Recientemente galardonada en el FIDBA el filme que documenta el impeachment que destituyó a Dilma Rousseff es un titánico film de visión imprescindible para comprender los avances de la derecha extrema en la región. María Augusta Ramos posa su cámara en lugares claves, a la vez que resemantiza materiales televisivos que a la distancia sirven para comprender lo incomprensible. Potente y necesaria.
En un momento en donde la mujer toma cada vez más fuerza y el movimiento por la igualdad de géneros es notorio, este film demuestra que a pesar de los esfuerzos nada ha cambiado mucho. Una mujer deberá luchar contra sus propios fantasmas y miedos mientras se convierte en el objeto de deseo de un grupo que la quiere posicionar como lider en una empresa. Emmanuelle Davos solvente como la número uno.
Para aquellos ajenos al mundo de los youtubers y redes sociales, un creepypasta, es nada más ni nada menos que un video de youtube que recupera historias, leyendas urbanas, mitos, en forma de video y que intentan asustar a aquellos que lo ven. “Slenderman” ha sido una de las creepypastas más exitosas de los últimos tiempos, imponiéndose entre las preferidas de los jóvenes que pasan horas y horas mirando videos de corta duración en la plataforma por excelencia para ver videos. Ni lerdos, ni perezosos, los estudios de Hollywood, han estado atentos a la información que circula por la web, sabiendo que si se traduce uno de esos fenómenos en película, el resultado en la taquilla sería asombroso. En “Slenderman” no hay ni más ni menos que eso, la proliferación de información ya circulada con anterioridad sobre este “hombre esbelto” que acecha a quienes osan invocarlo pensando que sólo es un inocente juego. En esta oportunidad cuatro amigas, en una noche más de rutina entre copas, revelación de verdades y aspiraciones, se animan a ver el video que supuestamente abriría las puertas del universo del Slenderman. La leyenda indica que si este sujeto las atrapa no podrán volver a la vida nunca más, y en el caso que logren escapar de sus garras, nunca volverán a ser como antes ya que el solo contacto con él es para nunca más volver a recuperar su “ser”. Narrada con mucho de los artificios utilizados por los creepypasta (cámara en mano, ritmo vertiginoso, dinamismo en las tomas, planos circulares, primeros planos) y con la clara convicción de responder al nicho al que se dirige, “Slenderman” es un interesante ejercicio de género que responde a convicciones necesarias para cumplir con su verosímil. Curiosamente, en la elección del cast protagónico, además hay cierta reminiscencia a clásicos como “Jóvenes Brujas”, una película que en los años noventa, del siglo pasado, estableció leyes para un sinfín de otras propuestas que anclan en posesiones y brujerías su sentido. Para reforzar aún más su propuesta, la clara decisión de sumar en el casting a Joey King (“El Conjuro”) y Annalise Basso (“Ouija, el origen del mal”, “Oculus”) reafirman su interés por no sólo aprovechar el fenómeno que inspira el relato, sino que, además, hacerlo en un contexto de claro apoyo y respeto al género. Más allá de su linealidad y simpleza, y de la búsqueda de algunos efectos de guion para generar susto en el espectador, “Slenderman” cumple con su afán de presentarse como una teen horror movie sin pretensiones, y desde allí desarrollar narrativamente el creepypasta que eligió como motor de su progresión dramática. Aquellos que esperen LA película de género del año, pueden seguir esperando, mientras que aquellos que decidan encontrar un relato fresco, inspirado en un fenómeno que ha trascendido youtube, saldrán con la convicción de las salas de haber estado frente a un producto honesto que no reniega de sus falencias, pero que prefiere potenciar su narración desde el lugar que la pantalla le otorga.
