Almodóvar en su madurez. Julieta (Emma Suárez) vive sola en una casa moderna y minimalista, una casa despojada que no guarda recuerdos y no dice nada de ella; con determinados objetos y toques de rojo que nos indican que es Almodóvar quien está detrás de cámaras . Julieta tiene todo listo para ir a vivir a Lisboa con su pareja (Darío Grandinetti), pero un encuentro casual en la calle con alguien que no veía hace muchos años la hace cambiar de idea. Julieta deja todo y vuelve al departamento donde vivía hace más de una década, a buscar un pasado que abandonó, o que mejor dicho la abandonó a ella. Su hija Atía se fue de casa un día y nunca mas volvió, solo le envió una carta en la que decía que ya no quería que formara parte de su vida. Tratando de reconciliarse con el dolor y la bronca que le generó esa perdida, Julieta comienza a escribirle una larga carta a su hija a través de la cual recorre su pasado, al tiempo que trata de descubrir por qué sabía tan poco de ella. Así, el filme recorre su historia -ahora interpretada por Adriana Ugarte- desde que conoce al padre de su hija hasta la actualidad. Reconstruye su pasado, la complicada relación con su padre, la enfermedad de su madre, la muerte de su esposo, y la relación con una hija que tuvo que hacer de madre. Almodóvar armó el guión del filme sobre los relatos "Destino", "Pronto" y "Silencio" de Alice Munro, y construyó una película que lleva su sello en todas partes -especialmente en la estética- pero a diferencia de la mayoría de sus obras esta vez está contenido, aplomado, detallista y sin excesos, retratando el universo femenino como solo él lo sabe hacerlo, en un relato doloroso y denso que va más allá de la relación entre madre e hija, y refleja el dolor y las cicatrices que generan las culpas guardadas durante mucho tiempo. Emma Suárez compone extraordinariamente a Julieta adulta, la que lleva el dolor a cuestas y marca el tono apesadumbrado del filme. Del elenco también se destaca la clásica chica Almodóvar Rossy de Palma, esta vez lejos del glamour en un personaje que parecía creado para la inolvidable Chus Lampreave. Julieta es un drama femenino que refleja la madurez a la que a llegado Almodóvar, quien con su particular modo de interpretar a las mujeres ha construido un filme tranquilo, fuerte y profundo, con una enorme sensibilidad y sin impactos innecesarios.
A quién buscábamos?. Estel spin off de "Buscando a Nemo" mantiene la misma dinámica y estética de su filme predecesor, pero como indica el título quien se ha perdido ahora es Dory. El relato comienza en la infancia de Dory, cuando sus padres hacen todo lo posible para combatir su falta de memoria a corto plazo, tratando de que aprenda a arreglárselas sola en el mar a pesar de no poder retener información alguna. Cuando algunos eventos del presente traen nuevamente a la mente de Dory vagos recuerdos de su familia decide ir a buscarla, y tras ella van Nemo y su papá, acompañándola en la nueva aventura. Tan dinámica como la anterior, pero con mucho más humor y un tono entre absurdo y surrealista aportado por la graciosa protagonista, el filme de casi dos horas (algo largo para la atención de un niño) recorre la costa de California y se sumerge en el extraño mundo de los centros marítimos, donde abundan una galería de personajes disparatados que detrás de vidrios y rejas tienen una particular visión de los humanos, lo que aporta mucho humor al relato, con grandes dosis de ironía que pueden disfrutar más los padres que los chicos. Dory recorre kilómetros de mar para encontrarse a sí misma, para saber quién es y conocer a esos seres que ama profundamente aunque no los recuerde, lo que se aprovecha para crear un par de escenas lacrimógenas que Disney parece no poder -o querer- evitar. Como era de esperarse, la estética del filme es elogiable; Pixar recrea nuevamente un extraordinario mundo submarino con hermosas especies de flora y fauna. En la versión subtitulada es destacable la interpretación de Ellen DeGeneres, quien con su voz le aporta a Dory esa personalidad absurda y positiva que la hace tan adorable. Demostrando que segundas partes a veces son buenas, esta secuela centrada en la extraordinaria Dory es un filme animado de aventuras tan efectivo y entretenido como el anterior, pero con una clase de humor diferente que no subestima a los chicos y que entretiene también a los adultos.
