Vuelve el caso del gato y el ratón, y el ratón vuelve estar ciego. No respires 2 es más de lo mismo, pero ahora el que debe salir, después de atender a otros muchachos que quieren algo que posee, es el Hombre Ciego. Que ahora, sí, tiene nombre. Y se llama Norman. El bueno de Norman (veremos que no era tan bueno en el pasado), tras lo acontecido en la primera No respires ha adoptado como propia a una niña que quedó huérfana tras un devastador incendio. Norman vive en una casa, pero con suficientes recovecos entre la planta baja, el primer piso y el sótano, que para venderla o alquilarla le costaría hasta a él contar las habitaciones y comodidades, y una huerta aledaña, bajo techo. Pero este excombatiente, si ya era anciano en la primera, como No respires 2 transcurre “varios años más tarde”, está un poco más gastado. Pero no ha perdido ni una sola maña, ni una sola cana. Ni tampoco esa camiseta blanca, sin mangas. Frío se ve que no pasa. Y tampoco pasa nada novedoso en esta secuela. Pensé que se trataba de un cieguito Aquellos que tengan recientemente vista No respires, o guarden una memoria más o menos prodigiosa, van a recordar algún rostro en el elenco, no solo el de Stephen Lang, el protagonista, que fue (y volverá a serlo en las cuatro secuelas) el malvado coronel Miles Quaritch de Avatar. Y si no se acuerdan, o no vieron No respires, no importa. Puede entenderse sin haber visto la primera. Por la TV se ve (Norman lo escucharía) que hay un siniestro hombre que atormenta la zona con tráfico de órganos. Sin decir mucho más, porque hay un par de vueltas de tuerca en el guion, los malos, que por ahí dicen que son, como Norman, excombatientes, pero de distintas guerras, querrán ingresar a la casa de Norman y Phoenix (Madelyn Grace). Tienen sus razones, pero tampoco vamos a adelantarlas. Lo que sí podemos adelantarles es que la película está dirigida por otro uruguayo, Rodo Sayagues, que fue productor y guionista de la primera, y guionista de Posesión infernal de su compatriota Fede Alvarez, que aquí solamente escribe y produce. Y el otro que produce es Sam Raimi. Atentos. Rodada mayormente en Serbia y con exteriores en Michigan, Estados Unidos, entre agosto y el 8 de octubre del año pasado, más que por razones presupuestarias seguramente por restricciones imperantes en los Estados Unidos por el coronavirus, No respires 2 es mucho más gore que su antecesora, y tiene un morbo que puede crispar los nervios. No tanto por lo que se ve, sino por un giro de la trama. Ah, y tiene una escena postcréditos. Para que no se vayan cuando empiecen los títulos finales. O sí.
Ryan Reynolds es un muy buen comediante, lo que quiere decir que también es un muy buen intérprete. No llega a ser, por ahora, como Tom Hanks, que es amigo de todos en la platea, no importa la edad, pero al canadiense de La propuesta, Duro de cuidar y hasta Deadpool es imposible que a alguien le caiga mal. Como al Jim Carrey de The Truman Show. ¿Quién no simpatizaba con el personaje que se encontraba, sin saberlo, metido en un reality show? Como en aquella gran película de Peter Weir en la que Truman no sabía que era parte de una maquinaria, Guy es un tipo (guy, en inglés, significa eso) que tiene una vida normal y hasta aburrida y rutinaria -de nuevo, como Truman-. Pero en verdad es un personaje no jugador de un videojuego. Hasta que -y sin los hasta que, o los pero, las comedias costumbristas no saldrían de su formato y derivarían en otra cosa- un buen o mal día deja de despertarse, levantarse, hacer las mismas cosas, inclusive en su puesto de cajero del banco, que siempre, pero siempre es asaltado. Sea por una casualidad o una falla en el algoritmo, Guy evolucionó, y alcanza un estado de Inteligencia artificial en el que maneja el libre albedrío. Y si él no entiende qué le pasa, imagínense los programadores del videojuego, Millie (Jodie Comer) y Keys (Joe Keery) y hasta al dueño de la compañía (Taika Waititi) que estafó a los diseñadores. No queda otra: Millie deberá ingresar al juego como jugadora, y una vez en el juego, bueno, que pase lo que Dios o los guionistas quieran. Que es algo bastante descontracturado y caótico. Una buena idea La idea de producción es buenísima: juntar a un guionista de comedia animada -Matt Lieberman, de Los locos Addams y Scooby- con uno del universo de los cómics -Zack Penn, de varias de las X-Men) y darles la premisa de que el mundo de los videojuegos se entremezclara con la inteligencia artificial y algo parecido a la realidad. Ofrecerle el paquete a Shawn Levy, realizador de la saga Una noche en el museo, que sabe de lo que es tratar de conjugar realidades distintas -y también director de varios capítulos de Stranger Things, de donde saltó Joe Keery-. Sumar un poco de humor, otro tanto de aventura, algo de acción, varios destrozos, muchos, pero muchos colores saturados, un diseño de producción (por computadora) alucinante y un elenco de adictos a la comedia, con excepción de Jodie Comer. Y eso que Comer, que interpreta a Villanelle en la serie Killing Eve, y no proviene precisamente de la cantera humorística, cumple y con ganas con su papel. Y, además, Free Guy es una comedia que no se plantea como The Truman Show ningún tipo de crisis existencial, a lo sumo arriesga que, precisamente, el que no arriesga, no gana, y que cada uno debe ser el conductor de su propia vida. ¿Muy elemental el mensaje? Seguro, como que Free Guy es un entretenimiento puro, destinado a un público premonitoriamente de chicos y adolescentes, con muchos guiños en lo que se ve, de fondo, en el videojuego. Hay varias sorpresas por ahí en las casi dos horas de la proyección. Sólo digamos que hay cameos y personajes de otros “universos” tomados y amablemente prestados.
