Debo decir que las primeras entregas de «The purge» me parecieron interesantes, modestas pero bien estructuradas. Una sola idea, un planteo centrado en la acción y los protagonistas siendo más fondo que foco, todos elementos que la ofrecían como un producto simple y atractivo. Quizás siempre le podamos discutir a la franquicia la escenificación del racismo de la forma que lo presenta… pero es cierto que en esencia la historia tiene un costado posible que la hace inquietante. Creo que ese es el gancho pero… ya en la quinta entrega, toda propuesta se va desgranando y si no hay una renovación o un giro fuerte (por ejemplo, #FastAndFurious), el interés va decayendo. Supongo que aquí también hay un cambio de perspectiva, transformando una cuestión de ataques nocturnos furtivos en combates a la luz del día. Habrá que ver como reciben los fans de la historia este cambio de escenario. Es cierto, también, que los productores intentaron inyectar sangre nueva aquí convocando a Everardo Gout, novel promesa azteca, probablemente buscando un enfoque más fresco con aires latinos. La incorporación de un cineasta con mirada de género y conocimiento del mundo a ámbos lados de la frontera, era fundamental para este episodio. La idea, en definitiva, era llevar la abandonar la idea de la purga anual y volverla una amenaza diaria, que desestabilice a la nación, poniendo en el centro a los grupos radicalizados. La trama presenta a una pareja de trabajadores exilados de su tierra, Adela (Ana de la Regera) y Juan (Tenoch Huerta) quienes son testigos de cómo sus jefes, en un rancho de Texas, son atacados por un grupo que quiere que la purga, funcione en continuado y no una vez cada tanto… Hay extremistas que se cansaron de esperar y necesitan ordenar lo que ellos creen es un estado donde sólo gobiernen los fuertes y por las armas. Es así que ante la imposibilidad de las autoridades de reestablecer el orden, ámbos junto a la familia acomodada, se dirigirán hacia México para escapar de la revuelta, dado que las fronteras del país hermano, estarán abierta por un tiempo limitado. Todo será caos, combate en terrenos rurales, máscaras, violencia y sangre. Lo que creo que esta vez la saga presenta en forma marcada, es todo este tema de la intolerancia racial que atraviesa cada discusión en la película. La crisis del sistema pensado por los «Padres Fundadores» golpea a las puertas y nadie estará a salvo en este contexto. Una cuestión que le suma a la cinta, es la buena química en la pareja central, que encarnan perfectamente con la figura de quienes fueron a USA con la idea de defender las libertades y progresar económicamente y ahora deben replantear su visión a la luz del colapso del orden institucional americano… A diferencia de las anteriores purgas (todas nocturnas), esta ofrece abundante acción a pleno día y se aleja del concepto terrorífico que las cuatro anteriores presentaban (hasta en cierta lejana manera evoca a los films apocalípticos en algunos pasajes). Es un enfoque distinto, una especie de «road movie» atemorizante aunque previsible por su desarrollo integral. Rubros técnicos acordes a una producción modesta. Edición correcta sin fisuras y la mira puesta en la acción, una oferta discreta pero conocida para los seguidores de la franquicia. Y para el final quiero contarles que yo no daría por cerrada la saga. El final (sin spoilers, desde ya), abriría la puerta a una próxima entrega. El guionista y productor de «The purge», James Monaco, contó que tiene ideas para continuar la historia, pero dependerá de la respuesta del público a esta quinta entrega…
El uruguayo con doble nacionalidad, Nacho Alvarez, debuta luego de dos cortos interesantes («Renuncio» y «CCCP»), en el terreno del largometraje con una ambiciosa comedia musical basada en las canciones de Raffaella Carrá. «Explota, explota», sin embargo, opera prima del novel realizador, no debe verse solamente como «un grandes éxitos de la popular intérprete italiana» sino como una divertida propuesta, ambientada en los luminosos 70′ que espera ser descubierta para ofrecerse como opción para quienes esperan algo original en nuestra cartelera. Lo primero que hay que decir es que el contexto en el que se narra la historia no es similar a los grandes hits de la taquilla en el género («Mamma mía», «Cats», etc), porque está ambientada en España, en épocas del franquismo. Digamos que el contexto es el texto y aquí todo lo que sucede, está enmarcado en ese clima