Me extrañarás A la altura de todo lo esperado luego de Gilda: No me arrepiento de este amor (2016), Lorena Muñoz estrena El Potro, lo mejor del amor. La misma calidad esta vez en función de bajar la figura del mítico Rodrigo a la de una persona de carne y hueso. Rodrigo, muy joven y pelilargo, solo desea cantar. En este comienzo todo es ilusión y hay hasta cierta cuota de inocencia. La biopic rápidamente avanza hacia dos puntos de quiebre inmediatos en su vida: uno es el primer viaje a Buenos Aires y el otro es la trágica muerte de su padre mientras canta en un escenario. En principio está todo el color de un primer “Bebote Cordobés”, y rápidamente todo lo que parece liviano y simpático se empieza a apagar y a virar hacia el costado más desenfrenado de la vida de Rodrigo ya constituido como El Potro, allí es donde la película define también su drama. Todos los secretos a voces se hacen presentes, pero más que nada se escarba en conflictos más humanos y contradicciones emocionales que estaban fuera del escenario y en lo más privado de su vida. Rodrigo Romero saca provecho a su asombroso parecido físico para ponerse en la piel del Potro Cordobés y Lorena Muñoz sin dudas le ganó al riesgo de tener como protagonista a una persona que nunca había actuado ni cantado en su vida, porque no se hace evidente en ningún momento. Romero es fresco y magnético como supo ser Rodrigo. Florencia Peña y Daniel Aráoz están impecables como Betty Olave y Eduardo Bueno. Pero quien se destaca al punto de compartir protagonismo es Fernán Mirás como el representante de Rodrigo. Es un personaje muy fuerte que actúa como catalizador de todo lo más emotivo de la película. Ahí se puede trazar cierta similitud con el papel de Javier Drolas como Toti Giménez en Gilda: No me arrepiento de este amor. A diferencia de la unanimidad positiva sobre el relato de la vida de Gilda, la vida de Rodrigo en sí misma es mucho más controversial, por lo que seguramente la repercusión variará según cada punto de vista que hay de la figura del artista y su entorno. Sobre esto, la película es mayormente respetuosa de todas las partes, pero también es audaz para volcar de la cornisa en algunos momentos. Calidad y momentos musicales que son joyitas, la película se aleja del lugar más espectacular y se mete en un costado más íntimo -y hasta más doloroso- de la figura. La directora vuelve a poner su cuota autoral en una película diseñada para ser popular.
Cómo subestimar al público infantil Yanka y el espíritu del volcán (2018) intenta unir temática y paisaje natural y autóctono con el género fantástico de aventuras pero se queda por debajo del nivel de cualquier película infantil. Yanka (Maite Lanata) no puede dejar de pensar en la desaparición de su madre. Al enterarse que se perdió en el bosque del volcán Copahue la noche que entró en erupción por última vez, decide embarcarse en su búsqueda, topándose en el camino con una serie de obstáculos y criaturas fantásticas que la conducen hacia una aventura. Iván Abello dirige esta película que apunta a un público infantil al que cada vez estamos más acostumbrados porque ese mercado se ha afilado para crear un discurso tan apto para niños como para adultos con un genuino disfrute para ambos. En este caso hay un lenguaje que interpela el costado más simplista y sin inventiva que busca ser fácil de entender pero que está despojado de todo encanto. Poco inteligente por otro lado ficcionalizar la imagen de una tribu mapuche al punto que parecen indiecitos salidos de Pocahontas (1995), lleva a repensar el discurso y cuestionarse si al final el hecho de incorporar lo autóctono fue una pantalla que quedó lejos de cualquier intención de nutrir el relato y hacerlo propio. Un guión flojo que descansó ante el servicio de los efectos. Efectos muy buenos en general que tenían una maravillosa potencialidad aunque en este caso todo tiene una vuelta de más que hace que se vean los hilos. Maite Lanata es la figura de la película con momentos de lucidez y poca constancia al igual que el resto del elenco que no destaca. Todos los integrantes parecen desganados al igual que su fotografía que desaprovecha un paisaje de una belleza monumental. Todo esto teniendo en cuenta que tenemos referencias como Los pequeños aventureros (Daniel Pires Mateus, 1977) que demostró hace ya muchos años que se puede hacer una película con un contenido más sustancioso dentro del formato infantil e incorporar en ella una identidad cultural más propia.
