Vamos a arrancar con una premisa simple: El Hombre de Acero es la mejor película de Superman que se ha hecho y es la segunda mejor del género (solo la supera Batman: El Caballero de la Noche). Dicho esto vamos a realzar un completo análisis de por qué es tan buena y hay dos palabras para sintetizar: Nolan y Snyder. Cuando uno ve El Hombre de Acero puede apreciar la fusión perfecta de la estructura y narrativa del creador de Inception con lo visual y dinámico del hombre detrás de 300. La responsabilidad de estos genios es muy grande ya que si este inicio de franquicia no llega a funcionar Warner va a quedar muy mal parada. Y si bien la repercusión del público aún es incierta, se puede afirmar que hicieron un trabajo excelente. Superman es el personaje de historietas más difícil de adaptar, tanto guionistas de comics como cineastas han declarado esto en más de una oportunidad. No solo por sus grandes poderes y que es difícil que se le pueda plantar una amenaza creíble a nivel argumental sino porque es muy complicado que el espectador empatice con el personaje más allá de verlo como un dios. David Goyer (guionista de la trilogía de El Caballero de la Noche) fue demasiado piola porque no sólo tomó como inspiración tres excelentes comics de Superman que relatan sus orígenes sino también porque supo ubicar al personaje en un lugar vulnerable y en un mundo real. Dichos comics son The Man of Steel (John Byrne, 1986) de donde sacó mucho de lo que se puede observar en la película sobre Krypton así como también la celebre novela gráfica Superman: Birthright (Mark Waid, 2003) de donde se tomaron varios elementos de cómo repercute en la sociedad la aparición de un ser así. Y por último Superman: Earth One (2010, Michael Straczynski) en donde la psicología de Clark está más analizada. Otra cosa que sorprende del equipo creativo es que si bien hicieron todo lo posible para hacer lo contrario a lo que sucedió en Superman Returns, conservaron una parte que fue muy explorada en esa cinta pero que aquí encima redoblan la apuesta: estamos hablando del aspecto mesiánico. Para el que nunca lo pensó aquí va el resumen: un padre todopoderoso envía a su único hijo para salvar a la humanidad. Esto está instalado hace varias décadas en lo que trata a todas las interpretaciones del famoso héroe. Pero en El Hombre de Acero se vuelve a recurrir a la iconografía, se ve claramente una cruz, las palabras de Jor-El hacia su hijo hablan por si solas y la escena en la iglesia donde Clark mantiene la charla con el sacerdote se muestran detrás de ambos personajes dos imágenes muy importantes en el cristianismo: el Jesús de la duda y el de la salvación. Más allá de ese gran condimento, el film presenta una poderosa experiencia visual y las mejores escenas de acción que un fan de Superman o amante del cine puede desear. Por primera vez en la historia se puede ver a Superman desenfrenado a trompadas, atravesando edificios y haciendo piruetas aéreas increíbles. En términos de visuales es lo más fiel y acertado a un comic que se ha hecho hasta la fecha. Otro gran tema para destacar es el diseño de producción, comenzando por la “vieja y gastada” tecnología kryptoniana, pasando por el simple Smallville hasta llegar al tremendo despliegue militar. Se eliminó el bello concepto de los cristales introducidos en el film de 1978 por una onda H.R Giger. Algo que funciona muy bien mezclando lo práctico con lo orgánico. Y si estamos hablando de lo visual es imposible dejar de mencionar los majestuosos vuelos de Superman (de diferentes formas) a lo largo de toda la película. Estos hacen que la querida frase del film de Richard Donner (“Creerás que un hombre puede volar”) quede casi obsoleta. Yendo al personaje principal, la presencia de Henry Cavill es abrumadora. Si bien las botas dejadas por Christopher Reeve son casi imposibles de llenar, el actor inglés hace un gran trabajo imprimiéndole a Superman un mix de testosterona y sensibilidad. Su Clark es muy cercano, el más emparejable con el público hasta la fecha