Un viaje por el mal gusto. No es común que en las grandes producciones industriales hechas en Estados Unidos las cosas salgan tan mal que de vergüenza ajena a nivel estético una película. Pero a veces pasa y, como el cine es un arte de alto costo, no hay forma de esconder el resultado o buscar un perfil bajo. Así llega a las pantallas del mundo Un viaje en el tiempo, que a pesar de ser una producción clase A, parece una película imitación de otras, un producto de bajo presupuesto que se quiere subir a una moda y que solo se difunde en formato hogareño. Pero su distribución, su elenco, y su costo, nos dicen lo contrario. Algunos países no podrán verla en cine debido a los resultados de taquilla y crítica (lo primero más que lo segundo, claro, salvo que incluyamos la respuesta negativa de los espectadores que sí la vieron). Ni estar basada en un best seller, ni ser la segunda adaptación de dicho best seller le aportó mucho o hace alguna diferencia en el resultado. La protagonista es Meg, una niña que sale a buscar a su padre, el científico Alex Murry, quien desapareció misteriosamente cuando realizaba un experimento de viaje en el tiempo y el espacio. Meg descubre que su padre está en algún lugar del universo y que este es mucho más grande y complejo de lo que todos creemos. Ella, su hermano y un amigo emprenden la aventura ayudados por tres seres celestiales y se enfrentarán a fuerzas oscuras. La base de cualquier historia de fantasía, pero llevada a mal puerto, entre otras cosas, por fealdad estética ya mencionada, así como también por una carga didáctica muy poco cinematográfica que la directora no supo combinar con una narración fluida o entretenida. En esta combinación horrible la película recuerda, salvando todas las distancias, a Más allá de los sueños (What Dreams May Come, 1998) pero en un formato de película para niños. Pero que nadie se llame a engaño: no estamos frente a una mala película que arriesga mucho y cae de forma aparatosa pero con algo de encanto, no. Un viaje en el tiempo es un bodrio solemne, pesado, sin simpatía, duro para ver por su mal gusto y su armado berreta. No hay forma de reivindicarla ni de salvarla, no hay tampoco motivo para hacerlo.
El ascenso de Lara Croft. Lara Croft es uno de los personajes más populares de la cultura audiovisual contemporánea. Aparece por primera vez en 1996, cuando la franquicia Tomb Raider dio comienzo. A lo largo de los años este videojuego ha tenido muchas secuelas, prolongando la fama del personaje como no ocurrió con ningún otro personaje de videojuegos en la historia. Al videojuego le siguieron comics, libros, cortometrajes y dos adaptaciones cinematográficas previas a la que se estrena ahora. Ningún otro videojuego tuvo tanto éxito fuera de su ámbito y todo indica que este suceso está muy lejos de terminar. Como suele ocurrir con estos fenómenos, hay ya incluso algunas contradicciones con respecto al personaje, su origen y sus características. Lo que sí sigue siendo coherente es que Lara Croft es una joven aristocrática británica que ha hecho de la búsqueda de tesoros una forma de vida y que a lo largo de los años ha realizado notables descubrimientos. En el momento de la creación del personaje hubo muchas influencias, pero para el mundo del cine queda claro que la máxima inspiración es el personaje de Indiana Jones. La película producida por George Lucas y dirigida por Steven Spielberg, fue el resumen de todo el imaginario del cine y la literatura de aventuras en una suerte de homenaje y vuelta a empezar con el género. Tomb Raider parte de ahí, pero sigue su propio rumbo. La arqueóloga Croft tiene el origen aristocrático de El Zorro o Batman, dos grandes modelos de la aventura del siglo XX que se inspiraron en los grandes héroes de la historia del género de aventuras. Pero al tratarse de un videojuego, la rigurosidad con el género es muy relativa. Tomb Raider puede luchar contra animales salvajes, sectas, monstruos mitológicos, mercenarios varios, dinosaurios o lo que sea a la hora de cumplir su objetivo. Pasa de las armas más nobles y tradicionales del género como el arco y la flecha a las armas más modernas y