Marcado por el destino José Celestino Campusano nos ubica esta vez en medio de la Patagonia rionegrina, lugar donde examina las problemáticas que se suceden. La identidad de los pueblos aborígenes, la dominación de los terratenientes, la justicia e injusticias y los códigos de la cárcel se hacen presentes a lo largo de toda la película de este director que supo traernos historias frágiles y protagonizadas por no actores. Nehuén Puyelli (Chino Aravena) es un curandero descendiente de mapuches que es encarcelado acusado de la muerte de una anciana y de abusar de un menor de buena posición económica, y deja en su hogar a su madre, su hermano y su sobrino. Ya dentro del ambiente carcelario se encuentra en medio de dos bandos. Por un lado tenemos al grupo de Ramón Arce (Damián Ávila), un joven preso respetado y de buenas relaciones con las autoridades del penal. Y por el otro, un prepotente recién llegado (Emanuel Gallardo). A esto se le suma la llegada de un tercer recluso (Darío Carvallo), hijo de un estanciero que buscará llevar adelante una misión allí dentro contra Nehuén. Lo importante en este film es la forma en la que se transmite el guion a través de los distintos personajes, que en lo general están muy bien logrados e identificables. Podemos ver actuaciones muy bien logradas, creíbles. El ambiente carcelario además está bien construido y es posible encontrarnos con la tensión característica de un lugar como ese con la violencia y la marginalidad a la vista. Por supuesto que algunos inconvenientes en los diálogos y en los procedimientos textuales vuelven a sonar impostados, casi como si encarnaran una marca de fábrica (discutible) en la poética del director. Posiblemente los mayores inconvenientes vengan dados desde el mensaje sobre la discriminación y la opresión, en donde algunos diálogos se notan forzados por el hecho de tener que seguir con la rigidez del guion. Algunas palabras saliendo de la boca de los personajes parecieran ser impostadas. El sacrificio de Nehuén Puyelli no es un film con el que pueda entretenerse toda clase de público. Está orientado hacia uno muy específico y es así que en general la cinematografía de Campusano genera críticas diversas. Tómalo o déjalo.
Ben Cash (Viggo Mortensen) y su mujer Leslie (Trin Miller) crearon para sus hijos un paraíso donde vivir apartado de la civilización. En un campamento autosuficiente hecho a mano por ellos, Ben enseña a sus hijos las habilidades que necesitan para sobrevivir en pleno bosque, además de proporcionarles severos entrenamientos físicos, cacería y lecturas obligadas de títulos clásicos de acuerdo a las diferentes edades de los chicos. Sin dejar de lado un modo de vida que hoy nos parecería una locura. Cuando Leslie es internada en un hospital para recibir un tratamiento psiquiátrico, la crianza de los seis hijos cae sobre los hombros de Ben. Ellos son Bo (George MacKay), Keilyr (Samantha Isler), Vespyr (Annalise Basso), Reillian (Shree Crooks), y Nai (Charlie Shotwell). La historia da el vuelco necesario como para que el contraste entre la vida en medio de la naturaleza y el mundo moderno del consumismo tome fuerza en el relato y el padre de familia que se arriesga para seguir sus propios principios, deba replantearse la crianza de los niños. Viggo Mortensen está realmente magnífico. Todos sabemos que es un actor polivalente, pero en Capitán fantástico se introduce en la piel de ese padre que debe lidiar con el riesgo de que su espíritu libre pueda dañar a sus hijos. Encara un personaje sumamente entero y que llega a transmitir con claridad el mensaje del film. Matt Ross escribe y dirige esta película donde su trama nos lleva por secuencias de comicidad y entretenimiento sin olvidarse del complejo drama que nos llama continuamente. Puede ser nos recuerde a Little Miss Sunshine (2006) o Into the Wild (2007), pero va un paso más allá, buscando que reflexionemos acerca dela educación, el consumismo, los paradigmas. Es a las claras una crítica a la sociedad norteamericana, pero no estamos muy distantes de ello. No podemos no hablar de la maravillosa fotografía de la francesa Stéphane Fontaine, quien se encarga de remarcar esa oposición entre la divinidad de la naturaleza y lo monocromático de la ciudad. Alex Somers, quien produjo los soundtracks de otras películas, en esta oportunidad nos ofrece una música única como el film, mezcla de sonidos country (donde encontramos pistas originales) y canciones populares en versiones acústicas por el propio elenco, además de un poco de música clásica (pueden escuchar ACÁ el soundtrack y seguir la playlist). Capitán fantástico logra esa luminosidad y virtud en su narrativa que pocas películas logran de forma equitativa. Invita a seguir un viaje emocional que nos lleva de la risa al llanto en esa rebelión al sistema y la exploración de la crianza.
