Solo faltan las canciones de Dolly Parton La idea surgió hace 30 años atrás: juntemos tres actrices de moda y cumplamos el sueño de cualquier oficinista: vengarse del jefe. Como eliminar a tu Jefe (9 to 5) es hoy en día una comedia de culto: Jane Fonda, Dolly Parton y Lly Tomlin deciden armar un plan para hacerse respetar frente a su misógino y malvado jefe interpretado por Dabney Coleman. 8 años después Melanie Griffith se enfrentaba a su jefa Sigourney Weaver en Secretaria Ejecutiva y posiblemente la guerra contra la jefa más despiadada la ejecutó con sutileza y buen gusto, Anne Hathaway con Meryl Streeo en El Diablo Viste a la Moda. Con Quiero Matar a mi Jefe se retoma la premisa del film original de Colin Higgins, pero esta vez, el romance, el humor ingenioso e incluso los agradables números musicales son reemplazados por un humor vulgar, histriónico, efectivo, discursivo y no siempre divertido. Nick, Dale y Kurt son tres amigos de la secundaria que tienen algo en común: los jefes más desagradables del mundo. Nick (Bateman) se esfuerza para que Harken (Spacey), el presidente de una empresa, lo nombre vice. Harke es despiadado, fascista, torturador, manipulador, demagógico. Dale (Day) es asistente odontológico de la Dra. Harris (Aniston), una soltera sexópata, que tortura y humilla a Dale para acostarse con él, quien se acaba de comprometer y planea casarse en los próximos meses. Por último, Kurt (Sudeikis) es el contador favorito del presidente de una petroquímica, pero cuando este fallece, el cargo pasa a su hijo Bobby (Farrell), un cocainómano xenófobo y machista, fanático de las prostitutas, coleccionista de baratijas, inepto a la hora de manejar negocios que también manipula a Kurt para que eche personas por diferencias físicas. Ninguno puede renunciar a su puesto, porque sus jefes los tienen extorsionados por diversas razones. Por lo tanto, la única solución que encuentran es mandarlos a matar. Comedia de enredos cuya base está puesta en gritos, insultos, humor sexual vurdo y sobrexplicados cinéfilos, Quiero Matar… funciona gracias a sus intérpretes. Los personajes no son originales, las situaciones tampoco, de hecho el argumento es muy predecible, y abundan los clisés. Sin embargo, el hecho de ver una vez más a Kevin Spacey como un empresario sin escrúpulos, detestable, psicópata, Jennifer Aniston convertida en la bomba sexual que siempre quisimos ver los fanáticos de Friends y a Colin Farrell reírse de sus propias adicciones (a lo Charlie Sheen) sumado al eficiente trabajo de Bateman, el desenfreno de Day y la malicia de Sudiekis terminan por brindarnos una comedia entretenida con momentos realmente inspirados. Las pequeñas participaciones de Jamie Foxx e Ioan Gruffudd son fascinantes. Es humor televisivo, los guionistas son discípulos de Saturday Night Live, pero sigue funcionando. Este año vimos ejemplos similares de este tipo de humor con Que Pasó Ayer Parte II y Pase Libre. Posiblemente, dado que Todd Phillips se preocupa un poco más que Gordon o los Farrelly para lograr una obra visualmente más interesante y transgresora, la secuela del éxito sorpresa del 2009 supera a las otras dos. Pero lo cierto es que hacer reír es cada vez más difícil y cada generación de comediantes se arma de nuevas herramientas para divertir. Estos comediantes deben explicar todo. El mayor problema narrativo del film es que muchos chistes no terminan por cerrar. Es como que les falta el remate final para alcanzar la diversión genuina. Esto mismo que sucede con los chistes le pasa a la estructura del film en sí. El final está demasiado atado con alambre. Una de las tres tramas se cierra de la manera más banal imaginada. Pobre destino para uno de los mejores personajes de la película. Quiero Matar a mi Jefe muestra las luces y sombras de la Nueva Comedia Estadounidense. No niego que me rei bastante durante los 98 minutos que dura el film, pero me conozco lo suficiente para saber que no me voy a reir de la misma forma en una segunda visión. Para ver a tres locos haciendo tonterías, me quedo con Moe, Larry y Curly o los Hermanos Marx.
¿Por qué tan Serio? Alex de la Iglesia nos ha demostrado que se puede hacer cine fantástico, con influencias de los cómics, las historietas, los géneros malditos de los años ’70 fuera de Hollywood, pero con igual o mejores resultados que la meca industrial. Desde viajes a otros planetas, la lucha contra el anticristo o el homenaje a los westerns spaguettis hasta una cínica mirada sobre la historia del humor en España. Además, gran admirador de los thrillers clásicos ha logrado notables homenajes a Hitchcock (Crimen Ferpecto), Agatha Christie (Los Crímenes de Oxford) o Polanski (La Comunidad), De la Iglesia demuestra una versatilidad e imaginación envidiables, que mejora trabajo a trabajo, donde los efectos especiales introducidos nunca son fortuitos sino siempre justificados para generar comedia… hasta ahora. Si bien en Los Crímenes… Alex demostró que podía hacer una película enteramente “seria”, en Balada Triste… lo que debería hacer reír provoca angustia. Es más, el humor provoca un poco de culpa. La secuencia inicial es realmente devastadora. 1937. Los republicanos tratan de derrocar a Franco, por lo que toda persona que puede sostener un fusil es reclutado para ir al frente de batalla. Incluidos, los integrantes de un circo ambulante. El que termina liderando la revolución es el Payaso Tonto (un Santiago Segura muy serio). Su hijo, Javier, es testigo de cómo el mismo es apresado por el ejército franquista y llevado a unas minas para construir una cruz gigante. La imagen de un payaso destrozando hombres con una bayoneta es increíble. 