La historia se centra en el sur de los Estados Unidos y oscila entre el western y una película de gangsters para contarnos esta historia de una banda que defiende su territorio de la corrupción y el atropello. Mientras hacen un desfile de grandes nombres como Gary Oldman y Guy Pearce, vemos tiroteos en plena calle, una gran ambientación y un guión que cae en un cliché tras otro. No hay forma de que no se torne predecible ya que cae en el malo muy malo, el bueno muy bueno pero muy rudo, las mujeres que son decorado y la violencia constante. Tengo que confesar que el western siempre tiene magia para mí. El hecho de que sea el único género que existe solo en el cine, que nos haya regalado tantos clásicos y el ver grandes películas que siguen respetando su forma pero renovándolo (basta con recordar la monumental Drive) no me permiten creer que sea necesario un producto tan plano. Si bien la ambientación y vestuario dejan un gran placer visual y las tomas del director son sugerentes, John Hillcoat que ha sabido cargarse al género gangster tan bien en “La carretera”, no puede salvar su falta de dirección actoral. Tampoco podemos culparlo tanto: el peso de la historia recae en Shia Lebeouf que tiene ese constante gesto de estar a punto de estornudar que mantiene durante toda la película sin lograr el más mínimo matiz. Guy Pearce, que amamos verlo como un psicópata despiadado, pasa de ser un asesino de guantes blancos (en este caso, literal) a ser una caricatura frente a nosotros. Los pocos momentos en los que Oldman está en pantalla son excelentes, pero tiene tan poco metraje que no llegan a salvar la película. No puedo menos que indignarme porque no explotaran la calidad de Chastain y Hardy da muy bien en pantalla pero tampoco se luce demasiado. En conclusión, la película no es mala, pero nos lleva a tantos lugares comunes que pasa como si nada. No termina de crear el drama ni la sugestión que espera, la dirección de arte es buena pero quiere atarse tanto al libro que parece más un manual de cómo filmar western que una película en sí… Pasa sin pena y sin gloria.
Tengo que confesar que me encantan las películas “de baile”. Si bien nunca tuve constancia para aprender, bailar me encanta y ver esos números súper preparados siempre me atrapa. O sea, lo que todo el mundo detesta o le aburre soberanamente, a mí me encanta. Siendo la entrega número cuatro (y sí, vi todas), esta conserva el mismo ¿Argumento? En el que el chico pobre se enamora de la chica rica que es estudiante de baile. Ella tiene toda la técnica pero requiere de imaginación y para eso, el baile callejero de él, viene muy bien. Sean vive en un barrio de Miami que no es de los más lindos. Junto a sus amigos organizan números de baile urbanos al estilo manifestaciones, metiéndose en galerías de arte, edificios o en plena calle. Están organizados como si fuera un ataque pero más allá de una puesta artística, no pasa nada. Hasta que un empresario amenaza con destruir el barrio en el que él y sus amigos crecieron y para eso cuentan con una nueva aliada, Emily, que es la hija del magnate. Las actuaciones mucho no cuentan, honestamente. Los chicos son grandes bailarines (entre ellos podemos ver a uno de los que había quedado seleccionado para This is It, de Michael Jackson) y los sets rondan siempre en bares donde se baila salsa o calles en las que se baila hip hop. Peter Gallagher es el único actor conocido realmente. Como siempre, es un tipo querible pero no hace demasiado por el film. Tal vez porque no baila. De más está decir que son números de baile extensos y muy bien puestos. Es la que más me impresionó en cuanto a la puesta porque en este caso el protagonista tiene un grupo de baile de aproximadamente 50 personas en el que se hacen escenas simultáneas con luces, elementos diversos y plataformas para diferentes niveles. Scott Spreer, que es el encargado del proyecto, ya ha demostrado sus cualidades filmando grupos de baile en ocasiones anteriores y creo que es el valor agregado de esta entrega. El director logró captar esas escenas y los elementos y hacer el baile todo lo sugerente que la pareja principal no puede transmitir por sí sola. La idea de que con un par de bailes se puede manifestar una idea y un mundo en el que se quiere vivir siempre me ha resultado poderosa. Lo bueno del arte son esas infinitas posibilidades y que el mensaje, si está bien pensado, es realmente simpática…me gustaría decir que realmente termina estando bien lograda. Imponente…claro, si son como yo y aman las películas de bailes. Entretenida sin más.
