Cuando semejante elenco está en cartelera, siempre desconfío un poco del resultado final. Si a eso le sumamos a un director con su grato recorrido, bueno…mis alarmas empiezan a sonar. Aún así, me encontré con una buena historia que, si bien responde a la romcom con sus espacios comunes y predecibles, termina siendo una película disfrutable. George (Butler) es un personaje un poco patético, que fue una figura del fútbol europeo hace tiempo y una serie de malas decisiones hoy lo tienen alicaído. En esos momentos en los que los flashes se empiezan a apagar, hace un balance de su vida y para eso, tiene que criticarse su rol de esposo y padre. A lo largo de la película lo vemos cómo pasa de ser un padre ausente, a ser entrenador del equipo de fútbol de su hijo, a playboy/trofeo de las madres de los compañeros del nene y a intentar ser un mejor padre en el proceso. Mete la pata todas las veces que puede hasta que finalmente empieza a entender cómo jugar. Butler siempre me ha gustado mucho para comedias. Tiene pasta de galán, esa facha un poco torpe y un poco tierna que me cae bien y que va muy bien con el género. El tema es que Jessica Biel no parece tener interés en nadie más que en su botox (paupérrima su interpretación de la ex), pero como tiene una buena batería de secundarios como la monumental y siempre preciosa Catherine Zeta Jones, Uma Thurman y Dennis Quaid, la cosa se relaja por momentos. El escenario es un barrio en los suburbios de Virginia, lejos de las grandes ciudades que solemos ver en estas cintas y eso promueve mucha magia en la fotografía para poder relajar sobre aquello que no pasa en los diálogos. Sostengo que a la pareja le falta química, lo cual en una de estas películas es casi insalvable. Gabrielle Muccino ya ha demostrado en "En Busca de la felicidad" que sabe manejar muy bien las relaciones entre padre e hijo en la pantalla. El guión, si bien es divertido, trae pocas cosas nuevas. Sigue remarcándose el rol de él que más que mujeriego se va convirtiendo en rehén de mujeres (muy tano. Disculpen pero me hizo pensar en Marcello en la Dolce Vita donde erraba de mujer en mujer) y un lindo ritmo cómico. Dista de ser la película del año, pero no decepcionará a muchos
Joe Wright me parece uno de los más interesantes directores de su generación. Haciendo su gran debut con “Orgullo y Prejuicio” ya formó esta dupla con Keira Knightley que se renovó con la maravillosa “Expiación, deseo y pecado”. En este caso, Wright toma todo su dramatismo y romance para filmar a esta historia inmortal. Esta adaptación tiene como idea central presentarla en un escenario como una metáfora (tal vez demasiado obvia porque es en un teatro) de la teatralización de un Imperio que se notaba a punto de quebrarse. Hay algunas menciones pequeñas (mucho más sutiles que las de la novela) sobre los ideales y las diferencias de clases pero que no quedan más que en el contexto. Lo que sí me gustó es que Wright captó el espíritu de Tostoi respecto a Anna: por momentos le tiene pena y por momentos es cruel con ella. Está dispuesto a verla como víctima y victimaria sin ningún tipo de reparo y queda en el espectador juzgarla o no. Keira como Anna tiene ese impacto visual innegable: esa cara nació para la pantalla y su elegancia le hace justicia al personaje de la novela. Sin embargo creo que le faltaba edad y profundidad a su interpretación. La Anna que yo tengo en mente se acerca un poco más a ese tedio de la vida coreografiada de la alta sociedad que una cara tan fresca no termina de cerrarme. Aaron como Wronsky tiene esa pedantería y determinación que bien retrata la pluma de Tostoi y la química entre ellos funciona bien sin llegar a despertar los suspiros que pudo haber despertado. Mención de pie para Law completando este triángulo como Alexei Karenin. Está realmente soberbio. Esta visión del hombre de ley y recto pero que está dispuesto a hacer cualquier tipo de laberinto para perdonarla porque la ama. El eterno ciego consciente y estoico hombre de Estado. En una puesta en tablas como esta hay dos elementos que no pueden pasar desapercibidos: el vestuario majestuoso (ganador de casi todos los premios en esta temporada) y la música de Dario Marianelli. Dario, quien ya compuso la música para “Orgullo y prejuicio” y la que le valió un Óscar para “Expiación, deseo y pecado”, vuelve a construir piezas majestuosas, con la fuerza de la orquesta que nos empieza a despedir de la Rusia Imperial con un dramatismo casi de Ópera y nos lleva lentamente a ese desastre y a ese tren. El resultado final es digno, pero por momentos la puesta parece llevar más a una adaptación sin forma (tanto que a veces le quita el ambiente trágico para parecer una parodia) u otros en los que se repiten recursos ya vistos de Wright pero sin alma (como el que ya vimos en Orgullo y prejuicio en el que ellos bailan y el resto de las personas desaparecen para ellos). Tolstoi será adaptado ésta y muchas veces más. Su capacidad de formar psicologías en personajes que no son planos y nos muestra una amplitud moral gigante no mueren nunca. Para probarlo, esta es la sexta vez que llega al cine Anna. Esta versión es más para apreciar la majestuosidad de la puesta que para comprender la historia. Me dejó con ganas de más, tanto que a veces pensaba que yo era la única que había leído la novela.
