¡Que agradable sorpresa! Hace cinco años, cuando vi por primera vez, el mediometraje Medianeras, la pasé bien, pero la ampliación a largometraje de la idea de Taretto me tenía un poco preocupado. Sin embargo, el resultado final, no solamente es satisfactorio sino que además, quizás sea la película más agradable del BAFICI, y no estaría muy lejos de afirmar que es el mejor film argentino con intenciones comerciales que he visto en años. Probablemente no sentía esto, desde Nueve Reinas. ¿Demasiado? Para nada. La concepción de Medianeras no es la típica de las películas argentinas. Estructuralmente hablando está concebido como una clásica comedia romántica estadounidense. Si extrañan las buenas obras que hacía a fines de los ’80 y principios de los ’90, Rob Reiner, Nora Ephron o Woody Allen, acá llega Taretto para refrescarnos la cabeza con una película que no parece haber sido filmada acá, pero que por otro lado parece una declaración de amor a la Ciudad de Buenos Aires. Dos personajes solitarios, herméticos, ermitaños, jóvenes viejos que buscan el amor de su vida, Mariana y Martín, encerrados en sus departamentos, unidos por medianeras. Las desilusiones amorosas en una ciudad cosmopolita. Acá no van a ver cine social, ni pobreza, ni robos. Se trata de una Buenos Aires burguesa, demasiado europea para ser real… e irónicamente así es. Porque Medianeras tiene como protagonista a la Ciudad y su arquitectura, sus edificios y sobretodo su gente. Una película rica en ideas, matices, donde la iluminación, el montaje, el diseño de arte demuestran una basta creatividad. Y es taaaan agradable además, tan contagiosa, empática. Sus personajes son tan patéticos como atractivos y queribles. Taretto juega con hacer guiños constantes con el espectador. Es cierto que no va con el espíritu “Indie” del BAFICI, pero también es verdad que sirve como trampolín al éxito, al boca en boca. Y no me quiero adelantar, pero con un boca en boca adecuado, este film podría tratarse del gran éxito del año, de nuestro representante en los Oscars 2012. Las actuaciones de los “desconocidos” Pilar López de Ayala y sobretodo Javier Drolas son sutiles, magníficas. La elección de poner protagonistas no demasiado glamorosos es jugada pero efectiva en el contexto del film. Antihéroes perfectos rodeados por un elenco de grandes figuras del cine y la televisión (no voy a quemar las sorpresas). El relato en off por momentos es redundante, pero está aplicado a la estética elegida, que adopta un tono a lo Manhattan, acaso principal referencia cinematográfica, con algunas cosas del mejor Burman, el de El Abrazo Partido y Derechos de Familia. Realmente deseo que a este film le vaya muy bien en la taquilla, porque ahí apunta. Se nota mucho esfuerzo detrás y sería una lástima que críticos malintencionados, prejuiciosos banalicen su estreno comercial. No hay rama artística ni aspecto comercial en que el film no funcione. Es probable que sea demasiado pensada, previsible a nivel estructural, obvia en los elementos narrativos, pero a veces es necesario. No molesta eso en Medianeras. El mayor problema que tiene es que es muy corta. Es tan bueno el ritmo, tan dinámica, tan cálido en su frialdad, que uno desea que no termine. No cansa seguir viendo el deambular de los personajes. Pero bueno, habrá que esperar a la secuela, o al próximo film de Taretto.
A los 100 años, de Oliveira nos da una nueva demostración que no hay edad para la inspiración. Divertida e irónica, fábula con elementos oníricos y surrealistas, efectos digitales, además de una crítica a las rutinas y supersticiones que tienen los habitantes de pueblo. Una reflexión sobre como la gente cobra vida en el interior del arte. El protagonista de esta obra, un fotógrafo, vive rodeados de muertos vivos, pero cuando ve Angélica su mundo cambia, en realidad ésta solo cobra vida en el interior de la cámara. Al protagonista esta relación no le gusta nada. La joven fallecida llega a sus “sueños” en forma de espíritu y lo enloquece. De Oliveira se toma su tiempo para construir los planos y no hacer cualquier cosa. Encuadres perfectos, llenos de profundidad y proporción aurea. Posándose en la geografía de la ciudad portuguesa. Hablar mucho más le va a quitar la magia y sorpresa a esta clase magistral de cine. Más allá de cierta lentitud en la forma en que avanza la trama, es una película simpática, de interpretaciones irregulares, que valoriza la importancia de las legendarias cámaras de fotos: una fuerte crítica al cine, al mismo tiempo. La foto es eterna. Uno ve El Extraño Caso... y no recuerdo la génesis cinematográfica, sus patriarcas más experimentales como los Lumiere o Meliés. Para ellos está hecha la película. Absurdo, romance, drama. No le falta nada más a este cocktail majestuoso del director más innovador de los últimos tiempos.
