Ni la virgen la salva Hay estrenos que son un misterio. En el caso de Tierra de María podemos imaginar que ese misterio no es tal a juzgar por la taquilla en otros países. Pero basta una escena al comienzo para descubrir que estamos muy por debajo de la calidad aceptable para un estreno de cine. La historia que cuenta es la de un hombre católico, no muy convencido, que es elegido por su jefa –un personaje andrógino– para convertirse en abogado del diablo. La investigación es sobre los católicos, los creyentes que creen en Dios y en María. Los pasos de comedia de cuarta categoría del comienzo, y que, lamentablemente, vuelven en varios momentos del film, dan paso a una serie de entrevistas que hacen que la película pase de la comedia al documental. Cada uno de esos testimonios es sobre personas que creen en María, que la veneran y que ven en ella la salvación. En más de una escena se dice, sin ningún pudor, que quienes le dan la espalda a Dios se exponen a –por ejemplo– un atentado como el de las Torres gemelas. ¿De dónde sale un film tan perverso y reaccionario? Imposible saberlo con certeza. Y, ahora sí, es un misterio porque se estrena algo tan lamentable. El abogado del diablo –interpretado por el director de la película– es un abogado malísimo, que jamás repregunta o pone objeciones profundas a los creyentes. Pero la cuestión es: ¿los ateos serían para la película los representantes del diablo? A juzgar por lo visto acá, parece que sí. Una vergüenza que exista una película así.
Acerca del dolor de ya no ser El film de Reiner es una sensible comedia romántica que tiene un elenco talentoso pero desaprovechado. El creador de grandes títulos como Cuenta conmigo o Cuando Harry conoció a Sally no logra encantar con la historia. El público adulto ve cada día más restringido su acceso a películas comerciales dedicadas a su edad. O se adaptan a la inmensa mayoría de las salas con productos para niños y adolescentes o esperan a que de tanto en tanto surja una comedia para ellos. Claro que el cine adolescente también puede gustarles, pero siempre queda la sensación de que son invitados, no protagonistas. Juntos… pero no tanto es una comedia romántica un tanto sensiblera protagonizada por dos estrellas mayores del cine: Michael Douglas y Diane Keaton. Ella, estrella desde los '70 junto a Woody Allen, entre otros, y él, un verdadero número 1 cuando era uno de los nombres dominantes desde los '80 y hasta principios de los '90. Lujo extra es el director de la película, Rob Reiner, creador de grandes títulos como Cuestión de honor y Misery pero también de dos grandes clásicos de los '80: Cuenta conmigo y Cuando Harry conoció a Sally… Los talentos están, no hay duda, pero la película no es lo mejor que han hecho, ni por asomo. Michael Douglas, experto en personajes poco simpáticos, interpreta a un agente de bienes raíces cínico, hosco y despiadado. Este misántropo, claro, lo es de forma graciosa porque la película es una comedia. Comedia en la cual, todos los espectadores esperan una única cosa: que cambie. Y para eso aparece el personaje de Keaton, pero no sólo ella. Porque también al pobre Michael le surge una nieta y él, que parece odiar a todo el mundo, deberá lidiar con eso y, tal vez, ablandar su corazón con la ayuda de su vecina Keaton. Realmente merece un manto de piedad este título, porque en nada beneficia a los participantes que profundicemos en el análisis. ¿Comparar la emoción de Cuenta conmigo con esta película? ¿Buscar similitudes y diferencias con el timing memorable de Cuando Harry conoció a Sally…? Frente a ese ejercicio Juntos… pero no tanto deja de ser una película mediocre y pasa a ser una película mala. Con un poco de tolerancia se la puede calificar de mediocre, pero no más. Quienes no conozcan a los responsables de este film, saldrán decepcionados por un film que no tiene encanto, pero quienes los conocen, saldrán, además, algo tristes por el dolor de lo que ya no son esos que antes nos maravillaban en el cine.