Es una de las figuras más evocadas y respetadas del cine. Tanto para hablar de lo comercial, del Studio y Star System como para hablar del tan polémico cine de autor, el hombre es figura puesta entre los ejemplos. Y sus películas hablan por sí solas: cuando las ves, no dudás del por qué de su fama. Este retrato de la vida del director cuando realizaba una de sus películas más conocidas (Psicosis), empieza con el claro retrato de sus entrevistas y de cómo gustaba de presentarse. Eso ya es una estaca directa al corazón cinéfilo. Después nos lleva por el vértigo del día después del estreno, de la repercusión de las críticas y de cómo el artista vive en esa constante nebulosa de pensar que a lo mejor nunca vuelve a tener la oportunidad de hacer una película. El guión es simple y está enfocado en él y en la dinámica que quiere explotar con su mujer. Sus romances platónicos con sus rubias y los celos de las páginas de otros junto con sus muchos fantasmas (como el de ver a un asesino imaginario como su muso inspirador) demuestran que el genio detrás de la cámara mucho tenía que ver con los genios que dormían en la misma habitación. Sin embargo, el director, Sacha Gervasi, se muestra convencional en el planteo. Una ambientación correcta, con un vestuario acorde (mucha saturación de colores para dar esa estética “de película pintada”) que nos lleva al corazón del estudio en esos años en los que el cine clásico llegaba a su fin y los exteriores empezaban a ser un must en los sets. La actuación de Anthony Hopkins me fascinó. Tal vez porque he visto millones de entrevistas a Hitch y sé su capacidad de ser increíblemente simpático y meticuloso para hablar sin que se le escapen mayores gestos pero todo lo afectivo y el carácter de la película recae en la Alma de Helen Mirren. Con su capacidad de no achicarse frente a nadie en pantalla, construye a esta mujer compleja, que siente el frío de la sombra del marido y que al mismo tiempo es la que construye ese monumento. El elenco de reparto incluye a Jessica Biel, Scarlett Johanson, Toni Colette y Ralph Maccio (sí, Daniel San de Karate Kid). No están mal pero sus apariciones con casi guiños a la película que se está creando más que ser una construcción real sobre un personaje. Funciona porque lo importante es la dinámica del matrimonio. Una película tierna, para amantes del cine que encuentran esos guiños y esos gestos como un espacio directo para soñar con la maravilla del celuloide naciendo…aún con violines de fondo y una ducha sangrienta.
Cualquier película de Anderson no necesita mucha presentación. Después de Magnolia y Petróleo Sangriento ya tiene nuestra alma y nosotros lo seguimos. Si a esta fórmula volvemos a sumar al impresionante Phillip Seymour Hoffman, ya cerramos trato. The Master tiene lugar en 1945, cuando Freddie (Phoenix), un marine, vuelve a casa. Pero la reinserción a la sociedad no le resultó nada sencilla. En vez de mostrarnos toneladas de flashbacks, Anderson opta por hacernos testigos de su comportamiento errático y violento como una tensión constante en pantalla y es lo que al final siempre nos tiene en vilo con el personaje. Todo el tumultuoso mundo de este hombre llega a someterse cuando conoce a The Master, que no es otro que Seymour Hoffman. Como todo líder de un culto, este hombre cuenta con el carisma y la oralidad que harían envidiar al resto de los mortales. Despierta a su alrededor fascinación y odio y será el nuevo depósito de la obsesión de Freddie. Phoenix no hizo mi rol favorito en su carrera (es un actor que respeto mucho) pero creo que cumple. De todas formas, me aburre verlo casi siempre como ese adicto border a punto de quebrarse. El método que utiliza este culto es una mezcla de hipnosis y vidas pasadas, en sesiones eternas de preguntas en las que el Master tiene la información para luego hacerte encontrar la respuesta a tu situación actual. Dejar de sufrir. En una época en la que tanta gente había perdido tanto, no es loco que haya tenido éxito. Imperdible el duelo verbal con sus detractores. Tengo que hacer una mención aparte para Adams que se merece, a esta altura del partido, ganar todo. Todo. Hasta el Bingo de la vuelta de su casa. Lo que logra esta actriz es monumental. Con esa expresión austera y dulce, se yergue con todo su esplendor como la verdadera fan y titiritera que en otra ocasión podría hasta martillar las piernas de su escritor favorito en Misery. Los matices de su personaje y cómo termina de construir el magnetismo de The Master, es brillante. Yo lo quiero más a Phillip después de verlo a través de los ojos de ella.