Un actor soberbio, creído, celoso, cansado de ser secundón, de estar en un segundo plano, de ser obviado por el público, soltero, solitario, ávido de sexo, tiene la posibilidad de participar en un western que va a dirigir un estadounidense en nuestras Pampas. Minujin debuta como realizador es esta comedia negra, con momentos bastante inspirados y humor efectivo. Una crítica a la mordaz competencia del rubro interpretativo y a la egocentría de los actores por querer mostrarse siempre. No solamente hay buenas ideas en la narración y la dirección (gran trabajo estético fotográfico de Lucio Bonelli), sino que además Minujin, logra una interpretación austera y verosímil. Pequeños roles secundarios de importantes actores como Guillermo Arengo y Leonardo Sbaraglia aportan solvencia al film. El uso de la voz en off en principio es uno de los elementos mas destacados, pero lamentablemente queda este recurso olvidado en el camino y podría haberlo aprovechado mejor. También, el final podría haber sido apenas un poco mejor desarrollado. Sin embargo, se trata de una opera prima destacable, un simpático film que sirvió de apertura de esta 13 Edición, y dejo en el olvido al ambiguo trabajo que Rafael Fillipelli presento en el 2010.
Ensayo sobre la Soledad II Hace un mes atrás decía que me había impresionado mucho la interpretación de Lesley Manville en Un Año Más de Mike Leigh y la mirada que tenía el director acerca de la soledad femenina, cuando llegan a los cuarenta. Salvando distancias visuales (Paul Feig no aporta una sola idea cinematográfica, lo cuál contrasta con el poder de sugestión y sutileza de Leigh),e intenciones sobre la forma en la que Judd Apatow, productor, trata de vender Damas en Guerra, es muy interesante la mirada que Kristen Wigg, en su calidad de intérprete, guionista y co productora tiene sobre el mismo tema, en la sociedad estadounidense. Hace tiempo vengo siguiendo a la actriz de Saturday Night Live, sucesora natural de Tina Fey acaso, por su versatilidad creativa, pero menos cínica y depresiva. De hecho, lo que hace más interesante a Wigg que Fey es que esta última no puede salir de un personaje. Siempre estuvo atada a un estereotipo creado para sí misma, mientras que Wigg tiene mayores facetas, que le permiten tener niveles de comicidad diversos, lleno de matices. Además posee un talento mucho más natural y verosímil a la hora de afrontar desafíos dramáticos. En este momento podemos disfrutar en cartel toda su versatilidad en la comedia Paul. Pero esta vez, al ponerse al hombro toda una película la responsabilidad se duplica y si la misma realmente logra mantener el interés durante las alargadas dos horas, es porque Wigg es tremenda. Si bien comparte similitudes con obras como Virgen a los 40, del propio Apatow, que a través del humor burdo, y situaciones surrealistas, el director podía ahondar en la soledad masculina en los 40, Wigg no construye un guión contrastado (la película tenía una hora muy divertida y otra muy dramática), acá el código es mucho más equilibrado. La película es una especie de montaña rusa entre momentos patéticos y absurdos hilarantes, con otros realmente depresivos. Este contraste permite que la obra sea más original. Uno de los pocos logros de Feig como director es no haber puesto música de fondo para en varias escenas humorísticas para resaltar el efecto. Los gags tiene elementos básicos, Keatonianos (el principio) y otros televisivos (los sketchs en la Casa de Novias o en el avión). Feig no se da con mucha imaginación para filmar escenas sexuales de forma sensual. Es un poco deprimente ver relaciones con los intérpretes vestidos como en una sit com. Más allá de eso, es verdad que hay momentos muy buenos e inteligentes y sobretodo un elenco muy sólido encabezado por supuesto por Wigg, Maya Rudolph (espero que su boda con Paul Thomas Anderson no haya sido así) y Melissa Mc Carhy. Una lastima ver a la gran Jill Clayburgh en un rol menor (fue el último, ya que falleció en noviembre del 2010). También se destaca Chris O’ Dowd, el gran protagonista de la serie inglesa The It Crowd. Rose Byrne, por otro lado resulta un poco más simpática en comedia que en drama (tratando de olvidar su personaje de X Men: Orígenes). Gracias a ingenio, buenos diálogos y la inteligencia para convertir la crisis interna y económica (infiltrada sutil, pero astutamente) en humor, Kristen Wigg sorprende como escritora. Damas en Guerra resulta una interesante crítica a las mujeres y costumbres estadounidense, pero también hacia la misoginia y la discriminación sexual. Se puede decir que hay algo de ¿Qué Pasó Ayer? y especialmente Despedida de Soltero, pero detrás del humor, se esconde la misma incertidumbre que Un Año Más: “Estoy sola, tengo 40 años y trabajo en un lugar que no me gusta. ¿Qué hago?” Wigg pone la otra mejilla y responde positivamente, con esperanza, valorando el significado de la amistad y creyendo que el cambio es posible. Básicamente, el sueño americano.
