Corazón y mafia A la Guerra por Amor (In Guerra per Amore, 2016) nos ofrece una experiencia de lo más extraña si la pensamos -como no nos queda otra- desde la perspectiva de la producción cinematográfica de nuestros días, la cual suele ser bastante ortodoxa en términos de géneros ya que gusta de abrazar una o a lo sumo dos premisas para autolimitarse en pos de un intento de coherencia que termina mermando paradójicamente la riqueza conceptual de los films. Esto no ocurre con este opus de Pierfrancesco Diliberto, más conocido como “Pif”, un conductor televisivo reconvertido en director y guionista de cine que apuesta por una comedia que conjuga una generosa pluralidad de estilos y tonos: aquí tenemos elementos varios de la comedia romántica, la costumbrista, la dramática, la histórica, la política, la absurda y especialmente de la comedia paródica para con la idiosincrasia italiana, en función de la cual los argentinos nos podemos identificar gracias a sus alegrías y miserias. Precisamente por ello la propuesta funciona como un túnel del tiempo hacia épocas en las que no había tanto fundamentalismo en la industria y las sátiras eran en verdad exuberantes, regalándonos un cúmulo de ideas que corrían anárquicas hacia todas direcciones para en primera instancia no dejar títere con cabeza (Diliberto dispara dardos muy inteligentes a cada sector de la sociedad italiana) y a posteriori sacarnos una sonrisa que va más allá de la burla fácil actual porque el convite en cuestión trabaja con esmero la sensibilidad de los personajes (si bien en gran medida las comedias europeas de los últimos lustros han tenido muchos problemas para recuperar el fulgor del pasado, aquí el realizador se las arregla para construir protagonistas muy queribles por su humanidad y empecinamiento con respecto a la “misión individual” de cada uno). En esencia la obra sorprende al unificar la dialéctica del corazón y la denuncia alrededor de la génesis histórica de la mafia moderna en Sicilia. La trama es convulsionada y delirante aunque con un fuerte dejo de verosimilitud por el contexto general: en la Nueva York de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, Arturo Giammaresi (el propio Pif) es un inmigrante que está enamorado de Flora (Miriam Leone), la sobrina del dueño del restaurant donde trabaja, quien a su vez está prometida -por insistencia de su tío- a Carmelo (Lorenzo Patané), hijo del “hombre de confianza” de Lucky Luciano. Flora le sugiere a Arturo que le pida su mano a su padre para así superar la voluntad del tío, pero como el padre de Flora vive en Sicilia y Arturo no tiene dinero para ir hasta allá, decide enrolarse en el ejército estadounidense aprovechando el inicio de la Operación Husky, léase la invasión aliada a la isla para desplazar a las tropas del Eje. El gobierno norteamericano hace un trato con Luciano en el que a cambio de información para la avanzada le conmutará la sentencia en prisión que está cumpliendo por proxenetismo. Una vez en Sicilia, Arturo traba amistad en circunstancias hiper bizarras con Philip Catelli (Andrea Di Stefano), un teniente de la milicia estadounidense, y empieza a buscar al progenitor de su amada a la vez que el tío de la chica le solicita a Luciano que le ordene a Don Calò (Maurizio Marchetti), el capo mafia de Crisafullo, el pueblito donde comienza el desembarco y donde vive el hombre en cuestión, que mate a Arturo. Desde el inicio la película demuestra una enorme ambición combinando las tres tramas: tenemos primero la pesquisa de Arturo en pos de rubricar su compromiso, luego las “relaciones carnales” de la administración de Franklin Delano Roosevelt con la Cosa Nostra y cómo se solidificó el poder de la mafia gracias a la invasión mediante una reconversión hacia la política, un tema por cierto muy poco tratado en el cine y que pasa a ser denunciado en el relato por Catelli, y finalmente las vivencias de los habitantes de Crisafullo, atrapados entre el fascismo saliente, las bombas aliadas y una regencia que las tropas yanquis dejan en manos de los delincuentes y asesinos encarcelados que Luciano y Don Calò señalan falsamente como pertenecientes a la resistencia antifascista, una mentira asimismo convalidada por los norteamericanos a sabiendas del destino nefasto al que condenaban a la población civil. A pesar de que lo hecho por el Pif actor es muy bueno ya que consigue construir un personaje con carnadura, más un diletante de la desesperación que un bufón, a decir verdad muchos de los mejores momentos cómicos los encontramos en la fauna de secundarios que habitan Crisafullo; como por ejemplo una bella muchacha y su hijo, que vive a su vez con el padre de su esposo, un fanático fascista que le reza a una estatua de Benito Mussolini que tiene en un armario, el cual suele pelearse -para llegar al refugio antibombas del pueblo- con una anciana que porta de acá para allá una estatua de la Virgen María. No obstante los más graciosos, y que representan con mayor eficacia el espíritu tierno y humanista de la propuesta, son Saro (Sergio Vespertino) y Mimmo (Maurizio Bologna), un ciego y un rengo respectivamente, dos amigos que simbolizan esa “cultura del rebusque” tan italiana y -por consiguiente- tan