Todos sabemos que Shakespeare es el gran dramaturgo que ha existido. Sus historias contienen temas tan universales que no podemos dejar de emocionarnos con sus personajes y sus situaciones. Pero Shakespeare ha sido adaptado más veces de las que podemos contar y, entonces, me pregunto ¿Era necesaria una nueva versión de una de sus obras más famosas sin sumar nada nuevo? En este caso, la Verona de los Montescos y Capuletos está representada tal cual pide la ambientación según la época, al igual que los vestuarios. Como eran dos familias influyentes, claro está que los espacios son señoriales y hay un despliegue interesante. Filmados con encantos, tenemos cámaras que giran sobre su eje mientras descienden por las escaleras con un travelling y momentos más tarde, trepan paredes y balcones. Todo esto, claro está, en lo que vendría a ser la parte de encanto entre los amantes. Carlo Carlei, el director, viene de un ambiente más televisivo, pero al menos logra que visualmente la historia sea atractiva. La otra parte la hace la música del impresionante Abel Korzeniowski (que ya estuvo a cargo de la recomposición de la música de Metrópolis y de la de WE), que si bien está lejos de la parafernalia de Baz Luhrmann o lo trágico de la composición de Nino Rota para la película de 1969, logra brindar por momentos fragilidad y por otros vigor para esta agridulce tragedia. Y esto fue todo lo positivo que le pude encontrar. Tenemos a un Romeo (Douglas Booth) que, como es lindo, está más preocupado en estar estoicamente parado que en tener conexión con su Julieta (Hailee Steinfeld). Los diálogos les salen acartonados y sin un poco de pasión que caracteriza al personaje. Julieta es todo pasión, pero por momentos parece que está desesperada porque Romeo deje de posar y le preste atención entonces la pareja queda el colmo de dispareja. Pasar de True Grit a esto debe ser terrible. Entiendo que hay una forma shakespeareana de actuar, el problema es que si adaptamos el texto, tenemos que pensar cómo queremos adaptar las actuaciones también. Me dieron un poco de pena Damian Lewis y Paul Giamatti que se lo tomaron en serio y realmente dieron buenas actuaciones. El problema es que nadie más lo hizo, pero al menos será exitosamente olvidado. Ellos es probable que sean recordados como parte de este proyecto. No es que la película sea terriblemente mala, o peor a otras cuantas de este estilo, es que simplemente no trae nada nuevo a la mesa más que caritas jóvenes que la industria prueba promocionar. Ni una vuelta de tuerca. Si va a ser así, pido por favor que dejen a Guillermo descansar en paz.
Cuando hablamos de etapas oscuras en la Historia de la Humanidad, siempre me pregunto a mí misma qué van a traer de nuevo. Hemos visto millones de films sobre el Holocausto, y sólo recordamos algunos pocos porque creo fervientemente que si vamos a encontrarnos con lo peor de nosotros mismos como raza, al menos tiene que ser con algo valioso que la diferencie. O hacemos una absoluta ironía como Tarantino hace tanto en Bastardos sin Gloria como en Django Sin Cadenas, o estudien 10 años y hagan como Spielberg, lo mejor de su carrera como con La Lista de Shindler con un planteo perfectamente ambiguo de un prócer. En este caso, basado en la novela homónima y que se trata de la vida de su autor, la novedad es la historia en sí. No es una historia sobre la esclavitud habitual porque casi siempre nos presentan personajes que directamente son esclavos y pueden, o no, ganar su libertad hacia el final. La película (gracias a la novela, claro), explora los secuestros que se realizaron