El director israelí Arien Vromen es una joven promesa del cine industrial actual, ha hecho videoclips, producciones para diferentes estudios (First Look Films, Lightning Entertainment, Screen Media Universal, Film Colony, Next Wave Films), viene del mundo de la música, originalmente y ha tenido dos films promisorios en su carrera, "Jewel of the Sahara" y "Rx". Llegó entonces la hora de jugar fuerte en su carrera y traer una biopic cruda sobre un asesino a sueldo que ya es leyenda en su tierra. "The Iceman" es Richard Kuklinski (Michael Shannon, brillante), un matón silencioso que trabaja en un taller donde se trabaja con la industria de la pornografía barata. Hombre de pocas palabras, se enamora y busca un horizonte nuevo en su vida (ha tenido y verán, en algún momento, ráfagas de su pasado infantil) cuando su pequeño mundo tambalea... Cierto día, luego de que presenciaramos como resuelve sus diferencias con un conocido (no es bueno desafiarlo ni insultarlo, les digo), recibe la noticia de que su patrón (jugado por Ray Liotta) no podrá darle más empleo. Bueno, en realidad, cierra el espacio físico. Pero hay reconversión laboral, tranquilos: le ofrece un cambio de rubro que puede ser útil a ámbas partes. Cuál es la tarea? Convertirse en un matador profesional de alto rango. De más está decir que Kuklinski está sobrecalificado para la tarea que le asignan. Y hasta aquí ustedes dirán... "y cuál es el interés de la historia?". La cuestión que domina la película es la división que hace el asesino entre su trabajo y lo diferente y opuesto que es, como cabeza de una familia, perfecta. Hay una escisión instrumental descarnada y brutal, entre un killer a sangre fría que no se detiene ante nada, y el bondadoso y amable esposo de Deborah (Winona Ryder, en altísimo despliegue), padre de dos nenas, que lucha por resguardar a los suyos y colmarlos de cuidado y atención. Vromen conduce muy bien un thriller cargado de violencia, en el que las actuaciones de los protagonistas, lucen. Hay un desfile de cameos muy interesantes (James Franco, David Schwimmer, Stephen Dorff) y algunos secundarios sólidos (Chris Evans -que sorprende con su Mr Freeze y el viejo y querido Robert Davi, gran actor de clase B de los 80) pero Shannon y Winona se roban la película. Un relato oscuro, violento e interesante que si vas predispuesto, te va a gustar mucho. No descolla en los rubros técnicos (el aspecto sonoro y la edición podrían ofrecer más) pero cumple con lo que promete. Quizás su "tempo" sea un poco lento y se tome demasiado del relato para desarrollar pequeños conflictos que no van a la historia central, pero eso es lo de menos. Si lo tuyo es disfrutar del género policial y bucear en la psicología de un tremendo criminal, probablemente esta sea una más que aceptable opción.
Ulises de la Orden, el hombre detrás de las cámaras en la excelente "Tierra adentro" (documental que estuvo muchísimos meses en cartel sobre la campaña del Desierto y sus consecuencias), en esta oportunidad aborda una temática compleja, actual y de consecuencias inciertas para la salud de la población, en el futuro: el riesgo del uso de los agroquímicos en cultivos de soja en nuestro país. La acción se encuadra y tiene como punto de apoyo, un caso que sirve como referencia casi universal del problema, en la provincia de Córdoba. En el Barrio Ituzaingó Anexo, hacia fines de 2001, los vecinos comenzaron a notar que sus coterráneos, caminaban con pañuelos ocultando calvicies y algunos chicos usaban barbijos. Como era una escena repetida, un grupo de mujeres comenzó a recorrer el lugar y registrar en un mapa los diferentes casos y las enfermedades que habían contraído esas personas, para empezar una línea que las llevaría a detectar un nexo común. La contaminación del aire y el agua, producida por productos destinados a proteger e inmunizar los cultivos de soja en un predio justo al lado del barrio. El Ministerio de Salud de la provincia, tomando nota de los hechos después de muchas protestas, ordenó análisis y a la vista de los resultados, las madres organizadas, comenzaron una tarea titánica para denunciar el hecho y llevar a juicio a los responsables. Como se imaginarán, este problema afecta muchos intereses, dado que la soja viene ganando todos los terrenos en nuestra Argentina actual, dado su gran precio por tonelada en el mercado internacional. Es el grano de moda, por su altísimo rendimiento y bajo costo de producción. O sea, todos sabemos que el negocio es cosechar soja y venderla a un buen precio. Pero para eso, el