Amores difíciles de tolerar. Alma y Fernando (Javiera Contador y Fernando Larraín) están casados hace más de quince años, se conocieron de pequeños y el flechazo fue instantáneo. Pero el ya no se siente como antes, Alma es maníaco depresiva y a su marido se le hace cada vez más pesada la carga de llevar adelante esa situación. Alma decide echarlo de la casa cuando accidentalmente escucha a Fernando quejándose de lo difícil que es la convivencia, y en ese momento él se da cuenta de que ella es el amor de su vida y decide recuperarla. Mientras tanto Alma no pierde el tiempo y conoce a un argentino canchero llamado Gaspar (Nicolás Cabré) con quien comienza una nueva relación. Planteada como una comedia romántica liviana, con algunos gags del estilo de "Súper Secreto" o situaciones de la protagonista que recuerdan a "Amélie", la película está armada de forma simple, siguiendo la estructura de una sitcom -el director y los protagonistas interpretan la versión chilena de "Casados con Hijos"- sin profundizar ninguna situación y apostando a lo seguro. Muchas comedias románticas que están plantedas sobre fórmulas o estructuras prediseñadas han dado buenos resultados, pero este no es el caso. Principalmente porque el eje del filme está puesto en una protagonista que difícilmente logre empatía con el público. Con la excusa de la bipolaridad, Alma se comporta como una persona sin sentido común y resulta insoportable, haciendo sus gracias, una tras otra, del principio al final de la película, mientras Fernando se limita a seguirla como el pobre muchacho que hará cualquier cosa por recuperarla. Finalmente es Nicolas Cabré quien construye el mejor personaje de los tres, con un guión que no le permite lucirse demasiado. Alma es una película técnicamente muy prolija, pero armada sobre un guión que no hace más que amontonar gags y situaciones forzadas, con actores graciosos pero que poco pueden hacer con un filme mal construido.
Autoexigencia. Stella (Rebecka Josephson) es una nena de doce años, gordita y simpática, de esas que todavía no pegaron el estirón ni entienden muy bien el mundo. Katja (Amy Diamond) su hermana adolescente es todo lo contrario, flaquísima y disciplinada, entrena todo el día para competir en patinaje artístico, su pasión. La familia premia los logros de Katja y trata de encontrarle un rumbo a la más pequeña, algo en lo que pueda destacarse, como la mayor, y también como sus padres que llevan vidas bastante exigidas en sus respectivas carreras para sostener el buen pasar de clase media que lleva la familia. Un día Stella comienza a notar que su hermana tiene una extraña relación con la comida, que la lleva a cambios bruscos de humor, ataques de ira y profundas angustias. Todo esto altera la vida de la pequeña y afecta su comportamiento. A pesar de haberle prometido a su hermana que no lo haría, Stella le cuenta a sus padres lo que le sucede a Katja. Al enfrentar la enfermedad de la hija mayor la familia se desequilibra, y pierde la perfecta armonía que tenía. Todo el tiempo y la energía familiar se pone a tratar de atender a Katja, y entre angustia y gritos la familia trata de encontrar ayuda. En general la anorexia no es un tema muy tratado en el cine, sino más bien un tópico de telefilmes. La directora Sanna Lenken ha padecido la enfermedad en su adolescencia y sabe cómo encarar el tema sin clichés y con una gran sensibilidad. Es un filme sobre una historia familiar, no sobre una patología, filmado de forma intimista, donde el eje es la relación entre las hermanas y como a pesar de las presiones externas su vínculo nunca se rompe y se hace más fuerte. Lenken ha construido una muy buena película que resulta muy convincente por el modo en que está encarada la historia, y por las excelentes actuaciones de Rebecka Josephson y Amy Diamond. Sin golpes bajos ni lugares comunes, la historia refleja lo que le pasa a muchas familias cuando los padres están tan ocupados en hacer lo que consideran correcto para sus chicos. Darles bastante dinero y una buena educación no es suficiente si no son capaces de ver sus verdaderos problemas o de admitir que sus hijos pueden estar enfermos.