Marvel Studios se tiró por fin a la pileta para llevar a la pantalla grande una historia totalmente distinta a las que nos tiene acostumbrados. Por fin dejó de lado la fórmula reiterativa y agotadora de sus películas para poner en juego la magia, la mística y psicodelia. Sin dudas un gran paso para lo que nos espera de aquí en adelante hasta llegar a Infinity War, donde veremos a todos los personajes juntos. Pero hablemos un poco de quién es Doctor Strange. Nunca fue un pionero de ventas de cómics (ni siquiera cuando obtuvo su propia revista en 1968). Fue cancelada varias veces, tuvo varias versiones y si no se trata de un lector compulsivo de cómics, es probable que el simple espectador lo desconozca. Doctor Strange es uno de los pocos personajes cuyo nombre como superhéroe es el mismo que como civil y lo de doctor no es un alias casual: Stephen Strange es un exitoso neurocirujano con un enorme ego, codicioso e insufrible. De la noche a la mañana su carrera se desbarranca cuando sus hábiles manos quedan destrozadas a causa de un accidente de auto. Luego termina viajando a Tibet, donde le aseguran que vive un anciano capaz de curar los daños en sus manos. El anciano resulta ser un maestro de las artes místicas y aunque al principio se muestra escéptico, Stephen Strange termina convirtiéndose en su discípulo. Tras una serie de pruebas, el ex-cirujano se convierte en el nuevo hechicero supremo, un defensor encargado de proteger la Tierra de amenazas sobrenaturales. Y aunque Doctor Strange no es un personaje tan popular como Iron Man o el Capitán América, en realidad se cuenta entre los más poderosos del Universo Marvel. Su capacidad para manipular energías le otorga un abanico de habilidades sencillamente impresionantes: puede proyectar su espíritu fuera de su cuerpo, posee poderes adivinatorios, de teletransporte, ilusionismo, viaje dimensional y manipulación mental. También puede invocar criaturas de otros planos y proyectar energía mágica de diferentes tipos. Ahora volvamos a la película. Doctor Strange: Hechicero supremo está dirigida por Scott Derrickson, experimentado realizador de películas de terror, pero del cual dudábamos acerca de si se daría mañas para salir airoso de este desafío. Y el resultado probablemente lo ubique dentro de las mejores tres películas más originales e inteligentemente logradas del Universo Cinematográfico de Marvel. Doctor Strange es una película inspirada desde su guion, sus actuaciones y sus efectos especiales. Fusiona teorías New Age, con conocimientos ancestrales y existencialidad sin olvidarse que estamos frente a una película sobre de superhéroes. En la primera media hora del film estamos frente a un intenso drama (inusual para las películas de Marvel) para luego sí arrancar con la acción más particular de este género: cuando Benedict Cumberbatch (Doctor Strange) llega a Nepal, es cuando se hace más disfrutable la trama. Cumberbatch comienza a hacer uso del cinismo del personaje y a desplegar ironías muy cómicas (como el password del WiFi como las bromas que le realiza a Wong, el bibliotecario). En esta parte debemos decir que finalmente Marvel no intenta encajar un chiste tras otro y se toma su tiempo para que fluya con naturalidad. El guion es creíble en todo el proceso de intentar explicar a este nuevo personaje (la parte de la mitología podría haber sido muy complicada de exponer), pero Jon Spaihts junto al mismo Scott Derrickson, supieron tener la capacidad para poner al público poco experimentado en lugar y enseñar las reglas de este nuevo universo. Benedict