El 15 de enero de 2009, se produjo el “Milagro en el Hudson”. El piloto Burnett Sully Sullenberger (Tom Hanks) aterrizó forzosamente un Airbus A320 en medio del río Hudson, logrando salvar a 155 pasajeros. El motivo de agradecimiento eterno de sus sobrevivientes, fue visto por los encargados de hacer la investigación sobre su procedimiento como una falla en la carrera de cuatro décadas de Sully. Poco después del despegue del vuelo 1549 de US Airways, el impacto de aves ocasionó fallas en los dos motores del avión. Si bien el plan A era volver al aeropuerto LaGuardia, el capitán optó por el plan B: caer de emergencia en el Hudson. Eso ocasionó que todos empiecen a pensar por qué no optó por el plan A, mientras Sullenberg observaba con temor cómo su profesión era puesta en dudas por sus colegas quienes, planteando todos los escenarios y factores posibles, olvidaron uno: el humano.
Martín es un cuarentón que vive solo y se mantiene sin que sepamos cómo. Su día a día -más bien, noche a noche- no cambia tanto, siendo sus únicos objetivos encontrar un poco de sexo, droga y alcohol. La noche, protagonizada por su director Edgardo Castro narra la historia de un hombre que vive en la oscuridad -donde la decisión de una iluminación mínima e indispensable es un gran acierto. La cámara en mano e indecisa a la hora de hacer foco retrata a un protagonista que parece estar perdido en medio de su propia realidad. La vida solitaria de Martín implica pasatiempos donde priman las relaciones sexuales -imágenes explícitas y filmadas en largos planos secuencia- con hombres, mujeres y travestis y donde la satisfacción y el orgasmo parece ser lo único que no se muestra. Los excesos, en sus diversas formas formas, simulan ser un modo que estas personas encuentran para que los días transcurran con la mayor levedad posible. Todos ellos tienen algo en común: están solos y deambulan por la zona de Once y aledaños buscando algo sin saber bien qué. Los escenarios son hostiles: bares, clubes de striptease, boliches -sobre todo en el baño-, hoteles de alojamiento y otros de mala muerte. Todos los personajes comparten el mismo motivo: tener con quien compartir cocaína y soledad.
Toda separación implica necesariamente un duelo, aunque a Boris (Cédric Kahn) y Marie (Bérénice Bejo) no se les hace nada fácil poder llevarlo a cabo. Después de nosotros (L’economie du couple) narra la historia de lo que ocurre entre sus protagonistas mientras buscan el modo de separarse. En medio de ellos están sus hijas, Jade y Margaux (Jade Soentjens y Margaux Soentjens), que oyen los gritos, prestan atención a las incriminaciones continuas, a la vez que intentan procesar esta etapa como pueden. Ya en el comienzo nos encontramos con Marie sobrepasada intentando mantener la rutina y el orden del hogar, a la vez que manda a las niñas a bañarse y comienza a preparar la cena. En ese momento Boris llega, con total naturalidad, aunque no debería estar ahí. Si bien la decisión de separarse ya había sido tomada, en el medio hay una casa que se disputan y que lleva a que ninguno de los dos la abandone. Pero hay reglas, días y horarios pautados, pero el hombre no cumple, por ejemplo: llegar luego de que las pequeñas se duerman los días que le tocan a ella. La cámara sigue obsesivamente a la mujer y, sobre todo, su enojo -acentuado por los negocios sucios y desconocidos que persiguen a Boris hasta donde está su familia.
Es el año 2017, Delfina (Ailin Salas) vuelve a la Argentina tras una larga temporada en Nueva York. Su primera parada es el cementerio: allí yacen Marta y Julia Romero. Hija Única, el cuarto largometraje de Santiago Palavecino (Algunas chicas, La vida nueva, Otra vuelta, ) construye un relato cuya linealidad se pierde en la fusión entre lo onírico y el pasado. Un incendio, la herencia de una estancia, la pérdida de un viejo amor y la entrega de una cadena por parte de una mujer misteriosa (Susana Pampín) son apenas algunos de los sucesos que ocurren en un pueblo de Buenos Aires, donde llega Juan (Juan Barberini) luego de aceptar su condición de hijo de desaparecidos. La relación entre la identidad del hombre y lo acontecido durante la última dictadura no es uno de los temas en los que la película profundice, sino que es tomado de un modo superficial, para presentar al personaje y entender la confusión en que vive desde siempre: esos múltiples mundos que se le aparecen a partir de ser consciente, por ejemplo, de que el día en que festejaba su cumpleaños en la infancia era, en realidad, la fecha de su secuestro.
Un cuaderno con la tapa del Mundial de Argentina '78, regalado por su padre hace del disparador necesario de Andrés Habegger a la hora de empezar a investigar y a reconstruir su pasado. "No tengo recuerdo de haberlo escrito pero son mis palabras y mi letra", confiesa. Su madre también lo ignora, pero el niño que en aquel momento tenía nueve años, hacía allí una bitácora de su vida al detalle: los quehaceres hogareños, los paseos y sus miedos, son algunos de los momentos cotidianos de su vida en México que el niño relata, luego de que Buenos Aires se haya vuelto un lugar demasiado peligroso -en el contexto de la dictadura militar- para que él y su madre vivan allí. Su padre, Norberto Habegger fue un militante de la organización Montoneros desaparecido, subdirector del diario Noticias y escritor de una biografía sobre Camilo Torres, un cura colombiano que se unió a la guerrilla y fue asesinado. Admirado por él, le puso ese nombre a su hijo, hasta que a los cuatro años del niño, se hizo necesario cambiárselo por "Andrés".
