Con algo de atraso luego de un exitoso recorrido por varios festivales internacionales, llega La lección. Una maestra de escuela de una pequeña localidad de Bulgaria está empecinada en dar una enseñanza a su clase ya que en ella, alguno de sus alumnos ha sustraído dinero del bolso de una compañera. En paralelo a esta situación que la tiene obsesionada, su propia situación financiera tambalea, cuando descubre que su marido ha dejado de pagar la hipoteca de la casa para emplear los ahorros familiares en otras cuestiones. Así se ve envuelta en una bola de nieve de problemas, enredándose con usureros, falta de cobros de sus trabajos extras y conflictos con su padre. El dúo de directores Kristina Grozeva y Petar Valchanov mantienen el pulso firme en esta fábula sobre el doble juego de dar una lección como docente y aprender ella misma otras tantas en el trascurrir de su conflicto. Con toques de humor negro y situaciones tragicómicas y absurdas, La lección, es una clase de ética y moral. Un drama social con ecos que hacen acordar a los hermanos Dardanne y al nuevo cine rumano, prescindiendo de toda bajada de línea. Margita Gosheva es la magnífica protagonista Nadezhda, una mujer que aunque tiene una hija y un marido parece estar sola en esta cruzada en proteger lo que tiene, solo parece encontrar consuelo en tomar un café en la tumba de su madre y oscila entre en mantener la dignidad o perderla, frente a su padre y la nueva mujer de este, confrontando a un usurero, debatiendo los argumentos de un jefe que le debe pagos atrasados, las trampas de las entidades bancarias, sin perder de vista su tarea detectivesca del ladrón en su clase. La lección muestra con total naturalidad la línea, delgada o no, que hace que cualquier persona decente, se convierta, por obra y gracia de determinadas circunstancias, en un delincuente. En una clara demostración que siempre hay una cadena de injusticias que hacen tambalear al más honrado.
Llega Un traidor entre nosotros, basado en una novela de John Le Carré. Perry (Ewan McGregor) y su esposa Gail (Naomi Harris) pasan unas vacaciones en Marruecos. Él es profesor universitario, ella abogada. Una noche conocen a un millonario ruso, Dima (Stellan Skarsgård) que invita a Perry a una fiesta. Enseguida parecen convertirse en amigos, pero el ruso que es en realidad un lavador de dinero que quiere escaparse de la mafia y buscar asilo en Gran Bretaña, persuade al universitario a que actúe como enlace con el M16 para que aceite los mecanismos que hagan que él y su familia logren protección británica. A diferencia de otros thrillers de espionaje que conllevan acción desenfrenada, Un traidor entre nosotros hace foco en la dimensión psicológica de los personajes principales en un juego de lealtades y traiciones, entre millonarios rusos, burócratas y funcionarios británicos, espionaje internacional y la situación tan explotada por Hitchcock de personas comunes puestas en una situación extraordinaria, mas el acertado elemento de quien pivotea entre el mafioso y el tipo común, Hector (Damian Lewis) un quijotesco funcionario que balancea la acción, funcionando como enlace entre todas las esferas. El muy llevado al cine John Le Carré (El hombre más buscado, El topo, El jardinero fiel, El sastre de Panamá) es adaptado en este caso por el guión de Hossein Amini que si bien logra un buen entramado entre los personajes principales en un juego de seducción en ambientes de fiestas, clubes de millonarios, glamorosos escenarios parisinos y el peligro que conlleva enredarse con peces gordos, a veces no acierta del todo con el tono de tensión que se rinde a un estilizado look de la pulcra fotografía de Anthony Dod Mantle (Quien quiere ser millonario). La directora Susanna White consigue corrección en un film de actuaciones precisas de McGregor y Skarsgard, pero es Damian Lewis (Homeland) quien en muchos momentos se roba el protagonismo con su performance. Un traidor entre nosotros es un thriller en tres actos que transita sin estridencias por el camino de la corrupción, el lavado de dinero, las mafias globales y otros males del mundo actual.El muy llevado al cine John Le Carré (El hombre más buscado, El topo, El jardinero fiel, El sastre de Panamá) es adaptado en este caso por el guión de Hossein Amini que si bien logra un buen entramado entre los personajes principales en un juego de seducción en ambientes de fiestas, clubes de millonarios, glamorosos escenarios parisinos y el peligro que conlleva enredarse con peces gordos, a veces no acierta del todo con el tono de tensión que se rinde a un estilizado look de la pulcra fotografía de Anthony Dod Mantle (Quien quiere ser millonario). La directora Susanna White consigue corrección en un film de actuaciones precisas de McGregor y Skarsgard, pero es Damian Lewis (Homeland) quien en muchos momentos se roba el protagonismo con su performance. Un traidor entre nosotros es un thriller en tres actos que transita sin estridencias por el camino de la corrupción, el lavado de dinero, las mafias globales y otros males del mundo actual.