Cumberbatch forma parte de lo mejor del casting perfecto de Marvel: sus gestos, sus ritmos al momento de hacer uso de las palabras, lo elevan demasiado. Es indiscutida su labor. Otro personaje que se luce es el encarado por Tilda Swinton, el cual trajo aparejado mucha controversia dado que en cómic se trata de un anciano ancestral. Y es probable aquí encontremos los mayores desaciertos: Rachel McAdams es relegada a una dama de compañía, con poco interesante para aportar a la historia (aunque mantiene escenas graciosas) y Mads Mikkelsen no tiene la fuerza que debería, muy a pesar de sus dotes actorales. Está desaprovechado en su totalidad y Marvel no le da el peso suficiente al villano de turno. Por último dejamos a los efectos visuales. Podemos mencionar que no están a la altura revolucionaria de lo que significó Matrix (1999) o El origen (Inception, 2010), pero son muy significativos. En ningún momento se pierde foco en la acción y vemos viajes astrales, distorsión en los edificios transformándose en un campo de batalla… La experiencia cinematográfica en esta película nos transporta a otro nivel, donde no se ven por ningún lado los hilos colgando. Comenzando por la elección de Benedict Cumberbatch como Stephen Strange y continuando con lo difícil que resultaba adaptar este cómic, Doctor Strange es la película más distinta de Marvel/Disney y realmente es algo que debemos celebrar. No volvieron a caer en el guion facilista y encaja perfectamente manteniendo el curso de la narración en todo momento. Bienvenido sea este cambio.
Los reyes del verano Tres amigos varones deciden veranear juntos en la playa y en medio de la nada. Desde la llegada al lugar se siente el “aire de vacaciones”, tanto por la camarita filmando como por las bromas que hacen entre ellos. Algunas, por qué no, homofóbicas. Pensemos que se está contando una historia de hace 20 años atrás, cuando muchos temas eran tabúes y se callaba mucho más de lo que se contaba. Los personajes, sus identidades y sus vínculos se van contando desde el primer momento, poniéndonos a tono con la amistad que los recorre a cada uno. Y la ambientación de la época se encuentra marcada por algunos detalles, como los cassettes, los precios, el teléfono público y la música. El sexo no es un tema que tengan pensado estos tres amigos desarrollar durante la estadía. Y justamente uno de ellos menciona que “el sexo arruina las relaciones”. Pero el deseo sexual comienza a aparecer, y no solo de la mano de la joven que se suma al grupo, sino incluso entre dos de los protagonistas, entre confusión y miedo. Lucas Santa Ana, su director, explora los vínculos que pueden darse entre estos tres amigos cuando surgen situaciones que no pueden controlar. Es una comedia pero que períodos pasa por el dramatismo, sin perder en ningún momento el ritmo narrativo. Siempre queremos saber más y de qué forma llegará el final de esta historia. Y el uso de la cámara casera para registrar muchas de las situaciones, es un recurso muy bien utilizado y funcional al relato. El trío protagónico (Javier De Pietro, Agustín Pardella y Marcos Ribas) al igual que Luana Pascual, llevan adelante sus papeles de forma natural. Les creemos lo que les pasa y lo que les sucede. Y la música de Coiffeur se encarga de matizar por instantes, para ayudar a generar la tensión. Como una novia sin sexo es culpa, amistad, vínculos, amor y decisiones que se toman o no. Todo en su medida justa y sin exagerar, haciendo que ese lugar inhóspito de veraneo se transforme en cómodo para revelar los deseos más internos.
