Adieu Monsieur Haffman es un filme interesante con drama y supenso que nos hace reflexionar sobre lo que tuvieron que vivir los pueblos ocupados por la alemania nazi, especialmente los ciudadanos judíos. En el link la crítica escrita completa y la crítica radial, más informal, en versión de audio o de video. Adiós Señor Haffman es una película muy interesante, es un film que invita a la reflexión desde el primer minuto, y que, a pesar de estar desarrollada casi en su totalidad en una sola locación, es una película muy entretenida. Esto se debe a que es una adaptación de una obra de teatro, pero el uso del lenguaje cinematográfico es muy correcto, con una muy buena narrativa que no nos sugiere una adaptación teatral y que mantiene el drama y suspenso todo el metraje. La película trata una historia que se desarrolla en la Francia ocupada en la Segunda Guerra Mundial; los nazis empiezan a perseguir a los judíos, y el señor Haffmann, joyero de profesión tiene un negocio, donde tiene a un empleado que lo asiste en la fabricación de las joyas, el cual no es judío. Cuándo empieza a haber restricciones y se da cuenta que su vida corre peligro, decide mudarse y dejarle en una especie de préstamo el negocio y el departamento contigua a su empleado, pero haciendo un falso contrato, donde dice que lo ha vendido. En el momento de escaparse junto a su familia, su mujer y sus hijos pueden salir, pero él no llega a hacerlo; por lo tanto, vuelve al negocio, pero como ya han tomado posesión de la casa el empleado y su señora, ahora se irá primero al cuarto de los chicos, y luego al sótano; ya que los nazis andan buscando judíos y debe estar escondido. Esto obviamente pone en peligro a su empleado, y su mujer, sin embargo, teniendo en cuenta la oportunidad que le dan, lo albergan. Este es el seteo que se genera para que surgen una serie de decisiones que hay que tomar, las cuales son todas problemáticas moralmente, porque son en la desesperación, y no con total libertad; ya que los nazis acechan y el solo hecho de ser judío puede llevar a la muerte. Encima cuando viene un oficial nazi buscándolo al señor Haffmann se presenta frente al empleado, este le presenta el contrato de compraventa, el nazi lo cree y cómo le gustan las joyas que hace, se vuelve cliente regular, y no solo eso, sino que además lo recomienda ante otros oficiales nazis que vienen al negocio, y para colmo de males, como hay escasez de joyas la guerra, en un momento el oficial nazi le ofrece una serie de joyas viejas que contienen piedras preciosas para que desarme y haga joyas nuevas, pero obviamente sospechamos que el origen de esas joyas no es legítimo. Además, como la estadía del señor Haffmann en el sótano se prolonga, empieza a trabajar para su propio empleado y debe desarmar está joyas, con todo lo que esto implica. La película es interesante, hace numerosos planteos y dilemas morales, examina lo que es la moralidad en un entorno de falta de libertad y de desesperación, examina la lealtad, y también juega con el cambio de roles entre el empleado y su patrón, mantiene una tensión permanente todo el metraje, y aun cuando muestra qué hay muchos grises en la moralidad de una situación de guerra, también deja en claro qué es lo correcto y lo que no es correcto, pero mostrando todos los matices, lo que le permite al espectador sacar sus propias conclusiones, y preguntarse qué habría hecho en esos casos. Además, suma puntos por mostrar un oficial nazi interesante que nos es un monstruo psicópata, sino un hombre que también tiene sus matices, sus lealtades y sus grises morales, y todo eso sin mencionar las cuestiones personales y familiares de los protagonistas a los fines de evitar el spoiler, pero cabe destacar que es muy interesante lo que sucede. Una película realmente muy bien hecha, muy bien actuada, sólida, entretenida, y que muestra una faceta nueva en el tratamiento del holocausto judío en la segunda guerra mundial. Sin entrar en el horror de los campos de concentración, ni enormes derramamientos de sangre, pero sí mostrándolo como casi una precuela de ello, al mostrar el horror al cual puede llegar la raza humana por el racismo la discriminación, la xenofobia, y el adoctrinamiento ideológico. Muy buena; recomendada. Cristian Olcina
En Adiós Señor Haffmann, la invasión alemana a Francia de 1941 genera un estado de ánimo en el que se mezclan el miedo y la vergüenza, pero que sobre todo saca a la superficie las envidias, la ambición, el aprovechamiento de los ciudadanos comunes. Aquí no hay épica ni héroes: lo que queda es la verdad sin máscaras de las personas sin la hipocresía que rodea la convivencia social.