Horizonte profundo, la nueva película de Peter Berg, basada en hechos reales. En abril del 2010, la Deepwater Horizon, una plataforma semisumergible de extracción de petróleo, situada en el Golfo de México, explotó y se hundió, derramando casi 800.000 toneladas de petróleo crudo, convirtiéndose en el mayor accidente ecológico provocado por fallas humanas con consecuencias devastadoras. Horizonte profundo relata lo sucedido los días previos a dicho accidente, en clave de cine catástrofe, siguiendo la vida de un puñado de personajes que provocaron la muerte de 11 personas en un equipo de 126 trabajadores. El director Peter Berg (El sobreviviente) dirige con pulso firme y una exacta dosificación técnica, acciones de hombres que trabajan para corporaciones ambiciosas, el accionar de tipos comunes que realizan tareas de rutina en un lugar de alta complejidad, adosándole el seguimiento de un puñado de vidas personales para lograr el concepto popularizado por Hitchcock en el cine: el hombre común enfrentado a una circunstancia extraordinaria. Un hecho verídico, que aunque tenga proporciones de cine catástrofe, no desdeña el apuntar los cañones hacia la irresponsabilidad de las grandes industrias que provocan tragedias gravísimas en el futuro del planeta. El guión de Matthew Michael Carnahan y Matthew Sand, basado en un artículo periodístico de David Rohde y Stephanie Saul tiene la inteligencia de interesar a ingenieros a los que se les caerá la baba por el prodigio tecnológico de la torre petrolera, los mecanismos de control y prueba (que fallaron) así como también a cualquier mortal que quiera ver una película con tensión, grandilocuencia, emoción y la cotidianeidad asfixiante de un trabajo en alta mar. La labor de Peter Berg está llena de sutilezas anticipadoras a la tragedia, como el auto de una de las protagonistas que no arranca, la demostración casera de la presión del gas con una lata de gaseosa, o la superstición del color magenta de un alerta. Así como también el intercalado de tomas submarinas de la válvula bajo el mar, que la presentan como un monstruo en estado latente. Un grupo de eficaces actores, encabezados por Mark Wahlberg, como Mike Williams, uno de los héroes en este hecho, acompañado por Gina Rodriguez, Kurt Russell, John Malkovich, Dylan O’Brien y Kate Hudson. Horizonte profundo es cine catástrofe que entretiene y no menosprecia la inteligencia del espectador ni abruma con el agregado de escenas generadas por computadora. Y de paso, pone el acento en recordar que estos devastadores efectos ecológicos no deben ser olvidados.