letales, como sus famosas pistolas, inspiradas en la película hongkonesa Hard Boiled, de John Woo. Las armas y los recursos de Lara han ido mejorando y cambiando a lo largo de los años. También se ha establecido que Croft tuvo como inspiración al comic Tank Girl y a la cantante Neneh Cherry, lo que termina de armar una mezcla bastante rara. El personaje nació con un costado sexy que motivaba un alto número de seguidores hombres, que veían en las curvas de Lara Croft un atractivo extra. Pero a la vez que esto era un motivo de interés, lo cierto es que crecía y crecía su condición de heroína femenina poderosa capaz de llevar a adelante aventuras que antes solo estaban protagonizadas por hombres. Si comparamos el primer Tomb Raider (2016) con el Rise of the Tomb Raider Edición aniversario (2016) los cambios son espectaculares, pero no solo de personaje, sino también tecnológicos. Jugar un videojuego hace veinte años era algo completamente diferente. Otro de los hallazgos que rodearon a Lara Croft es contratar a una modelo para la interpretara en las presentaciones de cada nuevo videojuego. Esto le dio a Lara Croft una presencia física diferente a la de los demás personajes creados en ese mundo. Nathalie Cook fue la primera de estas modelos y luego le siguieron Rhona Mitra, Nell McAndrew, Lara Weller, Lucy Clarkson, Jill de Jong, Karima Adebibe y Allison Carroll. Estas modelos y actrices en algunos casos hicieron todas las giras de promoción del juego, alentando a miles de mujeres en todo el mundo a hacer su propio cosplay y tomar también a Lara Croft como personaje a imitar. Ya sea como sex symbol o como referente, el personaje atravesó los años sin perder su fama y popularidad, aun sin ser hoy el videojuego más famoso o prestigioso. Cuando Angelina Jolie protagonizó la primera de las películas de Tomb Raider, también rompió el estigma de que los videojuegos no podían ser llevados a la pantalla grande con éxito. La secuela confirmó el éxito pero jamás se llegó a realizar una tercera parte. La evolución del personaje en el videojuego no podía no trasladarse a la pantalla. La Lara Croft de 1996 es muy diferente a la del año 2016 y por lo tanto no reconocer ese cambio hubiera sido catastrófico para una adaptación cinematográfica. La nostalgia nos hace pensar que Angelina Jolie –ideal para interpretar a aquel personaje, como quedó demostrado- era para siempre Lara Croft en el cine. El problema es que en el 2001 y el 2003, Jolie protagonizó dos películas que fueron dos oportunidades desperdiciadas a la hora de llevar a semejante personaje al cine más allá del mencionado éxito. Pero si triunfa esta nueva versión 2018 esto terminará en otro videojuego y el personaje seguirá evolucionando, como lo han hecho muchos otros personajes de ficción llevados al cine. No solo Alicia Vikander, sino otras actrices, interpretarán a la aventurera británica. Es importante repetirlo una vez más: Un personaje de videojuego creado en 1996 recibe en el 2018 su tercera versión cinematográfica que busca comenzar una nueva serie de películas. Hacer un reboot, es decir reiniciar una saga o un personaje es algo que existió en el cine desde siempre, pero en los últimos años se volvió más fuerte como concepto. Hoy se puede reiniciar un personaje sin importar cuánto tiempo haya pasado desde su última aparición en cine. Pasados ya quince años desde Tomb Raider: La cuna de la vida este nuevo comienzo suena razonable y no forzado. Como mencionamos, el videojuego evolucionó mucho y con él una nueva generación ve con otros ojos a Lara Croft. El cine también ha cambiado, pero si nos ponemos a observar lo que pasa en esta película lo que importa es que el estilo narrativo es mucho más prolijo y eficaz de lo que fuero los dos films anteriores, más preocupados en mostrar el vestuario de la estrella y a hacer chistes sin gracia que a dedicarse a la aventura en sí misma. El director Roar Uthaug tiene a su disposición un guión clásico que sin ser una obra maestra le permite armar una historia de aventuras en el sentido más estricto y tradicional del término. Alicia Vikander, como Lara Croft, también construye un personaje más clásico y