sta es la última entrega de una saga multimillonaria y el argumento (o la falta de él) está planteado desde hace tiempo. Pero aún así es que la que más floja me ha parecido de todas, lo cual me decepciona porque fui seguidora de todas las entregas y los libros. (Lo confesé y todo) Después de que la entrega anterior nos dejara al vilo para poder ver a Bella vampiresa, esta vez no empieza con ella narrando como solía ser. Los bosques aparecen petrificados a los pies de la cámara sin introducirnos al problema de Bella en ese momento. OK, puede ser porque esté muerta pero hubo un quiebre innecesario ahí. También me sorprendieron los títulos que abandonaron la forma que tenían siempre de evocar el fenómeno (Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse) del que hablaban. Me imaginaba algo mucho más sangriento y pasional en esa introducción que fue nada. Y la secuencia de títulos dura como tres minutos... En este caso Edward y Bella (felizmente casados), tienen que defender a su hijita de la furia de los Volturi y en realidad proteger a su clan porque se convirtieron en una amenaza para esta suerte de “realeza” de los vampiros. Pero no termina de quedar ese sabor a enfrentamiento si el resto de los de su clase no son convencidos para tomar uno u otro lado. La película se convierte, así, en un desfile de vampiros muy simpáticos, pero que dan lo mismo que nada. No se sabe mucho de sus vidas, da lo mismo cómo los reclutan o cómo los conocen. Y esto dura una hora más o menos… Por otro lado, los efectos especiales utilizados en Reneesme cuando es beba son paupérrimos. Parecen literalmente cortados y pegados de otro lugar. Teniendo la posibilidad de poner una beba preciosa e intentar hacerlo realista, ¿Tenían que irse a ese extremo? Y esto, desgraciadamente, aparece unos diez minutos en pantalla… Me faltó Charlie en esta entrega. El personaje del padre de Bella es uno de mis favoritos pero queda desdibujado absolutamente. Casi parece como si lo hubieran solucionado de un plumazo por falta de presupuesto. Y eso que tiempo le sobra por todos lados a la película. Como si eso fuera poco (y lo cuento para que no esperen escena post credits) los créditos finales estilo obituario con la “canción de cuna de Bella” son espantosos. De verdad. Y duran como seis minutos más. Y la gente de la sala no te prende las luces. Pero el drama está presente y promete mejorar…pero no cumple. Y esto dura las dos horas y pico de la película. En cuanto a las actuaciones, si bien son empalagosos para el resto de los seres humanos, no se puede negar la química de la pareja principal y la belleza de ambos. Remarco al vampiro Garret y a Benjamín que fueron los más simpáticos de los miles que circularon por pantalla. Michael Sheen como Aro, como siempre soberbio (uno de esos actores que no me canso de ver) y creo que hay pocos personajes a los que le deseé una muerte tan dolorosa como a la Jane que construye Dakota Fanning. Sostengo que mucha de la falla está en la adaptación. No importa que esté basada en una novela porque nada obliga a que sea literal el paso de un soporte a otro, me parece que desaprovecharon contar historias, desarrollar personajes, hacerla intensamente más dramática y alargaron escenas que no tenían sentido. Casi la viví en tiempo real. Es muy probable que esto sea porque fue Stephanie Meyer la que la produjo. Se enamoró de su forma de ver su mundo y no pudo despegarse. Sé que la película va a ser un éxito no importa lo que yo escriba de ella, pero quiero ser justa y seria con la crítica como siempre lo he sido. Los vampiros no envejecen, pero yo sentí que tenía 80 cuando salí. Eterna. Y no pasa nada.