36 años después, Javier ha crecido y prueba suerte como el payaso triste de otro circo ambulante en medio de una ciudad prácticamente destruida. La vida de Javier fue muy triste, y aunque siempre quiso ser el payaso tonto, las penurias que tuvo que atravesar lo convirtieron en la víctima de los chistes. En el circo tendrá que enfrentar a Sergio, el payaso tonto, que fuera del ambiente artístico es un hombre violento y alcohólico. En el medio de ambos, se encuentra Natalia, novia de Sergio, una hermosa acróbata, masoquista y un poco sádica. Por lo tanto, todo el odio que Javier lleva en la sangre desde los tiempos en que apresaron a su padre, lo empieza a descargar cuando ve el trato que Sergio le da a Natalia, la cuál no es tan dulce ni inocente como aparenta ser. A no confundirse, estos payasos se parecen más al Guasón de Heath Ledger, morbosamente desfigurados, anárquicos y repletos de odio que a Gaby, Fofo y Miliqui. Balada Triste es la primer película que De la Iglesia escribe en soledad. No sé con exactitud porque Jorge Guerrica Echeverría no se asoció esta vez con su director fetiche. Y esta ausencia hace preguntarse si el verdadero ingeniero, el verdadero genio del humor no era Guerrica Echeverría, y De la Iglesia siempre fue el hombre oscuro, serio. Estos payasos son demasiado trágicos, crueles. El triángulo amoroso es llevado a un extremo de violencia prácticamente surrealista, similar a una tragedia griega. En la primera mitad todo es va con bastante solemnidad; el estudio sobre el carácter de los personajes y la relación con el contexto socio político de la España franquista es interesantísima más allá de la metáfora que simboliza el enfrentamiento entre Javier y Sergio. Pero a partir de cierto punto, el relato se convierte solamente en una sucesión de peleas sin transfondo argumental. No solamente lo que se sucede es morboso, onírico, excesivamente político y violento, sino que falta un hilo narrativo verosímil. Simplemente vemos escenas bella y meticulosamente diseñadas, pero con una impronta publicitaria que no se parece al cine del Alex de la Iglesia cínico, sarcástico, pero aún así divertido. El tono es mucho más oscuro que cualquiera de las obras anteriores del director; la fotografía, excelente y contrastante, logran crear climas densos, posesivos, aterradores. Pero a estos payasos, les falta humor. O sea, a nivel temático contiene todas las obsesiones del director: la competencia constante, la burla sobre la figura del héroe clásico, el egoísmo, la reivindicación del hombre feo, sucio y gordo. Pero acá el exceso de patetismo juega para el otro lado, para la lástima y miserabilidad constante. Visualmente es atractiva, la banda sonora de Roque Baños es lo más cerca, que un compositor en la historia del cine, ha estado de emular a Bernard Herrman, y el elenco es seguramente uno de los mejores que podría haber reunido el director en toda su carrera. El trío Areces, De la Torre, Bang sumado a veteranos colaboradores secundarios del cine de De la Iglesia es soberbio. Pero falta cierta picardía, compasión en la mirada sobre los personajes que interpretan. La reconstrucción de época es admirable. Tanto en 1937 como en 1973 se respetan innumerables detalles (incluido el atentado contra el presidente Luis Carrera Blanco), hay homenajes a íconos pop de los años ’70 (el trío de payasos que cantaba: “Había una vez un circo”…; Rafael; Kojak) pero parece que por prestarle atención a estos aspectos, descuidó la narración propiamente dicha. A pesar de los excesos visuales y dramáticos, Balada Triste de Trompeta es un film que atrapa, exaspera y molesta a la vez. No es fallido, pero sí, deja un gran interrogante acerca del futuro de un autor muchas veces menospreciado, subvalorado y otras veces demasiado mitificado. Es probable que este film marque el inicio de una filmografía menos humorística y mucho más seria. Me gustaría saber cual fue la razón de este cambio. Que resentimientos ocultos, similares a los del protagonista, llevaron a Alex a comportarse como un verdugo de payasos. Sacando al crítico de lado, espero volver a ver al Alex que encuentra ternura en la miserabilidad, que en la hipocresía y egoísmo es capaz de hallar compasión y admiración por el prójimo, y no más este Festival du Freaks, enfermos de culpa y sin redención posible. Como diría el Guasón de Nolan: “¿Por qué tan Serio?”
Esperando la Carroza Hay un género que es muy propio del teatro argentino llamado: grotesco. El grotesco agarra situaciones, momentos costumbristas de nuestra vida cotidiana y los lleva al extremo del absurdo y el patetismo, explotando el humor negro para crear una crítica social, que no necesariamente apunta a la burguesía o clase alta argentina, sino también al argentino medio, de clase media, a la clase obrera y trabajadora. El grotesco es un colador por donde pasan todos los argentinos. Es un espejo deformado que nos muestra la realidad de la forma más cruda, y posiblemente, mucho más cercano a lo REAL REAL que el teatro naturalista, que ya no convence a una sola persona, como diría (con mucha más profundidad) Javier Daulte. Por esto mismo es que vemos Esperando la Carroza, La Nona o 100 Veces no Debo y nos reimos a toneladas. Porque nos identificamos con los personajes, los palpamos, son reales. Las tragedias que viven (porque la comedia sin tragedia, sin drama no puede existir) nos han pasado o pasarán a todos alguna vez. Y Cerro Bayo es un grotesco argentino en el sentido más puro de la palabra, pero disfrazado de comedia dramática intimista. En este sentido, Cara de Queso, posiblemente era más clara y honesta con sus intenciones, pero en cambio acá Victoria Galardi construye una sátira, pero no la encasilla en un género. Personalmente, pienso que los argentinos somos mucho mejores observadores y críticos que los estadounidenses a la hora de hablar de la institución familiar en expresiones artísticas. Tenemos menos miedo de que los sectores más conservadores se nos tiren en contra y por eso nos damos maña para poder reflexionar, de diversas formas. Y otra característica… es que somos muy familieros. Nos cuesta dejar, en general, el nido. Hay muchas costumbres muy nuestras (que en realidad son herencia de los inmigrantes italianos, españoles y judíos) que se relacionan con pasar al menos un día a la semana con nuestras familias: la pasta o el asado de los domingos al mediodía, por ejemplo. Pero así como nos juntamos para comer, también nos reencontramos en los momentos trágicos: por ejemplo, ante el deceso o futuro deceso de un familiar, un patriarca o matriarca venido el caso. En Cerro Bayo, Galardi abandona la cursilería romántica de