Una noche en el museo. El museo del Louvre encierra siglos de historia del arte, obras de todos los continentes, de casi todas las culturas. Muchas de ellas son la muestra de cómo Europa se ha apoderado de todo, se ha llevado tesoros de varias civilizaciones para exponerlos allí, en un palacio puertas adentro, donde años después los turistas se agolparán para sacarles fotos. Tanto arte que atravesó guerras y siglos se merecía una película como esta, donde tanta belleza no podía estar retratada de forma más hermosa gracias a la dirección de Alexandre Sokurov, quien al estilo de "El Arca Rusa" recorre el museo entre penumbras, mostrando las obras y los extraños personajes que esconde. El filme hace hincapié en un periodo particular del museo durante la ocupación nazi. A pesar de los estragos de la segunda guerra, los nazis decidieron proteger la colección del museo y así su director se encuentra al cuidado las valiosas piezas, pero al mismo tiempo trabaja para el enemigo. Esta complicada disyuntiva es lo más interesante del relato, pero esto recién se plantea a la media hora de comenzado, y no siempre gira en torno a esta situación. Si bien el filme tiene el esteticismo de "El Arca Rusa", también tiene el estilo onírico de "Fausto", por ejemplo, donde largos textos e idas y vueltas en el tiempo se mezclan con infinidad de imágenes, documentales, documentales ficcionados, situaciones surrealistas y siempre imágenes del museo. "Francofonía" es básicamente un filme hermoso por su estética pero, como sucede en otras obras de su director, a veces nos marea, nos lleva y nos trae, nos pierde, y nos deja con ganas de centrarnos más en la situación de Jacques Jaujard (Louis-Do de Lencquesaing) y el conde Franz Wolff-Metternich (Benjamin Utzerath), los hombres que en plena guerra protegieron el museo, su relación con el arte, la política y el poder. Lento, complejo y detallado es esta película que pasea entre lo real y lo irreal, reflexiona sobre el arte desde un lugar poco accesible y tiene una estética maravillosa.
Amores con delay. Manuel (Benjamín Vicuña) y Abril (Eugenia Suárez) se conocen en 2007 en un vuelo a España; él era un pasajero tímido y ella una azafata aventurera, solo bastó con cinco minutos de charla en el avión y un par de miradas para que el flechazo quedara servido. Pero un desafortunado evento hizo que no puedieran encontrarse en migraciones como habían quedado, y ese amor en ciernes quedó inconcluso. Ninguno se olvidó del otro. Siete años despues vuelven a encontrarse de casualidad en un hotel de Cartagena, y comprueban que esa enorme atracción está intacta y que aun hay algo entre ellos, pero ahora ambos tienen pareja, hijos y las responsabilidades que eso conlleva. La pareja deberá plantearse si vale la pena arriesgar todo por lo que pudo haber sido una pasión momentánea, u olvidarse de lo que pasó y tratar de seguir con sus vidas. Mientras los personajes se debaten entre la pasión, el amor y las obligaciones familiares, la película pone demasiado énfasis en que todo sea hermoso; las locaciones, las casas, la ropa, los protagonistas. Básicamente el filme tiene la estética de una publicidad donde todo luce tan espléndido que los protagonistas pueden vender cualquier cosa. Tanto es así, que por momentos la película parece hecha pura y exclusivamente para vender la belleza y la gracia de Eugenia Suárez. En un contexto tan cinco estrellas es difícil tomarse en serio el conflicto de los protagonistas, y la premisa de la historia basada en una leyenda china que dice que hay un hilo rojo que conecta a las personas destinadas a encontrarse más allá del tiempo y del lugar. A pesar del estereotipado y flojo guión ambos actores realizan buenas interpretaciones, y la química entre ellos funciona tan bien que hace creíble la relación a pesar del contexto tan superficial en el que está planteada. El filme funciona como una novela efectiva de esas con mucha producción, prolijamente dirigida, con toques de humor y hermosos exteriores. Es lindo, simple, entretiene, y viene anunciado con bombos y platillos gracias al escandaloso romance de sus protagonistas, lo que hará que muchas señoras que ven los programas de la tarde compren entradas para extender sus livings hasta las salas de cine.
