A la hora de hablar de «Misántropo», debe decirse que finalmente, Damián Szifron a vuelto a filmar, luego de su increíble «Relatos Salvajes». Y es difícil establecer algún tipo de comparación con aquella propuesta, porque «To catch a killer» es un producto modesto, en términos de producción y llegada. En USA tuvo un estreno limitado y al poco tiempo ya se pudo ver por plataformas de streaming, lo cual liberó al director de la presión de acertar un gran hit para volver a los primeros planos. Desarrollar tu carrera en Hollywood fácil no debe ser. Por lo cual, celebramos que Szifrón haya superado algún proyecto no concretado y haya puesto manos a la obra con un guión hecho en dúo con Jonathan Wakeham. Se ve que hay ahí una alianza a tener en cuenta porque se percibe una línea de trabajo ingeniosa y emocional, novedad, en cierta manera supongo para el público yanqui. Si tenemos que definirlo en forma concisa, podemos decir que «To catch a killer» es un thriller tradicional y bien interpretado. La trama arranca con una situación de gran actualidad para el gran país del norte: un francotirador asesina a casi 30 personas en una sola intervención, a todas luces un tema fuerte. El director quiere traer a discusión ese accionar y girar sobre su problemática. El resultado, no es del todo redondo creo, pero hay valor en la propuesta. La película inicia con todas las luces, pero el sendero que marca, nunca logra dinamitar su propio escenario. Y digo esto, porque la oficial que presencia la primera masacre accidentalmente (Shailene Woodley), tiene un perfil tan explosivo como el asesino, lo cual podría haber abierto una cacería inflamable muy original. Pero Szifron en cambio elige construir pacientemente ese personaje y bucear en situaciones donde se ilumine su verdadera tribulación, en su propio tiempo. Quizás esta elección no termina por convertir a «Misántropo» en una peli trepidante. Eleonor (Woodley), una agente común, puede leer rápidamente la realidad circundante y tiene la habilidad de descubrir algunos aspectos de la psiquis del francotirador para poder delinear sus motivaciones. Sin embargo, no logra capitalizar esa ventaja y se empantana en cuestiones emocionales que van quitandole ritmo a la trama. Se elige expandir vias menos intensas y más introspectivas en ese recorrido. Su jefe en la investigación (Ben Mendelsohn, aquí el encumbrado Lammark) se debate entre el temor a que vuelva a atacar el tirador y las presiones políticas a las que se ve sometido, en circunstancias donde hay mucho en juego y nadie quiere quedar expuesto. No voy a descubrir nada diciendo que Szifron sabe filmar y es un buen director de actores. Se nota que estaba muy interesado en presentar un conflicto humano, más que una persecución mortal. Esto hace que la trama avance lenta y segura, involucrando al espectador en el micromundo que van dibujando Eleonor, Lammark y Jack (Jovan Adepo, el oficial que completa el equipo policial) a lo largo de la compleja búsqueda de un hombre que, claramente, está fuera del sistema. Desde lo narrativo, la progresión se escala en forma natural y pausada, y los mejores momentos los tiene Woodley, quien en el final despliega su talento para navegar en los momentos más álgidos de la historia. En el debe, siento que esta estrategia de no acelerar el ritmo de la búsqueda ofrece un resultado quizás menos intenso, pero más equilibrado que lo esperable. Y puede decepcionar a quienes esperan un thriller dinámico y veloz. Creo que sí, es una pequeña escala en la carrera ascendente de este gran director. Nos muestra una idea, un desarrollo, un encuadre cuasi televisivo. Pero sabemos que él puede dar muchísimo más. Sin lugar a dudas!