la soledad de su ópera prima (Amorosa Soledad) para meternos en el corazón de una familia, cuya abuela se intentó suicidar y ahora está en coma. Por un lado tenemos a Marta (extraordinaria Adriana Barraza, disimulando el acento mexicano) la hija que vive con su madre en Villa La Angostura, la única realmente preocupada por su salud y no por la herencia. Marta está casada con Eduardo (Arengo, maravilloso como siempre) y tienen dos hijos, Inés (Efrón repitiendo un poco el personaje de Amorosa…) y Lucas (Perez Biscayart, de notable crecimiento interpretativo). La llegada de Mercedes (Llinás) desde Bs. As. complicará la situación. Especialmente, porque a excepción de Marta, todos buscan los réditos económicos. Sin caer en el lugar común de que los miembros de la familia se peleen por la herencia (cada uno en realidad busca un beneficio diferente, y no hace falta que se peleen), Galardi construye un abanico de personajes extraordinariamente complejos, interesantes, contradictorios… y simpáticos. ¿Por qué no? Cada uno se concentra en lo material, en lo superficial. Lo emotivo y romántico pasa de lado. Es una herramienta para manipular y conseguir la meta. Y aunque todos saben que el dinero y la apariencia no hacen la felicidad, tampoco pueden negar su atractivo. Lo astuto de la película de Galardi no pasa solamente por los personajes, las actuaciones y lo pulido y redondo que resulta el guión, sino que se va construyendo con situaciones minimalistas que no pretenden provocar la risa ni emocionar. Los personajes son tan austeros, introspectivos, esconden tan bien sus metas, que cuando suceden situaciones humorísticas, Galardi no las fuerza. Simplemente deja que fluyan solas. No apoya las escenas con música incidental ni efectos extra cinematográficos hasta pasada la hora de película, y cuando por fin, mete una canción el efecto que logra es completamente natural: coherente, apropiado, justificado. En Amorosa Soledad me quejaba que el último plano terminaba por derrumbar los pequeños logros que la obra tenía. En cambio, acá, Galardi utiliza exactamente el mismo efecto (¿una marca autoral?) pero termina siendo hermoso. Más allá de aprovechar la geografía, el clima, el frío patagónico de manera narrativa, la fotografía de Julián Álvarez es uno de los puntos más fuertes. Los planos son largos, pero tienen movimiento interno, lo que demuestra una puesta en escena meticulosamente planeada. Cerro Bayo es una de esa extrañas películas, que son tan chicas e intimistas, que mientras la estás viendo no entendés lo grande que son para la cinematografía nacional. No solamente vale la pena destacar el soberbio elenco, sino lo bien que cada intérprete está aprovechado en su rol. Lo que demuestra un profundo conocimiento de la directora de las características de los actores y hasta donde pueden dar. Tras un día, en el cuál vi dos pobres exponentes del cine de entretenimiento estadounidense, que van disminuyendo en calidad a medida que reflexiono sobre ellos, Cerro Bayo, crece y crece. Para concluir, así como los protagonistas logran disfrazar sus codiciosos propósitos con simpatía, inocencia, sonrisas y capas de ropa para el frío, Galardi, disfraza un típico grotesco familiar argentino, con la sutileza y austeridad que se puede encontrar en el lenguaje del cine argentino de la última generación (acaso lo mejor de esta generación). Esta renovación se agradece con creces y da muchas esperanzas sobre el porvenir del cine nacional. Información: Cerro Bayo también tiene un propósito solidario: por cada entrada vendida, $3.50 irán a un fondo para reconstruir Villa La Angostura de las consecuencias de las cenizas volcánicas. Una iniciativa original y ejemplar.
Martini Seco con Vodka, Revuelto, no Agitado La unión debería hacer la fuerza, pero a veces cuando hay muchas manos en el plato se hace mucho garabato. Los realizadores más poderosos de la actualidad se juntaron para concebir un proyecto que unía acaso a los dos géneros de culto más importantes de la historia del cine hollywoodense: el western y la ciencia ficción. Como dice el título: Cowboys & Aliens. Ron Howard se da de la mano con Spielberg, agarran un cómic bastante exitoso, llaman al director y guionistas de Iron Man, a los guionistas de Transformers (la original, la mejor), de Star Trekk, de las series Fringe y Lost (o sea, todos el equipo de J.J. Abrams) y encima reúnen nuevamente a James Bond con Indiana Jones (Spielberg ya la había logrado en La Última Cruzada). Para completar el combo, una de las actrices más hermosas del momento: Olivia “13” Wilde. Demasiados nombres y los resultados… son apenas discretos. ¿Dónde falla Cowboys & Aliens entonces? Que pensaron un producto, no una obra cinematográfica. La historia nos lleva al viejo oeste, donde un hombre (Daniel Craig) despierta amnésico en medio del desierto con un brazalete metálico en la muñeca. Cuando el desconocido llega al pueblo más cercano, descubre que lo buscan por robos y asesinatos. En el medio entra en acción el coronel Dolarhyde (Harrison Ford), un militar retirado que ahora se convirtió en el ganadero que da de comer a todo el pueblo con sus ganancias, ya que las minas de las montañas del pueblo, aparentemente están secas. Mientras que el desconocido trata de descubrir que le pasó, los aliens invaden el pueblo, secuestrando a la mitad de la población (nunca queda claro porque los secuestran, más que para hacerles injustificados exámenes físicos). La cuestión es que los extraterrestres vinieron al Tierra con un única misión: llevarse el oro de las montañas (tampoco queda claro para que les sirve el oro). Por lo tanto, los cowboys con ayuda de los Apaches de la región, tratarán de rescatar a los suyos y desterrar a los aliens. Una premisa de estas características necesitaba un tratamiento divertido, ágil, bizarro. En cambio, como sucede con los Transformers y demás obras de los mismos guionistas, la historia cae en un producto por encargo sin corazón ni odio. Favreau que supo aplicarle elegancia y carisma a un personaje como Iron Man (¿o es que los elogios deberían ir hacia Robert Downey Jr.?) acá toma una fría distancia de lo que está