Feminismo, el combate al machismo; una hermandad de mujeres que se propone cambiar el mundo en base a la devoción a una deidad celta, pero antes, creará un ejército de hombres zombies encargados de reclutar a más congéneres para la causa. "El muerto cuenta su historia" es una fábula feminista, con una dosis de ironía al final, con las buenas intenciones del director Fabián Forte por reivindicar el lugar que históricamente se negó a las mujeres. Diego Gentile interpreta uno de esos maridos de ficción arquetípicos y con doble vida: esposo y padre amable en su casa, y mujeriego, machista y maltratador en su trabajo. Cuando cae en las redes de la secta secreta a través de su socio, comienza un proceso de transformación que aporta parte del ingenio de esta película, una propuesta original para el cine argentino. Un elenco de buenas actrices cumple los roles de las vengadoras, con Viviana Saccone y Emilia Attias al frente. Forte decidió encarar el tema acentuando el humor negro y con un gore estilizado, al tiempo que la narración avanza a golpe de la perseverancia de ese ejército de la noche que decidió hacer justicia.
Del Japón del siglo XVI al Oeste estadounidense del siglo XIX. De samurais a pistoleros y estafadores buscavidas. De la mesura del haiku al rock. Las diferencias parecían insalvables, pero Hollywood lo hizo posible. No solo una, sino dos veces. "Los siete magníficos", la versión de Antoine Fuqua estrenada el jueves -remake de un clásico de 1960 de John Sturges, y ese a su vez remake de "Los siete samurais", una película de Akira Kurosawa de 1957-, se mantiene fiel a su antecedente estadounidense de gran entretenimiento, excelentes actuaciones (Vincent D'Onofrio, sobresaliente), una trama conocida pero que visualiza una sociedad multiétnica que ya era una realidad en Estados Unidos, y la infalible presencia del héroe. Se trata de la historia del villano que acosa a un pueblo de granjeros indefensos para comprarles su tierra a precio vil -es eso o la muerte- hasta que llegan los siete del título y lo enfrentan. Fuqua rinde tributo, por momentos con gracia y humor, a imágenes icónicas del western, como el ingreso espectacular a un bar, la llegada al pueblo de un desconocido que promete traer problemas, o el duelo en medio de la calle. También sugiere historias personales que justificarían la transformación de los pistoleros en héroes y apela a la nobleza sin solemnidad, en dos horas de acción sostenida y con el rigor formal del los clásicos del género.
Perdidos en el bosque Hace 17 años dos jóvenes directores tuvieron la ingeniosa idea de filmar una película completa en plano subjetivo, es decir que transformaron al espectador en los ojos de los personajes. Aquella película, "Blair Witch", más la infalible y ambigua campaña publicitaria que la precedió, hizo de esa experiencia un éxito global con un recurso que después fue replicado en varias oportunidades. Y ahora lo reitera "Blair Witch. La bruja de Blair", secuela bastante forzada de aquel filme de 1999. Los protagonistas en este caso son el hermano de uno de los personajes desaparecidos hace casi 20 años cuando decidieron investigar la leyenda de la supuesta bruja, y que quiere volver al bosque para saber qué pasó realmente. La narración sostiene el interés en base a golpes de efecto y la dosificación gradual del suspenso crece a medida que el bosque y su presencia ominosa lo invaden todo. Aunque el suspenso está intacto para quienes no vieron la primera parte, la frescura y la sorpresa del filme original se diluyen en efectos de sonido abrumadores y una trama que incluye nuevos personajes y soportes tecnológicos muy superiores a la original, con drones, GPS y teléfonos inteligentes.
Un homenaje respetuoso Pocas cantantes reunían las características de Gilda para llevar su vida al cine: popularidad, tesón y el elemento ligado a lo místico que se acentuó después de su muerte... La riqueza y las posibilidades del personaje eran enormes y la directora Lorena Muñoz, en sociedad artística con con Natalia Oreiro, logró una propuesta eficaz que genera empatía, algo difícil en un biopic. "Gilda, No me arrepiento de este amor" funciona como producto cinematográfico, independientemente de los gustos musicales del espectador. La narración es fluida, técnicamente impecable, con segmentos de estética de documental, área en la que se desempeñó la directora; sugiere pero no explota lo emotivo de la relación de los fans con la cantante, y con un guión verosímil. Todo ese esfuerzo de producción y dirección se sostiene con muy buenas actuaciones, entre los que se destacan Roly Serrano, Susana Pampín o Lautaro Delgado en personajes clave de la vida de Gilda. Y al frente de todos está Natalia Oreiro, que interpretó con delicadeza los pliegues de los conflictos internos y familiares de Gilda en su decisión de convertirse en cantante. El recorte de la directora sobre la vida de Gilda se transforma así en un homenaje que a diferencia de otras biopics sobre artistas -"Ray" o "Walk The Line"- pivotea entre lo testimonial y lo emotivo sin subrayar ninguno de esos rasgos.
