Ricki, o mejor dicho Linda, el personaje que Meryl Streep interpreta en “Ricki and the Flash: Entre la fama y la familia” (USA, 2015), no se debate entre los dos “bandos” que el subtítulo local anuncia, al contrario, ella ha decidido en determinado momento de su familia correrse del lugar tradicional y esperado en el que se encontraba para, de alguna manera, poder cumplir su sueño con la música. Y si bien en un pasado editó un disco, si DISCO, long play, como los de antes, nunca pudo alcanzar la fama que tanto anhelaba. Abandonando a su marido (Kevin Kline) y a sus hijos (Mary Willa "Mamie" Gummer, Sebastian Stan, Peter C. Demme), y tras varios años de no tener contacto con ellos, debe volver a visitarlos por el sorpresivo intento de suicidio de Julie (Gummer), quien fue abandonada por su reciente esposo. Pero volver para ella es también encontrarse con algo que hace tiempo que no sabe realmente como es, ni siquiera conoce la posible respuesta de su familia ante su presente alejado de ellos y tan con sabor a “nada” de ella. Porque Ricki sigue viviendo en su presente como en el pasado, enfundando su cuerpo con ropas de otra época, con su vieja e inalterable banda de covers, y tocando en un pequeño tugurio para un puñado de espectadores que arengan y celebran cada canción que toca. Y pese a que ha intentado aggiornarse, y de superar su rutinario trabajo como cajera de supermercado, en donde la dirige un joven que apenas supera los 20 años, Ricki al enfrentarse con la realidad de su hija, oscura, sombría, comienza a preguntarse sobre su accionar ante el resto del mundo. Diablo Cody le otorga al realizador Jonathan Demme la posibilidad de construir un profundo dramedy en el que la música es tan sólo la excusa para poder hablar de los roles en la sociedad actual y, principalmente, del lugar que le otorgamos a aquellos que de alguna manera deciden correrse de los esterotipos y rótulos que tanto apresan. “Ricki and the Flash…”, además, posibilita el acercamiento a la realidad de una norte américa diferente, porque en muy pocas ocasiones podemos ver cómo familias ensambladas se manejan, ni mucho menos, qué está pasando en la realidad de un Estados Unidos surcado por la depresión y crisis económica. Demme juega con el brillante guión y apela constantemente a la emoción para construir un sólido filme sobre vínculos humanos en la época en la que las redes sociales distancian en vez de unir. Meryl Streep es un camaleón, que además puede subirse a la montaña rusa de emociones que es su Ricki/Linda, logrando generar empatía con un personaje que bien podría expulsar al otro más que acercarlo. “Ricki and the Flash: Entre la fama y la familia” juega con la música, con los vínculos, con la épica familar en momentos decisivos, y además potencia su discurso con una cámara nerviosa, que se introduce en cada show de Ricki y los Flash para brindar una mirada reflexiva sobre la madurez de los vínculos y también la negación de estos.