a personas libres que se vendieron como esclavos a partir de un caso en particular. Solomon es un hombre libre que es músico, en determinado momento es engañado y vendido como un esclavo. A partir de eso, y teniendo en cuenta el título, sabemos cuánto tiempo se la pasa así y el final. Pasando esas primeras secuencias, tenemos un desfile de varios estereotipos como el servicial esclavo que no saldrá de ahí, el revolucionario, la mascota del amo, el “Amo Blanco” que se considera cordial pero no tanto como para dar un trato igualitario, el Amo abusador pero que no es peor que su mujer, y todo se jura sobre una Biblia. Steve McQueen es un director muy particular. En sus dos films anteriores ha sabido conmoverme y revolverme el estómago sin dejarme tiempo para respirar. Hunger, allá por el 2008, es un film visceral sobre el peso de una idea y de una misión de existencia, Shame sobre el abuso que somos capaces de hacer sobre nosotros mismos y nuestro cuerpo (en la imagen de hipérbole de un adicto al sexo) y debo confesar que la elección de esta temática me sorprendió. De alguna manera parece un intento obvio por entrar a la industria (y la película es co producida por Brad Pitt como para cerrar esta idea). Sí, estamos de acuerdo que no es un film a la altura, sobre todo, de Hunger, pero no deja absolutamente de lado su estilo. Tiene una fotografía preciosa y un montaje sonoro brillante. La película logra coquetear con encabalgamientos sonoros y con tiempos muertos que tienen mucho que ver con la necesidad de que el espectador sienta el peso del personaje principal, el agobio, para que se comprenda lo difícil que es no caer en la desesperación. Sigo sin poder olvidarme de un travelling circular alrededor de Solomon con muy poca profundidad de campo que termina con una mirada profunda y triste del personaje directo al espectador. Ese tipo de genialidades hacen que no te sientas totalmente afuera de lo que estás viendo. Te pide que te involucres, que te indignes. En cuanto a lo actoral, debo confesar que Chiwetel está correcto pero que por momentos pienso que lo que más me gusta es cómo logra explotarlo McQueen. Algo de él no me llegó tanto como me hubiera gustado. Lupita, que tan festejada ha sido, de verdad, no sé si es porque el personaje no tiene un verdadero peso en la historia o porque ella no se luzca, pero no ha sido para remarcar. Lo de Brad Pitt es tan de panfleto como olvidable (está en pantalla como 5 minutos), pero debo confesar que Fassbender y Paulson pudieron darle forma a sus personajes y son los que más me gustaron. Usando no sólo la violencia sino la supuesta excusa de la Biblia y las escrituras, hasta logran considerarse buenos y justos. Ella es inclusive peor que él por lo que se convierte en la bestia de la sonrisa cristiana. Fassbender está como ese personaje sin mucha inteligencia, lleno de ira, bestial. Me pareció una gran actuación que es lo más rescatable de la película en ese aspecto. El resultado final es “una típica película de premiación” con una estructura muy cercana al cine clásico (amén algún que otro Flashback como la historia de Eliza) que no termina de explorar algunos personajes que están desperdiciados y que el mérito final parece más del director que de los mismos actores. Extrañé un poco más de esa humanidad cruda que McQueen usa tan bien, pero creo que es la ambición de adaptar una novela sobre diez años lo que provoca un ritmo desparejo (si no, recordemos los 10 años agónico de Zero Dark Thirty el año pasado). Nadie puede no salir satisfecho, pero no puedo evitar sentir que faltó algo más.