argentina. El cineasta reproduce el formato de su opus previo, la también interesante The Mafia Kills Only in Summer (La Mafia Uccide Solo D'Estate, 2013), con un andamiaje romántico que termina sepultado por los acontecimientos históricos, y hasta incluye detalles anacrónicos muy hilarantes como el leitmotiv de la selfie de Arturo y Flora con el Puente de Brooklyn de fondo y la escena deliciosamente ridícula del protagonista montado en un burro y volando por el aire. El gran mérito de Diliberto pasa por saber conciliar por un lado un registro narrativo farsesco aunque sutil y por el otro el objetivo de señalar la complicidad de los Estados Unidos con las capas criminales locales más nauseabundas, circunstancia que llevó al nacimiento en Italia de la Democracia Cristiana y que pone de relieve el pragmatismo asesino y amoral típico del país del norte…
Diferencias idiomáticas El espejo donde se refleja A la guerra por amor, segundo opus de Pierfrancesco Diliberto, actor, guionista y director -que pasa a engrosar la camada de nuevos rostros para el cine italiano- no es otro que el de La vida es bella, de Roberto Benigni. Incluso desde el escenario del fin de la segunda guerra mundial, el abandono de Mussolini y la llegada de los aliados norteamericanos como salvadores entre las ruinas de aquella Italia asediada por las bombas. Esto nos ubica en el contexto histórico que se propone recrear un hecho verídico donde los involucrados fueron un soldado norteamericano enviado en una misión para recuperar Sicilia, el presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosvelt, y un italiano que por un acto de amor decide alistarse con los aliados como pretexto de su viaje a la tierra donde vive su inalcanzable amada Flora. Todo este cóctel aparece servido en proporciones justas y con un ritmo de comedia clásico, aunque a diferencia del director de La vida es bella, Diliberto no evade ni evita marcar una posición crítica y política apelando a las alegorías o metáforas para hablar del presente de su país con la excusa de visitar el pasado. En ese sentido cabe destacar que la andanada de gags y chistes verbales son un elemento eficaz para llevar a buen puerto las ideas más interesantes de esta comedia romántica con fuertes dosis de ironía. Para ello, un elemento clave es el juego constante de los equívocos idiomáticos entre el inglés, el dialecto siciliano y el puro italiano. Pero también la apuesta sube cuando de ese equívoco se habilita la dialéctica entre denotación y connotación, donde por ejemplo la mafia se presenta y representa a sí misma como defensora de los valores democráticos. El slapstick también dice presente en esta comedia y su protagonista demuestra que tiene cuerpo para este tipo de desafíos en una película que por momentos parece de medio pelo y superficial pero cuando la mirada profundiza en aquello que no es tan explícito gana puntos y permite otra manera de asimilarla.
En 2013, Pierfrancesco Diliberto, más conocido como PIF, debutó con su ópera prima titulada “La mafia mata solo en verano”, donde aborda la temática de una Sicilia dominada por el crimen organizado entre los 70s y los 90s. En esta oportunidad, vuelve a ponerse detrás y delante de cámara como guionista, director y actor encarnando a Arturo Giammaresi en “A la Guerra con Amor” para reflexionar sobre asuntos relacionados. Basada en hechos reales, esta comedia cuenta la historia de amor entre Arturo y Flora (Miriam Leone), la sobrina del dueño de un restaurante en Nueva York que está comprometida con el hijo de un jefe de la mafia, mano derecha de Lucky Luciano. La única solución viable es que el joven pida la mano de su amada al padre, con el simple inconveniente de que vive en Sicilia. Es así como se alistará al ejército norteamericano que busca liberar a Italia de las tropas del Eje y viajará a destino con el objetivo de poder casarse con Flora. Al igual que en su primer film, PIF busca mostrar la situación de su Sicilia natal, sobre todo lo correspondiente al inicio y al poder de las mafias en dicho territorio. En este caso lo conecta con el paso de los aliados por el lugar y la facilitación que le otorgaron para conseguir puestos de máxima autoridad. La particularidad de “A la Guerra por Amor” es la utilización de la comedia como recurso para retratar dichos acontecimientos, con un tono irónico, satírico y hasta absurdo por momentos. Combina de una buena manera este género con el romance, la historia bélica y algunos tintes dramáticos para realizar una clara crítica y plantear su posición. También está bien utilizado el elemento de la voz en off, la cual intervenía en los instantes justos para mostrar una reflexión o pensamiento del protagonista, sin cansar ni sobreexponer información. Todo el elenco funciona a la perfección, tanto con un protagonista con el que podemos empatizar como con secundarios que aportan su cuota delirante, entrañable y graciosa. En síntesis, “A la Guerra por Amor” es una película fresca que viene a proponer una crítica y un repaso sobre acontecimientos complejos de la historia desde una mirada cómica, romántica, delirante, que generará una reflexión en el espectador al mismo tiempo que lo divertirá y sacará unas cuantas sonrisas.