Con pocos recursos, pero con muchas ganas de recuperar un estilo de cine retro que bucea en los orígenes del género para poder así potenciar una anécdota disparadora de una narración, “El lado peligroso del deseo”(USA, Chile, 2015), de Eli Roth, termina por cumplir con todas sus promesas que desde su sinopsis se anunciaban. Un ejemplar padre de familia (Keanu Reeves), arquitecto, se queda solo durante un fin de semana en su casa para poder terminar un trabajo. Mientras en medio de música vieja y alguna sustancia “inspiradora” escucha a lo lejos que alguien golpea varias veces a su puerta. Al acudir al llamado se encuentra con dos jóvenes (Lorenza Izzo, Ana de Armas), quienes, empapadas por la lluvia, solicitan la posibilidad de utilizar el teléfono para conseguir un taxi que las lleve al destino que debían acudir. Al principio Evan (Reeves) duda, pero tanto Genesis (Izzo) como Bel (de Armas) le inspiran confianza, por lo que por unos instantes se quiebra la duda y la posibilidad que ingresen al domicilio es un hecho. Pero de pronto todo se sale fuera de control, las jóvenes desaparecen dentro del domicilio y comienza una lucha entre Evan y ellas por tomar las riendas de los acontecimientos que inevitablemente llevan a que éste caiga en la tentación de compartir con ellas algo más que un llamado telefónico. Pero al otro día todo es peor, porque Genesis y Bel siguen allí, su familia lo busca, los vecinos se acercan, y todo el imaginario que rodea a Evan, sobre el honesto y amoroso padre de familia que es, sobre el sólido vínculo que ha logrado con su mujer (Ignacia Allamand), al parecer, se desmoronará por la tentación en la que cayó. Roth va dosificando la acción a través de la exploración del universo de Evan y su hogar, los objetos, los detalles de la casa, para luego sobre ese mismo planteo desencadenar la serie de eventos desafortunados que transformarán una noche de tentación en un presente de miedo y terror. La amenaza constante sobre Evan es trabajada con climas claustrofóbicos y atmósferas que prefieren prevalecer la tensión increscendo y se apoya para esto en el registro episódico de cada una de las situaciones en las que Evan se subyuga bajo el poder de las jóvenes. Es interesante también cómo a partir de la incorporación de la tecnología en la trama, y las redes sociales, el relato se dinamiza y además actualiza este discurso que bien podría haber sido parte de uno de los episodios. Pero más interesante aún es el tratamiento psicológico de cada uno de los tres perfiles enfrentados, que bucean en lo peor de las miserias humanas, de sus excesos, de los desbordes y los miedos, de las fantasías y, porque no, también de la libertad de algunos frente a los sesgos de otros. Eli Roth y el elenco se divierten con una película de género que no se toma en serio y que justamente eso es lo que termina generando disfrute y placer en el espectador.
Señora de Nadie Ella es sola. Ella es ella y su circunstancia. Ella y su presente. Ella y su soledad que la agobia. Ella y su música, sus bailes, sus distancias y sus miedos. Disfruta de cada baile como si fuera el último. Elige a sus compañeros con recelo, pero también sabiendo que no la molestarán luego. Hasta que llega Rodolfo y a "Gloria" (Chile, 2013) todo se le cambia y resignifica. Porque creyéndose dueña de sus sentimientos, Gloria (Paulina Gaitán), una mujer divorciada, con dos hijos, empleada, quien mantiene una rutina gris por el día e iluminada y colorida por la noche, nada la había preparado para el sorpresivo encuentro con este hombre. Él le promete el cielo en la tierra, y ella cae rendida a sus pies, sin importarle mucho su historia personal y que ese celular suene mil ochocientas veces en cada encuentro que tengan. La pasión irrefrenable, la sexualidad redescubierta, irán cediendo frente al amor, porque sí, Gloria, se enamorará, muy a pesar suyo, porque ella ya estuvo en esa trampa, muchos años de su vida, pero para nada. Sebastián Lelio construye un relato sobre la madurez sentimental de la protagonista y aprovecha para investir al personaje de un complejo entramado de sentidos que le permiten, además, hablar del chile actual. Las manifestaciones estudiantiles, los cacerolazos, los últimos hechos que conmovieron