Esta es la primera adaptación al cine del musical que pisó por primera vez un escenario en París en 1980 y cinco años más tarde llegó a Londres; y nunca más se fue. Considerando que Londres es la segunda plaza de teatros más importante del mundo, pensar que un musical no se fue por 28 años no es poca cosa. Basada en la novela homónima de Víctor Hugo (dicho sea de paso, una de las mejores que leí en mi vida), este musical nos lleva a ese tiempo entre la Revolución Francesa y la instalación definitiva de la Asamblea del Pueblo. Imagínense lo que es para un pueblo haber cortado la cabeza de la nobleza por pedir a gritos un cambio y que unos años después vuelva a haber un rey en el trono. Así es como vemos a Jean Valjean (Hugh Jackman) a lo largo de su vida, pasando de ser un ex convicto que es impulsado nuevamente a delinquir porque nadie le permite reinsertarse en la sociedad. ¿Por qué fue a la cárcel? Por robar una pieza de pan hace 19 años para su sobrino que se estaba muriendo de hambre. Será la fe inmensa de un Monseñor la que le dará la mano para buscar ser un hombre de bien pero la inminente amenaza de ser descubierto por Javert (Russel Crowe) no le permitirá descansar. En el camino será sin querer el móvil de la desgracia de Fantine (Anne Hatthaway) quien deja a una niña a su cuidado. De más está decir que esa niña crecerá y no podrá ser suya para siempre. No puedo discutir la estructura de un musical que tiene un año más que yo pero tengo que reconocer que fue un acierto eliminar algunos cuadros musicales. Tom Hooper demuestra que su Óscar por la dirección de El Discurso del Rey no fue una cosa fortuita, mostrando no sólo este París con una estética (tiene una gran dirección de arte y vestuario) que por momentos me recuerda a la hermosa Moulin Rouge, sino que usa el plano cenital de una forma sugerente (este plano es llamado “El ojo de Dios” y no es casual dada la importancia de la relación del personaje principal con la fe y con el perdón), como permite que los personajes suicidas coqueteen en el borde de una baranda con su final, como hace que los peores y más desgarradores testimonios sean con el personaje mirando fijamente a cámara. Si bien creo que se abusa un poco del recurso de poner el año (9 años después, 5 minutos más tarde, 18 años siguen) también debe entenderse que son como 50 años en la vida de alguien y no es sencillo si no que se entiendan las elipsis, sobre todo para un cine como el americano que gusta de subrayar cosas y de dar las historias digeridas. El elenco es muy sólido. No esperaba que Jackman pudiera entregarse tanto a un personaje tan complejo como Valjean. Vocalmente es para que nos ponga la piel de gallina, pero lo que hace físicamente, cómo logra manifestar ese tormento interno que lo hace parecer siempre el hombre más triste del mundo es realmente increíble. Crowe no estaba del todo cómodo con el canto pero no defrauda y su Javert es tan estoico como me lo imagino (es culpa del guión que no lo hayan desarrollado más. Es uno de mis personajes favoritos en la novela). Helena y Sacha están perfectos como esos detestables y repulsivos Thernadier que por dos centavos venden su alma porque ellos creen merecer todo. No puedo no elogiar la participación a Aaron Tevit como Enjolras y Samantha Banks como Epopine, ambos grandes actores de musical. Eddie y Amanda cumplen sin volvernos locos (ella canta como un hada y él es mejor actor que ella, o sea que equilibran). Pero acá viene lo polémico: Anne no me mató de amor. Fantine es un personaje que le queda enorme y si bien ella quiere transmitir su inocencia y desamparo, termina teniendo una expresión uniforme durante todo el film, sin matices. Y la versión de “I dreamed a dream” que hizo es casi un asesinato. Le sacó toda la fuerza del dolor para que sea entre sollozos. La película es larga pero lo vale. No paré de llorar en toda su proyección pero lo vale. Si me preguntan de qué va Hollywood, siempre pienso en estos despliegues monumentales y en actores capaz de hacer de todo, de tener cualquier entrenamiento con tal de llevarlo adelante. Es monumental. Pero, claro, siempre pensando que te tiene que gustar la lógica de que los personajes se canten constantemente. No todo el mundo ama los musicales, siempre admití que son mi perdición. No se la pierdan en cine, por favor. Esta película es para los 7 canales de sonido, la pantalla enorme, el ruido del proyector de fondo y la oscuridad de la sala.