Mamarracho espacial El universo de Marvel se expande. Se expande cada vez más y amenaza con apoderarse de todo el cine industrial, generando tantos adeptos como espectadores que comienzan a preguntarse para que seguir yendo al cine. No todos los films de Marvel son iguales, pero desde que empezaron a combinarlos, sin duda su calidad individual fue volviéndose cada vez menor. Guardianes de la galaxia se suma a esa larga lista y presenta personajes hasta ahora no conocidos por la mayoría de los espectadores de cine. El personaje principal es Peter Quill, un piloto americano que queda en el centro de una disputa espacial por un objeto capaz de destruir mundos completos. Sería una pérdida de tiempo y espacio contar la historia, pero sí, como el título lo indica, Quill termina unido a cuatro personajes más, todos muy diferentes entre sí, provenientes de diferentes mundos, que conformar un singular equipo para rescatar a la galaxia. Cinco personajes que abrevan sin pudor alguno en cuanto film de ciencia ficción anterior existe y que repiten con absoluta impunidad todos los clichés que puedan entrar en una película de dos horas. Aunque se supone que el tono general es de comedia cínica, no hay más que un par de buenos chistes y sí, mucha burla a todas las cosas buenas que el cine de ciencia ficción y aventuras ha construido a lo largo de los años. Pero esa burla que intenta colocarse por encima del resto de los films de manera sobradora, coloca al film por debajo, muy por debajo de los films que lo inspiran a dicha burla. Lo más grave es que luego abandona su cinismo para pones traumas lamentables y berretas, dignos de un telefilm de esos que apenas se pueden tolerar vistos de reojo. Una mamá con cáncer que entrega una cartita con un regalo, un mapache patético a cuyas angustias existenciales solo se puede responder con una risa por lo ridículas que resultan, y así todo. Parecía un mal film que se revelaba contra el género, pero resulta ser el más mediocre exponente de las malas cosas que puede hacer un film industrial. Vergüenza ajena, aburrimiento, algo de enojo, respuestas naturales de un espectador atento a esta forma diluida de cine. Pero claro, quienes no quieran aceptar que el rey está desnudo y quieran vivir esto como una fiesta, podrán hacer la vista gorda y decir que se conforman con tan poco como esto. Una pena, sinceramente, esto ya no es cine, es la caricatura de lo que alguna vez fue cine.
Italia, el destino del romance Desde la década del '50 en adelante, Italia ha sido el espacio elegido por cineastas de todo el mundo para mostrar una forma idealizada del amor romántico. Americanos, ingleses y también daneses ahora, han encontrado en Italia un lugar para que los personajes vean revolucionado su corazón en cuanto pisa sus ciudades, sus pueblos o sus costas. Todo lo que necesitas es amor se suma a la larga lista de lugares comunes alrededor de este concepto, aun cuando intente darle una parcial vuelta de tuerca. La historia de la película es la de Ida (interpretada por la actriz danesa Trine Dyrholmm), una peluquera que ha perdido todo su cabello durante su lucha contra el cáncer y cuyo matrimonio se rompe al descubrir que su marido le ha sido infiel. Cuando viaja a Italia para el casamiento de su hija, conoce Philip (Pierce Brosnan), el padre del novio, un viudo aun duro y amargado por la muerte de su esposa. La película, que se promociona como una cómoda comedia romántica, es mucho más que eso. La directora ganadora del Oscar a mejor película extranjera, Susanne Bier, tiene un historial de dramas intensos e impactantes, y acá asoman algunos atisbos de su anterior cine. Como muchos otros directores daneses, Bier observa el infierno que late dentro de cada familia y aunque aquí apela a cierta ligereza, no deja de mostrar su mirada sobre el asunto. Lamentablemente, la directora de Corazones abiertos, Después del casamiento y En un mundo mejor mezcla tonos a lo largo del relato sin obtener el resultado adecuado nunca. Cuando hay humor, este resulta fuera de lugar, cuando hay melodrama excesivo, este queda forzado, cuando hay romance suena falso, y la combinación de todo esto pierde cualquier coherencia posible. La acumulación de temas no llega a resultar cómica por muy poco. Cáncer, infidelidad, accidentes, homosexualidad, violencia, anorexia, clases sociales y el ingrediente de "That's Amore" sonando en la banda de sonido sin que se incline por la ironía o por el verdadero disfrute por la música. Esa es la clave. No sabemos si Bier ha cambiado para llegar un público más masivo y no está cómoda o si por el contrario siente que este es el rumbo que debe adoptar su cine. Lo que importa es lo que se ve en la pantalla, y eso que se ve es muy poco.