cultivo debe ser resistente y químicamente se lo ha "protegido", con productos que en el ser humano, pueden producir cancer, leucemias, problemas respiratorios, etc... El juicio en cuestión era contra los propietarios de la tierra y el fumigador (el hombre que volaba la avioneta, simplemente) pero detrás, estaba expectante, toda la industria agrícola exportadora. Porque la cuestión de fondo, es la que más interesa: identificar a los responsables de un hecho doloso es un tema, pero empezar a plantear que estos pesticidas con los que se fumiga atentan directamente contra la salud de la población y deberían dejar de usarse, es otra. Siempre está el argumento, de que como en el mundo hay hambre, este desarrollo químico que hace a los cultivos resistentes aseguraría que el mundo tuviera acceso a estos granos para alimentarse. Preguntamos, eso, sucede en la práctica? Cuáles son los mecanismos que usan las grandes compañías para generar más y más divisas? Son moralmente lícitos? El documental registra, desde encumbrados funcionarios en distintas partes del mundo, hasta Premios Nobeles alternativos y especialistas en nutrición. Con una filosofía de búsqueda de caminos alternativos, De la Orden va delineando en la selección del material, mientras dedica un valioso tiempo al juicio en la provincia mediterránea y la reflexión de todos los protagonistas. El trabajo es excelente a todas luces. El relato atrapa, concientiza y va más lejos, proponiendo en boca de los entrevistados, de nuevas líneas de acción. No se queda en la denuncia, sino que genera material de debate interno, en cualquier espectador que decida acercarse a él. El registro de entrevistas, la cuidada edición y los valiosos testimonios, hacen de "Desierto Verde", uno de los mejores documentales del año. Para ver, pensar, debatir y actuar.
En general, las películas sobre veranos americanos, con mucho sol, agua y personajes melancólicos en pueblos lejanos me gustan. Sean comedias dramáticas o románticas (y me vienen inmediatamente a la cabeza, "Dazed and confused","Summer of love" y "Adventureland", todas muy distintas entre sí, pero que comparten época del año y visiones sobre adolescencia)... Y "The way way back" entra en esa línea, de forma natural y llamativa. De los hombres detrás de la exitosa "The descendants", Nat Faxon y Jim Rash, llega esta historia sobre un chico de 14 años (Duncan, jugado por Liam James) que va de vacaciones con su mamá, su novio y su hija a una ciudad con playa y mucho sol. Trent (Steve Carell) lleva ya un año saliendo con Pam (Toni Collette), y han decidido pasar el verano juntos para comenzar a "ensamblar" sus hijos a esta pareja. Pobre Duncan, tiene que adaptarse (o rebelarse) a una situación de hostigamiento y aburrimiento casi permanente, dado que su perfil no es de los sencillos. Si vieron el trailer, saben que el pibe tiene problemas de relación con el mundo exterior y esa desventaja es la que tendrá que trabajar para sobrevivir a este contexto que le plantea su madre. El hombre que cambia el rumbo de ese verano para él, es Owen (Sam Rockwell), dueño de un parque de atracciones acuáticas en el lugar con quien accidentalmente se topa en un bar local. Se conocen y al poco tiempo terminan siendo empleado y jefe, trabajando para pasarla lo mejor posible dentro del predio. Y deben saber, (dato a tener en cuenta) que en el staff del Water Wizz, encontrarán a los directores, jugando un par de secundarios simpáticos que hacen su aporte (pequeño pero valioso) a la dinámica de la historia. Nuestro protagonista vivirá entonces una etapa de aprendizaje distinta, en un lugar particular. Claro, el tema no sólo es su problema con la gente de su edad sino con los adultos. Ellos están de vacaciones (dentro de los amigos de Trent encontremos a las simpáticas Maya Rudolph, Amanda Peet, Alison Janney y más) , viviendo una etapa de mucha exposición (beben, bailan, hacen salidas nocturnas, fiestas, de todo un poco), lo cual molesta bastante a Duncan, quien además, no tiene onda con la persona que su mama eligió como compañero. La cuestión es que seremos testigos de un verano intenso, en el que habrá espacio para el humor, las emociones y porqué no, un poco de drama en algunos segmentos, necesario para encuadrar la historia. "Un camino hacia mí" es muy entretenida. Liam James hace un gran trabajo. Faxon y Rash muestran oficio y eligen el registro exacto para narrar con candidez y presencia. "The way way back" cuasi indie, austero, simpático, querible: Te va a gustar, tiene su encanto, sin dudas.
