De regreso a casa A diferencia de otros subgéneros del relato de aventuras más clásico, como por ejemplo los westerns, las epopeyas bíblicas, los cuentos de piratas o los films basados en mitologías antiguas, las películas centradas en la versión primordial del hombre tuvieron un desarrollo bastante errático en la historia del cine, con un claro despegue definitivo del rubro durante la década del 60 a la par del comienzo del declive de las religiones tradicionales (esto también tiene que ver con el prolongado proceso de semi aceptación masiva -a lo largo de todo el Siglo XX, por parte de la derecha inquisitoria católica y sus discípulos- de ese detalle evolucionista de que descendemos de los simios). El séptimo arte siempre trató el tema con algo de solfa, como si supiera que al crear una narración alrededor de nuestros antepasados saltase muy a la vista lo impresentable e inútil que es el ser humano de por sí y mucho más insertado en un entorno natural real, lejos de la artificialidad idiota moderna. Así las cosas, y siempre coqueteando con la fantasía más delirante y/ o una catarata de diversos anacronismos que ni vale la pena mencionarlos, dentro del enclave en cuestión tenemos la vertiente explícitamente cómica en sintonía con El Cavernícola (Caveman, 1981) y Año Uno (Year One, 2009), la “seria” que apunta a un retrato más o menos verídico símil La Guerra del Fuego (La Guerre du Feu, 1981) y Ao, le Dernier Néandertal (2010), y finalmente el cocoliche hollywoodense que tira por la borda cualquier objetivo que no sea el entretenimiento light como la digna El Clan del Oso Cavernario (The Clan of the Cave Bear, 1986) y la aparatosa y hueca 10,000 BC (2008). Ahora es el turno de Alfa (Alpha, 2018) y la verdad es que la cosa no va mucho más allá en términos cualitativos porque este opus de Albert Hughes es otro cuento rimbombante de separación y reencuentro en tiempos prehistóricos que cae en todos los latiguillos habituales del subgénero y el cine en general. En esta oportunidad el protagonista, el adolescente Keda (Kodi Smit-McPhee), es dado por muerto por su tribu luego de que -en el contexto de una expedición de caza- un bisonte estepario se lo llevase puesto y el muchacho terminase lejos del resto de sus compañeros. Tiempo después de que los suyos se marchasen convencidos del óbito, el joven despierta y decide emprender el extenso viaje de regreso a su hogar, algo mucho machucado. La “gran” novedad que ofrece la película pasa por el pretendido retrato del primer acercamiento del hombre primitivo con el perro, el que sería su amigo fiel de allí en más, a través de un lobo con el que se topa Keda en su periplo: a pesar de que el animal ataca al torpe y agresivo púber, eventualmente se forma un vínculo entre ambos en su derrotero por un paisaje nevado lleno de peligros. Hughes, conocido por haber dirigido junto a su hermano Allen Dead Presidents (1995), Desde el Infierno (From Hell, 2001) y El Libro de los Secretos (The Book of Eli, 2010), se sumerge en la redundancia actual más automática y olvidable. La propuesta arrastra demasiados problemas tanto intra relato como fuera de él: cuenta con un prólogo larguísimo e innecesario sobre el anodino protagonista y su parentela, incluido su padre que -por supuesto- es el líder de la tribu de turno (nunca falta el tufo aristocrático), el metraje está repleto de CGIs que tendrían que haber evitado las barrabasadas del mainstream del pasado aunque se sabe que la producción de Alfa mató a cinco bisontes americanos durante el rodaje (la obsesión con la animación símil plástico/ maniquíes del formato digital ni siquiera sirve para ahorrarnos el maltrato animal, cortesía de la falta de respeto a la vida por parte de los plutócratas), el ritmo narrativo es en ocasiones realmente soporífero (los clichés se suceden uno tras otro), y ni hablar de la contradicción ideológica de fondo en torno al “cariño” del hombre por la naturaleza -simbolizada en el lobo- y el detalle de que todos los actores tienen el típico look de carilindos contemporáneos (más allá del episodio de los bisontes, el cual anula toda pretensión “eco friendly”, el Hollywood de hoy en día no puede renunciar a la higiene general ni siquiera cuando se propone retratar la rusticidad de tiempos remotos). La bella fotografía de Martin Gschlacht no nos salva de otro viaje deslucido, vacuo y moralmente condenable que no agrega nada a los films de aventuras y tampoco se las ingenia para ejecutar con gracia premisas retóricas añejas…