generando. No es que la película no sea entretenida o esté mal narrada, sino que no transmite la emoción necesaria. Posiblemente parte de la culpa la tenga Daniel Craig cuyo personaje sea tan frío como el último James Bond, quizás porque Harrison Ford no logra ponerse la película sobre los hombros y queda relegado a un segundo plano lastimoso. Lo alarmante es la falta de humor, la seriedad, solemnidad e incluso la arista sentimental/dramática que le pusieron a la historia. Barry Sonnenfeld posiblemente habría sido el director ideal, dado que ya jugó con ambos géneros en forma separada. Si bien Las Aventuras de Jim West no es lo que se puede llamar una obra satisfactoria, humor no le faltaba. Y si Hombres de Negro funciona es gracias al humor y no tanto a la ciencia ficción. Una versión con menos presupuesto, actores menos pretenciosos, más berreta (que buena hubiese sido la misma película con Simon Pegg y Bruce Campbell como protagonistas) habría dado como resultado una obra más redonda, con mayor identidad incluso. Del gran elenco algunos secundarios logran interpretaciones meramente creíbles: Sam Rockwell, Ketih Carradine, Paul Dano, Clancy Brown, Noah Ringer (sí El Ultimo Maestro del Aire). Los efectos especiales tampoco son asombrosos, y las referencias cinematográficas escasas: no se puede identificar como un western de ningún director. De hecho se parece más a uno televisivo (visualmente es televisiva, todo un pecado en el género), por lo tanto, se desaprovecha la geografía de la región. Los aliens son bastante asquerosos (tienen la misma cara que el de Super 8), pero a diferencia de Cameron o Lucas a Favreau le interesan más los personajes humanos. El problema es que están tan mal escritos, diseñados y, además hay tantos clisés y estereotipos que en este sentido tampoco se destacan. Sí, el personaje de Craig remite a algunos héroes del género, especialmente al “rubio” de la saga del dólar de Leone, pero seamos honestos: Clint Eastwood le ponía mayor carisma. Reitero, si bien no se trata de un fracaso absoluto (en términos artísticos, porque sí lo fue en proporciones económicas) pero tampoco es la obra que muchos esperábamos con gran ansiedad. Un producto salido de una máquina tan grande, fría y metálica como la nave espacial de los extraterrestres. Y ya lo dice el dicho: cuánto más grande es, más dura será su caída.
Actores en Vía de Extinción Y un día el actor de carne y hueso, ha sido reemplazado por la tecnología. Pero no se trata de robots actores, como muchos creían que iba a pasar. Actores robots con autonomía, capaces de razonar y aplicar conceptos interpretativos, son de ciencia ficción. El CGI y el Caption Motion es la realidad. El actor empezó a ser confinado en un estudio, donde solamente debe moverse bajo las órdenes de los directores con pintura en la cara y microcamaritas alrededor del cuerpo, que captan cada movimiento para transmitirla luego, a un diseño multimedia, un dibujo que reproduce lo que el actor hizo en primer lugar, en el total vacío. Los animadores logran convertir al personaje animado en un ser vivo, que respira, habla y se expresa, mejor que cualquier actor. Un diseñador logra que cualquier intérprete se supere así mismo. No es la Dimensión Desconocida… es la realidad de Hollywood, aunque usted no nos crea. La paradoja de El Planeta de los Simios (R)evolución es que promueve un Apocalipsis desde la historia y el avance tecnológico. Un doble mensaje: el futuro es ahora, y nosotros no somos partícipes. Animaciones computadas nos han reemplazado. Esta idea de revitalizar la saga en orden inverso al film original de 1968 es una perfecta metáfora de cómo nuestras creaciones empiezan a tomar determinación propia, como nuestros frankensteins, comienzan a independizarse, encontrar una camino paralelo al de los seres humanos a partir de las herramientas que le dimos para lograrlo. Y así es, como en la ficción, los simios, experimentos genéticos, se alzan contra el poder del hombre, aprendiendo los aspectos positivos, como la demostración de cariño, el razonamiento matemático y el lenguaje, como los negativos: la justicia poética, la respuesta violenta ante actitudes violentas. Como dijo el General, en el 2000 nos encontraremos unidos o dominados… por los simios (aclaro que esta connotación política solo tiene implicancias referidas al contexto del film y no de la historia nacional). No soy gran fanático de las precuelas, pero debo admitir que esta fue una buena idea. ¿por qué? Porque el modelo futurista ya se había agotado. Debía entenderse como empezó todo, y si bien la película del casi ópera primista, Rupert Wyatt, tiene mayores coincidencias con una novela del fallecido Michael Chrichton, acaso el autor que más profundizó acerca de las consecuencias de la experimentación genética y científica en la mayor proporción de su bibliografía (especialmente con Congo), se debe reconocer que se quiso efectuar un trazado sutil, pero efectivo. La suma de detalles que conectan a esta “explicación” con el resto de las películas es maravillosa. Es verdad que hay objetos, frases, escenas que remiten a la original (la secuencia inicial es fantástica), pero también subtramas argumentales que no tienen demasiado explicación ni profundización para que el espectador fan una los puntos. Una medida arriesgada pero que genera entusiasmo. Ahora bien, lo que también garantizó el director y los guionistas es que aquellas personas que nunca vieron una sola película (ni siquiera la subestimada versión de Burton), sientan deseos de seguir viendo y para eso armaron un film que mezcla tensión y suspenso de forma inteligente, con escenas efectistas, llenas de planos secuencias, usos proporcionados del fuera de campo y sólidas interpretaciones… al menos en el caso de los primates. El meticuloso trabajo de Weta Division para diseñar cada simios es increíble. No recuerdo actor capaz de expresar tantos sentimientos con tan pocos gestos como los que logran los diseñadores con la ayuda del gran Andy Serkis. ¡Están vivos, respiran! Sí, la acción funciona, y sin ser demasiados explícitos ni redundantes con el mensaje o los diálogos, se puede filtrar el contenido