Una de las cosas que siempre me han gustado del tío Steven es que además de ser un loco obsesivo de la reconstrucción histórica (basta con ver La lista de Schindler, Band of Brothers o Munich para darse cuenta) también es capaz de usar tan buena ancla para hablar de lo que realmente quiere hablar que todos vamos engañados a la sala. Sí, yo me esperaba una biopic en la que me contara cómo nació, se reprodujo y murió Abraham pero, en realidad, él es una excusa para Steven: él quiere contar de la Enmienda XIII, aquella que cambia la historia cuando prohíbe la esclavitud. La película se concentra en los últimos años de la vida del personaje y en plena Guerra de Secesión, cuando no había siquiera intentos de paz y cada vez era más la sangre que corría. La acción pasa casi toda en interiores y a media luz (un punto a remarcar es la maravillosa fotografía. Una profundidad de campo que haría emocionarse hasta las lágrimas a Orson Welles y una luz dramática tan perfecta que es casi divina) y esto, combinado con un guión pesado y muy político, por momentos hace que la película sea lenta. Tiene que remarcarse, además de la música del gran John Williams (tal vez utilizada en exceso, a mi gusto. Creo que para algunos monólogos, los silencios hubieran sido un mejor y mayor impacto), la cantidad de recursos narrativos que tiene. Para aquellos que no saben de historia, el gran Spielberg lo simplifica con subtítulos que presentan cargos de cada uno con nombre y apellido al mejor estilo la serie de la BBC de Sherlock Holmes. Y queda muy bien, sin molestar al espectador. Habiendo dicho lo anterior tengo que agregar que lo que hace Daniel Day-Lewis es inexplicable. No sólo el acento (que el que habla no parece él. No tiene su tono, su articulación, su acento. Es otra persona), sino lo que hace con lo físico. Cómo se encorva, cómo mueve las manos en esos ademanes elegantes y antiguos, cómo tiene una serenidad inmensa en el gesto y destaca el carisma enorme del personaje. Honestamente, es para irse a la sala con un cuaderno para tomar apuntes. Es una clase de actuación. Sally Field tiene su escena monumental en su duelo actoral con Day-Lewis que muestra que es mucho más que la mamá de Forrest. Field se para, sufre, está a punto de ser quebrada por los miles de emociones desesperadas pero siempre sigue siendo la mujer estoica a su lado. Joseph Gordon Levitt interpreta al hijo de ambos y en su único monólogo demuestra que es uno de los mejores talentos de su generación, sin dudas. Un gran camaleón al igual que David Strathain (el mismo de Buenas noches y buena suerte) que está perfecto como la mano derecha de este presidente. Y Tommy Lee Jones como un Stevens cansado, pasional pero contenido es tan majestuoso que pensando esta película creo que es uno de los elencos más sólidos que he visto. Aún así, y amándolo como lo amo a Spielberg, tengo que decir que la película tiene un problema de ritmo y que por momentos el guión tan pesado y la imagen tan oscura invitan más a una siesta que a movilizarse con las soberbias interpretaciones y discursos. El resultado final no es su mejor película, pero sigue siendo buena, porque sus mejores películas son mágicas y ésta simple como es, igual puede pasar a la historia
Anexo de crítica por Patricia Relats Hace poco me dijeron que “comedia dramática” era una contradicción. No, la comedia se refiere a cierta forma y métrica en el que aparecen los hechos, que sean dramáticos o no, va por otro lado y esta película es un claro ejemplar de ese subgénero. En las calles de Filadelfia, un profesor suplente es sacado de su madre del loquero y él sale a la búsqueda de reinventarse. Cuando cree que está yendo en una dirección, en realidad construye una totalmente distinta, mientras lo persiguen para desaprobarlo y limitarlo (volviéndolo loco) y, honestamente, nadie está en una postura para hacerlo. Ahí, justo ahí, entra una desbocada chica que siempre está dispuesta a sacudir un poco el suelo bajo los pies del resto. Bradley Cooper cumple, pero por sobre todo lo que cumple es el guión que, por más que está plagado de clichés y lugares comunes, nos va llevando a una historia bien articulada. Jennifer Lawrence como Tiffany es realmente impecable. Además de preciosa, tiene ese dejo sensible y trastornado al mismo tiempo que le va muy bien. Para completar, un mínimo papel para la siempre impecable Julia Stiles y un Robert De Niro que hace tiempo que no vemos. De verdad que me sorprendió ver a ese actor tan bueno que parecía haberse retirado. La película es casi teatral: poco cambio de sets, un diálogo muy pesado, una cuestión de enredos y malentendidos típicos. Funciona, claro, y se lo pasa bien pero me cuesta pensarla a la altura que la están poniendo ¿Mejor Película? No sé si para tanto. ¿Mejor guión adaptado? Menos, de verdad que desde que empieza se sabe como termina. ¿Eso la hace una mala película? De ninguna manera. Y los que sostienen el baile, son los actores.