"Alpha" no es "La guerra del fuego", pero de un modo más intimista sostiene un relato sobre la evolución del hombre prehistórico, ahora a través del relato de cómo un adolescente perdido de su clan entabla una amistad con un lobo. Sería algo así como el nacimiento de las mascotas, aunque la intención del director Albert Hughes es más amplia, ya que intenta dar una pincelada humanista a ese mundo que, en un principio, se describe más bien implacable. El protagonista es el hijo del jefe de la tribu, que lo prepara para el acontecimiento más importante en esa sociedad: la gran cacería del búfalo. En estas escenas es cuando el film luce, ya que tienen todo el impacto que este tipo de película necesita. Pero algo sale mal durante la cacería y el chico es dado por muerto al caer de un risco. A partir de ahí el guión describe una esforzada lucha por la supervivencia en la Europa llena de peligros de hace 20 mil años. Allí el adolescente preshistórico comienza su amistad con el lobo que intentó atacarlo. "Alpha" no es tan intensa como otros films prehistóricos, pero es un sólido producto de aventuras con imágenes atractivas.
Lo que en el arranque parece otra versión más de “Bravehart”, termina siendo una de las más entrañables historias de amor entre un hombre y un animal. La supervivencia de un expulsado a partir del encuentro con “Alfa”, un lobo ermitaño que terminará ayudándolo, construye un relato inspirador y potente. A destacar: la sencillez de la relación entre el hombre y el lobo. Lo peor: el abuso del digital.
Es, cómo no, una historia de superación. También. Si le agregamos otra c sería de superacción, y algo de esto hay en Alfa, que transcurre hace mucho, mucho tiempo, en una tierra no muy lejana, como la Europa de hace 20.000 años. Son tiempos prehistóricos, y Kodi Smit-McPhee -el hijo de Viggo Mortensen en La carretera (2009)- interpreta a Keda, el hijo adolescente del jefe tribal Tau. Como todo joven, tiene ímpetus, pero también temores. Más si estamos en una Era de hielo, en la que hay que salir a cazar búfalos con lanzas para alimentar a la tribu. Keda no sabe ni prender el fuego frotando un palito, y cuando una tragedia lo deje prácticamente muerto, pues bien, no sólo deberá aprender a manejarse solo y -a hacer fuego- para sobrevivir, herido como está, por dentro y por fuera, sino que contará con la ayuda de un lobo. Hasta entonces, un temible enemigo. Las relaciones con los animales de personajes solitarios no son ni nuevas ni dejan de tener un costado empático. Uno cuida al otro, le da lo que necesita y así, parece, la vida es más fácil de sobrellevar. En Alfa prima ese vínculo que se trasluce y se transforma en amistad sincera. Si hay tramos de la película en la que algo -o todo- parece increíble, bueno, la imaginación es frondosa y a veces -a veces- se puede permitir que los realizadores se tomen sus licencias en pos de un relato ameno. El director Albert Hughes -ya separado de su hermano gemelo Allen, con quien codirigió Desde el infierno, con Johnny Depp, y El libro de los secretos, con Denzel Washington- le pone bríos a un relato que tiene tensión y que se construye sobre la base de esa confraternidad entre el lobo y el hombre. Magníficamente fotografiada por el austríaco Martin Gschlacht (Goodnight Mommy), tiene violencia, sí, pero la vida cuando sólo se vestía con pieles parece que tenía esencialmente esos condimentos.
