GUN CRAZY. Una vez que empieza El Ángel, que la historia esté basada en la vida de un personaje real tiene cero importancia. Nada de lo que ocurrió realmente tiene valor alguno. Les aconsejo que no averigüen nada sobre su protagonista ni sus actos. La película no intenta aportar información, ni cierra con carteles explicando lo que aconteció posteriormente al desenlace de la historia que, dicho sea de paso, tampoco contaremos aquí. Así debería ser con todas las películas basadas en hechos reales, pero en este caso es importante hacer la aclaración porque es obvio que al guionista y director Luis Ortega les resulta ajena la intención de de mostrar al verdadero personaje que inspiró al film. Sin duda Luis Ortega, director de pequeños films, algunos destacables, como Caja negra y Monobloc, ha vuelto al cine con una producción grande y resulta difícil imaginar vender esta historia protagonizada por un actor desconocido si no tiene algún tipo de atractivo comercial. Una vez hecha la película, y una vez que el público entra a la sala, lo único que importa es la película que tenemos delante. Con un cuidado mayor que sus exitosas ficciones televisivas, El Ángel resulta mucho más cercana al origen cinematográfico del director. Aunque suena a una ironía, El Ángel se acerca más a El Clan de Pablo Trapero que a la miniserie Historia de un clan que ese mismo año hizo el propio Ortega. En particular en lo que refiere a confiar en el lenguaje del cine, en no dar tantas explicaciones, ni bajar línea. Carlitos es un adolescente de clase media, que estudia en un colegia privado, que ha tenido problemas de conducta y que, desde el inicio del film, sabemos que le gusta robar. Es un marginal sin urgencias económicas, agarra lo que quiere, no para obtener una ganancia, sino para usarlo y desecharlo después o regalarlo, eso es lo máximo que hace al inicio de su carrera delictiva. Ser rubio y carilindo lo vuelve poco sospechoso, su familia es tradicional, honesta, sin problema alguno con la ley o la sociedad. No hay explicación psicológica ni trauma para Carlitos, él nació para vivir al margen de la ley y así vive. Poco a poco irá creciendo en sus actos delictivos, en particular en su asociación con un compañero de colegio y su familia también dedicada al delito. Como crónica policial, la película aporta poco y nada. La policía parece preocupada por otras cosas, amenaza reiteradamente con torturas y se presenta finalmente de forma alocada como en el final de The Blues Brothers de John Landis. Carlos es un joven irresponsable, que vive en su propio mundo, que pierde la noción de realidad y desconoce la gravedad de sus actos. Asesinar le resulta casi irreal, dispara por reflejo, tiene talento y vocación de ladrón, aun cuando nunca deja de jugar durante sus crímenes. Le preocupa más un cuadro que un hombre herido de muerte, se prueba unos aros en mitad de un atraco, no pierde oportunidad de bailar al ritmo de un tema de moda. Se podrá decir mucho sobre el personaje, excepto que refleja a Carlos Robledo Puch. Tal vez en el futuro se haga una miniserie de ficción o un documental de varios sobre su figura, pero por ahora no hay nada en El Ángel que aporte información policial, histórica o psicológica. La película de un cuidado estético digno de mención, con una banda de sonido verdaderamente brillante, con actores carismáticos e inquietantes al mismo tiempo, sin duda cumple su retrato fascinado de un joven que en teoría tenía todo para llevar una vida normal y decidió salirse por completo del sistema. Ese el verdadero perfil que busca trazar Ortega, ese es su personaje. No se ve una agenda política o ideológica que supere ese tema, aun con los pequeños apuntes laterales que la historia posee. Juzgarla desde ahí sería como juzgar Goodfellas de Martin Scorsese desde ese lugar, cosa que no está prohibida, pero no parece la intención del directo. Sin duda Ortega es mucho más amoral que Scorsese. Acá no hay una reflexión final, ni un aprendizaje. No por casualidad la película termina prácticamente igual que como empieza. Hay consecuencias por las acciones, pero el relato termina antes de que se produzca ese cierre. Esa alegría del protagonista es más angustiante que la certeza moral de saber que es un criminal sin arreglo y debe pasar el resto de su vida en la cárcel. Si el film hubiera respetado la historia real, se habría perdido el corazón mismo de la película e incluso el propio director no habría tenido interés en él. Por suerte, la ficción se impone por encima de la realidad.