Aunque sentó precedentes en más de un sentido, al cine italiano también le cuesta preservar su identidad en un circuito de producción, distribución, exhibición consolidado por la lógica comercial. En otras palabras, los realizadores de esa nacionalidad parecen tironeados entre el pasado que forjaron autores como Vittorio De Sica, Roberto Rossellini, Federico Fellini, Ettore Scola, Marco Bellocchio, Nanni Moretti y un presente donde prima la meta del éxito de taquilla, mejor todavía si es a escala global. A juzgar por A la guerra por amor, que mañana se estrena en Argentina, el entertainer siciliano Pierfrancesco Diliberto, apodado Pif, encara esta disyuntiva un poco como Roberto Benigni cuando hizo La vida es bella. Es decir, tratando de satisfacer aquéllo que el público masivo –sobre todo de Occidente– espera encontrar en un film italiano (discursos grandilocuentes; tendencia al grotesco; rostros expresivos, si fuera posible bellos) con algunos estereotipos inevitables pero además con algo distinto y –al menos potencialmente– superador. La intención superadora también apunta a desarticular la asociación generalizada entre cine italiano y divertimento bufo, aquélla que reduce las producciones de Cinecittà a un apéndice de la programación berlusconiana de la RAI. Por eso, como Benigni, Diliberto escribió, dirigió, protagonizó una historia de amor con fines serios: en su caso, denunciar la alianza entre el gobierno de Franklin Roosevelt y los jefes de la mafia siciliana en la Italia recién liberada del régimen fascista de Benito Mussolini y desvinculada del Eje (dicho sea de paso, en varias entrevistas acordadas a la prensa de su país, Pif contó que concebió esta película y la predecesora La mafia sólo mata en verano para expresar su rabia contra la maldición que su tierra natal sufrió a raíz del “experimento político” de EE.UU con la Cosa Nostra). El showman se tomó tan en serio el propósito de denuncia histórica que cerró su comedia romántica/dramática con fotos y capturas de documentación relativas al informe que el oficial de inteligencia estadounidense William Scotten redactó en 1943, tras su paso por Palermo. Otro indicio de seriedad es la dedicatoria al mencionado Scola, que inaugura el film: si bien una periodista de Non Solo Cinema la relacionó con la presentación que Pif y Don Ettore hicieron del documental Ridendo e scherzando en la Fiesta del Cine de Roma de 2015, vale imaginar un tributo mayor, no sólo al célebre regista sino al cine italiano de la vieja escuela. Acaso por su formación televisiva (además de conducir sus propios programas, participó como invitado de Le iene, versión italiana de nuestro CQC), Diliberto juega con algunos elementos de la cultura mediática globalizada. Por ejemplo los bancos públicos donde supo sentarse –y esperar– Forrest Gump, esta foto de Robert Capa y las selfies (con la ocurrencia avant la lettre que adelanta el afiche de la película). El realizador conjuga estos guiños con otros derivados del dialecto y la idiosincrasia sicilianos (es muy gracioso el gag en torno al chasquido de lengua que significa No). Ante esta combinación en principio superadora, algunos espectadores sentimos que A la guerra por amor está más cerca del cine italiano for export que de aquél con identidad propia. Al mismo tiempo, dentro de ese segmento de público, quienes detestamos La vida es bella preferimos de lejos la comedia romántica/dramática de Pif. A diferencia de Benigni, el entertainer palermitano es naturalmente simpático, evita los golpes bajos, ofrece varias perlitas brillantes (además del gag mencionado, vale citar el discurso triunfal de Don Calò) y echa luz sobre un episodio histórico poco o nada conocido. Quizás por estas virtudes, en marzo pasado ganó un premio David Di Donatello.
Escrita junto a Michele Astori y Marco Martani, dirigida y protagonizada por Pierfrancesco Diliberto (Pif), "A la guerra por amor" pretende contar una historia de guerra marcada por el amor, por las cosas que uno haría por la persona de la cual está enamorada. Con humor y mucho cariño por los personajes, se cuentan varias historias situadas en la Segunda Guerra Mundial de una manera menos dolorosa. Arturo Giammaresi está perdidamente enamorado de Flora con quien mantiene un bello noviazgo en Nueva York. Pero el tío de Flora luego la promete con un jefe de la mafia y Arturo necesita del consentimiento de su padre, radicado en la Sicilia ocupada por los nazis, por lo que decide enlistarse y unirse a la Fuerza Aliada con el fin de llegar a él y demostrarle que es digno de estar con su hija. En el medio, diferentes conflictos y personajes se irán cruzando frente a él y se van desplegando algunas historias secundarias que le agregan color y dinamismo al relato. "A la guerra por amor" cuenta entonces historias ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto no suelen muchas tener finales felices. No obstante, el apuesto al humor y al amor que constantemente despliega Pif en su película hacen de ésta algo muy distinto a lo que cualquiera pudiera esperar. El problema radica quizá en que el humor a veces no siente del todo correcto, o en los momentos adecuados. El contexto bélico sigue siendo muy fuerte como para querer suavizarlo todo el tiempo. El film tiene mucho de cuentito, es divertida y emotiva y está bien realizada aunque resulta algo despareja en cuanto a las interpretaciones. Hay algunos personajes secundarios que se terminan resaltando por sobre el resto, que con pequeños momentos se van ganando la pantalla. Hay también algo de denuncia respecto a las familias sicilianas mafiosas. "A la guerra por amor" apuesta al slapstick y al humor de otra época. Es entretenida e interesante, pero se queda a medio camino con un tono que no termina de funcionar, entre el humor a veces más ingenuo y a veces más delirante, y la emotividad que las historias en algún momento alcanzan. Como dato de color, el film funciona como una especie de precuela de la anterior película de Pif, "La mafia mata sólo en verano".