Un año de duelo El año del León (2018), la ópera prima de Mercedes Laborde, es una interesante propuesta a indagar sobre un duelo corrido de los lugares comunes. Flavia (Lorena Vega) transita el duelo por la pérdida de León, su pareja de hacía ya varios años; pero en su vida irrumpe Lucía (Malena Moirón), la hija de León y su anterior mujer (Julieta Vallina). El proceso del duelo tiene tanto cuestiones únicas y personales como también universalidades que hacen que cualquier persona se pueda identificar fácilmente con el dolor que transita la protagonista. La interpretación de Lorena Vega -abúlica y apática boyando con la mirada cansina- hace fácil ponerse en la piel de Flavia. La película se da en un paisaje urbano no estilizado que en sus imágenes busca naturalismo, como resultado las imágenes suman a esa frialdad que la realidad tiene para ofrecer en esos momentos de soledad y tristeza. La directora Mercedes Laborde busca los pequeños grandes momentos que conllevan los nuevos comienzos: como los trámites, deshacerse de la ropa o algunas fechas festivas. La particularidad de esta historia es que hay una casa en la que una mujer se siente vacía y donde una niña va en busca de una figura que no está más. Mientras Lucía siente que ese aún es su hogar, Flavia no puede sentirse más extraña en su presencia. En esa casa nace un vacío que se va llenando con la incertidumbre de ambas. Algunos momentos de reunión quizás son los menos logrados y desentonan, pero no desarman el tránsito sensible que logra construir la película.
Cubanas revueltas María Torrellas estrena Cubanas. Mujeres en revolución (2018), un documental de investigación que recorre la Revolución Cubana en boca de sus protagonistas femeninas. La película abre con el recuerdo a un ícono cinematográfico como es Lucía (1968), del realizador cubano Humberto Solás, que narra la Guerra de Independencia cubana, la década de 1930 durante el gobierno de Gerardo Machado, y los años 60’ sobre la propia revolución, en la vida de tres mujeres cubanas llamadas Lucía, quienes luchan contra sus circunstancias. Luego continúa con una reconstrucción del rol de Haydée Santamaría, su participación en el centro de la coyuntura y su función de referente moral, mechado con entrevistas a mujeres que en la actualidad hablan de la influencia de la Revolución para el desarrollo de sus libertades, y como camino hacia la igualdad. Con un interesante debate sobre la conformación de este proceso histórico y sus características en forma de homenaje y con ese romanticismo que suele estar en el aire de este tipo de películas, Cubanas. Mujeres en revolución también presenta los desafíos actuales de una ciudadanía formada con herramientas para enfrentar la desigualdad. Vilma Éspín, El pelotón Mariana Grajales, Celia Sánchez y otros personajes que obraron en la Revolución, están relatados en las voces de distintas mujeres en la actualidad con variada participación en la comunidad, ya sea artistas, científicas, políticas, estudiantes y demás profesiones. Cubanas. Mujeres en revolución reconoce que la historia siempre fue, es y será contada desde los hombres, para proponer un nuevo recorrido femenino. La realización quizás no sea virtuosa pero porque su fuerza está centrada en aquello que se relata: La valiosa lucha del -supuesto- sexo débil.
Bañeros hace agua Como si no hubiéramos tenido suficientes entregas de la saga, llega Bañeros 5: Lentos y cargosos (2018), una fórmula que pese a los intentos por sostenerla ya expiró. Gino Renni quiere terminar de comprar un balneario y solo le queda una cuota por pagar. Los villanos principales son Joaquín Berthold y Alex Caniggia, quienes intentarán sabotearlo para que incumpla el contrato y así estafarlo. El villano mayor es Matías Alé, alguien presentado desde el mismísimo tráiler pero que en la película juega el rol de personaje misterioso siempre de espaldas, ese es el primer paso en falso. Bajo el mismo formato y con los mismos recursos de siempre entran en escena Pachu Peña, Pablo Granados y Nazareno Mottola, guardias de seguridad ultra tontos que por cuestiones azarosas terminan en el balneario contratados como “bañeros”. Una vez allí se completa el cuadro con Pichu, un guardavidas que no sabe nadar y hace voces “graciosas”, no mucho más. Estos últimos son personajes que encontraron su línea humorística efectiva en el programa Sin Codificar y que no se entiende bien por qué se exponen a este tipo de papeles que no solo no les suma, sino que les resta. La saga en sí nunca fue más que un desfile de los famosos del momento sin más pretensiones que sobrevivir en la taquilla de las vacaciones de invierno. Pero lo que más molesta es el poco cuidado de su propio producto. Las inconsistencias no parecen errores o malas decisiones, sino que da la sensación de que detrás no hay ni un poco de esfuerzo ni compromiso en hacer algo decente. Entre lo más insólito está la aparición de un drone con cara que es demasiado difícil de explicar porque es complicado interpretar qué quisieron hacer: si era un intento del personaje típico de robot tierno esto falló. Con la aparición del drone con cara llamado “Bongo” y también la presencia de un tiburón en la orilla se puede decir que si algo les importó menos que hacer una película mediocre, eso fue incluir una serie de efectos especiales que dan hasta un poco de vergüenza ajena. Se nota, además, que a pesar de sostener el paisaje femenino en pequeñas bikinis, intentan cuidarse mucho más por cuestiones obvias de timing con la actualidad social. Por esta razón no vamos a ver ni un toqueteo de personajes, pero no van a faltar los planos detalle de colas, pechos y los chistes desubicados (es difícil para este formato prescindir de la cosificación). Pero como la esencia misma de la saga es machista, en varios momentos se les escapan escenas reprochables. Nunca faltan el par de hombres disfrazados de mujeres para engañar y manosear clientas con la excusa de la sesión de masajes. Agotadísimo. Finalmente, no se puede obviar el homenaje a Emilio Disi que al menos no desentona, porque mantiene la línea de una pobre franquicia.