Un pequeño pueblo en las afueras de Quebec sufre una rara transformación. Las personas comienzan a atacarse como zombies convirtiendo todo en un baño de sangre. Cualquiera puede ser el próximo agresor o la próxima víctima. Ese es el comienzo de Los hambrientos, una película que muy pronto estará en Netflix, como ocurre en otros países donde ya se consigue en esa plataforma. Tal vez allí pueda el espectador dedicarle un poco más de atención a un título al que el cine hoy le queda un poco grande. Para los apasionados del cine de zombies y afines, la película tendrá un interés estadístico, ya que querrán anotarla en su catálogo como un ejemplo más dentro de la enorme cantidad de cine y series alrededor de esta temática. Que sea canadiense podría darle un toque de distinción sobre otros títulos, pero no hace más que recordarnos a un gran maestro del cine de terror llamado David Cronenberg. Hay mucho del director de Shivers (1975) y Rabid (1977) en esta película. Pero lo que en Cronenberg resultaba natural, acá aparece impostado. La puesta en escena es muy autoconciente y sus recursos de cine menos clásico no le juegan nada a favor. Su narrativa no resulta original, sino poco sólida, tampoco su parecido con el director mencionado o The Wicker Man (1973) de Robin Hardy le suman. Lograr ser una película misteriosa, inquietante, perturbadora, es algo que se logra con un trabajo más minucioso, no con largos planos sin ritmo combinados con golpes de efectos repetidos hasta el hartazgo. El caos de las primeras escenas es lo único destacable, así como algunas imágenes sueltas pero que no justifican de ninguna manera considerar a esta película relevante dentro del género.
CASADOS Y DESCASADOS. El cine romántico como género es bastante amplio y sus reglas también lo son. Hay comedias románticas, melodramas románticos, hasta películas románticas de acción. No hay obligación alguna de respetar esas reglas pero el precio por traicionarlas, en particular en las comedias románticas, es alto. Una comedia romántica con un final no esperado tiene muy pocas posibilidades de caerle bien al público. El cine argentino no es una excepción al género y desde sus comienzos ha explorado las historias de amor, en un comienzo mirando a Hollywood, luego espiando al cine europeo. Muchas grandes películas argentinas tienen, a pesar de eso, un estilo propio local, como las películas de Manuel Romero o Carlos Schlieper, para citar a nuestros mejores dos directores. Pero con la caída de los estudios y el cambio de paradigma, el cine argentino retrocedió en el género. ¿En qué sentido? En varios. En primer lugar las películas dejaron de ser divertidas, graciosas e incluso perdieron en emoción. Pero otra cosa más se perdió en el camino: la idea de la pareja protagónica. Muchas historias románticas tuvieron al protagonista masculino como presencia principal y la mujer de la pareja ocupaba un rol secundario. Lo que en la Edad de oro funcionaba perfecto, en las décadas posteriores dejó de hacerse. No es necesario aclarar que una historia de amor donde las dos partes ocupan roles desparejos pierde mucho de su gracia básica. No está prohibido ni es malo en sí mismo, tan solo deja de ser comedia romántica, se va del género. La primera buena noticia de El amor menos pensado, la comedia romántica con Ricardo Darín y Mercedes Morán, es que corrige ese error recurrente del cine argentino y le otorga a ambos el mismo peso en la historia, la misma complejidad a los dos personajes. La misma madurez, inteligencia, sentido del humor, el mismo peso en la pantalla y el guión. No son pocas las películas argentinas que al romper este equilibrio perdían todo su encanto. Esto solo no alcanza, tan solo es la prueba de que estamos frente a un director y guionista que sabe lo que está haciendo. Todo lo que sigue, es la confirmación de esto. Aunque la película, como ya dije, pertenece a un género y como tal tiene sus reglas, invito al lector que no quiera saber nada de la trama que deje aquí de leer, aunque no contaré nada, algunos detalles del análisis pueden terminar siendo una forma de contar la película. Están avisados. El amor menos pensado tiene elementos de comedia y de drama, aunque el peso final yo considero es comedia y no hay nada terrible o significativamente dramático como para que se salga del género comedia romántica. Pero más específicamente pertenece al género que el gran