Carta de Amor para Nerds Lo admito, soy nerd. No lo puedo reprimir más. Amo la ciencia ficción y los detalles bizarros. Estoy cansado de que los nerds seamos vistos solamente como bichos raros en las películas. Tenemos nuestra dignidad. Por eso, Paul fue escrita para nosotros. El dúo británico conformado por Nick Frost y Simon Pegg se está convirtiendo en lo que algún momento fueron Laurel y Hardy o Abbott y Costello. Más allá de sus complexiones físicas, ambos conforman una pareja única, maravillosa, que con el correr de los años se consolida como una de las fórmulas humorísticas más efectivas que ha dado la televisión y el cine. Si bien en Argentina aun son desconocidos (tanto Muertos de Risa como Arma Fatal se conocieron directamente en DVD, y la serie Spaced nunca se emitió) en Inglaterra y Estados Unidos (aun un poco menos) ya encontraron su lugar, su fama. Escrita por ambos, pero dirigida por Greg Mottola (Adventureland, Supercool) la película narra las aventuras de Clive (Frost), un escritor de historietas de ciencia ficción y Graeme (Pegg), su dibujante y mejor amigo. Ambos juegan el rol del estereotipo nerd. Amantes de la ciencia ficción, cumplen su sueño de asistir a una Comic Con y posteriormente alquilan una casa rodante con la cual planean hacer el recorrido turístico “extraterrestre”: llegar al famoso Área 51, el “buzón negro”, etc. Sin embargo, cuando un auto se estrella delante de ellos, se encontrarán con Paul, un alienígena que ha vivido demasiado tiempo entre los terrícolas, y que ha aprendido el idioma y todas las costumbres hasta convertirse en un estadounidense más. Paul se ha escapado del Área 51, donde daba asesoramiento de varios tipos (la película tiene el flashback más divertido e injustificado que recuerde) y ahora planea… volver a casa. Con la ayuda de Clive y Graeme será posible. Sin embargo serán perseguidos por el FBI y el padre evangelista de la gerente de un camping, a quien secuestran en el camino (Kristen Wigg). Sin demasiadas pretensiones estéticas, Mottola lleva adelante una película posiblemente poco personal (aunque la amistad es un tema preponderante de la historia y de su filmografía), pero sin duda la más divertida y sólida de su carrera. El guión de Frost/Pegg es perfecto en cada aspecto narrativo. Los personajes son inmensos, ricos en matices, esquivan el lugar común, aun cuando deben interpretar estereotipos. Pero el mejor de todos es sin dudas, Paul. Generado por CGI y Caption Motion, se trata de un extraterrestre más humano que cualquier actor. No solamente el diseño e interacción resultan más verosímiles que los acostumbrados efectos especiales de los grandes tanques hollywoodenses, sino que con la voz de Seth Rogen, logra conmover un comportamiento tan natural y palpable de parte de una personaje creado por computadora. Esto no debe sorprender. Los personajes de Pixar son tan creíbles como Paul. Y si se le puede criticar algo, aunque sea muy pequeño a la película de Mottola, es que adquiere tanto protagonismo que opaca a todo el excelente elenco que tiene detrás, especialmente a Frost y Pegg. Cuando Clive y Graeme están solos, se extraña la presencia del extraterrestre. Más allá de Rogen, es indudable el talento de ambos para generar humor constantemente y al mismo tiempo, resultar creíbles en sus comportamientos. No hablo de una caricaturización de los nerds, sino de una comprensión y empatía hacia los personajes. Como si se estuviesen interpretando a ellos mismos. Igualmente hay un gran elenco atrás encabezado por Bateman y Wigg, seguido Bill Hader, John Carroll Lynch y varios cameos que no vale la pena develar. Lo cierto es que el trío Mottola/Frost/Pegg apunta directamente al ojo cinéfilo. Abundan citas a frases célebres, canciones, personajes e intérpretes de films de culto de ciencia ficción de los últimos 30 años. Desde La Guerra de las Galaxias hasta la saga Indiana Jones, pasando por E.T. Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, Volver al Futuro, Alien, y la serie Viaje a las Estrellas (original). Incluso, como dichas citas no quedan explícitas hay varios momentos particulares que permanecen incomprensibles para los que no hayan visto estos films. Si en Super 8, J.J. Abrams (muy buen amigo de Pegg, vale aclarar) le rinde tributo a Spielbeg, en Paul, los guionistas le levantan un monumento y se dan el lujo de involucrarlo en la trama. Son dos films que sin la presencia omnipresente de Spielberg, no se hubiesen realizado. A diferencia de sus anteriores obras, Mottola no recurre (aunque hubiese podido) a golpes de efecto sentimentaloides. Paul es humor puro de principio a fin, coherente, sutil, zarpado, cinematográfico. Mottola utiliza efectos visuales con discreción y siempre a disposición de la historia de amistad que desea pregonar. Hay lugar para la sátira política y religiosa, pero tampoco se regodea en ello. Un festín para nerds, cinéfilos, fanáticos de Spielberg, de Pegg y Frost, y sobretodo de la ciencia ficción, Paul es una comedia espectacular sin demasiadas pretensiones; una buddy movie, una road movie, una sátira honesta pero respetuosa, a los films con los que nos criamos, aquellos que rondamos los 30. Una obra redonda, tan genial, que parece haber sido concebida por extraterrestres… para un público netamente nerd como yo.