Salí de la sala, feliz. Hace unos meses le contaba a algunos colegas, que las últimas propuestas del MCU de la fase 4 y la discreta apertura de la quinta, habían mellado mi confianza en Marvel. En cierta manera, el duelo del final de la fase 3 duró más de la cuenta. Y en mi opinión, el estudio atravesaba una fase errática donde entre series y personajes que recien iniciaban, se hacía difícil anclar en las emociones dentro de este universo. «Guardianes de la galaxia, volumen 3», restaura el componente central de la conexión del público con el género: la dimensión transgresora dotada de humanidad. James Gunn se supera a sí mismo en su despedida de la franquicia y muestra porqué DC confió en él para organizar su propio sistema, el hombre sabe cómo conectar constelaciones de superhéroes y probablemente pueda poner al gran rival de Marvel a la altura de las circunstancias, en todo sentido. Pero volviendo a esta tercera entrega de «Guardians…», debemos decir que no sólo contiene todos los elementos que la hicieron única y particular en el MCU, sino que elige enfocar en el sentido de pertenencia del grupo («la familia», en términos de Vin Diesel) y profundizar en la línea «separatista» de esta banda de justicieros espaciales. Obvio, tomandose todas las libertades del mundo. Gunn no ha tenido límites para crear esta historia y él ha elegido homenajear el espíritu de camaradería que los llevó a todos al éxito. La trama inicia con un ataque al HQ de los guardianes, por parte de un misterioso Warlock (Will Poultier, quien se estrena como un personaje nuevo) que deja a Rocket (voz de Bradley Cooper) en estado grave, conmocionando al grupo por lo súbito y extraño de tamaño. Peter (Chris Pratt) deberá entonces salir de su duelo para buscar una solución que traiga de vuelta a su coequiper a la vida. Y decimos esto, porque se le ve muy afectado en su liderazgo, teniendo serias dificultades para elaborar el duelo por la muerte de su amada Gomora (Zoe Saldaña), a manos de Thanos en la batalla final en #Endgame. Pero para complicarla, uno de sus «dobles» en el multiverso, sigue a su alcance, pero sin recuerdos ni vinculación emocional con nuestro «Starlord», lo cual amplifica su dolor al evocarla. En ese cuadro, la banda descubre que para curar a Rocket, deberán encontrar desactivar un dispositivo que tiene en su cuerpo, implantado por el villano de turno (un largo tiempo atrás), el Evolucionador Alto (o algo así), jugado por Chukwudi Iwuji. Este muchacho tiene como obsesión manipular con implantes y multilaciones a toda criatura, con el propósito de crear una raza superior y Rocket ha sido uno de sus grandes aciertos. Así es que Peter y su banda (Dave Bautista -Draz-, Pom Klementieff -Mantis- y Karen Gillan -Nebula-) irán en busca de salvar la vida de su amigo, pagando todos los precios que haya que pagar. El viaje será, lisérgico, intenso, divertido pero por sobre todas las cosas, emotivo y fraterno. Nadie saldrá indemne de este viaje donde el final se respira a cada paso del camino. Dentro del diseño de arte hay grandes aciertos y mucho más en la cuidada banda de sonido, insignia de la casa. En lugar de instalarse solamente en los 70′, la soundtrack de esta peli explora otros artistas, siempre a tono con las secuencias que marcan a fuego la historia de estos guardianes. Considero esta tercera entrega un cierre brillante para una trilogía original, dislocada y poco alineada a la corrección. Su osadía y trasgresión se conservan intactos a lo largo de las más de dos horas de metraje. Gunn no se guarda nada en la despedida y su equipo tampoco ya que aquí hay una sinergia creativa que el espectador agradece. En el debe, quizás podría decirse que la historia es un poco más violenta que las anteriores pero esa veta también le abre la puerta a las emociones, de una forma poco vista en esta saga. En síntesis, no defrauda y muestra que hay esperanza de recuperar la magia que allá por la fase 3 del MCU parece haberse extraviado. Para pasarla bien, con todas las letras.
