Tres personajes. Dos artistas y una mujer. El arte, la naturaleza y el amor. La obra del francés Gilles Bourdos, lejos de ser una biopic, es más bien un documental cuasi ficcional sobre la vida de tres personas, de tres seres que se encuentran en un momento determinado de sus vidas y hacen de ella, una obra. El gran pintor impresionista Auguste Renoir (Michel Bouquet) abatido por la pérdida de su mujer, padeciendo los avances de una artrosis reumática y las ausencias de dos de sus tres hijos por la guerra, se encuentra recluido en su casa en Cagnes sur Mer de la Costa Azul. Rodeado de sus sirvientas y de su hijo más chico, su única manera de afrontar los avatares de la vida y luchar contra una enfermedad tan dolorosa es pintar, retratar mediante sus pinceladas la naturaleza y la belleza de la piel de sus modelos, buscando seguir perfeccionando su técnica y su destreza. Todo cambiará cuando la joven y hermosa Andrée (Christa Theret) aparece en su vida y se torna la musa que el artista necesita para seguir adelante con su obra y encontrar algún sentido a su vida. Corre 1915 y su hijo Jean de 21 años (luego se convertiría en uno de los cineastas más importantes de la historia del cine) regresa al hogar, herido tras su participación en la Primer Guerra Mundial. Al conocer a la bella Andrée “Déde” Heuschling - quien realmente se llama Catherine Hessling y sería la primer mujer del joven Jean y una de las impulsoras de su futuro en el cine - caerá rendido a sus pies a pesar de las negativas de su padre. La película de Bourdos no es una biopic ni del artista, ni su hijo, ni de ella. Es un documental ficcional sobre ese lapso de tiempo que tres personajes de la historia tuvieron la oportunidad de ser protagonistas: los últimos años de pintor, el incipiente interés por las imágenes en movimiento del futuro cineasta y la relevancia que toma ella en la vida de ambos. Todo enmarcado en un espacio que impacta y transmite mucho de la obra de Renoir padre, una naturaleza que se mezcla, que se hace protagonista y nutre fuertemente al filme. La elección de los escenarios naturales, sumado a la extraordinaria fotografía de Mark Lee Ping Bin (responsable de la cinematografía de Con Ánimo de Amar de Wong Kar Wai) hacen de Renoir, una película poética, atrapante a nivel visual y con un guión donde no prevalecen los diálogos pero simucha de la esencia pictórica del famoso pintor. Sin dudas, la actuación de Michel Bouquet representando al anciano Renoir lo suficientemente lúcido y fuerte para vivir y disfrutar de la luz, como débil e indefenso en las noches donde los dolores de sus malformaciones óseas lo torturan, es de lo mejor del filme. Con tan solo 20 años, la actriz Christa Theret (quien debió engordar 10 kilos para poder realizar su actuación) se convierte perfectamente en una de las modelos que ha tenido Renoir a lo largo de su historia. Una belleza excelsa, pelirroja y con un prominente gusto. La obra La Baigneuse Endormie – más allá de ser anterior a 1915 – es retratada en una escena del filme, donde se puede apreciar con mucha claridad la importancia de la obra del pintor dentro de la estética elegida por Bourdos. El cuadro pintado toma por asalto la pantalla para poder tener movimiento. Si bien el filme es atractivo, hipnótico y estéticamente extraordinario, no nos permite acceder a mucho a la historia de los personajes. Todo queda relativizado, donde la mirada de ella toma mucha relevancia, y donde los trasfondos del pasado y de ese mismo presente, que hicieron convertir a Jean Renoir en el gran cineasta que fue, quedan reducidos a mínimas expresiones. Y donde su pequeño hermano Coco también fascinado con Andrée queda relegado en el relato. Mucho de lo escrito por la prensa sobre este filme establece que el momento que se relata es el mismo de cuando Auguste Renoir pinta una de sus obras más famosas: Las Grandes Bañistas. Si bien Bourdos debe haberse inspirado en dicho cuadro y debe haber sido – sin dudarlo- uno de sus mayores puntos de referencia para encarar muchas de sus escenas, la obra original fue pintada entre 1884 y 1887, donde Aline Charigot – mujer de Renoir- fue la principal modelo. La película cuenta otro momento histórico, unos casi 20 años después. Algunas cuestiones como éstas, relacionadas a la temporalidad del arte sobre lo narrado, hacen que Renoir pierda fuerza y los toques ficcionales pasan a tener un poder sobre una película que se vende a si misma como más biográfica. Si bien, Jacques Renoir - bisnieto de Auguste y nieto de Jean – participa en el guión ya que éste es una adaptación de su libro Le Tableoux Amoreux, estos finos y pequeños detalles que hicieron dudar a los especialistas seguramente hagan dudar al espectador.