Basada en una increíble historia real, Heinserberg, habla de un hombre con dos pasiones que se convierten en adicciones peligrosas: correr y robar bancos. Ni bien sale de la cárcel, Johann, sale a robar un banco y correr una maratón. No es amigo de la violencia pero sí de la adrenalina. A pesar de las advertencias de su oficial de libertad condicional, sigue robando. El encuentro con una amiga de la infancia le provocará replantearse que senda quiere seguir en su vida. No lo duda: el crimen lo emociona más. El director logra meterse en la cabeza de su misterioso protagonista. Un hombre solitario, adicto al riesgo. Suspenso y tensión unidos para lograr un relato vigoroso. El protagonista siempre corre (Andreas Lust, hace un trabajo magnífico, a nivel físico y expresivo). El miedo de ser atrapado, de tener que correr nuevamente en círculos motiva al personaje. No es simplemente el dinero. Un viaje acompañando por travellings de seguimiento de gran dinamismo y planeados con meticulosidad kubrickiana. Si bien, uno supone que el protagonista no va a terminar bien, cada escena resulta sorprendente e imprevisible. Buen ritmo, con pocos diálogos, Heinsenberg, no trata de poner la cámara de manera tal que sobresalga sobre el personaje o la actuación. Solidez narrativa acompañan esta película, que termina agitando al espectador. Sin efectos videocliperos o publicitarios como hubiese hecho Tom Tykwer (Corre, Lola, Corre) o pretenciosidad estética, The Robber, es una muestra más del gran momento que está pasando la nueva escuela de cine alemán.
Esta segunda obra de Leclerc es una agradable comedia romántica dramática sobre una relación basada en opuestos, que de alguna manera simboliza de que está compuesta la sociedad francesa hoy en día. Baya (Sara Forestier) es una joven bohemia, un poco torpe, completamente liberal en sentidos amorosos y sexuales. Hija de una hippie y de un mecánico de aparatos argelino que se escapó de la masacre que el ejército hizo sobre su familia. Baya piensa que si se acuesta con todos los conservadores que existen en Francia los puede convertir en izquierdistas. De esta forma conoce a Arthur Martin (Jacques Gamblin), un cuarentón solterón, conservador en su forma de ser, pero socialista en sus ideales políticos, hijo de una emigrante griego/ alemana que se escapó del campo de concentración de Auschwitz siendo pequeña y nunca quiso hablar de su pasado, casado con un empresario nuclear demasiado conservador que nunca quiso interceder en líos políticos o religiosos. A pesar de que Arthur y Baya son completamente opuestos, después de acostarse por primera vez, empiezan a entablar una honesta y liberal relación amorosa. Sexo, política, religión relacionado con la historia familiar, y la importancia de la memoria, de contar la historia de la familia, son los pilares que sobrevuelan El Significado del Amor. Una película pacífica, alegre, con momentos dramáticos que no se encuentran forzados ni impuestos, ni tampoco apuestan al sentimentalismo o al golpe bajo. La poca solemnidad y leves pretenciones del film es lo que lo destacan conjunto a las interpretacion de Forestier y Gamblin (al que vimos hace poco en Amor de Familia). No se puede esperar una historia que trascienda la cinematografía. Simplemente se trata de un digno entretenimiento que da pie a la reflexión acerca de la historia que cada uno tiene con su familia. Teniendo en cuenta, que a nivel “moralismo” apoya el liberalismo sexual y las relaciones abiertas, finalmente defiende las relaciones convencionales. Y tampoco se juega demasiado a niveles estéticos. Cuanto más transparente, mejor. Sin embargo, la buena intuición para el humor, para manejar el timing de comicidad, confirman las referencias que inspiraron esta obra: Lubitch, Wilder, y principalmente, Woody Allen (casí podríamos decir que se trata de una versión afrancesada de Annie Hall). Con suficientes méritos para irse con una sonrisa en la boca, El Significado del Amor, es un retrato de la ideología y las nuevas comunidades mundiales, y como el amor puede ser más fuerte que cualquier opocisión política o religiosa. Si hay amor, el resto no importa. Bueno, dejémos que Lecler lo siga creyendo. Si es feliz así… Nosotros nos vamos, masticando esta obra conciliatoria, optimista. Entre tantas noticias que apuntan a la depresión, estas visiones, aun con sus clisés, lugares comunes y estereotipos, bienvenidas finalmente.