Verlos a Stallone y DeNiro de nuevo vestidos de boxeadores es muy fuerte. Dos tipos que solían ser “los duros” que ahora parecen unos vejetes es una estaca al alma. Pero superando ese obstáculo inicial, uno es testigo de cómo logran entre ambos sostener lo que al principio era insostenible. La cosa es así: Razor (Stallone) y Kid (DeNiro) eran rivales en sus años de boxeadores profesionales tres décadas atrás, cada uno de ellos perdió una sola vez y fue contra el otro. Un día Razor se retiró del boxeo profesional sin dar muchas explicaciones y Kid, furioso, lo odió profundamente por no haberle dado la revancha. Para crear esta situación, la película cuenta con “imágenes de archivo” que son, nada más y nada menos, un poco de Rocky y un poco de Toro Salvaje (a color). Para completar la ecuación: hay un problema de polleras en el medio y es que Kid hace 30 años decidió meterse con la novia de Razor, Sally (una siempre hermosa Kim Basinger). A medida que avanza el film vemos que son dos viejos que están de últimas, ya sea en lo económico o en lo afectivo y que viven de antiguos rencores y miedo porque nunca más lo superaron. Cuando ambos se encuentran para grabar voces y movimientos para un videojuego y tienen una pelea bastante patética (vestidos de verde y todo) y se viraliza, empiezan a preparar, finalmente, el partido de revancha. En el trayecto de la peli hay muchísimos guiños a trabajos previos de ambos, y contamos con Alan Arkin como secundario que es impecable. No hay momento de comedia que no se robe ni línea dramática que no te conmueva. Él, junto a DeNiro, logran darle forma a la película sin problemas. Pero lo de Stallone no es menos meritorio. Siempre me sorprendió que alguien que tuviera tan poco talento, supiera explotarse tan bien. Él creó Rocky para sí mismo y este Razor sigue la misma línea. No hay forma de no quererlo. Peter Segal, el mismo que estuvo detrás de cámara para Locos de Ira y Como si fuera la primera vez, logra manipular al espectador que jura que va a ver una basura, pero a la mitad se engancha con los personajes, se ríe y emociona en cada uno de los momentos y, antes de que se dé cuenta, no sabe por cuál de los dos hinchar en la batalla final. No les voy a negar que ver a Bob sin remera es muy fuerte porque nada resulta menos intimidatorio, pero las coreografías de boxeo y los efectos sonoros que agregan los golpes después, manejan bastante dignamente el tema. A lo mejor no sea la película más esperada ni la que recuerden mucho tiempo, pero los que crecimos viendo sus pelis en los 80s, salimos con el corazón en la mano y la sonrisa puesta.
“Frankestein o el moderno Prometeo” es una novela de la que siempre se habla pero erróneamente hemos instalado en la cultura popular como Frankestein el nombre del monstruo (y en cierta medida, lo podemos tratar como tal) cuando se trata del científico y la Criatura no posee nombre. En parte no porque no tiene alma (derecho reservado solo a Dios, por algo está maldito), ni un verdadero derecho de existir. En este caso, el film está basado en la adaptación de la novela al cómic del mismo nombre. Es por esto que la Criatura tiene un nombre, Adam, que ha sido otorgado por Leonore, la Reina de las Gárgolas. Las Gárgolas son una Orden de muchos años que protegen a la Humanidad de los demonios. Leonore es la líder espiritual de la Orden y durante 200 años ha mantenido cautivo a Adam ya que, no sólo se ha encariñado con él, sino que cree en la posibilidad de que éste desarrolle un alma. Con todo el dramatismo visual que esto promete, las Gárgolas están custodiando paredes y techos de las iglesias y, desde allí, tienen a raya al mal para cultivar el bien. Claro que estos chicos tienen mucho de resignarse a sí mismos, no pueden tener lazos amorosos y son todos altruistas. De libro, ¿No? Por otro lado, los demonios tienen su propio plan de crear un ejército de Criaturas y para esto necesitan la materia prima, o sea, él. Una científica con menos consciencia ética y moral que nadie, los está ayudando en parte jugando con su ingenuidad. La película es una entrega clarísima de un film de acción y que responde a los creadores (los mismos de Underworld) en cuanto a que son espacios oscuros, una presencia absoluta de la música, y un exceso de efectos. De todas maneras, la representación del cómic puede, perfectamente, ir mucho más allá en lo visual como hemos visto en otras de su género. Yo, Frankestein no lo hace. Amén de unos giros argumentales poco creíbles y unos cuantos detalles muy cuestionables como la excelente genética de los cuerpos muertos revitalizados dados los músculos de Adam, Stuart Beattie, el director, pudo haber recaído más en las capacidades actorales de Aaron Eckhart (el mismo que encarnó a Havey Dent según Nolan) y del resto del equipo, pero al confiar demasiado en la parafernalia de los efectos y con una historia bastante simple, es nada más que un desfile de efectos. Hay que remarcar la labor de Bill Nighy porque cada vez que aparece en pantalla la ilumina. Yvonne Strahovski, a quien todos conocemos como Hannah en Dexter, interpreta a esta científica de nula moral que aparentemente es la más inteligente en ese momento (nunca voy a poder entender por qué las mentes brillantes son siempre tan atractivas físicamente) y a Miranda Otto, a quien todas las mujeres odiamos en Las Dos Torres porque implicaba separar a Aragorn de Arwen, como esta perfecta y casi siempre justa reina de Gárgolas. Creo que con este material, el producto final pudo haber sido mejor con algunos toques y giros argumentales que apunten más a lo humano y no tanto a lo espectacular. Siento que hay mucho sobre la mesa, pero mal aprovechado. Aun así, el producto final no carece de ritmo y, con ese título, vende exactamente lo que promete: un buen rato a puro 3D.