¿A quien no le gusta Toni Colette? Supongo que a la mayoría! Le está yendo bien con la serie «The Power» (Amazon Prime Video) y la verdad, creo que está en un buen momento profesional. Debo decir, sin embargo, que la directora de esta «heredera de la mafia», no me inspiraba demasiado (Catherine Hardwicke) pero aún así decidí confiar y me predispuse para la propuesta. «Mafia mamma», puede definirse como un mix de varias ideas poco originales (film de mafia donde un/a ingenuo/a debe hacerse cargo de negocios sucios, el proceso de emancipación de una mujer traicionada y su inserción en una cultura nueva, desafiante). Hemos visto estos desarrollos en muchas cintas antes. Lo cual, no implica más de eso. Cuando alguien me dice, por ejemplo, que «Everything everwhere all at once» trabaja tópicos ya muy transitados, yo respondo que eso es correcto, pero el «remix» que logra con la incorporación de nuevas ideas, es único. Sorprendente. Así que en principio, no habría que dejarse llevar por las influencias previas de la película… Más, cuando el metraje avanza y las expectativas se contrastan con una realidad… distinta. Aquí, Kristin (Colette), es una mujer normal, en un momento de su vida especial, en el cual se siente afectada por su hijo, que se va a la universidad. Su esposo aprovecha esa crisis para engañarla y destruir la poca autoestima que quedaba en ella. Kristin en su trabajo, es ignorada por sus superiores y no siente que nada le esté saliendo bien en la vida… Pero se produce una sorpresa y recibe la noticia de que su abuelo, en Italia, ha fallecido y ella decide partir a su funeral, en Roma. Sin dudar demasiado, se lanza a la aventura pero como todos sabemos, nada es lo que parece. Al llegar dará será recibida por Bianca (Monica Belluci), consejera de la familia, quien la explicará algo de lo que vendrá en las horas siguientes. Pero la situación de los «Balbano» (el apellido mafioso que los une), amerita estar atentos inmediatamente, porque en la despedida del patriarca, se arma una gran balacera que anticipa el tenor de la cinta. Aquí, Hardwicke deja su primera señal: habrá humor, pero la violencia y la sangre, correrán al mismo tiempo. Apoyada en el oficio de Colette, la trama girará sobre el proceso de adaptación (accidentada, divertida, oscura), de Kristin a ser la «Donna», o jefa de un clan de armas temer. Pero no es lo único que sucede, ya que ella en este proceso tendrá que revisar su historia, volver a enamorarse y lidiar con una guerra de familias que se las trae… De lo que no tengo ninguna duda, es que la elección de la protagonista le dio al film, a la luz de sus resultados finales, el gran acierto necesario para sostener el interés del espectador. Es cierto que «Mafia mamma» es esquemática y cruda, poco sutil y ciertamente desbalanceada (tantas historias van alternando el interés y pierden foco) en su construcción. Pero también, que nuestra Toni, es capaz de dotar a escenas absurdas, de un color digno y respetable. Dicho en otras palabras, ella tiene repertorio para ponerle el cuerpo a un guión discreto, que intenta reversionar tópicos de mafia (con «The Godfather» a la cabeza) y mezclarlos con una historia de superación (?) y desarrollo personal (la autoestima, el gran tema implícito de la trama). Tal alquimia no es exitosa, pero por la fibra de Colette, la propuesta se deja ver y si les gusta el género (comedia negra), hasta quizás, puede que la disfruten.