Un clásico que se renueva sin perder su esencia Conservando su épica, la saga tiene, además, dosis de humor y una atmósfera pop que la acercan a los espectadores de la serie original. El equipo de guionistas renovó el aire de la Enterprise. Conservando su épica, con la misma fluidez narrativa y una acción sostenida, esta tercera parte de la saga "Star Trek" relanzada en 2009 tiene, además, dosis de humor y una atmósfera pop que la acercan a los espectadores de la serie original, cuyo 50 aniversario se cumplió el jueves pasado y que se conocía como "Viaje a las estrellas". "Star Trek. Sin límites" no intenta competir con las muy buenas anteriores entregas dirigidas por J.J. Abrams ("Star Trek", 2009; "Star Trek. En la oscuridad", 2013) y quien ahora se reservó el rol de productor. Al contrario, las acompaña y complementa, al tiempo que genera complicidad y empatía sobre unos personajes conocidos y un conflicto que en líneas generales no difiere de las dos anteriores. En esta ocasión, como "En la oscuridad", se trata de la aparición de un arma de destrucción masiva que cae en las manos equivocadas. Se trata de un villano interpretado por Idris Elba y que acercará hacia el final, la primera sorpresa de esta nueva aventura. La trama avanza veloz entre planetas y asteroides, precedida por un relato en off que hace una breve y por momentos cómica referencia a cómo es la convivencia y la vida diaria de la tripulación, entre gadgets sofisticados, viajes interminables y gravedad artificial. El nuevo director, Justin Lin, y los guionistas, entre ellos el actor Simon Pegg, a cargo del personaje de Scotty (el mismo intérprete de Benji en "Misión imposible"), se dieron el gusto de aggiornar una serie de culto de los 50 sin vulnerar el recuerdo de los fans ni el sentido original de entretenimiento genuino de las dos películas anteriores dirigidas por Abrams, mientras destacan los valores y la cohesión de ese grupo que se dedica a explorar el espacio y a hacer diplomacia intergaláctica, aunque no siempre sean bien recibidos. En el medio hay tiempo para un homenaje a Leonard Nimoy, el histórico Señor Spock, fallecido el año pasado. También para profundizar en la relación de complementariedad entre el valiente Capitán Kirk, interpretado por Chris Pine, y el reflexivo Spock; para ver los tímidos avances del romance entre el vulcaniano de las orejas puntiagudas y la teniente Uhura; para enterarse de la vida privada de Sulu, uno de los pilotos estrella de la nave más famosa de la historia que marca una innovación en los estándares de esta ficción, y para sumar un nuevo personaje, la aguerrida Jaylah, digna candidata a ser parte de la tripulación.
Una pequeña historia de amor "Café Society" es una película con ciento por ciento del ADN de Woody Allen. Allí están Nueva York, su nostalgia por el pasado, en este caso el Hollywood de los años 30; el jazz, sus chistes judíos (por momentos de gusto dudoso: "Tengo un hijo muerto, y además católico. No sé qué es peor", aunque en este filme el humor casi no existe o parece forzado), sus digresiones filosóficas, su cita a la izquierda bienpensante -que ahora muestra con mordacidad-, sus diferencias de clase, su elenco de actores blancos con personajes heterosexuales (sólo aparece 15 segundos una latina haciendo de mucama y la película hace una alusión a la prostitución de una aspirante a actriz). El filme es también un ejercicio extraordinario de iluminación, responsabilidad de Vittorio Storaro y una magnífica demostración de producción, del diseño de arte, escenografía y vestuario. La narración es sólida y fluida; la trama y las subtramas tienen una estructura ingeniosa que no deja decaer el interés por el destino de los personajes y su historia de amor. "La vida es una comedia, pero escrita por un cómico sádico", dice uno de ellos, lo que resume la línea y el tono general del relato sobre un joven de una familia pobre judía que se muda de Nueva York a Hollywood para probar mejor suerte. Todo ese esfuerzo encuentra el punto más flojo en el trabajo de los protagonistas, Jesse Eisenberg, que parece imitar a Allen, y la bella pero inexpresiva Kristen Stewart.