Un año después de su estreno, llega a la Argentina la nueva película de Jeremy Irons. El hombre que conocía el infinito. Biopic sobre Srinivasa Ramanujan, un matemático indio con escasa formación académica, que desde Madrás emprende un viaje hacia Inglaterra, para ingresar en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde es admitido por Gordfred H. Hardy, quien era considerado el mejor matemático de su tiempo en Reino Unido. Será este quien lo impulse a probar sus teorías sobre números, que a pesar del genio del indio, eran en algunos casos, pura intuición. Cabe preguntarse si una película sobre una persona con un gran coeficiente intelectual puede por sí sola resultar interesante. Sobre todo tratándose de alguien que trabajaba sobre ecuaciones modulares y teoremas. Consiente de este riesgo, Matt Brown, quien dirige este film, centra su trabajo en el origen literario del guión en que se basa la película, el libro The man who knew infinity, de Robert Kanigel, haciendo foco en los prejuicios raciales de una institución tan conservadora como la Universidad de Cambridge, con la primera guerra mundial como telón de fondo, salpicado con la aparición de algunos personajes secundarios celebres, como el filosofo Bertrand Russell y John Littlewood, quien fuera colaborador de Hardy. Suma además algunos ingredientes de contraste en un ambiente agnóstico, como la religiosidad ortodoxa de Ramaujan y la esposa que dejó en India (la película no lo menciona, pero cuando Ramanujan tenía 22 años se casó con una niña de 10) pero deja algunos cabos sueltos como la sugerida homosexualidad de Hardy, quien al principio de la película declara un ambiguo enamoramiento sobre Ramanujan. El hombre que conocía el infinito puede ser el resultante de la ecuación de sumar Good Will Hunting, más Una mente brillante, La teoría del todo y Código Enigma, es decir, genio incomprendido, no reconocido del todo en su momento, más perseverancia cuando se tienen orígenes humildes. Genios puede haber en todos los estratos sociales, mientras tanto, resulta extraño que el cine no haya intentado hacer una biografía sobre Isaac Newton, sobre todo teniendo en cuanta que en esta película se muestra un descendiente del célebre manzano conservado a un costado de la puerta principal del Trinity College, bajo el cual a Isaac se le habría ocurrido la ley de la gravedad. En la larga tradición de películas de campus universitario británico en la que los hombres deambulan diciendo frases grandilocuentes como: “Las matemáticas no sólo poseen la verdad, sino cierta belleza suprema” dicha por Bertrand Rusell. En El hombre que conocía el infinito, todo tiene la pátina de un elegante acento británico. Pero se agradece que parte de ese encanto esté en manos de magistrales actores, sobre todo la vuelta a la gran pantalla del gran Jeremy Irons, con destacado lucimiento de Dev Patel y lujosos secundarios como Toby Jones, Jeremy Northam y Stephen Fry. El hombre que conocía el infinito es de esa clase de películas que acercan al gran público a un personaje desconocido, pero que abre la puerta a quien quiera saber más sobre el recorte a veces engañoso de los films que llevan el mote: “basado en hechos reales”.
