Basada en la novela de Pablo Ramos, con guion del propio autor, esta película consigue momentos de evocadora belleza gracias a las elecciones visuales de su director, Oscar Frenkel, que recrea el universo del libro con imágenes que se apartan del realismo sin caer del todo en la fantasía. Casi como si estuviera proyectando los recuerdos teñidos de nostalgia, dolor y emoción de su protagonista, Gabriel, el Gavilán. El film transcurre en el verano de sus doce años, en el momento justo en que la infancia empieza a transformarse en otra cosa. Un material rico que el relato aprovecha aunque la voz en off del narrador (Ramos) exagere el apego a su origen literario.
Liliane es una nena encantadora con unos padres que la adoran y un perrito que es su mejor y único amigo. Es que la nena tiene el don de hablar con los animales, un talento que siempre causa problemas y obliga a la familia a mudarse constantemente. Basada en una exitosa serie de libros infantiles alemanes, la película divierte cuando Liliane, su perro y los pocos amigos (humanos) que va ganando se proponen salvar un pequeño zoológico en el que están desapareciendo animales. Que nunca se explique el origen del don de la nena o que la villana parezca una cruza de Cruella de Ville con una cultora del sadomasoquismo -que utiliza la seducción para lograr sus oscuros propósitos- transforman lo que podría ser una entretenida aventura infantil para los más chiquitos en un film bastante menos recomendable.
Entre el homenaje y la nostalgia este documental se interna con conocimiento y sensibilidad en el ámbito del jazz porteño y más específicamente en la escena que giraba en torno a Jorge el "negro" González, uno de los creadores de Jazz &Pop o el boliche como lo llamaban sus habitués. Con los testimonios de figuras fundamentales del jazz local como Jorge Navarro, el propio González, Mauricio Percan y de la música en general como Litto Nebbia y Chico Novarro, el film fluye cuando se concentra en el recorrido por la historia de los locales de jazz en Buenos Aires y al focalizar en el legendario espacio de González. El exceso de testimonios algo repetitivos le juega en contra.
La historia de la comedia cinematográfica está llena de películas en las que la búsqueda de un padre, madre o hijos perdidos o desconocidos aportó diversión, emoción y hasta momentos de poesía. Ninguno de esos elementos aparece en este film que oscila entre la comedia zarpada, los chistes de inodoro al estilo de los hermanos Farrelly -pero sin su desenfado- y un empalagoso sentimentalismo. Owen Wilson y Ed Helms interpretan a hermanos mellizos que al descubrir que el padre que creían muerto en realidad vive y no es quien su madre (Glenn Close), les había contado, salen en su búsqueda. Una aventura que pretende divertir, pero aburre.
Max y Annie son competitivos, aman los juegos y se aman el uno al otro. Una pareja hecha en el cielo de los juegos de mesa que organiza un encuentro semanal con sus mejores amigos para despuntar el vicio de ganarles al Monopoly, al Pictionary, al Dígalo con mímica o lo que se les ocurra. Además, Max (Jason Bateman), y Annie (Rachel McAdams) quieren tener un hijo, un proyecto que se complica porque, según la especialista, Max está demasiado tenso. El origen de sus nervios parece ser el retorno del exitoso Brooks (Kyle Chandler), su hermano mayor y eterno rival. Y, de hecho, será ese regreso el que ponga en movimiento la trama que combina la comedia de enredos, el humor negro y la acción. Lo que sucederá cuando Brooks proponga una noche de juegos distinta y más inmersiva de lo habitual requiere que el espectador suspenda el sentido de realidad por un rato y se anime a subir a la montaña rusa que proponen los directores John Francis Daley y Jonathan Goldstein, guionistas de Quiero matar a mi jefe. De aquella comedia toman la idea de enfrentar al hombre común que Bateman interpreta a la perfección con situaciones extraordinariamente peligrosas. Claro que si la película consigue despegarse de la media es gracias a McAdams, brillante como la dulce e intrépida Annie, y al lugar que le otorga al elenco secundario en el que se destacan Sharon Horgan (creadora y protagonista de la serieCatastrophe) y Jesse Plemons(Fargo) en el papel del vecino más inquietante que se pueda conseguir.
La muralla criolla: cuando la historia va más allá del mapa En los documentales históricos, la calidad del material de archivo es fundamental. Pero aún más importante es cómo se lo organiza para armar un relato que aporte un punto de vista, nuevas ideas y que supere el didactismo con el que suelen toparse este tipo de films. En La muralla criolla, que repasa uno de los proyectos de obra pública más polémicos de la historia argentina, la zanja de Alsina, una gigantesca trinchera excavada en 1876 a lo largo de la pampa a modo de frontera con el territorio indígena, los interesantes testimonios quedan opacados por el machacante uso de la voz en off y la falta de coherencia a la hora de organizar recursos, como las secuencias de animación.