María Victoria Menis nos entrega su tercer largometraje, siguiendo el eje que la caracteriza: mirar a los dolientes, desposeídos o vulnerables en contextos particulares. A quienes necesitan protección, guía y mirada especial. Su lente tiene particular capacidad para registrar esas sensaciones, para adentrarse en universos herméticos (en apariencia) y en dotar de una leve luz al final del túnel, a sus personajes, en esta oportunidad, a "María y el Araña". Esta es una historia de amor adolescente, enmarcada en un contexto crudo y áspero: el del abuso dentro de una familia. Durante la proyección, y a pesar de que no comparten más que la problemática, recordé mucho "No tengas miedo" de Montxo Armendariz. Si bien aquella historia tiene una protagonista adulta y es más física (en términos de lo que se “siente”) que "María...", hay cierto encuentro en la respetuosa y cuidada manera de narrar la historia. Silencio, miradas cómplices, actos en apariencia vacíos y alteraciones sutiles en la conducta. Que realizan una curva que implosiona, primero, para luego modificar el entorno donde se producen los hechos. La trama nos presente a una nena (María), que cursa 7mo grado. Es una alumna ejemplar y reconocida por su maestra. Callada y de gestos mínimos, María está finalizando sus estudios (le ofrecen una beca en una escuela privada por su aplicación), y ayuda a su familia con la venta callejera. En el subte conocerá a "El Araña", otro chico que se gana la vida, haciendo malabarismo e intentando sobrevivir con su número. Entre ellos, lentamente, nacerá un sentimiento de compañía y refugio... Pero ese amor, deberá afrontar una prueba grande para materializarse… María vive con su abuela y su pareja, un hombre hosco que no les caerá bien, les anticipo. Sin anticipar más de la trama, hay que decir que Menis elige filmar en locaciones poco usuales (en la villa de Retiro, las cercanías de Las Nereidas, la Costanera sur) y posiciona a sus personajes con ideas claras y economía de palabras. Hay muy poco texto explícito en "María y el Araña" y mucho por debajo, que el espectador entiende rápidamente. Imposible no estremecerse cuando percibimos en cada gesto lo que sucede. “María y el araña” se ofrece como una película necesaria, tierna (en los encuentros de la pareja protagónica, cargados de candidez) y a la vez, perturbadora. Actuada con solvencia por un cast convincente (Florencia Salas, Diego Vegezzi, Mirella Pascual y Luciano Suardi), ofrece una mirada comprometida hacia un fenómeno al que debemos combatir, hoy y siempre.
Tristán Noblia es el productor general de Victor Hugo Morales y tiene una extensa carrera en el medio. Es un periodista sólido, hombre curioso, preparado y que goza de una relativamente holgada situación económica (casa, auto y colegio privado para sus hijos). Está casado con Paula, forman una familia ensamblada (con tres chicos) y cierto día siente la necesidad de mostrarles a ellos, que hay otra manera de vivir en sociedad. Se cumple el 50 Aniversario de la Revolución Cubana, y anticipando que será un evento increíble para los suyos, Tristán se dispone a registrar el evento y partir con todos a vivir una experiencia distinta, vacaciones en un país que vive el socialismo como ninguno en el mundo... En los primeros minutos, es muy interesante ver cómo los chicos se entusiasman con la propuesta de hacer un viaje, aunque el destino que proponen y les interesa Disney, acorde a la influencia de nuestro mundo capitalista. "No se si hay otra realidad posible, pero si se que Cuba es bastante diferente a nuestro país" dice Noblia apenas iniciado el documental. Vaya que lo es. El registro del viaje lo demostrará con creces! El director y turista, tiene una mirada inquieta y quiere saber. Recorre lugares, habla con los locales, recorre escuelas, centro turísticos, comparte con los habitantes de la isla y escucha como hoy en día se vive en la isla. Noblia hace un registro natural, espontáneo, valioso, sobre la idiosincracia del pueblo cubano y entrega también reflexiones simples sobre lo que significaría ser parte esa realidad. Indudablemente, las vivencias que el grupo familiar atraviesa, marcarán para siempre su existencia. Nosotros, como audiencia, asistimos a este registro vivo y pintoresco sobre como ese pueblo, celebra su nacionalidad y da cuenta de la manera en que ven, la realidad, a contramano del pensamiento único que impera en esta aldea global. Un documental interesante (Tristán pregunta y registra con gran oficio, incluso de vacaciones!) para todos aquellos que quieran conocer una experiencia intercultural rica en elementos para el análisis.