Con Menace II Society y Dead Presidents, los hermanos Hughes fueron figuras insoslayables de la explosión del cine afroamericano de la década de 1990. El tiempo pasó y ahora uno de ellos, Albert, reaparece en solitario con un film muy particular en su apuesta: una mixtura entre el viaje prehistórico (en la línea de 10.000 a.C., de Roland Emmerich), la épica de supervivencia y una historia de unión ante la adversidad entre un adolescente y una loba. Más allá de cierto abuso de tomas panorámicas de bellos paisajes y de ciertas escenas en las que el exceso de efectos visuales convierten al relato casi en un film animado, cabe indicar que esta es una película de aventuras espectacular en el mejor sentido del término. Porque es puro espectáculo visual (prácticamente prescinde de los diálogos) y porque lo hace con recursos dramáticos y narrativos tan sencillos como eficaces. En el prólogo de esta historia ambientada hace 20.000 años vemos cómo Keda (Kodi Smit-McPhee), un joven que cumple sus ritos de iniciación como cazador, es abandonado por el resto de los hombres de la tribu, quienes lo consideran muerto tras caer por un precipicio. Pero el protagonista sobrevive y luego deberá emprender un largo viaje de regreso acompañado por una loba también herida como él en medio de la escasez de alimentos, la falta de energía e impresionantes tormentas de nieve. Una película por momentos fascinante y siempre inspiradora.
Alfa es una muy buena película de aventuras que representa una gran tarea solista del cineasta Albert Hughes, quien por lo general suele compartir la dirección con su hermano Allen. Los Hughes pertenecen a esa camada de directores independientes que surgieron en los años ´90, como Tarantino, Richard Linklater y John Singlenton, entre otros, que llamaron la atención con sus óperas primas. En el caso de ellos Menace 2 Society, una obra que retrataba con mucho realismo el mundo de las pandillas de criminales de Los Ángeles, les abrió la puerta en Hollywood y desde entonces ofrecieron propuestas más comerciales con distintos resultados, como fueron los casos de Desde el Infierno (Johnny Deep) y El libro de Eli (Denzel Washington). Fuera de los dramas urbanos este film es el mejor trabajo que brindo la filmografía de Albert Hughes hasta la fecha. Como propuesta de aventura ambientada en tiempos prehistóricos se podría decir que es la contracara de esa película horrenda que hizo Roland Emmerich en 10.000 BC. En esta producción, con un concepto extremadamente sencillo como pueden ver en la sinopsis, Hughes construye un relato intenso y entretenido que se centra en la acción física. La trama tiene muy pocos diálogos y el foco del conflicto se centra en la relación del protagonista con un lobo que por momentos evoca el Comillo Blanco de Jack London. Si bien los relatos son diferentes la relación emotiva que se gesta entre los jóvenes protagonistas y los animales tienen varias similitudes. Alfa es una propuesta que encuentra sus mayores méritos en el tratamiento de la acción y la fotografía de Martin Gschlacht, quien potencia con su labor la belleza de los paisajes naturales. La trama es relativamente corta (96 minutos) pero la narración de Hugues no tiene baches y logra que la aventura que ofrece sea muy atractiva. Kodi Smit-McPhee, quien interpretó al mutante Nightcrawler en X-Men: Apocalipsis, está muy bien en el rol principal y el lenguaje ficticio que crearon para los personajes suena realista y funciona dentro del contexto histórico. Si hubiera que objetarlo algo pasaría por las vestimentas de los guerreros que se ven algo modernas y algunos efectos digitales en las secuencias de acción que no quedaron bien pulidos. Dos detalles que no afectan en absoluto el balance general del film. Alfa no tuvo demasiada difusión en los medios y es una opción que recomiendo para tener en cuenta.