¿Qué pasaría si te enteraras que la vida de dos personas está en tus manos? ¿y si intentar hacer algo por ellas implicaría poner en riesgo a tu propia familia?. Eso es lo que le pasa al protagonista de La Larga noche de Francisco Sanctis, la película co-dirigida por Andrea Testa y Francisco Márquez. Francisco Sanctis (Diego Velázquez) tiene una vida bastante normal en un escenario que no lo es. Vive con su esposa y sus dos hijos, espera eternamente un aumento de sueldo que no llega y parece no estar cuestionándose lo que sucede a su alrededor, incluso cuando esa realidad lo interpela a cada instante. Del lado de afuera, el gobierno militar secuestra, asesina y desaparece personas.
“En sesenta y seis segundos Roberto Durán cambió mi vida”, dice Ray Arcel (un Robert De Niro envejecido) mientras recuerda el knock out a Huertas en el Madison Square Garden. Aquella noche Carlos Eleta –el hombre más rico de Panamá- hizo que el encuentro entre el boxeador y Arcel, un reconocido entrenador, se produzca. Su deseo: convertir a Durán (El Cholo) en campeón mundial, pero eso no fue tan sencillo, sobre todo porque el deportista no planeaba tener a ningún norteamericano trabajando en su equipo. Situándose en un contexto histórico-político tenso y en plena disputa por el Canal de Panamá, la biopic dirigida por Jonathan Jakubowicz relata la vida de Roberto Durán desde su humilde infancia hasta consagrarse como campeón. Esto se hace posible gracias a que el boxeador termina por aceptar que Arcel trabaje –de manera gratuita- para él, y será quien le explique la necesidad de pensar las peleas en términos de tácticas y estrategias.
Dave Ghantt (Zach Galifianakis), tiene una vida bastante tranquila: trabaja como chofer de un camión de caudales en la empresa Loomis Fargo & Company y está por comprometerse con su novia Jandice (Kate McKinnon). Pero en realidad él ama a otra mujer, Kelly (Kristen Wiig), su compañera de trabajo. Cuando ella renuncia, Steve “Gepetto“ Chambers (Owen Wilson, como una especie de lacra social que vive tratando de aprovecharse del resto) la convence de engañar a su enamorado para que robe veinte millones de dólares por ellos y luego repartirlos dejándolo afuera del acuerdo. Totalmente embobado por los encantos de la mujer, Ghantt decide llevar a cabo el robo, sin preocuparse en gran medida por las pruebas que deja tras su paso -y mucho menos por Jandice. Luego de una escapatoria que incluye quedarse encerrado en su propio camión, el melenudo se junta con los mentores del robo y luego va hacia México, ilusionado con la promesa de encontrarse allí con Kelly. Pero las cosas se complican sobre todo porque ella no tiene pensado viajar y la policía va tras él, gracias a las filmaciones de las cámaras de seguridad. A esto se le suma que un matón está decidido a acabar con Ghantt de la forma más sádica posible y que en medio de su estadía se queda sin efectivo mientras Chambers utiliza la plata robada para cumplir los caprichos de su esposa, comprarse una mansión y un par de autos de colección.
Pasaron más de diez años desde la última vez que Martina (Nai Awada) estuvo en la casa de sus abuelos en Villa Mercedes, San Luis. El motivo de la ausencia en todo ese tiempo fue causado por una discusión acerca de la empresa familiar de mármol onix entre su madre y su tía, pero claro que los perjudicados fueron los niños. Ahora tiene que volver con motivo del fallecimiento de su abuelo, quien ya estaba enfermo pero nadie les había avisado. Al llegar, la abuela la abraza fuerte, la tía con distancia y el reencuentro con Felipe (Nicolás Condito), Rocío (Macarena Insegnai) y Anahí (Ailin Salas), los primos con los que jugaba en su infancia, le genera cierta incomodidad. Actualmente son todos unos veinteañeros, algunos viven en Rosario, otros en Córdoba. Martina es “la de Buenos Aires”.
Esta es la historia de un amor a primera pisada, entre Robert Law (Roberto Law Makita) y Laura (Malena Villa). Él trabaja como casero en lo de Grace, una antigua Miss Argentina. Laura viene de San Clemente del Tuyú a probar suerte a Buenos Aires como modelo. Luego de un accidente en la calle, donde Robert quedó omnubilado y con la mano aplastada por ella, ambos se vuelven a encontrar cuando les toca hacer de extras en una publicidad. Él, sin saber qué hacer para que ella se fije en él, decide prestarle su ayuda para entrar en el mundo publicitario y también se ofrece a acompañarla a hacer un book de fotos. Laura no parece interesada pero termina cede cuando se da cuenta de que está sola en la gran ciudad. Los días pasan y Robert no puede dejar de pensar en ella mientras corta el pasto, riega las plantas, mira vhs de competencias de Miss Argentina y camina tratando de que el destino los vuelva a cruzar. Hijo de madre japonesa y padre chino, este hombre tiene una particular mirada del amor, completamente idealizada y naif, a lo que se le suma el hecho de nunca haber besado a una mujer. El temor y el enamoramiento se condensan en falta de aire y taquicardia cada vez que la ve: “el amor es lindo pero también da miedo”, dice.