Cuando se trata de una segunda parte hay cosas que uno ya tiene planteada: la relación entre los personajes principales, un pasado en común, una estética y los villanos que aparecen. El problema de esta película es que peca de dar por sentado esto y no construye nada nuevo desde el inicio. Así es como con una técnica ejemplar (brillante secuencia de títulos, uso de cámara en mano, mezcla de sonido), vemos a Bryan (Neeson) una vez más haciéndose cargo de los errores pasados. El tema es que esta vez la víctima es él y, para llegar a hacerle daño, vuelven a caer la ex mujer y la hija. Si hasta acá les parece un revival de Duro de Matar, no saben todo lo que falta. En una seguidilla de cliché tras cliché del género acción, acá se pierde la verdadera motivación del personaje que tanto atrapaba en la primera (recuperar a su hija y salvarla de esa red de trata de blancas), lo cual en términos de atractivo no parece una buena elección y se la reemplaza por una venganza ... con un malo tan caricaturesco (o será que es porque lo recuerdo como Boris en Snatch)con poco peso especìfico y demasiadas limitaciones. El resto, ya se lo imaginarán. Neeson se nos está poniendo viejo, chicos. Y el guión tampoco aprovecha eso. Él sigue siendo una supuesta máquina con una hija cuasi adolescente que no sabe manejar hasta que puede lidiar con una persecución (!!). Tampoco es que la idea de “legado” esté bien manejada porque si quieren presentar que es digna “hija de”, hay mejores opciones. De alguna manera, Oliver Megaton (el director) eligió que este producto se apoye exclusivamente en la acción, dejando de lado el desarrollo argumental y emotivo que nos atrapó en la primera. Como dije al principio: salva la técnica. Rcomiendo verla en sala por lo mencionado anteriormente y porque los comentarios de los grupos de amigos eternos que van a ver esta película son imperdibles. Probablemente lo más divertido haya sido eso.
Muchos titularon a ésta como la comedia del año. Yo no iría tan lejos. Recuerdo que la primera vez que vi el tráiler fue porque me lo pasó un amigo y me dijo “es la Paul de este año”. Ahí te creo un poco más. Ted es una comedia un poco pava un poco nerd que sólo funciona cuando apagás la cabeza y dejás de pensar que todo tiene que tener una gran base o justificación. Y, sobre todo, cuando conocés a alguien que se resiste tanto a crecer en la vida real. Esta es la historia de un chico al que nadie le daba demasiada bola y desea que su oso de peluche cobre vida para poder tener un amigo. A medida que el tiempo pasa, la relación con el oso también al punto de que es su conexión con ser chico y su excusa para no avanzar. En el medio el peluche fuma marihuana todo el día, hace comentarios racistas y misóginos y aún así es el gurú de John (Mark Walhberg). Lori (Kunis), su novia hace cuatro años pretende que él avance de una vez y emancipe al oso porque siente que no puede terminar de construir nada con él. El argumento es, básicamente ese. No hay demasiado más pero en el interín vamos conociendo algunos personajes y situaciones que condimentan muy bien esta idea principal. Es para reírse sin prejuicios, pero no me animaría a decir que le terminaron de sacar el jugo a Ted tampoco. Hasta él que estaba vivo por un milagro tenía más cerebro que John y me lo imaginaba haciendo cosas un poco más crueles o jugadas de las que termina haciendo. La película, de todas formas, dura lo justo y necesario para una película como ésta. No, no hay grandes puestas ni vestuarios y por momentos el humor se hace muy escatológico pero aún así creo que es para morirse de risa un rato. La dirección y el guión estuvieron a cargo de Seth McFarlane, el creador de Family Guy y mucho de su humor se ve acá. No dota al personaje de una construcción demasiado característica, ni siquiera desde la impronta de la voz, lo que por momentos funciona y por otros da lo mismo quién lo está diciendo. Creo que es de esas pelis que terminás viendo mil veces porque te reís mucho, porque conocés gente así de ajenos a la idea de sentar cabeza (o porque saliste con ellos y te viste como Lori, dándote cuenta que lo mejor es salir de ahí). Sea como sea la niñez parece arrastrarnos a todos de vuelta, aunque sólo sea a la sala.