Romanticismo relegado El actor y conductor Pierfrancesco Diliberto, más conocido bajo el pseudónimo de PIF, vuelve a retratar a la mafia en su segunda comedia. Los personajes principales surgieron en su primer film y también se los pudo ver en una serie de televisión. En A la guerra por amor (In guerra per amore, 2016), PIF narra la historia de Arturo, un inmigrante italiano que trabaja como mozo en el restaurante neoyorquino del tío de Flora, su pretendida. El principal problema para el protagonista es que el tío de Flora arregla el matrimonio entre su sobrina y el hijo de un capo de la mafia y a él no se le ocurre mejor idea que viajar a Sicilia como soldado de los aliados a declarar sus intenciones al padre de ella en plena guerra. Esto sucede en el contexto de la operación Husky, en la que el gobierno de Estados Unidos contactó a Lucky Luciano mientras cumplía una condena de treinta años por proxenetismo. El capo mafia utilizó los contactos que mantenía con sus pares de Sicilia para proveerlos de información privilegiada y coordinar la llegada de los aliados al viejo continente. PIF toma a los personajes de La mafia sólo mata en verano (La mafia uccide solo d'estate, 2013), su ópera prima en la que contaba la historia de amor entre Arturo y Flora entre los años setenta y noventa, mientras la cruzada contra la mafia se volvía cada vez más virulenta. La comedia retrataba a la Cosa Nostra a través de los ojos de un niño, luego convertido en periodista. En el 2013, PIF continuaría la historia de su primera película en una serie para televisión. El problema principal de A la guerra por amor está en el tratamiento de lo que en apariencia es la subtrama presente desde el comienzo y en realidad es determinante en la resolución. La película comienza como una comedia ligera sobre los jóvenes enamorados pero descarrila en los veinte minutos finales cuando adquiere un tono de denuncia que contrasta de forma evidente con lo visto en la hora previa. Pareciera que el realizador quiere lograr un efecto parecido al de La vida es bella (La vita è bella, 1997), de Roberto Benigni: tomar un contexto horroroso e insertar a los personajes en un relato en el que no falte el humor y el absurdo. Allí donde Benigni salía ileso, Pif falla. En A la guerra por amor, la historia romántica entre los protagonistas queda relegada en pos de la denuncia. Sin embargo, PIF elabora a un convincente Arturo, algo torpe pero firme en sus intenciones. A él no le importa liberar a un pueblo oprimido por Mussolini aliado con Hitler, ni la mafia que cuenta con más autoridad que el propio ejército. Será el personaje del teniente Chiamparino (Andrea di Stefano), el más idealista, quien luchará contra su propio ejército y cuestionará la breve alianza con los “hombres de honor”. Este es el verdadero tema de la película y PIF utiliza una historia de amor para denunciar esas negociaciones que en la década del 40 sellaron el destino de Italia con sangre y fuego.
PIF el astro italiano de la televisión, incursiona por segunda vez en el cine con una película que se desdibuja hacia la media hora para transformar la risa en denuncia. Esa historia de amor que arranca carcajadas, termina por convertirse en un alegato histórico sobre la mafia y sus conexiones, dejando de lado la historia romántica y poniéndose solemne. Ese cambio la resiente, pero así y todo la película funciona.
Ambientada en plena Segunda Guerra Mundial, une elementos reales históricos y una historia romántica. La colaboración de la mafia para que la llegada de los aliados a Sicilia y al resto de Italia después, sea lo menos cruenta posible, y el romance del protagonista con la mujer de sus sueños, que su tío promete en matrimonio a un jefe mafioso relacionado con Lucky Luciano. Ese enamorado es capaz de enrolarse en el ejército aliado para llegar a Sicilia y encontrar al padre de su amada para que acepte su pedido de mano, que tendrá un mandato superior a los deseos del tío. Una trama complicada, de comedia amable, que remeda un cine italiano que supo de lirismo y poesía con estos temas de amores en tiempos de guerra y que aquí suenan como un eco empobrecido por la necesidad de buscar la gracia y la complicación de un bonachón ingenuo enfrentado a hechos que lo exceden. El protagonista es el director y coguionista junto a Michele Astori y Marco Martani. Su apodo es PIF aunque se llame Pierfrancesco Diliberto, famoso en su país como actor y conductor de radio y televisión. Con una reconstrucción de época pobre, forzada, llena de personajes caricaturescos que no aportan nada nuevo a un tema demasiado trillado.
Una “commedia all’italiana” devaluada. No hay separación que por bien no venga, podría pensar Arturo Giammaresi, el muchacho italoamericano interpretado por el actor y director siciliano Pif (acrónimo de Pierfrancesco Diliberto) en su segundo largometraje detrás de las cámaras. Es que el llamado patriótico para participar como soldado del ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, en su país y región de origen –un típico pueblito de Sicilia–, le calza como anillo al dedo para pedir formalmente la mano de su amada. El padre de Flora vive por aquellos pagos y se hace imperioso lograr el sí antes de que la bella joven termine siendo desposada por otro hombre, convenientemente desagradable. Con una lógica de producción de cierto despliegue y ansias de universalidad geográfica, etaria y formal –lo cual, muchas veces, implica una búsqueda del menor denominador común estético y narrativo–, A la guerra por amor remite a otros cines italianos del pasado reciente y no tanto, de Benigni a Fellini y de Germi a Scola (precisamente, a este último cineasta está dedicado el film). Aunque siempre en una versión devaluada, signada por la búsqueda de un gusto medio que termina dejando gusto a poco. Entre chistes más o menos efectivos y otros definitivamente poco agraciados (el running gag de la selfie, por caso, termina agotándose mucho antes de su última aparición), el director y protagonista de La mafia sólo mata en verano dispone una estructura de líneas narrativas paralelas que se tocan y separan y vuelven a juntarse, hasta llegar al cierre final: la búsqueda de ese padre escurridizo; las aventuras de una dupla de vecinos del lugar, uno cojo y el otro ciego; las penas de amor de Flora del otro lado del océano; la espera de una madre y de un hijo, signada por las angustias de la guerra; el descubrimiento del cada vez más peligroso ascenso de la mafia realizado por un teniente, a su vez mentor y protector del héroe. Este último aspecto, basado en hechos históricos, es quizás el más interesante de la película a nivel temático: la imperiosa necesidad del ejército de ocupación de organizar y controlar social y políticamente la región termina dándole vía libre al ingreso de la Cosa Nostra en las jerarquías altas, bajas y medias de la sociedad siciliana. El drama ligero mete así la cola en los espacios que la comedia deja vacante, pero muy lejos de Paisà (previsiblemente, así lo llama un americano a Giammaresi poco antes de partir), la carga de dolor, sufrimiento y humanismo no pasa el estadio de la enunciación, por vía del aumento del nivel sonoro de la música y la usurpación de los primeros planos de las lágrimas. Sólo una carrera de vecinos, acompañados por una estatua del Duce y una efigie de la Madonna (tres brazos elevados hacia el cielo, empujándose y golpeándose), recuerdan durante un instante a la mejor commedia all’ italiana de otros tiempos, que parecen cada vez más lejanos para el cine producido en su madre patria.