Honestamente, no empecé a verla muy bien dispuesta. La simple idea de tener que tolerar 2 hs 40 minutos de torturas hasta que alguien diga donde está Bin Laden, no me resultaba lo más atractivo. Aún así, con problemas de ritmo y con una idea ambiciosa, la película cumple mucho mejor de lo que yo esperaba. Como ya saben por el tráiler, la historia se centra en el personaje de Maya (Chastain), una agente de la CIA que conocemos apenas deja Washington para meterse en esos “puntos negros” en donde tienen a gente que sólo interrogan (las declaraciones presidenciales siempre han sido de que Estados Unidos no tortura). Claro, casi no hay contacto físico. La cuestión se vuelve cada vez más compleja (el relato empieza después del ataque a las Torres Gemelas) y finaliza cuando finalmente lo encuentran, en el 2011. En el medio, Maya perderá amigos, el sueño, los escrúpulos. Verá a gente caer y a gente levantarse y no va a descansar hasta encontrarlo. Uno de los recursos que más me gustó y que más funciona es el hecho de que las letras blancas sobre el fondo negro que en vez de decir que esta película está basada en hechos reales dice que “están basados en testimonios de primera mano”. No es lo mismo. Implica que conocieron a alguien de la investigación y que saben los métodos y las pérdidas. No es un mito periodístico, en apariencia. Siempre me sorprende que te enganche una película de la que sabés el final pero la película está bien dirigida. Con todos los golpes bajos del cine político que uno puede imaginar (imágenes de archivo que muestran la hipocresía de políticos o grabaciones de la gente atrapada en las Torres) y donde vamos viendo que nadie es inocente ni tiene las manos limpias, la historia se sostiene. El guión es consistente pero querer tomar una década de historia y con tantos términos técnicos hace que por momentos se hace eterno, o una verdadera tortura. En cuanto a lo actoral, Chastain realmente está brillante. Un papel lejos de todos los estereotipos que se puedan imaginar porque ella no sufre ninguna discriminación por ser mujer, ni ningún comentario lascivo. Es una mujer que se para frente a una investigación sin estar lloriqueando por los rincones. Es solitaria y sabe lo que tiene que hacer. Una mujer que dicen que no tiene sentimientos pero no la veo así: los tiene pero nada tapa al mayor sentimiento que es el de la obligación. Maya sabe lo que tiene que hacer y lo que tiene que hacer es encontrar a Bin Laden. El resto del elenco acompaña muy bien donde apenas se remarca a Mark Strong como el cobarde y políticamente correcto George. No es de lo mejor que he visto y dudo que se merezca la nominación como mejor película pero es un buen guión, una dirección consistente y una actriz maravillosa que sostiene la historia como nadie.