Tiempos extraños. Franco (Guillermo Pfening) y Julia (María Nela Sinisterra) forman una joven pareja, están muy enamorados y tienen planes para el futuro. Cuando ella muere, Franco cae en una enorme depresión hasta que un amigo en común (Luis Luque) le dice que la muerte de su novia no fue un accidente sino un asesinato relacionado a una investigación que realizaba en su trabajo como periodista. Julia estaba investigando el mito de los tiempos muertos, según el cual hay un hombre que por una gran cantidad de dinero puede hacer que revivas un momento con alguien que ya no está en este mundo, a eso se le llama tiempo muerto. Siguiendo las pistas del trabajo de Julia, Franco encuentra la manera de llegar a este hombre para poder volver a ver a su novia y encontrar la manera de advertirla y salvar su vida. Pero, como en toda película que sobre este tema, sabemos que tratar de modificar el pasado siempre es peligroso. Victor Postiglione se arriesga con un género que pocas veces eligen los directores argentinos. Sin necesidad de efectos especiales o una gran producción, nos introduce en un thriller de ciencia ficción donde lo irreal y lo sobrenatural puede estar a la vuelta de la esquina. "Tiempo Muerto" es una historia interesante, pero con un final un previsible. El guión no es muy sólido al tratar las idas y vueltas en el tiempo y la historia pierde un poco de fuerza y dinamismo, pero es un filme con una buena dirección y correctas interpretaciones que logra enganchar al espectador y generar buenos climas de suspenso.
Lo primero es la familia. Luego de la exitosa "Mi Gran Casamiento Griego" (2002) llega unos cuantos años después esta secuela donde la protagonista, ya casada y con una hija que esta a punto de terminar el secundario, aún no ha logrado despegarse de su ruidosa y extrovertida familia griega. Toula (Nia Vardalos) se encuentra ahora felizmente casada con Ian (John Corbett) pero la vida no es color de rosa. Paris (Elena Kampouris) su hija adolescente no quiere tenerla por delante y amenaza con irse a una universidad lo más lejos posible de su hogar. Sus ancianos padres están más demandantes que nunca y debe hacerse cargo del restaurante familiar. Con tanto ajetreo la chispa de su matrimonio parece haberse apagado. Como si todo esto fuera poco, la familia debe organizar una nueva boda en la que todos colaboran, se entrometen, organizan y desorganizan, entre gritos, mucha comida y ropa colorida y llena de volados. Impulsada por el éxito del primer filme esta continuación cuenta con la misma fórmula pero con un guión más flojo, sin una historia central que la sostenga -como era en la anterior la historia de amor entre Toula e Ian- si no que ahora la película se convierte en una seguidilla de gags, como una sitcom, donde la numerosa familia se luce con sus gracias, y al hacerlo cae repetidamente en lugares comunes. Kirk Jones dirige correctamente esta comedia que no está entre sus mejores trabajos, y Nia Vardalos vuelve a estar a cargo del guión que parece un reciclaje del anterior, pero ha construido una comedia que, aunque liviana, funciona. Las actuaciones son tan graciosas como en el primer filme, donde se destacan las adorables Andrea Martin y Lainie Kazan, como las sabias señoras griegas de la familia. Finalmente, todo gira en torno a la unida y entrometida familia, con clichés sobre los griegos, alguna que otra situación tierna y cursi, y la moraleja que no hay nada más importante que la familia, aunque por momentos sean insoportables.