El gran René Lavand desde la mirada cálida de Néstor Frenkel. Después de Amateur, Néstor Frenkel vuelve a la carga con una nueva e interesante historia. Esta vez, irá a Tandil a la casa del ilusionista de cartas más importante de la Argentina: René Lavand, y nos demostrará por cuarta vez que sus películas son obras eternas, donde pone a sus personajes en la mira del mundo pero desde una sensibilidad y un cariño que pocos directores logran transmitir en sus imágenes. Nadie que haya visto Construcción de una Ciudad olvidará al Perro Verde, ni en Amateur al cineasta superochista Jorge Mario. Frenkel es uno de los grandes documentalistas de nuestro tiempo. Definitivamente su talento para lograr que los espectadores se encariñen con sus personajes es tan relevante como su capacidad de construir relatos reales que por momentos parecen salidos de la ficción. En El Gran Simulador nos trae a René Lavand, que por su don, su histrionismo y su carisma, ya no hay forma de no encontrar en él algo que no sea atractivo. Frenkel lo sabe, y tras su interés por recobrar recuerdos de la niñez sale en busca de contar la vida de un hombre de 84 años que vive junto a su mujer en una hermosa casa en Tandil y donde entreteje aún más misterios sobre su extraordinaria vida como ilusionista de cartas. Lavand ha logrado maravillar a grandes y chicos de todos los rincones del mundo por su extraordinario talento al realizar magia, ilusionismo, o como quieran llamarlo con una sola mano (perdió su mano derecha de muy niño) y esto no ha sido motivo para no superarse cada día. Ni la artrosis le permitirá sentarse en su sillón, agarrar el mazo y hacer dibujos en el aire, mientras deleita a quien lo acompañe de lo mejor que hace: cautivar. La dinámica del filme, sumado a las estrategias narrativas del director con la pureza de las palabras que emana el personaje per sé, ya son suficientes excusas para verla. Se estrenó en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine de Buenos Aires, y ahora podrán disfrutarla en salas como Arte Cinema, Espacio INCAA Km 0 Gaumont (momentáneamente en Monumental Lavalle) y Cosmos UBA. Una pena que ninguna multisala se haya interesando en ella, ya que realmente es obra muy interesante y que debería contar con más espacio dentro de la cartelera local.
Amo y esclavo. Paul Thomas Anderson es definitivamente uno de los directores más emblemáticos del cine actual, con tan sólo seis películas y conciencia suficiencia para desarrollar sus proyectos con tiempo – su ante último filme Petróleo Sangrieto (There Will Be Blood) es de 2007- vuelve a sorprendernos con The Master. Protagonizada por Joaquin Phoenix, Phillips Seymour Hoffman y Amy Adams, el director agudiza en un tema más que transcendente dentro de la historia norteamericana y que pocas veces fue visto en el cine. Un tema que sucumbe, que deja huellas como son los problemas psicológicos (en este caso) que trae aparejado una guerra. – El director se basó en varias anécdotas del actor Jason Robarts para llevar adelante esto –. Y cómo a partir de estos horrores vividos, surgen nuevas e interesantes religiones, movimientos de fe, o como se llamen, a apaliar semejante dolor. Freddie Quell, es un borracho veterano de la II Guerra Mundial que después de los sucesos vividos, está psicológicamente afectado. El vicio por el alcohol y el sexo, lo llevan por una vida errante. De lo que Anderson logra mostrarnos del personaje, poco sabemos si alguna vez antes de la guerra estuvo mejor, pero lo cierto es que pos impacto bélico Quell está vulnerable, enérgicamente violento e impredecible. Un día, escapando de un granja acusado de matar a un compañero con su mezclas de alcohol y veneno, se mete de intruso en un barco. Allí, se festejará el casamiento de la joven hija del carismático predicador y psicoanalista Lancaster Dodd (interpretado por Phillips Seymour Hoffman e inspirado en el creador de la Cienciología, L. Ron Hubbard.) El vínculo que nacerá entre ellos, será una relación de amo y esclavo, donde uno pondrá su poder, oratoria y persuasión al servicio de sus interés sobre el otro, mientras que éste, cederá frente a áquel por un espacio, confort e incluso control. Mucho de lo que Dodd