La mejor película del último BAFICI, Festival Internacional de Cine de Buenos Aires, según el jurado especializado, transita con habilidad entre el punto justo de ficción y realidad que tanto en el último tiempo se ha “fundido”. Adrián Orr nos trae la historia de un hombre cabeza de familia, que insiste con su pasión por la música, a pesar que eso no le da dinero y que su casa, y todo aquello relacionado a esta comienza a desmoronarse. A pesar de todo él continua con sus rimas imperfectas, con su improvisación contundente, la misma que le ha transmitido a uno de sus tres hijos, con quien mantiene, a diferencia de las demás, una conexión mítica. El “niñato” del título hace referencia al protagonista, en eso de que cada vez más se extiende la emancipación e injustamente, se explota por muy poco dinero a cualquiera que desea estar “dentro del sistema” Pero al “niñato” no le interesa sólo la música, le importan sus hijos y su mujer, con quienes diariamente se vincula, a pesar que cada vez le es más complicado dada la gran tarea que el grupo exige. Mientras avanza en el día a día, la música se presenta como válvula de escape a la rutina, pero también como posibilidad de hacer algo diferente y real, algo que lo distinga entre ese magma de vínculos y resquemores que afloran todo el tiempo. “Niñato” también habla de la crisis, de ese espacio en donde la economía (cada vez más violenta, por cierto) no da tregua, al contrario, aprieta cada vez más el cuello, y en donde no hay chance de poder progresar con el sistema capitalista salvaje que determina todo. Curiosamente “Niñato” dialoga con otra producción reciente española “Techo y Comida”, en la que esas dos palabra no conforman un mandamiento, al contrario, son los elementos que se reclaman para poder sobrevivir al canibalismo al que se exponen diariamente millones de personas. Volviendo a un concepto clave y esencial, el de la transformación de la lábil línea de documental y ficción en posibilidades expresivas, allí es en donde una propuesta como “Niñato” gana por frescura y por innovadora. Pero cuando los hilos de la documentación, comienzan a resemantizar un discurso muy de espíritu y diagnóstico de época, es cuando todo comienza a cerrar y tener mayor sentido que aquel que el director impone sobre su protagonista y su descendencia. Si “Niñato” funciona, es porque el registro, que borra por completo al autor, nunca se muestra artificial (a pesar de lo expuesto en el párrafo anterior), al contrario, intenta todo el tiempo conseguir frescura y naturalidad, para hablar de un presente oscuro en el que día a día millones de personas salen a pelear por su trozo de pan...
Tony Gatlif le da una vuelta al cine que en el último tiempo refleja la problemática de los refugiados, con la historia de la joven que da nombre al título y que a partir de la música y sus habilidades particulares para engañar y rebuscársela posibilita un cambio en aquellos que la conocen circunstancialmente. Mientras intenta conseguir una pieza para el barco de su tío, clave para salir del mal momento económico en el que se encuentra, Djam baila, canta, se enamora, se amiga, se pelea, engaña, roba, se arrepiente, corre, grita, y la cámara se enamora de ella, como nosotros, envolviéndola y describiendo cada una de sus acciones, sin juzgarla, pero empoderándola para que el relato avance.
El realizador Eric Lavaine reinventa la comedia romántica francesa con esta entretenida y dinámica propuesta en la que una mujer se verá encrucijada entre decisiones por tomar, y una de ellas la de elegir entre uno u otro amor para su vida. Juliette (Alexandra Lamy) de la nada, verá cómo dos hombres optarán por su mano, y no podrá saber con quién será más feliz en su vida. Ágil, entretenida, con muchos gags a partir de la confusión, y con un ritmo poco frecuente en el cine francés, “Dos amores en París” es uno de los estrenos destacados de la semana.
El loop temporal, que tan bien fue llevado al cine en “Hechizo del tiempo” y sus imitadoras, vuelve con un giro al llevar al extremo su propuesta en “Feliz día de tu muerte”, en donde una joven ve cómo es asesinada una y otra vez en su cumpleaños. Decidida a ir más allá, y descubrir a su asesino, la película, con ingenio, nos muestra cómo avanza y retrocede en su pesquisa, y en esos procesos, se afirma con humor, y con suspenso, como un producto ideal para los más jóvenes, pero también para aquellos que gustan de los films con guiños y nostalgia.