El Infiltrado es el nuevo trabajo cinematográfico de Bryan Cranston, en un rol que es la contracara del de Breaking bad. Robert Mazur, un funcionario de Aduana en Florida, se infiltra en el Cartel de Medellin al mando de Pablo Escobar, bajo la figura de Bob Musella. Para ello, durante cinco años, en una operación secreta bautizada como C-Chase, se ganó la confianza de los barones de la cocaína, en su papel de lavador de dinero. En una peripecia digna de ser llevada al cine, que se relata al final de la película, se detuvieron a casi 100 personas y además, como consecuencia de ese hecho cayó al séptimo banco más importante del mundo, el Banco Internacional de Comercio y Crédito (BCCI). Si bien El infiltrado tiene acción, es fluida y la atención no decae, en algunos momentos se debilita por la sumatoria de derivaciones y por la acumulación de personajes. Da la sensación de que a cada rato le brota una nueva película. A todo el riesgo de que la acción suceda entre narcos, mafiosos, sicarios, estafadores, lavadores de dinero, soplones, jefes de la DEA, locales de striptease y demás tugurios, el guión de Ellen Brown Furman, madre del director, se ve aplacado por mostrar la vida familiar de Mazur, sus hijos y su amada esposa , los cuales obviamente están en constante riesgo por la profesión del marido ( que por si no quedo claro, se gana la vida fingiendo ser otro para derrotar a los malos). Brad Furman (Culpable o inocente) aprendió un poco de De Palma, otro de Scorsese y bastante de División Miami, pero debería haberle pedido a su madre que pula un poco más el guión para que el asunto quede un poco mas redondo. Da la impresión de estar viendo una serie que debieron condensar en película. Y si en definitiva, un infiltrado es alguien que debe fingir ser otro para lograr su propósito con éxito, en el arte de actuar es donde se encuentran los logros de El infiltrado: Si Bryan Cranston tuvo el mejor rol de su vida con Walter White en Breaking Bad, y el verdadero Robert Mazur interpretó a su mejor personaje con Bob Musella, Cranston da vida a uno que hace de otro y eso de varias personalidades en una misma persona le sale como anillo al dedo. John Leguizamo, Diane Kruger, una simpatica Olympia Dukakis, que podría estar o no y nada cambiaría, Benjamin Bratt y una irreconocible Elena Anaya, son parte de un numeroso elenco.
Amor y amistad, nueva adaptación del universo literario de Jane Austen. Lady Susan Vernon es una viuda con una hija adolescente, con una situación económica apremiante. Haciendo uso de su poder de seducción buscará sutiles maneras de encontrar marido para ella y su descendiente. Whit Stillman, realizador independiente estadounidense que debutó con Metropolitan (1990) en la que uno de los personajes estaba encandilado con la obra de Jane Austen, realiza una impecable adaptación de una corta novela epistolar de la misma autora, captando el espíritu de todo lo que en el original es un cuidado ir y venir de palabras escritas que destilan una corrosiva descripción de la sociedad inglesa de la época. Le agrega irónicas dosis de humor en pequeñas viñetas que presentan a los personajes, describiéndolos con bastante acidez. De amor algo hay, lo de amistad puede cuestionarse, más bien lo que se muestra son relaciones por conveniencia, la inmoralidad con elegancia y la habilidad para manejarse socialmente con falsedad. Lo que maravilla de Amor y amistad es que, a diferencia de lo que ocurre en otros films de época, el realizador de Los últimos días de la disco, no se preocupa por mostrar en detalle mansiones, muebles, vestidos y escenarios, sino que pone el acento en los afilados diálogos, que son muchos, de todos los personajes. Todo llevado a cabo por un elenco de singular encanto encabezado por Kate Beckinsale, Chloë Sevigny, Stephen Fry, Xavier Samuel, Morfydd Clark, Emma Greenwell y Tom Bennett. En Amor y amistad las mujeres ejercen el poder de manejar los resortes de las relaciones, para amar, para elevarse socialmente o para manejar una familia. Nobleza y especulación con el encanto de Jane Austen, pero como si sucediera hoy en día.