teórico Stanley Cavell llamó comedia de rematrimonio en ese libro imprescindible llamado La búsqueda de la felicidad: La comedia de enredo matrimonial en Hollywood . Como en aquellas comedias de la década del treinta y del cuarenta en Hollywood (y sus equivalentes argentinos, que Cavell nunca conoció) la pareja está destinada a terminar unida, aunque en el camino ambos deban aprender algo, haciendo por separado cada uno un camino interior. Habrá terceros en discordia, pero serán pasajeros. Los protagonistas forman una nueva pareja. Una nueva pareja conformada por ellos dos, pero en una nueva etapa de sus vidas. Esta renovación de los votos de pareja, estén casados o no, es la clave de este tipo de comedias románticas. Como decía ese otro cineasta romántico llamado Wong Kar-wai, estos films a los que El amor menos pensado se suma, saben que el amor es una cuestión de timing, y que la separación es para lograr que se vuelva a restaurar el desfasaje entre ambos. Ahora yendo a lo superficial pero no menos importante: la comedia funciona. Tiene momentos para reírse a carcajadas, directamente, con una gran cantidad de personajes secundarios que pocas veces en el cine argentino han logrado estar tan perfectos como acá. No solo es mérito de los actores, sino del guión y del director, sin duda logró que todos tengan el tono, que todos resulten disparatados y humanos a la vez. Hasta el más demente tiene su mundo y se hace querer. Ni hablar de los dos personajes que tienen que ser las nuevas parejas de los protagonistas. Sin duda ahí es donde la película finalmente termina de sumarse a la mejor tradición del cine clásico. No son malos, no son miserables, no son horribles, simplemente no son la persona adecuada para ellos. Esa grandeza de no atacar personajes, esa lucidez de mostrar que simplemente las cosas no siempre funcionan, es lo que le da a El amor menos pensado una nobleza definitivamente poco habitual en el cine argentino de las últimas décadas. Así es como la historia se gana su final, así es como nos hace reír y también termina emocionándonos. Es muy probable que estemos frente al mayor éxito de taquilla del cine argentino de este año, pero también frente a uno que no subestima al espectador ni se aprovecha de bajezas para lograr su cometido. La vieja y siempre querida comedia de rematrimonio.
SALVAR AL MUNDO. Para muchos teóricos el cine de aventuras en estado puro termina con las Guerras mundiales del siglo XX. Para algunos en la Primera, para otros en la Segunda. Un cambio en los valores, un avance acelerado de la tecnología, el final definitivo de la era de la exploración y los descubrimientos geográficos. En la post guerra se termina de perfilar el marco para que el cine de aventuras deje de ser un cine de época y pase a narrar historias contemporáneas. Los caballeros andantes dieron paso a los aventureros de la literatura del siglo XIX y a su vez estos se transformaron en los héroes de intrigas internacionales de espionaje. Fritz Lang con Spione (1928) construyó una base que luego tomaría Alfred Hitchcock para su propio cine. Aunque Hitchcock renegaba del concepto de espía o policía profesional, y aunque sus héroes eran hombres comunes en situaciones extraordinarias, fue él quien le dio al cine de acción y espionaje muchas de las cosas que aun hoy los espectadores de todo el mundo disfrutan. No fueron los únicos, hay muchos más ejemplos, matices e ideas por todo el cine del mundo. Ellos fueron los más reconocibles e influyentes de todos. Entre Intriga internacional (1959) de Alfred Hitchcock y los primeros films de la serie de James Bond, la diferencia es muy pequeña. El cine de acción como género es heredero del cine de aventuras y abarca tantas características de otros géneros que es casi imposible de encasillar. Sin embargo, una película que al espíritu del cine de aventuras, con sus eventos folletinescos, sus rescates de último momento, sus villanos y su protagonista infalible, y si todo esto lo lleva a la actualidad, no hay duda de que representa a la perfección a ese supra género llamado cine de acción. Me atrevería a decir que el cine de acción necesita, siempre, un poco de exceso, falta de realismo, poca lealtad a las leyes de la física y un gusto por lo inverosímil que se mantenga sin embargo dentro del mundo que todos conocemos. Las excepciones existen, pero el núcleo es ese. La lista es descomunal, pero