Creo que para analizar «Kompromat», debemos abrir dos líneas de abordaje. Por un lado, la naturaleza del hecho verídico que propone (a medias o quizás, un poquito menos) que presenta, con todo su contexto, y el otro, la trama en sí, con la vorágine y el vértigo que implica una búsqueda frenética en un territorio hostil. En estos sentidos, hay que decir que sí, «El expediente ruso» de Jérôme Salle es una película de espías, traición y fuga bien lograda, aunque la forma en la que presenta el conflicto principal, luce esquemática y de alguna manera, ingenua. Vamos por partes. «Kompromat» parte de una historia inspirada «libremente» en un caso real. El caso en el que se inspira Salle es el de Yoann Barbereau, galo que dirigiendo una filial de la Alianza Francesa en Rusia, fue acusado de pedofilia y que puede leerse en «En la Prisión de Siberia». Pero Salle elige no comprar los derechos de la obra y reinterpretar la temática instalada en tono de thriller de espías, con su predicamento y visión. El primer inconveniente que nos abre es preguntarnos… ¿esta versión libre recupera el espíritu del incidente? Habiendo sólo ojeado el libro, creo que no. Lo cual, no implica que Salle no haya hecho un sólido producto de suspenso con tintes de drama y acción. De hecho, lo intenta. Y de alguna manera, lo logra, parcialmente. Aquí tendremos a un francés a cargo de un órgano cultural en la fría Siberia, que es acusado falsamente. «Kompromat» define un término que implica, en ruso, «causa armada», en el sentido de que se construye una acusación basada en hechos falsos, para llevar a alguien a prisión. Aquí el tema (la acusación) es sobre pedofilia pero sucede, luego de un par de sucesos (una muestra de arte y un coqueteo con una mujer) que hacen que el poder político mire a Mathieu Rossel (Gilles Lelouch) con malos ojos. Y él cae y su estancia en la cárcel, lo llevan a pensar que la única salida es una fuga. Pero volvamos a mi reflexión inicial, ¿por qué hago esta salvedad en una obra sobre la vinculación entre hechos reales y ficción, que en definitiva, es puramente cinematográfica? Quizás porque noto cierta inconsistencia en la forma en que se estructura la acción rusa durante el relato. Pensamos que si el régimen quiere hacer caer su furia sobre un sujeto determinado, no cometería tantos errores como aparecen en la trama. Digo esto además, porque me gusta el cine de Salle (si no vieron «Zulu», se las recomiendo) pero aquí quizás confunde el hecho de dotar de intensidad el relato con avasallar algunos criterios lógicos que deslucen su diseño. Tal vez si el relato fuera más verosímil o no estuviera condicionado por el cartel «hechos reales», sería más fácil de disfrutar. Sin entrar en mayores detalles, me costó escindir el contexto y dejarme llevar por la historia presentada. Y si bien, reconozco que «Kompromat» es un producto con mucho ritmo (y también una extensión discutible), que se deja ver y le da otra mirada al cine de espías, intriga y política al que habitualmente nos acostumbra Hollywood. Quizás esa su mayor fortaleza, presentar una historia con la mirada francesa de un conflicto de intereses donde la libertad de expresión pueda estar en juego y resolverse, incluso en terrenos hostiles.
Regresa el popular Liam Neeson con una propuesta alejada de sus últimos trabajos. Esta vez, se pone a las órdenes del irlandés Neil Jordan («The crying game», «Interview with the vampire», todos clásicos de los 90′) para traernos un policial negro que aborda una historia de Raymond Chandler de las menos versionadas sobre su famoso detective Phillipe Marlowe. Para quien no haya leído a este autor, las aventuras del investigador se enmarcan en los años 30/40′ y están enmarcadas en los cánones de la novela policial negra de esos años. Aquí, Claire Cavendish (la bella y gélida Diane Kruger), le encarga a este sabueso, que dé con el paradero de un amante desaparecido: Nico Peterson (François Arnaud), en el áspero medio cinematográfico donde las apariencias, siempre engañan. Y cómo!! En «Marlowe» todo se conecta, pista tras pista los personajes secundarios enriquecen y enredan la trama, evidenciando que la primera inquietud de Cavendish se quedaba corta. Aquí pasan cosas, nadie es inocente y todos ocultan secretos de distinto impacto en la historia. El cast funciona bien, hay mucho oficio (Jessica Lange, Ian Hart, Alan Cumming) y la historia transcurre como es esperable para este tipo de film. Esperaba más de William Monahan, un guionista premiado y con trayectoria, pero quizás la novela original («The Black Eyed-Blonde») no ofrecía un ángulo interesante para explorar, o él no lo vio… En definitiva, es el viejo Neeson, con sombrero elegante, yendo de un lugar al otro, soltando frases ingeniosas y analizando los vínculos entre desaparecidos, cadáveres y eventos extraños. No es que no celebre algo lejos del mainstream de este tiempo, donde todo casi no hay lugar para nada que no sean superhéroes o películas de acción. De hecho, para poder producir «Marlowe», que es básicamente una cinta americana ambientada en los 30′, hubo que buscar capitales europeos… Cuesta, y sí, apoyar este tipo de productos nos permitirá mantener algo del cine que teníamos en la década pasada y que venimos perdiendo en forma alarmante. Pero volviendo a «Sombras de un crimen», si les interesa un policial angelino de los 30′, intrincado y correctamente planteado, tienen que tenerlo en lista. Si creo que quizás haber tensado los límites creativos con la idea original podría haber generado un producto más completo y atractivo. Son opiniones, pero más allá de todo, larga vida a Neeson.
