Dalmiro no puede asumir la pérdida de su hermano. Lo nombra en presente, se pone feliz cuando un nene que juega a la pelota se llama Eliseo igual que su hermano y quiere despegar, pero le cuesta horrores. Dalmiro está atascado en su vida. Su jefe lo maltrata, va a casting patéticos para entrar a un reality en busca de algo de dinero, hace promociones para sacar la cabeza del agua, pero no. La viuda de Eliseo le dice que tiene que pagar una deuda con su hermano y debería saldarla llevando a sus sobrinos a Disney. Sería la oportunidad para reconciliarse con su presente, saldar deudas del pasado y mirar con otra lupa el futuro. Pero todo se le hará cuesta arriba. Eugenia Sueiro pintó un retrato certero de un tipo común gracias a una interpretación luminosa como la de César Bordón, bien secundado por Vanesa Maja y Roberto Vallejos. Una película pequeña con un mensaje muy grande.
Como en “La parte del león”, de Adolfo Aristarain, la vida se complica cuando se encuentra una gran suma de dinero que no es de uno. Pero pasaron más de 40 años de aquella película protagonizada por Julio de Grazia y la historia de qué hacer con un botín, ya vista en varias oportunidades, deja de ser atractiva. Dos amigos incondicionales, el Perro (Minujín) y el Gordo (Guzzini) tratan de sacarle ventaja a las changas que tienen en un pueblito perdido. El Perro anda a los tumbos con la mamá de sus hijos (González) y el Gordo se la pasa nadando en la pileta de un hotel que supuestamente deberían cuidar en etapa de receso de vacaciones. Hasta que un día el Perro se topa con una millonada de euros detrás del botiquín de una casa, cuyos dueños supuestamente se suicidaron. A partir de ahí se suceden algunas idas y vueltas previsibles, que apenas zafan gracias a la buena actuación del nuevo comisario (Couto), que llega para poner orden donde no se conoce esa palabra. Con una búsqueda forzada sobre el final, la película se pierde la posibilidad de tener un cierre ingenioso.
Convertir una obra teatral en una película es todo un desafío. Y la dupla Loreti-Manzone, que además son pareja en la vida real, supieron llevar a la ficción los conflictos del amor. La trama se dispara cuando Pilar (Accardi) escucha la voz de su madre en el celular (genial Mirta Busnelli), mientras planea ver la tele sola en su departamento y comer pochoclos con dulce de leche. Es sábado a la noche y nada será como parecía. Primero porque llega su novio Marcos (Rojas) en plan romántico y ella está fría como un témpano. Y segundo porque vendrá su hermana Ema (Lois) para contarle el drama que tiene con Juan (Velázquez), su ex marido, que encima también tocará el timbre de ese departamento para que todo se complique de verdad. La película tiene pasajes risueños e invita a pensar cuánta soledad hay en las parejas que dicen estar acompañadas, al punto que llegan a ser desconocidos. La escena del novio que le regala una play a su novia para el aniversario es una metáfora sobre este punto de desencuentro. El filme dura 60 minutos y es recomendable quedarse después de los títulos para espiar los bloopers del rodaje. Para ver y pensar bien al buscar un compañero o compañera de ruta.
La primera pregunta que surge al ir a ver “Glass” es ¿hace falta ver las dos películas anteriores de esta trilogía? Y la verdad es que sí, hace falta tener una referencia de “El protegido” (2000) y “Fragmentado” (2016). Pero lo más interesante es que, en el caso de que el espectador no tenga la menor idea de la trama, no saldrá decepcionado y entenderá, al menos, un concepto general. “Glass” tiene un error grave, y es la primera mitad de la película, que se hace soporífera, muy hablada, lenta, con poca acción. Pero en la última hora va tomando forma hasta redondear un cierre con moño y todo. Esta es la historia de cómo el universo del comic se asocia al de los mortales. Kevin es un villano de múltiples personalidades (impecable McAvoy), David es un héroe encapuchado (un inexpresivo Willis) y Glass es una suerte de mente brillante que quiere reivindicar la mística del comic y su conexión con el mundo real (Samuel L.Jackson, efectivo). Lo más jugoso de esta batalla entre David y Kevin+Glass es cómo los personajes secundarios comienzan a ganar peso en la historia, como la joven que tienen un vínculo afectivo con Kevin; y el hijo de David, que defenderá a su padre hasta el último suspiro. En medio de este caos, la doctora Ellis, especialista de los recovecos de la mente, buscará el equilibrio entre el mundo real y el de ficción. Por el final, vale la pena verla.