Ambientada en la segunda guerra mundial, más precisamente en 1941 en Paris, la película se desarrolla casi íntegramente en la joyería del Sr. Haffmann (Daniel Auteuil), un reconocido y habilidoso joyero. Quien posee su casa debajo del local comercial, donde vive con su mujer y sus tres hijos. Un día, alguien pega un cartel en la puerta de su negocio. Este indica que todos los judíos deben presentarse en la comisaría local para la realización de un censo, situación que el comerciante intuye terminará mal. Motivo por el cual decide enviar a su mujer y sus hijos a un sitio más seguro, con la idea de ir a su encuentro una noche después.
El dueño de una joyería trata de huír de la invasión nazi a Francia y le deja su negocio a su empleado. No logra escapar y se esconde en los sótanos de su local, conviviendo con el empleado y su esposa. La película es densa, sobre todo sostenida en las actuaciones (intensas como corresponde a tema y forma) y excede el contexto para presentar una cumplida fábula moral a la que no le falta suspenso.
La acción transcurre en París, en 1941. François Mercier (Gilles Lellouche) tiene como proyecto formar una familia con la mujer que ama, Blanche (Sara Giraudeau). Trabaja para el Sr. Haffmann (Daniel Auteuil), un talentoso joyero judío. Cuando llega la ocupación alemana, Haffmann y su familia deben huir antes de que sea demasiado tarde. Pero el joyero tiene un plan para que Mercier y su mujer puedan cuidar su negocio durante ese período que ha comenzado. Cuando el joyero y su empleado se ponen de acuerdo en lo que van a hacer, algo altera los planes y los pone frente a un conflicto completamente inesperado. El dilema de Mr.. Haffmann (Adieu Monsieur Haffmann, Francia, 2022) es un clásico producto francés de época. Buenos actores, una historia dentro del marco de la ocupación nazi y una recreación de época muy cuidada. Cuando hablamos de clásico nos referimos tanto al concepto de narración clásica como a la idea de la típica película qualité del cine francés. En este caso hay que sumarle el hecho de estar basado en una obra de teatro, otro elemento habitual en esta clase de films. Irónicamente, el que atacó a este tipo de cine, el maestro François Truffaut, terminó realizando una película de la cual hay algunos ecos aquí: El último subte (Le dernier métro, 1980), uno de los mayores éxitos del director. Pero claro, el realizador Fred Cavayé no es Truffaut. Sin embargo, y como a veces ocurre con estas películas, la eficacia de los componentes es indiscutible y los pocos actores que dominan toda la trama cumplen con creces con su rol. No hay nada de malo en buscar un objetivo sencillo y cumplirlo. Por momentos la historia se vuelve emocionante y tiene algunos momentos de suspenso. Se le ve algo de teatralidad en las resoluciones pero cuando Daniel Auteuil está a gusto en un largometraje el espectador lo agradece. A pesar del tiempo que ha pasado, ni Francia abandona estos temas ni tampoco la humanidad ha dejado de enfrentarse a los dilemas que aquí se despliegan.