La última y muy esperada de David O Russel (Silver Linning Playbook, The Figther, entre otros) llega para conectarnos con lo más lindo del cine de los 70s. Si bien los recursos recuerdan mucho a los primeros años de Martin Scorsese con los múltiples narradores en off y el uso de la cámara en travellings, barridos y primeros planos sugerentes, el film de a poco va adquiriendo su propia personalidad. Esta es la historia de Irving (Christian Bale), quien se juró a sí mismo nunca ser como su padre y estar aguantando no llegar a fin de mes y que todos los proveedores lo volvieran loco. Es un hombre dispuesto a hacer su propia suerte y esto lo lleva a ser un estafador. Encuentra a su alma gemela en Edith (Amy Adams) pero el problemita es que su mujer es una bomba de tiempo y la policía lo presiona para que ayude a poner tras las barras a otros como él. El elenco es de los más sólidos que vi en mucho tiempo. Lawrence está monumental como esta mujer excesiva y hueca que vive en la misma casa que Bale, Renner como ese chico de barrio (Ghetto italiano, por lo cual cada vez pensamos más en Martin mientras la vemos), Cooper como el policía cocainómano y hambriento de laureles pero todos los aplausos van hacia Adams como esa inteligente y calculadora mujer, siempre a la par de la mente más aguda pero con el corazón en la mano. Brillante, realmente. Cada vez que la veo siempre me parece que está haciendo lo mejor de su carrera (OK, en el caso de El Hombre de Acero, no) y no deja de sorprenderme que pueda superarse tanto a sí misma. Tengo que hace una mención aparte para el excelente vestuario y para la selección de la música. Amén de la (poca) composición original, los temas elegidos para recrear la época son de lo mejor que se puede pedir. Hasta cuando el resto de la historia parece reptar un poco hacia la conclusión que se ve desde el inicio, te lo hace pasar mucho mejor. Sí, tiene lo mejor del cine de los 70s, pero también todos los vicios: es lenta, hace mucho hincapié en lo visual y en mostrar esplendor y por ahí eso termina agotando al espectador. Ideal para los fans de las películas de gangsters.
Luc Besson se cargó al hombro la adaptación y dirección de la novela “Malavita”, en la que se habla de la mafia con un humor negro justo a la medida. Claro, estamos todos de acuerdo que no le hace justicia a sus antecedentes (es el director y guionista de León, el profesional y El quinto elemento) pero el resultado es muy superior a otras de su especie. La Familia cuenta la historia de una familia tipo que está en el programa de protección al testigo después de que Giovanni, padre de la familia (Robert De Niro, claro), haya delatado a su antigua familia en orden de poder salvarse. Como la mafia es un poquito rencorosa, aparentemente no se toma bien que alguno que otro termine en la cárcel y deciden darle cacería. A diferencia de muchas del género, la mujer y los hijos no son sólo rehenes, sino partícipes. Pueden pasar de ser una familia cariñosa a ser dignos herederos de su padre. Michelle Pfeiffer (quien estamos seguros hizo un pacto con el diablo para estar así), logra dar esas notas de comedia al borde de la neurosis que funcionan como un relojito. Y nos dan ganas de no ir al supermercado con ella. El cuadro se termina de completar con los agentes del FBI que tienen que cuidarlos y vigilarlos constantemente, encabezados por Stan (Tomy Lee Jones). Honestamente, creo que lo más interesante es cuando vemos conversaciones entre Giovanni y Stan, con una velocidad de respuesta a pedir de boca y un De Niro en una muy buena forma de comedia sin irse al estereotipo. En una de esas mudanzas, el pobre Giovanni no puede salir hasta que no puedan garantizar su seguridad y decide escribir sus memorias. De repente, tenemos una interna de lo que un hombre de pocas palabras se convierte en los años de mirar hacia atrás. Y cómo logra justificar lo injustificable. Todo lo otro, es más de lo mismo. Ni se destacan los hijos, ni el vestuario (excepto, claro, cuando el matón sigue estando con sobre todo mientras el resto está en la playa). Es una comedia pasatista, pero no por eso es menos efectiva. Quizás no la recuerden de por vida, pero lo van a pasar bien.