Verosímil cero Calzones Rotos, Revancha de Mujeres (2018) es una coproducción entre Argentina y Chile dirigida por Arnaldo Valsecchi. La película pregona una “revancha de mujeres” con un escenario y una idea general interesantes pero con sabor a verosímil cero. Una casona de hacienda donde viven sólo mujeres; la matriarca en su lecho de muerte y dos hombres muertos en el pasado. Los secretos de esta familia desandarán la vida de estas mujeres y sus historias. Una especie de comedia dramática en la que la primera pata floja es la configuración de la época. El trabajo de cualquier producto de época es laborioso, pero en este caso no hace falta tener un ojo agudo para darse cuenta que muchas cosas desentonan; principalmente en el plano de los diálogos y las expresiones. Lamentablemente las actuaciones dejan muchísimo que desear. La entonación forzada y demasiado actuada remite a un sobre-ficcionar el pasado; como si la historia fuera un mundo de cuento. Un punto de comparación puede ser la serie argentina Cuéntame cómo pasó en la cual se daba de forma muy similar la realización fallida. Sobre la “revancha", la casona habitada por mujeres y los muertos de las generaciones pasadas era un escenario muy interesante como idea. Pero lo cierto es que no pone al género femenino en un lugar renovador. Las protagonistas siguen teniendo un lugar bastante ingenuo y lo único que las distingue es haber tenido un avance violento en defensa propia. No mucho más.
Ahora las chicas Ocean's 8: Las estafadoras (Ocean’s 8-2018) es una nueva versión de lo que fue La gran estafa (Ocean's Eleven-2001). La particularidad está en que ahora el elenco protagonista está conformado solo por mujeres. Un equipo de estafadoras de lujo se propone una ambiciosa y arriesgada misión: robar una joya multimillonaria. En cuanto al argumento no hay mucho más que decir, es una aventura que está al nivel de sus antecesoras, que entretiene mientras no se le exija demasiado verosímil ni genialidad. Muy funcional a esas salidas en grupo en un plan híper relajado en el que se le perdona todo a la película en cuestión. Una de las motivaciones más grandes para verla es el casting de estrellas: Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Mindy Kaling, Sarah Paulson, Rihanna y Helena Bonham Carter, que están siempre regias y que el público disfruta el solo hecho de verlas porque las adora desde antes. Además todas tienen papeles con mucho estilo, por lo que verdaderamente no hay ningún prestigio en juego por el que preocuparse. Si había un miedo generalizado era que aprovecharan para intentar colgarse de las luchas de género con bajadas de línea berretas y tiradas de los pelos. Sin embargo uno de los mejores aciertos de la película es justamente que presenta nuevas protagonistas de una historia sin regodearse del hecho. En sí misma la propuesta de un grupo de mujeres estafadoras ya las pone en un lugar de protagonismo y poder sobre el que no hace falta agregar nada más, sería redundante. Por suerte, entendieron y lo manejaron con mucho acierto. Ocean's 8: Las estafadoras no tiene demasiadas luces y a medida que se reflexiona se descubren los mil y un baches, pero un poco forma parte de la gracia de estas películas. Por último, ya existen La gran estafa (Ocean’s Eleven), La nueva gran estafa (Ocean's Twelve, 2004) y Ocean's Thirteen (2007)… Con Ocean's 8: Las estafadoras (Ocean’s 8) quedan dos baches en el medio… ¿Será una trilogía y vendrán Ocean’s9 y Ocean’s10 con este nuevo elenco?