La joya del temor. En Francia en 1941, durante la ocupación alemana, las familias judías que ya tenían noción del trato de los nazis para con los judíos. Los campos de concentración, los de exterminio y lo que más tarde se llamaría la Solución Final, llevada a cabo por Adolf Eichmann. Previsto de estos augurios y con la incipiente llegada de los nazis a un pequeño pueblo francés, Joseph Haffmann decide escapar a la amenaza certera y envía a su familia a la famosa “zona segura”, donde estaban a salvo de la persecución antisemita. El plan era sencillo, primero enviar a su familia, mediante un contrabandista y luego sumarse él, tras arreglar los papeles de su joyería para que pareciera que se la había vendido a su empleado François Mercier, que vive humildemente junto con su esposa, Blanche, y tiene aspiraciones de abrir su propia joyería. Luego de oír la propuesta de su jefe, que consistía en hacer el papeleo de venta de su local, para luego, terminada la guerra, volver y devolvérsela, a cambio de darle el dinero para que él cumpla su sueño, Mercier acepta prácticamente cambiar de vida con Haffmann y se muda a su casa, donde se encuentra la joyería. El dilema del señor Haffmann se da una vez que, consumado el pacto, trata de huir para reunirse con su familia, pero la ocupación alemana ya es una realidad y los salvoconductos ya no son seguros, por lo que se apersona en su vieja casa, donde ya estaban instalados tanto Mercier como Blanche. La situación se torna incómoda, Haffmann tiene la esperanza de poder huir nuevamente, mientras es un huésped en su propio hogar. La situación se dilata, la ocupación nazi es absoluta y los salvoconductos se cortan. Los nazis, incluso entran en la joyería en búsqueda de Haffmann, pero él ya no está, en su reemplazo se encuentra el nuevo dueño, Mercier, con quienes congracian e incluso se vuelven clientes, sobre todo un oficial de nombre Jürgen, fanático de las joyas finas. Decididamente es una situación muy compleja para todos. El clímax de la película llega cuando ya Haffmann vive en su propio sótano, depende absolutamente de los favores y la protección de Mercier, quien para colmo entabló una relación casi de amistad con los nazis, ahora asiduos clientes. Incluso en cierto momento se remonta a la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, teniendo que trabajar Haffmann para producir las joyas que Mercier les venderá a los nazis. Blanche, por su lado, asustada por la situación y preocupada por el ex jefe de su marido, con quien entabló una amistad dadas diversas circunstancias, pareciera ser la única capaz de frenar la ambición de su propio esposo. Sin embargo, todo se va volviendo más dificultoso con el correr del tiempo. El dilema de Mr. Haffmann es una película realmente incómoda, con actuaciones más que destacables que pueden mostrar el miedo y la templanza en el caso de Daniel Auteil (Haffmann), la bondad y humanidad en Sarah Giraudeau (Blanche) y la ambición desmedida de un hombre que pasó de no tener nada a querer tener absolutamente todo, sin importar la forma de obtenerlo, como en el caso de Gilles Lellouche (Mercier). Muestra crudamente el terror hacia los nazis, la persecución a los judíos, el oportunismo en este caso de un francés que se vio beneficiado por comerciar con ellos y logran plasmar esto en una interesante realización, que toca esta temática desde un punto de contacto poco usual para el género. Por momentos es drama, por momentos es suspenso y por momentos es rabia, algo que está muy bien explotado por la dirección.