filosófico / ecológico, pero tampoco es demasiado pretenciosa. El ritmo frenético, las largas secuencias en CGI, los efectos y la humanización de los simios ubican a esta nueva creación de la franquicia en una posición privilegiada de la saga. Los personajes y las respectivas interpretaciones en live motion, son las que no cuadran con el resto de la narración. No sé si es a propósito, pero los personajes homo sapiens sapiens son estereotipos puros. No hay lugar con ambigüedades: son buenos idealistas o malos codiciosos. Las actuaciones son pobres y desaprovechadas: James Franco ha demostrado que se puede poner encima el protagónico absoluto de una película, pero en esta aparece atado a un guión científico que no se termina de creer y fuerza a expresarse de forma cuestionable. Frieda Pinto vuelve a ser una figurita de cartón pintado. Su personaje está decorado, el propósito es ser la conciencia de Will (Franco), pero no sale de un rol de acompañante. Los villanos a cargo de Brian Cox, Tom “Draco Malfoy” Felton y David Oyelowo no logran ser suficientemente amenazantes porque son demasiado previsibles y arquetípicos. En este sentido, el que trasciende al punto de tener una gran interpretación es el veterano John Lithgow, que luego de un tiempo desaparecido (desde 3rd Rock From the Sun) regresa con un excelente trabajo como el padre de Will, enfermo de Alzheimer. Lithgow siempre fue un actor versátil, tanto en rol de comediante como dramático (sino fijarse en el esquizofrénico protagonista de Demente de Brian De Palma). Sos sus gestos mínimos, la dulzura y naturalismo con que trata a Cesar, lo que lo destaca frente al resto del elenco. Sorprendente, porque no confiaban demasiado en ellos (Fox la iba a lanzar en noviembre, pero las primeras pruebas fueron tan optimistas que la adelantaron al “verano estadounidense”) este Planeta de los Simios (R)evolución no conserva el tono satírico de la primera entrega con Charlton Heston, pero gracias a la magia de los efectos especiales, el gran pulso narrativo de su director y sobretodo, la calidez de los personajes “revolucionarios” se puede hablar de una nueva saga con personalidad propia. Se pueden discutir errores u olvidos diegéticos, pero dentro de todo, el resultado es satisfactorio. Otro día (quizás con el estreno de Las Aventuras de Tin Tin: El Secreto del Unicornio de Steven Spielberg) seguiremos planteándonos si ha llegado el momento en los actores se han convertido en la nueva especie en vías de extinción de Hollywood… Mientras tanto a entretenerse y no pensar…
Consecuencias de las Elecciones La ley de matrimonio igualitario todavía no llegó a Italia, pero el cine poco a poco está tratando de ablandar el pensamiento de los conservadores. Hace algunas semanas conocimos en nuestro país, Tengo Algo que Decirles, una comedia dramática que gira en torno a las confesiones de un joven acerca de sus gustos sexuales y ahora llega ¿Diferente a quién?, posiblemente una respuesta más conservadora a la anterior. Tengo Algo que Decirles llegó cuando se cumplió un aniversario de vigencia de la ley de matrimonio mientras que ¿Diferente…? Llega oportunamente para época de elecciones. Un partido de centro (dice ser de izquierda pero se comporta como uno de derecha) tiene al candidato perfecto para las elecciones de alcalde de un pequeño pueblo norteño y conservador: un hombre que vive sonriendo y le cae simpático a todos. Acaso el único candidato capaz de destronar al actual alcalde que se la pasa inaugurando muros para “parar” el crimen y la delincuencia. El hecho es que para las elecciones primarias no quieren jugar la carta más importante del partido para guardarla a futuro: Adele (Gerini) Ferri, una mujer conservadora que se opone al divorcio. En cambio, deciden elegir al candidato con menos posibilidades de hacerle sombra al principal: el delegado homosexual del partido: Piero Bonutti (Argentero). Pero este no se lo tomara de forma sencilla y hará una gran campaña que lo dejará segundo en las internas. Cuando el candidato principal sufre un infarto, Piero se convierte en el opositor al alcalde en vista a las siguiente elecciones, pero el partido le impondrá como compañera de fórmula a Adele, quien en primera instancia se opone completamente al modo de vida de Piero, pero que finalmente, no solamente compartirá su forma de hacer política, sino que además vivirá un amorío con él, lo cuál traerá inconvenientes a Piero y su novio Remo (Nigro). Lo que empieza siendo una sátira política bastante inteligente e ingeniosa, aun siendo muy convencional en términos cinematográficos deriva en una comedia romántica de enredos de parejas y ambigüedades ideológicas. Carteni apela a situaciones previsibles, lugares comunes, clisés y estereotipos, además de una pobre puesta de cámara, demasiado televisiva para mi gusto. Sin embargo, el humor es bastante efectivo gracias al carisma del trío de intérpretes (especialmente Nigro) y mucha honestidad en cuanto a sus pretensiones. Aún cuando se pone sentimental, la trama no se convierte en un melodrama y el guión, aun teniendo vueltas de tuerca demasiado vistas en el cine estadounidense es bastante redondo. Los personajes secundarios sin brillar, son simpáticos, y queda abierto el debate acerca de cuál debe ser la identidad o imagen que debe o no tener una familia. La película plantea, para decirlo directamente, que no se puede catalogar tan fácilmente a las personas por sus gustos sexuales. Si bien no se hace hincapié en el tabú, se critica ligeramente los prejuicios de la sociedad italiana. En una época donde el Primer Ministro da rienda suelta a su misoginia, películas como ¿Diferente a quien? llegan para que los italianos puedan ampliar un poco su visión del mundo. Se olvidan que en 1977, Ettore Scola había realizado con un lenguaje más sutil, apelando a cinematografía pura y dos monstruosas interpretaciones de Marcello y Sofía, la bellísima Un Día muy Particular. Claro, era otra época en la que se desarrollaba la acción, otra, la época en que se realizó el film y otro el mensaje. Aunque en realidad, lo que sucedía era que en ese momento, el cine italiano era otro. Era cine.