Anthony Hopkins es el centro de El padre. Y no solo porque esté en casi todas las escenas de la película por la que ganó, muy merecidamente, su segundo Oscar tras El silencio de los inocentes. Anthony, su personaje, es protagonista de la historia hasta cuando no lo veamos en la pantalla. Pero cuando sí está, mamita, sí que vale el precio de la entrada disfrutar la maravillosa actuación del galés que, sus 83 años, se convirtió en abril en el intérprete más longevo en obtener el premio de la Academia de Hollywood a la mejor actuación protagónica masculina. Pero por cierto que tiene un guion de excepción, y no solamente por la calidad de sus diálogos, sino porque juega con lo que el espectador ve y entiende. Pero tal vez no todo sea como cree que es. Anthony padece demencia senil, y la manera en que nos metemos en su entendimiento es lo que diferencia a El padre de otros dramas que abordaron el mismo tema. Florian Zeller, junto a Christopher Hampton (Relaciones peligrosas) adaptó su obra de teatro, por la que había ganado el premio Moliere en Francia, y que en la Argentina se montó con Pepe Soriano en 2016, el mismo año en el que Frank Langella obtuvo el Tony por su interpretación en Broadway. Zeller, en su opera prima como realizador, demostró no ser un hombre celoso de su obra, y la expandió allí donde el cine le permite hacerlo, ramificando los apuntes y clarificando la demencia. Porque la genialidad de la obra, y de la película, es que logra que vivamos lo que Anthony experimenta en su propia mente. Sí, también en su demencia. Si Michael Haneke en Amour, que contaba el deterioro de una mujer y, en definitiva, de una pareja de ancianos, había logrado una obra admirable, shockeante pero increíblemente sensible, Florian Zeller no le ha ido en zaga. Ya no es una relación de pares, sino una entre un padre que sufre demencia senil, y su hija (Olivia Colman, de The Crown y La favorita, en el rol que en el Multiteatro encarnó Carola Reyna). “No te necesito. ¡No necesito a nadie!”, casi que le grita Anthony a su hija Anne en su hermoso piso londinense. Ella quiere que alguien asista a su padre, porque tiene planeado irse a vivir a París. Anthony, como todo adulto, cree que domina la situación. Y si advierte que no, dará a entender con juegos que sí lo hace. Anthony desvaría o se desorienta -se olvida de las cosas, o de las personas- tanto como otras veces está lúcido y coherente. Momento clave Hay un momento más o menos clave. Anthony ha perdido algo. Desorientado, le pregunta a Anne si está en su hogar. Ella no responderá. Si se está atento, en otro de los juegos visuales de Zeller, hay algunas cosas que han cambiado en la decoración del ambiente. Lo mismo con la aparición de “otro” esposo de su hija (lo interpreta Mark Gattis, pero algunas veces Anthony lo ve y reconoce con el rostro y la presencia de Rufus Sewell). Y la enfermera que vendría a cuidarlo. ¿La reconoce realmente? El padre es un drama, un dramón que afectará de seguro a los espectadores que estén más cerca de las vivencias de esa relación de amor que sólo pueden tener los padres con las hijas. Que, cuando empiezan a bajar por el tobogán hacia un lugar que los otros saben cuál será, pueden o no perder las esperanzas de recuperar a ese ser querido, al que el paso del tiempo y la enfermedad comienzan a convertir en un ser casi desconocido. Hay un guiño interno (cuando Anthony dice su fecha de nacimiento, es la del propio Hopkins), pero parece que el actor se mantuvo estricto a los dictámenes del realizador. Es que cuando se nota que hay una mano segura, que dirige la historia, no hace falta apelar a nada más que a dejarse llevar. Como con esta gran película.