de opresión y censura que el pueblo español ha sufrido en dicha década. María (Ingrid García Jonsson, carismática y destacada intérprete) es una chica que tiene como ambición, ser bailarina. Todo entonces comenzará cuando decide abandonar a su novio en el altar a momentos antes de casarse (en suelo italiano) y aborda un avión que la lleve a otro destino. En los primeros minutos ya tenemos una coreo fenomenal dentro de dicha nave y desde allí, no nos queda duda de cuál será el tono del relato. Nuestra protagonista llegará a TVE (televisión española estatal) en un momento complicado y para peor, se enamorará de un chico que, da la casualidad que es el hijo de alguien que ejerce la censura en dicho lugar. Hecho frecuente en los medios de comunicación según las directivas del dictador. Encontrar un equilibrio entre el arte y la censura, ya de por si es difícil, por lo cual la pareja tendrá cuestiones importantes para resolver y mantenerse a flote en un mar no tan sencillo para María. El amor entrará en conflicto pero… siempre contamos con la música para resolver las diferencias, ¿no? ¡Y qué OST señores! La banda de sonido (100% Raffaella, imaginen!) le imprime a esta comedia musical, ritmo y desenfreno. La estética y la dirección de arte instalan una colorida atmósfera que es aprovechada por Alvarez para entregarnos un muy buen film. Hay mucha precisión en los cuadros de baile y si bien la historia tiene sus desniveles, todo se compensa con éxito tras éxito (me quedo con «Fiesta», ¡decididamente!) para redondear una destacada propuesta. Dentro de las opciones de la cartelera, creo que el público adulto tiene una gran oportunidad para disfrutar de una sólido espectáculo. Es de lo más original que ví en el género (y eso que me encantó «En el barrio», otro gran exponente hace unos meses).
Como con la mayor parte de los tanques que están llegando a salas, se van comenzando a perfilar un escenario más natural que el de los últimos tiempos en términos cinematográficos. Ya un poco cansados del «cine en casa» que proveen los servicios de streaming, un poco de entretenimiento pochoclero y sin mayores aspiraciones en pantalla grande, es lo que gran parte de la audiencia quiere, y necesita. Y lo primero que hay que decir del regreso de Marvel Studios a la pantalla grande es que en ese sentido, se cumple el axioma que garantiza cierto nivel de espectáculo dentro de un entorno divertido, épico y con personajes ya instalados en el calor popular. Ahora si la pregunta es si me gustó «Black widow», creo que debo decirte que me parece que está un poco por debajo de la intensidad de los títulos de la saga, y parece más centrada en promover una despedida con cariño para la histórica vengadora, que en explorar en el oscuro pasado del perfil de la única mujer de la fase 3, que además no posee sin poderes especiales. Sí, hay un lanzamiento de otra estrella al universo de Marvel, la hermana de Natasha, Yelena (Florence Pugh) quien parece que cobrará protagonismo en la nueva fase planificada por el estudio. Pero en sí, la historia es de corte más familiar, en cierta medida hasta terrenal (sí, claro, no olvidemos la franquicia a la que pertenece, quiero decir en general) y podemos ver al único componente del clan «Avengers», que debe tomar ibuprofeno después de una dura pelea, cosa que no le sucede al resto de la banda, al parecer. La historia arranca en Ohio, en los noventa, donde una familia aparentemente normal, de un momento a otro tiene que abandonar su vivienda y su vida, ante la amenaza de un numeroso equipo S.H.I.E.L.D que viene a buscarlos. El padre de la familia, Alexei (David Harbour) y la mamá, Melina (Rachel Weisz) se muestran ante sus hijas en ese escape trepidante, como lo que son: espías soviéticos en territorio americano. Una vez que el grupo llega a Cuba, tomarán todos distintos caminos y a partir de allí, la trama se moverá hacia muchos años después, con Natasha (Scarlett Johansson) también de fugitiva, pero de las autoridades, por haber violado los acuerdos de Sokovia (¿recuerdan? esto es cronológicamente, después de «Captain America: Civil War»). Natasha se cruzará con su hermana de ficción (porque en realidad la operación de Ohio no se hizo con familia de sangre), Yelena (Pugh) quien ha descubierto que el general Dreykov (que conducía el proyecto de la creación de supersoldados años atrás, jugado por Ray Winstone), utiliza un suero para conducir la voluntad de todas las «viudas negras» entrenadas