A él le gusta la acción De una venganza que a lo largo del metraje va dejando indicios y de la imposibilidad de escapar del pasado, habla "El Aprendiz" (USA, 2014) una película que demuestra porque Pierce Brosnam lideró el cine de aventuras y espionaje mientras encarnaba a 007 y otros filmes de género. Acá Brosnam es un retirado espía que desea a toda costa dejar su pasado detrás, pero las vueltas del destino harán que se involucre en una serie de acontecimientos que nuevamente lo pondrán en acción. Hay un "aprendiz" al que el título local refiere (Luke Bracey) con el que terminará enfrentándose a pesar de que él fue su mentor. El especialista Roger Donaldson está detrás de cámara y otorga a la propuesta no sólo su habilidad para generar coreografíadas escenas de enfrentamiento, sino que aprovecha el cosmopolitismo de los escenarios para recrear una película de intriga internacional como las de antes. Basada en la novela "There are no spies" de Bill Granger, la acción no se hace esperar y además se entremezcla con una conspiración política que incluyó crímenes y delitos de guerra que en la figura de su protagonista femenina, la bella Olga Kurylenko, encuentra la posibilidad de crear una historia entretenida y de denuncia. Puntaje: 8/10
La dureza del paisaje de Irlanda acompaña al personaje principal de “Calvario” (Irlanda, 2014), un cura al que una confesión inesperada lo hará debatirse entre el deber de la fe y sus miserias personales, expuestas por cada uno de los habitantes del lugar. Cumpliendo con su tarea habitual un extraño se acerca al confesionario del padre James (Brendan Gleeson) y le revela un profundo secreto del pasado que aún lo aqueja. El Padre no tiene palabras para decirle, por lo que recibe una amenaza sobre la que deberá temer. A partir de ese momento John Michael McDonagh construye un relato paralelo, uno sobre la conjetura acerca de la autoría de la sentencia de muerte que le acaban de dar, sobre cada uno de los personajes que se presentan, y otra sobre el debate moral que aqueja a James a partir de la amenaza. También hay un tratamiento tangencial sobre la sombra que amenaza siempre a la religión y es aquella idea relacionada a la pedofilia y el abuso infantil por parte de los curas. Este tema no sólo es trabajado desde la confesión del misterioso pecador, sino que también a lo largo del metraje con escenas claves que refuerzan el sentido de denuncia necesaria de “Calvario”. “No alcanza con que muera un mal cura” le indican en el confesionario al padre, y el sabe que en esas palabras se esconde un trasfondo que trasciende su posición sobre la culpabilidad o no relacionada con el hecho de los abusos cometidos por la Iglesia. El padre James está representado desde un lugar más cercano a la debacle que a la gloria, y a pesar de la investidura, el hecho de la amenaza sobre su vida le hace reflexionar sobre sí mismo, su pasado, sus temores y sus vicios. La naturaleza enmarca la historia y a su vez determina el límite de los protagonistas y actantes, que aun siendo, como en el caso de James, cercano a la fe, resalta su mortalidad y también el límite sobre el cual se construye la relación de este con los demás. James no tiene miedo de morir, el misterioso amenazador le dice que le da una semana para que pueda cerrar sus asuntos, pero él no tiene más que sincerarse consigo mismo para poder así enfrentarse a la verdad que lo acecha. Los planos aéreos y la música de cámara además dotan de cierta aura mística a un filme que, si bien reflexiona sobre la condición humana y la fe, no deja de ser un filme de género, duro y oscura, con personajes toscos, parcos y con pocas palabras. El mayor hallazgo de “Calvario” es su protagonista, enorme y ajustado Brendan Gleeson, apoyado a su vez en buenas actuaciones secundarias que profundizan la compleja trama psicológica de la propuesta, en la que nada ni nadie está libre de ser objeto de sospecha.