Cambia, todo cambia Tras varios años de ausencia detrás de cámaras, Moretti regresa en una producción un poco más ambiciosa y pretenciosa que las de sus últimas obras, pero al mismo tiempo más cínica, profunda y menos personal, en un buen sentido, que confirma su versatilidad tanto para el drama (ya lo había demostrado con la excelente La Habitación del Hijo) como su don para la comedia. Habemus Papa son tres películas en una. Por un lado nos cuenta la historia de un Papa, elegido en forma casi accidental (porque los favoritos no querían ocupar el cargo), que ni bien asume y comprende que debe enfrentar al mundo, tiene un ataque de pánico y ansiedad. El vaticano decide llamar a un psicoanalista que supuestamente es el más reconocido de Italia, pero que le traerá más inseguridades, y le recomendará que vea a su ex esposa, también su psicoanalista. Un par de preguntas de la misma son suficientes para que el Cardenal Melville (que parece una gran ballena blanca), toque fondo y decida escaparse al mundo “real”. Por otro lado, Moretti decide mostrarnos con más imaginación y humor que realidad acaso, la vida interna dentro del Vaticano: las reuniones, la elección, las costumbres, rutinas y protocolos. En vez de hacer una crítica corrosiva (aunque a muchos no les va a gustar tampoco esta mirada), que es lo que se espera de él, el director de Aprile, opta por una mirada complaciente, respetuosa y hasta naif. Humanista. Los cardenales parecen chicos totalmente absorbidos del mundo. El solo hecho de mostrarlos con dudas, miedos, inseguridades, es bastante cínico de su parte. ¿Para que tratar de hacer un alegato, una denuncia política para generar polémica si el objetivo del film es otro? O sea, Moretti quiere hablar de hombres, no de instituciones y ese es justamente el fuerte del film. La tercera historia, es la más descuidada y banal, aunque también podría haber dado pie a una subtrama que retratara las relaciones humanas: la del psicoanalista ateo que está atravesando una separación, no la puede superar y hace catarsis rodeado de los muros eclesiásticos con sus cardenales a través de un comportamiento soberbio y bobo. Este rol lo ejecuta, el propio director, que le viene como anillo al dedo y lo sabe de memoria. El problema es cuando toma mayor protagonismo del que debería esta subtrama, y no por los conflictos internos del personaje, sino por su comportamiento soso e infantil. Mucho se ha comparado a Moretti con Woody Allen. Entiendo el por qué aunque no lo comparto del todo, más allá de que es cierto que tanto Allen como Moretti en sus propias películas no puede dejar de interpretar personajes con tintes autobiográficos, que expresan sus comportamientos, ideas y visiones del mundo, con algo de autoparodia y guiño a los espectadores que los conocen. Pero, lo que creo que más comparten son gustos estéticos y dilemas existencialistas. De hecho, no sería muy desacertado comparar Habemus Papa con Crímenes y Pecados, donde Allen se guardaba para sí el rol más divertido, crítico y banal, y dejaba al gran Martin Landau a cargo de un personaje que debe convivir con dilemas morales. En este caso, Moretti pone sobre los hombros del inmenso y jovial Michel Piccoli, el aspecto más interesante de la obra: ¿puede un hombre de fe, dudar de ella en el momento más importante de su vida, cuando debe transmitirla a los demás? El recorrido que atraviesa el Santo Pontífice, observando las calles de Roma, a la gente, redescubriendo su verdadera pasión y vocación, se convierte en un verdadero análisis del ser y de observación muy similar al que realizara Mr. Chance (Peter Sellers) al comienzo de Desde el Jardín. Entre fascinación y reflexión entendemos el comportamiento interno del personaje en apenas unas expresiones sutiles que lo dicen todo. Por eso lo de Piccoli no es mágico, sino milagroso. Cada escena de uno de los actores preferidos de Buñuel y Ferrari es un verdadero deleite. Moretti pone la cámara en función de cada mínimo gesto. Un primer plano de Piccoli dice más que todos juntos del propio Nanni. Si bien es muy simpática y empática la mirada sobre los demás cardenales, la guardia del vaticano, protocolos y costumbres, hoy en día, bastante inútiles, es la subtrama del psicoanalista que no funciona. No