Para los que se acercan a leer esta reseña, les digo que en términos de números fríos, «Winnie the Pooh, sangre y miel», ha multiplicado su ganancia exponencialmente, si miramos su inversión desde los primeros días de su estreno global. Seguramente se preguntarán…¿Esta peli está basada en la historia que conocemos del osito infantil en dibujos animados? Sí, así es. Esto sucede porque los derechos de la obra, ya pasaron a ser de dominio público y hábilmente, el director y productor independiente Rhys Frake-Waterfield decidió escribir un guión sobre este personaje y llevarlo al mundo del slasher. En este tiempo hay una atmósfera favorable para el cine de género de bajo presupuesto y la demanda impulsa cada vez más producto. No sucede lo mismo para otras películas, y lo cierto es que no todo lo que llega es bueno, divertido o aceptable, pero suma. Y debo decir que si bien en los primeros cinco minutos, la secuencia de entrada que explica el universo en el que nos moveremos es muy interesante (Christopher Robin cuida un grupo de criaturas donde se encuentra Pooh, pero con el correr del tiempo las abandona y ellas tienen un destino trágico que las impulsa a volverse sanguinarias), luego la trama se vuelve convencional y lo que podría haber sido explosivo, termina sin la fibra y emoción de los primeros fotogramas… Argumento fuera del descripto, no abunda y el corazón del film consiste en la llegada de un grupo de chicas a pasar un finde en una cabaña perdida dentro del «bosque de los 100 acres». Así que como pueden ver, no hay demasiado fuera de lo común aquí. Si, debemos decir que se percibe un bajo nivel del equipo de arte en relación con las máscaras, no están a la altura de un film de fuste, más siendo tan importantes en este caso. Los aspectos técnicos como la iluminación son básicos y las actuaciones, están alineadas con el tono de la propuesta. A las chicas les pasan cosas feas, como es esperable y las mismas no están resueltas tan bien, como podría pensarse. Poco suspenso, mucha oscuridad y escaso oficio se conjugan para que la peli no levante a lo largo de su metraje. Creo que a la luz de los resultados de taquilla, probablemente tenga secuela y que la segunda entrega, ofrezca una importante superación en términos de calidad, y pueda ubicarse dentro de los estándares de lo correto para el espectador promedio. Considero que aquí, hay una muy buena idea y un guión y una realización pobre, que no alcanzan a hacer justicia a la visión de su director y productor. Pero también les digo, la próxima será mucho mejor.