al país visitados desde la ficción. En un almuerzo Gloria dialoga con unos amigos que supieron militar en la izquierda durante su juventud. La mujer dice "hay que volver a amar a este país", a lo que el marido responde severamente "Chile es una réplica de algo que se está pensando en otro lugar del mundo desde la codicia", para luego agregar "las redes sociales surgieron desde la necesidad de unirse de los jóvenes, antes nosotros salíamos a las calles, ahora la manifestación es espiritual". Pero ella no opina, prefiere descubrir su nuevo mundo, lleno de alegría y también de relajación a partir del encuentro de un pequeño placer que un vecino deja por error en su puerta. De la cursilería que Rodolfo le dice a la dureza con la que el desamor y el engaño una vez más la golpean ella intentará superar una vez más las trabas que le aparezcan. Porque a sí es Gloria, con una inmensa Paulina Gaitán, que aprovecha al máximo la posibilidad otorgada en un filme que nos llega tarde pero que celebramos que finalmente lo haga. PUNTAJE: 7/10
Y aquí estamos, ante un híbrido raro, muy raro, en el que se prefirió narrar la historia del stripper Mike (Channing Tatum) desde el lugar que Steven Soderbergh no quiso en la primera entrega. Es que Gregory Jacobs en “Magic Mike XXL” (USA, 2015) no sabe por dónde comenzar la historia, y si bien en el arranque nos muestra a un Mike alejado de los “caños” y concentrado en su negocio de muebles, rápidamente cambia esa idea para sumarlo a un “alocado” viaje por Estados Unidos en busca de un lugar en la convención anual de Strippers, a la que acudirán convencidos de poder conseguir un “tsunami” de dólares. Y si bien en un primer momento el guión deja en claro la comprometida situación financiera en la que Mike se encuentra, luego no llegamos a comprender bien cómo de un momento para el otro decide volver al ruedo, más allá también del desengaño amoroso que tuvo. Así las cosas, “Magic Mike” será una road movie en la que el grupo de strippers, del original quedan sólo Joe Manganiello (“Big Dick Richie”), Kevin Nash (“Tarzán”) y Matt Boomer (“Ken”), a los que se sumarán a lo largo del viaje otros para conformar un equipo sólido y con nuevas rutinas para encantar a las mujeres, caerá rendido ante los deseos de las mujeres con las que se toparán y se entregarán a los excesos. Pero claro está que las dificultades y obstáculos estarán a la orden del día, por lo que Mike y compañía deberán acudir a ex compañeros, amigos, amantes, exparejas, para poder llegar a tiempo a destino y cumplir con el objetivo. Mientras en la primera película de Mike se mostraba mucho más como un fresco sobre la actividad nocturna de los bailarines, que tomaba distancia de muchos prejuicios y lugares comunes con los que siempre se ha construido desde la pantalla grande el verosímil e imaginario sobre éstos, “Magic Mike XXL” explora el costado más superficial de los bailarines, enfocándose en las miserias que alrededor de la actividad se construyen a diario y mostrándolos mucho más superficialmente y sin siquiera detenerse en el verdadero motor que los hace dirigirse hacia la meta. La mano de Soderbergh, y el talento con el que nos tiene acostumbrados a urdir narraciones contemplativas con diálogos mordaces, llega a extrañarse tanto en esta entrega que ni siquiera la ingeniosa incorporación de Andie Mc Dowell como una potentada ama de casa sureña que recibe al grupo de strippers en una de las paradas logísticas hacia la convención hacen superar el tedio que hasta el momento se va acumulando. Hay más baile, coreografías extensas y estudiadas, con claras referencias a la cultura pop, como ese Mike en los inicios del filme bailando con su máscara de soldar a lo “Flashdance”, pero que no terminan por cerrar una propuesta que supo brillar en su anterior capítulo y que ahora se preocupa mucho más por el “envase” que por la historia (al revés de la entrega pasada). “Magic Mike XXL” encontrará en el público femenino a sus espectadores ideales, y esto sin querer estigmatizar la propuesta, todo lo contrario, la afirmación es porque Jacobs decide hacer borrón y cuenta nueva con los personajes y la historia, pero es una lástima que el resultado, al menos en esta oportunidad, da negativo.