y los otros dos actores que lo interpretan (en sus versiones juveniles) terminan por componer un perfecto desarrollo del personaje, con sus aciertos, sus grietas, su heroísmo y un balanceo entre lo alien con lo humano. Las escenas con Kevin Costner aportan más dramatismo y realidad que todas las películas del universo Marvel juntas. Y cuadro de honor especial para Russell Crowe quien como Jor-El tuvo más desafíos que los que había tenido Marlon Brando en su momento. Aquí el personaje no solo dice elocuentes discursos sino que también tiene escenas de acción muy bien logradas. Todo realzado por su gran carisma. Amy Adams compone una Lois Lane diferente y con un giro bastante interesante en lo que es la “mitología supermanera”. Michael Shannon no es un villano porque si, su General Zod está perfectamente justificado y su actuación es brillante. El resto del elenco: Diane Lane, Laurence Fishburne y cia ocupan bien su lugar y no son solo nombres en los créditos. Y si bien se extraña la épica música de John Williams, el trabajo de Hans Zimmer está a la altura de lo que suele hacer siempre. Por todos estos elementos, y por los giros que da la historia (algunos incluso polémicos) podemos afirmar que nos encontramos ante una verdadera obra maestra. Parece que ahora si finalmente podemos afirmar que Superman ha regresado y que El Hombre de Acero se encargará de devolverle lo más alto del podio al mejor de los superhéroes.
¿Un lugar donde refugiarse es una película que contiene todos los clichés imaginables y previsibles del género? La verdad que si. ¿Entonces es malísima? Para nada, se deja disfrutar y la historia es llevadera. Si bien es verdad que el autor Nicholas Sparks se repite así mismo en sus novelas y en consecuencia las adaptaciones cinematográficas no pueden escapar de ello, hay que concederle al hombre que sabe hacer su trabajo muy bien y que satisface a su público. Es dudoso que vuelva a publicar algo tan bueno (y tan bien adaptado al cine) como Diario de una pasión (2004), lo viene intentando sin éxito desde hace una década pero en esos esfuerzos logra generar total empatía con las mujeres que suspiran por sus personajes y los hombres que las acompañan a veces se sorprenden. Este estreno contó con la dirección del sueco Lasse Hallström, quien supo brindar peliculones como Las reglas de la vida (1999) y hacer llorar a todo el mundo con Hachi, siempre a tu lado (2009). Esta es la segunda vez que adapta una de las novelas de Sparks. En 2010 hizo lo propio con Dear John, film aniquilado por la crítica pero que aún así logró sacar a Avatar -luego de siete semanas consecutivas- del primer puesto y fue un éxito teniendo en cuenta de que se trataba de un drama romántico. Aquí la formula se vuelve a repetir pero con un poco más de hincapié en la protagonista femenina: Katie, interpretada por la bella actriz/cantante Julianne Hough, a quien conocimos el año pasado en el genial musical La era del rock. Hough aporta carisma y sencillez y aunque todo el tiempo se encuentra caminando en la fina línea entre lo aceptable y el ridículo sortea muy bien esos obstáculos y queda bien parada. Casi lo mismo ocurre con su partenaire Josh Duhamel pero su actuación es bastante tosca. Sin embargo cumple con su cometido de que la platea femenina fantasee con el tipo fachero, buen padre y viudo. Completamos con el personaje de Cobbie Smulders (famosísima por la serie How I met your mother) quien desde un principio está cantado su lugar en la historia aunque se intente sorprender. La fotografía, ritmo y música son casi un calco de Dear John y no porque el director no tenga otro estilo o versatilidad sino por el material que tenía que adaptar. Y está bien que así sea porque como producto final cumple con la identidad buscada. Seguro que Un lugar donde refugiarse va a ser bastardeada por la crítica y por la mayoría de esposos/novios que acompañen a sus parejas a ver esta propuesta, pero los más sensibles pasarán un buen rato aunque no lo admitan y las chicas largarán más de un suspiro.