James Gunn, que primero fue despedido por Disney y Marvel por algunos tweets, y ahora fue recontratado para dirigir Guardianes de la Galaxia Vol. 3 y un especial navideño (!), fue llamado por Warner para hacer El Escuadrón Suicida. Y se tomó libertades, como no continuar la historia de la primera película ni utilizar a todos los mismos personajes. Sí, por ejemplo, están Margot Robbie como Harley Quinn, Jai Courtney como Boomerang, Joel Kinnaman como Rick Flag y Viola Davis como Amanda Wallery, la mujer que supervisa el Escuadrón y jura que les rebajará la sentencia a prisión que tienen si cumplen la misión. Algunas, sino todas, las características del cine de James Gunn, al menos el de la dos Guardianes de la galaxia, brillan, y no por su ausencia. Todo lo contrario. Si todo el mundo, o casi, se toma en serio las cosas que hacen los personajes del Universo Cinematográfico de Marvel, el disparate, más a sabiendas que por error, parece adueñarse de este El Escuadrón Suicida. Que ya tuvo, sí, una película, pero sin el El en el título, y no hace falta haber visto el filme de David Ayer para entenderla y/o disfrutarla. Veamos. Reinicio y secuela de la película de 2016, como en la primera un grupo de reos tienen una misión, que ni se la hubieran encargado a Tom Cruise. Es imposible. Pero allí van, a una misión, precisamente de tintes suicidas. Ahora son Harley Quinn, Capitán Boomerang, TDK, Mongal, Javelin, Savant, Blackguard, Weasel más el militar Rick Flag (y creo no olvidarme de ninguno) quienes deben llegar hasta una isla ficticia (¡Corto Maltese!), que queda por Sudamérica (¡!) donde impera una dictadura de militares (¡!2) que hablan en español. En la isla se ha creado un laboratorio por un nazi (¡!!3), Thinker (Peter Capaldi, de Doctor Who). ¿La misión? Destruir Jotunheim, el laboratorio, y… No adelantemos mucho más. Mientras, en otra playa a de la isla, desembarcan Bloodsport (Idris Elba), Nanaue (voz de Sylvester Stallone), Ratcatcher 2, Polka-Dot Man y Peacemaker (John Cena). Gunn se basó en los cómics de Suicide Squad de los años ’80, de un humor terrible y una violencia casi inusitada. Fanático del género del cómic, el director escribió también el guion y si tiene que despachar a algún antihéroe (como sucede en los cómics, que por algo se llama El Escuadrón Suicida), lo hace. Algunos sobrevivirán, otros no, alguno será tomado prisionero, pero lo importante será cumplir con la misión, porque, de no hacerlo, un dispositivo colocado en la nuca les hará estallar la cabeza. Ah, por las dudas, El Escuadrón Suicida no es para chicos, y si tiene algún punto en común con otras películas de héroes o antihéroes es con las dos Deadpool. Aquí hay violencia desatada, sangre por doquier, cuerpos que se despedazan, coreografías de peleas cuerpo a cuerpo o con armas a distancia que son, sí, una maravilla en cuanto a la concreción. Y un humor negro, alguna vez irreverente, pasado de rosca y gratuito (Harley dice que adora la lluvia porque le parece que son los ángeles que les están eyaculando) Sucede algo cuando falta poco más de 20 minutos para que El Escuadrón Suicida termine y es allí donde el desmadre es tal que el disparate hace que se pierda todo tipo de credibilidad. Y tanto, pero tanto confiaban que El Escuadrón Suicida sería un éxito que ya por septiembre del año pasado se anunciaba que Pacemaker tendría su propia serie por HBO Max, que estrenaría en enero de 2022. Y no están spoileando nada, porque contará los orígenes del personaje interpretado por John Cena (el hermano menor de Vin Diesel en Rápidos y furiosos 9). Vivir y dejar morir, de eso se trata.