nadie representa hoy mejor al cine de acción que la serie de películas: de Misión Imposible comandadas por Tom Cruise. James Bond ha muerto. Se murió cuando cambió el siglo y creyó que era hora de volverse serio y grave. Fue divertido, irresponsable, oscuro, ridículo, infantil, fue eso y más. Sobrevivió a su primer actor, Sean Connery, tuvo una genial desviación con George Lazenby, se aferró al gracioso y disparatado Roger Moore, tropezó con Timothy Dalton, revivió con Pierce Brosnan y finalmente decidió ser importante, realista (sí no realista, verosímil) y Daniel Craig lo convirtió en algo que no es James Bond. Sumadas, sus películas son divertidas, individualmente todas tienen algún momento, pero a la hora de evaluarlas, ninguna es una obra maestra, ninguna es lo mejor del cine de acción de su época. Todas están camino a algo, ninguna llega. Las vería muchas veces (al menos las de los primeros tres actores) pero no terminan de cerrar. Ethan Hunt es, en el siglo XXI, el máximo héroe de las superproducciones del cine de acción. Pero James Bond cambió el cine. La idea de héroe o antihéroe o dudoso héroe que representaba inició una nueva etapa. Y el mundo de viajes, medios de transportes espectaculares o ridículos, villanos desaforados, tecnología y accesorios insólitos, se impuso por todo el planeta. El lujo y el sexo también se multiplicaron en muchas otras películas, en muchos casos prefiriendo estos elementos al propio cine de acción. Hubo docenas de espías, de todos los países, de todos los tipos, hombres y mujeres espías, algunos más serios, otros directamente de comedia. También hubo grupos de espías y entre ellos los de una serie heredera del mundo de James Bond: Misión: Imposible, creada por Bruce Geller en la década del sesenta. No fue la única serie, fue una de muchas, pero en sus siete temporadas también marcó una época y nos regaló a todos algunas ideas que aun hoy podemos disfrutar. Sin dejar de lado un aporte inmortal: el tema de la serie, compuesto por Lalo Schifrin, un verdadero clásico de todos los tiempos. Un tema que hoy es sinónimo de acción en estado puro. La serie lo aprovechó a la perfección. La serie de películas aun más. No sé si es imprescindible, pero sí que suma muchísimo cada vez que aparece. Acelera los latidos del corazón del espectador y aumenta el disfrute. Imposible no tararearlo en nuestra mente. También el mensaje que se autodestruye y las instrucciones para esa misión que se puede aceptar o no, pero que siempre se termina aceptando. Cuando Tom Cruise se puso sobre los hombros la serie de Misión: Imposible su carrera era exitosa pero sus películas distaban mucho de lo que haría en los años siguientes. Aunque hizo algunas grandes películas, el problema es que también hizo algunas muy malas. Él como actor todavía resultaba incompleto, con unos personajes no muy nobles, algo tontos, muchas veces fanfarrones. Le faltaba una vuelta de tuerca. En 1996 tomó el control y en un mismo año hizo dos películas importantes: Jerry Maguire y la primera de las películas de M:I. Tomar al personaje de la famosa serie de televisión significó para Cruise un vuelco en su carrera, ya que en paralelo pudo hacer todo tipo de películas mientras volvía una y otra vez sobre el personaje de Ethan Hunt. La coherencia y la efectividad de las películas de M:I no tienen paralelo en el cine actual, todas funcionan, todas están bien, todas son verdaderamente buenas. Eligió grandes directores para cada una de ellas, como suele hacer en toda su filmografía Cruise aunque no con este nivel de control, y sin duda él es el dueño de la totalidad del proyecto. Él es el autor detrás de los films, el verdadero responsable final. La filmografía de Cruise es espectacular, pero estas películas son su legado personal. ¿Qué hay de nuevo y que hay de conocido en Misión: Imposible Fallout? De conocido todo, de nuevo la manera en que nos muestran lo conocido. Las locaciones más espectaculares, los medios de transporte más variados, las vueltas de tuerca, las máscaras, el mensaje con la misión, la música de Lalo Schifrin, los rescates de último minuto, los momentos que dejan al espectador aferrándose a la butaca. Siempre tratando de ofrecer lo mejor, lo más espectacular, lo divertido, lo sorprendente, lo gracioso. El espectáculo más grande del mundo por el precio de una entrada. “Bueno Sr. Hunt, esto es misión Imposible, no misión difícil. Difícil