serio, fiel a la tradición del género. Pero serio no significa que deba ser solemne, algo de humor podría haber sumado más en la historia. No falta tampoco alguna cita más que explícita a Indiana Jones, para reconocer la deuda con el gran personaje. Cada época tiene su Lara Croft y acá nos toca una versión fuerte, realista en términos de acción física, todavía muy seria y sin injustificadas situaciones de romance que en este guión no vendrían al caso. Sí hay que decir que los videojuegos son un poco más violentos y salvajes que la película. Tomb Raider es claramente la primera de una saga y por eso se toma todo el tiempo que necesita para contarnos el origen de su protagonista. Como siempre, su padre perdido sigue siendo clave en la historia y el motor del relato. A pesar de la fantasía como parte esencial de lo que nos cuentan, hay una apuesta a que las cosas no parezcan un disparate total, como lo era en las anteriores películas o con la lógica de los primeros videojuegos. Desde el primer plano de la película hasta el último (esto dicho sin metáforas) Tomb Raider es generosa con los seguidores del personaje y los juegos. Una tras otra y casi sin hacer ruido dentro de la trama, se suceden todos los guiños posibles para que Lara nos suena familiar y cercana. Las escenas en la casa de empeño (las que tienen más humor) y el final de la película nos hacen creer que la secuela será todavía mejor que este gran regreso a la pantalla grande. Y que, si todo funciona bien en taquilla, tendremos Lara Croft para rato.
Perversa luna de hiel. El hilo fantasma, dirigida por Paul Thomas Anderson tiene el raro privilegio de ignorar todas las tendencias y modas del cine actual y se erige como una obra personal más allá de la época. El hilo fantasma no dice absolutamente nada sobre el mundo actual como tal. Es una película que se dedica de forma obsesiva a describir a sus personajes y su entorno, ignorando todo lo que esté fuera de él. En ese aspecto, y de forma no muy sorpresiva, terminando siendo una película más transcendente. La historia transcurre en los años 50, en el Londres de la postguerra. Woodcock es la casa de moda más prestigiosa en el Reino Unido. Es el centro de la moda británica y viste a las mujeres más importantes de la alta sociedad. El diseñador Reynolds Woodcock (Daniel Day Lewis) es el genio detrás de todo esto. Es un hombre obsesivo, maniático al extremo, que lleva una vida solitaria, solo acompañado por su hermana Cyril (Lesley Manville) que lleva nota de todo lo que el necesita para concretar sus diseños. Hasta que un día se cruza con Alma (Vicky Crieps) una camarera en un restaurante en una ruta. Ella se transformará en su amor y su musa, lo que amenaza con trastocar todo el mundo de Woodcock. Uno imagina que a cierto nivel de cine, todos los directores conocen su oficio y hacen las cosas bien, pero eso no impide destacar que Anderson maneja los tiempos de la narración y se hace eco de la obsesiva precisión de su protagonista en cada una de las escenas. El vestuario inevitablemente es uno de los elementos más importantes de la película, y todas las ideas giran en torno a esto. Sin embargo el tema principal de la película es el vínculo destructivo entre dos personas, la relación de poder que se establece en esta pareja formada por Reynolds y Alma, con un único testigo parcial que es Cyril. Paul Thomas Anderson declaró que Rebecca de Alfred Hitchcock fue su fuente de inspiración, por lo que no será necesario subrayar las similitudes parciales entre ambos films. Sin embargo, la película recuerda por momentos films de relaciones perversas de ida y vuelta, como por ejemplo Bitter Moon (1992) la gran película de Roman Polanski. Sería tranquilizador decir que el film habla de personas enfermas y cerrar la puerta allí, pero justamente –y como ocurre con Alfred Hitchcock- el verdadero mérito de la película es que se trata de una versión muy sofisticada y profunda sobre las relaciones entre las personas en general. La locura y el exceso enfatizan los temas porque de eso se trata hacer una obra de arte, pero en el fondo no deja de ser una lupa que se cuestiona los vínculos en general.