puede darle a Quell es aprecio, eso es mutuo. Cada uno necesitará del otro por motivos diferentes, ante la existencia de ésta y tras ella, el director nos pone en lo que ha sido el surgimiento (para muchos) de una nueva religión. Uno que crea y uno que cree, de esta dicotomía surge The Master y detrás de esto irá toda la película, mostrando las continuas correcciones que le hacen a Quell. Nadie, salvo El Maestro, lo quiere. La Sra. Dodd (una genial Amy Adams) es quien definitivamente con su carácter frío, calculador y ambicioso, no confía en el sirviente de su marido. Digo, sirviente, jefe de prensa, hacedor de bebidas, entre otras posiciones que va teniendo a lo largo de relación con ellos. Quell es uno más, es apreciado pero no es indispensable, y en la medida que la reciprocidad no es mutua, poco probable sea que el mismo Quell sienta que estar con su Maestro sea igualde indispensable. Paul Thomas Anderson logra ese clásico estilo intimista, profundo y de cero empatía con sus protagonista. Nos muestra, nos cuenta pero no nos involucra. Deja que cada escena y cada fotograma, nos convoquen a entender, a pensar y a evaluar, no a tomar partido. Y definitivamente, en The Master, no hay forma de tomar partido. Sus personajes son ajenos, están ahí pero solo ahí, en la pantalla. El acercamiento viene con la imagen, con la angustia de esos espacios sombríos, melancólicos, caóticos y perturbadores. Viene con los flashbacks, con la música y con los extensos y perfectos diálogos. Solo tres escenas del filmes, dan cuenta de la importancia de los diálogos, de las miradas y de las potencia de ambas: la entrevista del Maestro sobre Quell, la pelea en la cárcel y el final. Ahora y desde un lugar más subjetivo, admito que Paul Thomas Anderson hizo una película demasiado larga. Hay momentos que podrían haberse obviado, muchas escenas reiterativas con un mismo significado (quizás a propósito o no) pero que quitaron mucho de la poca fluidez que debería haber tenido el filme. A pesar de ello, el guión es excelente, la dirección es impecable , música y fotografía merecen un cuadro destacado aparte, y las actuaciones son el postre de la cena. Pero (siempre hay uno) no termina de cerrar, hay algo en la nebulosa de Anderson que no logra que ésta sea una obra más brillante o maravillosa. Está ahí de serlo, pero (otra vez está) todo lo sobresaliente no termina siendo suficiente para que uno salga del cine diciendo este pibe es la gloria (me paso con Petroleo Sangriento y ni les digo con Magnolia). En cambio, Phoenix renace en un papel que se siente como propio, pareciera que respiraba a ese borracho psicótico. Hoffman es un diez siempre, no hay manera de revalidar su trabajo porque siempre se supera. Aquí logra una de sus mejores performance, creo que hasta el propio Hubbard desearía tener ese poder de oratoria. Y Adams, logra un papel extremadamente justo y equilibrado La película recibió tres nominaciones en los premios Oscar, pero lamentablemente no se llevó ninguno: Amy Adams como Mejor Actriz de Reparto, Phillip Seymour Hoffman como Mejor Actor de Reparto y Joaquin Phoenix como Mejor Actor, The Master es -sin dudarlo- de esas películas que todo amante del cine no puede dejar de ver. @Belloysublime
El amor después del amor. En 2009, el escritor francés David Foenkinos escribió la obra La Délicatesse, el bestseller que lo hizo famoso. En 2012, junto a su hermano Stephane decidieron llevar esa historia a la pantalla grande. No es la primera vez que ambos hacen cine, pero sí la primera que trabajan juntos. Bajo la dirección de éstos, la bella Andrey Tatou (Amelie) asume el papel de una viuda joven que debe afrontar el duelo y salir adelante, hasta que un compañero de trabajo de origen sueco, le permite pensar en la posibilidad de renacer detrás de las cenizas. Nathalie Kerr, es una bella joven muy enamorada de Francois (Pío Marmai) hasta que una vez casados, él fallece en un accidente de tránsito. La vida de ella comienza a transformarse, su paso por el camino del duelo es sombrío, distante y focalizado en eso que ella mejor sabe hacer: trabajar. Sus sentimientos quedan retenidos en último fotograma de ellos juntos y desde ahí, nos toparemos con una