debería ser un paseo por el parque para usted” dice uno de los personajes en una de las películas de la serie. No se lo podría resumir mejor. La gente no paga la entrada para ver una misión difícil, para ver algo complicado pero que con un poco de ingenio y buena voluntad se puede resolver. Vamos al cine a ver una misión imposible, porque eso es lo que hace la diferencia y lo que nos genera la emoción y la alegría de estas películas, de las seis películas. Contar una escena sería privarle a los espectadores de la sorpresa, así que no hay que contar ninguna. El guión tiene su Mcguffin, es decir su excusa para hacer avanzar la trama. Todos van detrás de algo. Pero ese algo no es más que una excusa. Ethan Hunt y su equipo –sin su equipo no podría hacer nada, así de simple- tienen que salvar al mundo. Voy a contarles una historia que me ocurrió cuando fui al estreno de Misión: Imposible 2. En la sala casi llena, había un chico con una silla de ruedas que había ido con sus amigos. Al finalizar la película, todos salimos felices de la sala. La salida de ese cine tiene largas y anchas rampas para bajar dos pisos. Mientras caminaba por esa rampa escucho a tres chicos tarareando la música de Misión: Imposible. Eran el chico de la silla de ruedas y sus amigos. Bajaban a toda velocidad empujando la silla (o aferrándose a ella tal vez) por la rampa. Sentían la misma felicidad que yo. Alguien podrá pensar que en una silla de ruedas no se pueden realizar las proezas de Tom Cruise en la película. Es así, claro. Pero yo tampoco puedo realizar esas proezas. Nadie puede realizar esas proezas. Pero durante dos horas, al menos durante dos horas, todo parece posible. Eso siento cada vez que veo una de las películas de Misión: Imposible: lo imposible se hace posible. El mundo se ordena, las cosas salen. Soy feliz cuando veo estas películas. Lo soy por recursos y habilidades de gente que conoce el cine y sus herramientas. Lo soy porque hay valores en estas películas y porque a Ethan Hunt le importa la humanidad pero también cada una de las personas que tiene cerca. No subestimemos el poder de estos films, no pasemos por algo nos puede producir un estado de felicidad sin contraindicaciones ni consecuencias negativas. Misión: Imposible Fallout nos dice nuestro héroe estará siempre ahí para cuidarnos. El mundo es gigantesco, la película es descomunal, y sin embargo consigue hablarnos a todos y cada uno de nosotros. Esa clase de truco de magia es el más difícil de todos. Tom Cruise y Misión: Imposible Fallout consigue hacerlo una vez más.
HERMANOS DE SANGRE. Secretos ocultos (Marrowbone en Estados Unidos y El secreto de Marrowbone en España) es una producción española hablada en inglés. Esta ópera prima dirigida por Sergio G. Sánchez contiene muchos de los elementos del cine de terror que el propio Sánchez desplegó en su guión de El orfanato (2007). La película cuenta la historia de cuatro hermanos provenientes de Inglaterra que junto con la madre escapan de su padre criminal para iniciar una nueva vida en las afuera de un pueblo en Estados Unidos. La madre muere y los cuatro hermanos pactan callar su muerte hasta que el mayor cumpla veintiún años y pueda hacerse cargo legalmente de la casa. Entierran a su madre y viven aislados del pueblo, con un mínimo contacto con el afuera. Pero las cosas comienzan a complicarse cuando una presencia siniestra que parece habitar en la vieja casa donde ellos viven. Visualmente parecida a El orfanato, la película de J. A. Bayona (quien aquí es productor) Secretos ocultos es impecable en los aspectos técnicos, incluso por encima del promedio del género. Tampoco busca trucos digitales y busca asustar con las herramientas de la vieja escuela que ofrece el cine. La luz es particularmente importante en la creación de climas, así como el sonido y la música, buscando asustar con la angustia de lo desconocido. Como en películas como la mencionada El orfanato el clima combina el terror con un tono de melancolía que vuelva a la película mucho más fuerte en la emoción. No logra, sin embargo, sostener la calidad inicial hasta el final, donde algunas vueltas de guión distraen la mencionada emoción y nos hace pensar en recursos ingeniosos del director y guionista. Aun así, algunos de esos giros funcionan y hasta el final la película asusta e involucra al espectador, aunque no lo haga con la misma intensidad del comienzo.