Sin querer, todos dejamos marcadas nuestras preferencias en el sitio. El que me lee seguido sabe que tengo un amor particular por el cine clásico de Hollywood y por su estructura. Esta película logra ser un western como los de antes, como esos que no podía dejar de ver y que ahora se fueron perdiendo en caricaturas de lo mismo. “Sal” nos cuenta la historia de un hombre en busca de inspiración para filmar el western que siempre soñó y que en pleno desierto lo confunden con otro que tiene un pasado oscuro. Este recurso, también muy usado en el cine clásico, de la confusión termina creando tres personajes: el que es, el que creen que es y el que termina siendo combinando a los dos anteriores. La ilusión del “viaje” que tiene el personaje de Sergio en el que el punto de llegada nunca puede ser igual que el de partida porque él ya no es el mismo Con el escenario del desierto de Atacama (de ahí el nombre de la peli) y la búsqueda de este hombre que termina entrenando incansablemente para poder hacer frente a algo que no le correspondía responder (y, como en todo western, no puede faltar el malo muy malo), pero que responde porque él ya se ha convertido en quien creen que es. Algunas constantes como esas miradas melancólicas y los atardeceres soñados terminan de dar la pincelada. Ni les digo del duelo que me recordó a Gary Cooper en pleno mediodía, caminando por un pueblo desierto. Esta película es la ópera prima de su director, Diego Rougier, quien también se hizo cargo del guión. En él podemos ver ese cine que yo amo, con pinceladas de humor que me recuerdan a Leone. Algunas cosas de guión como las de apegarse mucho a las constantes por momentos, tornan un poco predecible la película y le quitan ritmo. No es que las actuaciones no estén a la altura (remarco el trabajo de Contreras y Martínez) pero la verdad es que el producto era de una ambición que requería un nivel actoral enorme. Me gusta que fundamenten caracteres con clima: acá la gente es seca y árida porque vive en el desierto, pero querer cumplir con todos y cada uno de los estereotipos, termina saturando al espectador. Llena de homenajes, es una película hecha por un amante del cine para otros amantes del cine. Ya eso sólo vale la entrada.
Fui a ver esta película con muchas expectativas. La trilogía anterior protagonizada por Matt Damon combinaba una acción vertiginosa con un juego de espías que se vuelve más interesante por el hecho que el personaje sufre amnesia y va conociendo los hechos a la par del espectador y las entregas enganchan tan bien unas con otras que no creía posible que esta me decepcionara. Y tuve razón. Jeremy Renner (Hurt Locker, Avengers) interpreta a Aaron, un militar que está dentro de uno de los programas del gobierno. Ése es el legado de Bourne: de repente todos los programas están en jaque y cada uno quiere salvarse a sí mismo y a las instituciones por sobre todo. Aaron cumple su misión en plena montaña y cuando se percata que están queriendo eliminarlos, debe volver a la fuente para conseguir las drogas del programa. Para esto, necesita a la única doctora que queda viva. Sinceramente, no podían elegir un actor mejor para este papel. Da con lo físico, pero sobre todo, es un gran actor. Espero grandes cosas de él y pocas veces no ha cumplido. Marta, interpretada por Rachel Weisz, es una bioquímica enamorada de la ciencia, que se mete al programa y hace lo que le dicen sin preguntar demasiado. Sabe que en el momento en el que piense lo que se está haciendo, su magia se romperá. Un placer volver a ver a Edward Norton en pantalla, haciendo del altruista que deja la moral de lado para hacer lo que tiene que hacer por el país. Además, recuperan muchos personajes de las sagas anteriores como el de Pamela Landy, Noah Vosen y otras cabezas de la CIA. Como si fuera poco, vuelven a aparecer esos francotiradores metódicos que no emiten sonido. La acción los va a dejar sin aliento. Mucha cámara en mano bien al estilo de ellos, persecuciones eternas, muchas peleas coreografiadas sin grandes armas ni estruendos, sino que parece más rudo y más cercano. Técnicamente es perfecta. Recuerdo tomas largas y movimientos de cámara que son para levantar envidia. No es poco decir que es la tercera película de Tony Gilroy pero como ha sido el guionista de las entregas anteriores de Bourne y de ésta, el hombre sabe. De a poco se está convirtiendo en una saga muy consistente con constantes que podemos reconocer y funcionan como para saber qué esperar. Me gustó que terminara con el mismo tema de Moby que terminaban las anteriores, que el motivo haya cambiado, las pistas que me dan de cómo sigue la historia por otro lado. Honestamente, salí muy satisfecha. Como consejo, con tanta cámara en mano, es mejor estar lejos de la pantalla. La vi en fila ocho y por momentos marea un poco.