Terror francés filtrado por Hollywood. Basada en el filme francés "Martyrs" (2008), con una interesante historia donde el sadismo no tenía límites, llega este remake norteamericano protagonizado por jóvenes y bonitas actrices (Bailey Noble y Troian Belisario, de "Pretty Little Liars"). Menos oscura y compleja que la original, pero con una producción más onerosa, la historia comienza de forma bastante similar pero luego el conservadurismo hollywoodense inserta unos cuantos cambios y cortes, para hacerla más accesible a su público. Lucie y Anna se conocen de pequeñas en un orfanato y se convierten en inseparables amigas capaces de hacer cualquier cosa una por la otra. Lucie llegó al hogar luego de haber estado cautiva y ser torturada; las pesadillas sobre ese terrible hecho la han perseguido toda su vida. Diez años después Lucie encuentra a quienes la han secuestrado de niña, y junto con Anna planean vengarse. Pero las cosas no salen bien, no era un simple secuestrador quien se había apropiado de Lucie si no una enorme y oscura organización, que a través de torturas buscaba construir mártires que los ayudaran a encontrar ciertas respuestas. En la segunda parte del filme lo único que queda del original son las torturas y los enormes caudales de sangre. Con más dinamismo, mejor iluminación y más efectos visuales la esencia del filme anterior se pierde por completo. Esa oscura y esotérica secta que era capaz de cualquier cosa en busca de respuestas se convierte simplemente en "los malos", y las pobres chicas en "las buenas", simplificando así la historia y convirtiéndola en otro filme de terror más, sin un buen guión que lo sostenga, apenas una simple excusa para asustar y asquear al espectador; pero eso sí, sin chicas desnudas como en la original. Todo tiene un limite.
Secreto de confesión. Thomas Leyton (Benjamín Vicuña) era un joven de 17 años, proveniente de una acomodada familia chilena con una trágica y violenta historia, que a principios de los años ochentas y en plena dictadura de Pinochet se acerca a la iglesia de El bosque para conocer al padre Fernando Karadima (Luis Gnecco), en busca de un guía espiritual. El padre Karadima era un hombre fuerte, carismático, que tenía embelesada a la alta y conservadora sociedad chilena con sus misas, y así gozaba de los beneficios de sus donaciones. Al ver la enorme angustia y tristeza de Thomas el padre aprovecha sus debilidades para ejercer sobre el una enorme influencia, que con el tiempo se convertirá en abuso psicológico y finalmente sexual. De producción austera, despojada, con una simple pero efectiva reproducción de época, la película va y viene en el tiempo de forma prolija para narrar sin morbo, pero de forma detallada, cómo se desarrolló el complejo abuso en el que tanto Leyton como su familia terminaron siendo marionetas de Karadima. Sin tomar una posición "anti-iglesia" la película muestra de forma realista como esta institución fue campo fértil para el abuso, y el doloroso camino de Leyton para reconocer el ultraje y finalmente llevarlo a la justicia. Si bien es un tema que ha sido recurrente en varios filmes -como por ejemplo la ganadora del Oscar "Spotlight"-, "El bosque de Karadima" no está armado como una denuncia, sino como una historia personal. Basada en los relatos de James Hamilton, el primero de las víctimas de Karadima que se animó a hablar y revelar los abusos del sacerdote, se construyó esta historia que a pesar de lo creyente y conservadora que es la sociedad chilena fue la película con mayor cantidad de espectadores del año 2015, y este año se convirtió en una miniserie de cuatro capítulos, con material extra que no aparece en el filme. Luis Gnecco realiza una extraordinaria y minuciosa interpretación del cura, sin exageraciones ni lugares comunes y tanto Benjamín Vicuña como Ingrid Isensee, quien interpreta a su esposa, están correctos en sus roles. Una prolija e intimista dirección -aunque por momentos un tanto monótona y fría- expone esta dura historia, cuyo particular enfoque la convierte en un drama alejado de propagandas y efectismos cuyo resultado es un interesante filme basado en hechos reales.