Nunca me pareció interesante ni objeto de culto la serie de comedias de Brigada explosiva ni su transformación en Los bañeros más locos del mundo, ni todas las variables posteriores. Para ser más exacto diré que me parecieron todas malas películas de principio a fin, sin gracia, con un humor televisivo bastante ofensivo por momentos. Sin embargo, y de manera verdaderamente asombrosa, cada película ha logrado descender un escalón más en el infierno del mal cine. Las del siglo XX eran insufribles, las del siglo XXI deberían tener una advertencia antes de empezar por el daño que le pueden hacer a una persona que desperdicie su vida viendo algo así. A no equivocarse, no estamos frente a un objeto simpático o excesivo, a una obra cuya locura torpe termina generando interés. Al contrario, estamos frente a un exceso de pereza que se pasa de cínico y resulta insultante. Es divertido escribir chistes contra la película, seguramente es más gracioso leer un texto contra la película que verla. No lo duden, lo es. Pero Bañeros 5: Lentos y cargosos trae una buena noticia y es que ha fracasado en taquilla. ¿Con un título tan abiertamente desmotivador quién podría elegir pagar una entrada? La película se burla de sí misma desde el título, pero cuando uno sufre la desgracia de verla confirma que la película es lenta, muy lenta y que todo avanza a golpes de escenas pegoteadas como se puede, con los pedazos de un rodaje a las apuradas, con actuaciones imposibles, con un guión que está por debajo de lo más bajo que ha visto incluso en estas películas. La desesperación por aprovechar éxitos coyunturales incluye esta vez un dron y a Sol Pérez. Según los que hicieron la película las dos cosas nuevas que vale la pena incluir. También están los hermanos Caniggia, hijos del famoso jugador de fútbol. Entre Charlotte y Alexander hay algunas líneas de amenaza de incesto que por el apuro de poner a ambos en la película termina siendo lo único asombroso que el guión tiene pero solo tiene sentido para quienes los conozcan fuera de la pantalla. Hay muchas chicas y chicos en traje de baño, aunque obviamente con el énfasis en docenas de colas femeninas para que no solo se diviertan los niños sino los adolescentes y los hombres adultos. El mundo cambia, los bañeros de esta serie, no. Si van a hacer películas para niños deberían al menos tener en cuenta algún tipo de progreso cultural, como si el mundo ya hubiera entrado en el siglo XXI o como si la gente ya no fuera tan estúpida como para pagar para ver un producto por debajo de cualquier estándar aceptable. Es ofensivo un cine tan malo, siempre lo fue, pero hoy por hoy no hay motivo alguno para insistir con esto.
Nadie sabe a donde va. Una comedia que no es graciosa. Ese es el primer defecto de esta película y tal vez el único que termina importando. Más allá de las intenciones, la verdad es que lo que falla acá es el humor. Muy pocos chistes funcionan, Natalia Oreiro ejecuta con buen timing algún que otro gag potable, pero el resto es insalvable, ni Carole Lombard podría darles gracia. El personaje no es simpático ni carismático (como sí lo es la actriz) y todo el proceso de pasar de alienada a liberada es tan forzado y poco creíble que ni al comienzo ni al final convence lo que el guión trata de exponer. Desde el comienzo la película subraya el lado dramático, lo que no le permite a la comedia apoderarse del tono general de la película, y termina con un discurso sobre la libertad que termina por expulsar cualquier lógica posible de comedia. Su discurso de Un día de furia tampoco la convierte en una catarsis disfrutable, más bien lo contrario. Cuando el personaje desata su sinceridad no es simpático y cuando aprende una lección produce vergüenza ajena. Un toque feminista poco creíble carga las tintas un poco más contra los hombres y es más benigna con las mujeres que la versión chilena, lo que no aporta tampoco demasiado a la comedia ni la mejora. Es raro que una comedia renuncie a la velocidad y la eficacia del timing y se entregue a varios actores que actúan como si estuvieran en televisión haciendo una única toma, sin la obligación ni el deseo de la perfección cinematográfica. Algunos están mucho peor que otros, pero más allá de las actuaciones, hay personajes completamente desperdiciados, en particular aquel que le ofrece una salida a la protagonista. Incluso una escena tan prometedora como la del puente –doble cita a ¡Qué bello es vivir! y a Los intocables (la segunda citaba ya a la primera)- se queda a mitad de camino por una mala ejecución actoral y el mencionado desperdicio de un personaje. Los que producen y distribuyen cine sin duda conocen el negocio y por eso creyeron que era factible que un film hecho hace dos años en un país limítrofe tuviera una versión local que a su vez se sumara a la versión española y a la mexicana del mismo título. Ya la película chilena, mejor claramente que Re loca, era bastante irrelevante y limitada, ni hablar de sus remakes sin gracia. Ya vi tres veces el mismo film en este año y ninguna de las tres versiones me convence, aunque por ahora la argentina es la menos lograda, no veré la mexicana para saber si mantiene ese lugar. En Netflix está la versión hecha en Chile, la pueden ver si quieren. Pero sí hay un elemento a destacar, aunque no tenga mucho peso en el balance final. Cuando en la banda de sonido suena la canción Me vuelvo cada día más loca cantada por Celeste Carballo, su autora e intérprete original, claro. La canción es mejor que toda la película, explica mucho más y dice más sobre el mundo que el film y por supuesto tiene mejor ritmo, fuerza y gracia. Si la película fuera como la canción, sería excelente, pero la canción llega al final y poco puede hacer para alterar el rumbo de la película. Un consejo, escuchen la canción, es una de las mejores de la historia del rock nacional y tiene un efecto mucho más liberador que esta remake.