Cada vez que pienso en la década en la que nací, su música se me viene directo a la cabeza. Me acuerdo de bandas enormes, míticas, de temas que me transportan a la Era de los jopos, las hombreras y las botas texanas doradas. Rock of Ages toma todos esos grandes momentos musicales de esos 80s y lo lleva a una historia. De hecho lo articula tan bien que cuando llegan los momentos de los grandes contratos tenemos hasta a boy bands al mejor estilo New Kids on the Block o mis adorados Backstreet Boys. El argumento no se pasa de brillante: tenemos un bar que es mítico para el rock que se llama Bourbon Room en el que la gente trabaja con tal de tener una chance de escuchar la música y de, en algún momento, conquistar el escenario. Una chica de pueblo llega a Los Ángeles buscando su sueño, termina trabajando en el bar gracias a un chico que se apiada de ella. No sólo resulta que él es un cantautor (impresionante voz la de Diego Boneta) sino que se enamoran. Con todos los clichés que vienen al caso en determinado momento el bar está en jaque por políticas del Alcalde, que en realidad es la esposa la que las impulsa (es una tremenda alegría volver a escucharla cantar a Catherine Zeta Jones, mujer de las más hermosas y talentosas que hay en pantalla), el manager del bar que confía en el chico (Alec Bladwin gordo, borracho y desafinando es monumental. Disculpen pero me cae tan bien que morí de risa con él). También contamos con Tom Cruise haciendo de Stacie Jaxx, un roquero venido a menos que busca volver a la cima. El hombre estudió con el maestro de Axl Rose para el papel y se nota. La verdad es que ha sacado dotes que no imaginé que tenía, pero a mi gusto a la voz le falta fuerza y su actuación es tan exagerada que llega a aburrir. Espectaculares Paul Giamatti como el manager chupa sangre (y tiene una gran voz) y la revelación de Malin Akerman (Watchmen) que hace un dueto con Cruise impecable. La chica principal, Julianne Hough (la misma de Footloose y Burlesque), parece ser el nuevo nombre de todos los musicales. Honestamente, una voz tal vez demasiado country que no es mi estilo favorito, pero cumple. Enormes intervenciones de Mary J. Blidge que salva muchas versiones. En definitiva, la película es bastante simplona. Cumple porque cuenta con esos temas y buenas versiones que tientan al espectador a ponerse a cantarlas mientras ve la película, pero no mucho más. No hay una gran puesta, el vestuario cumple y no hay interpretaciones actorales para remarcar. En algún punto me hizo acordar a Mamma Mia en cuanto a que los mismos actores parecían hacerlo para divertirse. Y por momentos eso se contagia en el espectador.