"Fue un error ofrecerle esta tienda. Antes no tenía nada, ahora quiere todo", le dice Blanche Mercier (Sara Giraudeau) a Joseph Haffmann (Daniel Auteuil) cuando cumple con la rutina, instalada hace meses, de llevarle una bandeja con comida al sótano que opera como refugio ante los nazis que, en plena ocupación parisina, buscan sacar a todos los judíos de la ciudad. La frase está a tono con un film que va desplegando capas cada vez más oscuras, hechas de ambición y sed de confort y reconocimiento, de François Mercier (Gilles Lellouche), el marido de Blanche y a quien Haffmann, cuando pensaba huir de la ciudad ante la persecución insostenible, le cedió el control de su joyería. Un empleado a priori fiel y leal, pero cuya fidelidad y lealtad el contexto pondrá a prueba. La idea del señor Haffmann era huir durante la noche, no sin antes entregarle –papeles mediante– el negocio y su casa a su empleado. El problema es que los controles en la estación son tan férreos que imposibilitan cualquier intento de viaje. Ante eso, el joyero vuelve a su ahora “ex” casa para refugiarse, al tiempo que François empieza a cumplir su sueño de presentar diseños propios, congraciándose además con las cúpulas invasoras. El guionista y realizador Fred Cavayé vuelve a la Segunda Guerra Mundial para un relato que construye sus tensiones mediante interacciones nunca forzadas, eludiendo además los lugares comunes de las películas basadas como esta en obras teatrales. Porque quizás el dilema no sea tanto el de Haffmann como el de Mercier, un hombre que lentamente empieza a mostrar una faceta irreconocible para su ex empleador. Los chantajes, los juegos verbales y las manipulaciones están a la orden del día en este film que muestra cómo la monstruosidad puede estar donde menos se la espera.
El filme es la traslación al audiovisual de la obra de Teatro “Adios Mr, Haffman” escrita por Jean-Philippe Daguerre. París, durante la ocupación nazi, François Mercier (Gilles Lellouche) es un hombre corriente, con cierta discapacidad física, que solo aspira a formar una familia con la mujer que ama, Blanche (Sara Giraudeau). También es el empleado de un talentoso joyero, el señor Joseph Haffmann (Daniel Auteuil). Pero ante la presencia del ejercito alemán, los dos hombres llegan a un acuerdo, François comprará de forma ficticia todo lo perteneciente a su patrón, ocupará el domicilio que se encuentra sobre la joyería. La esposa de Joseph huyo antes junto a los hijos de la pareja. Pero no todo sale
Llega a los cines una nueva historia que se desarrolla en la Segunda Guerra Mundial. La película está basada en la exitosa obra ganadora de cuatro premios Moliere en 2018, "Adieu Monsieur Haffmann" de Jean-Philippe Daguerre. De qué se trata? 👉 Joseph Haffmann (Daniel Auteuil) es un talentoso joyero parisino, dueño de un prestigioso negocio. Casado y padre de tres hijos, se encuentra acorralado cuando los alemanes llegan a París en 1941, lo que desencadena el escape de los judíos que tuvieron la oportunidad de hacerlo. Consigue mandar a su familia al campo con la idea de sumarse, luego de "transferirle" su negocio a su empleado François Mercier (Gilles Lellouche), hasta que la Guerra termine. A la cómoda casa de su ex-jefe se muda François con su mujer Blanche (Sara Giraudeau), felices por la oportunidad de manejar un negocio y vivir mejor, pero el tiempo de escapar expira y Haffmann se ve obligado a volver a refugiarse en el sótano de su antigua casa, con los cambios que la convivencia de tres va a generar en el aspecto profesional y personal del trío. Dirigida por Fred Cavaye, el film trata distintos aspectos de la personalidad de cada personaje. El poder de uno, la sumisión de otro, los celos, la empatía, la crueldad y la desesperación generan cambios en todos a partir del instinto de supervivencia que provocó la Guerra. Lo Mejor 👉 Muchas historias se han escrito sobre el nazismo pero siempre hay alguna más por descubrir. Cuenta con un elenco muy talentoso que ofrece actuaciones convincentes y un guion que sorprende.
