es uno de los peores actores que ha dado Hollywood en los últimos años, y aquí logra un buen trabajo. Y no era para menos dado a que la película está basada en su vida cuando tenía 18 años y era stripper en el Estado de Florida (USA). Con un buen ritmo, el espectador logra meterse en ese mundo y empatizar enseguida con los personajes. Y llamativamente cada uno está muy bien logrado a pesar de los estereotipos. Mattehew McConaughey, Alex Pettyfer, Matt Bomer y Joe Manganiello logran tal química que les crees a todos y en todo momento. El guión está bien e incluso es ingenioso por partes pero podría haber profundizado un poco más en los conflictos planteados. Esa es la única falla de la película. Pero no por ello deja de ser entretenida y estar mal hecha. Es una buena propuesta, sobre todo para un grupo de amigas que decide ir al cine a pasar un buen rato.
Hay que tener en cuenta algo fundamental antes de entrar a una sala de cine a ver La extraña vida de Timothy Green, y es que no se trata de una película para chicos bajo ninguna circunstancia. Pero es fácil resultar engañado, no solo por el sello Disney sino por lo inocente de su poster y lo que se puede ver en el trailer. A priori, la película parece contar la fantástica historia de una pareja que no puede concebir hijos y que por algo no explicado “les nace” uno de la tierra a raíz de una caja con deseos que habían enterrado, o sea, lo siembran. No hay nada malo con lo bizarro de la historia, de hecho muchas películas fueron excelentes con premisas aún más extrañas, el problema de esta es el desarrollo. Parecería que el director Peter Hedges no pudo ponerse de acuerdo consigo mismo sobre el tono del film, que atraviesa lo fantástico para luego pasar de la comedia hacia el melodrama de lo más lacrimógeno. También pese a ser un gran guionista (aquí también escribe) como lo ha demostrado con obras tales como ¿A quién ama Gilbert Grape? (1993) y About a boy (2002), en este caso la historia tiene muchas falencias e inconsistencias. Tampoco hay aspectos técnicos para destacar dado que ni la fotografía, ni la edición o siquiera la música logran aportar una arista algo más rebuscada a la cinta. Lo mismo ocurre con el elenco. Jennifer Garner prácticamente interpreta el mismo papel que hizo en Juno (2007) solo que un poco más básico. Y queda claro que Joel Edgerton, quien hace de su marido, ocupa ese lugar porque actores de mayor nombre rechazaron la propuesta. Del chico que encarna al personaje sobre el cual la película lleva su nombre, un joven actor llamado CJ Adams, hay que hablar maravillas si se los compara con sus compañeros porque logra lo propuesto: transmitir desazón (queda claro que no hubo intención en transmitir alegría en ningún momento). De la conjunción de todos estos elementos se logra una película sin razón de ser más que deprimir al espectador.
Película festivalera. Esa es una forma sencilla y concisa para describir Amour, y es muy entendible que el film haya arrasado en todos los festivales y premiaciones. Pero vale remarcar que incluso terminó ganando terreno en Hollywood consiguiendo nominaciones al Oscar. No obstante eso no quiere decir de que sea una obra maestra porque muchos pueden encontrarla demasiado lenta y aburrida. Su ritmo introspectivo, sus planos demasiado largos y los silencios no serán algo fácil de digerir por los espectadores argentinos que tal vez están acostumbrados a otro tipo de cine. El director austríaco/alemán Michael Haneke logra someter a todo el que vea este film a una escalada de tristeza demasiado real. Ese es el punto fuerte de la película: su realismo a través de las magníficas interpretaciones de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. La pareja de ancianos transmite las miserias de una enfermedad terminal y como esta no solo afecta en lo físico sino también en las emociones. Haneke casi que no da respiro y logra deprimir y tocar a los que hayan experimentado algo similar con un ser querido porque los planteos existenciales, éticos y morales que esgrime la cinta se encuentran a la orden del día. Pero en ese esfuerzo por lograr incomodar (algo muy bien logrado y remarcable) es cuando el dinamismo decae y el film se torna aburrido al compás de unos cuantos clichés ya vistos en películas con temáticas similares. La habilidad del director es indiscutibles (tanto en este film como en sus últimos trabajos) pero la realidad es que hace un cine para un determinado tipo de público y aún así, el sector que se siente a gusto con estas propuestas tendrá un trabajo difícil para digerir y disfrutar la película y seguramente saldrán de la sala con un gusto amargo.