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A la guerra con amor, de Pierfrancesco Diliberto Por Gustavo Castagna Desconocido por estas pampas, sujeto de la televisión y del cine y personalidad reconocida y popular por allá, Pierfrancesco Diliberto (PIF a secas) concibió su segundo largo luego de La Mafia Uccide Solo D’Estate, de 2013, nuevamente detrás de cámaras, como actor y guionista y atento a cada uno de los rubros técnicos. A la guerra con amor intenta con resultados desiguales retomar la tradición de la gran comedia italiana con un contexto histórico fuerte como el de la Segunda Guerra Mundial, fusionando la dosis clásica de comicidad esperpéntica (desde Italia, claro) con ese marco político y bélico que partió en dos al siglo XX. Las historias son múltiples y los personajes, entre principales y secundarios, más de una docena. Un soldado que irá a la guerra por amor, la relación con sus superiores, la búsqueda del padre de esa mujer para pedirle la mano, dos secundarios provenientes de la comedia del arte (un rengo, otro ciego), la turbia relación entre la mafia y los recién llegados estadoudinenses, una madre y un chico junto a un grupo soportando las caídas de bombas, en fin, se está ante un film coral, con un núcleo central y sus infinitos vasos comunicantes. Y, por si fuera poco, el paisaje del sur, bien siciliano, para que no queden dudas del peso que dentro de la historia tendrá el clan mafioso como “resguardo” de la sociedad y más tarde, declarada la paz, oficiando de salvoconducto político mirando al futuro. Los resultados son dispares. PIF pretende abarcar demasiados ejes temáticos, sintiéndose más cómodo en el impacto certero y eficaz que en la concreción de escenas extensas. En ese punto, los secundarios triunfan dramáticamente y transmiten más de una sonrisa que las historias y los personajes centrales. El cojo, el ciego, el mafioso, dos viejos que se pelean llevando estatuas de la virgen y de Mussolini y un maravilloso gag donde se le pide la mano a un padre enfermo y yacente en la cama se imponen a ese medio tono que escarba en lo peor de La vida de es bella de Roberto Benigni y su mirada neo conservadora y adicta a la genuflexión sobre la Segunda Guerra. Igualmente, PIF y su equipo actoral, en más de una ocasión, tratan de separarse del bufo de las morisquetas para construir su propio discurso. En medio de esas subtramas y tramas aparece la lectura política: la idea de que Italia construyó su imperio en el sur posbélico por la entronización de la mafia como referene político, previa conformidad y aceptación del ejército liberador que vino de América. Lindo tema que la película explora con astucia pero también a través de una comicidad sarcástica y digna de la mejor tradición italiana. Raro film, muy desparejo, con excelentes momentos y otros horribles. Difícil calificarla con alguna seriedad. A LA GUERRA CON AMOR In Guerra per Amore. Italia, 2016. Dirección: Pierfrancesco Diliberto. Guión: Pierfrancesco Diliberto, Michele Astori y Marco Martani. Producción: Fausto Brizzi, Mario Gianani y Lorenzo Mieli. Intérpretes: Pierfrancesco Diliberto, Miriam Leone, Andrea Di Stefano, Maurizio Marchetti, Sergio Vespertino, Maurizio Bologna, Stella Egitto, Vincent Riotta, Lorenzo Patané, Antonello Puglisi. Duración: 99 minutos.
Pierfrancesco Diliberto, más conocido como Pif, es un actor y conductor televisivo muy conocido en Italia. En 2013 incursionó en la dirección y la escritura de guiones con la comedia La mafia uccide solo d'estate, donde narraba la historia de amor de Flora (Miriam Leone) y Arturo (el propio Pif) en los años ’70 y ’90, en medio de una creciente incidencia de la mafia en la arena política. Basada, según se desprende de las leyendas de los créditos, en una historia real, A la guerra por amor es una secuela (o precuela) con los inicios del vínculo romántico entre ambos personajes a principios de la década del ’40 como núcleo narrativo. En plena Segunda Guerra Mundial, ambos viven en Estados Unidos y ella está a punto de casarse con el hijo de un socio de su tío capomafia mientras él es el cocinero del restaurante que utiliza la banda como base de operaciones. La noticia del casorio demuele a un Arturo dispuesto a todo con tal de evitarlo. Incluso a viajar hasta una Italia en plena guerra para pedir personalmente la mano al padre de ella. Sin dinero, la única forma de cruzar el Atlántico es enlistarse en las fuerzas norteamericanas. A la guerra por amor oscila entre un costumbrismo craso (los lugareños de Sicilia), un romanticismo que de tan inocente se vuelve tonto y una búsqueda humorística que no da resultado. Y mejor ni hablar de una estilización bélica que, en sus peores momentos, recuerda a La vida es bella. Leve, muuuy levemente divertida, la historia pega una vuelta de campana en su última media hora para volverse un panfleto antibélico con tintes de denuncia sobre los desmanejos de la mafia. Hasta incluso martiriza a un personaje central para subrayarlo. La onomatopeya que sirve de nombre artístico al director es también un buen adjetivo para definir su película.