No es ningún secreto que banco mucho a Joseph Gordon Levit. Crecí viéndolo crecer así que siento que es amigo de la casa y en éste, su debut como director y guionista, no iba a dejarlo a pata. Don Jon tiene lo que me gusta de una película independiente: tiene cero pretensiones. No intenta solucionarte la vida ni dejarte un mensaje que dé lugar a reflexiones. No, lo que hace esta peli es contarte algo chiquito, que te podés relacionar hasta cierto punto y en otro consumirlo como el cuento que es. Jon es un chico que ya dejó de ser tan chico, por ende esos ideales de que sos el mejor si podés todas las noches levantarte una distinta o de ser un ganador por tener un autito y una casa se quedaron viejos. Pero él no lo sabe y no lo sabe porque siempre le han funcionado. Ahora: Jon es un Don porque vuelve cada noche acompañado pero eso no lo aleja de lo que verdaderamente disfruta que es mirar porno. Se engancha, claro está, con alguien peor que él que lo hace sufrir y es que las enseñanzas más importantes sobre las relaciones son usualmente regadas por lágrimas. Si en vez de pensar en el porno, lo pensamos como nuestros ideales de relaciones gracias a lo que hemos visto o leído, nos vamos a dar cuenta de que esto que le pasa a Jon de expectativas versus realidad nos tocó a todos. Qué feo descubrir que nadie te persigue al aeropuerto y que no siempre el amor lo puede todo. O lo es, hasta que aprendés qué esperar y a quien elegir. Me gustó lo cercano de la película, lo divertido de lo caricaturesco de los personajes (Tony Danza está divino) y cómo el cromatismo cambia junto a él. Una comedia tierna y simple, de esas que hace mucho no veía. ¡Felicitaciones, amigo Joe!
En el camino es una novela icónica. Claro que lo es: es la pieza cumbre de la cultura beat y de todas esa búsqueda que hasta el día de hoy nos llama tanto la atención que queremos contagiarnos. Pero nuestra generación nada tiene que ver con ese hambre de identidad propia y es por eso que a la mitad, nos distanciamos de nuevo. Jack Keroac es el verdadero Sal, que recorrió todas esas rutas de Estados Unidos manifestando que en realidad él no tiene nada que destaque, más allá de que le atrae esta gente loca, con hambre de vivir. Ama con hambre, baila con hambre, habla con hambre. Es una existencia que lo devora todo para no quedarse fuera de nada. Frente a este panorama, que Walter Salles se haga cargo de este proyecto parecía lo ideal. Ya ha sido él quien nos llevó por los Diarios de Motocicletas y su maravillosa fotografía y la pérdida de la inocencia de Estación Central y toda su magia. Para esta película era necesario un casting joven por lo que se pedía de los papeles pero me hubiera gustado que fueran nombres que sonaran menos para que no estuviéramos marcados por “el chico de Tron”, “la de Crepúsculo”, “La de Spiderman”. Aún así ha tenido algunos aciertos. Kristen Dunst como Camille le da ese aura de clase y distancia que tiene que tener el papel que nunca termina de encajar del todo con la historia. La excesiva Marylou está tal vez un poco encorsetada en Stewart, pero por momentos logra ser ese ser pasional (tal vez la mejor escena sea cuando baila con Dean) pero mi favorito ha sido Garreth como Dean. Ha logrado tener ese carisma y esa desesperación en comerse el mundo. Puede ser quien se roba la pantalla por momentos y por otros puede parecer un chico desesperado por amor, por atención, por sentir que no pasa desapercibido por esta vida. Pero a estos jóvenes se unen los actores consagrados que no pueden quedarse afuera de esta historia. Memorable Viggo Mortensen como el viejo Lee, Amy Adams como siempre impecable en breve papel, Terrence Howard hace vibrar al jazz por unos minutos, Steve Buscemi impacta por sus segundos y parece eso: que todos estuvimos esperando tanto tiempo por esta adaptación que no pudimos elegir una sola parte. Lo queremos todo porque también tenemos hambre de esta historia. Si bien creo que es una adaptación