Si les puedo ser sincera, con ese nombre no esperaba grandes cosas de este film. De todas maneras, a veces vale la pena limpiar un poco la cabeza de prejuicios y ver qué presentan. La película empieza con un narrador reflexionando sobre la historia, de cómo se recuerda la gloria de las batallas por sobre la sangre que se derrama y de cómo la gente convierte a un hombre en un mito. Así es como nos presentan a un Lincoln entrado en años y que reflexiona sobre su diario íntimo en donde está escrito lo bueno y lo malo…y su lucha contra las sombras. Para aquellos que conocen algo de la vida de este gran y polémico hombre, van a disfrutar los guiños que se ven. Su relación igualitaria con todos los hombres, su hambre por aprender (él siempre fue un autodidacta), lo cerrado de su círculo social. OK, de ahí a verlo con hachas de plata decapitando vampiros hay un abismo. Ni qué decirles cuando ven que los soldados sureños en la Guerra de Secesión eran casi todos vampiros. De todas formas, claro está, no busca parecer realista. Tiene una serie de efectos sonoros excelentes y rara vez usa el silencio o los ruidos incidentales. Todo parece subrayado. La imagen, muy al estilo de Wanted (la más famosa por estos lados del director Timur Bekmambetov. Mismo a cargo de esta producción) es cercana al videoclip, congelando acciones por momentos que luego terminan en una velocidad diferente (generalmente ralentizadas). Honestamente, no puede no parecer entretenida desde lo visual. hora bien, Abraham es interpretado por Benjamin Walker que toda la película me recordó muchísimo a Liam Neeson hasta que descubrí por qué: interpreta a Kinsey (en la que también actúa Neeson) en la adolescencia. El chico no parece un genial actor, pero tampoco la historia pedía más que destreza de él. Creo que Lincoln era un hombre solemne y, como tal, es difícil darle una “forma humana”. Dominic Cooper (Mamma Mia, La duquesa) interpreta a Henry, su maestro que tiene una buena encrucijada pero, otra vez, es más llamativa la historia y la tratativa visual que lo que interpretan los actores. No creo que nadie pueda decir que se aburre en esta película. Claro, puede no gustarte, podés pensar que es realmente de una irrealidad que no te permite “entrar” en la fantasía, pero aburrirte, es difícil. Al menos es la excusa para terminarse el balde de pochoclos.
La sala estaba llena, completísima. En general hay una respuesta popular específica a Francella y a Cabré, por ser actores venidos de un medio masivo como la televisión. "Atraco", prometía mucho, por su lo que conocíamos de su dirección de arte y el peso de muchas figuras conocidas para el gran público. Debo decir que el cine de género nunca me pareció mala palabra. Respeta constantes y el argumento por momentos se hace predecible, pero en muchos casos uno disfruta tanto el relato que no necesita anticiparse si no dejarse llevar. Con "Atraco" sentí que me sumergían en un momento histórico con un gran despliegue, con actores que respondían, con la música que terminaba de completar ambientación y vestuario, pero sin un guión sólido o convincente. "Atraco", que en España se usa para “robo”, es la historia de dos militantes que deben salvar de las manos de la mujer de Franco a las joyas de Evita que Perón tiene que vender en orden de financiar su exilio. Acá hay justicialistas realmente involucrados con la causa y hay otros que se hacen ver, delineando el escenario a instalar. La película se plantea como extremadamente liviana y extrañamente, se hace muy dramática de a ratos, casi sin justificación. Si los actores están bien en sus papeles, no queda otra que pensar que es la historia lo que falla. Y en este caso es así. Tampoco es que se haya elegido una de las dos partes: en el género del policial negro generalmente se ata la cámara o el relato al personaje del detective y, en el caso del subgénero gangster al ladrón que tiene un final nefasto. Pero en este caso no se toma esa decisión, sino que vemos a ambas partes en un sinfín de enredos. Imagínense que hacia el final contamos con una escena con un trineo cual Rosebud y un epílogo en el que la cámara se mueve sola para terminar de completar el relato. También vale aclarar que el cine de género negro de estilo clásico generalmente se sostiene por ser clásico. No por el dinamismo, si no por la mística de las figuras y demás. Esta película no cuenta ni con la figura carismática, ni con el final en el que todo lo soluciona, ni nada. Tengo que remarcar la labor de Francella y eso que yo no soy su fan número uno. Honestamente, un papel sentido, bien ejecutado. Cabré logró medirse y no llenar de tics su interpretación por lo que fue funcional a la historia. Daniel Fanego también cumple con su rol de abogado del diablo que hacia el final se va ablandando. Y Óscar Jaenada cumple con el perfil del detective. Digamos que toda la estructura funciona pero falla la historia. Muchísimos recursos tuvo a su disposición Eduard Cortés, para realizar esta cinta, pero parece que no alcanzaron el nivel esperado ("Atraco" tiene grandes atributos técnicos) y la falta de un libro que interese y vaya en una dirección clara, hace que en el balance final, todos abandonemos la sala un poco decepcionados. Otra vez será.