Lo primero es la familia Cuando pensaba que nada podía salirle peor, Judd (Jason Bateman) recibe una seca llamada telefónica de su hermana (Tina Fey) para avisarle que su padre ha fallecido. Todavía recuperándose de la reciente separación de su mujer (Abigail Spencer), luego que la descubriera in fraganti con su jefe (Dax Shepard), Judd no sabe cómo encarar el viaje que lo llevará a su ciudad natal para encontrarse con su familia y mucho menos poder superar las recientes “catástrofes” personales que le han tocado. Así arranca Hasta que la muerte los juntó (This is where i leave you, 2014), con varios twists en la trama, y que recupera el estilo coral de la clásica comedia francesa o el dinamismo de películas como Feriados en Familia (1995) de Jodie Foster y la más reciente Agosto (August, 2013). La familia Altman no estaba preparada para reunirse y estar juntos durante una semana, por expreso pedido de su madre (Jane Fonda), quien necesita que todos la ayuden a superar su pérdida. O al menos eso es lo que les hace creer. Shawn Levy maneja con maestría a un elenco multiestelar que se repartirá la atención a lo largo del metraje, secundando a Bateman, quien se afirma como comediante de raza. Judd se reencuentra con los suyos, luego de mucho tiempo de no verse, descubriendo en cada miembro de la familia su particularidad, y si Wendy se esconde detrás de un matrimonio que sólo le sirvió para ocultar su insuperable amor por alguien del pasado (Timothy Olyphant), su otro hermano (Corey Stoll) no puede superar su incapacidad para procrear, y el más pequeño, Phillip (Adam Driver), permanece en un estadio de eterna adolescencia que sólo complica aún más su presente. Cada miembro de la familia será presentado en particular y luego grupalmente con sus miserias y reparos ante los demás, y en ese tiempo para reencontrarse dentro del funeral del patriarca algunas revelaciones cambiarán el sentido de la percepción que unos tienen sobre otros. Para condimentar un poco más el asunto, Judd, en plan amoroso, se reencuentra con Penny (Rose Byrne), con la que entablará un vínculo, inesperado para el momento que le toca vivir, que confundirá y complicará aún más el panorama. Detrás de su artificio cómico, la película no hace otra cosa que desnudar miserias y planteos que siempre surgen a la hora de un funeral, o de un cambio, momento en el que los egos de los que quedan vivos chocan y confrontan con una realidad que ya no se puede cambiar. El director captura el potencial del guion escrito por Jonathan Tropper, y lo eleva a un lugar en el que no sólo la puesta en escena tradicional y estática favorece la dinámica entre los personajes, sino que agrega su punto de vista sobre cada miembro de la familia e incorpora el absurdo y el grotesco como fuente de creación. El gag reiterativo (los pechos de Jane Fonda) y el looserismo como manera de generar empatía con el público son el gran acierto de Hasta que la muerte los juntó, una comedia como las de antes, en las que cada personaje suma, apoyado en el virtuosismo de sus actores, y a la que hay que prestar mucha atención.
Héroes al rescate de la nostalgia La habilidad de los estudios Disney es la de poder generar una sinergia de negocios alrededor de sus películas. El año pasado demostró con el blockbuster Frozen, una aventura congelada (2013) su capacidad para retener su lugar en el trono de las animaciones y sin apelar a su socio Pixar. En esta oportunidad, además, el potencial se multiplica con Grandes héroes (2014), de un valor incalculable ya que, no sólo se basa en un comic de la Marvel (primera adaptación de la librería adquirida por los estudios), sino que encontrará en grandes y pequeños un placer de género que trascenderá las generaciones. La historia de Grandes héroes es simple. Hiro, un joven superdotado, ve como su mundo cambia cuando fallece su hermano en un misterioso accidente en la universidad donde estudiaba. Deprimido, decide continuar trabajando con el legado de él y más cuando se da cuenta que la tecnología que había inventado fue misteriosamente robada, aparentemente por un científico inescrupuloso llamado Callaghan, y que puede poner en riesgo a Sanfransokyo, el lugar donde vive. Pero para la aventura Hiro no estará solo. Lo acompañarán los cuatro compañeros universitarios de su hermano (Gogo Tomago, Honey