Nathalie que el dolor la consume. Con el paso del tiempo, un día como cualquier otro, en sus momentos de distracción pensando en el pasado, entra a su oficina su empleado sueco de nombre Markus (François Damiens) y lo besa. Ese beso para él, es el signo de una posibilidad que antes ni habría imaginado (aunque ella no recuerde ese acto de arrebato). Ese beso será el inicio de una mezcla de amistad y amor, que podrá a la bella protagonista en inicio de una nueva vida. Las actuaciones son más que acertadas. Andrey Tatou es una actriz que captura la pantalla y nada de lo que pase si no está ella, no parece tener sentido. Salvo que en este filme, nos encontramos con François Damiens, quien hace un papel excelente. Una mezcla perfecta de ingenuidad, humor e inteligencia. ¿Cómo un tipo tan simple puede conquistar a tan hermosa mujer? – esa será una gran pregunta dentro de la historia – y la respuesta será mucho más profunda y simple, como lo es él. Con planos abiertos que nos permiten descubrir la vulnerabilidad de ella, y planos más cerrados para focalizar la seguridad de él. La Delicadeza es una película triste que pone el tono de comedia justo para salir del cine con la sensación de que la muerte es solo un paso más de esta vida, que podemos quedarnos ahí esperando que todo pase o, tratar de descubrir que detrás de lo que menos esperábamos, está la felicidad.
Cuando las diferencias sociales nos permiten abrir caminos, sembrar campos y cosechar destinos. Philllipe es un aristócrata tretapléjico que está enbúsqueda de alguien que lo cuide día y noche; Driss es un joven senegales que acaba de salir de la cárcel y lo único que pretende al ir a la entrevista en la casa de Phillipe es que éste le firme un documento que acredite que estuvo presente, solo para asegurarse el subsidio de desempleo. Lo cierto es que el estilo apabullante, cómico, honesto y políticamente incorrecto generan en el dueño de casa cierta atención. Su incapacidad le exigen que ese famoso papel que Driss necesita no pueda ser firmado en el momento, por lo que lo invita a venir al día siguiente a retirarlo. Mientras Driss irá a ver a su familia en las afueras de París, donde su tía lo echará de su casa por la ausencia de seis meses, por lo que deberá pasar la noche en la calle hasta poder ir al día siguiente a la casa de Phillipe a retirar el famoso documento. Pero la suerte estará de su lado, cuando al llegar al lugar después de dormir en el subte se encuentre con una asistente que le enseñará el recorrido por la mansión y los obligaciones y tareas que requieren cuidar al millonario discapacitado. Pues Phillipe ha decidido contratarlo a prueba por un mes. La relación entre ambos aflora prontamente, Driss no tiene titubeos y va directo al grano cuando algo no le gusta; Phillipe decide que él es la persona idónea para que lo cuide a pesar que sus amigos no estén muy de acuerdo. Y allí, surge una amistad tan disparar y complementaria como pocas. Las vidas opuestas se nutren y hacen de cada unos mejores personas, a pesar de las diferencias económicas y sociales. Cada uno aprende del otro y juntos exploran los miedos, las dudas y el misterio que les depara la vida. Los directores Olivier Nakache y Eric Toledano al llevar a cabo Intouchables (así su nombre original) no pensaron que la historia inspirada en la vida de Phillippe Pozzo di Borgo (autor del libro Le Second Souffle) se convertiría una de las películas más taquilleras de su país. Luego de Titanic de James Cameron y la francesa Bienvenue chez les Ch'tis de 2008 por Dany Boon, la cinta protagonizada por Francois Cluzet (en una gran actuación) en el rol de Phillipe y acompañado por Omar Sy (como Driss), ha marcado un hito en la cinematografía francesa en lo que compete a venta de tickets. Definitivamente Amigos Intocables es una obra amena, entretenida, sin golpes bajos. La discapacidad de uno es solo el motivo justo para que el otro llegue a su vida y le demuestre que todo es posible, que no mover las piernas o los brazos no es excusa para no volver a creer en la vida, en el amor y en los sueños. Una película que deja su moraleja pero que también divierte, entretiene y no necesariamente emociona. La sintonía del filme se da a partir de la propia empatía que ambos protagonistas logran entre sí y traspasa la pantalla. Hay un ritmo constante que nunca cae. Una obra simple, hermosa y con un mensaje muy puro. @Belloysublime