A la guerra por amor: Amor y política a la siciliana Director, guionista, actor protagónico, Pif (Pierfrancesco Diliberto) cuenta otra historia de su Sicilia, como en su ópera prima La mafia uccide solo d'estate. Aquí estamos en la Segunda Guerra Mundial y los estadounidenses necesitan, además de triunfos militares, que la sociedad sea permeable. Para eso, tejen una estrategia que consiste en asociarse con la mafia. Mientras tanto, Arturo, italiano en los Estados Unidos, quiere casarse con una mujer prometida con otro hombre y -por esas cosas del guión- para lograr su objetivo deberá viajar a la Sicilia en guerra. Película cargada en demasía de personajes, de música, de gesticulaciones, A la guerra por amor es también una pequeña anomalía. No se trata meramente de un producto hecho con recursos gastados; es, además, un relato plasmado por alguien con pasión y convicción. Como realizador y guionista Pif trastabilla, incurre en planos enfáticos, incluye explicaciones que podría haberse ahorrado; sin embargo, cuenta una historia de amor de forma intermitente que estructura el interés hasta el final, hace un chiste sobre las selfies en los años 40 que no suena extemporáneo, y en unos cuantos diálogos hasta se vislumbra una sofisticación impensada. Cuando la acción se encauza luego de un comienzo embarullado, la amistad entre el enamorado Arturo y el honesto militar estadounidense -la película toma parte de su historia real- tiene química, fluidez y nobleza.
Dirigida, escrita y protagonizada por Pif (su personaje Arturo Giammaresi) estuvo nominada a 6 premios David di Donatello. Es una historia romántica pero con toques dramáticos. Arturo Giammaresi tiene un objetivo: conseguir el consentimiento del padre de Flora (Miriam Leone) para que pueda casarse con ésta y no lo haga con otro. Por otro lado y paralelamente, narra los momentos que vive una madre con su hijo en Sicilia que están sufriendo las consecuencias de la II Guerra Mundial. Vamos viendo el dramatismo, en un contexto bélico, las consecuencias de la guerra, con toques de humor e ironía, entre momentos de confusión y tensión, la mafia y los oficiales del ejército de los Estados Unidos, la mala política y momentos de emociones fuertes. En algún momento te hace pensar que serías capaz de hacer por amor. Contiene personajes bien construidos, acompañados de unas buenas localizaciones, una maravillosa fotografía (Roberto Forza) y banda sonora (Santi Pulvirenti).
Soldados y mafiosos en tiempos de guerra La comedia dramática tiene como trasfondo la buena relación entre las tropas norteamericanas y el crimen organizado en la Segunda Guerra. Antes del Día D, los aliados desembarcaron en 1943 en Italia desde Sicilia. Las tropas comandadas por Patton tenían un arma secreta: el apoyo incondicional del capo mafioso Lucky Luciano. La combinación de guerra y mafia, y el choque cultural que surge entre los soldados estadounidenses y el pueblo siciliano, tienen el máximo potencial para que el director, guionista y protagonista Pif (alias de Pierfrancesco Diliberto) intente una mezcla de comedia y drama a la que también le agrega una historia romántica, lo que es demasiado. Pero, cuando esta ensalada siciliana da lugar a escenas cómicas, Pif y todo el elenco se lucen con diálogos y situaciones sin desperdicio, que muchas veces funcionan precisamente por no preocuparse mucho por la coherencia argumental. En realidad, hace lo mismo cada vez que necesita enfatizar los lazos entre el Gobierno estadounidense y la Cosa Nostra, y todos los males que esto produce en la sociedad siciliana. Más allá de lo desparejo del conjunto, las mejores escenas se disfrutan y justifican la película.
Otro estreno de comedia italiana folclorista, con la Segunda Guerra Mundial y el pintoresquismo de los pueblos sicilianos como contexto y pretexto. El comediante Pierfrancesco Diliberto -Pif-, se basa en una historia de amor real, en la que el protagonista se suma a las filas norteamericanas para pedir la mano de su amada. Una serie de chistes, de puntería irregular, sobre un costumbrismo, discutiblemente aplicado a la guerra, que apenas divierte.
Pierfrancesco Diliverto, mas conocido por PIF es un actor y conductor televisivo italiano muy popular en su país. También es director, y parte de sus guionistas en este film traducido como A la guerra por amor, trabajo que desde su inicio cuenta con demasiadas pretensiones y nunca llega a concretar eficientemente. Su hibridez – en el peor de los sentidos- finalmente, le quita fuerza a la hora de contar la historia. Basado en una historia real que deviene en leyenda, como rezan sus créditos, cuyo nudo dramático gira alrededor de Flora y Arturo, una pareja que se conoce en los Estados Unidos durante la segunda guerra mundial a mediados de los 40. Se prometen amor… pero ella debe retornar a la Sicilia, porque su padre ya ha concertado su boda con otro, que no casualmente es sobrino de un capo de la mafia. Arturo es un cocinero que trabaja en un restaurante, y no tiene dinero para ir a buscarla para pedirla en matrimonio -como corresponde a una familia siciliana a ultranza,-or lo que se alista en la guerra como norteamericano, para poder conseguir la mano de su amada. - Publicidad - El film oscila entre una historia romántica con un viso de humor entre cándido e improbable, en un intento de acercarse al género de la comedia. Por otra parte está el aspecto dramático de lo que implica la guerra que, en realidad, aunque llega a tragedia no logra emocionar lo suficiente. Y está el tema recalcitrante de la mafia siciliana con todo lo que implica su poder omnipresente. Este sería el costado político- social del film que apuesta también a la tragicomedia. Todo esto mechado con algunos trazos costumbristas, bastante mal narrados. Dentro de ellos se delinea la historia de una madre y su hijo que esperan la llegada del padre que ha ido a la guerra, si bien es un relato tangencial, es posible que este sea el mejor logrado. En síntesis podemos decir, que dada su producción que no es poca cosa, su director no logra hacer reír al espectador, ni mucho menos emocionarlo. No obstante a los amantes del cine italiano no les va a hacer mella. Por lo que está todo dicho: Mucho ruido y pocas nueces.