Cuando la estaba viendo moría de risa, de a ratos me perdía en el drama, por otros momentos me preguntaba cómo puede tener una cantidad tan grande de recursos, por otros veía las geniales interpretaciones de los secundarios, sobre todo. Es que Tarantino es así, nos lleva a un mundo que hace homenaje a las construcciones de otros pero le da su propio sello. El resultado, me dejó tan sorprendida y maravillada, que estaba tan muda como la D de Django. El western es el primer género cinematográfico. Es el único que no tiene una base en la novela literaria ni en el teatro y por eso será que siempre tiene la mejor fotografía: nació para ser visto. Amén de lo pintoresco del sur previo a la Guerra de Secesión, vamos desde las montañas hasta las praderas con ese gran plano general donde vemos pasar en hilera a los personajes a contraluz. No importa donde estés, ese tipo de imágenes te llevan a ese maravillo lejano oesteChristoph Waltz vuelve a construir un maravilloso secundario de la mano de Tarantino poniéndose en la piel de este dentista que se dedica a ser un caza recompensas. Es un hombre que aparentemente no tiene moral (típico del western), pero adopta a Django una vez que le da su libertad. Será él quien de forma al personaje principal y el que nos lleve a otro gran personaje secundario: Candie. Leonardo DiCaprio está tan bien como este chico malcriado, cruel y caprichoso que no me alcanzan las palabras para contarles. No puedo seguir de hablando de una película de Quentin sin hablar de otros dos de sus grandes sellos: el guión y la banda sonora. Antes que nada la banda sonora no es solo la música, sino todos los sonidos del audiovisual. Amén de la maravillosa música que siempre encuentra, tiene una colección tan grande de sonidos incidentales (como látigos que suenan como disparos) que potencian aún más lo visual. Y el guión es maravilloso, lleno del humor de la mala leche que caracteriza a este genio (cuando vean la escena de las máscaras del KKK se van a acordar de esto) y que no tiene problema de construir después un drama profundo y una búsqueda que da base a todo lo que vemos frente a pantalla. Está bien, le sobran un par de minutos. Estamos de acuerdo que los miembros volando y la desdramatización de la violencia son recursos de los que abusa a veces pero honestamente, no podía dejar de verla maravillada. De lo mejor que he visto del gran señor T. IMPERDIBLE
Ya es sabido que no soy muy dura para las películas pero cuando uno recuerda lo que fue esa catástrofe (y eso que fuimos afortunados de verlo de lejos), no puede ser inmune. La idea de la naturaleza, yendo implacable contra quienes la habitan es aterradora. Creo que esta película está filmada no sólo con relativa fidelidad (ahí es donde más falla: optaron por actores reconocidos y no por filmar con actores españoles para agregar verosimilitud) por lo que fue, sino que también muestra un respeto por los que perdieron a alguien que no puede pasar desapercibida. Desde el vamos, hay que hacer mención aparte a la gran composición musical que presenta. Empieza el film con unas notas sobre un sonido blanco que molesta y lo primero que vemos es al mar, que parece estar "dormido". Nos presenta a esta familia normal, unida, que va de vacaciones a disfrutar un poco de sol y playa. Como miles de otras que el director, Juan Antonio Bayona, acertadamente muestra cenando y en otras actividades. Remarca la suerte que han tenido en sobrevivir. Y eso es lo que más golpea: ha sido suerte. Cuando el desastre sucede, la película se divide en dos y ese es otro acierto. Nos muestran lo imperioso de la primera ola sin que se vea el impacto y de ahí pasamos a la desesperación. Lo que ha hecho Naomi Watts con este papel es impecable. No sólo en su relación con el desastre, sino como madre y como profesional (ella es doctora y se presenta solícita para ayudar a los demás). Un nivel humano y de vulnerabilidad que siempre he disfrutado de ella. Ewan McGregor, interpretando a su marido, nos muestra ese costado sensible y abnegado que siempre disfrutamos ver en él. Si bien sé que sus capacidades actorales dan para mucho más, hay que reconocer que el guión está enfocado en ella y es ella quien lo sostiene. No pude evitar llorar con la interpretación de Tom Holland, quien interpreta a Lucas, el hijo mayor. Cómo el chico se ve de repente superado, la necesidad de ser valiente y de asumir decisiones que no puede, lo desconcertado que se siente. Su desesperación y el hecho de no poder separar que es un chico y que se ve en esa situación es realmente devastador. En lo visual, la película realmente es impecable. No va hacia los golpes bajos que pensé iba a tener. Me pareció respetuosa, un homenaje y un canto a una supervivencia rodeados de tanta muerte y tanta pérdida. Durante dos horas estuve hipnotizada por el horror, por un temor espantoso y por la sensación de tensión desesperada en esa gente que quería recuperarse y que, mientras rezaban estar equivocados, sentían que habían sido amputados de la mitad de su familia. Los relatos de otros sobrevivientes, la agonía en los hospitales que parecían la Torre de Babel. No puede ser inmune a interpretaciones y una dirección semejante. Para salir silbando bajito y mirando el piso.