1974 fue un año importante para el género de terror, se estrenaba La Masacre de Texas, del director Tobre Hooper, y así se iniciaba una larga tradición y sub-género conocido como slasher film: un psicópata (sobrenatural o no) que con un cuchillo u otro objeto cortante mutila y mata a sus víctimas. La película fue un éxito pero año a año siguió sumando popularidad hasta llegar a ser un símbolo de la cultura pop. Se desprendieron secuelas, una remake y una precuela. Unas aceptables, otras malas y otras muy malas. Esta semana llega una nueva secuela pero con la particularidad de que se ubica cronológicamente luego de la primera entrega pero ignorando las que siguieron, algo original y bien logrado en cuestión argumental. Para nada tirado de los pelos. La Masacre de Texas 3D no innova ni sorprende pero si entretiene y seguramente los amantes de este tipo de films pasarán un buen rato porque se condensan todos los elementos clásicos sin variaciones absurdas e innecesarias. El casi ignoto director John Luessenhop hizo un buen trabajo y contribuyó en llevar el gore al extremo (dentro de los parámetros permitidos en el cine industrial y comercial) y brindar secuencias muy bien realizadas. Como parte de estos híper conocidos condimentos no podían faltar los adolescentes tontos y víctimas de Leatherface, sobre todo las chicas ligeras de ropa. Y aquí hay que destacar la participación de la sensual Alexandra Daddario, cuya transformación desde que se la vio en Percy Jackson (2010) es más que aplaudida por la platea masculina. Y su papel si bien mantiene el estereotipo mencionado logra agregarle algún matiz, esto sumado a una ingeniosa vuelta de tuerca referente a su personaje hacen que su papel sea de los más disfrutable en el film junto con las cruentas escenas no aptas para impresionables. Lo otro que tampoco se puede dejar de destacar es el 3D, ya en el título es mencionado y al respecto los productores se quedan con los pulgares arriba porque logran su cometido: “manchar” de sangre a los espectadores y que vuelen cosas fuera de la pantalla. No es ese 3D “artístico” de James Cameron, Ang lee o Baz Luhrmann (que obviamente es el mejor) pero cumple y le agrega un plus. Este estreno es de los que suelen ser muy maltratados por la crítica y que el público compra o no compra. Dependerá de la predilección particular por el género, porque si el mismo gusta es una buena oportunidad para disfrutar de un clásico pero con toques modernos.
Cuando yo te vuelva a ver es una película que promete pero que se queda en el camino para cumplir. O sea, la premisa que se puede leer en la sinopsis está bien llevada pero al no tratarse de un film que innove en la materia se le exige un poco más de originalidad y lamentablemente no la encontramos. La historia es sencilla y linda pero le falta la épica necesaria para terminar de enganchar al espectador con ese cuento de amor truncado en el tiempo y la distancia. Sin embargo, al recurrir a esa fórmula ya probada y que se sabe que funciona, el director Rodolfo Durán hace un buen trabajo generando climas y construyendo los personajes en las dos líneas temporales: un pasado de descubrimiento e idílico y un presente de anhelos y miedos. En líneas generales el elenco está bastante bien salvo alguna que otra secuencia en donde se nota un guión un tanto forzado en las escenas que pretenden ser de humor y que incluyen al distribuidor devenido en actor, Pascual Condito, quien insta (o instaba) a los realizadores a incluirlo. El estreno marca el regreso al cine de Ana María Picchio, quien en el papel de Margarita logra transmitir mucho al igual que su compañero y dupla protagónica Manuel Callau. Las miradas de este último denotan una buena habilidad por decir mucho sin esbozar una sola palabra y gran pericia del director por poder transmitirlo. Acompañan muy bien Malena Solda y Alejandro Awada con papeles importantes y claves. No son solo nombres para rellenar el poster. Es una película universal aunque sea argentina y eso no es poco decir. Ideal para los que les gustan las historias de segundas oportunidades y para los que se quieran alejar un poco de los efectos especiales y los grandes despliegues de Hollywood.