en un espacio llamado «The Red room». La hermana de Natasha ha conseguido el suero para detener ese dominio y liberar a las jóvenes mujeres que sirven a los propósitos del villano por lo que unirá fuerzas con ella para terminar con esos planes de dominación que amenazan volverse globales. Para esto, las chicas deberán sanar algunos temas (hay heridas emocionales aquí) y reestablecer la vinculación con su familia de adopción, con miras a destruir a Dreykov y que todas las mujeres capturadas y puestas a sus órdenes sean libres. El relato es bastante lineal y respira todas las convenciones de Marvel que ya conocemos hace muchos años. Hay buenas escenas de acción (aunque no demasiadas), guiños a los fans de los comics, respetable química en los protagonistas y un ritmo que no aburre. La dirección está a cargo de la alemana Cate Shortland («Lore», «Sommersault» y «Berlin Syndrome»), quien debuta en las grandes ligas con este título. Se nota que no logró imponer sus criterios de trabajo en forma plena y que ha tenido que respetar todas las convenciones de la franquicia, por lo cual, hay que ver como evoluciona su carrera de aquí en más. Los rubros técnicos, impecables (bueno, el CGI podría estar mejor) en general. El tema principal me mató (una versión nueva de «Smells like teen spirit», de Malia J, tremenda) y como ya deben saber a esta altura, hay escena post-crédito y más vale que vengan mirando las series de Marvel en Disney + porque quizás les de una pista de lo que vendrá. En síntesis, una peli para despedir bien a Natasha. No le suma demasiado al universo, pero es un interesante gesto de los productores para Scarlett, quien estuvo diez años en esta formidable máquina taquillera en que se ha transformado «Avengers». Ideal para retomar el hábito de volver a ver el cine, donde primero debe verse, en sala.
Kore-Eda Hirokazu es un director consagrado en Asia que desde su éxito en Cannes y su nominación al Oscar en 2018 con «Shoplifters», tenía el visto bueno de la industria para probarse en el cine occidental de primera línea. Condiciones, no le faltan, para tal desafío. Su visión de los entramados familiares y las dinámicas vinculares, son su tema y en «La verdad», desembarca con una propuesta similar y con tres actores que serían la envidia de cualquier cineasta: Catherine Denueve, Juliette Binoche y Ethan Hawke. Sin embargo, estos sobresalientes todoterreno, no parecen cómodos en este film de Hirokazu. Es cierto que la cinta es entretenida y tiene algunos momentos simpáticos, pero está lejos de lo que potencialmente podría ser, teniendo en cuenta los tres ases con los que cuenta el director. La historia es la de una aclamada actriz francesa, Fabianne, dos veces ganadora del premio Cesar (Denueve lo ganó… en 14 oportunidades en la vida real!), que está a punto de publicar sus memorias en este tiempo. Es una mujer vanidosa que entiende que ella es el centro del mundo, o debería serlo… Está a punto de lanzar sus memorias y esa publicación la entusiasma, si bien es cierto que tiene otros proyectos (rueda una película de bajo presupuesto), pero ese parece ser el más convocante para su ego. Es así que en su cómoda y lujosa mansión parisina, recibirá a su hija Lumir (Binoche) quien llegará con su pequeña hija y su marido Hank (Hawke), un actor de segunda línea que completa el colorido cuadro familiar. El corazón del film se estructura sobre la filosa relación entre Fabianne y Lumir, quienes tienen muchas cuentas que saldar de tiempos pasados (realmente, unas cuantas). Lo cierto es que en esa trama tejida con cierto esfuerzo por Hirokazu, todo parece un poco impostado, los diálogos pretenden un humor sutil pero no aciertan a veces con el tono y la cinta sólo se hace fuerte en los momentos críticos que se generan de las distintas perspectivas que tienen madre e hija sobre temas centrales en la vida… Hawke juega de un secundario con pocas luces y acompaña al dúo protagónico con oficio y experiencia, sin notas destacadas. La cadencia habitual del cineasta parece no funcionar demasiado en la relación Denueve-Binoche pero la calidad de las intérpretes alcanza para sostener el relato a flote a lo largo de toda la extensión del film. Podemos decir que «La verdad» es un film elegante, con notas sutiles de drama familiar, quizás un poco desparejo y que nos hace pensar que al prestigioso Hirokazu todavía le falta para mostrarse sólido en un escenario distinto a los que domina en su geografía.