Alfa: Quedarse extraviado 20.000 años atrás. La película de supervivencia que sucede a finales de la era del hielo, muestra el nacimiento de una amistad entre el hombre y un lobo, en una emotiva historia. La película nos lleva a una época en donde había que cazar para sobrevivir y donde el humano se movía en manada como los animales. Nos encontramos con esta tribu que va a cazar búfalos, y algo sale mal. La consecuencia es que un joven luchará contra el clima y animales salvajes para regresar a casa. Pero éste interesante protagonista también encuentra a un compañero lobo igualmente perdido y comienza una amistad que cambiaría a la humanidad. Comienza con el relato de Morgan Freeman otorgándole ese tono documentalista y que nos cuenta que nos adentramos a 20.000 años atrás, al final de la última era del hielo. Aquí seguimos a Keda (Kodi Smith-McPhee) y su padre, jefe de la tribu, Tau (Jóhannes Haukur Jóhannesson) el cual le trata de enseñar a su hijo los valores de la vida, de tener que matar a un animal para dar vida a su tribu. Keda, es el típico hijo presionado por ser algo que no quiere ser, un cazador. Por lo que en este trayecto de supervivencia, además de aventuras y una importante relación con un lobo, veremos ponerse en juego algunos valores. La historia como leen es clásica, con una narrativa que recuerda a películas como Life Of Pi (2012), La Era del Hielo (2002) o hasta Náufrago (2000). Albert Hughes es el director y encargado de la historia de esta película, con Daniele Sebastian Wiedenhaupt, guionista novato pero que logra una historia redonda, correcta y que emociona. Hughes nos trajo The Book Of Eli en 2010 para luego hacer un corto y un documental, llegando a este film Alfa. Aquí también trae su ambiente desolador e intentando darle humanismo al film en las acciones de los personajes. En este caso no hay tanta acción y tiros como aquel film de 2010, sino más bien aventuras naturales para sufrir y emocionarse. Especialmente cuando aparece el animal responsable del título, Alpha. El lobo es el encargado de ayudar a Keda, tanto física como afectivamente, además de apoyar el desarrollo del film. Por eso podría ser que el film ha sido vendido como familiar, aunque por momentos pueda resultar algo violenta. Para saber cómo “La humanidad conoció al mejor amigo del hombre” el recorrido es entretenido por momentos, con un aspecto visual maravilloso. En esto último es en lo que destaca el film recordando a la nombrada Life Of Pi, pero sin la excelsa belleza, sino más bien un correcto uso de efectos visuales, con paisajes bellísimos y cielos estrellados y contrastes con el sol que recuerdan a El Rey Leon (1994), hasta con la habitual incorporación de las malvadas hienas acechando. Todo esto gracias al experimentado director de fotografía Martin Gschlacht (Goodnight Mommy, Women Without Men). Los actores hacen un correcto trabajo, pero sin lugar a dudas el lobo se gana el protagonismo como solo un animal puede lograrlo. El joven actor Kodi Smith-McPhee ya trabajó en una película de relaciones y protecciones particulares, la llamada The Road (2009) con Viggo Mortensen. Además está el padre que Jóhannes Haukur Jóhannesson interpreta bien mostrando tanto su lado de líder como su debilidad. Con un diálogo entre ellos inventado para la película tienen algo de peso al principio y al final, pero luego el contexto de la era del hielo y los animales son los que inundan la pantalla. Lo visual es bellísimo. Lo emocional también. Aunque el ritmo quizá por momentos sea lento, y la narrativa sea bastante longeva, con el espectador ya sabiendo que vendrá después pero aun así disfrutando los resultados. Entretiene, conmueve, y te toca en el lugar justo, más aún si las películas con animales te sensibilizan hasta llegar al punto de las lagrimas.
Un grupo de cazadores embadurnados en barro para camuflarse se arrastran en una pradera, se preparan para perseguir a su presa. Entre ellos está Keda, el joven hijo del jefe y esta es su iniciación. Al grito del líder, empiezan a correr contra los bisontes, pero algo sale mal y el chico es dado por muerto. Este es el principio de Alpha, la película que muestra el surgimiento de la relación entre el hombre y el lobo con una de las fotografías más imponentes de lo que va del año.