La gran contra de Rouge amargo es que semana a semana los potenciales espectadores ven temáticas similares en series de televisión norteamericanas (ni hablar en el cine), y así lo han hecho durante años. Lo único con lo que juega a favor en cuestión argumental es la localía, ese tinte argentino que solo puede ser apreciado por los que consumen cine nacional y se ven identificados en las historias. No obstante ello, algo para celebrar sobre este estreno es que se trata de una película de género. Más allá de lo bien o mal lograda que esté. Pesé a unos clichés, la cinta es entretenida y está bien editada. Se nota que el director Gustavo Cova sabía lo que estaba haciendo en su regreso a la dirección live action -sus últimos films fueron animados: Boogie, el aceitoso (2009) y Gaturro (2010)- al plantear el universo al que invita. Otra cosa para destacar es que la coyuntura le vino bien dado a que el rol del periodismo y el tráfico de información son el tema central de la película junto con la corrupción política. En cuanto a la puesta actoral lo más flojo es el desempeño de Luciano Cáceres y no porque sea alguien que trabaje mal, sino porque el papel del antihéroe no le queda. Caso contrario el de César Vianco que definitivamente nació para interpretar villanos de poca monta. ¿Nicolás Pauls? No suma ni resta, algo que no habla bien de él ni de su personaje. La sorpresa actoral es Emme porque tenía todas las de perder interpretando a la joven prostituta en una sucesión de lugares comunes cinematográficos y a pesar de ello entrega una actuación decente y sensual. Entonces, si hay un buen trabajo de elenco y la dirección funciona ¿Por qué no nos encontramos ante una buena película para recomendar? Seguramente porque no hay sorpresas y por el planteo de algunas escenas claves. Por ello, podemos decir que Rouge amargo no quedará en el podio del cine argentino pero al mismo tiempo hay que remarcar que se trata de una propuesta entretenida de género y que es nacional. Y eso es algo que suma.
Hasta que aparezca alguien con una idea fresca e innovadora el cine estilo parodia autorreferencial está acabado. Lo que en un momento llegó a ser muy bueno y muy gracioso –la primera entrega en el año 2000- cayó preso bajo su propia fórmula y sin buenos augurios por delante. Y ahí es donde radica la mayor bronca, la aniquilación de un producto que supo cumplir. Cuando los hermanos Wayans iniciaron la franquicia hace ya casi quince años nadie daba dos mangos antes del estreno y de la noche a la mañana se convirtió en un gran éxito. La secuela (2001) fue muy digna y cuando David Sucker tomó las riendas en el 2003 le inyectó nuevo aire y logró, incluso, que la cuarta parte sea mejor que la tercera. La cinta que llega hoy a la cartelera logra arrancar solo algunas risas pequeñas y nada más. Y al igual que el film ¿Y dónde está el fantasma? que se estrenó hace poco más de un mes se nota la falta de talento detrás de cámara. El responsable en esta oportunidad es el director Malcom D. Lee, quien es el primo de Spike Lee, lo que hace evidenciar con claridad donde se fueron los buenos genes en esa familia. Tomando como base la gran película de terror Mamá, estrenada a principios de año, y parodiando otros éxitos recientes, el espectador va a estar esperando que la próxima escena sea mejor de la que ya ha visto y lamentablemente esa espera va a durar toda la película. Realmente se extraña el protagónico de Anna Farris ya que la ex High School Musical Ashley Tislade no logra igualar sus muecas y salidas. Y si bien fue un acierto de los productores incluir a Charlie Sheen y Lindsay Lohan, más aún porque se hacen varias referencias a las problemáticas vidas privadas de los actores, solo están en una escena. Lo que podría fácilmente denunciarse por publicidad engañosa porque si uno ve el poster se vende como que la película está protagonizada por ellos. En cuanto al resto es más de lo mismo que se vio en Epic movie (2007), Superhero Movie (2008), Disaster Movie (2008), Meet The Spartans (2008), etc, que fueron los últimos clavos en el ataúd de este tipo de films. Más allá de esta crítica, el gusto cinematográfico es muy subjetivo más aún en el humor, no todos ríen con lo mimo y es por ello que seguramente muchos la pasarán muy bien con Scary Movie 5 siendo los grupos de amigos numerosos los que generen un buen clima dentro de la sala. Para los que disfrutaron ¿Y dónde está el fantasma? este estreno les parecerá una obra maestra, los que la odiaron reconocerán que no es una pésima propuesta como aquella pero tampoco encontrarán algo grandioso. Y los que estén hartos de este tipo de cine, lo mejor será que miren hacia otro lado de la cartelera.