Una obra simple sobre un hombre simple. Sosa es un tipo simple, vive en una pensión, practica boxeo e intenta tocar el acordeón. Cada día viaja en tren hasta la Capital para trabajar en un bar donde escucha las conversaciones de su patrón y sus amigos sobre el peronismo: sobre lo que fue, lo que sucedió, lo que significó. Inicialmente esas conversaciones son parte del paisaje habitual de su día, Sosa no escucha, no presta atención, está ahí solo de observador, como la misma cámara del director Fabián Fattore. En una mirada voyeurista, Fattore y su personaje Sosa (interpretado muy bien por Darío Levin) están observando el entorno. Uno, el primero, con un propósito explícito de contar la vida ordinaria de cualquier ciudadano y cómo inevitablemente hay un poco del único y viejo peronismo rondando nuestras vidas. El otro, Sosa, está observando pasar su vida desde una mirada desinteresada, apoyado solo por el interés que despierta una postal pegada en el estante de la cocina del bar y el redescubrimiento que hay detrás de esas conversaciones que antes eran solo parte de su entorno. Algo en él irá mutando. Comenzará a ir a marchas, agudizará su oído y algo irá cambiando en su vida, aunque no lleguemos a saber en qué. Con encuadres bellos y pensados detalladamente, Fattore nos trae esta historia de un hombre lacónico, sobre lo simple de una vida y la impronta política que puede tener ésta sobre los individuos.
La vida en tiempos de Internet: El amor, el exilio y la guerra. El filme del director David Dusa es presentado como parte del ciclo 3 que realiza la productora de cine Tren. Flores del mal es una historia moderna, en la era de Internet. Una obra que refleja la realidad de los jóvenes hoy, donde el consumo de Internet, el acceso a la información desde cualquier dispositivo y la hiperconectividad son parte diaria de estas nuevas generaciones (y de las no tan nuevas también). Dusa nos trae la historia de Gecko, un joven francés que trabaja en un hotel y que lo hace solo para pagarse Internet y viajar. Ha tenido una triste historia familiar y detrás de una sonrisa contagiosa, hay un gran bailarín. Un hiperkinético que no para de saltar, tirarse al piso y disfrutar de lo que hace, esté donde esté, sea el lugar que sea. Un día conoce a Anahita , una iraní exiliada que gracias a la tecnología sigue de cerca los acontecimientos de su lugar. Allá hay enfrentamientos civilestras las elecciones y está preocupada por sus familiares y amigos, por cada video que se sube a Youtube sobre los acontecimientos de Teherán más se acrecienta su miedo y su culpa por estar en un país libre donde puede caminar alcoholizada por la calle sin que eso sea motivo para que la maltraten o torturen. Entre Gecko y Anahita nace el amor y en esa ebullición de pasión, van aflorando los problemas y necesidades de cada uno, los miedos y preocupaciones, como así también las diferencias culturales y sociales. Dusa logra ensamblar muchas imágenes de archivo con la ficción que está contando, las usa de marco, como elemento del relato, las hace propias y las resignifica. Usa mucha cámara en mano que dan más realismo a la historia. Cien minutos efectivos sobre un momento en la vida de estos jóvenes, donde el amor, la libertad, la culpa, el dolor y la guerra se entrecruzan a cada momento; y donde es muy difícil es ser feliz cuando del otro lado del mundo hay mucha gente sufriendo. Un mensaje alentador, una película optimista, una obra política y cultural enmarcada en un contexto muy actual y reciente. Las redes sociales como epicentro de la comunicación donde existe la posibilidad de subir un video de un chico bailando, o imágenes cruentas (prohibidas en sus países) sobre enfrentamientos o guerras. Los usuarios hacen ese contenido y lo suben, las banalidades o no forman parte de Internet y eso es algo que Dusa utiliza como otro elemento potente para profundizar su relato, para hacernos participes de las realidades paralelas que existen y que están a un solo clic de nosotros.