Luego de los 145 minutos de proyección, me levanté de la sala con sensaciones encontradas. Por un lado, estaba feliz con el hecho de que han vuelto las proyecciones a sala al AMBA y que los tanques empiecen a llegar, y por el otro, decepcionado por el nuevo episodio de una de las sagas más populares de los últimos años. Sería un lugar común «caerle» a una franquicia que entrega su noveno capítulo. ¿Cuántas ideas nuevas hay para innovar y mantener el interés a esta altura cuando pasaron más de 20 años desde su inicio? Una, claramente ha sido planteada por los productores y es potenciar la espectacularidad. Ir más allá de lo convencional e impactar a la audiencia con un relato, absolutamente irreal, rozando el espíritu «Bond» en todo sentido, con la idea de mantener el interés y alimentar las ansias de fans y simpatizantes de «FF» en todo el mundo. La segunda, apostar a reforzar el sentido de familia que es símbolo de la saga todo el tiempo, esta vez, desde la reconstrucción de un pasado que no conocíamos, el de Dominic Toretto. Justin Lin, el hombre detrás de las cámaras, conoce bien cómo hacer que la pochoclera trabaje en los cines. Sus películas superan los dos billones de dólares de recaudación total y su sello es la espectacularidad con la que filma, hecho que lo ha posicionado como uno de los realizadores top en el género acción y aventuras. Aquí, se encarga de que la historia (que el escribió junto a Daniel Casey) fluya, sin mayores preocupaciones desde lo interpretativo, y con el foco puesto en que algunas escenas sean recordadas por su estridencia y locura. Arriesgo, que no más de eso. La historia arranca a fines de los ochenta, donde en una importante carrera, vemos a Dominic y Jakob (John Cena), hermanos, presenciar la muerte de su padre en una competencia plagada de adrenalina. La situación que motivó la escena, genera un principio de disputa en ámbos y uno de ellos incluso, termina en prisión. La cinta volverá con flashbacks a este tramo a lo largo de varios momentos para retomar algunos sucesos que explican la difícil vinculación en esta familia luego del incidente. En tanto, Toretto vive con Letty (Michelle Rodríguez) y su hijo Brian, en un paraje alejado de la civilización. Pero su tranquilidad durará poco. Los chicos (y chica) de su equipo llegarán con noticias sobre la desaparición del jefe del servicio secreto que los protegía y financiaba (el Señor Nadie, ¿recuerdan a Kurt Russell?) y reinstalarán el desafío para averiguar que sucedió y saber a ciencia cierta el riesgo que correrían en el presente. A partir de allí, el grupo irá a una selva en América Central donde entre los restos del avión que transportaba al Mr. Nobody, encontrarán una dispositivo que puede aportar valiosa información. Pero, aparecerá Jakob en el terreno y luego de una trepidante persecución se quedará con el mismo, desatando una conjetura fuerte: tiene una alianza con Cipher (Charlize Theron) y el mundo, debería preocuparse a corto plazo. ¿La razón? Si logra ensamblarse correctamente, Ares (así se llama el programa), podría dominar cualquier computadora en la tierra. Y desatar guerras nucleares… por ejemplo. El team Toretto se reorganizará y tratará de combatir esa amenaza con todo lo que ya sabemos posee. Una de las novedades destacadas, es sin dudas (al menos de las que podemos contar sin spoilear aquí), el regreso de Jordana Brewster a su rol de Mía, hermana de Dominic y algunas escenas realmente, fuera de lo común. Sin contar el regreso de Han (Sung Kang), del que prefiero no opinar. Ya la saga había tenido cuadros que los productores de «007» y «Mission Impossible» envidiarían. Bueno, aquí habrá