La película se encuentra dirigida por los hermanos Levy (Masterplan, Novias-Madrinas – 15 años) quienes en esta oportunidad regresan después de dos años a trabajar nuevamente junto a Alan Sabbagh y Julieta Zylberberg , “El Rey del Once” de Daniel Burman, y Levy, quien ya trabajó con Sabbagh en “Masterplan”. La historia va tocando varios temas que abordan: las relaciones laborales, las presiones, las relaciones de pareja y las sociales, la paternidad y los celos, entre otros. A lo largo del film van surgiendo situaciones divertidas, alocadas, bajo un paisaje paradisiaco que nos recuerda que a veces tantas libertades pueden traer consecuencias. Los protagonistas tienen muy buena química, aunque no nos encontremos frente a un gran guion ellos juntos son explosivos, además son muy importantes los personajes secundarios, caso: Mike Amigorena, Marina Bellati, Mariana Chaud, quienes logran descargar sus dotes artísticas. La película se encuentra llena de enredos, que van otorgando un buen ritmo, humor y terminan generando un buen pasatiempo.
Este es un encantador melodrama romántico que cuenta con las deliciosas, divertidas y conmovedoras actuaciones de Chris O’Dowd y Ethan Hawke que se conectan perfectamente con las situaciones. Otro de los personajes dentro de los roles secundarios es el que compone Rose Byrne que resulta cálido. Cada actor se luce en la historia, con momentos increíbles, acompañada con una banda sonora magnifica, pero no sorprende, cae en algunos lugares y clichés aunque resulta un buen pasatiempo entretenido. A lo largo del film se siente un toque de “Alta Fidelidad” (High Fidelity, 2000), de Stephen Frears o de Woody Allen.
La historia juega con una serie de personajes, situaciones grotescas y bizarras, desde la joven Carla Ponti (Nai Awada, una buena interpretación) indefensa, que camina con muletas (nunca se explica por qué) y encuentra su mascota Nano muerto en el inodoro de su departamento, Flor (Flor Benítez) una amiga con ciertos trastornos, un Vecino (Gastón Cocchiarale) algo extraño que tiene como mascota un hurón, un policía Alberto Zapiola (Alberto Suárez), que cambia su look y ve películas de género en el cine, entre otros personajes. Si elegís dentro de la cartelera esta película te sugiero te compres un buen balde de pochoclos o nachos, no por su contenido sino porque te vas a antojar, es el cine dentro del cine. Un film que tiene cierto toque Tarantinesco, desde el uso de colores, sumando otros elementos, sus diálogos son pobres, su desarrollo tiende a decaer y resulta ideal para los amantes de las películas clase B.
Este film es el quinto dirigido por Alexei German Jr. (el primero que se estrena en Argentina). Su narración visualmente resulta muy solida sobre ciertos momentos vivido por el escritor y periodista ruso Sergei Dovlatov -1941-1990 (muy bien interpretado por Milan Maric), quien estaba separado de su mujer Elena (Helena Sujecka) y compartía la custodia de su hija, Katya Dovlatova (Eva Gerr). Un hombre envuelto en un universo que sufrió tragedias, tristeza, soledad, miedos y burocracia, quien fue premio Nobel de Literatura. En el film se nombran numerosos escritores extranjeros como Franz Kafka, Erich Maria Remarque, Gunther Grass, Heinrich Böll, entre otras personalidades. El director retrata muy bien lo quiere contar, exaltando los problemas políticos, sociales y económicos, además utiliza una exquisita paleta de colores resaltando los grises, enfatizando los distintos estados de ánimo, incluyendo la muy buena fotografía del polaco Lukasz Zal (“Ida”, “Loving Vincent, Cold War) que va generando interesantes climas. Sergei Dovlatov falleció a los 49 años de edad en el exilio de Nueva York, desconociendo que sus obras fueron muy leídas y fue un escritor ruso muy conocido.