La paranoia, la pérdida de la identidad, el dilema ético frente a una situación límite, la necesidad de quien nunca tuvo nada y de pronto puede tener todo. Estas y otras ideas atraviesan El dilema de Mr. Haffmann, logrado film de Fred Cavayé, basado en la premiada obra de teatro homónima de Jean-Philippe Daguerre. La paranoia, la pérdida de la identidad, el dilema ético frente a una situación límite, la necesidad de quien nunca tuvo nada y de pronto puede tener todo. Estas y otras ideas atraviesan El dilema de Mr. Haffmann, logrado film de Fred Cavayé, basado en la premiada obra de teatro homónima de Jean-Philippe Daguerre. Pero el control de las fronteras no le permite salir del país, por lo que decide esconderse en el sótano de su negocio con la complicidad de Mercier y de su mujer Blanche (Sara Giraudeau). Los días se transforman en semanas, y luego en meses. Mientras Haffmann sobrevive bajo tierra, François comienza a ganar prestigio entre las tropas alemanas, abriéndose ante él un presente impensado, que comienza a desequilibrarlo. Aunque sabe que no está a la altura de su antiguo jefe, este ya no existe para aquel mundo. Ahora todo es suyo. Luego de un punto de partida en clave de thriller, con algunos golpes de efecto incluidos, la película se asienta en una constante y bien llevada tensión dramática, apoyada exclusivamente en el brillante trío de intérpretes, con Daniel Auteuil entregando otro de esos trabajos impecables que lo han puesto en el sitial de excelencia que ostenta desde hace años. La condición asfixiante de Haffmann en su ostracismo contrasta a la perfección con la de Mercier, que por primera vez puede salir a la luz, ser alguien, aun cuando su imagen esté construida en base a una mentira. Y en el medio Blanche, el único personaje con el suficiente sentido común como para poder tomar distancia de la problemática que envuelve a los dos hombres y ver que la realidad que los rodea es muy distinta. Sin ahondar en el in crescendo emocional que sellará el destino de los protagonistas, hay una conexión interesante entre los tres, que tiene que ver con la figura de la familia y especialmente de los hijos, como metáfora de futuro. Tanto Haffmann, que acepta el confinamiento como una forma de proteger y reencontrarse con los suyos, como los que Mercier añora tener sin éxito. Esta motivación, que obsesiona a ambos, será el motor de sus acciones, así como también de sus consecuencias. Aunque la premisa no es necesariamente original, y ya ha alimentado un sinnúmero de películas ambientadas en la misma época, El dilema de Mr. Haffmann acierta en dejar en segundo plano la amenaza de los invasores alemanes para concentrarse en explorar la compleja esencia del ser humano en ese contexto. El enemigo no está afuera, vive dentro nuestro, y basta una decisión desesperada o un paso en falso para despertarlo. A partir de entonces, lo que vendrá será impredecible.
La esposa lo define con una frase simple y contundente; “no teníamos nada, ahora él lo quiere todo…” Que pasa en la cabeza y el alma de un hombre sencillo para transformarse en un monstruo, sus motivaciones no son ideológicas por más que se trata de 1941 y de un francés durante la ocupación nazi. En ese hombre lisiado que se salvó de ser reclutado, anida un resentimiento y una codicia que desatan un veneno sin antídotos. Es un empleado de un joyero judío talentoso que advierte que debe irse lo antes posible, por eso le propone a su empleado suponer una venta del local y la vivienda, con la promesa de devolución al terminar la guerra. La familia huye, pero Mr Haffmann no puede concretar la partida y regresa. Así se transforma en un fugitivo, preso en el sótano, casi un esclavo para seguir creando joyas y para hacer que la esposa de su antiguo empleado quede embarazada. Mientras tanto la transformación del protagonista tentado por los favores de los nazis es total. Fred Cavayé dirigió el film y escribió el guión con Sarah Kaminsky sobre la obra teatral de Jean-Philippe Daguerre. Armó una estructura de suspenso para hablar de la dignidad, la inhumanidad, la duplicidad, la ambición. Un clima asfixiante de situaciones límites, hasta demostrar que “el miedo puede cambiar de dueño”. Eligio a grandes actores, Gilles Lellouche Daniel Auteuil. Sarah Giraudeau, que conmueven con sus composiciones. Siempre es tentador y desafiante abrir las puertas donde se conciben los demonios. Presentarlos como lo que son, la encarnación del mal aquí en la tierra.