ambiciosa, donde los capítulos de gente que conocen terminan superponiéndose a otros y uno llega un punto en el que les pierde el rastro, creo que más allá de definir al gran Dean intenta ser el testimonio de una era. Tengo que hacer una mención aparte de la maravillosa fotografía porque la película es bella a más no poder. Creo que fue un proyecto con buenas intenciones, pero que no llega a ser lo que la historia pedía. Creo que hace concesiones donde no debe hacerlas y que suma personajes sólo porque José se encariñó con los personajes. Me parece que una adaptación es más que la ilustración del libro pero también es complejo meterse en una adaptación semejante. Los que salimos satisfechos con esta película no es porque la adaptación sea buena o porque el verdadero espíritu de la historia esté presente. Los que salimos satisfechos es porque nos damos cuenta de la valentía que requirió hacer esto en su momento (no tenemos que olvidarnos que somos una generación que se quiere parecer a nuestros padres. No estamos haciendo nada por cambiar el mundo. Ni cerca) y que nosotros estamos más cerca de no arrancar nunca que de haber conocido la ruta. Nunca seremos Dean, pero por dos horas podemos jugar a sentirnos como él. Se termina la proyección y volvemos a pagar las cuentas y a trabajar de 10 a 18
Con los últimos años de invasión absoluta de contenido para adolescentes, cada vez escucho más quejas de la falta de argumento, de la poca delimitación de personajes y demás. Cazadores de sombras es una saga teen y a esta altura todos están sabiendo eso. No se salva de algunos lugares comunes que corresponde pensar, sobre todo por lo que pide el género fantástico. Mal que muchos hablen de este tipo de productos, la verdad es que las taquillas revientan con su presencia y los fans siempre están en aumento. Como me rehúso a pensar que la gente es menos inteligente que yo, todas las veces voy con el menor prejuicio posible y sin interés en compararlas con clásicos o grandes películas. Esa es mi postura frente a este tipo de contenidos, y mi reseña está tachada con él. La película cuenta la historia de Clary (Lily Collins), una adolescente que no tiene la mejor relación con su madre (Lena Headey) y ha crecido sin su padre. El barrio de Brooklyn parece el lugar menos factible para que algo suceda pero ella un día empieza a tener testimonios y pruebas de la existencia de otro tipo de realidad a partir de un símbolo recurrente que no llega a decodificar pero que es la puerta a este mundo paralelo. Cazadores-de-Sombras-Prota Los cazadores de sombras tienen como misión mantener el equilibrio entre los mundos, lo que implica que el submundo debe estar en un lugar (o sea, los lobos con los lobos, las hadas con las hadas y los vampiros con los vampiros), los demonios lejos y los ángeles, que rara vez aparecen, siempre terminan siendo tanto o más peligrosos que los demás. Todo esto sin que los humanos comunes y corrientes lo veamos. Sí, es exactamente Constantine para teens. Como si asumir su identidad, que su madre desaparezca en un hecho violento y que la chica crea que está al borde de la esquizofrenia fuera poco, también está en la duda de si dejarse llevar por lo que siente por un cazadorcito llamado Jace (Jamie Campbell Bower) y lastimar a su mejor amigo Simon (Robert Sheenan), que claramente muere por ella. Amén de lo fascinante que resulte Jace, será la introducción a ese mundo el que invitará al cambio de Clary. Lily Collins interpreta al personaje principal. Para los que tengan dudas, sí, es la hija de Phil. Gana mucho por ser preciosa y en la química que tiene con Campbell Bower que además es su pareja en la vida real, pero como Clary se muestra en una constante cara de constipación al borde del llanto que espero que con el tiempo desarrolle matices para no convertirse en la extensión de Kate en Lost. Jamie Campbell Bower fue muy cuestionado en su elección para Jace pero logró tener esa combinación de ego y vulnerabilidad