Para hablar de Spring Breakers: viviendo al límite primero hay que hacer una aclaración fundamental: en esta película no hay grises, o la amas o la odias. Si se disfruta de lo absurdo, de lo exagerado y del sin sentido que puede brindar el cine esta es una gran oportunidad para pasarla genial y reír a carcajadas. Caso contrario, si se busca solemnidad o un enfoque “realista” lo más seguro es que el espectador abandone la sala insultando por lo bajo (o lo alto) y luego haga lo propio en las redes sociales. Lo que parece ser a simple vista una película adolescente basada en los excesos y en mostrar chicas semi-desnudas al estilo American Pie, esconde mucho más. Primero hay que señalar la mente detrás de este estreno: el realizador Harmony Korine quien en 1995 guionó la genial Kids y en 1997 dirigió Gummo, una película bastante peculiar que también dividió las aguas. En esta oportunidad le da vida a una cinta que pretende poner en ridículo la decadencia de la juventud norteamericana y lo hace en clave totalmente humorística dentro del marco de lo que parece ser un videoclip de larga duración o varios pegados uno detrás de otro. Korine toma todos los elementos zafados de las “teen movies” y los multiplica y de repente los enmarca dentro de una suerte de policial de bajo presupuesto donde situaciones de las más bizarras ocurren, tal como las protagonistas en traje de baño y con capucha rosa tiroteándose en una mansión con druglords. Un gran acierto del film fue el casting, el cuarteto juvenil protagónico está excelente en todo sentido. Y el haber reclutado dos ex chicas Disney famosas por sus excesos en la vida real para los protagónicos no solo sirvió para el marketing sino también para satisfacer fantasías del público hacia el cual está apuntado este film. Los jóvenes que crecieron viendo y escuchando a Selena Gómez y Vanessa Hudgens delirarán al verlas así. Ashley Benson y Rachel Korine (esposa del director) no solo igualan en sensualidad a las otras dos sino que también componen dos grandes papeles. Y si hablamos de sensualidad (y sexualidad) digamos que los cuerpos de las chicas, lucidos en traje de baño o ropa interior en un noventa por ciento de la película, logran levantar al máximo la temperatura de la platea masculina gracias a los planos cortos del director y secuencias sacadas de fantasías eróticas universales. Párrafo aparte merece James Franco quien en su personaje llamado Alien, exacerbado dealer mafioso de poca monta, no solo sorprende sino que genera absoluta empatía porque es a través de él donde se viven las mejores situaciones. Una secuencia absolutamente delirante y genial es cuando todos los personajes cantan al unísono un hit de Britney Spears, a quién definen como una especie de filósofa contemporánea, para luego fusionar sus voces con la de la mismísima estrella pop mientras en pantalla se ve una balacera. Algo tan bizarro como maravilloso y que va a ser atesorado por quien sepa entenderlo y valorarlo. Por todo esto y más Spring Breakers es una gran comedia. ¿Absurda? Si. ¿Bizarra? También. ¿Mala? Ni de casualidad. Como lo dijimos en un principio, esta es una película para algunos y estará en los gustos y personalidad de cada uno en captar la onda del film o no. Si se busca contenido social o denuncia hay que mirar para otro lado. El director ya lo hizo en su momento con Kids, y aquí se parodia a sí mismo y a una generación. Spring Breakers es descontrol cinematográfico absoluto y del bueno.