Tenía altísimas expectativas con la llegada de la secuela de “Kick Ass”. La primera me había parecido un producto original, fresco, divertido, (más allá de que no conocía el cómic) por lo que esperaba una segunda parte aún más ruidosa, comprometida y oscura. Sin embargo, esta segunda entrega de la naciente franquicia, apenas logra sostener el interés por algunos personajes (hay bastante renovación), presenta un guión plano y lineal (dos bandos sin matices) y focaliza en la destrucción feroz (y sádica, desde algún lugar) antes que en las buenas ideas que sustentaron la primera. Podríamos aventurar que se instala en ver cómo se adaptan (o no) al mundo, los héroes y villanos centrales (Kick Ass, Hit Girl y The Motherfucker –?-) o como resuelven los problemas que tienen inconclusos con las figuras paternas (ya verán porqué). La historia sigue a Dave Lizewski (Aaron Johnson) quien colgó la capa y trata de pasar desapercibido mientras resuelve cómo seguir adelante con su vida después de todo lo sucedido en la primera parte. De hecho, muchos “justicieros” ahora patrullan las calles (llamarlos superhéroes sería demasiado no?) y lo tientan para trabajar juntos. Ya no sería pelear solo. Bah, presentar batalla y que le rompan la cara, como ya hemos visto en la primera. El quiere formar un grupo en el que esté Hit Girl (Chloë Grace Moretz), pero ella está muy jugada ya que su tutor no quiere ni oir hablar del tema y hay una promesa en el medio que no puede romperse en ese sentido. No importa, Dave da con una banda a su medida (donde se encuentra el Coronel Barras y Estrellas – Jim Carrey volviendo al ruedo) para impartir justicia y proteger a los buenos. En esa vuelta nos topamos con Chris D’Amico (Christopher Mintz-Plasse), quien sigue envenenado por la muerte de su padre y se cambia el nombre para mostrar una versión recargada de sí mismo (El h…de p…, literalmente – The Motherfucker) y tratandose de vengarse por todo lo sufrido. Tiene mucho dinero y eso le permite armar un grupo de sujetos bien siniestros que confrontan con la banda de Kick Ass and friends de la peor manera. A ver, Jeff Wadlow se hace cargo de llevar adelante esta entrega y ofrece coreografías ajustadas a la hora de la acción (eso no se lo podemos negar) pero no despliega en su menú, segmentos y situaciones donde haya emociones que impacten. Hay locura, pero poco corazón y fibra a la hora del relato. Desgraciadamente, también le falta humor, de alguna manera se instala en un microclima propio que comprime muchas escenas que podrían ser importantes, en poco tiempo . Apenas cumple con la presentación de la creciente variedad de personajes que puebla la cinta, y en poco más. No hay profundidad en las relaciones entre los héroes y sus enemigos (tanto sea, como grupo propio o rivales), y esta falencia genera cierta mecanización de la acción que nos lleva, rápidamente, a descubrir la sucesión de hechos y su final, con bastante antelación. Casi no hay sorpresa y se siente. Probablemente el guión descansa en los enfrentamientos cuerpo a cuerpo y el carisma de Hit Girl. Una franquicia que esperábamos con ansias y cuyo resultado final promedia por debajo de su antecesora. Veremos si hay chances de dejar de “recargarla” y de cara a la próxima (si es que se contara esa posibilidad) en cambio, generar “revoluciones” en ella.