material para disfrute de los fans y una admirable disposición técnica para afrontar ideas de gran calibre. Desde el punto de vista actoral, nada es demasiado destacable excepto algún contrapunto cómico entre Tyrese Gibson y Ludacris que le aportan color. Quizás la carencia mayor sea lo desdibujado que son los villanos de la historia. Tanto Theron como Cena, aportan poco y me atrevo a decir que tampoco son de relieve para la historia. Tan sólo ofrecen posicionamiento y flaca rivalidad. Cero tensión. Ya he hablado de Vin Diesel en ocasiones anteriores y nada ha cambiado mi opinión sobre sus condiciones. Sigue exactamente igual siendo que en esta saga, ofrece sus mejores actuaciones… Considero que «Fast & Furious 9» es una película honesta, exagerada y ruidosa. No ofrece altos puntos de interés fuera de la espectacularidad visual (y eso, coincidimos, no es poco) pero se presenta como una alternativa movilizante a la hora de invitar a la gente a retornar a los cines en este tiempo. Los fans la amarán, mis colegas manifestarán (probablemente) que es de las más flojas de la franquicia… Y todo seguirá igual. Ya llegaron al espacio, ¿qué más podría pedirse en la décima entrega?
Nuevo trabajo de Alejandra Marino que puede verse a partir de hoy en salas porteñas. La directora rosarina ya ha mostrado su capacidad en «El sexo de las madres» (2012) y «Hacer la vida», estrenada el año pasado en plena pandemia vía CineAr y vuelve a la pantalla grande con un relato sobre trata de personas y búsquedas desesperadas. Carla (Paula Carruega) ha dejado la fiscalía donde oficiaba de psiquiatra y perito. Está separada de Gustavo (Joaquín Ferrucci) y vive un tremendo hecho traumático en su vida: en un arenero, su hijo fue secuestrado hace un tiempo y aún no hay datos sobre su desaparición. La cruda circunstancia ha llevado a su pareja a una encerrona difícil. Sin embargo, la foto de una niña perdida en un escenario similar, abre la oportunidad de unir fuerzas e intentar desentrañar la verdad detrás de esta cortina de indiferencia judicial y policial. Llegarán entonces a una casona de las afueras donde Inés (Ana Celentano), la mamá de la nena perdida, les ofrecerá apoyo para seguir la búsqueda. Sí, ella vive con su esposo, Horacio (Manuel Callau) y su situación no es precisamente normal. Está fuertemente medicada y su angustia la supera. En ese contexto, la aparición de una vidente con información valiosa, puede suponer encontrar la solución de los dos casos: Carla está convencida que la respuesta podría desbaratar una gran operación de trata. La trama fluctúa entre el thriller de suspenso y el drama familiar. Se percibe una intención de utilizar los modestos recursos técnicos para potenciar un clima íntimo que funciona de manera dispar. Los trabajos de Celentano y Callau son sólidos y ofrecen el valor de una experiencia necesaria para este tipo de realizaciones, al igual que Victoria Carreras como la clarividente que hará un aporte central para desentrañar el misterio. Sin embargo, otros roles no cumplen con la intensidad requerida para una propuesta tan emocional. Si bien la cinta transita por lugares comunes al cine nacional, Marino ofrece una actitud de compromiso social importante, haciendo de vocera a su protagonista y poniendo en relieve un tema doloroso para la sociedad: el tráfico de personas y la indiferencia (o complicidad) de las autoridades para resolver los justos reclamos de la gente. «Ojos de arena» es un trabajo que consolida la edificación de un perfil de cineasta personal necesario para nuestra escena local. Puede verse desde hoy en el complejo INCAA Gaumont y en los Showcase Norte y Haedo.