Luego del éxito de «The Father» (2020), el dramaturgo Florian Zeller continúa con su trilogía sobre roles familiares en situaciones de stress emocional y problemas de salud mental. En esta oportunidad, tenemos una precuela de la anterior (protagonizada por el extraordinario Anthony Hopkins, trabajo que le valió ser premiado por la Academia a los 83 años, nada menos) en la cual la atención estará puesta en Hugh Jackman y Zen McGrath, los puntos altos de este intenso drama. La historia nos presenta a Jackman (Peter), empresario exitoso, divorciado y en pareja con una bella y joven mujer, Beth (Vanessa Kirby) y con un recién llegado bebé a su vida. Todo va bien hasta que se presenta su ex exposa, Kate (Laura Dern), quien lo busca para pedirle ayuda, porque el hijo que tienen en común, Nicholas (McGrath), no está yendo a la escuela y posee actitudes que implican que algo no anda bien. Peter accede a hablar con el adolescente y no le gusta lo que ve. Para peor, él pide ir a vivir con su papá y esa demanda de cuidado generará un grave conflicto con su familia actual. Nicholas, tiene problemas. Y que su papá empiece a ver lo que sucede, disparará mucha culpa y emociones encontradas en Peter. Por momentos su hijo parece conectar con lo que sucede y con el amor que siente por su padre, en otros, no y el clima se va enrareciendo peligrosamente, sin solución a la vista. Peter intenta equilibrar muchas cosas y reveer su pasado, para rescatar a este chico de su complejo brote pero los resultados que logra, a veces son auspiciosos, a veces no. La presión vía Beth también se incrementa hasta límites insospechados dentro de la forzada convivencia. Para variar, conoceremos al papá de Peter, el viejo Anthony (Hopkins) quien mostrará su cinismo con desparpajo al recibir a su hijo y listar prolijamente los problemas que se desprenden de la actitud de su hijo. «The son» es un drama fuerte, crudo, pero previsible. No verán aqui demasiada sorpresa en el sendero que toma la historia, pero si podrán ver un clima gélido, inquietante, pero muy teatral. No es que sea un valor negativo, pero sí el encuadre cinematográfico no luce, a pesar de la destacable labor de los intérpretes. Se entiende que quiere mostrar Zeller, y la calidad de los actores y actrices que tiene a su disposición, pero el relato no es empático ni conmueve al espectador como «El Padre». Quizás esto sea porque a pesar del noble esfuerzo de Jackman, la estructura de su personaje nunca termina de transmitir esa desesperación incontrolada que la situación podría presentar. Coquetea con ella, pero su contraparte (el hijo) tiene un rol lleno de claroscuros, que no se afirma con el paso de los minutos. Las mujeres del elenco hacen su aporte pero las luces se centran en el protagonista y su vástago adolescente, con lo cual la posibilidad de enriquecer ese vínculo desde lo dramático, son menores. Creo que esta es una película aceptable, bien actuada y quizás, con un guión más discutible y más alejada del lenguaje teatral, podría acercarse más al trabajo anterior de este director.
Al salir de sala pensaba que el mayor acierto de «The offering» es el abordaje de una temática de género poco transitada por la industria: la mitología judía en relación a los demonios. Las escrituras ofrecen mucho potencial para desplegar escenarios donde esas palabras impulsen historias con potencial. Y esto, es lo que sucede en «Ofrenda al demonio». Ópera prima de Oliver Park, esta propuesta presenta un escenario inquietante. Primero, tiene lugar en una funeraria. Segundo, hay una familia judía practicante involucrada en el evento y finalmente, todo lo que sucede, deviene de una intervención demoníaca («Abyzou») que refiere al folklore místico de las creencias de ese pueblo. Arthur (Nick Blood) es el hijo rebelde de Saul (Allan Corduner), un religioso comprometido, que tiene una funeraria. Alejado de su padre, se casó hace poco tiempo con Claire (Emily Wiseman) quien no es judía y está embarazada. Saúl recibe con extrañeza el pedido de su hijo de visitarlo, pero se pone feliz al saber que pronto será abuelo. El problema es que Arthur no está retornando a su casa por cuestiones emocionales, simplemente necesita convencer a su papá que ponga su negocio como garantía de una operación comercial que necesita hacer. Así es que mientras esta cuestión se comienza a trabajar en el entorno familiar, a la funeraria ingresa el cuerpo de un hombre que posee un amuleto extraño, como colgante. Arthur se extraña del mismo y luego de tocarlo, accidentalmente se cae al piso y al romperse, libera un espíritu milenario que tiende a acosar y atacar a mujeres embarazadas. La noche comienza a avanzar y con ella, el demonio soltado comienza a hacer de las suyas, en un ambiente tenebroso y sugerente, bien logrado y donde nadie parece estar a salvo. Es otro acierto del film, poder explorar el concepto de aquellos seres a los que Dios no creó con cuerpo («sheidim», en la literatura judía) y verlos en acción en la vida natural. Podemos acordar que hubo modestos recursos para esta producción pero fueron usados con ingenio. El guión de Hank Hoffman y Johnatan Yunger muestra su fuerte al inicio (todo lo que conocemos de Yosille y su intento de encapsulado del demonio fue logrado) y al final, pero ofrece ciertos desniveles narrativos durante gran parte del desarrollo. Si, el CGI de algunos tramos podría ser mejor pero cumple con el propósito planteado. Las actuaciones también no son parejas, siendo Paul Kaye (Heimish, el compañero del padre de Arthur en el negocio) y Corduner, los que mejores entienden su rol. En definitiva, el film luce cuidado y transcurre de acuerdo a los cánones del género, aunque en el cierre, la tensión le hace ganar puntos y el resultado final es más que positivo, a todas luces.