Otro film de vuelo bajo Como segunda parte de aquel fallido film de animación que surgió poco después del éxito de Cars, ahora se estrena esta producción de Disney que no está a la altura de Pixar. El cine de animación, y en particular Disney, tiene un mercado mundial gigantesco. Y aunque en un principio el estudio cuidó mucho a sus clásicos, en la explosión de taquilla de los años '90 se lanzó a la realización no sólo de secuelas de sus films de animación (logrando grandes películas en el caso de Pixar), sino también productos de calidad menor destinados al consumo fuera de la pantalla de los cines. En esos casos, eran solamente los niños los que seguían las historias, más afectos al fanatismo que a la evaluación artística. Del mundo de Cars, un producto de la factoría Pixar, se creó una rama iniciada por Aviones y continuada por su secuela Aviones 2: equipo de rescate. Ambos films, claramente de una calidad inferior a lo que crea el estudio, y de hecho sin relación artística con los personajes de John Lasseter, creador de Pixar. Pero aparentemente el mercado es grande y la calidad ya no es prioridad. No son films malos, simplemente da un poco de tristeza ver imágenes que se parecen tanto a personajes queridos, metidos en historias sin gracia. Dusty ahora es conocido por haber pasado de ser un avión fumigador a ganar una carrera alrededor del mundo. Pero Dusty se entera de que su motor está dañado y que ya no podrá participar de esa clase de competencias nuevamente. Por eso, termina sumándose a un grupo de aviones que se dedica a apagar incendios forestales. Cuando la secuela de un film que no nos interesaba aparece, la única esperanza que queda es que haya algo radicalmente nuevo que cambie el estilo del primer film o lo eleve de alguna manera. Nada de eso ocurre aquí, donde el humor es más fallido que en el título anterior, donde la animación sigue quedándose un paso atrás de sus competidoras de género y donde ni siquiera la acción tiene alguna clase de encanto capaz de entretenernos. Las películas de animación tienen ese problema: o son obras sublimes y encantadoras, capaces de ser sofisticadas y a las vez muy entretenidas, o caen en esta tibieza insulsa. El problema es que un film de animación mediocre produce una irritación aun mayor que un film mediocre con actores. Tanta técnica llevada hacia ningún lugar es más una pérdida de tiempo que otra cosa. Pixar y Disney han dado mucho, no nos conformemos con menos.
Monos contra humanos Bastan los primeros planos de El planeta de los simios: Confrontación para demostrar que se trata de una película del lado de las buenas. Mientras que diferentes series de películas son una seguidilla de insultos cinematográficos (sí, hablo de Transformers, por ejemplo) acá la segunda parte de esta nueva saga resulta tan buena como la anterior. Han pasado diez años desde los sucesos que terminaron en el Golden Gate con un violento enfrentamiento entre simios y humanos. Caesar y los suyos se han instalado en el bosque y han progresado como sociedad de simios inteligentes. Mientras tanto, la epidemia que se inicia una década atrás, ha diezmado de forma terrible a la especie humana. La historia mantiene la coherencia y la lógica del primer film, así como también todos sus méritos estéticos. El director de esta secuela es Matt Reeves, director de dos grandes películas: Déjame entrar y Cloverfield. Los guionistas del primer film también se repiten, además de que vuelven a ser los productores. La suma de estos talentos sin duda mantiene el alto estándar de esta producción y nos trae una buena noticia: No todo el cine comercial en serie y las remakes tienen que ser malas. El planeta de los simios: Confrontación muestra una notable ambición de hacer todo bien en todos los rubros y a todo nivel. Aunque siguen varios de los temas del primer film, esta nueva película tiene todo un abanico nuevo. Para empezar hay que decir que los humanos pierden aquí el protagonismo, que queda del lado de César y su entorno. César se ha convertido en el líder de una nueva tribu, la primera de monos inteligentes. Esto conlleva toda una serie de problemas nuevos, conflictos de poder. César, cuyo nombre ya tiene suficientes connotaciones, tiene que enfrentarse a Koba, un simio que ha vivido toda su vida sufriendo torturas por parte de los humanos y que quiere la guerra contra ellos. Pero también su hijo, Blue Eyes, tiene dudas sobre las decisiones “humanistas” y pacíficas de su padre. Así que esta secuela, como corresponde, busca hablar sobre esa lucha, mientras hace lo propio, pero en menor medida, con los conflictos de los humanos. De todos los films que se hayan realizado a partir de la novela de Pierre Boullé escrita en 1963, este film y su antecesor directo son los mejores por mucho. Porque lograron, tecnología y talento mediante, que los personajes de los simios fueran completos, que no requirieran de un exceso de complicidad del espectador para identificarse con ellos más allá del maquillaje o los efectos. El impacto visual que tiene la historia, la realización y la narración que Matt Reeves, todo contribuye a que la decretada muerte del cine industrial quede anulada por completo. En ese aspecto no me atrevería a decir que El planeta de los simios: Confrontación va en dirección contraria al resto del cine de Hollywood –o lo que aun llamamos cine de Hollywood- sino más bien que se trata de un ejemplo de excelente cine industrial. Nada más, nada menos.