La verdad, me tomó por sorpresa. Con toda esta cuestión de no ir al cine por las restricciones, ver «In the heights» en pantalla grande, es movilizante. No sólo por la felicidad que emana de poder recuperar esa posibilidad, sino de ver cómo el cine, mantiene intacto su poder para conmover y canalizar emociones. A lo largo de sus 143 minutos, no podés (literalmente) despegar los ojos de la pantalla. No es que «En el barrio» sea una obra maestra,… No, no lo creo. Sí me parece que es una explosión de baile, color, gracia y encanto como pocas veces hemos visto en musicales cinematográficos. Seguramente es una percepción agigantada por la falta de exponentes fuertes desde 2020 para acá. Lo se. Pero eso no niega lo que este trabajo del laborioso Jon M. Chu («Crazy Rich Asians») provoca en la audiencia. Claro, todo está fundado en la experiencia previa generada por «Hamilton», de Lin Manuel Mirada, hacedor de éxitos en el género quien aquí oficia de escritor y hasta incluso, se permite una pequeña participación para dejar contentos a sus fans. Les contamos que «In the heights» es una adaptación de la obra de dicho autor junto a Quiara Alegría Hudes que desde 2008 se exhibe con gran éxito en Broadway. Fue multi-nominada a los Tony y hasta compitió por el Pulitzer en la categoría drama en 2009. Su adaptación, sin dudas, era un gran desafío dado que el público del cine no siempre apoya estas versiones («Cats», «Annie», «Rent», etc), amén de su calidad (las nombradas comparten ser de lo más flojo en este rubro). Sin embargo, Chu es un hombre que entiende bastante del tema y quizás era de los más competentes directores para tal desafío. Su experiencia en manejo de grandes elencos y jóvenes actores y su potente lenguaje visual, serían a priori el mejor escenario para una realización de este calibre. La apuesta, era arriesgada. Y a juzgar por los resultados obtenidos, tuvo resultado satisfactorio Esta es la historia de un grupo de jóvenes (y algún adulto por ahí), latinos y de clase media-baja (o un poquito menos) que tienen aspiraciones de progreso y se enfrentan a una problemática común para los extranjeros: la discriminación, la precarización laboral y la falta de horizontes de crecimiento financieros para su raza. Pero tienen ansias de pelearle a la vida y tratar de crecer, a todo nivel. La trama central, por así decirlo (porque hay muchos coprotagonistas), hace eje en Usnavi (Anthony Ramos), quien es un pibe que atiende una tienda común y que está enamoradísimo de Vanessa (Melisa Barrera). Los dos tienen la intención de cumplir sueños muy preciados (uno, volver a Dominicana a abrir un bar en la playa; ella, tener su local como diseñadora de moda y accesorios) y junto a ellos encontramos una tropa de chicos y chicas buenos, sanos y con hambre de progreso. Viven un suburbio y sus días pasan entre bailes, canciones, proyectos y problemas, como todos. Eso sí, las escenas se suceden con cuadros musicales sin pausa, veloces, energéticos y excelentemente coreografiados. «En el barrio» además abre una línea de discusión acerca de cómo los inmigrantes latinos vienen reclamando derechos como ciudadanos norteamericanos sin éxito hace tiempo. Se nota una preocupación no sólo en poner en relieve el calor de la herencia de América Central (especialmente Dominicana y Puerto Rico, aunque al final aparezcan muchas más banderas) sino también la preocupación por la plena integración racial. Hay un grupo de secundarios interesante (Jimmy Smits y Olga Merediz), un relato movido y amistoso que invita a la audiencia a disfrutar cada minuto en sala. Los rubros técnicos son sólidos y la calidad de los bailarines e intérpretes, destacada. Muchas veces hablamos del poder reparador del cine y creo que «In the heights» es una excelente alternativa para «desconectar» con lo difícil del escenario que transitamos y relajarnos disfrutando una gran película. Quizás no sea del paladar de todos y todas, pero hay que reconocerle que ofrece buen entretenimiento, un bálsamo en estos días. La mejor alternativa para este frío finde, seguro.