Es imposible hablar de Hermosas criaturas sin antes pasar por la Saga Crepúsculo porque es la comparación obligada. Muchos dirán que las historias son iguales pero que en lugar de vampiros y hombres lobo aquí hay brujas, y la verdad es que estarán en lo cierto. Esta adaptación del libro homónimo es otro intento de captar el nicho adolescente que formó un gran marcado con las diferentes sagas literarias de amor mezcladas con lo sobrenatural. Sin embargo, esta nueva propuesta no va a causar ni por asomo lo que las películas protagonizadas por Robert Pattinson lograron y no porque estas hayan sido geniales sino porque los productores supieron explotar mucho mejor a los actores a pesar de sus pésimas actuaciones. El principal problema de Hermosas Criaturas es el dúo protagónico. Entre Alden Ehrenreich, quien interpreta al humano Ethan Wate, y Alice Englert, quien interpreta a la bruja (llamadas Casters) Lena Duchannes, no hay química alguna y ese error es gravísimo y fundamental para vender el film y el futuro de la franquicia. En cuanto al resto del elenco no hay nada para destacar, Jeremy Iron, Emma Thompson, Viola Davis y Emmy Rossum cumplen. Tal vez sea la última mencionada la que tiene mejores momentos gracias a su sensual papel. Asimismo, el director Richard LaGravense hizo un buen trabajo con esta apuesta. Técnicamente el film es muy correcto y los efectos son decentes, lo mismo sucede con la historia (los que hayan leído la novela podrán decir que tan fiel es) con la particularidad que se explotó muy bien el tema la población sureña de Estados Unidos, incluso con buenos gags humorísticos. Lo principal que hay que tener en cuenta antes de ir a ver esta cinta es que es una película para adolescentes, para los mismos que disfrutaron la Saga Crepúsculo así que no se le puede pedir mucho y hay que juzgarla dentro de esos parámetros. Las chicas que se prendan con estas historias la pasarán bien y sus novios se quejarán, lo mismo sucederá con la próxima, si es que la hay.
El cine puede sorprender para bien y para mal. Y en este caso en particular sorprende al ver cómo alguien de la talla de Israel Adrian Caetano haya hecho una película tan mala (y no nos estamos refiriendo al título). Es increíble como el mismo director de Un oso rojo (2002) y Crónica de una fuga (2006) pueda brindar un largometraje que esté a la altura de un alumno que haya reprobado todas sus materias en una universidad de cine. Si hablamos de los aspectos técnicos no solo hay que detallar que la fotografía deja bastante que desear sino también que los encuadres y los planos están mal hechos, tanto que parece que es así a propósito pero lamentablemente queda claro que esa no fue la intención. Y en cuento a la historia, si la misma estuviese en clave de película bizarra o cine clase B (o en este caso clase Z) podríamos justificar muchas cosas pero desde un principio el argumento esboza tal solemnidad que es imposible analizarla por el lado del absurdo. Caetano ha demostrado tanto en cine como en televisión que sabe muy bien mezclar los géneros y sacarle el jugo a cada uno de los ingredientes que estos pueden aportar, pero aquí hizo lo contrario. Lo que parece ser un thriller psicológico de la mano de un mismo personaje interpretado por varias actrices diferentes no conduce a ningún lado más que a mostrar un pretencioso y pobre guión muy mal actuado por un elenco que tuvo que recurrir a la teatralidad extrema para darle sentido a algo que no lo tenía. Y en ese interin de tratar de demostrar habilidades es cuando las actrices quedan muy mal paradas. Salvo por Florencia Raggi que logra salir con dignidad de esta producción, la labor de Liz Solari, Brenda Gandini, Ana Calentano, María Dupláa y Rafael Ferro es verdaderamente paupérrimo. Mención aparte merece Juana Viale a quien no se le cree ni cuando dice “hola”. Volviendo a la trama, muchos aducirán un elemento sobrenatural que no es tal e incluso hablarán de que el director se quiso meter con temáticas de esquizofrenia y bipolaridad pero no fue el caso y cuando esas pequeñas dudas son aclaradas no queda otra respuesta más que la realidad: una grave inconsistencia en la historia. Mala es una seguidilla de fotogramas mal logrados que intentan ser una película pero cuyo resultado es una de los peores largometrajes que ha brindado el cine nacional en los últimos años y que venga de parte de alguien como Caetano es muy llamativo. Esperemos que su próximo film esté a la altura del talento que ha demostrado en el pasado.