Joseph Haffmann es un reconocido joyero de la ciudad de París en 1941. Su origen judío y las consecuencias que vivió el pueblo en otros países del mundo le hacen tomar la decisión de mandar a su familia a una zona liberada ante la ocupación alemana. Su idea es dejar en su negocio y casa a François Mercier, su empleado de confianza, con su esposa Blanche, para recuperar todo a su regreso. Sin embargo, las cosas se complican más de lo debido y tendrán que trabajar en conjunto para poder sobrevivir. «El dilema de Mr Haffmann» está basada en una obra teatral de Jean-Phillipe, amigo de Fred Cavayé hace más de 20 años. Pero en vez de realizar una copia fiel, el director decidió tomarse ciertas libertades, usando solo la premisa inicial y llevando a los personajes a diferentes direcciones. Es así como estamos ante una película que lejos de apelar a las grandilocuencias o al alto impacto de las historias ambientadas en la Segunda Guerra Mundial nos ofrece una historia mucho más contenida, cercana y sensible que busca mostrar las distintas reacciones y decisiones humanas frente a situaciones complejas donde el bien y el mal se desdibujan. Si bien la trama se enmarca dentro de un contexto muy explotado, no se ha tratado tanto en el cine el tema de la cuestión moral. En este caso, el film logra indagar en las acciones de aquellas personas que estaban en una difícil posición entre ayudar al prójimo o salvarse a sí mismo; entre la solidaridad y la ambición. Ambas posturas eran complejas, porque también su propia vida estaba en riesgo. Si bien es una adaptación de una obra de teatro, el traspaso a la pantalla grande le sienta bien, no se nota demasiado dramatizado. Solo se usa prácticamente una única locación para contar la historia pero logra utilizar cada uno de sus espacios para no generar una monotonía o aburrimiento. Al contrario, consigue crear ese clima opresivo y tensionante que busca la trama. El protagonista se encuentra en peligro todo el tiempo, principalmente cuando ingresan personas no deseadas a la joyería. Por otro lado, es interesante el uso que le dan a los reflejos, tanto los que se muestran en vidrios como espejos, donde muchas veces muestran a todos los personajes en un mismo escenario para ver sus interacciones o lo que produce uno en el otro. El elenco también tiene mucha importancia dentro del relato. Daniel Auteuil se pone en la piel de Joseph Haffmann; Gilles Lellouche en la de François Mercier y Sara Giraudeau hace de su mujer Blanche. Los tres realizan maravillosas interpretaciones, que van generando en el espectador distintas sensaciones. Lo interesante es que siempre están expuestos a tomar decisiones difíciles y según lo que hagan podemos empatizar con ellos o rechazar sus acciones. Todos evolucionan de una manera diferente a la que comenzaron. Es así como vemos bien plasmadas la degradación moral de algunos personajes, el deseo, la ambición, el conformarse con la situación actual, la manipulación, entre otras cuestiones. En síntesis, «El dilema de Mr Haffmann» es una película que busca indagar en el comportamiento humano en contextos adversos y cómo según la moral o la ambición se puede reaccionar de una manera determinada. Gracias a las buenas interpretaciones de su elenco, el clima lleno de tensión que se mantiene a lo largo de todo el film y la decisión de contar la historia con sutilezas tanto en la narración como en su estética, la cinta francesa nos propone algo diferente a lo que solemos ver en relación a la Segunda Guerra Mundial. Una historia más contenida, humana y sentida.