Lo que el agua no se llevó. La película anterior de Luciano y Nicolás Onetti era un ejercicio brillante de imitación del género giallo y sus mejores exponentes. Pero Francesca era más que eso, porque el ejercicio formal no se conformaba con la copia y logra tener vida propia. La película delataba un presupuesto limitado y un corazón tan cinéfilo como de clase B. Ahora en esta nueva película la apuesta sigue siendo buscar un referente inicial para luego armar un relato propio. Los olvidados parte, sin duda alguna, de El loco de la motosierra (La masacre de Texas/The Texas Chainsaw Massacre, 1974) de Tobe Hopper. Un grupo de documentalistas viaja en una combi (¿En qué otro medio de transporte viajarían para empezar esta película?) hacia Villa Epecuén, pueblo abandonado luego de que una inundación arrasara con todo. Qué el pueblo realmente exista y que las historias que allí ocurrieron sean tan terribles como las de un prólogo de film de terror, no hacen más que confirmar el gran acierto de haber elegido ese punto de partida. Recordemos el juego con los hechos reales que también tenía El loco de la motosierra. Lo que sigue cumple con las reglas, respetadas con precisión cinéfila, del cine de terror, en particular del subgénero slasher, es decir de asesinos seriales que atacan a jóvenes con cuchillos, motosierras, hachas y demás armas. Este género siempre ha sido polémico por llevar al límite la forma explícita en la que se muestran los crímenes. Esta idea gore del cine de terror puede producir rechazo, pero en su exceso está su verdadera esencia. Los olvidados es de las películas más gore de la historia del cine argentino, no solo por la cantidad de escenas violentas, sino por la efectividad de trucos visuales. Tan oscura e inquietante como La masacre de Texas la película juega entre el homenaje, la copia fiel y la identidad propia. Las tres cosas funcionan perfectamente, un poco como ocurría con Brian De Palma y sus relecturas de las películas de Alfred Hitchcock. El cine de terror en Argentina es el género que más ha crecido en el siglo XXI, pero siempre se ha mantenido en los márgenes de la distribución y, con pequeñas excepciones, siempre con la sensación de que le faltaba algo para conseguir que las películas sean perdurables. Los olvidados es de las pocas películas de género que alcanza la calidad técnica y artística como para convertirse en un clásico del género en nuestro país. Dos películas hacen de los hermanos Onetti un dúo de cineastas a seguir. Es de esperar que la línea que han asumido y que claramente va en ascenso, no traiga nuevas grandes películas en el futuro. Por ahora Los olvidados es un gran film de terror para disfrutar en el cine.
MADRE E HIJA. La historia transcurre en Sacramento, California, en el año 2002. Christine “Lady Bird” McPherson está terminando el secundario y busca una vacante para la universidad. Tiene una relación complicada con su madre, una enfermera que es el sostén económico de la familia desde que el padre de Lady Bird perdiera su trabajo. La historia suma a estos dos conflictos las amistades de Lady Bird, sus inicios sexuales y todo el camino de la adolescencia a la adultez que a la fuerza debe encarar la protagonista. La historia está narrada con el tono tenue y amable de las películas independientes norteamericanas que terminan obteniendo los premios de la industria cada año. Simpatía, melancolía, drama y un tono que evita cualquier pico dramático del cine más masivo. Pero el tono con el que la directora y guionista narra la película también la hunde en la tibieza típica de docenas y docenas de películas independientes pero tan o más convencional que el cine industrial. En Estados Unidos, Argentina, Francia o donde sea, estas películas se apilan en festivales y circuitos alternativos, sin la potencia de obras de quiebre y sin la más remota posibilidad de distinguirse unas de otras. Pero la suerte a veces acompaña a ciertas películas y que la directora sea un actriz de prestigio también es una manera de que los que otorgan los premios prestan mayor atención. No se puede acusar a la película en sí mismo por el verse beneficiada con la fama de su protagonista o una coyuntura favorable para premiar una película dirigida