Acción, humor y algo de terror Se basa en la atracción de los parques temáticos de Disney, transcurre en el Amazonas en 1917. Bienvenidos a la jungla. Aquellos que viajaron a alguno de los parques temáticos de Disney lo conocen. Jungle Cruise es una atracción que consiste en un “viaje” en una embarcación algo añeja por un riacho de una jungla artificial, cuyo capitán abordo va sirviendo de guía mientras animales animatrónicos aparecen a estribor y babor. El viaje de pocos minutos ahora se ha convertido en un largometraje de dos horas, en los que, claro, hubo que inventar una historia, una trama, y los guionistas Glenn Ficarra y John Requa, que escribieron entre otros los libretos de Como perros y gatos y Loco y estúpido amor, sí, pero también las más jugadas Bad Santa y Una pareja despareja (I Love You Phillip Morris), dispararon hacia lo fantástico. Emily Blunt, una chica Disney desde que actuó en El regreso de Mary Poppins, es la doctora Lily Houghton, una botánica que en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, viaja con su hermano MacGregor (Jack Whitehall) al Amazonas. Está tras la búsqueda de un árbol legendario cuyos pétalos tendrían propiedades curativas asombrosas. Dwayne Johnson y Emily Blunt, el capitán del barco y la botánica. Foto Disney Dwayne Johnson y Emily Blunt, el capitán del barco y la botánica. Foto Disney Por eso una vez en el Brasil, contrata a Frank (Dwayne Johnson) el capitán de una embarcación que afronta problemas financieros. En su embarcación, el capitán suele llevar a turistas a paseos por la jungla. Esto es, básicamente, el guiño al ride de los parques de Disney. El actor de "Jumanji", metido en otra jungla. Foto Disney El actor de "Jumanji", metido en otra jungla. Foto Disney Pero a partir de que Lily, su hermano y Frank parten y remontan el Amazonas, las cosas no serán sencillas. Para nadie: para los protagonistas, que son acosados por un nazi, el maléfico príncipe alemán Joachim (Jesse Plemons) ni para los libretistas, que en su afán por sumar y sumar escollos, accidentes y problemas al trío protagónico apelan a una complicada trama, al menos para que la entiendan los más pequeños. Una combinación El filme del catalán Jaume Collet-Serra (La huérfana, La casa de cera, Miedo profundo: ninguna para chicos) combina acción, humor, un relato de ribetes fantásticos, con algo de historia de los conquistadores malditos. Hay nativos escondidos, cataratas rocosas, está el submarino que persigue a los buenos, y... algo que no vamos a revelar. Johnson, Blunt y Jack Whitehall, el hermano de la doctora, en el barco. Foto Disney Johnson, Blunt y Jack Whitehall, el hermano de la doctora, en el barco. Foto Disney ¿Es una película al estilo Disney? Sí, menos oscura que Cruella, estrenada este año, pero igualmente violenta, con mucho, mucho CGI, efectos computarizados para recrear fantasmas o lo que fuera. La inserción de un personaje homosexual, que parece sorprendió a varios, no debería ni siquiera merecer este comentario. Edgar Ramírez ("The Undoing", "Yes Day") y una participación... especial. Foto Disney Edgar Ramírez ("The Undoing", "Yes Day") y una participación... especial. Foto Disney Jungle Cruise mezcla cosas de Los cazadores del arca perdida, por lo de la pareja protagónica, más la lucha con los nazis, de La reina africana, con Humphrey Bogart y Katharine Hepburn y, tal vez algo de Tras la esmeralda perdida, con Michael Douglas y Kathleen Turner (que sí, oh, sorpresa, va a tener su remake). Muchos padres que llevarán a sus hijos a verla sentirán que mucho de lo que se ve en la pantalla ya lo han visto. Pero para los más chicos seguramente sea un entretenimiento novedoso. "Jungle Cruise" Buena Aventuras, acción. EE.UU., 2021. 127’, SAM 13. De: Jaume Collet-Serra. Con: Dwayne Johnson, Emily Blunt, Jack Whitehall, Paul Giamatti, Edgar Ramírez. Salas: IMAX, Hoyts Abasto, Cinemark Palermo, Cinépolis Recoleta. Jungle Cruise: cómo ver la película online con subtítulos o en español latino Jungle Cruise, la nueva película de Disney cuyo tíulo se basa en la atracción homónima de, entre otros, el parque temático ubicado en Orlando, Florida, se puede disfrutar en las mejores salas de cine, adaptadas a los protocolos vigentes para evitar la propagación de contagios de coronavirus, a partir de este jueves 29 de julio. Sin embargo, aquellos fanáticos de las aventuras también podrán ver online Jungle Cruise con subtítulos o en español latino en la plataforma de streaming Disney+, con costo adicional (Premiere Access) para los suscriptores, desde el viernes 30.