Despegado de su carrera que suscribió anteriormente como Hughes Brothers (iniciados con un cine inscripto dentro de la corriente afroamericana con “Menace II Society” y “Dead Presidents” y luego filmaron la versión de Johnny Depp de Jack el Destripador en “Desde el Infierno”), Albert Hughes emprende con “ALFA” su primer trabajo de ficción, dirigido ya sin la compañía de su hermano Allen. Viajamos en el tiempo y la historia se centra en Europa, hace más de 20.000 años en pleno Paleolítico: época de glaciaciones y pinturas rupestres, de armas de piedra pulida y de cacería para la supervivencia. Justamente de estos rituales de cacería y de los ritos de iniciación dentro de la tribu será de lo que se ocupe toda la primera parte del filme – que se toma quizás demasiado tiempo- en donde fundamentalmente se hará la presentación de los personajes. En uno de esos viajes para conseguir provisiones, Keda (Kodi Smith-Mc Phee) resulta herido durante una cacería cuando un bisonte estepario lo arroja a un precipicio y sus compañeros de expedición, presencian el hecho fatal y lo dan por muerto. Todos se marchan con la tristeza de haber perdido a su compañero, pero en realidad Keda despertará pasadas unas horas y se encontrará sólo con la compañía de un lobo. Juntos entablarán un vínculo sumamente particular que será el eje principal de toda la historia sobre dos “rivales” que no tienen más alternativa que entenderse dentro de ese medio tan hostil para lograr la supervivencia de ambos. Lo más atractivo de “ALFA” es, en principio, la delicada fotografía con la que se retratan paisajes nevados y estepas completamente inhóspitas por donde Keda y su amigo lobo intentarán emprender el regreso a casa. Hughes basa fundamentalmente toda su película en esta simbiosis entre joven y lobo que en un principio es áspera y agresiva hasta que el lobo va dejándose domesticar por Keda y va modificándose su relación hasta convertirse en un vínculo profundo y entrañable. Como puntos fuertes se puede mencionar la bellísima fotografía de Martin Gschlacht, la puesta en escena para la reconstrucción de época y las locaciones elegidas (hermosos paisajes canadienses) que son los elementos que permiten lograr el clima adecuado para relatar la historia y que podamos sentirnos parte de ella, sumadas a la innovadora decisión de filmar los diálogos en un dialecto primitivo que favorece aún más que se genere el tono acorde al relato. Pero por otro lado, encontramos que la historia que se pretende contar tiene demasiados baches narrativos, un formato excesivamente televisivo y que gran parte de la película se narra excluyentemente desde la imagen y con escasos diálogos, elementos que sumados a la hostilidad del paisaje hacen que el espectador pueda ir perdiendo interés o sentir que a la historia le falta fuerza y que la lentitud con la que se relata no favorece en absoluto al resultado final. Además, aunque no son perfectamente comparables, “ALFA” cuenta con la desventaja de que existen en el historial de cualquier cinéfilo, otros trabajos en donde se había innovado sobre el tema y se habían construido propuestas novedosas como lo fueron oportunamente “La guerra del fuego” de Jean-Jacques Annaud o “El clan del Oso Cavernario” basada en la famosa novela adaptada por John Sayles e inclusive la producción “pochoclera” de Roland Emmerich “10000 A.C.”. Un periodo histórico que inclusive ha sido utilizado para la comedia como Ringo Starr y Barbara Bach en “El Cavernícola” o las producciones de animación con los famosos “Los Picapiedras”, la saga de “La Era de Hielo” o el notable trabajo en stop-motion de Nick Park “Early Man: el cavernícola” o el referente a “Colmillo Blanco” desde la literatura. En el caso de “ALFA” el pulso del relato es demasiado moroso y previsible sin que aporte nada demasiado nuevo a todo lo ya visto. Aun cuando la estética y la propuesta visual del filme son interesantes y cuenta con un minucioso trabajo de producción, el guion nunca levanta demasiado vuelo y lo que es aún más grave, no logra emocionar. Se lo percibe siempre frío y distante lo que la transforma en una especie de híbrido que decepciona tanto a los que buscan una historia más épica y con más escenas de aventuras como a aquellos que apuestan encontrar una historia emotiva sobre este vínculo de estos dos seres abandonados a su suerte en la desolación absoluta en donde nace esta idea de amistad entre humanos y cachorros.
Alfa nos transporta unos 20.000 años atrás para narrar una compacta historia de supervivencia en la que aparece el primer vínculo de amistad entre el hombre y el lobo. Con ritmo lento, una extraordinaria fotografía, prácticamente sin diálogos -en un ignoto idioma con subtítulos en inglés- y pocos acontecimientos, el relato desperdicia tiempo al comienzo y comienza la aventura cuando el joven cazador, que es dado por muerto por su tribu, se despierta y emprende el camino de regreso a casa con las fuertes nevadas glaciares pisándole los talones, los peligros de la fauna acechando y un lobo que comienza como enemigo y termina como aliado en su lucha por la vida. Sin acontecimientos impactantes ni de verdadera tensión, el relato logra cautivar en ciertos pasajes gracias a la extraordinaria fotografía y algunas escenas de los animales en un comportamiento natural y la empatía con el joven cazador.Pero resume el inicio de una amistad que ha sobrevivido milenios a un triste encontronazo y algunas acciones que desentonan con la época y resultan ingenuas e incluso cómicas. Alfa descansa en la buena recreación de ciertos paisajes y algunos logrados momentos de interacción entre el hombre y animal sumados a unos efectos visuales, quizá mejorables en las secuencias de grandes manadas y estampidas, pero la narración ofrece un relato demasiado simple de supervivencia que mas allá de algunas tiernas escenas resulta ingenuo y poco aventurero.