De padres, hijos y la vida vista a través de las redes sociales Es posible que algún profesional de la salud mental ya esté trabajando en el singular pero extendido sentimiento, tan parecido a cierta angustia existencial, que provoca revisar las redes sociales de viejos amigos o conocidos. Las sonrisas y los viajes a lugares extravagantes, todo cuidadosamente posado para Facebook, y las delicias gourmet perfectamente iluminadas en Instagram pintan el mundo de los otros con los más maravillosos colores, aunque vistos de cerca se parezcan bastante a los de todos los demás. Ésa parece ser la lección que todavía le falta aprender a Brad Sloan (Ben Stiller), un hombre inmerso en una profunda crisis de la mediana edad. Un bajón que no hace más que empeorar cuando se decide a espiar la vida de sus amigos y ex compañeros de universidad. Brad no puede evitar comparar su vida con la de los otros, que de acuerdo con su visión lo superaron en éxitos profesionales y felicidad personal. En una serie de monólogos interiores y elaboradas fantasías sobre la vida imaginaria de esos seres, a los que sólo ve a través de las redes sociales, el protagonista se cuestiona cada una de las decisiones que tomó en su vida y que lo llevaron adonde está. Lo que podría ser un drama desgarrador sobre las expectativas frustradas y la desesperación de toda una generación rodeada de privilegios y oportunidades que no supo aprovechar, de la mano del director y guionista Mike White, guionista de Escuela de rock y creador de la brillante serie Enlightened -en las que también actuó-, resulta en una comedia amarga, pero comedia al fin. Con un humor asordinado que en gran medida deriva de la capacidad de Ben Stiller para transmitir la confusión de Brad y su fallida percepción de la realidad, la película tiene un personaje central que puede generar iguales medidas de empatía y fastidio. Así, cuando Brad acompaña a su hijo a las entrevistas en universidades a las que el adolescente podría asistir, su alivio es evidente. Como si pensara que los resultados académicos del chico demuestran que al menos algo hizo bien en su vida. Claro que lo que expone ese pasaje es el egoísmo rampante del personaje, que desde hace tiempo no sabe qué le interesa al muchacho, que sin demasiadas opciones le tiene extraordinaria paciencia. Lejos de sus papeles como el comediante apto para todo público de Una noche en el museo y La familia de mi novia y más cerca de aquellos de Mientras somos jóvenes y TheMeyerowitz Stories (Noah Baumbach) y La increíble vida de Walter Mitty,que él también dirigió, Stiller compone a un protagonista egocéntrico hasta el ridículo, cuya extrema sensibilidad podría ser también su última oportunidad.
Acción y lugares comunes Una mezcla de los films basados en las novelas de Tom Clancy, los bosquejos de la serie de Jason Bourne y algún ingrediente de los juegos de espías de James Bond, esta película intenta darle un giro más realista a esas historias. Sin embargo, todo se vuelve demasiado inverosímil a causa de un guión que acumula lugares comunes como Mitch (Dylan O'Brien), el universitario convertido en mercenario sediento de sangre y venganza -luego del asesinato de su novia a manos de una célula terrorista-, quien apila cadáveres a su paso. Lo mejor del film es la aparición de Michael Keaton como un endurecido espía e instructor encargado de formar a las máquinas de matar de la CIA.
Para reírse como los chicos Un cuento divertido sobre la amistad y la inagotable imaginación infantil. Las aventuras del capitán Calzoncillos, basada en las novelas para niños de Dav Pilkey, logra retratar con inteligencia esos temas que forman parte de muchos relatos infantiles, pero lo hace a su modo. Con un humor repleto de chistes sobre flatulencias, eructos, calzoncillos gigantes y algún que otro exceso de azúcar. En fin, todos esos elementos que hacen reír a los más chicos. El humor de inodoro que para muchos adultos es poco gracioso e inmaduro aquí alcanza nuevas alturas y hasta se manifiesta en un literal inodoro gigante que azota la escuela a la que asisten Jorge y Berto, los protagonistas. Amigos desde el jardín de infantes, los chicos crean sus propias historietas. Un hobby inspirado por su curiosidad y la aburrida vida escolar a la que los somete el director de su escuela. Siempre irritado con las bromas de los chicos que pasan más tiempo en su oficina que en el salón de clases, el director Krupp también sirve de modelo para el capitán Calzoncillos, el superhéroe que protagoniza sus cómics. Escrita por Nicholas Stoller, también guionista de la fantástica Los Muppets, este film no pierde de vista y entiende al público al que está dirigido. Si bien hay algún que otro guiño para los espectadores adultos, son detalles sutiles (como la desopilante llegada de Jorge y Berto a la escuela al ritmo de la canción "Oh Yeah", himno de Experto en diversión, otra película de estudiantes irreverentes) que contribuyen a la graciosa experiencia.
La noche que mi madre mató a mi padre: comedia de enredos sin ambición Una familia española ensamblada compuesta por un padre novelista y guionista de cine, ex mujer productora, nueva esposa actriz divorciada de un actor desocupado. Unos cuantos hijos en común y por separado, y una película en busca de protagonista. A todo ese enredo se suma Diego Peretti, que interpretándose a sí mismo redondea un elenco notable. Belén Rueda, Eduard Fernández, Fele Martínez, María Pujalte y Patricia Montero aportan su oficio y su timing para la comedia a un relato más bien predecible y sin demasiadas pretensiones. Los intérpretes no cuentan con demasiada tela para elaborar sus personajes, aunque por momentos sí logren llevarlos más allá de la caricatura.