El 2015 tiene que ser recordado como el año que, más allá de las propuestas más industriales que llenan salas, el cine argentino permitió recuperar un tipo de películas enfocadas en personajes entrañables y que supieron explorar sus particularidades sin juzgar ni mucho menos censurar. En el caso de “La mujer de los perros” (Argentina, 2015) de Verónica Llinás y Laura Citarella, la propuesta sigue esta línea y potencia un cine contemplativo y casi documental, pero con una fuerte propuesta en la que la determinación de seguir a la mujer que da el nombre al título (que no es otra que la propia Llinás) en sus rutinas y quehaceres diarios, se quiere hablar de un estado de época en el que la otredad y la importancia por los demás, relacionada a su visibilidad, casi no existe. La mujer del título es una mujer sola, abandonada, aislada del mundo, que deambula por los campos y la ciudad rodeada de seis perros, sus únicos compañeros y confidentes. No sabemos mucho más de ella más que lo que Llinás y Citarella deciden mostrar. Nunca sabremos cómo llegó al estado actual de su vida, pero tampoco, con el avanzar de la narración, nos importa. Muchas veces agredida, otras contenida, la mujer de los perros busca objetos en la basura, los recupera y con ellos intentará suplir muchas de las carencias que posee, materiales, principalmente, y que la aíslan o separan del resto de los seres humanos que la rodean. En la decisión que la mujer de los perros no tenga nombre, ya se presenta la primera decisión política del filme, porque al negarle una identidad social, también se busca desde la propia enunciación una apuesta a la negación intrínseca del personaje que detalla. Igualmente esto no es algo negativo, todo lo contrario, al negarle su nombre también se le plantea su posibilidad de ser un personaje libre que no necesita de nadie para nombrarlo. Porque esta mujer, a pesar de no poseer nombre, puede, a pesar de todo, avanzar en la vida creando un vínculo tan estrecho con sus perros que nada más necesita para sobrevivir en la sociedad, y llegado el caso que lo necesite, encontrará la manera de hacer notar su necesidad y satisfacerla. “La mujer de los perros” es una película árida, rústica, dolorosa, estimulante, sin diálogos, sólo se les da la voz a algunos referentes autorizados de la sociedad de la que la mujer fue excluida como puede ser un médico, pero rápidamente esas palabras son suplidas por la exploración de atmósferas y climas desde la música incidental de Juana Molina, melodías que sugieren mucho más que lo que evidencian y que permiten seguir armando un entramado de signos que colaboran a la formación total de este cuento, “La mujer de los perros” supera sus planteos y termina erigiéndose como un bello homenaje a la supervivencia de los que menos poseen, y también a la habilidad con la que pueden dar pelea y construir desde la nada un nuevo universo que las contiene y acompaña. Llinás y Citarella logran un filme sólido y contundente que termina denunciando la invisibilidad de los otros ante la inercia y falta de solidaridad, pero también es un filme hermoso, positivo y desgarrador sobre el espíritu de lucha y esfuerzo de una mujer, increíblemente interpretada por Verónica Llinás, con una entrega total, que sólo necesita el amor de sus perros para seguir adelante y superarse.
Érase una vez, hace tiempo, mucho tiempo, un videojuego exitoso en el que el objetivo principal era escapar de un misterioso agente mejorado genéticamente, una fría y calculadora máquina de matar que lograba alcanzar su meta sin importar el sexo, la identidad, el estilo o el cuerpo de quien se ponía delante. Y si bien ese videojuego tuvo una fallida adaptación cinematográfica en 2007, Hollywood ha decidido darle una nueva oportunidad a la franquicia, sabiendo del fanatismo que sigue manteniendo entre sus seguidores y poniendo al día su historia. Así es como “HITMAN: Agente 47” (USA, 2015) de Aleksander Bach, con guión de Michael Finch, Kyle Ward y Skip Woods, redobla la propuestas del game para profundizar la trama de conspiración y traición que originó la creación de agentes genéticamente manipulados para cumplir con sus objetivos. En esta oportunidad veremos como el agente en cuestión, el 47 (Rupert Friend) intentará proteger a una joven inocente (o al menos en un primer momento eso parece) llamada Katia Van Dees (Hannah Ware), de los denodados esfuerzos por capturarla para encontrar al desarrollador de su fuerza sobrehumana. Y detrás del intento desesperado por capturarla, estará la verdadera intención de poner nuevamente en funcionamiento al siniestro plan que creó durante años agentes invencibles para poder así controlar todo el mercado de corrupción y negocios clandestinos. Detrás