Llega a los cines la cinta de suspenso, No respires del uruguayo Fede Álvarez (Evil Dead). Una pequeña banda de ladrones formada por un loquito, un sensato y una chica, novia del primero y de la que el segundo está secretamente enamorado ingresan a las casas a las que tienen acceso por trabajar el padre de uno de ellos en la empresa de seguridad que las protege. Planean dar un golpe en una vieja casa en la que vive un veterano de la guerra de Irak, que para colmo es ciego. Aparentemente guarda allí la indemnización por la muerte de su hija, acaecida en un accidente de tránsito. Lo que en aparenta ser un trabajo fácil, se transforma en una pesadilla. Realizada por el mismo equipo técnico y artístico que hizo posible la remake de Evil Dead (Posesión infernal) quienes entregan ahora un thriller con elementos de terror. El realizador uruguayo Fede Álvarez, ayudado por Rodo Sayagues como colaborador en el guión, se disponen a dar una lección moral a quienes planean dar el golpe de su vida y con eso retirarse, encontrándose con un juego de cajas chinas en las que las sorpresas van aumentando a medida que avanza el metraje. Los acosadores son acosados y en la “home invasión”, la casa se transforma también en un personaje más. Alvarez explota todas las posibilidades de un guion mínimo que exprime las contingencias que presenta el espacio físico el que están encerrados (a su pesar) los personajes. Extrae de la casa hasta la última gota y es justo decir que de eso sale airoso. Un virtuoso plano secuencia y una escena a oscuras, Inteligentemente resuelta se colocan en un lugar destacado. Pero cuando la trama da un giro de locura absoluta, la adrenalina del suspenso se desvanece y ya no hay vuelta posible al pacto de credibilidad. Pero no hay que pedirle ni una pizca de verosímil, porque la película no lo tiene, aunque es una buena decisión del guion que la acción se ubique en Detroit, la ciudad cuna de las industria automotriz estadounidense y también en la que se desarrolla la acción de Robocop , una metrópolis en bancarrota y expulsora de habitantes, con un alto índice de delincuencia, a pesar de que no se saque demasiado partido de esa locación. La casa del veterano de Irak, objeto del robo, es la única habitada del barrio. Si pensamos que el tipo está armado hasta los dientes en una fortaleza, es ciego y no tiene vecinos, es casi impensable que necesite una empresa que monitoree su seguridad con una alarma que debe activar y desactivar cada vez que entra y sale. Sin el pacto de adhesión a arbitrariedades, No respires no sería posible.
El Ciudadano Ilustre es el nuevo trabajo de la dupla Cohn- Duprat, actualmente en competencia oficial en el Festival de Venecia. Daniel Mantovani es el único escritor argentino, por lo menos hasta el momento, que ganó un Premio Nobel de literatura. Su obra de ficción siempre se situó en Salas, el pueblo donde nació, en la provincia de Buenos Aires. Pero desde que aceptó el galardón, que el mismo cree que lo colocó en un lugar de canonización en el que preferiría no estar, no publicó ninguna novela, si no sólo artículos, prólogos y obituarios. Ausente de Argentina desde hace 40 años, cuando dejó su tierra para probar suerte en Europa, vive en una moderna casa en Barcelona, programando una agenda, plagada de invitaciones a todas partes del mundo, que generalmente rechaza. Entre los convites que objeta a su asistente Nuria, llega una invitación de su tierra natal para ser nombrado Ciudadano ilustre. De la vuelta a su pueblo y la recepción del mismo, se nutre El ciudadano Ilustre. Estructurada con un prólogo y cinco capítulos (La invitación, Salas, Irene, El Volcán, La cacería), El ciudadano ilustre es una sátira burlona de los personajes de pueblo en relación a una celebridad nacida en esa tierra, que se dedica a la literatura y que quizás sea más fotografiado por celulares que leído. Gana puntos cuando presenta situaciones mordaces y patéticas (el viaje en remis, su presencia como jurado en un concurso de pintura, los habitantes que creen saber en quienes están basados los personajes de ficción, el chovinismo tan argentino de mencionar al Papa, Messi, la reina de Holanda y… Mantovani, sin mencionar jamás a los cinco restantes compatriotas que fueron galardonados por la fundación sueca). Cuando el asunto vira al drama o la oscuridad, la película se resiente. Los personajes relacionados con el pasado del escritor, su amigo de la infancia, Antonio y su ex novia Irene (actualmente casada con Antonio) actúan de contrapeso dramático en la historia. Mantovani no tiene lazos de sangre, sus padres han muerto, nunca se casó, no tiene hijos, de manera que su literatura es su legado y su posibilidad