Este año no sólo la guerra entre Papi y Papito verá una secuela, sino también las madres rebeldes, marcando el retorno a la comedia de situaciones que toma la rutina y la cotidianeidad como punto de partida narrativo. A los dos padres, se les suman dos abuelos, con impecables actuaciones de John Lithgow y Mel Gibson en los roles estereotipados que les tocan, llevándolos más allá en esta guerra de identidades y personalidades. Divertidisima.
Con un logrado trabajo actoral por parte de los protagonistas, y una Emma Stone que cada día se afianza más como actriz, “La batalla de los sexos” no sólo propone un viaje a un momento clave en la lucha por asumir nuevos roles para las mujeres, sino también invita a una reflexión sobre la pasión por la profesión y el trabajo. En el derrotero de Billy Jean King (Stone) por imponerse en la sociedad como mujer y tenista, alejada de los ataques del misógino Bobby Riggs (Carey), comienza a descubrirse y a vislumbrar la posibilidad de que en su lucha, su voz, sea la voz de muchos. Dinámica, entretenida, predecible, pero efectiva.
Cuestión de pelo La última vez que el cine visitó el mito de Piegrande fue a finales de los ochenta con la comedia Piegrande y los Henderson (Harry and the Henderson, 1987), protagonizada por John Lithgow, película que además se alzó con el Oscar de peinado y maquillaje. La parodia fue la clave para comprender la llegada de esa especie de Yeti al seno de una familia tradicional y el choque entre culturas y costumbres, algo que también fue trasladado a la adaptación televisiva del producto. En El hijo de Piegrande (Bigfoot Junior/The Son of Bigfoot, 2017) coproducción Franco/Belga, dirigida por Ben Stassen y Jeremy Degruson, el acercamiento es otro: es una oportunidad para aggiornar temas urgentes como el bullying y otros tópicos relacionados a la familia y el amor filial para entretener a los más pequeños. Adam es un niño cuya rutina en la escuela se ve afectada por el maltrato y acoso constante que recibe del bravucón de turno y su grupo de influenciados secuaces. A pesar de mostrarse comprensivo e intentar dialogar con ellos, las maldades no se detienen: van de esconderle materiales de estudio, utilizar su mochila como pelota de básquet, o pegarle chicles en el cabello. Al regresar a su casa, y para despegar la goma de mascar adherida, decide cortar su cabellera por completo. Cuando despierta al día siguiente, su cabello se ve más largo aún que el día anterior, sin comprender lo que pasa, utiliza un viejo gorro perteneciente a su padre, quien desapareció tras ser perseguido en una expedición en la selva cuando era pequeño. Por otro lado, el villano dueño de una empresa llamada HairCo, especializada en desarrollos científicos para curar la calvicie, detecta en Adam la posibilidad de avanzar en su negocio, como así también, en descubrir el vínculo que éste tiene con la leyenda de Piegrande (y no sólo por los pies). Dinámica y entretenida, el guion hace hincapié en la personalidad despierta e indagadora del protagonista, a la vez que lo enfrenta con obstáculos y villanos en dos planos (infantil y adulto) a medida que descubre su verdadera identidad e historia. El ingenio puesto en el plot, imaginado por Bob Barlen y Cal Brunker (Locos por las nueces 2), permite que la tensión entre la búsqueda de Adam y los cambios en su anatomía, puedan construir un relato sólido en todos los planos. La lograda animación, como así también la utilización del CGI para producir escenarios casi reales, otorgan otro punto a favor para El hijo de Piegrande, película que además ofrece, con un mensaje positivo, una mirada diferente a la problemática del bullying, la identidad, las diferencias y, principalmente, la vida en familia.
El realizador Manuel Abramovich explora el después de Fabio Cavobiano y su familia. Acompaña y es acompañado y en un doble juego de poder otorga y quita la función de realizador al objeto que analiza. Fabio se pasea por el mundo y confronta a Manuel y entre ambos terminan configurando un filme incómodo, pero que a la vez reflexiona sobre la familia, los vínculos y las decisiones externas.