AQUELLA OCUPACIÓN. ¿AQUELLA RESISTENCIA? Explorar las fuertes diferencias entre el lenguaje cinematográfico y teatral no implica novedad alguna suponiendo de manera apriorística sus particulares códigos de reconocimiento. Basta elegir, por ejemplo, la obra de Tennessee Williams en imágenes y confirmar que, desde allí, se concreta de forma trasparente qué caracteriza a una puesta en escena cinematográfica de otro procedente del lenguaje teatral. El caso de El dilema de Mr. Haffmann corrobora los supuestos: se trata de una obra teatral trasladada al cine con ejes de interés en el texto, la temática abordada, la potencia actoral y un trabajo “de cámara” dedicado a ilustrar la exposición de hechos y conflictos. No estaría mal pero sí lejos de una propuesta desafiante del director Fred Cavayé en interesarse por algún matiz que vaya más allá de la ilustración de la obra original de Jean-Philippe Daguerre, ubicada en ese período donde Francia fue ocupada por el poder nazi. La historia es particular e intimista, o en todo caso, lejos de temas grandilocuentes de la Segunda Guerra Mundial. El conflicto presenta a dos personajes de peso (Joseph Haffmann y Francois Mercier), a la esposa del segundo (Blanche) y a las ocasionales y luego reiteradas visitas de un jerarca nazi a la joyería donde trabaja el dúo, patrón y empleado del lugar. Los acontecimientos, claro está, refieren a aquel período denso de la Francia ocupada, constituida en definitiva por héroes, resistentes y colaboracionistas. Pero el argumento de El dilema de Mr. Haffmann repara en tres espacios referenciales y en ambientes irrespirables, donde el contexto político descansa en el fuera de campo como breve detalle de los sucesos que transcurren en la joyería y en la casa propia y al mismo tiempo refugio donde se esconde uno de los personajes. Acá el recuerdo cinéfilo se dirige a una de las últimas películas de Francois Truffaut. Me refiero a El último subte (1980) y la historia de tres personajes durante la ocupación, uno de ellos oculto de la persecución nazi que, por si fuera poco, describe en su trama a mundo germinado por el teatro y a una obra a concebirse en ese período de la historia. Pero Cavayé ni ahí es Truffaut en cuanto a su pasión por el cine, ya que la historia de Haffmann, su mujer y su empleado, repleta de vicisitudes y novedades que no amerita revelar, conforman un corpus perfecto pero elocuente solo desde las idas y vueltas del guión y de un elenco actoral de renombre encabezado por el notable Daniel Auteuil (en la piel del joyero). Eso sí: la historia revela las miserias de aquel entonces, los miserables comportamientos humanos frente a situaciones límite y la toma de decisiones ante un contexto que corroe y oprime. Es decir, una serie de “grandes temas” que invaden las dos horas de película. Dos datos adyacentes de cuño cinéfilo. En el rol de Blanche aparece Sarah Giraudeau, hija de Bernard Giraudeau, prolífico actor que trabajó en películas de Leconte, Claude Miller, Granier-Deferre, Assayas, Nicole Garcia, Diane Kurys, entre otros y otras. Y si se sigue con anexiones entre padres e hijos el papel del oficial nazi lo personifica Nikolai Kinski. No necesito informar quien fue su particular progenitor.
El dilema de “Adiós señor Haffmann” (Adieu Monsieur Haffmann, en francés) mezcla la cuota justa de drama con el suspenso en una París bajo la hostil ocupación alemana. No obstante, lo que la hace muy eficaz es que la historia no se centra en lo bélico sino en el enfrentamiento de dos hombres que antes trabajaban juntos y ahora sobreviven en ese clima hostil. Otro gran acierto es la reconstrucción de la época, lo cual aporta realismo y el marco perfecto para desarrollar esta tragedia intimista de cuidada sensibilidad.