del plan estará John Smith (Zachary Quinto), una máquina de matar que a fuerza de engaños se acercará a la joven Katia para poder así cumplir con su cometido, pero rápidamente será descubierto por 47, exponiendo sus verdaderas intenciones y logrando desviar hacia él a la joven. La trama, simple, de “Hitman…” es también por la necesidad de no profundizar en cuestiones que se desprenden de ella, y si las ganas de prevalecer una puesta en escena que se termina acercando al espíritu lúdico del juego, el que, sin pretensiones, pudo posicionarse como una de las propuestas más interesantes. Así, la acción y el dinamismo se reforzarán con escenas vertiginosas en las que se prevalecerá la puesta más que el devenir del relato, que por momentos decae y pierde el verdadero objetivo con el que se inició el mismo. El exotismo con el que se muestran las ciudades en las que se enmarcará la acción y algunos “juegos” con la cámara y el punto de vista (impresionante la escena circular en la que el agente 47 rueda por el piso) hacen elevar el filme, que por momentos cae en lugares comunes y que podría hacerse llamar “La Fugitiva”, por la eterna disyuntiva en la que se encuentra la protagonista para huir de cada uno de los agentes que se acercarán para intentar controlarla y decidirse por uno u otro “Hitman: Agente 47” cumple con sus premisas, principalmente por el oficio de los protagonistas masculinos, Friend y Quinto, que se sacan chispas en cada una de las escenas coreografiadas en las que se debaten a duelo, otorgando dosis de adrenalina y persecución por igual sin siquiera detenerse en la verdadera intención de una historia pasatista que no se toma a sí misma en serio.
En el medio de la nada, porque justo ahí coloca su cámara Matías Lucchesi en su largo “Ciencias Naturales” (Argentina, 2014), es en donde se desarrollará esta entrañable historia de búsqueda de identidad. Una niña llamada Lila (Paula Herzog) quiere desesperadamente encontrar a su padre, de quien sólo sabe que hace muchos años perteneció a una empresa que colocaba antenas en lugares inhóspitos y tuvo un breve “romance” con su madre. Mientras pasa sus días en una escuela “internado” de montaña, allí deberá doblegarse ante los intentos de control de su maestra (Paola Barrientos) con quien se establecerá una relación de amor/odio instantánea. Pero cuando Lila se da cuenta que en los retos y castigos que la maestra le pone, en realidad está la posibilidad de encontrar a una aliada para cumplir con su misión de saber quién es realmente su padre, y quizás así sentirse tenida en cuenta. Porque si de algo habla “Ciencias Naturales”, además de la búsqueda de identidad, necesaria para poder completar la imagen de uno, es de la soledad, de cómo las personas terminan ayudándose a pesar de poner en riesgo sus integridades, espacios, trabajos y demás. Sin un dato preciso, la maestra y Lila se embarcan en un viaje de un día en el que, obviamente, las complicaciones irán estrechando su vínculo, pero también determinarán la posibilidad de acercarse y relacionarse entre ellas desde otro lugar. Lucchesi posa su cámara y deja que las actrices interactúen y se olviden del armado de las escenas, porque la naturalidad con la que se muestra cada uno de los diálogos, cada una de las interacciones es una reflexión sobre la complementariedad de sus vínculos. La maestra necesita de Lila para poder creer en aquello que originalmente le dirigió su atención hacia la vocación de enseñar, y Lila necesita de la maestra para poder alcanzar la meta de conocer a su padre para completarse. La dinámica entre ellas y con cada uno de los personajes que se irán sumando a su periplo, que en principio iba a ser por un día pero que se va estirando cada vez más, irán construyendo un relato cercano y vívido sobre cómo los obstáculos se pueden superar a fuerza de obstinación y de afecto. El clima no las ayuda, la naturaleza, hostil, quiere que se mantengan alejadas de sus objetivos, pero a fuerza de empeño el padre se muestra cada vez más cercano. Y ya quizás tampoco importará mucho, a pesar que sea necesario para terminar el círculo iniciado con la búsqueda del padre, la superación del ambiente inhóspito, hostil y arriesgado en el que viven, y muchos de los prejuicios con los que la maestra será juzgada por la decisión de acompañar a Lila, “la nena va a la escuela para que le enseñen, y no para que le confundan la cabeza”. Lucchesi arma sus personajes con una precisión y un detalle que permite el lucimiento de Barrientos en un registro completamente diferente al que nos tiene acostumbrado, pero que también habla de su lucidez para poder armar una historia única en la que predomina la emoción y los sentimientos como principal recurso dramático.