¿El Fracaso de la Voluntad? Existe un excelente “ensayo” del gran Julio Cortazar llamado “Instrucciones para Subir una Escalera”. Si tuviésemos que escribir un manual de instrucciones para usar una linterna, dos de las primeras 5 pautas serían: ponerle pilas y sobretodo, voluntad para encenderla. La voluntad supera todas las barreras. Necesitamos, incluso (y aunque muchos no lo crean así) para escribir una crítica cinematográfica. En Linterna Verde, la voluntad y la energía son dos elementos narrativos fundamentales para contar la historia del bien contra el mal, básicamente. Los Linternas Verdes creen que la voluntad vence al miedo, y la única manera de vencer al destructor de mundos (debe ser hermano del villano de la secuela de los 4 Fantásticos) es demostrando que hay voluntad. No importa cuan poderoso seas. Si tenés miedo, lo reconocés y hay voluntad, la energía para vencer nace sola. Este es el panfleto que nos quiere vender DC Comics en esta oportunidad. La moraleja de esta historia se repite más o menos escondida, o mejor dicho, más profundizada en la saga de Batman, e incluso de Superman. Vencer los obstáculos internos del héroe para poder vencer los externos, refiriéndonos a lo que amenaza con romper la “paz” de la sociedad. El problema de esta Linterna Verde es que Martin Campbell nos está vendiendo una película sin pilas, y lo que es peor sin voluntad. Admito que vi poco de este director y nada me ha fascinado. Sus dos intervenciones dentro del universo Bond fueron decepcionantes (apenas meros entretenimientos), con el Zorro ha sido discreto y de manual (la calidad la ponían sus intérpretes) y ni hablar del bodrio de acción con Mel Gibson que estrenó el año pasado, Al Filo de la Oscuridad. Pero Linterna Verde, es aun peor, porque conlleva un gran pecado para un film inspirado en un personaje de historietas: aburre. Sí, señor. Mi colega Nicolás dijo que él no se aburrió porque no tuvo que mirar su reloj. Yo tampoco, pero no es una cuestión de secuencias largas, densas, lentas o solemnes. Sino una repetición de escenas que no tienen emoción. Todo es tan industrial y fabricado que el resultado final es un film con sabor a hamburguesa de Mc Donalds. Claro, es una contradicción. Si alguno le siente sabor a una hamburguesa de los arcos dorados, lo voy a felicitar (y me refiero a la carne sin aderezos). Así, es esta pálida adaptación cinematográfica. Nada está bien explotado. Ryan Reynolds, al que considero uno de los actores más versátiles de hoy en día, trata de imponerle carisma a Hal Jordan, pero con diálogos como los que tiene que decir, sufre del síndrome “este no soy yo, ¿se nota?” Blake Lively, que brilló en Atracción Peligrosa convence pero se encuentra limitada, mientras que Peter Saarsgard, austero y minimalista hasta que se transforma en El Hombre Elefante, y por lo tanto ES MALO, gran actor, es desaprovechado también. ¿Así que actúan los nominados al Oscar: Tim Robbins y Ángela Basset? No me enteré. Y ni hablar de los personajes extraterrestres a los que Mark Strong, Geoffrey Rush y Michael Clark Duncan le ponen más voz que cuerpo, que no logran involucrarse lo suficiente para llamar la atención, ser creíbles y divertidos. No se despegan del fondo del decorado. Son parte de la gran cantidad de CGI usado para construir el planeta verde. Artificialidad pura, que se vuelve atractiva porque las escenas en el mundo “real” son monótonas. En lo narrativo, todo es demasiado obvio, discursivo y explicativo. ¿Era necesario un personaje relatando en off, para abrir y cerrar la película? ¿Qué le aporta? ¿Un carácter mítico? Thor, con la cual hay varias similitudes, tiene un carácter mítico, pero acá todo se ve nublado, impuesto, forzado para quedar a la moda de lo que genera Marvel. Sí, DC trata de ser Marvel y sale perdiendo. No porque los productos de la empresa de Stan Lee sean grandes maravillas, sino porque la mayoría fueron bien explotados cinematográficamente, gozan de complejos y ricos personajes. Acá, la relación padre e hijo está tan en primer plano que no genera tensión ni misterio ¡El misterio es porque ninguno de los tres personajes principales tiene madre! O sea, ni siquiera dicen: “Tu madre estaría orgullosa”. No, acá los padres concibieron, educaron e influyeron en toda la vida adulta de sus hijos. No hay golpes de efecto, no hay emoción, el 3D es menos impresionante que El Ultimo Maestro del Aire para que se den una idea. En lo técnico, un excelente Director de Fotografía como Dion Beebe no logra crear un clima distinto y tampoco ayuda la banda sonora de James Newton Howard. Salí del cine pensando, honestamente, que al menos Reynolds, Lively y Saarsgard se esforzaban un poco para que ellos, no quedaran tan mal parados con respecto a este decepcionante film, pero reflexionando habiendo pasado unos días, me doy cuenta que este aspecto no es suficiente para elevar el puntaje del mismo. Cuando me acuerdo de tantos estereotipos, tantos clisés, frases hechas, lugares comunes, no queda otra que empezar a dar vuelta la página. A ver… ¿que se estrena ahora? Quizás debería haber visto esta película en Enero. No sé, como dice Nicolás, estamos cansados. Es posible que llegamos a un instancia del año en que ya pasaron Thor, Capitán América, los Transformers, y no queremos ver más la Tierra a punto de ser destruida por seres fantásticos y siendo rescatada por seres más fantásticos aún. Por eso queremos tanto a Batman, donde los villanos quieren destruir personas, no escenarios geográficos. Pero bueno, siempre hay oportunidad de redimirse con una secuela (y un director con más personalidad). Como diría Thomas Wayne, en una frase que habla, justamente de la voluntad y la energía: “¿Por qué nos caemos, Bruce? Para volver a levantarnos.”