Nuevos mundos De tanto en tanto el cine animado vuelve a visitar al mito del Yeti, ese imaginario ser blanco y peludo que se cree que habita en las altas cumbres montañosas entre el frío y la nieve en solitario, capaz de contener su gigantesca furia y fuerza. Pie pequeño (Small Foot, 2018) es la puesta al día de ese relato, en esta oportunidad contando, a manera de comedia musical, y centrado en un yeti muy amigable llamado Migo, que se verá envuelto en un encuentro cercano del tercer tipo con Percy, un youtuber que desea un espaldarazo a su alicaída fama de likes. Cuando el encuentro entre ambos se suceda, aquellas mentiras con las que el guardián de las piedras intentó evitar la interacción entre yetis y humanos, se construirá una dinámica narrativa que reposa su origen en la confusión y la revelación como impulsor de la historia, apelando a arquetipos y situaciones conocidas para así fundamentar sus conflictos. Pie pequeño está dividida en dos fases bien diferenciadas, mientras en una primera etapa del relato se busca presentar a Migo y sus compañeros, otra intenta conectar a éstos con Percy y el mundo humano, un universo que en principio se mostrará completamente a la defensiva y hostil, para luego ir cediendo a medida que la interacción y posibilidades de Percy de explotar el fenómeno avancen. Basada en la historia de Sergio Pablos, la mente que creó Mi villano favorito (Despicable me, 2010) y los Minions (2015), el guionista y realizador Karey Kirkpatrick, logra transmitir el espíritu original del cuento, con sus contrastes e hitos, prefiriendo en la sencillez y linealidad de la progresión dramática reforzar conceptos claves como el trabajo en equipo y la amistad como vectores de la vida (de los yetis y humana). La animación, tradicional, responde a los canones de las últimas realizaciones del estudio, sumando esfuerzos, y también trazos, con Sony Animation, quien en el último tiempo se ha destacado con producciones como Lluvia de hamburguesas (Cloudy with a Chance of Meatballs, 2009) por la calidad de los dibujos. En la conjunción entre ambos productores y la multiplicación de referencias a la cultura popular, como así también en la incorporación de guiños asociados a la multiplicación de la exposición a las redes sociales, la historia encuentra un punto de equilibrio para capturar la atención de los espectadores. Cuando Pie pequeño busca ser pedagógica, o moralizar su cuento, pierde encanto y humor, algo que caracteriza este tipo de propuestas, que en muchas ocasiones en la originalidad con la que se presentan, contiene elementos claves que permanecen consolidando las ideas centrales que lo impulsan. En cambio cuando Pie Pequeño se deja seducir por la música y la revelación de detalles de ambos mundos, el relato logra mantener en vilo, con los descubrimientos que cada uno va haciendo sobre el otro, ofreciendo además una mirada honesta sobre el mundo de las redes sociales, la sociedad capitalista, y el consumo en general.
Perdida en la frontera Anclada en el subgénero que profundiza en problemáticas relacionadas con el narcotráfico, y en particular, en ese reducido grupo de películas que toman la frontera con su universo, Sangre blanca (2018) de Bárbara Sarasola-Day (Deshora), es un logrado exponente local que avanza a paso firme desentrañando las redes que esconden y sostienen el tráfico de drogas. Martina (Eva de Dominicci) es una joven mochilera que decide asumir un riesgo, el transformarse con su compañero en mula para obtener dinero rápido y así continuar con su periplo por diferentes lugares de la región. Aquello que comienza como un desafío se transforma rápidamente en otra cosa y ante la inevitable realidad de algo que sale mal, y el tener que asumir una posición frente a los hechos, acude a su padre (Alejandro Awada), un hombre con el que no mantiene relación alguna. A partir de ese momento, de ese llamado telefónico desesperado, Bárbara Sarasola-Day transita la delgada línea que separa la realidad con la ficción, brindándole al espectador un registro cinematográfico vívido, urgente, rústico, que potencia los indicios de una trama simple pero que permite el lucimiento de sus protagonistas con una cámara nerviosa, que acompaña cada uno de los movimientos y decisiones de Martina. Difiriendo con la imagen que oportunamente ofrece desde su exposición mediática y en redes sociales, Eva de Dominicci sorprende con una composición lograda, que acierta en aquellos momentos en los que la vulnerabilidad invaden la interpretación, y suma aún más cuando la pesquisa comienza a definir el tipo de relación entre los personajes. La directora se despega de un relato estereotipado buceando en las miserias de los protagonistas para comenzar a hablar ya no del narcotráfico, su desencadenante y las necesidades que llevan al mismo (sin juzgar nunca los roles, o la veracidad de los hechos), sino que desarrolla vínculos, redes de contención momentánea, de la familia, del amor, y también de vínculos sanguíneos sin afectos. En la confusión de ir construyendo pequeñas viñetas con una dramaturgia que prefiere la tragedia para desarrollarse en el género, y que escoge deliberadamente, exponer a Eva de Dominicci como protagonista absoluta, Sangre blanca potencia atmósferas y climas. La tensión de escenas casi sin diálogos, se multiplica cuando el naturalismo construido choca con algunos giros de guion que responden al género, pero que aun así escapan de lo reiterativo en el cine nacional, ofreciendo impacto desde cuadros construidos a sapiencia y planos que escudriñan a los protagonistas para potenciar las emociones. En manos de otro realizador Sangre blanca podría haber caído en el lugar común sobre chica de clase media que busca acción a partir de una situación extraordinaria, plagando de clichés el relato, pero por suerte bajo la mirada de Bárbara Sarasola-Day hay un interés por contar otra cosa, la imposibilidad de predeterminar los actos, sus consecuencias y las decisiones que deben tomarse para salir ilesos, o no, del propio laberinto en el que nos encontramos.