La narración de Martín Rodríguez Redondo, se encuentra basada en hechos reales que sucedieron en el 2009, aunque varias situaciones se encuentran ficcionadas. El ámbito donde se mueve el adolescente Marcos (17 años) es conmovedor, porque vive en una zona rural, como reza el dicho “pueblo chico infierno grande”, ahí todos saben de todos; su familia se encuentra compuesta por sus padres y un hermano mayor, ellos trabajan en el campo, son peones y a cambio tienen la vivienda y comida pero comienzan a sufrir algunos robos de ganado. Todo se complica cuando el jefe de familia (Germán de Silva, aunque tiene una acotada participación, resulta impecable), muere, la ola de robos se incrementa, el dueño del campo presiona, hasta quiere que se vayan, ya tienen fecha de vencimiento. Marcos se siente Marilyn (Walter Rodríguez, mucho expresa través de un lenguaje corporal y su mirada: tierna, brillante, penetrante y atormentada) y comienza a cargar una mochila enorme, su identidad. Por un lado se puede ver la incomprensión de su entorno, constantes ataques físicos y verbales de otros jóvenes del lugar a los que se suma la frialdad y el acoso psicológico por parte de su madre (actriz chilena de teatro, cine y televisión Catalina Saavedra, logra una buena interpretación) y su hermano Carlos (Ignacio Giménez). El único momento de paz que encuentra es junto a Laura (Josefina Paredes), su amiga y confidente y su primer amor Federico (Andrew Bargsted). Su desarrollo resulta sólido, con pocos diálogos y actuaciones precisas, donde está el mundo de Marilyn, cualquiera puede ser su nombre, que sufre las humillaciones por sentirse distinto, porque no hay una ley de matrimonio igualitario ni identidad de género que lo proteja y solo se puede ver el dedo acusador. Con un final visualmente impactante, para pensar, debatir y reflexionar. “Marilyn” es la opera prima Martín Rodríguez Redondo. Dentro de los Premios obtenidos se pueden mencionar: El Tel Aviv International LGBT Film Festival. Mejor película de ficción (2018), Premio Guion Ópera Prima INCAA, Premio a Mejor largometraje en el Festival de Cine Queer Lisboa 22 (2018), Premio a Mejor Actor Protagónico en el Festival Audiovisual Bariloche (FAB, 2018), Mención Especial por su participación en la sección Oficial Competencia Nacional de largometrajes del Festival Audiovisual Bariloche (2018).
A lo largo de su desarrollo va mostrando todo lo que siente Marcela (Mercedes Moran, muy buena su búsqueda los tonos y los matices que le da al personaje, en una actuación sublime) ante la pérdida de su hermana Rina, junto a ella se han ido varias situaciones de la vida, una parte de ella también se perdió, quedaron atrás las charlas, los encuentros, los festejos y solo le quedan lugares donde compartieron momentos. Allí está ese departamento, que lentamente va quedando vacio, lo único que se mantiene con vida son las plantas. El mundo de Marcela se va mezclando entre lo cotidiano y el vacio que siente por dentro y por fuera, aquí se encuentra representado el duelo de ella y la despedida. Es una película bien intimista, con momentos claustrofóbicos y que va reflejando muy bien el universo femenino. La podemos asociar a “Vergel” de Kris Niklison o “La ciénaga” de Lucrecia Martel.
Lo que sigue son una sucesión de situaciones desafortunadas con la idea de recuperar el dinero perdido, parece que la solución de todos los problemas se produce cuando llega una atractiva mujer Mónica (Luciana Salazar) y quedan a cargo de una importante misión, mas el cuidado de su tío (Emilio Disi, en su última aparición en cine, muy desmejorado. La verdad da pena y tristeza verlo así) y disfrutar de las comodidades de una mansión con todo el confort. El inconsciente de su amigo Peter (Grego Rosello) organiza una fiesta, donde abunda el alcohol, chicas con buenos cuerpos, desorden y alegría. Un desarrollo que carece de guion, bajo un humor vulgar y chabacano, que no causa gracia en lo más mínimo, llena de escenas repetitivas y de clichés. Tienen buena química Lopilato y Rosello, actuaciones desaprovechadas de: Santoro, Busnelli, Luis Ziembrowski y Alejandro Muller, no aportan nada Luciana Salazar, Magui Bravi e Inés Palombo.