Finalmente, una de las demoradas pelis del 2020 (estaba programado su estreno para setiembre del año pasado) llegó a salas y en USA, al sistema HBO Max. Es cierto que el universo de «The Conjuring» ya viene siendo sobredimensionado (sumamos unas siete previas contando films como «Annabelle» y demás) y volver siempre a las fuentes, permite un poco recuperar el eje y la tradición que impulsó la propuesta. Más, teniendo en cuenta que los últimos trabajos en este sentido («The Nune», «The Curse of La Llorona» y la tercera entrega de la mini saga de la muñeca siniestra), no estuvieron a la altura de los dos primeros capítulos de la historia núcleo que planteó James Wan en su momento. Esto es interesante porque cuando vemos «The Conjuring 3» reafirmamos que la diferencia del resto de las propuestas de su mundo: posee una gran pareja protagónica que puede defender el destino de la historia. Vera Farmiga y Patrick Wilson poseen una química tremenda, para corporizar a un matrimonio único en la historia de las posesiones diabólicas. Podemos tener un guión endeble, una dirección discreta (Michael Chaves está a años luz hoy de Wan en la dirección) y una trama predecible, pero sostiene el visionado la ternura y complicidad de esta pareja en cámara. ¿Por qué sucede esto? Podemos pensar que ellos han logrado cierta familiaridad con el espectador que acompaña la tarea que este dúo propone. En cada diálogo, sentimos que Lorraine y Ed Warren no son seres exentos de miedos e inseguridades, ellos enfrentan al demonio con lo que tienen. Y a veces, eso no alcanza, se ve. Para quienes no lo saben aún, las historias detrás de «The Conjuring» están basadas en la trayectoria de los protagonistas reales, quienes realizaron trabajos de exorcismo y erradicación de demonios, por muchos años allá por los setenta. Aquí tenemos la historia de Arne (Ruari O’Connor) y Julian (David Glatzel), hermanos y miembros de una familia que pide ayuda a los Warren. Ellos llegan a su hogar porque el más pequeño está poseído, pero luego de una fuerte escena inicial, la cosa se complica: el demonio que estaba en Julian, se trasfiere a Arne y esto sucede sin que los intervinientes lo noten, en principio. La trama se complica cuando Arne comete un crimen, va a prisión y ahí sí ya los Warren junto con el sacerdote local comienzan a ver qué sucede con el joven y descubren una serie de sucesos donde se puede percibir una mano oscura de alguien que invoca a los demonios… La cinta es predecible, para mi gusto con una pobre edición visual, que hace agua especialmente al instalar gran parte de las escenas en lugares demasiado oscuros, innecesariamente. Chaves no es amigo de las sutilezas y le cuesta encontrar el camino para que el relato fluya naturalmente. Se extraño mucho (pero mucho) a James Wan aunque como ya dijimos, nos caen muy bien Farmiga y Wilson y eso saca el film a flote, con lo justo. «The Conjuring 3» es una película que podría ser mejor, pero por lo menos, se diferencia de los pasos erráticos de su mundillo cinematográfico, en el carisma de la pareja central de la saga. Para los fans, podemos decir que se deja ver, es lineal pero hace su aporte para mantener la franquicia viva.