Otra que la isla bonita De M. Night Shyamalan, el director de “Sexto sentido”, la película transcurre en una misteriosa playa. Con M. Night Shyamalan tengo sentimientos encontrados. Me encantan y defiendo Sexto sentido, El protegido, Fragmentado y Los huéspedes, no entiendo cómo hizo El fin de los tiempos y Después de la Tierra. Cuando leí que Viejos la había producido él mismo, me ilusioné. Recordé que Los huéspedes, de bajísimo presupuesto (¡5 millones de dólares!), la hizo después de superproducciones y en la que sólo apostaba al ingenio de la trama, sin un super elenco ni costos desproporcionados, era casi redondita. No diría que me froté las manos, pero me dispuse a ver Viejos, sí, con ganas. Bueno. No entiendo por qué el afiche ya revela algo importante en la trama, por lo que cuando se entra al cine ya no habrá tal sorpresa. Ni que la novela gráfica en la que se basa fuera super popular. Gael García Bernal, el padre de la familia en la playa. Foto UIP Gael García Bernal, el padre de la familia en la playa. Foto UIP Igual, como toda película de Shyamalan, tiene cómo engancharnos y hacia el final hay como un gambito de dama. Allí explica lo que parecía inexplicable. O casi. La trama Gael García Bernal es el pater familiae que llega a un resort en una isla que su esposa (Vicky Krieps, de El hilo fantasma) contrató online. Están con sus dos hijos, pequeños Trent (Nolan River), de 6 años, y Maddox (Alexa Swinton), de 11. La pareja no está pasando por un buen momento, la ruptura es más que una salida, aunque se lleven bien, se note que hubo amor y el fin de semana de vacaciones servirá, sin que los hijos se enteren, como una despedida. El gerente del hotel les tiene reservada una sorpresa. Hay una playa, algo alejada del resort, del otro lado de la isla, que es como un paraíso, les dice. También les comenta que sólo a ellos los invita a pasar allí el día, porque le cayeron bárbaro, y que un chofer los llevará hasta ahí. El que maneja es M. Night Shyamalan, que siempre se reserva un cameo o algo más en las películas que dirige. No lo hace para ahorrarse un cachet. No. Pero, y siempre hay un pero, a la familia se suma otra (una pareja, una niña pequeña y la abuelita) en el minibús. Con alguna excusa, el conductor no los acompaña hasta la playa misma, a la que llegan, cargados de comida, atravesando una suerte de cueva de rocas. Al llegar a la playa, espectacular, hay otro hombre. Y luego se sumará otra pareja. Y, de a poco, las cosas se empezarán a salir de cauce. No voy a develar aquí qué es lo que sucede en la playa de la isla bonita. Vicky Krieps ("El hilo fantasma"), la esposa de Gael. Foto UIP Vicky Krieps ("El hilo fantasma"), la esposa de Gael. Foto UIP Sólo que ocurren una suerte de eventos desafortunados, que cuestionan toda lógica, física y anatómicamente hablando, y que, aparentemente, ninguno de ellos puede salir de la playa. Shyamalan sólo gastó dinero en los efectos visuales, ya que el hotel donde rodó en República Dominicana existe, y la playa, también. Hay películas en las que algunos elementos pueden resultarle a algunos espectadores una tontería. Algunas de Shyamalan los tienen -ninguna de las cuatro que mencioné al principio- y Viejos trata de hacer equilibrio, balanceando frases explicativas con efectos logrados. En fin, que Viejos va a seguir separando a los que aman y odian al director. Y a otros nos dejará con gusto a poco, pero siempre confiando en que ya vendrá una mejor. Y cada tanto, le sale una.
Mirá quién habla también Los hermanitos de la primera ahora son adultos... pero vuelven a ser pequeños en esta comedia del director de “Madagascar”. Fue un éxito en 2017, con chistes también para adultos. Un jefe en pañales intentó ser casi tan sarcástica como Shrek, y si bien no le fue tan bien, ahora tiene su secuela, con los hermanos Tim y Ted, y más personajes, que estrena en plenas vacaciones de invierno. Para los papás, tíos o abuelos que no quieran quedar en offside al llevar ahora a los chicos, y si no vieron la primera película y para evitar papelones, sepan o recuerden que en la original Ted llega a la casa no traído por la cigüeña, sino en un taxi. Tim, el hermano mayor, descubre que Ted tiene actitudes extrañas. No es para menos: Ted es un bebé que habla y que trabaja para una compañía de bebés. Ya son adultos, pero Ted y Tim vuelven a ser pequeños. Cosas del cine. Foto UIP Ya son adultos, pero Ted y Tim vuelven a ser pequeños. Cosas del cine. Foto UIP Ahora, los Templeton han crecido, son adultos (o algo parecido a ello) pero cuando Ted visite la casa de Tim, que se casó, tiene una hijita, Tabitha, y una bebé, no llega en taxi sino en helicóptero. Es multimillonario, y después de darle como regalo a su sobrinita mayor un fajo de billetes, se entiende por qué los hermanos estaban distanciados. Bueno, no importa, sí interesa que Tina, la bebita es una agente secreta de BabyCorp, con la misión de descubrir