por una mujer. En un par de meses todo esto habrá pasado al olvido y solo quedaran los premios y las películas, no los motivos. Sé que sonará insólito que Greta Gerwig esté nominada a mejor dirección y no lo estén Steven Spielberg por The Post o Kathryn Bigelow por Detroit o incluso Martin McDonaugh, cuyo film 3 anuncios por un crimen es una de las dos favoritas a ganar el premio mayor. Pero gente que realmente no merecía premio alguno ha sido nominado antes e incluso ha ganado de forma absolutamente inaceptable, no será Gerwig un caso particularmente vergonzoso. Aun sigue habiendo libertad para que cada uno vote lo que quiera, por suerte. A pesar de su casi nulo aprovechamiento del lenguaje cinematográfico, Lady Bird encuentra momentos de luminosidad dentro de una propuesta de poco vuelo. Los vínculos ya mencionados, tratados con paciencia y detalle, logran captar la identidad de su protagonista y, en particular, la relación con su madre. Si bien la película no está a la altura de la fama que está logrando, no hay en ella especulación alguna para obtener premios o lograr prestigio. Se ve genuina la intención de la realizadora y en las escenas donde esto es más claro la película consigue sus mejores instantes.
VERANO DEL 83. Durante un verano en el norte de Italia, el joven Elio (Timothée Chalament) veranea junto a sus padres (Michael Stuhlbarg y Amira Casar) en un tranquilo pueblo de la costa. Con sus diecisiete años, Elio se dedica a la música, a leer, a pasar el tiempo con su amiga Marzia (Esther Garrel) y a observar el mundo que lo rodea. En un ambiente bello y culto, lleno de libertad, él va descubriéndose a sí mismo. El tranquilo y relajado ambiente se ver alterado cuando el nuevo ayudante de su padre, Oliver (Armie Hammer), llega a la villa. El investigador norteamericano prepara su doctora y cautiva a todos desde que llega, desafiando incluso al propio padre de Elio en sus conocimientos. En ese ambiente casi ideal, donde las ideas crecen, donde el arte es valorado, donde cada comida tiene su tiempo y su ritmo, Elio descubrirá por Oliver un enamoramiento que tímidamente se abre en paso de una forma que en otro lugar o momento tal vez no hubiera podido crecer con la misma cadencia y tímida felicidad. Aunque la película está dirigida por Luca Guadagnino, toda la atención acerca de la autoría del film parece ir hacia su guionista, el veterano director norteamericano, realizador de Un amor en Florencia, La mansión Howard y Lo que queda del día, entre muchos otros films. Ivory ha construido en su obra esta clase de ambientes y personajes, adaptando junto a su equipo novelas clásicas de autores reconocidos. En este caso, su guión se basa en un libro de André Aciman, y aunque acá Ivory no tiene a sus colaboradores habituales, es bastante sencillo ver su estilo y sus temas a lo largo de la trama. No significa esto que sea un film de él, pero hay mucho de su obra en la película. Como toda película del género Coming-of-age, la historia se mueve entre la melancolía y la emoción y todo parece definitivo para el protagonista, aun cuando es obvio para el espectador que se trata de un proceso de iniciación. Pero como le dice el padre a Elio “cada vez tenemos menos para dar cuando comenzamos con alguien nuevo”. Aun con la comprensión absoluta de su familia, aun con un ambiente cálido y con todas las condiciones ideales, Elio no puede evitar sentir que todo se juega en ese verano y que algo ha cambiado para siempre. El director Luca Guadagnino ha tenido la gentileza de darle a James Ivory una obra de madurez de autoría compartida (algo que Ivory hizo en toda su carrera trabajando con Ismail Merchant y Ruth Prawer Jhabvala). Queda claro que la Italia de 1983 no es como la Inglaterra eduardiana de comienzos del siglo XX de la película de Ivory Maurice (1987). La familia de Elio lo protege y él vive en un mundo de ideas diferentes a la de los protagonistas del libro de E. M. Forster. Y aunque ese libro y esa película tenían una mirada optimista sobre el amor entre hombres, la sociedad que los rodeaba era diferente. No hay en Llamame por tu nombre un aprovechamiento de la corrección política, sino la confirmación de las ideas y sentimientos de un gran artista: James Ivory.