Me cuesta entender a Mark Steven Johnson (el responsable de "Killing Season"), cada vez que intento decifrar su estilo, vuelve con un trabajo en el que cambia su rumbo y desdibuja su estilo. Y si bien eso puede ser interesante (rara vez se repite), sus tópicos han sido variados y me da la impresión que sigue buscando un perfil en la industria. Sino, es difícil pensar que haya hecho la muy buena "Simon Birch" y haya sido a la vez, responsable de "Daredevil" y "Ghost Rider"... dos productos bastante discutibles por cierto. Aquí, Johnson se agenció dos actores top de la industria y los puso en un escenario hostil, a duelarse con un actual trasfondo ideológico-político. El resultado es una cinta que intenta mostrarse como un relato que arranca como thriller, pero se toma sus licencias para reflexionar sobre la naturaleza del conflicto en Bosnia. Kovac (John Travolta con una barbita interesante) es un serbio ex combatiente de las guerras yugoslavas en los 90. Sobrevive como asesino a sueldo de cierto prestigio. Cierto día, su asignación para cumplir es la de matar a Benjamin Ford (Robert De Niro), un coronel retirado que es bastante conciente del odio que generó su actuación en la guerra, que vive aislado y lejos de todo, en las profundidades de un bosque en los Apalaches. Hay que decir, que Kovac salió con vida milagrosamente 18 años antes de una serie de ejecuciones que Ford realizó con gente de su escuadrón. O sea, es una venganza. Lisa y llana. Eso parece. El centroeuropeo decide ir por su presa, se relaciona con el veterano combatiente y traban una relación extraña donde hay bastante desconfianza. Luego de una cena con bastante tela para cortar, deciden ir de caza juntos (la temporada del venado) y ahí comienza realmente la película, porque los velos se corren y los dos hombres vuelven a la histórica rivalidad, como si los años no hubiesen pasado... El guión está bien, aunque para mí gusto es demasiado didáctico en algunos momentos y peca de cierta ingenuidad a la hora de la resolución del conflicto. Es cierto sí, que Travolta y De Niro hacen lo suyo con relativa soltura, la pasan bien juntos y si no fuera por ellos, no existiría "Killing Season". Sus gestos, los contrapuntos y algunas escenas logradas (como la de la noche de la borrachera en la cabaña), redondean un producto aceptable, sin dudas. El acento de Travolta, bueno, es un tema aparte. Un thriller clásico, correcto y sin demasiadas luces, donde el relieve los ponen sus primeras figuras. Si lo suyo es seguir la carrera de estos grandes actores, reviste algún punto más de interés.
La suiza Ursula Meier se perfila, luego de “L’enfant d’en haut”, como una de las promisorias figuras de la vanguardia europea de cineastas independientes, incisivos y nada dóciles para el sistema. Cuentan que Mike Leigh (el gran director británico) quedó impresionado tanto con su trabajo, que convenció al resto del jurado de Berlín 2012 de crear un premio especial para ella, el “Oso de Plata Especial” con la que reconoció su labor en “La hermana”. Meier en este segundo largo (el anterior “Home” era sobre una familia que vivía al costado de una autopista) repite varias de las ideas con las que organiza la dinámica de sus universos: personajes fuertes, abandonados a su suerte y lastimados por la crueldad del mundo que los rodea. Está en juego siempre la adaptación como supervivencia y el desarrollo de una resilencia disfuncional, que termina siempre por golpear al espectador hasta ganarlo para su lado.“L’enfant…” arranca con Simon (Kacey Mottet Klein), un niño de 12 años que vive en las cercanías de un gran y lujoso centro de esquí junto a su hermana Louise (Lea Seydoux). Son marginales y viven solos y han desarrollado la capacidad de robar a los turistas ricos para poder sobrevivir. En realidad, Simon hace eso. Louise, una adolescente rebelde e inestable, se dedica a su vida amorosa y disfrutar de los beneficios que le trae el dinero que genera su hermano menor. Ellos viven cerca del telesférico que asciende a la villa superior, marcando curiosamente que ese medio es el que debe usarse para “acercar” ámbos mundos. Nuestro joven protagonista es muy hábil en lo que hace, pero nunca hay que perder de vista que es sólo un niño… Y está solo. Simon aprendió a sobrevivir a base de mentiras, engaños y negociados. Sólo conoce eso. Louise, en cambio, siempre está a la deriva, tanto… que su pequeño hermano muchas veces tiene que cuidarla. Meier nos habla de la niñez perdida, del dolor de estar solo y tener que hacer aquello que no está bien hacer para sobrevivir. De un estado rico, como el suizo, al que se le escapa que el protagonista tiene 12 años y no va a la escuela. Y de una rutina en el exclusivo centro en la montaña, en la que sólo importa el trabajo y donde la división de las clases sociales es fuerte y lacerante para la visión (fíjense el destino de los trabajadores en relación con los visitantes). Simon inventa una familia, un perfil, para poder ser alguien entre los turistas de la clase acomodada. Quiere ser parte de ese mundo, porque la realidad de su derruído hogar al pie de la montaña es demasiado para su pobre psiquis. Pero la sostiene, porque allí tiene a su único lazo filial en pie, su hermana. Aunque el costo, como siempre, terminará siendo más alto de lo esperado… En definitiva, “ L’enfant…” es película muy bien fotografiada y actuada. Lo que si hay que reconocer es que busca instalarse rápidamente dentro del cine social de denuncia y quizás eso le quite sorpresa. También es justo decir que su guión no descolla, pero es tanta la calidad de sus intérpretes que compensa algunos desniveles narrativos con facilidad. Si lo tuyo es el cine europeo, seguramente es una buena oportunidad conocer a Meier y reafirmar con esta visión, sus grandes condiciones como cineasta.