qué se oculta en la escuela de Tabitha (que es una nerd de aquéllas) y qué oculta el director Erwin Armstrong. De tal tío, tal sobrina. Tina, la bebita que ahora es una agente de BabyCorp. Foto UIP De tal tío, tal sobrina. Tina, la bebita que ahora es una agente de BabyCorp. Foto UIP La vuelta de tuerca Para ello, hay una nueva fórmula que, por 48 horas, permite que los adultos vuelvan a ser pequeñitos. La familia unita. No imaginan lo que pasará. ¿O sí? Foto UIP La familia unita. No imaginan lo que pasará. ¿O sí? Foto UIP No hay mucho más que agregar, porque los guionistas tampoco es que se hayan esmerado demasiado. Con todo, la película puede resultar algo confusa para los más pequeñitos (y hasta para algún adolescente que quite la vista de la pantalla grande para ver la del celular, o se distraiga con el balde de pochoclos). En la versión original las voces las ponen Alec Baldwin (Ted), James Marsden (Tim), Eva Longoria (Carol, la madre y esposa) Amy Sedaris (Tina; le había prestado su voz a Jill en El gato con botas con Antonio Banderas), Ariana Greenblatt (Tabitha; es la chica de Love and Monsters y Disomnia, por Netflix) y Jeff Goldblum (el director de la escuela). La plelícula también parodia a otras, como a "KIll Bill". Foto UIP La plelícula también parodia a otras, como a "KIll Bill". Foto UIP Tom McGrath (el director de la anterior, de las tres de Madagascar y de Megamente) se especializa en el slapstick, el humor más gráfico, y tal vez por eso los más chicos se divertirán a lo loco. El resto, acompaña.
No hablés más fuerte, si no te escuchan Los monstruos de oídos agudos y sin ojos siguen acechando a los Abbott, que deben salir a buscar otro refugio. Luego del muy buen gusto que nos quedó tras la primera Un lugar en silencio, un thriller que se tocaba con el filme de horror, y en el que apenas había unas pocas líneas de diálogo, ¿qué esperar de una continuación? ¿Hacía falta? Los fans querían ver en qué quedaba la familia Abbott, atacada por siniestros monstruos que atacan ante el menor sonido, y los productores, recaudar más dinero (la original costó US$ 17 millones y cosechó 350 millones en todo el mundo). Cillian Murphy ("Peaky Blinders", por Netflix) se suma a Emily Blunt en la secuela. Foto UIP Cillian Murphy ("Peaky Blinders", por Netflix) se suma a Emily Blunt en la secuela. Foto UIP Como Regan, la hija mayor, es hipoacúsica, los Abbott resolvieron de antemano esto de comunicarse sin emanar sonidos, y por el lenguaje de señas. Se la estuvieron arreglando bastante, bastante bien. El implante coclear de Evelyn, por ejemplo, también sirve para alejar a las bestias si se amplifican sus frecuencias sonoras. Mejor que no lo pierda. La granja ya no es un lugar seguro, y hay que buscar otro refugio. Foto UIP La granja ya no es un lugar seguro, y hay que buscar otro refugio. Foto UIP Ya no está papá Lee (Krasinski, esposo en la vida real de Emily Blunt, y director de la primera y de esta segunda parte) y el final de la primera parte nos había dejado en suspenso. Suspenso es lo que abundaba en el estreno de 2018, y también en éste. Claro que el efecto no es el mismo, porque lo que parecía original, al volverse sobre el mismo asunto, no cansa, para nada, pero tampoco tiene el mismo resultado. Blunt ("El regreso de Mary Poppins") con Noah Jupe ("The Undoing", "Ni un paso en falso"). Foto UIP Blunt ("El regreso de Mary Poppins") con Noah Jupe ("The Undoing", "Ni un paso en falso"). Foto UIP Empiezan en el mismo lugar Las dos películas se inician casi en el mismo lugar, pero en dos líneas de tiempo diferentes (los que vieron la primera, presten atención cuando el padre pasa por el mercado, lo que se ve en un estante…). Estos alienígenas de los que escapan los Abbott, los Costello y todas las familias en el pueblo y más allá, tienen oídos muy agudos, por lo que no hay que hacer ningún sonido ni ruido, porque al no tener ojos, se manejan por lo que escuchan para atrapar y matar a sus presas. Son depredadores sin ojos, porque provienen de un planeta en el que no habría luz. Y llegan a partir de meteoritos, huyendo de su planeta cuando éste queda destruido. Millicent Simmonds, que es sorda, había actuado en "Wonderstruck", de Todd Haynes. Foto UIP Millicent Simmonds, que es sorda, había actuado en "Wonderstruck", de Todd Haynes. Foto UIP El primer ataque -que es anterior a lo que vimos cuando empezaba la primera película, o sea que la Parte II empieza como una precuela de la Parte I, y luego se convertirá en secuela- comienza cuando los Abbott están viendo cómo Marcus, el que era el hijo menor, está al bate de un partido de béisbol. Lo que sucede es, casi, calcado del ataque del Tiburón de Spielberg en la playa de Amityville, el feriado del 4 de julio. Todos a correr. En esta secuela los hijos de la familia tienen un rol preponderante. Foto UIP En esta secuela los hijos de la familia tienen un rol preponderante. Foto UIP No se puede decir