EL HORROR DETRÁS DEL HORROR El cine europeo, y especialmente el francés, es pródigo en historias ambientadas durante la Segunda Guerra Mundial, narradas con corrección y profesionalismo, máxima expresión de un cine industrial plagado de marcas reconocibles y confortables para un gran público. O al menos para el público preocupado en los grandes temas y en la representación más o menos verosímil de esos conflictos. Pensando a este tipo de películas desde ese lugar no deja de ser interesante lo que pasa con El dilema de Mr Haffmann, film de Fred Cavayé que si bien en un primer momento parece caer en una expresión un poco adocenada, progresivamente va ingresando en un territorio algo retorcido a partir de decisiones que toman sus personajes. Tenemos a un joyero judío que prepara la retirada junto a su familia luego de que los nazis ocupen Francia. Sin embargo, solo pueden salir del país su mujer y sus hijos, y él queda preso, viviendo en el sótano de la joyería y vivienda que le vendió a su empleado, un tipo un poco taciturno, con voluntad de crecimiento y un problema que le impide tener hijos. Hasta ahí, El dilema de Mr Haffmann es una película más o menos previsible, con la mostración esperable del horror absurdo del nazismo y una solidez expositiva que va de los rubros técnicos y la ambientación de época hasta las actuaciones, muy especialmente la del siempre sobrio Daniel Auteuil. Pero algo cambia en el camino, los personajes (especialmente el empleado devenido en propietario y patrón) revelan algunas contradicciones y el apacible drama testimonial gira hacia el territorio del thriller psicológico, casi chabroleano, con un horror mucho menos directo del que representan los nazis que aparecen en pantalla, pero que no deja de ser una consecuencia de eso. Otro detalle no menor de la película de Cavayé es que se trata de la adaptación de una obra de teatro, y lejos de quedar presa de un lenguaje tan específico, aprovecha cinematográficamente el casi único espacio para encerrar a sus criaturas y llevarlas al extremo, potenciando lo retorcido del conflicto. Es cierto que El dilema de Mr Haffmann se resuelve con un giro más propio de una humorada de Woody Allen (hay una historia en Los secretos de Harry que es casi igual) y que el mismo desemboca en una suerte de revancha moral, pero la película se las arregla lo suficiente como para sostener el interés en los dilemas éticos que plantea, usando la Guerra y la iconografía nazi como un contexto moral que opera desde el off como condicionante de algunas conductas. Y con todo eso, Cavayé hace una película mucho menos preocupada en las verdades universales, y más centrada en construir un thriller inteligente. Aunque a veces no sea más que un relato ingenioso.
En la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial, durante los años 1941 y 1942, transcurre esta pieza de cine arte que aborda un tema espinoso para el país galo, como es el colaboracionismo. El empleado de un joyero judío acaba ocultado a su propio jefe en el sótano de su hogar, luego de que este (de ascendencia franco-judía) no pudiera escapar junto a su familia. En medio de una ciudad atestada de nazis habrá acuerdos que cumplir; también planes que se tuercen bajo los más perversos intereses. Una tienda podría servir de impensado refugio y fachada, para un film que expone un conflicto de intereses e identidades. El título del presente film nos remite a “Adios, Muchachos”, joya autoría de de Louis Malle estrenada en 1987, y también ambientada en la guerra. Fred Cavayé, guionista y director premiado en Cannes por su ópera prima “Por Ella” (2008), elige un estilo de dirección que favorece la brillante construcción de personajes por parte de Daniel Auteuil y Gilles Lellouche, dos actores de raza que saben bien como abordar este preciso estudio de la ambigüedad moral. Entre sendos personajes aflora el resentimiento a medida que la trama avanza y el tono narrativo se acerca al cuento con moraleja fabulada: las circunstancias nublan la razón. “Adiós, Sr. Haffman”, expone las consecuencias de nuestros actos que repercuten en nuestros vínculos y deseos de realización personal, ofreciéndonos una lección moral no exenta de intriga. Creencias, miserias y virtudes humanas salen a la luz en situaciones extremas; el drama aquí acaecido no resulta la excepción. La opresión del encierro, la intolerancia que alimenta la violencia y el instinto de supervivencia pugnan como fuerzas encontradas en medio de un denso clima en constante tensión. A fin de cuentas, lo más temible que reviste a la irracionalidad del poder es el hecho de que el ser menos pensado, movido por la ambición, pueda crear grandes catástrofes. Toda historia tiene su gran villano. Pero cuidado con lo que deseas, podría volverse en tu contra.