solamente porque podría haber sido mejor explotada, sino porque además tapa a la del cardenal Melville. No por esto no deja de ser divertido el punto de vista, porque le da la oportunidad al director de burlarse de si mismo, de la psicología y particularmente de la soberbia de los psicólogos, con sus términos y métodos, alabando el poder del arte y especialmente del teatro como medio para salir adelante. Pero no logra funcionar en su totalidad esta sátira, acaso por la ambición del director de contar demasiado en poco tiempo. De esta forma, es más efectiva y directa la burla hacia los periodistas, el rol que ocupan los medios de comunicación y, sobretodo, los opinólogos (si sabremos de esto los argentinos, que de paso estamos bastantes presentes en la obra con banderas y número musical incluido). Visualmente se trata de una de las obras más meticulosas de Moretti. Una puesta en escena barroca, donde los curas reproducen, por momentos, pinturas del siglo XVIII. Se presta mucha atención al poder de los colores rojo, blanco y negro dentro de la institución. También vale la pena destacar un gran elenco secundario con Margherita Buy, Jerzy Sturh y Renato Scarpa a la cabeza. Aun, con algunos puntos débiles pero un final impactante y devastador, Habemus Papa, es una obra delicada, inteligente y sublime. Introspectiva, pero a la vez entretenida y muy divertida, Moretti confirma su sordidez como narrador, observador y crítico, no solamente de las políticas de derecha, sino también del ser humano. Mientras que Piccoli, sin duda, logra la interpretación del año.
Ensayo sobre la Soledad ¡Y el cine ha vuelto! Algunos piensan que lo que diferencia al arte cinematográfico de las demás artes es la capacidad de impresionar con grandes paisajes, efectos especiales, en fin… ¡espectacularidad! Nos han acostumbrado a pensar, de hecho, que una película de cámara (en el sentido minimalista de la palabra) es en realidad… televisión. Si una puesta de cámara es sencilla y simple, vemos espacios urbanos “comunes” y la fuerza de la obra la llevan los actores, entonces estamos en una cruza de una novela televisiva y un melodrama teatral. De acuerdo, el western se debe disfrutar en pantalla gigante… pero hay que saber fotografiar un western. No es lo mismo Cowboys & Aliens que Erase una Vez en el Oeste o La Diligencia, por nombrar acaso los dos mejores ejemplos, de dos estéticas diferentes a la hora de encuadrar el género más antiguo del cine. Pero sucede lo mismo con las películas de “actores, historias y personajes”. No es lo mismo una película de James L. Brooks que una de Mike Nicholls o Mike Leigh, por decir nombres de directores, que trabajan temáticas y estéticas similares. ¿En que se diferencian uno de otro? Los primeros planos. Una vez, asistí a una ”Clase Maestra” que dio el GRAN director húngaro Itzvan Szavó en Mar del Plata, y dijo una verdad irrebatible: observar un rostro en pantalla gigante, sostener el plano, prestar atención a cada detalle, a cada gesto mínimo, el cambio paulatino de expresión… ¡eso es cine! Y sino, fíjense en como Nicholls, hombre de teatro, construye películas solo con primeros planos: ¿Quién le Teme a Virginia Woolf? o Closer. Dos ejemplos excelsos sobre el poder de sugestión de los primeros planos, el impacto que puede llegar a tener, el efecto de un primer plano sobre el rostro de actores verdaderamente expresivos. Claro, que una cosa era un primer plano sobre Richard Burton que uno sobre Jude Law, pero aún así, Nicholls es un maestro de esta estética. Mike Leigh es mucho más íntimo, personal, autoral y sobre todo menos discursivo. Es capaz de convertir a una persona netamente “felíz” en alguien de amargura interna, que brinda felicidad para que el drama exterior no le afecte psicológicamente (La Felicidad trae Suerte). Lo que logró en aquella oportunidad con Sally Hawkins, traspasó lo admirable, para llamarse un milagro cinematográfico y algo similar sucede en el caso de Lesley Manville en Un Año Más. La última película del director de Secretos y Mentiras, se centra en una matrimonio exitoso de clase media inglesa, Tom y Gerry (espectaculares Jim Broadbent y Ruth Green). Ambos representan un modelo a seguir en todo sentido. Tom es un ingeniero hidráulico respetado, Gerry, una