Todos los hombres soñaron, sueñan y soñarán con algo así. Una mujer que apabulló al mundo. Una mujer que detrás de una belleza, glamour y simpática únicas se encontraba una mujer triste, melancólica, necesitada de afecto, atormentada por su propia figura y tan aferrada a la misma, que era imposible escapar de sí. En Una semana con Marilyn, su director Simon Curtis realiza la adaptación de la obra de Colin Clark, sobre su relación con Marilyn Monroe cuando llegan a conocerse en la filmación de la película El príncipe y el corista. Colin era un joven decidido a trabajar en la industria cinematográfica por eso asiste a la productora de Laurence Olivier insistentemente, hasta que consigue un lugar en la filmación de la primera película en Inglaterra de la mujer más exitosa y aclamada del momento: Marilyn Monroe. Impactado por su belleza, Colin (interpretado por Eddie Redmayne) comienza a ganarse la confianza de la actriz (una maravillosa Michelle Williams), quien pasa la mayoría del tiempo de la filmación entre caprichos, indecisiones sobre su performance, repeticiones por no recordar la letra y angustia porque es ridiculizada en más de una ocasión. Bajo la mirada de su admirador, ella es alguien adorable, decidida y simple, en busca de contención constante y una depresión por un pasado que no la abandona a pesar de ser la persona más importante de su época. Amada y admirada, envidiada y ridiculizada, ella sigue su vida bajo ansiolíticos, tratando de encontrar a la gran actriz que todos ven en ella. Colin será la persona de más confianza en la última semana de la actriz en Inglaterra, cuando Arthur Miller ha vuelto a Estados Unidos, y ella se encuentra triste y abatida por unos escritos que hablan mal de sí y están redactados por su propio marido. En esa semana, la relación entre Colin y Marilyn será para recordar. Él será la persona que alegra sus días y con quien se siente más a gusto. Alguien donde sacar la fama por la ventana y lograr armonizar a la persona detrás del personaje: una mujer débil, sensible, dueña de su cuerpo y sus actitudes: una seductora empedernida. Esa es la Marilyn que nos muestra esta historia, y es todo lo relevante a contar. El resto es un gran adorno para resaltarla, ni siquiera Kenneth Branagh en su papel de Laurence Olivier logra brillar. Queda reducido a un artista que no logra moderar sus ánimos frente a los requerimientos, excentricidades o dudas de la diosa, a pesar de saber que tenerla es lo más importante para que la película sea un éxito. Las similitudes a la biopicThe Iron Lady son meras coincidencias, ambas son películas centradas en un personaje plenamente femenino y que no apunta más que al desenvolvimiento excelente de la actriz protagónica. Williams (nominada al Oscar por este papel) ha logrado una actuación eficaz, precisa, radiante y seductora. La nueva generación construirá en su inconciente una Marilyn a lo Williams, y de ser así, bien por ambas. Una película bien contada, que logra un timming preciso y no cae nunca. En definitiva es una obra que nos cuenta mucho más sobre Marilyn pero desde una visión más amena y humana, desde un lugar más intimista y reflexivo sobre quien supo ser una de las mujeres más deslumbrantes de todos los tiempos. Marilyn lo fue y lo será, Williams lo mantiene y reconfirma.