Hay que reconocer que se extrañan los thrillers oscuros y profundos en la pantalla grande. Ultimamente estallan en los sistemas de streaming series de crímenes sin resolver, tramas macabras, policías atribulados y asesinos metódicos. La temática es un género muy transitado por lo episódico pero no abundan los relatos negros como en otras épocas. Y no es que todo tiempo pasado sea mejor, desde ya que no… La llegada entonces de «The little things» proponía una oferta interesante para estos tiempos, especialmente porque el trío de protagónicos ya ha demostrado su valor en numerosas oportunidades. A saber, nada menos que Denzel Washington, Rami Malek y Jared Leto. Tres estrellas que funcionan en estos «Pequeños secretos» como un triángulo que intenta retroalimentarse todo el tiempo, con dispar suerte. Rami Malek y Denzel Washington son dos policías muy distintos... o no? Escrita y dirigida por John Lee Hancock, ésta no es una película para estómagos débiles. Si bien no alcanza los niveles dramáticos de los films que la inspiraron («Seven», «Zodiac», por nombrar algunos), intenta presentar una historia con alguna vuelta de tuerca, disfrazada de fábula moral, sobre un frío asesino que viene descontrolando la ciudad. La historia presenta a Joe Deacon (Washington), un sheriff pueblerino que es enviado a Los Angeles para recolectar evidencias de un caso. A su llegada, entenderá rápidamente que hay un asesino en serie en la ciudad y eso despertará en él, emociones mezcladas. El detective encargado de llevar adelante la investigación será Jim Baxter (Malek), policía de oficio con mucho futuro pero con poca experiencia en situaciones tan complejas. La cuestión es que los crímenes comenzarán a sucederse y este equipo de distintos, deberá aunar criterios para dar con el responsable, antes de que su escalada violenta se vuelva incontrolable. Mas temprano que tarde, Deacon dará con un sospechoso singular, Albert Sparma (Leto) quien como ya podrán suponer, es dueño de un cinismo especial que obligará a los oficiales a poner todo su ingenio para determinar si es… o se hace (el asesino, digo). El problema principal del guión es que Hancock no logra plasmar sus buenas intenciones en diálogos que valgan la pena. Hay un juego que pretende ser cadencioso para la narración pero extrañamente con tamaños actores, las escenas lucen frías a todas luces. Los encuentros de los hombres de la ley con Sparma, no tienen intensidad ni misterio. Malek luce perdido todo el tiempo y sólo el oficio de Washington sostiene el interés por el recorrido. Leto tiene menos minutos y se las ingenia para mostrar una cara feroz y simpática (más o menos dentro de su registro habitual), pero lo más extraño es que en este triángulo no hay tensión. Apenas, algunas notas correctas dentro de una melodía que suena más que discreta. «The little things» es un film que promedia por debajo de lo esperado. Tiene un inicio prometedor, pero a medida que la trama avanza, el ritmo se va desdibujando hasta cerrar de manera poco imaginativa. No siempre, la calidad de los intérpretes garantiza un producto acorde a dicha condición, y quizás esta película sea el ejemplo perfecto para graficarlo.
La verdad es que tenía mucha curiosidad por conocer la versión del clásico infantil, «Pinocho», que había rodado Matteo Garrone en 2019. El cineasta que se hiciera conocido por «Gomorra», prometía que su mirada de la historia sería oscura, moral y sobre todo, muy potente. Y así fue. Debo decir primero, que esta no es una historia para chicos. Es decir, quizás si, pero no al estilo Disney tradicional para la familia. Aquí tenemos una profunda fábula moral donde se despliegan muchos escenarios que ya conocemos y que se desdibujan frente a un recuerdo que contrastará con lo que esta versión presenta. Es más, el guión es bastante fiel y la adaptación, si bien desde los diálogos es convencional, lo cierto es que visualmente, abruma. El detalle de los mundos que atravesará Pinocho es meticuloso y tiene un trabajo de arte muy destacado (de hecho, tiene dos nominaciones al Oscar de este año). En términos dramáticos, la actuación de Roberto Benigni (el multipremiado intérprete), es destacable y también alcanza mucha intensidad el Pinocho jugado por Federico Ielapi. El resto del cast acompaña con oficio y ofrecen tonos acertados en la narración. Sin anticipar demasiado, podemos decir que «Pinocho» es una de las versiones más fuertes y oscuras de su longeva historia cinematográfica. Sorprende y conmueve la forma de narrar de Garrone, en la que combina ternura y sufrimiento en iguales dosis. Su perspectiva es aguda y recuerda, lejanamente, a los ambientes fantásticos que genera Guillermo del Toro, en sus relatos. Recomendada. Un viaje fantástico que te sorprenderá.