Muchas veces he contado en mis reseñas, cómo desde distintas geografías, la animación iba ganando industrias en distintas partes del mundo. Desde «Tadeo Jones» y su exitosa saga española, se ha observado un crecimiento profesional importante en los programadores de ese lugar. Y como muestra de su avance, Warner Bros Picture distribuye la nueva realización de Juan Jesús García Galocha, quien debuta por la puerta correcta con este trabajo. Hay que decir que el equipo responsable de esta cinta, atravesó nada menos que dos años de pandemia y dificultades varias para concretar la ambiciosa idea de llevar a la pantalla grande una historia simple, pero vistosa y con mucho atractivo. La trama presenta un arqueólogo inglés que da con un pasadizo secreto en una tumba egipcia y accidentalmente, descubre un portal al mundo donde viven eternamente las momias, ciudadanos notables de la antigüedad. En ese hallazgo, lord Carnaby logra con un robot traer un anillo especial a nuestro tiempo presente, lo cual implica que el dueño y el guardián de dicho objeto, tengan que organizar una expedición a la Londres actual. ¿Por qué? El anillo en cuestión es la muestra del compromiso, en este «inframundo», de Nefer y Thuh, una princesa y un corredor de carreras y es vital recuperarlo. Así es que ellos, junto al hermano del deportista y su mascota (un simpático cocodrilo), viajarán en el tiempo para recuperar la joya perdida. La misma, se encuentra en exhibición en el museo del arqueólogo en cuestión, espacio que remite al British Museum, claramente. La película plantea en tono familiar y amable, cómo el arte egipcio (y el griego, sin ir más lejos) han sido robados por los ingleses y mostrado en sus imponentes museos. Pero más allá de eso, lo singular es que Thuh y su banda son vistos, a la luz, como cadáveres en este mundo. Dado que, están muertos (son momias!) y eso hace un poco difícil las cosas. Hay alguna subtrama que remite a films clásicos («Frozen», «Night at the Museum») pero sirve como pequeñas notas para dar relieve a la propuesta, nunca para definirla totalmente. Desde la mirada adulta, creo que hay buenos recursos técnicos y si bien el guión no aporta un clima desopilante, se deja ver y tiene sus mejores momentos en los breves cuadros musicales que presenta (y si no tarareás «Walk like an egyptian» de Bangles es porque seguro te dormiste!!)… La historia es entretenida, la reconstrucción de Egipto me encantó y el enfoque místico del anillo, así como la leyenda del «país de las momias» tiene algo de sustento histórico. Por otra parte, la Londres presentada, no posee el brillo que la ciudad posee. En cuanto al diseño de arte y la banda de sonido, ambos lucen impecables. Un enorme avance con respecto a la última «Tadeo» que los pone en línea con los estudios que mueven el mercado a nivel global. De hecho, las voces en la versión en inglés incluyen a Sean Bean, Eleanor Tomlinson… El estilo de coproducción EEUU-España permite augurar un impulso para este tipo de productos, lo cual las familias agradecen en todas partes. La duración es precisa y los peques, no se aburren y disfrutan la cinta sin problemas. Creo que este mercado aún tiene mucho para crecer y es saludable que haya nuevos jugadores en las grandes ligas. Bien ahí.