Lemon, Wasabi y Fred), una serie de nerds que se acercan a los de The Big Bang Theory, y que en el placer del estudio y la ciencia, encuentran su razón de ser. También lo ayudará Baymax, el invento de su hermano, con el que tanto había trabajado, un médico inflable que en su capacidad para diagnosticar y solucionar problemas se esconde en realidad, un ser de una bondad y una infinita torpeza, que en vez de ayudar, complicará aún más a Hiro y dotará al filme de “buddy movie” infantil. Para desenmascarar al siniestro malvado que está detrás del incendio y desaparición de la tecnología, Hiro decidirá potenciar a los que lo acompañan con armaduras/trajes especiales que respetan los intereses académicos de cada uno, y “reprogramará” a Baymax con un software que le permitirá luchar como un hábil samurái. En la desesperada búsqueda por la verdad se toparán con el Hombre Kabuki, un misterioso ser que intentará dominar el mundo apropiándose de la tecnología de Hiro y con el que lucharán, con mejor o peor suerte, en varias oportunidades. Los directores Don Hall y Chris Williams fundan su discurso sobre la base no sólo del comic de Marvel, sino sobre varios referentes de la cultura popular y el animé (Mazinger Z, Astroboy, Godzilla, etc.) que le permiten generar una narración clásica y episódica para contar una historia de pasión por el trabajo y el esfuerzo, como así también el respeto por la familia. La modernización de la película viene por la incorporación de tips como selfies, pero fundamentalmente por el dinamismo con el que se presentan las situaciones a través de las cuales Hiro y compañía intentarán salvar a su ciudad y al mundo. Grandes héroes es un film que potencia su costado más nostálgico para lograr empatizar con un público que nunca está conformado por niños, y que en adultos “jóvenes” puede potenciar su costado nostálgico, reafirmando la clásica narrativa Disney (conflicto/muerte/resurrección/triunfo) en un espectáculo visual novedoso y gracioso para toda la familia.
¿Puede un sándwich de mermelada de naranjas salvar a una familia? Esta y otras preguntas existenciales tienen respuesta en "Paddington" (UK, 2014), que Paul King lleva a la pantalla grande inspirándose en las tradicionales historias de Michael Bold y que han atrapado a varias generaciones. Paddington es un oso peruano que llega a Londres para encontrar a aquel que en algún momento llego a su hábitat y los descubrió, luego que su casa es diezmada por la naturaleza. En la ciudad se encontrara solo y perdido, y pese a seguir todas las reglas impartidas por su tía, nadie le presta atención, hasta que en la estación de Paddington una familia de apellido Brown lo acogerá en su hogar, sin saber las consecuencias catastróficas que se les presentaran. Paddington es un oso torpe que a fuerza de empeño ira forjando una entrañable amistad con los miembros del grupo (principalmente la madre y el hijo). Pero hay alguien expectante de la llegada del oso a la morada de los Brown, un vecino quejoso (Jim Broadbent) que se confabulara con una bella y letal taxidermista (Nicole Kidman) para conseguir a Paddington como su última pieza para la inmensa colección que posee en el Museo en el que trabaja de animales embalsamados. King le impone un ritmo y tempo ágil a la película, reforzando el gag y el punchline en cada inclusión del oso en la acción, y además, filma las escenas con una ampulosidad y amor por el cine, que termina plasmándose en bellas y envolventes tomas y planos. En el plano actoral las interpretaciones refuerzan un guion que con un timming ajustado y veroborrágico, logra superar el apremio con el que siempre nos encontramos ante este tipo de filmes infantiles. Hugh Bonneville y Sally Hawkins aportan actuaciones soberbias, y se introducen de lleno en el papel de los padres de familia que padecerán las travesuras de Paddington y el acoso de la doctora. Mención aparte para Julie Walters que juega a ser una ama de llaves exigente y que luego se entrega (alcohol mediante) a la locura familiar generada por el oso. Nicole Kidman como la villana, suma su sex appeal y oficio a un estereotipo que gana en su verosímil. Paddington puede ser prejuzgada, pero nada de lo que se pueden llegar a imaginar es comparable con el entrañable y nostálgico espectáculo que Paul King preparo para toda la familia. Divertida.