Torrentes de amor. Desmadre, fragmentos de una relación es un documental sobre madres e hijas. Pero aunque como tal es realmente muy bueno, su verdadera gracia radica en que parece una ficción por lo gracioso y emocionante que llega a ser por momentos. Reírse como en una comedia, emocionarse hasta las lágrimas, cosas que los guionistas buscan desde el nacimiento del cine y que Desmadre logra con una absoluta naturalidad. Sí, es un documental, pero trabaja en diferentes niveles, lo que le permite entrar y salir de las reglas del documental y por momentos ver todo como una ficción. La historia es la de la directora Sabrina Farji, sus dos hijas y su madre. Tres generaciones de mujeres que sirven para tratar el vínculo entre madres e hijas. Desmadre es un documental que narra la historia de cómo se filma dicha documental, lo que aporta un constante metalenguaje que llega incluso a discutir la naturaleza del documental, no el que se está haciendo, sino todo el documental. Pero siempre con una transparencia absoluta, siempre de forma entretenida e interesante. Con lo que describí hasta acá queda claro que es una película muy compleja y profunda, aun cuando jamás se vuelva pomposa o se tome a sí mismo como algo importante. A lo mencionado hay que agregarle testimonios a cámara de muchas madres de diferentes edades, de diferentes características, todas ellas contando con emoción, sin emoción, con tonos muy variados, su experiencia con la maternidad y el vínculo con sus hijas. Y hay más, claro, porque la película suma más capas cuando agrega videos caseros, esa forma amateur de documental que aquí cobra una importancia fundamental para el sentido de la película. La película no es una oda a la maternidad ni una bajada de línea que busca idealizar la condición de madre. Tampoco lo demoniza, simplemente lo describe con todos sus detalles. Así como también el deseo de no ser madre, llegado el caso. También se percibe como cambian los roles de la mujer en la sociedad generación tras generación. No lo hace solo con los testimonios, sino con todo lo que vemos en la pantalla. Siempre, que quede claro, con un brillante y lúcido sentido del humor y la capacidad de la directora de reírse de sí misma. Con las peleas, las charlas, las historias, los paseos, los chistes, los reclamos, las dudas, las contradicciones, las cuatro mujeres protagonistas terminan armando una reflexión sobre los vínculos entre madres e hijas que tiene la potencia y la profundidad de un biblioteca sobre el tema, pero a la vez es la más lúcida y simpática de las comedias que uno pueda imaginar sobre esta temática. Es más, las comedias sobre este tema resultan poco absurdas y graciosas, comparado con esta película. Pero también, y que quede claro, todo el film está atravesado por el amor que esas mujeres se tienen. Qué el film tenga el atrevimiento de mostrar momentos más oscuros o menos simpáticos de los personajes, no hace más que hacer que nos encariñemos más con ellas. La ficción tienen sus métodos para contar historias, pero de tanto en tanto el documental nos recuerda que la verdad es muchas veces más graciosa y disparatada de lo que puede escribir un guionista. Desmadre es una maravilla que nadie debería perderse, más allá del vínculo que tenga con su madre, porque tiene todos los ingredientes de una excelente película.
En 1993 Steven Spielberg estrenó Jurassic Park. 1992 un año muy particular para él, porque mientras avanzaba con la edición de esta película, filmaba en Europa La lista de Schindler. Ambas se estrenaron en diferentes momentos de 1993 y ambas entraron en la historia grande del cine mundial. Jurassic Park no solo fue un éxito de taquilla a nivel mundial (en Argentina a un año de su estreno aun se la podía ver en salas comerciales) sino que además era una obra maestra. Es una obra maestra. Así como Tiburón (1975) trajo un viejo temor de la gente a la pantalla grande e instaló a los escualos de manera definitiva en el imaginario popular, Jurassic Park captó la fascinación por los dinosaurios que siempre existió y la convirtió en un fenómeno renovado cuyas ramificaciones superan a las muchas películas que vinieron después. Es importante recordar que a nivel tecnológico, esta película fue una de las que cambió para siempre la historia del cine mundial al incorporar de forma integral los efectos digitales, la última gran revolución técnica que ha tenido el cine, tan importante como el color y el sonido. A esa obra maestra le siguió El mundo perdido Jurassic Park (1995) otra gran película de Spielberg, sin la perfección de la original pero con varias escenas inolvidables. Y luego una secuela más, Jurassic Park 3 (2001), de Joe Johnston que, contrario a lo que piensa la mayoría, me parece una verdadera maravilla a la altura de la saga. También, a mi entender, el final de la trilogía de Jurassic Park. El