que deja con ganas de mayor desarrollo. cazadoresdesombras Pero los aplausos son para los secundarios: desde Lena con su belleza imponente interpretando a Jocelyn, pasando por Jonathan Rhys Myers con su magnetismo haciendo de Valentine, hasta el desconocido Robert Sheenan que le da vida a un adorable Simon. Siendo la primera entrega, por momentos la introducción es lenta y agónica y, para alivianar el peso, tal vez muy plagada de esos chistes fáciles para cortar el ambiente. Si bien tiene muchísimo dinero invertido en efectos, nos plagan de trucos un poco empalagosos que no terminan de crear ese ambiente apocalíptico que la historia pide. Digamos, menos bonito y más sórdido. Al musicalizador hay que regalarle unas cucharadas de buen gusto y no dejarlo caer en lo obvio de utilizar música con mucho ritmo para coreografías de peleas y una música más bien épica para subrayar situaciones dramáticas, como si fuera que el espectador sino no lo entendería. Habiendo dicho esto, el resultado final no es inferior a otras sagas de su tipo (exceptuando algunas entregas de Harry Potter que son muy buenas) y confieso haberlo pasado mucho menos mal que mis colegas. Espero más de esta saga porque disfruté los libros. Esperemos a ver qué más trae.
Cuando pensamos en Iron Man se nos viene Robert Downey Junior a la cabeza de inmediato y no es casualidad: a esta altura todos sospechamos que Robert se metió tanto en la piel de Tony Stark que lo vemos disfrutando inmensamente en pantalla. Eso es lo que vamos a ver siempre y eso es lo que siempre se nos da. En esta entrega, Tony está intentando superar los traumas que le dejaron los Avengers. No es sencillo: tuvo que comprender mundos paralelos, aliens, otros superhéroes y hasta dioses. Frente a todo esto, una abnegada Pepper dispuesta a sacarlo adelante pero nuestro golpeado y egocéntrico muchacho no termina de encontrarle la vuelta. Toda la película aparece, entonces, como una confesión en la que cuenta cuando empezaron los demonios que hoy se lo van a comer. Aparentemente las irresponsabilidades de antes nos dejan un presente caótico y será él quien tendrá que limpiarlo. Él por sobre todo, no el traje. Con esto tenemos una vuelta a la esencia del héroe, cuando todo lo demás se termina. El supervillano no será otro que Guy Pearce como este genio que termina convirtiéndose en la peor versión de la ciencia y que creará armas terriblemente parecidas a los T-800. Sí, señoras y señores, por momentos uno juraría que está viendo Terminator pero, en ¿Qué gana? Terminator no contaba con Tony Stark. También es cierto que gana desde el punto de vista en el que Pepper ya no es una simple damisela en apuros (si es que alguna vez lo fue). Crece frente a nosotros como esa mujer de armas tomar, dispuesta a enfrentarlo y a decidir donde la mayoría se tiraría para atrás. Don Cheadle también vuelve a aparecer como el amigo militar que ya nos encantó en la segunda entrega y, así, todo va encajando. En argumento y en construcciones individuales, ninguna de las aventuras de nuestro hombre de hierro quedan fuera. Con un guión plagado de gags tan bien articulados jugando un poco con el rol de superestrella más que la del héroe de capa y espada, cualquier situación lacrimógena se convierte en un festín y es que ser el bueno, para Stark significa pasarla bien. Visualmente, tiene grandes efectos. Es una pena que el 3D no llegue a ser tan bueno como el de Avengers por momentos (hay que recordar que fue pasada al 3D y no filmada en él) pero es toda la carne al asador: batallas aéreas, explosiones por miles, hologramas de todo tipo de tamaños y colores. No queda ningún as bajo la manga ni ningún Chroma Key por usar. Pero es exactamente lo que vamos a ver. Esta entrega vuelve a las bases y a la esencia del personaje como cierre de una primera etapa y es que cuando todo lo demás falla (situaciones demasiado vistas o demasiado predecibles), siempre lo que hace la diferencia es él. Y por eso lo amamos.