que los Abbott no hayan vivido en una burbuja (sanitaria o no), pero ha llegado el momento de salir a buscar otro albergue. Ahora, en los que sería el tiempo presente, Evelyn (Emily Blunt), Regan (Millicent Simmonds), Marcus (Noah Jupe) y el bebé recién nacido, salen a buscar un nuevo lugar en el mundo. Y allí es donde se cruzarán con Emmett (el irlandés Cillian Murphy, Thomas Shelby en Peaky Blinders), que tiene más recaudos que ellos, porque la gente se está volviendo loca. El encierro también es uno de los temas que aborda el filme de John Krasinski. Foto UIP El encierro también es uno de los temas que aborda el filme de John Krasinski. Foto UIP Nadie confía en nadie. Y habrá muestras de sobra. Emmett (el irlandés Cillian Murphy) ¿esconde algo? Foto UIP Emmett (el irlandés Cillian Murphy) ¿esconde algo? Foto UIP Lo dicho, en voz baja o susurrando: Un lugar en silencio Parte II no llega a entusiasmar tanto como la primera, pero depara alguna que otra sorpresa como para asustarse y esperar a ver la tercera (y última de la saga) y antes, el spin-off que estrenará en dos años.
La fiesta continúa LeBron James, en lugar de Michael Jordan, juega con Bugs Bunny y -casi- todas las estrellas de los Looney Tunes. Hace siete años que se anunció que LeBron James iba a protagonizar la secuela de Space Jam. El basquetbolista ya era una figura mítica, tenía millones de fans en todo el mundo, y la pregunta era si tenía el mismo carisma de Michael Jordan. Es que Space Jam, hace 25 años, fue una fiesta. Chicos y grandes disfrutamos de la simbiosis de personajes en vivo y dibujos animados, al estilo de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988). Space Jam 2: Una nueva era viene con todos los avances tecnológicos, por un lado, y con todo el embalaje de las redes sociales y los videogames a cuestas. Bugs Bunny tiene un nuevo compañero de equipo: LeBron James. Foto WB Bugs Bunny tiene un nuevo compañero de equipo: LeBron James. Foto WB En la trama, el alero, hoy, en Los Angeles Lakers, tiene tres hijos (igual que en su vida real). El del medio, Dom (Cedric Joe), es un apasionado de los videojuegos, y está creando uno propio… sobre básquetbol. Su padre le insiste en que practique y practique el juego de verdad, y el chico siente que papá James no lo apoya. Justo, pero justo cuando llaman a LeBron a una reunión en la Warner Brothers, para ofrecerle ser protagonista de una serie de proyectos en los que combatirá con, por ejemplo, Batman. A él no le cierra lo que le ofrecen, y ahí entra en juego el ego de Al G. Ritmo (Don Cheadle), precisamente el algoritmo que ingenió esas ideas, y que está en el subsuelo, en las computadoras de la Warner. El Pato Lucas le da instrucciones al alero de Los Angeles Lakers... Foto WB El Pato Lucas le da instrucciones al alero de Los Angeles Lakers... Foto WB Hasta allí llegan LeBron y Dom, y, sin más vueltas: quedan atrapados en una suerte de realidad virtual, creada por Al G. Ritmo, y la estrella deberá jugar un partido de básquet y ganarle al team que presentará Al G, si quiere recuperar a su hijo. Tampoco hay que ponerse dramáticos, porque no es que Dom esté siendo torturado. Peor la estará pasando LeBron, cuando deba reunir a su equipo entre los Looney Tunes, con -por supuesto- Bugs Bunny a la cabeza. El Tune Squad, a pleno. Sin Pepe Le Pew... Foto WB El Tune Squad, a pleno. Sin Pepe Le Pew... Foto WB No puede hablarse de chivos dentro de una película de un estudio major en la que personajes de otros filmes, o series aparezcan en distintos “planetas” del multiverso. Y se logra un crossover, en el que Robin, el payaso de It, Gatúbela, Pedro Picapiedras o algún malvado de Game of Thrones hinchen por un equipo o por otro. El humor es el alocado de los dibujitos de la Warner Bros., y en el plantel de los Tune Squad no falta casi nadie (Pepe Le Pew, que estaba en la original, ausente con aviso). El filme es dirigido por Malcolm D. Lee, un realizador que suele hacer comedias por lo general con elenco de afroamericanos, como él. El Coyote hace de las suyas para sumar muchos puntos. Foto WB El Coyote hace de las suyas para sumar muchos puntos. Foto WB Lo que sí, no hay, tampoco, estrellas de la NBA que le hagan sombra a James, como sí acompañaban a Michael Jordan en la película original de 1996 (Patrick Ewin, Larry Johnson, Charles Barkley, Larry Bird). Y ojo al cameo de un tal Michael Jordan… Kath Soucie, una de las mejores y más reconocidas doblistas, ya no le pone la voz a Lola Bunny, que ahora tiene el timbre de Zendaya. Cuestión de marketing, que le dicen. Zendaya le pone la voz a Lola Bunny. Foto WB Zendaya le pone la voz a Lola Bunny. Foto WB En cuanto a lo del carisma, el propio LeBron James se ríe de sí mismo al decir, casi al pasar, que los deportistas no suelen ser buenos actores… No importa, porque está muy, pero muy bien acompañado por dibujitos que no jugarán tan bien al básquet, pero la rompen igual.