Sobre la idiosincrasia argentina Uno de los problemas más dificultosos de resolver en torno al establecimiento de regímenes dictatoriales es la forma en que la instrucción del terror y el miedo se pronuncian con el silencio y el consenso pasivo o activo para llevar adelante y sostener a ese tipo de poder autoritario. E incide especialmente el rol que los medios de comunicación juegan al respecto, tanto en el momento del golpe como en los años siguientes. La denuncia de la “campaña antiargentina” fue desarrollada especialmente durante todo el año 1978 por el gobierno militar y los medios de comunicación cumplieron un papel fundamental: fue una estrategia publicitaria que la dictadura cívico-militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional de la Argentina llevó a cabo antes y durante la celebración del Mundial de Fútbol de ese año como respuesta a las denuncias por las sistemáticas y masivas violaciones a los Derechos Humanos del régimen represivo que distintos colectivos acometieron aprovechando la mediatización del fútbol. Con algunos puntos en relación a esta temática, llega a los cines Campaña Antiargentina, una comedia dirigida por Alejandro Parysow (leé ACÁ nuestra entrevista al director) y seleccionada en el 44º Festival de Cine de Gramado, ganadora del concurso "Óperas Primas" del INCAA en el 2010 y selección Work in Progress en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Leo J, actor y cantante, recibe de herencia una casa antigua. En ella, revolviendo entre viejos trastos encuentra documentos referentes a una extraña “campaña antiargentina” llevada adelante desde los rudimentos mismos de la Nación Argentina por un grupo masónico conocido como la Logia Cisneros. Tal persistente conspiración fue desencadenando una serie de dramáticos eventos que involucraron a renombrados personajes y grandes ídolos populares. Al involucrarse, Leo J sufre entonces en carne propia las consecuencias de dicho complot. Con testimonios desopilantes de Adrián Suar y Andy Kusnetzoff, esta comedia ácida de atmósfera conspiro-paranoica, intercala materiales de archivo con escenas de ficción, para acercar figuras tan disímiles como Carlos Gardel y Diego Armando Maradona. Una obra peculiar y con notables apuntes sobre la idiosincrasia argentina y sus eternas contradicciones. Párrafo aparte para la gran actuación de Juan Gil Navarro, quien incluso llega a reírse de él mismo y pasa por muchos estados durante toda la película, la cual abunda mucho en lo absurdo pero también replantearnos en cómo nos comportamos como sociedad y hasta qué punto llegamos a creer o no en todo lo que nos cuentan y quieren hacer creer.
Operación masacre Anthropoid está basada en hechos reales. Su guion escrito por el propio director Sean Ellis junto a Anthony Frewin, sigue a los dos protagonistas de la operación, Josef Gabcik (Cillian Murphy) y Jan Kubis (JamieDornan), quienes llegan en paracaídas a los bosques helados de la actual República Checa, enviados por el gobierno checoslovaco exiliado en Londres. Tras tomar contacto con la resistencia llevan adelante el atentado para matar al líder nazi Reinhart Heydrich, el tercero en la línea de mando, quien fue conocido por ser el artífice intelectual de la Solución Final, el plan para exterminar al pueblo judío. A diferencia de otras películas que hablan de la rebeldía ante los alemanes en el contexto de la II Guerra Mundial, esta vez los aliados no llegan a salvarlos a todos. La trama es sumamente entretenida y cuenta con los diálogos justos para ponernos en contexto y sumar a la tensión que se alcanza por muchos momentos. Hay dos momentos exactos (que no revelaré para no spoilear) donde se generan climas de ansiedad que ponen "los pelos de punta". Otro punto positivo es la lograda ambientación de la época: pocas veces hemos podido ver la década del 40 tan bien reflejada, tanto en escenarios de la ciudad como en el vestuario. No solo nos aleja la mirada de una película filmada el día de hoy, sino que también nos refleja la gravedad de los hechos que se vivían en ese entonces con crudeza. También cuenta con un elenco estelar para llevar adelante la historia. Se destacan sus protagonistas Cillian Murphy (versátil como pocos actores) y Jamie Dornan (viene de demostrar su impronta con The Fall, alejándose del papel de 50 sombras de Grey) a quienes se les nota la química en el set; y se le suma un muy buen cast secundario, con Toby Jones, Alena Mihulová y Marcin Dorocinski, y las dos chicas (Anna Geislerová y Charlotte Le Bon), con quienes en principio nuestros protagonistas se les unirán por conveniencia. Pero muy a pesar de ese ambiente sobrio hay varias escenas de tiroteos exagerados donde la película peca de sensacionalista y pierde un poco el nivel de credibilidad. Posiblemente cuando ya no quede mucha historia por contar. Sin embargo, tampoco empaña la idea central del film. Anthropoid no escatima en mostrarnos la brutalidad de los momentos más sangrientos de la época, pero dejando fuera de plano y con elegancia lo que resultaría efectivo para llamar la atención del espectador, para lo que en una película de este estilo, resulta innecesario.