anuncio de Jurassic World (2015) fue una noticia ambigua, ya que prometía más aventuras con dinosaurios pero el alejamiento cada vez mayor de aquel punto de inicio perfecto con el film de Spielberg. Quisiera decir que esta parece una nueva trilogía, aun cuando todos los films están conectados y los actores y personajes van de uno a otro. La sorpresa es que la película era diferente pero encontraba una manera de abrirse camino. Como la naturaleza, lograba abrirse paso y, como el creador del Parque Jurásico, no reparaba en gastos. Divertida, algo más alocada, pero finalmente efectiva. Nada hacía pensar, taquilla mediante, que esto debía parar. Pero Jurassic World: El reino caído es una alarma clara que dice que la franquicia ya no tiene la misma precisión que traía. Sin duda la peor, de hecho la única mediocre, de las películas de Jurassic Park. Al final del film anterior la Isla Nublar era abandonada cuando el parque temático Mundo Jurásico volvía a convertirse en una trampa mortal. Ya no con un pequeño grupo, sino con una enorme cantidad de público visitando las instalaciones. Ahora los dinosaurios de la isla están en peligro e intentarán rescatarlos, pero como corresponde al género, hay segundas intenciones más allá de las genuinas intenciones de los protagonistas. Buenos y malos se dirigen una vez más a la isla. Pero por primera vez en las cinco películas, las escenas suenan todas repetidas, gastadas, visualmente gigantes, pero ya sin la sorpresa o el impacto de las películas anteriores. Prueba de cómo el cine se preocupa más por los detalles que por la profundidad, el único cambio significativo entre el film anterior y este, es el calzado de la protagonista. Sí, el desperdicio de energía de mucha gente con tiempo libre hizo que en la película anterior todos se preocuparan porque la heroína escapaba con tacos altos de los dinosaurios. Así, en este nuevo film, se muestra claramente que usa unas botas rudas y poderosas, para que nadie se queje. Sí acaso alguien se fijó en aquel detalle y hoy lo recuerde y reconoce el cambio, me pregunto a quien le importará dentro de un par de años tal tontería. A nadie, porque a diferencia del film de Spielberg, esta película no tiene intención de quedar en la memoria de nadie. La tontería le gano al cine de forma contundente y eso se nota en la mediocridad de la película.
Un niño espera. La película de Carlos Sorín tiene un comienzo intenso y a la vez delicado. De forma minuciosa explora la incertidumbre, la emoción, el miedo, la felicidad y todo lo que produce decidir adoptar a un niño de nueve años. No es fácil, no es lo que la pareja protagónica esperaba, pero igual van para adelante porque desean adoptar a un niño. La pulcra minuciosidad que el realizador utiliza para explorar los primeros encuentros es digna de admiración. Cecilia y Diego, los padres adoptivos, viven en un pueblo en Tierra del fuego. Antes de la adopción oficial deben pasar por un período de prueba. Con idas y vueltas parece que las cosas van bien, dentro de lo razonable. Pero entonces desde el colegio llegan los primeros problemas. El pasado del nene, vinculado con una familia complicada que incluye un padre preso, pondrá en alerta a los padres del lugar donde él estudia y tensará el vínculo entre todos. Sorín, director de larga trayectoria, mantiene sus constantes como director, acertando con el retrato realista y respetuoso, pero cambiando el tono cuando se nota la intervención del guión para subrayar personajes o situaciones. Confiando en el poder del cine, opta en varias situaciones dejar afuera los conflictos de los cuales solo recibimos las consecuencias. En eso Joel hace la diferencia, en eso se vuelven una película conmovedora. La protagonista, Victoria Almeida, da con el tono siempre, aunque la película se desvíe por los mencionados recursos de guión. Y Joel Noguera, el niño protagonista, también esté impecable, sin dar nunca la impresión de un niño actor, sin construir un personaje frente a nuestros ojos, sino simplemente siendo ese personaje. Es inevitable para muchos, tomarse esta película desde su tema sin prestarle atención a lo cinematográfico. El tema tiene mucha fuerza y seguramente miles de personas lo verán desde su propia experiencia o de casos de los que han sido testigos. No está mal que así sea, pero para un espectador de cine no se trata solo de discutir el tema sino de ver la película. Y en todo caso ir más allá de lo puntual y pensar hasta qué punto la sociedad tiene miedo de integrar a todo aquello que puede ser una posible amenaza. La integración y el rechazo tienen consecuencias. La película busca aferrarse al amor, no el que nos viene de nacimiento sino el que nos comprometemos a dar. Más allá de la adopción, apostar por la lealtad y la valentía es un una decisión que nos define. Joel, con sus virtudes y defectos, habla de eso.