Ambientada en la última Edad de Hielo. Europa, 20.000 años atrás. En mitad de su primera cacería con el grupo de élite de su tribu, un joven es herido y dado por muerto. Alfa (Alpha, 2018) es una película de aventuras dirigida por Albert Hughes y escrita por Daniele Sebastian Wiedenhaupt. Protagonizada por Kodi Smit-McPhee, Leonor Varela y Jens Hultén, entre otros. En Europa pero hace 20.000 años, el joven Keda ( Kodi Smit-McPhee) es puesto a prueba por el jefe de su tribu, que a la vez es su padre, para salir a cazar junto a los demás miembros de la tribu. Pero a medida que avanzan en su recorrido por distintos paisajes y aprendiendo varias cosas sobre la marcha, Keda deja en claro que él y su padre son muy distintos a la hora de sobrevivir. La amistad menos pensada Una cosa lleva a la otra y en un accidente Keda es dado por muerto, su padre lo llora pero debe seguir su rumbo. Al despertar se encuentra solo, desesperado y herido, por lo que deberá poner a prueba las enseñanzas y consejos de su padre. En el camino se topará con una manada de lobos y en su defensa hiere a uno, que más tarde es abandonado a su suerte y se quedará junto al joven. Ambos deberán aprender a convivir para poder sobrevivir y llegar a su hogar antes de que llegue el invierno. Con unos planos visuales alucinantes, es un drama de aventuras que trata temas como la superación, la supervivencia y la amistad menos esperada.
Hermano lobo La prehistoria representa aquel pedazo de historia sobre el que poco se conoce, y mucho de lo que se teje son conjeturas sobre lo que pudo haber sido. Más aún en cuanto a la convivencia del hombre. El cine se sintió libre de interpretar este período a su antojo de mil formas distintas. Desde El Cavernícola con Ringo Starr a 10000 A.C. Alfa de Albert Hughes, es otro capítulo en esta reinterpretación. Aunque esta vez el foco, a priori, está más centrado en los personajes que en el contexto. Europa, 200000 A.C. (sí, no pidan rigurosidad de datos, porque van por mal camino). Keda (Kodi Smit McPhee) pertenece a una tribu cazadora que se enfrenta a modo de ejército con animales de gran volumen, buscando abrigo y alimento. Él atraviesa el paso hacia la adultez y es hora de aprender a cazar, aunque falla constantemente. En uno de sus entrenamientos a cargo de Tau (Jóhannes Haukur Jóhannesson), su padre, Keda cae a un barranco, herido, y es dado por muerto. Pero no, en realidad sobrevivió, y cuando recupera la consciencia se descubre solo frente al desierto, y con el invierno arrasador a punto de llegar. En realidad, Keda no está solo. En medio de la nada se encuentra a un lobo apartado de la manada; y aunque al principio hay rechazo mutuo, terminará domesticándolo, y apodándolo Alfa. Entre los dos se cuidan, se protegen y se apoyan para sobrevivir y encontrar a la tribu antes de que el invierno los aniquile. Por supuesto, el camino no será fácil y está lleno de peligros y aventuras. Solos frente al peligro El guion de Alfa, escrito por el propio Hughes y Daniele Sebastian Wiedenhaupt, va directo al asunto. Hace un intento por presentarse como un documental, con la voz en off de Morgan Freeman (¿Se acuerdan de La marcha de los pingüinos y las series de Discovery Channel?), y una búsqueda rigurosa en acotar lo fantasioso a lo menos posible. Aunque los datos inexactos y la pelusa abunda, si se la busca. Hay pocos diálogos, en un idioma primitivo, y el ritmo es más bien lento, sobre todo en la primera mitad, hasta que el peligro grave acecha y aparece algo de vigor y energía. Realmente hace recordar bastante a esas recreaciones que suelen verse en los canales educativos o de ciencias. La diferencia es que la narración, aunque muy simple, llega a lograr que empaticemos con los personajes, el joven y el lobo. Narrativamente acierta al acercarse lo más posible a los films de humanos con animales, el niño con su mascota, sea un lobo o un perro. La referencia inmediata lógicamente será Colmillo blanco. Queremos que ambos sobrevivan y es imposible no encariñarse con Alfa y sufrir con ambos. La banda sonora casi permanente, remplazando los diálogos, ayuda