La soledad desespera y si es en la noche porteña aún más. Victoria Chaya Miranda pinta una historia coral para retratar el desamor, la cosificación de la mujer y el destrato de una sociedad que sólo busca el éxito, tomando como eje a protagonistas del mundo del espectáculo. Lola (Esther Goris) es una actriz que supo ser famosa pero que ahora apenas suma un puñado de localidades en un bar de mala muerte. Su refugio son el alcohol y las pastillas, y la generosidad de algún viejo fan. Ana (Guadalupe Docampo) es una bailarina devenida en striper, que cae en la prostitución para complacer a Víctor (Alberto Ajaka), un tipo que dice amarla pero la exprime y la maltrata. Lucio (Francisco Bass) está al frente de un boliche de onda, se codea con actrices de la tele, pero no puede escapar de su desamor hacia su madre y de los excesos con la cocaína. En ese contexto aparece el taxista Mario (Arturo Bonín), quien será una suerte de válvula de escape en busca de darle a la trama un haz de luz en medio de tanta oscuridad. Con buenas actuaciones, la película sortea la tentación de caer en lugares comunes y apuesta a liberar a los personajes de su prisión.
Marcelo Vergara es un tipo que choca contra el sistema y tampoco tiene sintonía con los vínculos. Por eso cada tanto tiene cortocircuitos con la familia, con algún que otro amor, con el jefe que le suelta la mano y con sus amistades. En ese tránsito de ir contra la corriente, a Vergara se le ocurrió que quiere tener un hijo. Y va más allá de sus intenciones de tener una pareja: a él le interesa ser papá y punto. En ese derrotero conseguirá cómplices de su cruzada, como es el caso de su único amigo fiel Juan Pablo (Lautaro Borghi), y se topará con mujeres como Laura (María Celia Ferrero), que le pone límites. Sergio Mazza, el director de “Gallero” y “Graba”, decidió filmar esta historia íntegramente en Rosario, sin caer en los lugares comunes de enfocar el Monumento, sino espacios visualmente interesantes como la zona de los muelles de Bajada España o bien La Isla de los Inventos, así como también el Puerto de Rosario. La trama se plantea como una comedia, pero de a poco va girando hacia el drama cuando se hace foco en la angustia y el desamparo del protagonista (Jorge Sesán), quien se siente cada vez más solo e incomprendido. Hay momentos en que es fácil empatizar con el personaje, sobre todo cuando se lo muestra enfrentado al destrato de un inspector de tránsito y al ninguneo del empresario que nunca le paga una deuda. Mazza vuelve a hacer foco en el hombre común y desde esa singularidad construye una trama que se espeja con el karma de muchos. Una película que suma a la producción audiovisual de la región.
David Foenkinos es uno de los escritores más sutiles y divertidos de Francia. Lo demostró principalmente en las novelas “Estoy mucho mejor”, “La biblioteca de los libros rechazados” y en “La delicadeza”, que fue la primera vez que llevó su texto al cine junto a su hermano Stéphane. “Algo celosa” es la segunda apuesta de esta dupla, pero esta vez fueron mucho más allá con el humor ácido y corrosivo que destila David en algunos de sus libros y es uno de los aciertos de la película. Nathalie (la sobresaliente Karin Viard) es una mujer divorciada que atraviesa algunos problemas personales. No encuentra un amor en su vida mientras su ex está felizmente en pareja con alguien más joven y con menos luces; no resuelve cómo acomodarse ante el inexorable paso del tiempo y, como si fuera poco, su hija de 18 años está enamorada y ya la sacó del centro de la escena. Encima, en donde más fuerte estaba, que era en el plano profesional como profesora de francés, una joven nueva docente le mueve el tablero con propuestas alternativas. Lo que viene era de esperar: Nathalie explota y sus esquirlas salpican hacia zonas impensadas. Aquí está lo más risueño del filme, que tiene diálogos logrados en una comedia que hace reír y pensar.