UNO DE NOSOTROS Qué una película se manifiesta cinéfila no la convierte en una película mejor, pero a veces sirve para hacer una declaración o enviar una pista acerca de las intenciones. Entre las intenciones y los resultados hay un espacio muy grande, claro está. Pero en el caso de La forma del agua queda muy claro que su realizador Guillermo Del Toro es un enamorado, moralmente hablando, de los monstruos del cine. Como Tod Browning, como James Whale, como Tim Burton, como muchos otros directores de diferentes épocas, Del Toro observa con ternura y piedad a esos marginados de la sociedad que muchas veces aparecen en el cine como victimarios siendo en el fondo las víctimas. Este ejército de freaks (palabra que pasó de ser despectiva y a casi elogiosa a lo largo de las décadas) se une para concretar su misión: proteger a uno de ellos. Proteger, tal vez, a uno de nosotros. El secreto en las películas como Freaks (1932) El hombre elefante (1980) o El joven manos de tijera (1990) es que nos supieron explicar que el diferente es lo que nos lleva a ver las historias de monstruos y que la deformidad espiritual es la única que realmente produce horror y debe ser temida. Lo mismo ocurre con la historia de Frankenstein y su criatura, desde el libro hasta algunas de sus adaptaciones, pero no todas. Digamos también que el cine de terror también ha tenido genuinos villanos con los que no nos identificábamos. Aunque ya haya pasado casi un siglo, Freaks sigue explicándonos el origen de esos monstruos. Como se preguntó un personaje de Shakespeare hace muchos años: Si nos pinchan ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas ¿no reímos? Si nos envenenan ¿no morimos? Y si nos ofenden ¿no nos vengaremos? Cuando aquella generación que se crío viendo cine de terror comenzó a filmas sus propias películas, cambió por completo la mirada del cine con respecto a estos personajes. Guillermo Del Toro demuestra acá su amor por ese cine y por el cine en general. Muchos elementos de este film ambientado a comienzos de la década del sesenta remiten a como se filmaba y se veía el cine en la década previa. De hechos los protagonistas del film aman el cine anterior a su época. Pero ese pasado perfecto del cine se opone a los prejuicios de la época. Tal vez en el cine todo pasado fue mejor, pero en el presente la aceptación de los diferente es mucho mayor. Está claro que los diferentes, unidos, logran resistir frente a la adversidad. El cine los ayuda a lograrlo, claro está. El cine siempre nos ha ayudado a salir adelante. La pregunta que subyace frente a estas películas es: ¿Hay alguien que no se sienta algo freak, diferente, raro, único, extranjero, incomprendido? En esta película todos los diferentes se unen contra el villano. Como siempre en Del Toro el villano es realmente terrible. Aquí el malo de la película es tan terrible como lo era el villano de El laberinto del fauno, la película que acercó a Del Toro por primera vez a los premios y el prestigio. ¿Pero qué director amante del cine fantástico espera premios y prestigio? No se hace esta clase de cine por eso. Pero volvamos a los malos. Los malos del film son violentos, misóginos, hombres, heterosexuales, norteamericanos. La suma de todo eso daría, claro, lo que se considera una persona normal en Estados Unidos, de ahí la elección de esas características ¿Será demasiada bajada de línea? Es posible, pero cada película elige su villano y esta vez les toca a los de este grupo. Hay otros personajes malos, machistas y homofóbicos. La escena del empleado del restaurante homofóbico y racista en diez segundos es directamente un desastre. A pesar del estilo demodé de algunos elementos de la trama, esto queda demasiado enfatizado y le hacer perder algo de fuerza. No alcanza con que queramos nuestros héroes, debemos odiar a los otros personajes. ¿Será esta una lectura política de la realidad norteamericana actual? Por experiencia yo digo que eso no le importará a nadie en unos años, aunque si importará si la película arrasa en los Oscars. Si me preguntan, creo que el villano funciona cuando mete miedo, pero es un desastre como está representado el resto del tiempo. La metáfora de su castración (la pérdida de sus dedos) es un extra todavía más coyuntural que el resto. Pero insisto, tal vez el tiempo lo borre como lectura política. Lo peor que tiene la película es su protagonista, tanto el personaje como la actriz, se pasan de poesía sensiblera y aspecto aniñado y tonto. Aunque por suerte Del Toro le otorga una sexualidad adulta y decisión, la cara y la actitud en muchos momentos de la película recuerdan ese artefacto insufrible llamado Amelie. Visualmente la película también se pierde cuando quiere expresar con la misma poesía que aquel film algunos sentimientos de los personajes. Nada de lo que hace Sally Hawkins es creíble, todo el tiempo parece una caricatura de una mujer tonta. Una pena, porque el film ofrecía mucho más sin este espacio que le quita potencia. Cero emoción produce la actriz, mucho más conmovedora es la historia del científico soviético, por ejemplo. Del oficio del director no quedan dudas y del esfuerzo en los aspectos técnicos de la película tampoco. La forma del agua es una especia de cuento de hadas realizado de forma impactante. Pero a diferencia de los films que lo inspiraron, se detiene demasiado en subrayar y explicar el bien de los buenos y el mal de los malos, algo que ya se entendía desde el comienzo. Tampoco su lirismo consigue estar a tono con sus momentos más directos y narrativos. El cine fantástico antes no lograba tanto prestigio porque no lo buscaba tampoco. Se filmaban las historias y la lectura política estaba bien oculta detrás del puro lenguaje narrativo. Al dar vuelta este sistema, tal vez se gane el prestigio pero se pierde el cine.
EL DUELO. Nunca fue una sombra de cualquier planta más querida y más encantadora, ni más dulce. Ombra Mai Fu, George Frideric Händel Los premios son tan claramente arbitrarios y subjetivos que muchas veces uno se pregunta para que existen. Sin duda premiar una película es destacarla, más allá del gusto de cada persona que elige premiarla. No se estrena mucho cine chileno en Argentina aun siendo un país limítrofe. Entonces los premios internacionales y una nominación al Oscar a mejor película extranjera permiten que llegue a las salas de nuestro país. Lo más importante de todo es que se trata de una gran película y que un estreno en cine siempre es una puerta a que luego llame más la atención en los demás formatos que el espectador pueda verla. Una mujer fantástica empieza contando la historia de Marina (Daniela Vega) una joven camarera aspirante a cantante y Orlando (Francisco Reyes), un hombre veinte años mayor. Están enamorados y planifican un futuro juntos. Pero una noche el sufre un ataque y muere en el hospital al que ella lo lleva de emergencia. La muerte del hombre que amaba es el comienzo de un derrotero para Marina. Por ser una mujer transexual en el hospital es vista de mala manera, como una sospechosa, incluso termina siendo investigada por la policía. Los familiares de él le piden que deje el departamento, el auto y que por favor no se acerque a la iglesia donde hacen la ceremonia velatoria. Aunque la relación entre ella y Orlando no estaba oculta, tampoco estaba del todo blanqueada, lo que deja a Marina en una situación vulnerable, además de sufrir la pena de amor de perder a su pareja. Desde el paternalismo amable de algunas personas, a la amenaza real y concretada de violencia física, Marina enfrentará un mundo hostil y prejuicioso. La película con su propia existencia y la de su actriz responde a esto. Ella es una camarera que además es cantante lírica y está lejos del universo sórdido al que han sido marginadas las personas transgénero. Marina y este film son un arma contundente y definitiva para vencer todos los prejuicios que hay en la sociedad. Una mujer fantástica es una historia de amor, de coraje, de tenacidad. Lejos de ser un film de quiebre, la película tiene una heroína absolutamente convencional, con la que fácilmente cualquier espectador se puede identificar. Cualquier espectador deseará, como ocurre con el cine clásico, que la protagonista salga victoriosa de su lucha. Obviamente Daniela Vega realiza una actuación acorde a la ambición de la película y de su carisma depende gran parte del resultado final.