Emoción hasta las lágrimas, magia pura que sale de la pantalla y ganas de aplaudir de forma desmesurada. Esas son algunas de las palabras que podrían describir esta adaptación de Los Miserables si hubiera que sintetizar. Dicho esto hay que hacer una solo aclaración: este es un film musical al cien por ciento y por lo tanto no es apto para los detractores de este género. Es más, nos encontramos ante una adecuación del famoso musical de Broadway donde suenan los hits conocidos por muchos (incluso sin haber visto la obra) y no frente al traspaso literal de la novela escrita por Victor Hugo. Algunos podrán odiar esto último y está bien que así sea, gustos son gustos, pero si eso no es una traba solo queda reclinarse en la butaca y disfrutar las casi tres horas de puro arte cinematográfico. El director Tom Hooper, injusto ganador del Oscar por el bodrio El Discurso del Rey (febrero de 2011 en Argentina), logra crear una atmósfera tan fantástica que hace que los que odiaron la tediosa película que parecía la secuela del El paciente ingles (1996), otro gran bodrio, lo perdonen. Aquí utiliza todos los elementos necesarios para que la cinta sea sublime. De ese modo es que una fotografía maravillosa logra transportar al espectador a través de las calles revolucionadas de Francia del Siglo XIX. Planos generales para situar, primeros planos para fijar emoción y planos-detalle para terminar de inmiscuirnos y comprometernos con las sufridas vidas de los protagonistas, se encuentran de forma tan cuidada que ni hasta el más quisquilloso puede objetar. Ahora bien, lo rico y deslumbrante de esta cinta son las interpretaciones porque nos encontramos con caras conocidísimas que han descollado en otros géneros y aquí redoblan la apuesta de tal modo que parecería que alcanzaron un grado más en lo que ser estrellas de Hollywood refiere. El Jean Valjean de Hugh Jackman deja sin aliento desde la primera escena en donde lo vemos como preso y le estallan los ojos hasta sus escenas finales donde logra asombrar con una voz bien entrenada, fruto de sus años de comedia musical en Australia. La que en un momento lo acompañó en un exquisito número musical en la mejor entrega de los premios Oscars de los últimos tiempos (la de 2009), Anne Hathaway, vuelve a ser su dupla. Su performance es digna de todos los elogios que está recibiendo y de más también. La parte en la que canta I Dreamed a Dream es una de las mejores escenas en la historia de los musicales en el cine. Tal vez es Russell Crowe el que desentona un poco si analizamos su cantar, pero compensa por carisma y el gran porte que lo caracteriza. Amanda Seyfried, otra que tampoco era ajena a este género, emboba con su belleza y sentimiento. Genera empatía inmediata y enamoramiento, de la misma manera en la cual lo hace uno de los hallazgos de este film: la joven actriz Isabelle Allen que interpreta al mismo personaje pero de niña. Y si de sorpresas hablamos, hay una escena que se roba la película también en el cuerpo (y voz) de una desconocida. Se trata de Samanta Barks, quien ya había interpretado a la mítica Eponine en una producción especial por el 25 aniversario de la obra de Broadway. Aquí parece que el mundo se para cuando canta el solo On my own. Por otro lado, en la beta humorística nos encontramos con los geniales Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter. Completa el elenco Eddie Redmayne, a quien conocimos en Mi semana con Marilyn (2011). Aquí podemos ver más de su talento acompañando a decenas de otros cantantes poseedores de una formación impresionante. La conjunción de todos estos actores dentro de coreografías espléndidas y solos desgarradores, acompañando un guión inobjetable dentro del lenguaje musical y una puesta en escena de primer nivel, hace que Los Miserables sea una joya y una nueva forma para disfrutar de este clásico eterno