psiquiatra sumisa. Los dos tienen una huerta y apuestan por un proyecto de vida ecológica. El tercer personaje que intercede entre ambos es Mary, una compañera de trabajo de Gerry, solterona cuarentona, charlatana y chismosa, que atraviesa un periodo de depresión debido a la ausencia de pareja. Trata de tapar dicha ausencia, comprando un coche que le traerá más problemas que alegrías. Tom y Gerry, a su vez, tienen un hijo de 30 años también soltero. A lo largo del transcurso de este año que Leigh decide mostrarnos en la vida de Tom y Gerry vemos, los personajes que los rodean: un amigo borracho de Tom, su hermano austero, un sobrino rebelde. Acaso lo más interesante de Un Año Más es justamente esto, como los secundarios, los que rodean a los supuestos protagonistas, van ganando participación y terminan siendo más ricos que la pareja, no por un descuido narrativo, sino por una elección del director de centrarse en lo que más le interesa hablar en esta obra: la soledad, y como la ausencia de “esa” persona o la rutina con “esa” persona pueden llevar a la depresión. El film empieza de hecho, con un primer plano de la enorme Imelda Staunton en otro personaje introvertido. Una mujer que busca somníferos para salir de una profunda crisis depresiva. La vemos sola, durante 5 minutos frente a la cámara. Leigh da una clase maestra de dirección de intérpretes. La evolución que cada actor secundario, los cambios mínimos que efectúan en un plano secuencia fijo, que solo muestra el rostro es increíble. Un Año Más es bellísima. No solamente la naturalidad de los actores, su delicadeza que desnuda cada capa íntima. La fotografía que se va modificando estación a estación, pero manteniendo un tono gris deprimente a lo largo de toda la historia es fascinante. Detalles de vestuario, escenografía y diálogos… que dicen tanto, pero a la vez, esconden comportamientos hipocráticos. Leigh empatiza con esas almas en pena solitarias que vagabundean en busca de su pareja perfecta, pero que no logran encontrar, mientras tanto termina por defenestrar la fanfarronería de la clase media inglesa, y el sueño de familia tipo. Películas tan delicadas, sutiles, meticulosas estéticamente, complejas en su sencillez como Un Año Más es difícil encontrar hoy en día en la cartelera. Riqueza cinematográfica en todo sentido.
Una boda ingeniosamente planeada ¿Hace cuanto tiempo reclamábamos que la comedia argentina con vistas comerciales tenía que renovarse sin perder su identidad? Gracias a Patricio Vega y Ariel Winograd, nuevos vientos corren por el cine nacional. Hace mucho tiempo que vengo diciendo que el mejor guión escrito en los últimos años pertenecía a Música en Espera, una comedia romántica, en apariencia menor, pero que tenía una estructura narrativa sólida que deparaba muchas sorpresas, y sobretodo lograba evitar caer en lugares comunes. Con Cara de Queso, Mi Primer Gueto de Winograd, sucedía algo similar: lo que podría haber sido una comedia más, se convertía en una ácida crítica sobre el funcionamiento de los countries durante el menemismo. La fórmula de escritura de Vega (que en televisión logró destacarse ayudando en los guiones de Los Simuladores y Hermanos y Detectives, además de escribir la serie Un Año Para Recordar) se basa en imitar bien los modelos de guiones estadounidenses. Aquellos guiones que hacían escritores como I.A.L Diamond, Dudley Nichols, Ernest Lehmann en la Edad de Oro para directores como Billy Wilder, Howard Hawks o Alfred Hitchcock. Vega siempre sabe combinar la comedia con el romance y el suspenso. La tensión es un elemento fundamental para crear efectos humorísticos y muchas veces los guionistas se olvidan de eso. Mi Primera Boda es un guión de relojería con una estructura sólida de principio a fin. Una obra de ingeniería, matemática, lógica. Lo primero que vemos en pantalla es a Adrián (Hendler), el novio, hablándole a la cámara, supuestamente después de la boda, recomendando al público que nunca se case. Enseguida se vienen a la memoria los rostros de Spencer Tracy o Steve Martin en el comienzo de ambas versiones de El Padre de la Novia, posiblemente no haya mejores películas que esas dos, a la hora de hablar de bodas memorables del cine. Adrián nos da un breve pantallazo de