Entre dos mundos. Las películas de robos a bancos y toma de rehenes son un género en sí mismo. La bóveda podría encajar perfectamente dentro de las reglas de dicho género pero busca ir mucho más allá. Dos hermanas deciden robar un banco por razones de fuerza mayor y junto con sus cómplices se encuentran con que no hay suficiente dinero. Este fracaso inicial –la esencia misma del género- sufre un giro inesperado cuando alguien en el banco les dice que el verdadero dinero está en la antigua bóveda del banco, en el subsuelo del mismo. Ese empleado (James Franco, demasiada estrella para una película tan pequeña) quiere llegar a un acuerdo en caso de que el robo a la gran bóveda se concrete. Lo que los ladrones no saben es que años atrás en ese mismo banco ocurrió una masacre que costó la vida a muchos rehenes. Al parecer, algo de lo ocurrido en aquel momento repercute en la actualidad y en su siniestra bóveda oculta. Lo que era una película de robos a bancos pasará entonces a jugar con el cine de terror. Aunque en un comienzo la combinación funciona bien dentro de los límites de una película no muy ambiciosa, alguna vuelta de tuerca de más termina restándole interés a un film clase B que con mayor cuidado podría haber sido interesante.
NUNCA NOS RENDIREMOS. El plan de Las horas más oscuras es muy sencillo: realizar el retrato de Winston Churchill en un momento clave de la historia de la humanidad. Tan simple como ambicioso. En lugar de intentar contar la vida completa del prócer, prefiere acotar el drama al momento culminante de una decisión que cambiaría el curso del mundo. El primer acierto es ese, no querer extender el relato. Empezar con el drama ya comenzado y abandonarlo cuando aún queda mucho por delante. Como en las grandes películas del período clásico, Las horas más oscuras brilla por evitarnos infancia, vejez o las muchas otras historias maravillosas que tuvo la vida de uno de las máximas figuras del siglo XX. El segundo acierto es evitar la solemnidad acartonada de las películas biográficas. Y no se trata de poner chistes en el guión, para nada, los chistes no se oponen a la solemnidad, lo que se opone es el sentido del humor, del entretenimiento, de la ligereza visual. Joe Wright, director de Orgullo y prejuicio (2005), Expiación, deseo y pecado (2007) y Anna Karenina (2012) elige un estilo visual que nunca se acartona, que disfruta con el movimiento de cámara y el montaje veloz, que elige evitar el naturalismo sin que eso vuelva a su película artificial o le quite drama. Algunas escenas, más simbólicas que históricas, producen un nivel de emoción nacido de las herramientas del cine y no del manual más básico de historia. Y el tercer acierto es sin duda alguna la actuación de Gary Oldman. Al igual que el director, al igual que todo el film, Oldman no busca mimetizarse con Churchill. El maquillaje se encarga del parecido físico, pero Oldman intenta –y consigue- construir un personaje auténtico, propio. No sé hasta qué punto se parece al original, pero sí que es un ser humano cuya personalidad y acciones se entienden en toda su complejidad y profundidad. Siempre se puede ver la mirada del actor, nunca desaparece por completo, nunca es Churchill, tampoco es Oldman, es una construcción artística. Espero que los espectadores puedan apreciar la diferencia entre esta interpretación y las habituales imitaciones torpes ganadoras de premios. Winston Churchill y su ascenso a primer ministro, su lucha por no pactar con el monstruo nazi que amenazaba al planeta y el pueblo y el parlamento que lo apoyó al final, son los héroes de estar enorme historia que ahora también es una gran película. Para quienes vieron Dunkerque, de Christopher Nolan, Las horas más oscuras es un perfecto doble programa, y si no la vieron, pueden hacerlo después de disfrutar esta película. Ambas captan, de manera muy distinta, el momento de mayor solidaridad y coraje de un país y sus líderes.