mucho a crear la tensión necesaria. Gélida belleza No debería sorprender, tratándose de un film de Albert Hughes, que el apartado técnico visual sea el más alto de la película. Alfa merece ser vista con la mejor pantalla y la mejor tecnología posible. Hughes, junto a su hermano, o por separado, se destaca como gran creador visual. No obstante, cuesta encontrar una referencia similar a esta película dentro de su cine. Las imágenes impactan y el uso del montaje es correctísimo. Planos amplios o planos detalle, ralentizamientos, cuadros completos, planos secuencia. Todo tipo de recursos son utilizados para maravillar al espectador, y así imponer la fotografía por el sobre qué se cuenta. El montaje dividido, onírico chamánico, entre el ritual de la tribu y la supervivencia, como enlazados, es un buen hallazgo en la narración visual. Alfa es mucho más ambiciosa visual, que narrativamente. No llega siempre a conjugar la belleza de las imágenes en pos del relato, haciéndolos correr paralelamente. Cuando lo logra, cuando cuenta y no solo expresa a través de su fotografía, alcanza sus mejores momentos.
Mi fiel compañera “Alfa” (Alpha, 2018) es una película dramática dirigida por Albert Hughes y escrita por Daniele Sebastian Wiedenhaupt. El reparto incluye a Kodi Smit-McPhee (The Road), Jóhannes Haukur Jóhannesson (Caín en Noé), Mercedes de la Zerda, Marcin Kowalczyk y Chuck, un perro lobo checoslovaco de cinco años. La voz narradora es puesta por Morgan Freeman. Europa, 20.000 años atrás. Al joven Keda (Kodi Smit-McPhee), hijo de Tau (Jóhannes Haukur Jóhannesson), ya le llegó la hora de convertirse en hombre, por lo que parte de la tribu lo acompaña en una expedición. Durante un enfrentamiento con una manada de bisontes salvajes, Keda termina siendo arrastrado y tirado al vacío por uno de los animales, aunque su padre trata de evitarlo. Convencidos de que el chico ha fallecido, los demás cazadores abandonan el lugar. No obstante, Keda sobrevivió al ataque y deberá volver a hacerlo cuando unos lobos lo persigan. Totalmente solo y sin saber cómo regresar a su hogar, Keda irá estableciendo una relación de amistad con Alfa, una loba herida que fue dejada de lado por su familia. Con la cercanía del congelado invierno, animal y humano deberán confiar el uno en el otro para continuar con vida. Con una trama ultra sencilla, el mayor acierto del filme indiscutiblemente pasa por la excelente fotografía del austríaco Martin Gschlacht. Cada paisaje prehistórico resulta todo un deleite para la vista, a la vez que da cuenta de lo vasto, armonioso y solitario que es el mundo. Otro aspecto que hace que la cinta funcione muy bien consiste en la elección de actores no tan reconocidos, que encima hablan una lengua ficticia (pero que en ningún momento nos hace dudar de su realismo). De esta manera nos es más fácil creernos la historia, a la vez que el correcto vestuario también ayuda. Sin embargo, la cinta está lejos de ser perfecta y puede hacer bostezar a más de uno, en especial en su introducción. Con un comienzo que nos muestra escenas del episodio salido de control con los bisontes, el guión hace que volvamos una semana para atrás hasta llegar de vuelta al mismo suceso. Debido a esto, lo que más espera el espectador (ver a la loba y al chico) se hace desear bastante. Cuando por fin el animal entra en escena, por suerte el interés resurge. La creencia en las rocas, el respeto a los ancestros, lo difícil que es generar fuego y las adversidades del clima son solo algunos de los elementos que, aunque estén bien retratados, inevitablemente hacen pensar en que esto ya se ha visto en otras producciones. Muchos seres vivos fueron hechos con CGI, no obstante que la loba principal sea real nos hace empatizar con ella de inmediato gracias a su tierna mirada e insistencia por no separarse de Keda una vez que él la echa. Puede que “Alfa” no sea para nada original, abuse de la cámara lenta en ciertas partes y tenga un inicio que aburra. A pesar de ello, desde lo técnico el filme logra ser maravilloso y la amistad forjada entre hombre y lobo es muy linda de ver.