pequeños momentos que vamos a ver durante el desarrollo de la trama, y, al mejor estilo Cuando Harry Conoció a Sally, vemos la opinión de la novia, Leonora (Oreiro). De esta manera empezamos a conocer (y tras una original e ingeniosa secuencia de títulos animada en la que se cuenta paralelamente la vida de ambos), como fue el desarrollo de esta boda mixta y sus percances. Más allá de tener un elenco impresionante, donde cada actor y personaje tienen su momento para destacarse, y de abrir varias subtramas secundarias (algunas de ellas con una resolución poco convincente), Vega decide centrar el 80% de la acción en el conflicto de los protagonistas: por razones que no vale la pena adelantar, Adrián va a tener que postergar la unión nupcial en sí misma, por lo que la fiesta viene antes de la ceremonia. Winograd y Vega, por tanto, concentran el conflicto en la relación y las inseguridades de la pareja central. Cada uno de ellos, va a encontrar razones durante el desarrollo para separarse: ya sea la incompetencia de uno o la llegada de un ex novio en el caso del otro. Para sacar adelante el guión, Vega recurre a la ingeniería y la física. El resultado final es realmente encantador. Sí, es verdad, algunos secundarios están desaprovechados, ciertos chistes ya están bastantes vistos (especialmente algunos relacionados con las religiones, pero Mundstock y Rabinovich le aportan el toque Les Luthier). Sin embargo, el conflicto central está tan bien delineado, que el resto es anecdotario. Hendler y Oreiro conforman una pareja antológica. La química de ambos se nota dentro y fuera de pantalla. Pero los que realmente se comen cada plano en el que aparecen, porque les tocó en suerte los mejores y más divertidos personajes, son Martín Piroyansky, demostrando un timing perfecto para la comedia, aprovechando cada expresión, cada diálogo con sutileza e inocencia, y el GRAN Imanol Arias. Que alegría volver a verlo por nuestras Pampas (después de Camila o Buenos Aires me Mata). Imanol le aporta una cuota sensual y carismática al film. Su Miguel Ángel es tan odioso como atractivo. También es muy destacado lo de Luz Palazón como la organizadora del casamiento. Entre caras conocidas y otras que son promesas, Winograd dirige con dinamismo, preciosismo visual y osadía. En los primeros 5 minutos ya hay una presentación de personajes extraordinaria y un plano secuencia brillante, en el que recorremos toda la estancia, donde sucede la acción, conociendo a gran parte de los personajes en pocos minutos. No todos se animan a filmar así una comedia comercial. Ni acá ni en Hollywood. La hermosa fotografía del Maestro Felix Monti, aprovechando al máximo la luz solar; la preciosista dirección de arte del genial Juan Cavia (un nombre a tener muy en cuenta en este rubro, a futuro), el meticuloso y cuidoso diseño de sonido de José Luis Díaz o incluso la banda sonora, demuestran que Winograd cuidó cada detalle. No solamente el guión o los actores, sino también cada rubro técnico está en función de la historia. Comedia brillante de enrededos o screwball comedy como quieran llamarla. Con la inteligencia e ingenio de la obras de la época dorada del Hollywood de Cary Grant, Katherine Hepburn y Jack Benny, MI Primera Boda sobrepasa las expectativas gracias a que sabe mantener el humor a nivel durante los 105 minutos de duración sin caer en sentimentalismo forzado o golpes bajos. El chiste no se agota y cada detalle ayuda a construir un final a toda pompa. Winograd y Vega unen fuerzas para crear la que seguramente será, y merecidamente, la película más exitosa del año. Ambos logran aplicarle sellos personales (los detalles y la tensión de Vega; los personajes de Winograd) a una obra que posiblemente en otras manos habría sido solo un aplicado trabajo por encargo. Impredecible, Mi Primera Boda juega con los lugares comunes y los clisés, y los termina rompiendo. Si realmente le va bien en la taquilla, se podría pensar en armar una trilogía como la saga con “Catita” (Niní Marshall) dirigida por Manuel Romero: Boda en Montevideo, Casamiento en Buenos Aires, Luna de Miel en Río. Aunque primero lo primero: festejemos que por fin llega una comedia nacional, que va a dejar satisfechos a todo el mundo. Pasame más tinto, se vino la pachanga.