Es perfectamente entendible que La niña del sur salvaje haya funcionado muy bien en Sundance y Cannes, pero que haya recibido tal atención de la Academia como para ser nominada a mejor película y mejor director es inexplicable. Más si se tiene en cuenta que quedaron afuera films y directores tales como El vuelo (de Robert Zemeckis) y Ben Affleck (por Argo, que sí está nominada). Esta observación no quiere decir que el estreno en cuestión es una mala película, porque no lo es. Sino que está totalmente sobrevalorada. Vale aclarar que el director Benh Zeitlin hizo un gran trabajo en su ópera prima si se tiene en cuenta los pocos recursos a los que pudo aspirar en esta producción independiente. Incluso logró que los elementos fantásticos que presenta la trama sean bastante creíbles (sería injusto comparar con una película con un presupuesto multimillonario). El realizador crea un mundo sucio y violento en donde los protagonistas viven por voluntad propia en una marginalidad extrema pero si se analiza un poco más surge la pregunta: ¿Tenían opción?. El gran atractivo del film es la interpretación de Quvenzhané Wallis, quien con tan solo nueve años se transformó en la actriz más joven en obtener una nominación al Oscar. Su trabajo es excepcional y es imposible no sufrir con ella y que al espectador no le den ganas de rescatarla de ese mundo, incluso luego de comprender de que ese es su lugar. Las charlas que tiene con su madre (muerta o desaparecida), las ganas de encontrarla y la problemática relación con su padre alcohólico (otra magnífica interpretación por parte de Dwight Henry) logran estremecer. Sin embargo, pese a la calidad actoral y la buena producción y dirección, el film falla en lo narrativo y por momentos aburre bastante. No es una película para las masas y da la sensación de que se pretendía mucho a nivel guión (otra nominación no merecida) pero se queda en el camino. Dentro de todas las opciones que hay en cartelera, y entre ellas todas las nominadas, La niña del sur salvaje no justifica la entrada del cine al igual que no justifica sus nominaciones (salvo por la actriz). Está ahí porque la Academia tenía que meter una película independiente.
Es muy fácil caer en lo obvio y pegarle un poco a La noche más oscura por el lado de que es una película a favor de la propaganda estadounidense y pro tortura, o incluso al revés, que está en contra de la tortura y que es un film totalmente alineado con la Administración del Presidente Obama y que denosta a la de Bush, y tal vez estaría bien criticarla por ese lado. Pero aquí nos abocaremos a analizar el trabajo de Kathryn Bigelow sobre lo que fue la inteligencia, captura y ejecución de Osama Bin Laden a lo largo de casi 10 años. Más allá de que eso haya sido verdad o no… La directora ganadora del Oscar logra mantener un clima de tensión absoluta en una historia de la cual ya se sabe el final, y eso es algo para destacar y remarcar. El aspecto técnico es formidable en todo sentido pero en particular la mezcla de sonido así como también el realismo aportado a los usos militares y estrategias de combate. El film claramente político por lo ineludible de su coyuntura pasa a ser lo que realmente es: una película bélica y como tal funciona pero hasta ahí nomás. Si la comparamos con alguno de los grandes exponentes recientes del género, tales como La caída del Halcón Negro (2001), sale perdiendo. Sin embargo, la comparación no se hace debido a lo contemporáneo de su historia y el mix de géneros que logra Bigelow y eso también es formidable. Recursos de un thriller e incluso de película documental logran entretener y no aburrir por las más de dos horas y media que dura el film, donde los diálogos no son pesados. Tampoco hay grandes monólogos para destacar por parte de un elenco que no brilla. Y si hablamos del elenco, este es un buen momento para desinflar el mito que la prensa norteamericana ha generado alrededor de Jessica Chastain y el personaje que compone, Maya, quien parecería, según se lee o escucha, que es una suerte de nuevo superhéroe. La realidad es que la actriz está muy bien en su papel pero tampoco hacía falta grandes dotes actorales para lograrlo. Cualquiera de las intérpretes profesionales de Hollywood que transitan los diferentes estudios podía lograr sin dificultad lo que aquí hizo Chastain. En conclusión, La noche más Oscura es una buena película bélica totalmente oportunista cuya finalidad es más bien alborotar un poco Washington DC en lugar de dejar su marca en el cine. ¿Buena? Si, ¿Merecedora de tantas nominaciones?, No.