Rescatando el pasado Una novela escrita a finales del siglo XIX, ambientada en Judea bajo el Imperio Romano, y la épica historia de un noble judío condenado a la esclavitud y traicionado por su hermanastro, un huérfano adoptado por la familia hebrea devenido en capitán del Imperio, es la línea central que sostiene a “Ben Hur”. Llevada al cine en dos ocasiones, fue rescatada seis décadas más tarde bajo una forma más cercana al folletín con moraleja que a una poderosa reflexión sobre las pasiones. El film se sostiene con una impactante puesta en escena y eficaces recursos técnicos, pero el relato pierde impulso en subtramas románticas y por estereotipos que desdibujan la riqueza de unos personajes complejos. Las buenas intenciones de acercar esta historia a nuevas generaciones se reflejan en la extraordinaria escena de las carreras de cuádrigas en la que se decidirá la suerte de los protagonistas, Judah Ben-Hur, el noble que regresa a Jerusalem en busca de justicia, y su hermanastro, Messala, el militar romano que acabó con su familia adoptiva por sus conflictos de identidad, sus ambiciones y su fidelidad al César. La remake, aunque lograda en algunos aspectos, deja con ganas de saber más sobre el sufrimiento de dos hombres que, unidos primero por el amor fraterno, deciden declararse una guerra a muerte.
Zombies tecnológicos Cuando en 2006 Stephen King escribió su novela "Cell", la telefonía móvil ya llevaba cerca de tres décadas en el mercado. King, un escritor con una imaginación prodigiosa para encontrar el terror allí donde parece que nunca puede ocurrir nada ?un hotel, un cementerio, un pueblo tranquilo- encontró inspiración en el potencial de conectar el mundo a través de un aparatito en apariencia inocente. Lo demás fue ingenio para ver cómo esos usuarios absortos podrían ser víctimas y protagonistas de nada menos que un apocalipsis. Esta vez, y en la adaptación al cine de la novela de King que se conoce con el título de "El pulso", los zombies llegan en versión tecnológica. El filme tiene a dos protagonistas excluyentes, John Cusack, también productor, como un escritor que está a punto de reencontrarse con su hijo, y Samuel Jackson. Juntos intentan rescatar a un adolescente y escapar de los infectados por un pulso que llega a través del celular y que los convierte en asesinos y en una especie de manada de descerebrados. Allí la película gana unos puntos, al introducir la paranoia siempre vigente de la tecnología y la forma en que podría afectar a la sociedad, y una amenaza que llega a las personas a través de un dispositivo que según el filme usan seis billones de personas en todo el mundo y que las controla y las transforma en algo que no son.
Una heroína singular Los personajes de "Dolores" hablan poco, gesticulan menos, se comunican con la mirada y las acciones antes que por las palabras. Sólidamente construidos por el guión y con una precisa y muy ajustada dirección de Juan Dickinson, narran la historia de una familia descendiente de escoceses. Los trama se centra en Dolores, a cargo de Emilia Attías, que regresa desde Escocia a la estancia de su cuñado (Guillermo Pfening) luego de la muerte de su hermana. Los acompañan Mara Bestelli como la cuñada de Dolores y Roberto Brindelli, en el rol de un estanciero vecino. El director impuso a los cuatro, pero sobre todo a los tres primeros, un estricto control sobre su expresividad y la valoración de cada palabra. Con sobriedad describe el clima familiar y las decisiones arriesgadas que tomará Dolores en esa casa que es y no es suya, y también las dificultades de la relación con su cuñado que se remonta a una década atrás y la inminente ruina económica. Con un estilo clásico, sin sobresaltos, una estructura sólida, un diseño de arte que reconstruye el ambiente de la década del 40 con la Segunda Guerra como telón de fondo, "Dolores" tiene como protagonista a una heroína que usa sus herramientas -belleza, inteligencia, persuasión- para recomponer la decadencia y restablecer los lazos familiares de una manera muy personal en personajes paralizados por los conflictos.
Disney lo hizo de nuevo Casi 40 años después el dragón Elliot vuelve a rugir. "Mi amigo el dragón" fue una película que dejó huella en una generación cuando se estrenó en 1977, con Mickey Rooney en el rol que hoy tiene a cargo Robert Redford. Ahora, lo que antes fue un dibujo animado interactuando con actores, es una monumental obra de la tecnología. Con una trama simple, el filme relata la historia de Pete, un chico que se pierde en un bosque después que sus padres mueren en un accidente. Allí es rescatado de lobos por el dragón Elliot lo que da inicio a una amistad de varios años. Los primeros minutos mudos, tienen todo lo que luego será desarrollado durante casi dos horas: suspenso, aventura, dramatismo, emoción, esto último subrayado y remarcado por la banda de sonido y la dirección. En el desarrollo todo resulta simple y accesible para el público al que está dirigida esta película que tiene a su favor algunas notables actuaciones, entre ellas la de Redford, como un abuelo que insiste en convencer a los chicos del barrio que la magia y la fantasía está allí, y sólo hay que saber encontrarla. Con los tópicos de la familia, la lealtad, los villanos contra los héroes y la ya explotada idea de un salvaje en conflicto con la civilización el filme avanza sin sobresaltos, de forma previsible, pero con la eficiencia comprobada de Disney.