de trascendencia. Pero estancado en su proceso creativo, la vuelta al pueblo puede ser la posibilidad de encontrar nueva inspiración. Los momentos más pequeños relacionados con un costado más humano del personaje principal (la aparición de una groupie, el joven conserje del hotel con aspiraciones literarias) tienen mejor funcionamiento que la tensión que se pretende reflejar con el triángulo amoroso de antaño. Los directores de El artista y El hombre de al lado, Gaston Duprat y Mariano Cohn ponen el dedo en la llaga en la argentinidad y en la vida de pueblo y eligen concentrar su pirotecnia en eso y no tanto en la vida intelectual, o en todo caso, tamizan el falso brillo de la cultura (que ya habían transitado con éxito en El artista) para aglutinar situaciones cómicas que el guión de Andrés Duprat transita con más eficacia que las de tensión dramática. Visual y técnicamente carece de vuelo, con un registro casi televisivo de décadas atrás (de dónde surgió la dupla de realizadores). La estelarización de Oscar Martinez es indiscutible, tiene autoridad para asumir un personaje que no es cómodo y que es a la vez peso y contrapeso de todas las acciones. Como es usual, la dupla de directores suele convocar a actores con distintos tonos y registros y lograr emparejar siempre para arriba: Dady Brieva, una impensada Andrea Frigerio , Belén Chavane, Manuel Vicente, Julián Larquier, Marcelo D’Andrea y Gustavo Garzón son las solventes caras conocidas, junto a otros secundarios que tienen igual lucimiento en la fauna de personajes pueblerinos.
Laika (Coraline, ParaNorman y Los Boxtrolls) presentan su nuevo proyecto Kubo y la búsqueda samurái de Travis Knight. Kubo es un chico que vive en una cueva de un acantilado con su madre, ambos se cuidan mutuamente (la progenitora no parece tener un estado de lucidez permanente) y han huido de un trágico pasado en el cual el niño perdió un ojo. Cada día, el pequeño baja a la plaza del pueblo y se convierte en un juglar que junto a su shamisen (un instrumento tradicional japonés de tres cuerdas) y la mágica aparición de figuras de origami va relatando historias relacionadas Hanzo, un samurái que dio su vida por salvar a su familia. Su rutina tiene como condición volver a casa antes del atardecer. Pero un día, Kubo no cumple con lo que su madre le aconsejó y se desatan las fuerzas del mal. Para enfrentarlas deberá emprender un camino en la búsqueda de las partes de una armadura mágica. Contará con la ayuda de un mono, un escarabajo guerrero y un muñeco de papel. Kubo y la búsqueda samurái es el debut en largometrajes de Travis Knight, ligado a los estudios Laika, responsables de Coraline, ParaNorman y Los Boxtrolls. Knight creó una cautivadora historia de esplendor visual que asume riesgos de guion y sale más que airosa en sus altas aspiraciones en un terreno muy competitivo. La película abre con la frase “Si van a parpadear, háganlo ahora” y la premisa no puede ser más certera. No conviene perderse nada de cada pequeño detalle de un relato cargado de belleza y elegancia, a pesar de estar signado por la tragedia familiar y la venganza. Mark Haimes y Chris Buttler escribieron un guión que contiene interesantes elementos que se resignifican con el fluir de la acción (un simio de madera se convertirá en mono real, un samurái de origami mutará en un escarabajo guerrero, un mechón de pelo será una cuerda atada en la muñeca, que junto a otra cuerda servirá para algo que no conviene contar y una cicatriz en un personaje será similar a la de otro). Ambos autores no dudaron en incluir componentes oscuros relacionados con el terror balanceándolo con momentos de comicidad, sin que esto signifique hacer concesiones que bajen el alto nivel de la narración en el camino que deberá recorrer el héroe, que también es un juglar que cuenta una historia que mantiene en vilo a su auditorio, pero que a la vez deberá hacer su propio camino para descubrir la propia, su identidad y su orígenes. Lo que maravilla de Kubo y la búsqueda samurái es su apabullante sencillez en lo que cuenta y la manera en que conjuga elementos reales y fantásticos sin perder un ápice de encanto que lo rinda al facilismo ni al sobre explicado. Visualmente es cercana a la perfección, combinando la artesanal técnica de stop-motion con animación digital, elevándola a un nivel de gloria, que compite de igual a igual con Pixar o el estudio japonés Ghibli. Ambientada en el Japón feudal, pero sin concesiones a que sus personajes tengan destino de merchandaising que los occidentalice, el estudio Laika brinda una de las sorpresas del año, no solo en el cine de animación, sino también en comparación con todo lo estrenado hasta el momento.