Tras lo no dicho La segunda película del realizador Nadir Medina (El espacio entre los dos, 2012), Instrucciones para flotar un muerto (2018) es una profunda reflexión sobre los vínculos y sus tensiones a partir de aquello que se omite, o se prefiere obviar, y sobre cómo la dilatación de lo no dicho impacta directamente en ellos. Una mujer que regresa a Argentina después de mucho tiempo (Jazmín Stuart), un que hombre debe recibirla en el aeropuerto pero que prefiere no hacerlo (Santiago San Paulo), y en el medio de ellos una ausencia que agobia, opresiva, que apela a un relacionamiento distante y sin la intensidad de otros tiempos. En esa vuelta, Jesi busca explicaciones sobre aquel o aquello que no está, parte de sí misma que en su ausencia dejó de existir, pero también intentará averiguar sobre el propio tiempo que se ausentó y sobre la manera más adecuada de acercarse a Pablo, desconociendo que la tensión latente entre ellos guiará su estadía. En la constante tensión que se construye, hay una capa de sentido que impregna toda la narración, y que salpica a los personajes, buceando en la naturaleza de ambos, y en las profundas y dolorosas transformaciones que atravesaron claves para acompañarlos en su dolor. En este punto está la clave de la generación del impulso y el tempo del relato y de la historia. Si Medina en su anterior propuesta proponía una mirada mucho más lúdica relacionada a buscar un estilo naturalista y con poco margen para la estructuración, en Instrucciones para flotar un muerto avanza con su cámara e historia con sólida madurez, prefiriendo ubicar la acción en el centro de los dos protagonistas, el fuera de campo, y el espacio que por unos días los reunirá. A una cuidada producción, con una locación central que reúne y expulsa a Jesi y Pablo, con la revelación de una Córdoba urbana en la que se evitan lugares comunes, se le suma una intencionalidad manifiesta por que la cámara muestre mucho más allá que aquello que se encuadra. Así, la historia revela lentamente índices en la materialidad de los objetos, en pequeños gestos y momentos claves, en elecciones sobre qué tomar, o en escuchar mensajes viejos de contestadores automáticos, a los se le suman algunas secuencias oníricas, emparentadas con un realismo mágico en el que las instrucciones, las ausencias, y lo no dicho emerge de una manera visual atrapante, novedosa, disruptiva. Jazmín Stuart compone a esa mujer que regresa transformada y que se volverá a mutar, pero que insiste en saber detalles de una ausencia que incomoda y que la interpela de una manera única. Santiago San Paulo la acompaña con un peso específico único, y en la interacción entre ambos se configura un universo plagado de fantasmas, miedos, rencores y recuerdos sobre algo que no volverá a ser, nunca, como fue anteriormente. El guion busca efectivizar aquello que atraviesan, y, hábilmente, prepara el campo de batalla para que el choque que se espera, esa eclosión inevitable, para un lado o para otro, termine de acercar una distancia que a ambos les duele, los lastima y los convierte en aquello que no desean ser pero serán.
Hay un género televisivo que supo aprovechar el tiempo como impulsor narrativo a partir de “24”, en donde la conspiración y el engaño, además, servían para construir un relato apasionante y tenso. El ascetismo del guion, en donde priman la acción y las situaciones en las que la confusión predomina, construye una película aburrida y predecible a pesar de los denodados esfuerzos por parecer inteligente y contar con grandes actores en el elenco.
Inexplicable propuesta protagonizada por Diego Pérez, quien compone a un personaje que comienza a perder lo poco que tiene y decide, de alguna manera, revertir esa situación sin mucha suerte Filmada con un registro cuasi televisivo y con situaciones exageradas y trazo grueso, hay un dejo de improvisación que en vez de potenciar algunas escenas, las termina por hundir.
Tal vez la experiencia cinematográfica del 2018. Álvaro Brechner repasa el pasado de Uruguay para hablar de la resistencia, pasión y entereza de tres hombres confinados y su fuerza para mantenerse de pie en medio de su encierro. Una noche que se multiplicó por casi 4300 y que sirvió para demostrarles que nadie puede, a pesar de la situación de poder, quitar la esencia humana. Dura, reflexiva, poética. Un verdadero viaje del que nadie saldrá indiferente de la sala.
Entrañable propuesta que bucea en las rutinas de un hombre en un contexto conocido por el pero que comienza a transformarse. John Carrol Lynch le ofrece a Harry Dean Stanton su último papel, una épica historia de amistad, persistencia y lucha en medio de la búsqueda de sentido a la vida.