Lo primero que tengo que decir es que me gusta mucho Paul Greengrass. Dentro de mis favoritas de los últimos tiempos, le reconozco que "United 93" es una enorme película, y también tuvo mi voto positivo en su momento,"The Green Zone" (sin contar que hizo las "Bourne", o sea que de acción algo sabe el hombre). Los dos, thrillers con elementos y personajes reales, en situaciones políticas complejas donde los intervinientes debaten siempre temas de seguridad nacional (la de los Estados Unidos) y se enfrentan a los enemigos del gran imperio americano en escenarios físicos reconocibles. Llega ahora, aclamada por la crítica internacional, "Captain Phillips", adaptación cinematográfica del libro de "A Captain's Duty: Somali Pirates, Navy SEALS, and Dangerous Days at Sea" del protagonista de la historia real (el responsable del carguero americano) junto a Stephan Talty. Greengrass propone una extensa narración de todo el incidente en cuestión (un acto de piratería seguido de un secuestro) y el marco en que se da su resolución final. Es sabido que navegar por el Cuerno de Africa puede ser tarea compleja para un buque de valiosa carga. Rich Phillips (Tom Hanks), es el capitán que comanda ese barco. Tiene experiencia, convicción y conoce su trabajo y sus riesgos. En un viaje de transporte normal, será interceptado por un grupo de somalíes dispuesto a todo, comandados por Muse (Barkhad Abdi) quienes abordarán el Maersk Alabama y aterrorizarán a toda su tripulación. Qué buscan? Dinero. Autos. Televisores. Lo que sea. Viven en la miseria, eran pescadores devenidos en piratas amateurs y están dispuestos dejar su vida para no irse con las manos vacías del carguero. Si bien no conviene anticipar más de la historia, hay que reconocer que Greengrass nos tira todo su oficio desde el momento 0 de la historia. Hay 134 minutos muy bien filmados (en pleno mar, más de dos horas seguro) con el típico sello de este director: mucho primer plano, cámara nerviosa, tensión contenida, algunas escaramuzas con armas, alguna pelea cuerpo a cuerpo, gritos en somalí... Pero, extrañamente, el resultado final no es atractivo. Agota. La película está dividida en dos partes, la primera tiene lugar en el barco y la segunda, con el secuestro del Capitán. Bueno, de más está decir que se descarta la posibilidad de describir con más detalle la situación de los somalíes (apenas unos minutos explican su móvil) y la historia personal de cada uno de los piratas. Greengrass elige poner toda su atención en la sucesión de eventos y el heroísmo del líder, Phillips. Pero tampoco exploramos lo que le sucede a su crew con esto. Nada. Sólo tenemos claro, que Muse habla algo de inglés y sus compañeros son intimidantes y están re jugados. En definitiva, lo que ya sabemos que Paul hace bien, pero con excesiva extensión (agota) y un conflicto que nunca termina de parecer de la gravedad que presenta. Como dice Muse todo el tiempo "No somos Al Qaeda". Seguro. Nos damos cuenta rápido. Es más, cuando uno toma un poco de distancia, se da cuenta que el director utiliza tan bien los artilugios que nos olvidamos que el incidente puede resumirse en: 4 piratas africanos (con armas automáticas, eso sí, pero cuasi novatos) intentando sacar una gran tajada de su abordaje rústico a un buque que se encontraba desarmado a la hora del enfrentamiento. Incluso más, hay cuestiones que después de haber salido de sala, sigo pensando (ningún arma en el Alabama? ninguna? una tripulación de 40 no pudo contener el abordaje de 4 que llegan en una lancha frágil y cuyo motor en la primera persecusión, muere? ningun llamado que hace el capitán tiene respuesta aérea hasta un día después del primer ataque (y lo hace a los ingleses y a los americanos en sucesivas oportunidades?) y la verdad, no me cierran. Esta es una película de gestos ampulosos y poca acción real. No me alcanza que "Capitán Phillips" sea sólida en sus rubros técnicos. Tampoco que Hanks haga lo suyo correctamente. En ningún momento me atrapó la historia ni sentí que estuviera a la altura de los anteriores trabajos de este cineasta. Quizás llegue al Oscar, pero eso ni así cambiaré de opinión. Yo, a este barco, no me vuelvo a subir. Ni aunque me escolten los marines.