Café Society, opus 47 de Woody Allen. Bobby Dorfman (Jesse Eisemberg) es un joven neoyorkino que decide probar suerte en Los Ángeles. Después de varias semanas de espera, consigue que su tío Phil (Steve Carrel) le consiga un trabajo como asistente en su agencia de representante de estrellas de Hollywood. En la oficina conocerá a Vonnie (Kirsten Stewart) quien será la encargada de mostrarle el funcionamiento de la meca del cine: las fiestas, las casas de las estrellas, pero también la visión desencantada de esa opulencia vacía. Bobby no tardará en enamorarse de Vonnie, pero ella es la amante de un hombre casado. Y el triángulo amoroso tendrá derivaciones insospechadas. La de Allen es la voz en off de ese narrador que nos cuenta esta historia. Una historia que es casi siempre la misma, con las variaciones del mismo cuento al que le va agregando condimentos para arribar de un modo agridulce, a los difíciles caminos del amor. Pero Café Society también suma elementos de su obra que estaban relegados en sus últimas películas: la subtrama cómica de la familia judía, en el diálogo de Bobby con una prostituta ¿referencia a Poderosa Afrodita?, relaciones con gangsters para resolver problemas como en Balas sobre Broadway, y miradas nostálgicas a la familia como en Días de radio. Hay algunas diferencias formales del director de Zelig en cuanto a sus obras anteriores, Allen es un autor que pone el acento en sus historias y sus diálogos, y no tanto en sus encuadres y movimientos de cámara. El travelling con el que comienza el film y el fundido encadenado del final dan cuenta de estos cambios. El tono visual que consigue uniéndose con el director de fotografía Vittorio Storaro es genial: desde los dorados de Hollywood, la sobriedad en los ambientes de Los Ángeles, a la brillantez de los clubes nocturnos de New York. Además de la manera en que están encuadrados algunos de los asesinatos. Woody, que en algún momento de su carrera dijo que no necesitaba salir de New York para filmar, salta de una costa a la otra para contar su cuento. Claro que luego de su filmografía turística (Londres, Barcelona, París y Roma) quizás se haya dado cuenta que las ciudades son meros escenarios de fondo para hablar de sus obsesiones de siempre que ha explorado una y otra vez, que el amor y sus dificultades pueden estar en el Hollywood de los años 30 y en el New York del jazz y los clubs de la misma época, sin cambiar de país, pero sí de costa. La solidez del elenco está encabezada por un Jesse Eisemberg, como alter ego de Allen pero bajado el tono de algunos de sus últimos desbordes. Corey Stoll como un brillante gánster, hermano de Bobby, la solidez y sobriedad de Steve Carrel y como broche de oro, dos mujeres de diferentes estilos e igual magnetismo: Kirsten Stewart y Black Lively, difícil elegir a quién amar mas. Porqué si hay algo que el director de La rosa púrpura del Cairo maneja con maestría es el no juzgar moralmente a sus personajes, mantiene un tono neutro con la sutileza de dejar en manos del que mira la reflexión sobre la conducta de lo que está viendo. Café Society es un Allen disfrutable de principio a fin, con sus temas de siempre, con el humor, el amor y la nostalgia de un director prolífico de ochenta años, que filma a un ritmo envidiable y que alguna vez extrañaremos. Y ahí nos daremos cuenta que la realidad se impone al deseo, como en su cine.