Respirar agobio El corte (2018) resulta ser la tesis de catorce estudiantes de la carrera de Imagen y Sonido de la UBA, bajo la dirección de Agustina González Bonorino y Regina Braunstein. El largometraje funciona al nivel de una ópera prima independiente muy prolija y con varios puntos a destacar. Treinta días sin luz en pleno verano. El calor agobia a un barrio bastante humilde que comienza a sumirse en el caos. Tres familias desesperadas avanzan hacia un desenlace inevitablemente violento. La película se basa en hechos del año 2014 que ocurrió en la localidad de Quilmes, cuando un extenso apagón dejó a cientos de familias, sin suministro eléctrico, sin acceso a agua potable, sin transporte público y con comercios desabastecidos. Esta película reflexiona sobre el abandono, el miedo, el encierro y el momento en el que las normas barriales se imponen por sobre los mecanismos de control. La textura del sudor sobre la suciedad remiten a la incomodidad de un momento que todos los que viven en buenos aires han vivido alguna vez. Y también la inmediata sensación de que la falta de luz es sinónimo de inseguridad. La película se acoge de detalles que suman muchísimo a retratar esta especie de “cultura aparte” que se abre los días sin luz en el conurbano. Los momentos de juego con el montaje que hace confluir lo coral resultan lo destacado del despliegue técnico, que en los demás aspectos es correcto y simple. El corte es una película pequeña, tímida y al mismo tiempo acertada. No deslumbra pero se nota el minucioso cuidado para evitar errores, obtiene como resultado un producto donde está “todo bien” aunque falte un poquito de riesgo como el que se desata en el contundente final.
Mírenme, mírenme, soy muy controversial Matías Szulanski estrena Recetas para microondas (2018), que se ve a sí misma como una picante película llena de humor negro, pero que es demasiado básica y vacía para llegar siquiera a los talones de sus propias pretensiones. “La historia de una mujer, sus amantes, el hombre que la violó y el hijo que salió de esa violación” recita la sinopsis. Y lo que podría ser un relato punzante sobre un tema durísimo, al instante revela que solo es una banalización y con algunos abordajes hasta dolorosos. Hay productos que dan cátedra de humor negro, acidez, doble lectura y meta-mensaje. En Recetas para microondas no hay ni un paso acertado en este camino. A no ser que el director considere que poner a un enano en escena ya es gracioso en sí mismo. En palabras del director “mi intención fue meter en una licuadora un dramón, cinismo, muchísimo humor negro y una pizca de aloe vera, vampiros, enanos, negros albinos y que quede un trago corrosivo. Consciente de que la trama principal es por demás controversial, no quise que hayan héroes ni villanos, sino sólo perdedores natos o hechos”. En ese afán de ser “jugado” termina poniendo a sus personajes como objeto de burla, consumando un cinismo bastante deshonesto o quizás un fallido intento de hacer una película anti corrección política. Hay que ser demasiado hábil para manejarse en un terreno tan escabroso y hacer una escena en la que un hombre llene de trompadas y patadas el vientre de una mujer para provocarle un aborto o hacer decir a un violador “tan mal no la habrás pasado”. La película trata de llamar la atención pero no deja ver ninguna lectura del mundo o por lo menos no se transmite, es muy llano todo.
Mensaje de doble filo Abby Kohn y Marc Silverstein son guionistas y productores de ¿Qué les pasa a los hombres? (He's Just Not That Into You, 2009) y Cómo ser soltera (How to Be Single, 2016), ahora, como no podía ser de otra manera en el rol de directores estrenan la llamada Sexy por accidente (I feel pretty, 2018). Una chica (Amy Schumer), que se enfrenta cada día a sus inseguridades, despierta de una caída creyendo de repente que es la mujer más bella y capaz del planeta. Con esta nueva confianza en sí misma se siente capaz de vivir su vida sin complejos ni limitaciones. La película resulta ambigua en su tratamiento y mensaje. En un principio parece que no es solo un problema personal, sino que hay un mundo detrás de ella empujándola a sentirse disconforme con su apariencia y que la discrimina. Es claro que la intención es noble pero ¿eso se supera solo con autoconfianza? ¿no es un poco más complejo? Por otro lado cuando ella experimenta este cambio, se torna una persona superficial. Actúa como alguien que se siente superior. Lo cual no está mal porque habla de un personaje totalmente desfasado en sus valores personales. El problema es que la película un poco sostiene desde afuera del personaje que esa es la actitud que necesita para obtener lo que quiere. Nada se interpone en su camino cuando se cree bella. Ese es el punto. Propone una línea demasiado difusa entre vivir sin complejos y ser arrogante. Además, mucho de lo que logra no es por su cambio de actitud, sino por una sucesión de casualidades que se le presentan en el camino, lo cual hace aún más complicada la interpretación del mensaje final. Por supuesto que hay personajes espectaculares como las amigas y el personaje del novio que está maravillosamente construido desde la dulzura y la sensibilidad, para enamorarse por completo. Pero deja abiertas algunas preguntas y sensación a cierta contradicción. Sin embargo también es una posibilidad que sean malas decisiones estructurales de la película y no conceptuales. Si sucedieran los hechos con otra progresión u otro orden quizás cerraría de una forma más firme, porque es evidente que hay una intención de ser mucho más comprometida de lo que es.