Charly García se encontraba sigiloso en su estudio de Fitz Roy y Córdoba, en pleno proceso de creación de su disco La hija de la lágrima. Una noche con Charly García nos empapa en el artilugio creativo de uno de los más grandes artistas argentinos del rock. A modo de documental llegamos a ver los secretos de cómo construye esas composiciones un genio irrefutable como lo es Charly, a medida que avanza una noche inolvidable del verano de 1994, a la cual tampoco le faltan piruetas en la pileta. Existían los tiempos para componer, tocar, cantar, escribir… y para tirarse a la pileta. Podemos ver en ese ámbito además a María Gabriela Epumer, el Zorrito Quintiero, Fernando Samalea y Alejandro Medina (bajista de Manal), quienes entre charlas terminan por mostrarnos esas sesiones de largas horas, donde la lucidez del artista se camufla con su sensibilidad. El influyente y reconocido músico escribía en el momento las letras y las practicaba durante varias horas, al mismo tiempo que las grababa en cinta con los equipos analógicos de la época. Alejandro Chomski logró captar toda la esencia de una noche particular y hacer de la cámara un protagonista más, a medida que la noche avanzaba. El sol ingresa por la ventana y en el piano suenan las melodías. There’s a place, where I can go, when I feel low, when I feel blue. And it’s my mind, and there’s no time when I’m alone.
Mi primer beso Robert Bonomo nos trae con su ópera prima una muy buena comedia, género al que el cine independiente argentino no acostumbra. Y sin pretensiones nos plantea una historia original donde no busca otra opción más que entretener, sin caer en lugares comunes donde la fórmula de éxito se repite. Robert Law (Roberto L. Makita) es descendiente de orientales, alto y bastante escuálido, solitario y sentimental. Podemos decir que la vida no lo agració en el sentido físico, y se le suma que su forma de vestir escapa a nuestra época. Entre otras cosas, sueña con el amor y romper un record Guinness: dar el beso más largo del mundo. Es así que un día conoce a Laura (Malena Villa) y verá en ella la forma de romper su récord, obviamente con mucha insistencia de por medio y una extraña amistad que surge entre ellos. Miss se transforma en una comedia romántica donde si bien los personajes principales son claros opuestos, no cae en lo sarcástico a lo que más de una película de Hollywood nos tiene acostumbrados. Robert y Laura resultan atractivos por igual, y más allá de cualquier diferencia física o social. Al igual que quienes los secundan, la pareja protagónica lleva adelante actuaciones destacadas, donde la gran mayoría de ello son realmente desconocidos por todos. Se nota el trabajo de campo que se ha realizado para lograr ese cast. Por el lado de la técnica, nos encontramos con una manifiesta paleta de colores, impecable fotografía a cargo de Nicolás Trovato y muchos planos simétricos, que se funden con una especial banda sonora por parte de Lucas Martí. Pareciera ser que todo jugó a favor para dar como resultado esta pequeña película, que no por eso se la debe catalogar como menor. El film, que tuvo su estreno durante el último BAFICI, está producido por su director, Juan Villegas y Paula Zyngierman, y es muy bienvenido su estreno comercial, sobre todo en momentos en el cual el humor parece dirigirse hacia un único lugar que no es otro que el burlón y prejuicioso.