Atracción Fatal Ausente, segunda obra de Berger funciona como un thriller a lo De Palma (Vestida para Matar, Obsesión, Femme Fatale) como pocas veces se suele ver en el cine nacional. Respetando una preocupación autoral en su temática, Berger, esta vez confluye el suspenso con el drama (en Plan B se mezclaba la comedia con el drama) para construir una obra climática que habla de obsesiones y amores no correspondidos… y también, porque no de sacar para afuera las inhibiciones y sentimientos reprimidos. Martín es personaje extraño, ambiguo, acaso mucho más seguro de lo que quiere aparentar frente a los demás, mientras que el profesor (suprema interpretación de Echeverría) es un hombre en crisis emocional. Los primeros 40 minutos aproximadamente de film son sublimes. La creación de climas, creados a partir de diálogos secos, sutilezas, construcción simétrica de encuadres y una banda de sonora con inserciones corales que bien podría pertenecer a una obra de Argento, construyen una película, inmensa, minimalista, intensa y atrapante. Acaso lo que muchos esperábamos ver en La Niña Santa y La Mujer sin Cabeza, pero no terminamos por encontrar. Porque no tengo miedo de admitirlo. El cine de Martel es meticuloso y perfeccionista en lo que significa puesta en escena y creación de climas, pero fluctúa en lo narrativo. Hacen agua realmente los relatos de Martel (excepto La Ciénaga, aunque tenía personajes más interesantes que la historia en sí). Berger logra reproducir algo del universo Martel, pero de forma menos pretenciosa por suerte, y mucho, mucho más accesible para el público general. Acá el tema de la homosexualidad reprimida no es tomada cinematográficamente como tabú y de hecho Berger construye un relato sexual sensual apelando a varios tópicos de De Palma, como el uso fragmentario de partes del cuerpo o la ducha en cámara lenta. Por otro lado, el director tampoco pierde del todo una óptica costumbrista, que nos adapta fácilmente al universo de los personajes. Los recursos extra cinematográficos a los que apela para manipular al espectador, se disfrazan cuando vemos calles conocidas de Capital y el conurbano o domicilios de clase media. La (falta de) comunicación es un tópico muy interesante. Lo que se dice no resulta tan verosímil como lo que no se expresa. A Berger parece no importarle si los diálogos tienen un tono realista, son atractivos como termina siendo el poder de la mirada y la expresividad mínima de los actores agrandada gracias al montaje y los encuadres. Lo que se sugiere solapadamente es muy poderoso. Y si no fuera por un elenco sólido, esto no sería posible. El mayor problema que tiene Ausente es que la primera mitad es demasiado auspiciosa y dinámica, pero la segunda parte se hace un poco larga y densa. El relato se torna un poco repetitivo y redundante, las imágenes pierden poder de sugestión. El ritmo, si bien siempre es lento, constante, los planos secuencia largos (algunos fijos) y la acción interna de cada uno, reducido; no logra sostenerse durante esta segunda mitad por mucho tiempo. Los personajes femeninos, toman mayor protagonismo y no son demasiado explotados. De hecho están un poco caricaturizados. Berger se burla de ellas. La película vuelve a levantar cerca del final, cuando Berger apela a un golpe de efecto sorpresivo, pero que le hace bien al film, para encontrar un nuevo rumbo emotivo, y provocar sensaciones ambiguas en el personaje y el espectador. A partir de este momento el film nuevamente tiene escenas tan intensas como inteligentes en su concepción. La persecución final se convierte en una clase maestra de montaje no diegético. El guión es profundo. No nada en la superficie, y temas como la identidad, ocultar los sentimientos, la represión burocrática, el despertar sexual, son abarcados de forma sutil, sin subrayados ni metáforas tontas. Sino un lenguaje directo, pero puramente visual. Tensionante y sólidamente interpretado, Ausente es un film de climas, sentimental pero no demagógico ni manipulador. Inteligente y atrapante, a pesar de algunas escenas alargadas innecesariamente. Nuevamente, Marcos Berger confirma que es un nombre a seguir muy de cerca dentro del cine nacional contemporáneo.
El Eslabón Perdido Aquel que se haya criado viendo, deleitándose e influyéndose por la filmografía de Steven Spielberg, sabe que su obra no habla ni de extraterrestres, seres mitológicos o dinosaurios. Habla sobre familias separadas. Familias que se deben reencontrar, unir, superar diferencias para volver a estar juntas. Pero, por provenir de una familia cuyos padres se divorciaron, siendo él muy joven, sabe muy bien que los seres humanos no se reconcilian porque sí o porque quieren, sino porque un evento extraordinario los une. En su filmografía, recurre a invasiones extraterrestres, arcas de la alianza, santos griales, dinosaurios, camiones asesinos, tiburones, guerras, estafas, fantasmas, asesinatos previsualizados para unir parejas, para que los padres le vuelvan a prestar atención a sus hijos, que los tomen en cuenta, que les crean, que dejen de ver sus obligaciones en la sociedad y vuelvan a prestarle atención a lo más básico. Realmente conozco muy poco de la biografía de J.J. Abrams para entender si su vida personal y la de Steven Spielberg tienen similitudes. Pero lo cierto es que en sus tres películas, el rompimiento de una pareja (Misión Imposible 3) o del vínculo filial (Viaje a las Estrellas) son los motores que llevan a los protagonistas a llevar a cabo sus metas. Super 8, es sin duda, el proyecto más personal de Abrams hasta la fecha. Un homenaje / remake de lo que Spielberg hizo en los primeros diez años de su filmografía, pero también la demostración de que detrás de las series de ciencia ficción, policiales y la fascinación fantástica se encuentra un nuevo cineasta autor que se esconde detrás del género de ciencia ficción para filtrar preocupaciones básicas del cine estadounidense clásico, y al mismo tiempo generar una carta de amor, hacia la ocupación del cineasta que desde chico, ama y conoce su oficio, tratando de filmar con los recursos que tiene a mano: una cámara super 8, amigos, maquetas caseras, imaginación, cultura cinéfila, y por supuesto, lo que aporta el contexto. La primera hora del film es emocionante y encantadora. Un grupo de chicos intenta filmar una película de zombies: algo de Romero, filtrado por el Peter Jackson de Mal Gusto o Sam Raimi