Si Hannah Arendt hubiese dirigido un film sobre su teoría de la “banalidad del mal” seguramente hubiese sido esta, en la que el ruso Andrei Konchalovsky propone una mirada, nueva, al holocausto, desde la perspectiva de aquellos colaboracionistas que hicieron con su “ayuda” todo aún peor. El blanco y negro refuerza el sentido áspero de los personajes principales, los que, además, direccionan la mirada y la narración, pero sin un protagonismo claro y absoluto. Hay imágenes desgarradoras, y claro, algún que otro golpe bajo, pero no se le puede reprochar nada al director, quien regresa, a lo grande, con esta obra.
Malicias turcas Muy pocas veces la cinematografía turca estrena producciones en las pantallas autóctonas, y mucho menos películas animadas oriundas de las tierras de Onur y Las mil y una noches. En esta oportunidad BAD CAT peleador, fiestero... y padre soltero y padre soltero (Kötü Kedi Şerafettin, 2016) hace la excepción, aunque rápidamente su origen termina por olvidarse al presentar su propuesta. BAD CAT peleador, fiestero... y padre soltero posee una extraña mixtura de Garfield con Fritz the Cat, dos exponentes antagónicos del comic mundial, pero en cuya raíz hay un gato como disparador de anécdotas y aventuras. En esta oportunidad, el felino que protagoniza la historia es Turro (Serafettin en el original), quien no sólo le hace honor al mote que le puso su dueño, sino que además se la pasa de juerga todo el día, prefiriendo la malavida para sus rutinas, sin darle explicación a nadie, hasta que, de un momento a otro, eso cambia. Un pequeño gato llega a su barrio, en donde Turro sería como una especie de líder, sin saber que se trata de un hijo no reconocido de éste, quien se acercará para pedirle más consejos que el amor paternal que necesita para su vida y que nunca le fue dado. Y mientras Turro se relaciona con su descendencia, el guion de Bülent Üstün, que adapta su propio comic), comenzará a desandar algunas historias paralelas, como la de la rata y la gaviota que quieren sacar provecho de los demás y seguir viviendo de “arriba”, o ese repartidor que se convierte en zombie por algunos misteriosos procedimientos y que enfrentará a Turro en más de una oportunidad. Apelando al humor soez, chistes y gags inspirados en jerga y, principalmente, en mal gusto, BAD CAT peleador, fiestero... y padre soltero omite respetar su espíritu libre inicial, para comenzar a caer en lugares comunes y estereotipos que lo alejan aún mucho más de ese intento de transgredir verbalmente y en acción a producciones animadas mucho más convencionales y efectivas (atención a la saga de Lego). Nada hay en la propuesta que permita realizar una lectura o reflexión, desde una posición diferente, del estado de la animación pensada específicamente para el público adulto, un terreno poco explorado por los grandes estudios, pero que posee un público ávido de historias y producciones, además del dinero necesario para explotar la taquilla y llevarse todo el merchandising. Allí donde BAD CAT peleador, fiestero... y padre soltero intenta imponerse como diferente, o pensada específicamente para un nicho potente y en crecimiento, termina por toparse con obstáculos imposibles de eludir que resienten la narración y que desdibujan su intento de concretar un humor adulto y descarado. A los pocos minutos de iniciada los realizadores Mehmet Kurtuluş y Ayşe Ünal, dejan bien en claro qué es lo que quisieron hacer, un producto popular, inspirado en un personaje consensuado por la mayoría como entretenido, pero que nunca puede salir del trazo grueso, lo obvio, y el insulto como estrategia para hacer algo con la historia. Allí donde Fritz the cat innovaba, o Garfield reforzaba la simpleza de su construcción estratégica para empatizar con los lectores, BAD CAT peleador, fiestero... y padre soltero no propone nada nuevo, no se arriesga, especula, y sólo quiere imponerse como una película rebelde, pero su tradicional recorrido por los conflictos que presenta sólo la posicionan como una animación más.