¿Cuantas veces se contara esta historia? ¿Qué aporta Sir. Ridley Scott con "Éxodo" al cine denominado "bíblico"? Poco y nada, y esto es lamentable, porque con un cast encabezado por Christian Bale la propuesta bien podría haber sido otra y la estructura narrativa reforzada y reinventada para contar la historia de Moisés, su pueblo, la división de agua y la escritura de los diez mandamientos.. Scott se ciñe a las reglas de este tipo de cine, y excepto en las multitudinarias escenas en las que la confrontación entre bandos apela a la utilización de imágenes generadas por computadora no hay otro aditamento para que "Éxodo" pueda trascender. Cuando hace unos meses Darren Aranofsky construía su versión del diluvio universal en "Noé", con la utilización de la repetición como recurso estilístico y narrativo, muchos alzaron la voz en contra del film principalmente porque lo tildaban de blasfemo. Pero justamente en ese filme lo interesante era la particular mirada del director para algo que ya se había narrando de diferente manera y en diferentes soportes, algo que Scott no puede comprender y avanzar en este punto. La trama se presenta y va sucediendo en la pantalla como un manual de catecismo sin aportar, más que académicamente, una reflexión. Y si bien los efectos dotan de verosimil a alguna que otra escena, tampoco alcanzan para despertar interés en una historia extensa por demás. "Éxodo", aburre y posee mesetas de las que no puede levantar y excepto por la utilización del 3D, que dota de un realismo increíble a la acción, y la escena magnánima de la separación de aguas, nada hacía suponer tamaño fiasco. "Éxodo” trabaja sobre Moisés y descarga todo el peso de la historia en la actuación de Bale, abatido por la culpa y el sentimiento inexpugnable de la distancia con su pueblo, y salvo este punto y el anterior, nada nada hace suponer que se trate de un filme producido en el siglo XXI, todo lo contrario. Scott aporta una visión periférica y una habilidad para las imágenes de los enfrentamientos entre los bandos opuestos, pero sacando esto nada hará trascender al filme de su chata y vaga propuesta.
“Un documental sobre una mujer que fue muy cercana a Rainer Werner Fassbinder” así reza una reseña en una web sobre "Habitares" (Argentina, 2014) de Marina Zeising, y nada más alejado a lo que la pantalla devuelve. Porque si bien el filme tiene como excusa el disparador de la relación que Herta Scheurle (Sonia Staber) mantuvo con el realizador Alemán, la película va de otra cosa. En primer lugar hay un mensaje relacionado a la vocación y el "fuego sagrado" que en algunos casos, como en este, es relegado en pos de un mandato familiar (Herta volvió a Argentina para acompañar a su padre enfermo de Alzheimer). Por otro lado hay una discusión relacionada al rol de la mujer en la sociedad, ahora y antes, y los vestigios de los discursos absorbidos durante décadas,. Marina Zeising, hábilmente, debate con Herta sobre estos puntos. Entrevista y retruca cada sentencia mencionada al pasar, sin dejar de juzgar superficialmente las decisiones de la mujer. Zeising además se nutre del archivo personal (con filmaciones de la infancia de esta y la lectura de recortes de la época) para contrastar o apoyar los mensajes, y también para desnudarla. Herta es dura, y Zeising la intenta ablandar, hasta permitiéndole intercambiar roles y ubicarla en la posición de la entrevistadora, pero no hay caso, siempre cerrada y con un gesto adusto en el rostro. La cámara la acompaña, y en otras oportunidades la encierra en espacios claustrofóbicos para conseguir apuntarle con la pregunta incisiva. Si bien el resultado de "Habitares" es disperso hay una búsqueda personal, principalmente para narrar y documentar de manera diferente, en el que la protagonista también es la directora y el espacio en el que prepara el material, un NO lugar, amplio y apenas iluminado en el lugar que ella está con los recuerdos. Zeising va de un lado a otro con una bolsa de papel de una tienda de ropa femenina llena del material de xx. La bolsa dice "mujeres apasionadas", y el detalle de la leyenda resume muy bien el espíritu de ambas, dos personas en la búsqueda de algo que ya poseen y aman y que quieren gritarle al mundo su necesidad de creación y expresión.