El cine de José Celestino Campusano, es un cine local, territorial, áspero, cercano, intenso y de actualidad. Ha abordado varias temáticas a lo largo de su extensa carrera y es uno de los directores independientes más destacados de la cinematografía argentina. Dentro de su propuesta, este realizador muchas veces elige rodar en espacios rurales, suburbanos y con actores aficionados o del lugar, lo cual se muestra como un interesante ejercicio de producción. «La reina desnuda» fue rodada en Galvez, Provincia de Santa Fe y tiene todo el calor de esa locación, la cual ha aportado parte del elenco. Sabemos que Campusano tiene un sostenido interés por las problemáticas que nos atraviesan como sociedad y esta cinta aborda la cuestión de la violencia sexual, los vínculos entre hombres y mujeres y las relaciones de poder. Su mirada en ese sentido es interesante y arriesgada, dado que su protagonista es una mujer, liberada y dueña de sus actos, de avanzada, en ciertos aspectos pero anclada en otros, en virtud de ciertos hechos vividos en su pasado adolescente. Es decir, Victoria (Natalia Page), encarna un modelo de contradicciones. Se la ve segura, vital, comprometida, pero también tiene áreas de su vida en las que logra afirmarse. Esta compleja situación pone en el centro a una mujer batallando con esas circunstancias, en un mundo donde no se la entiende (de hombres con pocas palabras, físicos y directos) y debe actuar en consonancia con su medio, cuestión que claramente se le dificulta. Si bien es cierto que tiene una buena situación económica y puede decidir sobre su trabajo (ofrecer acompañamiento social desde lo público), no es el conflicto de lo material, el que aquí se asoma. Para llevar adelante semejante desafío, Campusano eligió una actriz muy dúctil y comprometida, Page, debutante, para el rol central. Es cierto que la película gira en torno a ella y se ve el acierto del cast. Su Victoria se roba toda la atención cuando está en pantalla y logra una composición concreta y luminosa. La trama de «La reina desnuda» se juega a dos puntas, hay flashbacks que remiten a lo que sucedió hace más de tres décadas, pero el relato se mueve en el presente, donde la protagonista intenta ordenar su vida, llevar adelante su trabajo a pesar de las complicaciones que devienen de quien es. Un hecho traumático de abuso vivido en el pasado condiciona su respuesta presente a temas como la pareja, las relaciones, el deseo. Sin anticipar mucho, la película es un escenario donde vemos desfilar personajes con una paleta reducida, que juegan su juego, de acuerdo a sus necesidades primarias. Este es el fuerte del director, quien se nutre de actores sin experiencia para componer sus escenas con gente común, que hace de sí misma. El problema de la cinta es que (como en otros relatos de Campusano), puede verse un problema concreto, visible, incómodo y bien estructurado pero el planteo de cierre (la resolución), no logra desandar ni los aprendizajes de los protagonistas frente a los mismos, ni tampoco dar respuesta al camino recorrido. Me permito hacer este comentario, porque creo que hay mucho valor en la propuesta presentada, pero como ya me ha sucedido en ocasiones anteriores, desearía (y es sólo eso), un final donde algo, haya cambiado radicalmente para los protagonistas y sea sustanciosa la lectura del conflicto. Sólo porque siento que eso refuerza el sentido del relato. Nada más. Los rubros técnicos consistentes, con nota de reconocimiento para la fotografía, pensada exactamente para subrayar las emociones de la protagonista. Este es un cine que parece casi informal, en comparación con el de los grandes estudios, pero el tema despierta interés en el espectador y eso permite un visionado predispuesto. En líneas generales, este cineasta sigue invitando a recorrer los grandes temas de la vida suburbana y rural, dando voz a muchas problemáticas que los grandes estudios no creen atractivas. Me gusta la apuesta aunque si hay que tener en cuenta que adentrarse en esta aventura, implica navegar lejos de la cohesión y propuesta de un drama mainstream, más simple y vendible globalmente. Si lo tuyo es ir más allá, puede que el cine de Campusano sea una alternativa, más que válida.