El director de Pulp Fiction (1994) y Kill Bill (2003/04) tiene la particularidad de que no importa qué tipo de película haga porque tanto la prensa, como la industria e incluso el público sabe que se sentará en la sala de cine a ver “una película de Tarantino”. Bajo esa ley el realizador se permite torcer todas las reglas impuestas de los diferentes géneros cinematográficos y adaptarlos a su antojo poniéndole “elementos tarantinescos”. Django sin cadenas no es su mejor obra pero es una muy buena película donde no faltan ninguna de las características que el director nos tiene acostumbrados: violencia extrema, baños de sangre, largos diálogos y monólogos y un sinfín de absurdos justificados dentro del universo creado para relatar la historia. Tranquilamente podríamos afirmar que Django habita el mismo mundo (en el pasado claro) que los protagonistas de Bastardos sin gloria (2009) no solo por el festín de violencia sino por la manera en la cual el realizador eligió narrar la historia. La dupla que forman Jamie Foxx y Christoph Waltz es formidable y el ir descubriendo a estos personajes a través de sus conversaciones y las masacres que cometen como caza recompensas es el mayor atractivo del film. Se nota que hay una larga fila de actores que quieren trabajar con Tarantino y tanto los nuevos como los viejos colaboradores dan vida a las locuras del director componiendo sujetos alucinantes porque logran amalgamar lo caricaturesco con lo solemne. Así es como Samuel L. Jackson y Leonardo DiCaprio eclipsan la pantalla con su presencia, y en menor medida, pero no por ello menos asombrosa, Don Johnson y el mismísimo Franco Nero aportan su carisma. La escena donde el Django original (que interpretó Nero en la película homónima de 1966) es un claro ejemplo del fanatismo de Tarantino hacia el spaguetti-western. Aquel que consumió sin cesar cuando atendía un video club y que ahora agiorna a su estilo. La banda sonora merece una mención aparte y es una lástima que pueda disfrutarse al máximo únicamente por los que entienden inglés porque no está subtitulada (sería bastante complicado hacerlo). Dentro de todas estas maravillas, Django sin cadenas tiene un problema y este es todo el bullicio que causó en la época de nominaciones y entrega de premios, porque si bien es muy buena película es cuestionable su nominación al Oscar. No solo porque no es lo mejor que ha hecho el director sino porque da la sensación que fue ternada para diversificar un poco entre los géneros de los otros films contendientes. Dicho esto solo queda seguir elogiando la manera en la cual la violencia extrema, el humor negro, lo absurdo e irreverente y un guión sin desperdicios se conjugan para darle vida a una película que solamente no le gustará a los que ya están un poco cansados de Tarantino y lo encuentran repetitivo. El resto de los mortales, sin llegar a ser miembros de la Academia, encontrarán en la historia de venganza de Django una verdadera joya para delirar en el cine.
¿Es S.O.S. Familia en apuros la típica comedia norteamericana en la cual no sucede nada? Si, lo es. Pero no por eso es necesariamente mala. Cada película tiene su público y esa es una de las genialidades del cine. Es por ello que la comedia en cuestión tiene sus momentos y seguramente dejará satisfecho a ciertos espectadores mientras a otros no les guste para nada. Al ver el film da la sensación de que Billy Crystal -totalmente pasado de botox- perdió la gracia que tanto lo caracterizó hace un tiempo. Pese a ello si el film logra sostenerse es por su carisma dado que el guión es casi nulo. Evidentemente el realizador Andy Fickman pertenece al grupo de los llamados “directors for hire” (director por contratación) o “studio director” (director de estudio) dado a que ninguno de sus films tiene personalidad y este no es la excepción. El trabajo de Bette Midler no es ni gracioso ni interesante y lo mismo sucede con el de Tom Everett Scott. Por otro lado tenemos a los chicos y ellos sí que se lucen dentro de sus personalidades tan dispares. Y en esa senda nos encontramos con lo que seguramente es lo más interesante y mejor logrado de la película: el personaje de Marisa Tomei y la relación que tiene con su padre (Crystal) porque le aporta a la cinta un poco de tridimensionalidad y hace que el espectador pueda sentirse identificado con lo que les pasa tanto de un lado como del otro. Incluso una lágrima puede llegar a escapársele a los más sensibles. Un final efectista y anunciado resume casi toda la película: más de lo mismo.