La corrupción política es tan pornográfica que la realidad siempre supera la ficción. Ezequiel C.Inzaghi lo sabe y quiso ir por todo en "El jardín de la clase media". Es allí donde mostró una suerte de caricatura de la política, pero lo hizo con trazos tan gruesos que su mensaje perdió nitidez, se desdibujó. Claudio Sayago (Cáceres) es precandidato a diputado nacional y para llegar al poder tendrá que sacarse un muerto de encima. Pero literal. Para el caso, es una muerta. Porque un buen día le plantan un cadaver decapitado en el jardín de su casa (¿habrá surgido allí la idea del título?) y él deberá sortear obstáculos cada vez mayores para salir ileso y convertirse en alguien digno para el voto de la gente. Pero para cristalizar esta idea, Inzaghi plantó otros "muertos" en la trama, que son las una y mil vueltas de tuerca de entramados políticos, roscas, vendetas y hasta alguna que otra historia de amor, que termina generando una ensalada agridulce, que no es ni agria ni dulce. Las frases redonditas de los personajes son tan contundentes como poco creíbles y la figura estereotipada del político villano se asemeja al Guasón de un comic. O sea, es demasiado. Quizá con un poco más de sutileza la película salvaba la ropa, pero eso es una decisión del director. Y la realidad le sigue ganando a la ficción.
Julia y su hija llegan a una vieja casona de un pueblo de Córdoba. La casa está destruida, pero no tanto como ellas. La tragedia atraviesa la película de la joven directora cordobesa, que en su segundo filme indaga en los caminos de la angustia. Si algo tiene de positivo "Julia y el zorro" es que nunca se cuenta con pelos y señales cómo se generó la muerte del marido de Julia (Umbra Colombo) y papá de Emma (Victoria Castelo Arzubialde). Las dos están en medio de la tristeza y les cuesta atravesarla. Julia opta como salida algún momento de erotismo y placer, sea con un amigo conocido o una mujer desconocida; Emma se entretiene paseando a caballo y hasta intenta su debut sexual con un pibe que le regala la sonrisa que su mamá no le da. En medio de este vacío llega Gaspar (Pablo Limarzi), con la idea de proponerle a Julia un papel para una obra teatral que saldrá de gira por Colombia. El regreso a la actuación es una metáfora de su nueva realidad, porque ya no es quien era y tampoco tiene claro si le cae bien su personaje actual. La directora desvía un poco la atención al darle demasiado protagonismo al deseo sexual y le resta el peso específico al tema de fondo, que es el duro tránsito del duelo. El guiño poético y literario con aire de fábula permite, al menos, una lectura superadora.
La Revolución Libertadora de 1955 hizo estragos. Tener militancia y convicciones por las causas populares era penado por el gobierno. Martín Desalvo tomó un hecho histórico para reflejar el salvajismo de los militares hacia la clase política. El filme hace foco en el derrotero de Héctor Cámpora (Belloso), Jorge Antonio (Delgado), John William Cooke (Spregelburd) y Guillermo Patricio Kelly (Gentile), quienes fueron confinados a la desolada y fría Unidad XV en Río Gallegos simplemente por pensar distinto. Allí se encontrarán con un oficial tirano (Fondari), un jefe de unidad inoperante (De Silva) y un joven policía (Rogers), quien será una pieza fundamental en esta trama en la cual, para quienes no conocen la historia real, conviene no spoilear información. Los cuatro reclusos tienen ideales políticos distintos pero deberán buscar coincidencias en la desgracia para aunar voluntades en pos de un objetivo inmediato: fugarse del penal o de lo contrario serán fusilados. Desalvo propone una estética casi teatral y evita el subrayado en lo obviamente rechazable que es el gobierno militar para poner la cámara en la solidaridad y las miserias humanas. El uso del color es clave, no sólo en la mayor parte del filme sino también en el final. Para echar una mirada a la historia y la memoria.