El miedo que acecha Cuando una película como "Te sigue" (USA, 2014) llega a los cines, el primer pensamiento que se produce es el que relaciona este tipo de filmes evocadores del retro terror con la necesidad que se celebre en la oscuridad de la sala la inevitable comunión entre el producto y los espectadores tomando lo ominoso y siniestro como punto de partida. Y si bien en "Te sigue" no estamos asistiendo a algo nuevo ni mucho menos revolucionario, lo original de la propuesta comienza por que su impronta no es pretenciosa, todo lo contrario, y eso genera disfrute desde la primera escena. En el arranque una joven escapa apresuradamente de algo/alguien que la acecha y que inevitablemente sabemos que es malo/a. Con el correr de los minutos vemos cómo ella termina en una playa, deformada, destrozada y desde allí comprendemos hacia donde se dirigirá el filme de David Robert Mitchell, una suerte de puesta al día de lo mejor del cine de terror enfocado en adolescentes que escapan del mal mientras tienen sexo, dialogan y hasta planean metas para su futuro. Pero como en toda película de terror justamente esos anhelos se evaporarán cuando ESO que persiguió a la joven del inicio comience a acechar a cada uno de los protagonistas. Una falsa moralina, propia de las películas de terror de los años 80, además teñirá la trama de "Te sigue", con el sexo como propulsor del "contagio" de la "plaga" que persigue a los jóvenes. La estilización de planos, los travellings, el punto de vista que cambia de acuerdo a la elección del narrador, perseguido o perseguidor, construyen la tensión de una propuesta simple y efectiva con el fuera de campo como potenciador de la historia. Efectiva. PUNTAJE: 7/10
El espejo opaco Es inevitable comparar "El espejo de los otros" (Argentina, 2015) de Marcos Carnevale, con "Relatos Salvajes", y en esa comparación, arbitraria por cierto, y crítica, el estreno de este año termina perdiendo por knock out con la película de Damián Szifrón no sólo en su factura, sino, básicamente, en la narración y propuesta. El primer punto por el que queda relegada es porque mientras Szifrón construyó con habilidad un relato episódico en el que el estado de crispación de la sociedad Argentina se manifiestó de manera inevitable para identificarnos, acá, el enojo, potenciado y exagerado, es la puesta al día de una serie de relatos con los que se quiere buscar el "reflejo" del estado de época que nunca termina de llegar y mostrar. Paradójicamente, esa búsqueda de identidad, termina perdiendo fuerza cuando los "relatos" que se desarrollarán en "El espejo de los otros" irán buceando en algunos tópicos que, sin lograrlo, van perdiendo fuerza conforme justamente se suceden y muestran. Una puesta teatral, poco cinematográfica, además, coloca a un restaurant "secreto" llamado Cenáculo, como el espacio "vip de Buenos Aires" para que algunas personas se citen a debatir sus miserias en él, y justamente en esa puesta minimalista, a dos cámaras, en vez de generarse el efecto de "intimidad" con el relato se produce todo lo contrario. Regenteado por dos hermanos enfrentados (José Cibrián y Graciela Borges) Cenáculo abre la posibilidad para que las historias se resuelvan positiva o negativamente, sin tomar partido por los personajes o la narración específica de los temas tratados. Los primeros casos, que trabajan sobre valores negativos de la familia, el matrimonio, la mujer, el amor, intentan apelar a la exageración desmesurada, la mala palabra innecesaria y la repetición de estereotipos para construri un verosímil que nunca termina por llegar. Mientras que los dos últimos episodios, protagonizados por Norma Aleandro, Marilina Ross, Leticia Bredice, Alfredo Casero y Ana María Picchio, son los escogidos, claramente, para levantar el tempo de un filme que abusa de todos los errores en los que Carnevale anteriormente ha caído. Las intenciones están, pero en su épica argenta, barroca, con la que intenta clarificar sus historias, nunca se