Pensé que iba a haber fiesta es una de esas películas que es difícil de reseñar, no porque no posea los elementos típicos de un film: puesta en escena, guión, musicalización, actuaciones, etcétera, sino porque la manera en la cual están conjugados esos elementos es rara. Como que la finalidad de la cinta no se encuentra de manera fácil o se pierde en el camino. Algunos incluso podrán decir que se trata sobre la nada misma. No se necesita un guión revelador de la verdad del universo para que una película funcione pero si se necesita generar empatía entre los personajes y el espectador, y ahí es en donde Pensé que iba a haber fiesta gana. Los universos de cada uno de los protagonistas y como estos de entrelazan son bastante atractivos. La directora Victoria Galardi, quien tomó renombre en 2011 por Cerro Bayo, logra crear un buen clima con recursos minimalistas, silencios prolongados y espacios contemplativos. Por momentos parece que emula a Sofía Coppola, pero lamentablemente se queda en el camino porque cuando el film termina el espectador no se queda con nada. Las actuaciones son correctas pero podrían haber sido mejores y si bien Valeria Bertuccelli tiene espacio para lucirse y lagrimear un poco, su performance es olvidable. Incluso queda eclipsada por la breve presencia de Fernán Mirás, un tipo que le hace muy bien al cine nacional y que siempre da placer verlo. Definitivamente su personaje es lo mejor del film. La española Elena Anaya seduce hasta ahí nomás y es alrededor de ella por donde gira la película tanto en el conflicto central como en el desenlace y es ahí donde casi con seguridad la mayoría de las críticas de los espectadores caerán: en el final abrupto (aunque claramente intencional). En cuanto a lo técnico el trabajo de la directora es muy profesional y desde el principio da la sensación que se establece el ambiente buscado. Se refuerza a los personajes con diferentes tipos de planos y sonido ambiente. Si de entrada el espectador se engancha con el clima del film la va a pasar bien hasta el final, momento en el cual la película cae y decepciona. Aún así, el que sea más permisivo puede llegar a dejar pasar la conclusión, en ese caso el sabor será otro. El resto se quedará con gusto a poco.
¿Se puede convertir a un culebrón venezolano en una historia de ciencia ficción? ¿Puede una típica novela de la tarde cuyo protagonista es un hombre de alta alcurnia que mantiene una relación prohibida con una mujer pobre pasar a ser una historia de amor entre aliens y humanos? Si, en ambos casos se puede. Y la responsable de tales logros es otra vez Stephenie Meyer, quien primero presenta sus creaciones en novelas que luego son expandidas y viralizadas en formato cinematográfico. Lo que se hizo con la Saga Crepúsculo se intenta emular en La huesped pero está claro que no tendrá el mismo resultado aunque el libro haya sido un best seller. Es muy fácil destrozar esta película y no sorprende nada que la crítica internacional la haya matado, algo que seguramente pasará aquí. Pero como siempre decimos en este espacio: cada film tiene su público y la audiencia para este estreno es la misma que deliró con los hombres lobo de torso desnudo y el vampiro sufrido, incluso en la última (y paupérrima) entrega el año pasado. Los fans son los que tienen la potestad y la última palabra para decidir si es una buena adaptación o no y dentro de esos parámetros habría que juzgar a esta película. Claro está que es el film más flojo dentro de la prolífera carrera del director Andrew Niccol, quien aquí incluso guiona. Debe haber recibido un lindo cheque porque sino no se entiende esta mancha en su filmografía. No hay nada de la cinta que pueda mencionarse como para resaltar en lo técnico, basta con decir que es correcto y que se deja ver. En cuento el guión, por momentos da risa si nos enfocamos a lo cinematográfico pero volviendo a lo que destacábamos un par de párrafos más arriba, dentro de ese mundo funciona bien. Es decir, si se acepta