Obligado a tomarse unas vacaciones, al detectarle sus compañeros de trabajo la pérdida de la “mano” para operar, el cirujano Paul (Daniel Auteuil), ve como el agobio de la rutina de su casa lo hunde en una profunda depresión en “Antes del frío invierno” (Francia, 2013). Sin saber qué hacer con su tiempo, en contraste con su mujer Lucie (Kristin Scott Thomas), que ocupa su tiempo entre el jardín y la cocina, Paul (Auteuil) avanza en una historia paralela con una joven camarera llamada Lou (Leïla Bekhti), de la que se siente atraído inmediatamente. Pero esa moza de un pequeño y concurrido bar, no solo le despertará algo dormido en él, quien hasta hace poco tiempo solo se ocupaba de su trabajo, sino que además originara un sinfín de contratiempos con los que intentará lidiar hasta, claro está, esa historia clandestina toque a su puerta. Philippe Claudel dirige y escribe esta clásica historia de stalkeo y adulterio, encarnándola en cuerpos actuales y avejentados que se deslumbran por la frescura de lo prohibido ante la inminencia del ocaso o, en este caso, la llegada del invierno. Paul asume la protección de Lou, quien en la clandestinidad aporta su cuota de erotismo a una trama que a través de extensos planos secuencias y el detalle de la naturaleza (por oposición al encierro de Lucie), y principalmente en silencio, van conformando el universo sobre el cual la historia avanza. Lucie a su vez verá como el mejor amigo de Paul, Gérard (Richard Berry) aprovechará la situación de indefinición y desconcierto de su marido para intentar avanzar sobre ella y así cumplir con el sueño de ser su hombre aunque sea por un instante. La tranquilidad versus el torbellino es otro de los contrastes que destaca Claudel, hábil constructor de relatos, quien además emparenta su filme a otro que hace unos años también protagonizó Auteuil "Cache", de Michael Haneke, y que en lo que no se muestra y las claras suposiciones que el espectador va infiriendo es en donde la afinidad con la historia se impone. Película de tempo lento y planos sofisticados, con un claro espíritu desorientador, el debacle de la institución matrimonial francesa y el avance de la migración en la sociedad, son solo dos de los tópicos con los que Claudel quiere trabajar. Hábil narrador, apoyado en las sobrias actuaciones del trío protagonista (Auteuil, Scott Thomas, Bekhti), no sólo entrelaza suposiciones sino que afirma algunas cuestiones relacionadas, principalmente, a la confianza en las parejas y a la manipulación de las personas en favor de una versión de la historia. Pero claro está que en esa elección temática se esconde una necesidad más profunda, la de poder hablar sobre algo superior como lo es el irrefrenable deseo de sentirse amado, en los peores momentos, aún por un desconocido al menos. Intensa y envolvente.
Cuando finalmente llegan al cine las adaptaciones de sagas literarias adolescentes, uno sabe que el producto no logrará estar a la altura, por experiencia, no ya del libro del cual se traspone, sino, principalmente, de la calidad del filme en general. El caso de la saga “Los juegos del hambre” es una rareza dentro de esta tendencia, ya que desde su primera película pudo retomar una serie de filmes que encuentran en la denuncia de un poder opresor y superior su razón de ser. “Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1” (USA, 2014) arranca en el preciso punto que la anterior entrega dejó la historia, y se enfocará en Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) y en como intentará escaparse del siniestro y maquiavélico equipo que buscará posicionarla como líder de la rebeldía. Katniss (Lawrence) despierta sin saber qué aconteció con ella, en una aséptica e impoluta habitación de hospital. Mientras hace memoria de todo lo que anteriormente le sucedió se pregunta dónde estará Peeta Melark (Josh Hutcherson) y las respuesta la encontrará en mensajes fascistas que el gobierno dará por TV. Entre suposiciones avanza hasta que es presentada ante Alma Coin (Julianne Moore), la presidenta del Distrito 13, quien intentará junto al grupo que manejaba los Juegos del Hambre (interpretados por Woody Harrelson, Elizabeth Banks, Philip Seymour Hoffman) de revertir la negativa imagen que posee y tratar de reivindicar a Katniss como la líder guía de los rebeldes. El espacio del juego cede en esta entrega el lugar al Distrito 13, un lugar diezmado por la guerra y el hambre y en el que cada movimiento es