Este largometraje ya tuvo varias remakes de la película desde la primera adaptación de 1954 y del segundo de 1976, protagonizada por Barbra Streisand y Kris Kristofferson (el filme original data de 1937 con Janet Gaynor y Fredric March). Es el debut como director de Bradley Cooper (cuatro veces nominado a los Premios Oscar) quien además protagoniza, es parte de la producción y coguionista, y hasta trabaja su perro Charlie. Esta es una historia que nos habla sobre: las pasiones, los excesos, el precio de la fama, los fans, el egoísmo y hasta dónde puede llegar el amor, entre otros temas. Se mantiene la relación de amor entre los protagonistas, uno famoso, el otro no y de cómo se enamoran apasionadamente, tiene sus momentos románticos, melodramáticos, tensión y la tragedia. La actuación de Bradley Cooper es excelente, se nota la entrega, no solo crea un personaje, además canta y le da matices, logran muy buena química con Lady Gaga, (nominada a los Oscar y premiada con múltiples premios), en su primer papel como protagonista en una película. Es maravilloso como utilizan el juego de las miradas, se nota que han ensayado mucho y elaboraron juntos varias escenas, hasta ella canta a capela en algún pasaje del film. Dentro de los personajes secundarios se encuentran: Andrew Dice Clay (padre de ella) y Sam Elliot (el hermano de él), cuyas actuaciones son acotadas. Cuenta con una buena dirección, montaje y la fotografía de Matthew Libatique (“Pi”, “Cisne negro”), la cámara se mueve bien, con planos en picados y contrapicados, entre otros utilizados para destacar algunas escenas. Nos ofrece varios números musicales a tal punto que parece que estas en un concierto, sobresalen varios temas musicales: “Black Eyes”, “Always Remember Us This Way”, “I’ll Never Love Again” y “Shallow” este tema es posible que gane el Premio Oscar, además seguramente obtendrá varias nominaciones al Globo de Oro. Una historia que apunta al corazón, para preparar los pañuelos, quienes ya vimos las anteriores conocemos su final trágico (en todas fue diferente), pero tiene momentos que resultan repetitivos, con escenas que se alargan demasiado, haciendo que decaiga un poco por lo tanto le sobran algunos minutos.
Esta vuelta cuenta solo con un cameo de Jack Black (“Escalofríos”), su desarrollo gira en torno a tres amigos, primero Sonny Quinn (Jeremy Ray Taylor, “It”) y Sam Carter (Caleel Harris, “Una casa de locos- serie de televisión) se encuentran en una casa abandonada y siniestra, allí encuentran uno de los libros de Stine, titulado “Haunted Halloween”, guardado en un misterioso baúl. Fortuitamente liberan al muñeco Slappy y a partir de ese momento vivirán situaciones terroríficas Sonny, su hermana Sarah Quinn (Madison Iseman, “Jumanji: Bienvenidos a la jungla”) y Sam. Ahora el libro le da vida a los distintos personajes de Halloween acechando la ciudad, las situaciones que van sucediendo irán sacudiendo un poco a los espectadores, se mezcla la comedia, la acción y el terror, llena de efectos especiales, personajes delineados entre ellos como el que compone Jeong (“¿Qué pasó ayer?), muy divertido, una historia que resulta entretenida e ideal para sus seguidores. Tiene alguna similitud con Los Goonies”, llena de aventuras y niños en bicicletas.
Han pasado varios años y ahora Christopher Robin (Ewan McGregor) es adulto, padre de familia, trabaja en una importante empresa encargada de fabricar y vender maletas en la cual le exigen demasiado, pasa varias horas realizando sus tareas laborales y no le puede prestar mucha atención ni a su esposa Evelyn Robin (Hayley Atwell), ni a su pequeña hija, Madeline (Bronte Carmichael). Nos ubicamos en Londres y las consecuencias de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Por tantos reclamos se ha convertido en un hombre gris, ya no juega, es indiferente y severo, pero un día se encuentra con su viejo amigo Winnie Pooh, personaje que logra llevarlo al mundo donde fue muy feliz, lentamente lo estimula a reflexionar, surge una búsqueda en su interior, recuperando todo lo que fue perdiendo y lo lleva a proponerle a sus jefes una mejor calidad de vida para todos. Su narración toca varios temas: las relaciones humanas, los problemas que trae el capitalismo, ser un preso de tus tareas, la desocupación, los empleados que no pueden disfrutar de casi nada, solo la clase alta puede tener vacaciones pagas, entre otros contenidos. Tiene un toque familiar que resulta bellísimo, nos lleva a pensar, a recuperar los valores perdidos, rodeada de una fotografía maravillosa, una gran estética, utilizando una apropiada paleta de colores para marcar diferentes estados y situaciones, como así también su iluminación. Contiene ese toque de inocencia, nostalgia y moraleja; lo que no logra es mantener el ritmo pero es tierna, delicada y afectuosa. Dentro de los créditos finales hay escenas extras.