El horror, el horror Cinco minutos alcanzan para descubrir la combinación de elementos que hace que Bañeros 4: los rompeolas se convierta en una experiencia insoportable. ¿Por qué motivo un ser humano permanece en la sala para ver todo lo que sigue? Todo es particularmente berreta, pero sin el encanto del un cine clase B. La calidad de las imágenes, lo insufrible de las situaciones, el estilo de actuación que sería malo aun en un sketch de segundo línea de televisión, todo conspira contra la tolerancia del espectador. En pocos minutos se vuelve a recuperar también el estilo onanista, donde los protagonistas hacen chistes con respecto al cuerpo femenino que hace cuarenta años ya eran insultantes. Todo está mal en la película. No es aceptable la excusa de que se trata de un entretenimiento pasatista. No es pasatista destrozar el cerebro humano con este insulto pseudo cinematográfico. Algunos actores hacen un esfuerzo más sincero por producir humor, otros están entregados a un humor de estudiantina. Dirección de arte y vestuario son tan malos que hasta se han ganado una oración destacando lo horrible que son. El cine argentino ha dado mucho cine popular y divertido, no es excusa alguna ser popular o divertido para arremeter de esta manera contra el lenguaje del cine. El humor es agresivo, es inusualmente violento, como lleno de enojo. Algunos de los varios malos comediantes que aparecen en la película no solo no son graciosos, sino que están cargados de gran agresividad. En ese aspecto esta película es la más molesta de todas las infames películas de los bañeros que se han hecho hasta la fecha. La taquilla que ha tenido esta película amenaza con más, pero creo que ya nadie debería acercarse a verlas. La cereza del postre es la doble presencia de las publicidades dentro de la película. Por un lado, con largas secuencias sin sentido para mostrar alguna marca, y por el otro la presencia de toda clase de productos en planos también ridículos para cerrar los canjes que han tenido con cada una de las marcas. Donde no hubo canje, las marcas están forzadamente borradas. Nunca hubo una película buena de Bañeros. El haber hecho un culto de esta clase de sub productos es lo que le abrió la puerta estas cosas. ¿Por qué estas películas son consideradas para chicos? Otro misterio a resolver. Una buena noticia es que hay muchos gags con animales, lo que nos ahorra algunos minutos de diálogos humanos que son una tortura. Hay algunas escenas malas, otras pésimas y otras, sinceramente, incomprensibles.
Mucho ruido y aburrimiento Transformers 4: La era de la extinción continúa la saga de Transformers iniciada en el 2007, siempre bajo la dirección de Michael Bay. Cuatro films, cuatro super producciones gigantescas, cuatro éxitos de taquilla que sin dudar llevarán a un quinto film. Todo eso y más, pero sin embargo, y aun con los cambios que hay entre los films, el resultado sigue siendo de una pobreza asombrosa. Mucho ruido, pero mucho, muchos efectos especiales que logran cosas increíbles, excepto que surja una idea coherente o una emoción humana. De todos los films en saga malos que se hayan hecho jamás, los de Transformers son los más pesados. No solo que los films superan las dos horas siempre (éste que aquí comentamos dura 165 terribles minutos) sino que además jamás tienen rumbo. No son lo peor que se haya hecho en la pantalla, pero sí son lo más anodino que se haya visto en el cine industrial de alto presupuesto. Los eventos que narra esta cuarta parte remiten a la prehistoria, con los dinosaurios extinguidos de una forma muy diferente a como las teorías hasta ahora indicaban. Sí, estuvieron por ahí los Transformers. Y las acciones principales del film son cuatro años después de los eventos de Chicago con los que cerraba la tercera parte. El elenco ha cambiado, pero las malas costumbres del director, Michael Bay nos vuelve a refregar su mal gusto ostentoso, caro y vulgar, con imágenes feas, confusas, con una concepción del cine que elude cualquier concepto narrativo claro o cariño por la construcción dramática. Y no es que se le pide a Bay que haga un cine no comercial, no. Pero detrás del ruido infernal de sus films, hay una idea agresivamente provocadora acerca de la falta de importancia que tiene para él hacer buen cine. La pena mayor es que el despliegue de producción es tan grande que para muchos espectadores esto en sí mismo es el canto de sirena que los atrae a las salas. Luego de más de dos horas de escenas feas, de confusiones varias y de un ruido insoportable, es imposible que alguien se lleve del cine una idea clara de lo que acaba de ver. Una lástima, porque el potencial está, porque el presupuesto lo tienen y porque van a seguir haciendo esta clase de films. Tal vez la quinta sea la vencida y empiece una nueva esperanza. Nunca se sabe, pero por ahora ya van cuatro películas y ni una sola es realmente buena.