Es difícil definir, "Caíto, la peli", en pocas palabras. Y es cierto que los términos "cinematográficos" puros a veces son incompletos, porque contemplan un puñado de aspectos técnicos y una concepción determinada que condena, muchas veces, la mezcla de géneros u observa con recelo una cohesión narrativa como puntal de cualquier análisis. Quiero decir, si tu mirada no registra el poderoso componente emocional de una cinta, no apreciarás en su dimensión a “Caíto”, sin duda. Cuando en aquel BAFICI abandoné sala luego de su proyección, sabía que mi reseña no iba a poder ser objetiva, dado que entendía esta producción como un acto de amor filial. Y está bueno que cada tanto, podemos conmovernos ante productos que no se pueden definir desde lo formal, pero guardan una direccionalidad interesante, que los hace singulares y atractivos, incluso en su esquemática simpleza (como es este caso). Este trabajo de Guillermo Pfening, en principio, es una especie de documental que intenta describir los pormenores de crear una pequeña ficción (en realidad, una excusa para materializar un deseo de Caíto) que presenta la personalidad de su hermano, quien sufre distrofia muscular de Becker (enfermedad genética que afecta los tejidos musculares) y nos de una idea de su esfuerzo diario por ser feliz con esta batalla personal que le toca vivir. Hace ya tiempo (en 2004), el actor y cineasta, había rodado un corto sobre el tema donde presentaba esta realidad, y ahora, esa idea tomó forma de largometraje, integrando además registros caseros del proceso de creación de una historia y su resultado final (la peli donde el hermano de Pfening es el personaje central). Conoceremos la vida de Caíto en su pueblo natal (Marcos Juárez) y su rutina diaria, que muestra a las claras su lucha personal por concretar sus anhelos y metas. Por más complejo que parezca (y eso lo verán cuando en las reuniones de producción se discute que está dentro de las posibilidades a la hora de rodar, en cuanto a desplazamientos y diálogos), la idea es que Caíto tenga su peli y juege (por un rato) a ser actor en serio, como su famoso hermano. Para ello, se recurre a un grupo muy conocido de amigos de Pfening, (Romina Ricci, Bárbara Lombardo, Lucas Ferraro) y hasta a un director de fuste para recrear el rol de su padre (nada menos que Juan Bautista Stagnaro). Los hermanos se profesan mutua admiración y en esa manera de vincularse enriquece el registro de su aventura cinematográfica. Pero si bien es cierto que la historia está enmarcada desde una visión esperanzadora, evita los lugares comunes y está tan poblada de escenas cotidianas luminosas, que no se vuelve panfletaria ni mucho menos. El marco es, entender lo que nos atraviesa y ver que podemos hacer con ello. Y la verdad, en algún punto la excusa de la ficción (promediando la extensión), deja de importar. Lo trascendente (y lo que se disfruta de esta película) está en el vínculo entre hermanos que expone y la energía que se genera cómo ese afecto abre caminos y materializa anhelos. No hay muchos recorridos como este (al menos en nuestra filmografía) que se instalen en la potencia de lo filial para enfrentar una enfermedad como esta. Y si bien pueden estar tentados a evaluarla desde una mirada fría y técnica, creo que esa no es la aproximación adecuada para acercarse a "Caíto, la peli". Lo justo sería no definirla y aceptar lo que ella ofrece, entendiendola como un simple y eficaz mensaje de vida en formato fílmico (lejos de las convenciones y más cerca del corazón)