de la original Noche Alucinante. Joe (Joel Courtney, un descubrimiento actoral) es el hijo del ayudante del sheriff de un pueblo chico de Ohio (Kyle Chandler, el eterno Gary de la serie de culto, Early Edition). Su madre falleció en un accidente, provocando que padre e hijo no logren comunicarse adecuadamente. A la vez, Joe es maquillador y encargado de los efectos especiales de la película de zombies de Charles. En dicha obra va a actuar, Alice (Elle Fanning, que demuestra nuevamente, que le pasa el trapo a su hermana Dakota), por quien Joe, siente un aprecio especial. Podríamos hablar de un relato iniciático típico de los años ’70 (de hecho sucede en 1979) como Verano del ’42, sino fuera que una camioneta choca y descarrila a un tren que llevaba una carga “especial” que la Fuerza Aérea Estadounidense se esfuerza en esconder. Como suele suceder en este tipo de obras, los verdaderos villanos no son los “monstruos” externos, sino los propios humanos que provocaron que el mismo salga a la superficie. El miedo, la paranoia se filtra en la sociedad de Ohio y el reducido grupo de amigos, se ve envuelto en una trama por detener el accionar militar, y ayudar a ET a volver a casa, básicamente. Abrams cita a Spielberg en cada fotograma. El monstruo en cuestión no aparece, utiliza el fuera de campo: sonidos, imágenes difusas, sombras, para generar expectativa y suspenso a la vez. La influencia de Jurassic Park es palpable, incluso a niveles literarios. Pero también en la puesta de luces, los travellings, angulaciones e incluso altura de la posición de cámara, el creador de Lost quiso transmitir la idea de que Super 8 es un eslabón perdido entre Encuentos Cercanos del Tercer Tipo y E.T. O acaso el film que Steven siempre hubiese querido dirigir, pero nunca hizo. Aún así, los “ataques” del monstruo no son nuevos en Abrams. De hecho, los que seguimos Lost durante 6 años ya vimos esos mismos ataques, así como también estaba presente el “monstruo” en Cloverfield. El director no abusa de los efectos digitales, los utiliza en partes específicas, pretendiendo generar más suspenso e impacto con efectos mínimos, valorando el trabajo artesanal de los realizadores, y priorizando la historia, el conflicto dramático familiar, la relación de los personajes, y sobretodo, las actuaciones, antes que el asombro visual. Por algo no fue pensada ni para IMAX ni 3D. Es una película bisagra dentro de las vacaciones de invierno. Es el cuento de los chicos que deben volver a casa. El cuidado temporal no solamente está llevado al vestuario, peinados o manera de filmar de los ‘70s (el cine más industrial, no el clase B como hace Tarantino), sino también en lo musical: canciones como “My Sharona” o “Don’t Bring Me Down” pasan por el soundtrack, aunque lo más destacable es la banda sonora del habitual colaborador de Abrams (y ahora de Pixar), Michael Giacchino, a esta altura un nuevo John Williams, capaz de crear leit motivs pegadizos y emocionantes (casos Los Increíbles, Up y Cars 2) como de transmitir tensión y emoción a cada fotograma, sin que esta a la vez, le saque poder a las imágenes. Esta vez, se nota, además que Abrams le pidió que homenajeara al creador de los temas inolvidables de Indiana Jones y Star Wars. Abrams demuestra que se está convirtiendo en uno de esos artistas como Christopher Nolan, que traen nuevos vientos a Hollywood, que detrás de la fantasía tienen realmente “algo que contar”. Es cierto que Super 8 tiene una gran hora, pero al final se pone un poco explicativa, y algunas subtramas que parecían importantes, quedan un poco banalizadas o las cierra con un diálogo superfluo. También es verdad que el verdadero villano, un coronel militar, no tiene suficiente potencia o participación para hacerse odiar demasiado, más allá de la sólida interpretación de Noah Emmerich (el amigo de Truman en The Truman Show). Aun con estas “faltas”, Super 8 es una gran película, esas que cobran valor con el paso del tiempo, no por lo que generan, sino por el mensaje que dejan. Es de esas obras donde la moralina no es un agregado para simpatizar con los estudios o los sectores conservadores, sino la verdadera trama de la película. Como cineasta me identifiqué y emocioné, me reencontré con las razones por las cuáles elegí esta carrera. Abrams y Spielberg se han dado la mano, y han generado un regreso a sus raíces. Ojalá se hicieran más películas así.
Honestamente, se trata de un verdadero misterio porque Moreno hizo esta película. Una parodia a la falta de ideas, de ingenio para crear “algo”, un producto, una película en sí. Realmente me había gustado mucho El Custodio, pero Un Mundo Misterioso me decepcionó. No quiero ser cruel y reproducir en forma catártica todos los sentimientos encontrados que me produjo el film. Si hay críticos que creen que los Coen se burlan de ellos, lo cuál, creo yo, es imposible, acá Moreno hace lo mismo. Cuesta mucho hacer un film en Argentina, pera hacer uno sobre “la nada” y lo que es peor, admitirlo... O sea, ¿estamos hablando de un personaje solitario, inutil, patético en la relaciones amorosas o solamente de un pibe que no sabe que hacer y anda pregonando a favor de la vagancia con pretenciosidad? Esto no sé si va para el personaje o para Moreno. Lo que es verdad, es que se trata de una película que no es aburrida por lo misteriosa que es, y como nunca se justifica que dirección quiere tomar el personaje, Moreno y asociados, sacaron como conclusión que todo se trata de una gran chiste interno, del que me quedo ajeno, alienado, sobre un grupo de gente pretenciosa que disfruta “no saber que hacer con su vida”. ¿Hay romance acaso? ¿Hay ideas? No. Solo una gran actuación de Esteban Bigliardi tratando de comprender con esfuerzo a este personaje. No me gustó la mirada sobre las mujeres (se cuela un peligroso mensaje subliminal subestimando la inteligencia femenina), no me gustó la mirada fuera del ambiente social del protagonista, hipócrita, etc y además pienso que Moreno tomó lo mejor del cine de Rejtman, pero solamente a nivel superficial. Visualmente tampoco es atractiva, parece retrasar mal 20 años. Rodrigo, si estas leyendo esto, te digo que no entendí tu película. Te pido disculpas si soy hostil, pero honestamente no me gustó para nada. Leyendo una entrevista, me dejaste en duda si vos mismo la entendiste y espero, que tu próximo proyecto sea mejor y podamos recuperar al gran realizador de El Custodio.