Escrita, dirigida y protagonizada por él mismo, el conductor televisivo Pierfrancesco Diliberto, más conocido como Pif, presenta A la guerra por amor: una película que mezcla el drama, la comedia y el romanticismo. La trama nos sitúa en la Nueva York de 1943, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Allí se encuentra Arturo (Pierfrancesco Diliberto), un joven inmigrante italiano que trabaja en un restaurante. El protagonista está enamorado de Flora, la sobrina del dueño del lugar al que presta sus servicios. El problema es que la joven está comprometida, por exigencia de su tío, con Carmelo. Flora, también enamorada del protagonista, le propone a Arturo que viaje a Sicilia para pedirle su mano a su padre -y de esta forma anular el pedido de su tío-, quien quiere que se case con el hijo de un allegado a Lucky Luciano, capo de la mafia. Como él no cuenta con los recursos necesarios para realizar el viaje, decide enlistarse en el ejército estadounidense en el marco del inicio de la Operación Husky. Una vez en la región italiana, Arturo comienza a buscar al padre de Flora. Con lo que el protagonista no contaba era con el hecho de que el tío de su amada le solicitó a Lucky Luciano que le ordene a Don Caló, el capo de la mafia de Crisafullo, que mate a Arturo. Aun así, no todas son tragedias para el aventurero ya que allí conoce a Philip Catelli, un teniente estadounidense con quien entabla una amistad. A pesar de que a primera vista A la guerra por amor parece ser, simple y llanamente, una película romántica, la realidad es que Pierfrancesco Diliberto decide ir más allá. El film mezcla constantemente el drama con la comedia. Estos dos puntos se ven principalmente resaltados en los personajes secundarios. Por el lado más dramático se encuentran una mujer y su hijo quienes no sólo esperan la llegada de su marido/padre, sino que además deben esconderse constantemente en un refugio antibombas. En cambio, el lado más cómico se manifiesta mediante el ciego Saro y el rengo Mimmo, y el ir y venir de este dúo. El guion -escrito también por Michele Astori y por Marco Martani-, se mantiene firme a lo largo del metraje. Logra pasar de la comedia al drama de un momento al otro sin perder nunca su eficacia. Esto en gran parte se debe al buen desarrollo de los personajes secundarios. Flora y Arturo no son los únicos importantes de la trama, cada personaje, con una historia propia por detrás, resalta por sí mismo. Más allá de los diferentes géneros por los que incursiona el film, el director de La mafia sólo mata en verano realiza, a través de una especie de sátira política, una fuerte crítica a cómo la mafia italiana logró llegar al poder. De esta forma, Pif deja en evidencia que el pueblo volvió a recuperar la democracia por los vínculos que los mafiosos mantenían con el ejército estadounidense.
La mafia como una fuerza aliada en democracia Con dedicatoria a Ettore Scola, A la guerra por amor inicia su viaje en el tiempo, durante la segunda guerra, con Italia a punto de ser liberada por las fuerzas aliadas. El film de Pif (Pierfrancesco Diliberto) se inscribe, así, en un mundo de cine en el que su país supo brillar, dando lugar a la vanguardia neorrealista. Las alusiones no faltarán, aun cuando el hacer del realizador italiano esté más relacionado con ciertos tintes de superproducción: reconstrucciones digitales detalladas, una fotografía que funciona como "selfie", y un guión que construye a sus personajes desde gags premeditados, de poca espontaneidad. El argumento cruza dos direcciones, que permiten vincular América e Italia, y permitir un equilibrio simétrico. De un lado, las tratativas con el mafioso Lucy Luciano (entonces en prisión en Estados Unidos) para facilitar el ingreso de las tropas aliadas a suelo italiano; del otro, la larga marcha de Arturo hacia Italia, de donde es oriundo, con el fin de encontrar al padre de su novia y pedir su mano. Las dos vertientes conviven y estructuran un relato que posee algunos buenos momentos ‑como el que protagonizan las estatuas de Mussolini y la Virgen, mientras son cargadas camino al refugio antibombas‑, así como personajes que se esfuerzan por resultar simpáticos al público. En este sentido, se nota el respeto hacia un guión que no deja huecos por donde se filtre lo que la realidad dice, algo que el gran cine italiano supo hacer. Destaca, eso sí, la voluntad crítica del film por evidenciar el acuerdo mafioso y político que la guerra, o su victoria, trajo aparejado. Al hacerlo, el guión no se oculta tras segundas lecturas o una retórica engañosa, sino que lo expone desde el hecho, con o sin sonrisas, de acuerdo con el momento dramático. Al respecto, la Democracia Cristiana aparece como el resultado de un acuerdo ignominioso, entre cargos políticos para delincuentes y el establecimiento de la mafia como solución "americana": un discurso encendido dará inicio a este acuerdo entre partes, con el capo‑mafia vuelto autoridad, explicitando sus maneras personales desde las cuales saber entender la "democracia". De igual modo, la efigie de la Casa Blanca, con sus ventanas de luces que se apagan durante la espera del soldado que quiere ver a Roosevelt, da cuenta de un silencio cómplice, dedicado a sustentar un proceder criminal ante el cual, sin embargo, algunos norteamericanos no fueron indiferentes. A su manera, el film de Pif denuncia un hecho histórico que es poco difundido, y desde la urgencia que supone el momento actual, en donde el daño se ha instalado como una cáscara que parece fija.