la voz de la actriz principal interpretando a dos personajes diferentes que conviven en un mismo cuerpo y que discuten por los hombres que aman siendo una humana y la otra extraterrestre, se le puede encontrar algún sentido e incluso esbozar una sonrisa en un par de escenas. Aún así hay que destacar la obsesión que tiene la autora por estar abiertamente en contra del sexo pre-matrimonial. Algo que plasmó en Crepúsculo y que como aquí no podía utilizar las mismas reglas recurre a una excusa descabellada a tal punto que es la mujer que le pide casi suplicándole al hombre que le haga el amor. En fin… Saoirse Ronan ha demostrado sus dotes actorales en The Lovely Bones (2009) y Hanna (2011) y aquí no repite lo mismo pero no por su culpa sino por lo que le tocó hacer. Pero vale destacar que teniendo en cuenta eso hizo un buen laburo. Sus consortes Jared e Ian, interpretados por los ignotos Max Irons y Jake Abel respectivamente, no logran imprimir credibilidad alguna. El resto del elenco es más que olvidable (incluso un desperdiciadísimo William Hurt), salvo por la bella Diane Kruger a quien siempre es lindo verla en pantalla y su papel aquí es el más “picante”. El final es efectista y logra funcionar hasta que lo arruinan con una suerte de epílogo. No obstante abre las posibilidades a futuras secuelas que es muy poco probable que se hagan (aún no se publicaron los libros). De todo este análisis que comenzó con dos preguntas se desprende una tercera: ¿Película mediocre y sin sentido o film correcto para un nicho determinado? La respuesta es afirmativa para ambos casos, solo varía el que responderá: el espectador, fan o no fan. Esa es la cuestión.
¿Qué pasaría si David Crane y Marta Kauffman decidieran hacer una película remake de su exitosa serie Friends pero en lugar de Manhattan situarla en Paris? La respuesta a esa delirante pregunta es el estreno de El nombre. Este genial film de Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, basada en su propia obra de teatro, tiene muchas similitudes con el famoso show televisivo que cautivó a millones a lo largo de una década, la diferencia es que aquí las escenas dramáticas son un poco más profundas. Es muy fácil meterse en el mundo propuesto por los directores y en tan solo unos minutos el espectador ya se sentirá cómodo en ese living donde transcurre más del noventa por ciento del film. De a poco vamos conociendo a cada uno de los personajes, un heterogéneo pero a la vez amalgamado grupo de amigos en sus 30s y 40s. Es en sus interacciones y química entre todos donde van a surgir las risas y también las reflexiones por parte del público. El guión no tiene desperdicio y da lecciones de cómo escribir todo tipo de diálogos, desde los más absurdos, con chistes malos y con chistes inteligentes hasta secuencias de revelaciones más complicadas y con muchísimas referencias culturales. El elenco es formidable y cada personaje está muy bien construido y laburado por los actores. Vincent (Patrick Bruel), Élisabeth (Valérie Banguigui), Pierre (Charles Berling), Claude (Guillaume de Tonquédec) y Anna (Judith El Zein) logran enganchar con cada una de sus historias de vida y las anécdotas que cuentan a tal punto que salvo por la barrera idiomática uno puede llegar a sentirse ahí dentro, contemplando las charlas y discusiones desde un rincón. Hay que tener en cuenta que esta película estrenada en Francia el año pasado estuvo entre las más taquilleras incluso recaudando más que The Avengers. Eso sumado al prestigio de los premios obtenidos le terminó de dar un buen posicionamiento internacional. En definitiva, es una gran oportunidad para ver una muy buena comedia francesa, algo a lo cual el espectador común no está muy acostumbrado. Además, tiene esos elementos de sitcom (a los que si estamos más acostumbrados) que la hacen más fácil de recibir. Tampoco necesita tanto preámbulo. Si se quiere pasar un buen rato en el cine con una comedia inteligente esta es la oportunidad. A aprovecharla.