El joven que quería cantar Con el estreno de esta película, Mi gran oportunidad, se cuenta la verdadera historia de Paul Potts, un tímido e inseguro joven que sueña con dedicarse a cantar ópera. Para quienes conozcan la vida de Paul, este largometraje no ofrecerá mayores sorpresas, pero para quienes nunca hayan oído hablar de él, la película tiene una carga emocional irresistible. David Frankel, el director de filmes como El diablo viste a la moda y Un gran año, cuenta con habilidad, pero sin demasiado vuelo, una historia que se impone por sí misma. Todo el film está enfocado en el gran clímax, que a su vez es lo que tal vez más personas conozcan. Por eso, la calidad de Mi gran oportunidad depende de que tan bien impacte ese momento en la audiencia. Su objetivo es ése y lo cumple. Cuando la emoción debe aflorar, aflora, y se puede decir que la película tiene el mérito de no arruinar aquel gran momento que hizo popular a Potts. Las herramientas que utiliza previo a ese momento cumplen con todos los lugares comunes habidos y por haber, tanto en lo dramático como en lo cómico, en lo romántico e, inevitablemente, en lo musical. Pero el espectador que se entregue a la historia sin cuestionarle sus claras limitaciones podrá encontrar lo que fue a buscar: una historia de vida que emociona hasta las lágrimas. El carisma de los actores hace que la película avance de forma creíble y los curiosos podrán ir a YouTube y comparar lo visto en la pantalla con la historia real.
La entretenida aventura de una vida Se acaba de estrenar la ambiciosa y lograda producción del director y guionista argentino Juan Pablo Buscarini, que reunió a un elenco estelar (Joseph Fiennes, Alejandro Awada, Edward Asner) para filmar un libro de Pablo de Santis. El protagonista de El inventor de juegos es Iván Drago (David Mazouz), un niño que al encontrar en una revista un concurso de juegos de mesa finalmente da con su mayor talento: ser un inventor de juegos. Pero un giro abrupto en su vida lo llevará a vivir una aventura totalmente diferente a lo que él esperaba. Juan Pablo Buscarini, el director de Condor Crux, El raton Pérez y El arca enfrenta acá una producción internacional basada en la novela del gran escritor Pablo De Santis. El elenco es una mezcla de actores europeos y estadounidenses más algunos rostros argentinos. Y el gran lujo extra que tiene El inventor de juegos es tener a una leyenda como Edward Asner entre sus protagonistas. La muy buena noticia es que Buscarini ha crecido mucho como realizador, que con una producción mayor y un equipo técnico de gran calidad acompañándolo, logra llegar más lejos de lo que había logrado en El ratón Pérez, que era hasta este nuevo film su mejor película. La estética del film es particularmente inspirada, bella y, como suele ocurrir no solo con Buscarini sino también con Pablo De Santis, hay un gran respeto por el receptor de la obra, un enorme cariño por los géneros y por el imaginario de la literatura y el cine de aventuras y la fantasía. Sí, está claro, El inventor de juegos se ve plagada de citas a otros films y obras literarias, pero en realidad esto no molesta para nada, al contrario, es como si la película expusiera su árbol genealógico a manera de homenaje. De Harry Potter a Charles Dickens, pasando por Tim Burton, todo suma y nada resta. Lo importante es que las citas no afectan en lo más mínimo la narración, que por otro lado fluye con una velocidad notable. Muchas cosas ocurren en este film destinado a todo público, capaz de entretener a gente de cualquier edad. No caeremos en el paternalismo de decir que es saludable que se hagan films así desde Argentina, porque esta coproducción con Canadá e Italia es motivo de festejo no importa en qué país o época sean realizadas. El inventor de juegos es una buena película en cualquier lugar y momento. Un largometraje bello, inteligente y entretenido, festejo de la imaginación y la aventura.