profundiza nada, y excepto en las últimas, reitero, lo mejor de un filme desparejo y con puesta teatral, que suma canciones eternas que no aportan nada, no puede traspasar sus planteos y generar empatía, nunca tan solo rechazo y tedio por la repetición. Quizás si el intento de narración totalizador a partir del relato en primera persona de los hermanos protagonistas, que buscan hilar una continuidad, forzada, no hubiese estado, tal vez la estructura episódica no hubiese resentido tanto el visionado. En síntesis, "El espejo de los otros", a pesar de contar con un gran elenco no puede superar su propuesta soberbia y desmesurada, y que tan solo en el gesto de una grande como Norma Aleandro se resuma, levemente, las intenciones con las que Carnevale no pudo terminar de plasmar su relato. PUNTAJE: 3/10
Hace mucho tiempo, cuando la guerra fría se debatía entre países como Rusia y Estados Unidos, o al menos, comenzaba incipientemente, el relato sobre seres superpoderosos de la CIA o de la KGB, antagonistas por excelencia, reinaba en las pantallas cinematográficas y televisivas. También hace mucho, pero mucho tiempo, las historias, principalmente las que se desarrollaban por TV, llegaban a estas latitudes con mucho tiempo de diferencia y hasta de manera no continua. Hoy en día tecnología en progreso ad infinitum todo se comparte instantáneamente, o al menos, con unas horas de diferencia. Dentro de ese universo en el que una historia se introducía en los hogares casi sin pedir permiso, pero con la seguridad de saber que la empatía y la llegada sería instantánea, la serie de TV “The man from U.N.C.L.E” supo ganarse un lugar en el rating y principalmente en niños y jóvenes que veían en sus ídolos Napoleón Solo e Illya Kuryakin la cristalización de todos sus anhelos. En la puesta al día de la serie en versión fílmica y con dirección de Guy Ritchie de “El Agente de C.I.P.O.L” (USA, 2015) todo está bien, demasiado bien, y no hay más que asistir una vez más a las peripecias de estos antagonistas Solo (Henry Cavill) y Kuryakin (Arnie Hammer) mientras intentan detener un plan siniestro para terminar con el mundo. Todo es cool, todo es filmado con un amor por lo que se refleja, que se termina generando una atmósfera y una química de “bromance” tan explícita que ni la intervención de Gabrielle Teller (Alicia Vikander), una joven que los ayudará, pero que nunca terminará de cerrar su participación con ellos (no sabemos hasta el final si está del bando de los buenos o de los malos), o la belleza impoluta y estoica de la villana de turno, Victoria Vinciguerra (Elizabeth Debicki), pueden traspasar la poca química de los protagonistas masculinos. “El Agente de C.I.P.O.L” peca de soberbia en aquellos momentos en los que Ritchie explora los paisajes cosmopolitas en los que desarrolla la acción, y busca con planos elegantes, estilizados y extensos travellings enfocar la narración en la que Solo y Kuryakin se miden y exploran. Desde la primera escena todo lo “cool” y “trendy” de los personajes termina por dilatar la verdadera acción en la que la historia intenta emular el espíritu dinámico de la serie original. Lamentablemente a pocos minutos de iniciado todo es en donde “El Agente de C.I.P.O.L” comienza a flaquear, porque la química entre los protagonistas nunca llegan, y Ritchie lo sabe, pero él sigue enfocado en mostrar a estos metrosexuales compitiendo por si un vestido para Gabrielle combina mejor con una u otra fragancia. Para quienes no busquen más que un pasatiempo retro, en el que la evocación a la serie “The man from U.N.C.L.E” claramente no opacará su recuerdo, “El Agente de C.I.P.O.L” será el filme ideal. Pero aquellos que intenten encontrar y hasta recuperar aquella dinámica entre los protagonistas del emblemático envío deberá mirar hacia otro lugar, porque esta versión es una mala adaptación al siglo XXI de un programa, que ya desde su origen, por el contexto histórico en el que surgió, ha dejado de ser lo que era hace tiempo.