Películas que se dedicaron a reflejar los hechos de la segunda Guerra Mundial, hubo muchas, de todo tipo y tenor. Tratada, además, de diferentes ángulos, con distintos puntos de vista, e incluso, con disímiles géneros cinematográficos. Ahora se estrena este film, dirigido y protagonizado por Pierfrancesco Diliberto, una comedia italiana ambientada en 1943, cuando el ejército estadounidense hizo su desembarco en las costas de Sicilia, para combatir al régimen de Mussolini. Arturo (Pif) es un italiano que vive en EE.UU. trabaja en un restaurante, está enamorado de Flora (Miriam Leone) y tienen ganas de casarse. Pero, el gran inconveniente es que a ella su padre, quién es el dueño del restaurante, le consiguió un novio, hijo de la mano derecha de un famoso mafioso italiano. Flora no lo quiere y hace todo lo posible para sacárselo de encima. La única alternativa que tienen para poder casarse es que Arturo le pida la mano a su padre, pero él vive en Italia, justamente en Sicilia. La solución que encontró es enlistarse en el ejército estadounidense y que lo envíen a la guerra. Con este panorama se desarrolla la histpria, siempre en tono de comedia, incluso en los momentos más dramático del conflicto bélico. El héroe interpreta a un simple soldado raso al que rodea una gran variedad de personajes que lo ayudan, o lo complican, en la misión de conseguir su ansiado cometido. El film transita por momentos graciosos, otros, sentimentales, algunos, por su exageración terminan siendo absurdos, especialmente durante la primera parte. La obra es muy ágil, tiene mucho ritmo y hay que estar atentos al rol que cada uno lleva adelante. En el elenco, cada uno cumple su papel a la perfección, están bien delineados y no se salen del esquema. La ambientación y el vestuario de época están bien logrados Arturo, que es pura bondad, un poco ingenuo y también osado, pero no por valentía sino porque le brota naturalmente, es incapaz de medir las consecuencias, pues emprende esta aventura alocada para afirmar una vez más que para el amor no hay fronteras, y para el protagonista cruzar el océano Atlántico e involucrarse en una guerra, valía la pena.
UNA TEMÁTICA QUE NUNCA SE TERMINA PERO ESTÁ AGOTADA ¿Cuántas películas sobre la Segunda Guerra Mundial hemos visto? Desde el Neorrealismo Italiano hasta el cine más comercial de Hollywood han tratado este tema a veces de forma oportuna y en otras, no tanto. Es increíble que en el 2017 sigamos teniendo en nuestra cartelera películas que tengan como eje central esta guerra. Este es el caso de A la guerra por amor, una película dirigida y protagonizada por Pier Francesco Diliberto. Si bien la película tiene como tema transversal a la Mafia Italiana y su rol durante la “liberación” aliada, no deja de ser muy predecible. Los personajes son estereotipados: el italiano bruto, el yankee patriota, el capo de la mafia, la chica enamorada, la recientemente viuda, un seguidor de Mussolini, etcétera. La ambientación es correcta, con un buen uso de la iluminación y algunos escenarios naturales de Sicilia, pero una mala representación de la ciudad de Nueva York, siendo muy evidente que tales escenas fueron filmadas en un estudio cerrado. El film propone un humor sencillo que se torna algo burdo por momentos, siendo no del todo agradable el tono con el que se toca tanto la circunstancia de la guerra como el avance del control de mafia sobre Sicilia. Lo interesante sí, y es importante destacarlo, es el rol que le otorga el film al papel de Estados Unidos en este apoderamiento mafioso de la mencionada isla. Se sobreentiende que el país sajón aprovechó la influencia de la mafia sobre la población y sus conocimientos sobre el territorio, para apoderarse de la isla sin disparar un solo tiro y sin pérdidas humanas, situación que se muestra claramente en la película a lo largo de su desarrollo. Cierto dicho dice “en la guerra y en el amor todo se vale” y eso es algo que EE.UU. lo sabe muy bien: utiliza métodos y fórmulas de guerra que mucho distan de los ideales de democracia y libertad que tanto pregona. A la guerra por amor no contribuye con nada nuevo a la cartelera mundial y a la historia del cine, pero es un aporte a lo que parece ser la especialidad del director, ya que su película anterior, La mafia uccide solo d’estate (La Mafia solo mata en verano, 2013) tiene a la Mafia Italiana también como protagonista.
Esta comedia con toques de drama y romance narra cómo un italiano que vive en Nueva York debe, para pedir autorización para casarse, marchara a Sicilia, pero solo puede hacerlo -estamos en plena Segunda Guerra Mundial- alistándose en el ejército americano. Sin ser farsesca, toma las diferencias culturales y analiza, lateralmente, lo que implicó ese desembarco para quienes vivían en una Italia convulsionada y quebrada. Hay una gran simpatía que le da mejor color al material.
De romance y mafia Una historia de amor en medio de las bombas y con una trama basada en un caso real. “A la guerra por amor” es una comedia de Pierfrancesco Diliberto, más conocido como PIF, quien escribe, dirige y protagoniza un filme directo, sensible y anclado en las mejores tradiciones del cine italiano. La dedicatoria a Ettore Scola ya abre una puerta que nunca se cierra para el espectador. Porque es muy fácil asociar esta producción a “Nos habíamos amado tanto” o incluso al pulso costumbrista de Giuseppe Tornatore. PIF da vida a Arturo Giammaresi, un mozo italiano enamorado de Flora (Miriam Leone), que es la sobrina de un poderoso dueño de un restaurante neoyorquino. Ambientada en julio de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, Flora es pretendida por el hijo de un alto capo mafioso, mano derecha de quien fue el temible Lucky Luciano. En un rapto desesperado, Arturo sabe que la única manera de casarse con Flora es pidiéndole la mano a su padre, que vive en Sicilia. Allí volará Arturo, montado literalmente sobre un burro (hay que verlo para comprobarlo) y se alistará con los aliados norteamericanos para dar con su futuro suegro, aunque deberá sortear nazis y amigos mafiosos del pretendiente de su novia. Para sonreír y disfrutarla.