Con el miedo a otra parte Blumhouse Productions es una de las grandes productoras del mundo de películas de género. Bajo sus hombros tienen films como La noche del demonio (Insidous), Sinister y la saga de Actividad Paranormal (Paranormal Activity). Y si bien la mayoría de ellas lejos están de ser películas de calidad cinematográfica, en gran medida cumplen con el propósito de generar el susto y resultan entretenidas. Hasta que llega a los cines La resurrección del mal (Havenhurst, 2016) para romper con este esquema, la cual se trata de una película mediocre en todos los sentidos. La historia se sitúa en el hotel residencial Havenhurst en Nueva York, el cual es administrado por una señora bastante mayor (Fionnula Flanagan) cuya función es alojar allí a adictos a diversas materias (alcohol, drogas, prostitución) en proceso de rehabilitación. La única condición es que no recaigan en esos hábitos, de lo contrario serán desalojados. Jackie (Julie Benz) llega al hotel luego de pasar por una adicción al alcohol, pero su verdadero motivo del alojamiento es realizar una investigación acerca de lo que sucede allí. Allí se encontrará con Sarah (Belle Shouse), una niña vecina quien le recordará a su propia hija. No mucho más que eso. En principio algo de la trama nos acerca a El juego del miedo (Saw, 2004) donde el mal sanciona la lujuria, indecencia y todo lo que remita a actos inmorales. Pero lejos de lo que sucede en esa saga, en La resurrección del mal no existe (o al menos no se da a conocer) alguna motivación para atentar contra sus víctimas. No encontramos tampoco durante sus 80 minutos una coherencia en la trama: por momentos se indaga sobre el terror psicológico, en otros sobre la culpa que siente Jackie por su pasado y en otras oportunidades se vuelve un caso policial. En conclusión, no nos ofrece nada nuevo y es posible que tampoco lo intente. Toda la película es un cúmulo de lugares comunes sin sorpresas o con un toque de originalidad. Ni siquiera es posible construir empatía con los personajes: nada de lo que les pase nos interesa demasiado.
Rebelión en la granja La fiesta de las salchichas comienza como típica película de Disney: una canción al estilo La Bella y La Bestia, con un mundo ideal dentro del supermercado para transformarse en una fiesta para los alimentos que allí se encuentran, con estética de la animación publicitaria de los 50s. El compositor Alan Menken ya de entrada nos introduce en el mundo de este film producto de la cabeza de Seth Rogen y compañía, que para quienes vieron Pineapple Express o This the end entenderán en qué se están metiendo. Es el tipo de humor que se imaginan y más. Irreverente, provocador, ordinario... y claramente no apto para todos los públicos. Es de esas películas que puede parecer grandiosa o por el contrario una total porquería. Y a decir verdad, a mí me pareció lo primero. ¿Y por qué? A la historia la llevan adelante productos de un supermercado (por lo general son comida pero encontramos de otro tipo también) y esperan con ansias ser comprados por los “dioses humanos” para poder salir por las puertas del supermercado, donde los espera el reino del más allá. Sin embargo no saben que la realidad allí afuera es muy cruda y no como les han hecho creer durante tanto tiempo. Y también es la historia de Frank, una salchicha que sueña con meterse hasta el fondo dentro de un pan para panchos llamado Brenda. Y si son de los que encuentran en esto una connotación sexual, es porque efectivamente la hay. Y no es la única. El guion, además de contar con el uso de drogas, contenido gore, referencias sexuales y étnicas, realiza una crítica a la religión sobre la cual se encarga de reflexionar. No encontramos momentos en los cuales no exista algo de todo esto mencionado, y es probable la falta de costumbre de ver este tipo de películas nos lleve a que impacte aun de forma mayor. Pero todo esto no debe hacernos dejar de lado toda ese trasfondo construido con el fin de dotar de esperanza a la comunidad y preservar el orden social. Encontramos buenos personajes como el de la salchicha Frank y el pan Brenda, pero también secundan de buena forma la otra salchicha (Barry), el taco Teresa, el bagel Sammy, Kareem Abdul Lavash, el villano Douche y Chicle, la goma de mascar. Si bien La fiesta de las salchichas por momentos es un tanto irregular, dado que cuesta mantener alto el nivel de palabrerios y gags de forma continua, haciendo que la parte central se sienta más apagada, lleva adelante momentos muy logrados. Y los últimos 5 minutos del film son con seguridad los que mejor saben hacen sacar nuestras risas y carcajadas. A pesar de no ser excelente, es sumamente entretenida y mantiene la crítica social alta, aun cuando se utilice lenguaje obsceno. Es innegable la originalidad de la historia, el humor que no se queda corto en ningún momento y que lleva marcado el encanto de lo políticamente incorrecto.