Ya todos saben que Black Widow es una precuela, y que es muy probable que Yelena (la ascendente Florence Pugh), la hermana de Natasha (Scarlett Johansson) sea quien tome la posta, así como ya lo tiene el Capitán América y seguramente los habrá de Iron Man y Doctor Strange. El comienzo -y la primera mitad de la película- es prometedor. Estamos en Ohio, en 1985, con Natasha de pelo coloreado jugueteando con su hermana menor, y aparece la figura materna, Melina (Rachel Weisz). Hasta que llega la noche y con ella, la del padre (David Harbour, el sheriff de Stranger Things) y la imperiosa necesidad de huir. Toda esa secuencia hace que uno se frote las manos, y no por el frío. Natasha Romanoff tiene, por fin, su película en solitario. Foto Marvel/Disney ¿Se acuerdan de que Natasha Romanoff era una espía rusa, no? Todo tiene su explicación en Black Widow, pero lo más importante es que se apeló a la emoción y, a que el núcleo familiar es indispensable y se necesita sostener para enfrentar y/o vencer cualquier obstáculo. Las acciones transcurren, luego, por 2016, esto es, años antes de Avengers: Endgame que, para los que la vieron, saben lo que significa. Natasha tiene entre ceja y ceja bien depilada, y siempre maravillosamente maquillada, al malvado Dreykove (Ray Winstone). Fue el impulsor del programa de las Viudas negras del que ella fue víctima. Hay que desmantelar La habitación roja, todo aquello que las convirtió en asesinas, en sumisas ante la opresión. Quien quiera ver una crítica al patriarcado y un empoderamiento femenino, está en todo su derecho. Y quien quiera seguir viendo Black Widow como un filme de acción, y un thriller de espías, que salta de país en país como cualquier película de Bond, de Bourne o de Ethan Hunt (Cruise en Misión: Imposible) sin importarle los géneros, también. Pero no por nada Melina le dice a una Yelena aún niña que ella es “una chica valiente; el dolor te hace fuerte”. Volviendo a lo de entre ceja y ceja, y ya lo hemos dicho, el aroma de la venganza es el que mejor le sienta a los superhéroes del siglo XXI. De eso se alimenta la película, y de confiar en los seres queridos, aquellos que lo acompañaron o criaron. ¿O acaso los Avengers no funcionan como una familia? Como toda película de acción de los ’90 al presente, las llamadas set pieces -escenas de acción que se concatenan con una excusa argumental- tienen acción, ritmo, pero tampoco es que la directora australiana Cate Shortland marque como con una fibra su firma, su estampa. Con todo, lo mejor de Black Widow, y lo que la destaca del resto de los filmes del Universo Cinematográfico de Marvel, sucede en la interacción entre Natasha y Yelena, entre Johansson y Pugh, y si están Harbour y Weisz en el encuadre, mejor. No es Black Widow una catarata de acción como las de Avengers. El tempo aquí es otro, puede gustar o no. Hay claramente una profundización del personaje de Natasha, no como superheroína, sino como ser humano común y corriente. Natasha tiene emociones (y no es que no las haya mostrado en las películas corales en las que estuvo, pero eran en cuentagotas). El apego a la familia, y las decisiones que luego tomará en la mencionada Endgame tiene su punto de inflexión en Black Widow. Lo cual no quiere decir que sea necesario haber visto sus participaciones en las cuatro películas de Avengers o en las dos del Capitán América, o en Iron Man 2 donde apareció. No. Black Widow es su aventura personal, y se entiende por sí sola, aunque siempre ofrezca guiños a los fans, como ése del final de los créditos.