Ante un hecho que nos quiebra y asusta, siempre hay otro que simultáneamente nos hace fuerte y nos permite luchar. El último filme del finlandés Aki Kaurismäki (El hombre sin pasado, La Vie de Bohéme) nos trae el panorama actual de Francia. En un pueblito portuario llamado Le Havre -también su título original- la inmigración es uno de los mayores problemas. En containers llegan habitualmente grupos de personas que intentan de alguna manera salvarse. Uno de ellos será Idrissa, un menor inmigrante africano que aspira poder cruzar el Canal de la Mancha y reencontrarse con su madre que vive allí. Su ángel salvador será Marcel Marx (André Wilmslow), un escritor bohemio que un día decide abandonar todo y llevar una vida simple, tranquila, sin pretensiones en esta ciudad donde vive con su mujer Arletty (Kati Outinen) y se mantiene a medias gracias a su trabajo como lustrabotas. Así de simple es la vida de Marcel, hasta que un día su mujer enferma terriblemente y se cruza con Issidra, que se encuentra escondido, entre asustado y muerto de hambre en el agua para evitar que lo capturen. Algo nace ahí que Marcel decide ayudarlo con una mano de sus vecinos, quienes juntos intentan recaudar el dinero suficiente para que el joven escape en un barco de manera ilegal. Punto aparte es el detective del puerto (una mezcla extraña de Sherlock Holmes con Inspector Gadget) que estará asechándolos todo el tiempo. El puerto es, realmente, una obra poética. La forma de introducir a los personajes, de permitirnos su apropiación y de sentirlos como parte de nuestra vida desde siempre es algo muy difícil de lograr y es algo que Kaurismäki obtiene en los primeros diez minutos de película. Imposible no sentir en Marcel un sentimiento de sencillez, humildad, sin pérdida del efecto de felicidad o tristeza. Imposible no querer al personaje incluso antes de decir un diálogo. Las imágenes dicen todo, en cada escena el director nos acerca más a los personajes, nos permite involucrarnos con ellos, nos permite quererlos. Ganadora del premio FIPRESCI en el último Festival de Cannes y nominada al Palma de Oro, El puerto es entretenida, fotográficamente impecable, emotiva y sorprendente. Una manera muy diferente de contar el gran problema de la inmigración en Francia, que ya hemos visto en el crudo filme de Sylvain George: Qu´ils reposent en révolte (des figures de guerres).
La crisis financiera contada puertas adentro. Nominada al Oscar en la categoría de mejor guión original, El precio de la Codicia (Margin Call, 2011) es una muy interesante película sobre la crisis financiera de 2008 en los Estados Unidos contada a través de un grupo de empleados de un banco de inversiones durante las 24 horas previas a la debacle. Eric Dale (Stanley Tucci) es un gerente de riesgo del banco que es despedido antes de poder terminar un análisis realmente importante, por eso decide entregar esa información a uno de sus empleados principiantes, Peter Sullivan (Zachary Quinto). Peter entiende que, bajo las condiciones en que se lo dio, algo relevante tenía que haber detrás de ese pen drive, y luego de que todos sus compañeros se retiran de la oficina, se sienta a ver qué hay detrás de todo eso. Así detecta lo que efectivamente es algo para preocuparse: los cálculos analizados pasan a ser un tema de vida o muerte para la compañía, una vez que Sullivan los presenta a su compañero Seth Bregman (Penn Badgley) y Will Emerson (Paul Bettany), y a su jefe, Sam Rogers (Kevin Spacey). Un error en la calificación sobre el nivel de riesgo de un producto financiero con el que opera el banco pone en jaque el futuro de la entidad y, para ello, deberán vender esos activos antes de que sea demasiado tarde. Esa es la decisión que tomarán medianoche de por medio, el equipo ejecutivo de riesgo del banco comandados por el director y consejero John Tuld (Jeremy Irons). Una cinta con diálogos complejos pero cortos y concretos, con escenas de tensión contenida y angustia emocional atrapada, con muy buenas actuaciones, principalmente del viejo Irons que siempre da gusto ver y de Spacey, que logra un papel intenso, fuerte, como nos tiene acostumbrados. Con un elenco que termina de completarse con Demi Moore y Simon Baker (más conocido por su papel en la serie The Mentalist), la historia es contada puertas adentro con algunos exteriores, priorizando las azoteas para dar cuenta del vértigo literal o no que sienten sus protagonistas en un momento que sus vidas profesionales penden de un hilo. Efectiva, con suspensos construidos por palabras, gestos y muchos números. Muy recomendable.