controlado por cámaras y vigilantes que no sólo buscan la sumisión total al Capitolio (dirigido por el Presidente Snow –Donald Sutherland), sino que intentan recuperar a Katniss para así doblegar a la multitudes. Si bien a diferencia de las anteriores películas, en esta la acción y tensión que generaba el juego de supervivencia no está presente, la profundización sobre algunas características de los personajes, principalmente Katniss, permite que la acción avance sin sobresaltos o sorpresas. Los fans de la saga estarán más que contentos con este punto, pero quizás algún incauto que ingrese a la película sin conocer sus antecedentes pueda exigir más dinamismo en una historia que sólo intenta reforzar, claro está, para su resolución próxima, la empatía directa con la historia de la joven que otrora supo ser campeona y guía de equipo y hoy en día se debate entre el deber ser y sus deseos reales. En esa dicotomía planteada, el director Francis Lawrence, vuelve a trabajar sobre dualidades y contrastes, no sólo entre ella y sus allegados (aunque en esta oportunidad Gale -Liam Hemsworth- estará mucho más cerca de ella) sino que la denuncia sobre la manipulación llegará a su punto más alto cuando las palabras de Katniss sobre la libertad sean utilizadas como propaganda política por el Distrito 13. “Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1” entretiene, e intenta filosofar sobre el control por partes iguales, y si bien no está a la altura de sus anteriores versiones, no quiere decir que defraude, al contrario, y esto es básicamente por la interpretación de Lawrence, que sigue introduciéndose en Katniss con una naturalidad que abruma. Mención aparte para Philip Seymour Hoffman, tan gigante en pantalla con sus apariciones, que aún parece mentira su pronta desaparición física.
“Después de la lluvia” (Brasil, 2014), de Claudio Marques y Marilia Hughes, habla de un proceso de transición y transformación de su personaje principal, pero también de la sociedad brasilera post dictadura militar y su desestructuración. Cuando Caio (Pedro Maia) comienza a inmiscuirse en el mundo de la militancia política y denunciar el consumo masivo, su mundo se aleja del común de la gente porque cree que sólo en el enfrentamiento y la contraposición puede generar algo para su burguesa vida. Su madre está sumida en una depresión y se dedica a mirar programas de gimnasia por TV mientras le reclama afecto, mientras que su padre lo llama por teléfono para exigirle coherencia y respeto a las instituciones que Caio (Maia) desacredita constantemente. Salvador de Bahía como escenario de lo que pudo haber sido la recuperación de la sociedad civil hacia la inminente democracia, en una reconstrucción de época básicamente apoyada en lo visual. El silencio es un actor fundamental en la acción y se potencia su efecto envolvente gracias a los planos que Marques decide utilizar para contar la historia. Algo que también se puede ver en la manipulación que se genera a partir de la resemantización imágenes de archivo (discursos electorales, publicidades neofascistas, entierro de Tancredo Neves), en paralelo a la historia, y que con pocos diálogos y con contundencia logran entremezclar así la política con la sociedad. En “Después de la lluvia” nada está librado al azar, y frente a cualquier dato que se suelta en la pantalla hay una reacción instantánea del protagonista para poder hablar de cosas inimaginadas para la época que se representa. El colegio como lugar de reclamo, la radio pirata para expresar utopías, el grito en la garganta contenido para hablar de todo lo que hacía tiempo nadie se animaba siquiera a pensar, la música como objeto de crítica social y la libertad de ser joven y crear y apoyar proyectos eternos sin siquiera creer en la finitud de estos. La vida estudiantil y el esbozo de la denuncia sin conciencia son la clave para poder comprender una historia que se anima a revisar un período de ebullición desde el punto de vista de un joven. Porque este dato, no es menor, ya que por momentos la “primavera” del protagonista dispara algunos tópicos como el amor, que llegan a entremezclarse con la trama principal pero que nunca llega a trastocarla del todo. “Despues de la lluvia” es una opción para poder reflexionar, desde la subjetividad de Caio, sobre uno de los momentos más interesantes de la historia latinoamericana, el de evolucionar como sociedad hacia un estadio de libertad y tolerancia incipiente.