Una historia común, la de la iniciación de un joen para transformarlo en guerrero, en una tribu prehistórica, que abandona su lugar para la caza anual de bisontes. Una historia de sobrevivencia. Pero por sobre todo apunta a dar el puntapie inicial de la relación de los hombres con los lobos, futuros perros. Todo eso enmarcado en paisajes increíbles y mucho material de efectos CGI. Un marco de belleza visual para un relato antiguo, pero de gran efectividad. Los personajes utilizan un lenguaje inventado, Un jefe tribal instruye a su hijo en leyes del liderazgo , como tatuar una constelación en su mano, para conocer, con algunas otras señales, el camino de regreso a casa. Es sin dudas una película para toda la familia, desde chicos grandes en adelante. Lo que le sucede al protagonista es que embestido por un bisonte en plena cacería, cae por un precipicio y queda tendido en una saliente, sin poder ser rescatado. Abandonado a su suerte, tendrá que aprender a seguir vivo y cuando es atacado por lobos, hiere a uno, que mas adelante será su compañero de ruta. El perro es la estrella del film. En el argumento hay momentos de paso en falso, no se entiende que un chico de ese tiempo histórico sea aprensivo por matar a un animal o que no haya pensado en alimentarse del lobo herido. Todo sea por el comienzo de una bella amistad, que en un marco majestuoso y con aventuras es digerible como un entretenimiento sin demasiado vuelo pero indudablemente efectivo. Es el debut en solitario del director Albert Hughes, con esta historia que fue probada muchas veces en el cine y que él lleva al comienzo de los tiempos.
Eres mi amigo fiel La historia transcurre en la última Era del Hielo, hace 20,000 años en algún lugar de Europa. Keda (Kodi Smit-McPhee) participa en su primera cacería grupal con los cazadores de su tribu, en la que su padre es el líder; y si bien le brinda todas las instrucciones para que lo suceda, el joven cazador recorrerá un camino distinto lejos de su tribu, alcanzando una radical transformación personal. Los integrantes dialogan entre sí a través de un lenguaje ficticio, pero Keda utiliza su corazón como principal herramienta. A partir de un suceso Keda es abandonado, por su padre y su tribu, pues lo dan por muerto. Al recobrar la conciencia se encuentra lesionado y solo, por lo que debe aprender a sobrevivir en medio de la dura e implacable naturaleza. El verdadero maestro será otro… claro ejemplo de que con la teoría no es suficiente. En cierto momento es atacado por una manada de lobos. Allí, su camino y enseñanza de vida comienzan cuando rescata al animal que en un principio lo ataca para luego convertirse en su mejor amigo y compañero de aventuras, cambiando así la historia en relación al comienzo de la domesticación de los animales como un cambio cultural fundamental y enriquecedor. Ambos aprenden, se descubren y generan mutua dependencia funcionando como espejo a través de sus profundas miradas, como reflejo de sus almas. Se convierten en aliados, resisten incontables peligros y terribles dificultades para hallar el camino a casa antes que el duro invierno comience. La verdadera comunicación no pasa por las palabras, sino por el corazón, es lo que nos quieren transmitir estos incondicionales amigos, quienes viven en otra época muy alejados de la inmediatez actual; y la pregunta acerca del idioma que están hablando desde el comienzo de la película… sobra porque termina ganando como siempre el lenguaje de los sentimientos. La fuerza del amor de uno por el otro retroalimenta sus espíritus; Keda lo nombra Alpha y Alpha, a su vez, adopta a Keda como su dueño. En definitiva, lo que los une es el abandono por parte de los suyos al considerarlos débiles, transformándose juntos en líderes inseparables. Una alegoría de nuestra sociedad moderna, que a pesar de sus cuantiosos avances tecnológicos -y si se quiere sociales- aún excluye a los que no siguen de manera correcta las instrucciones sobre cómo se debe vivir, relegando a los considerados “inadaptados” o con dificultades físicas o mentales, sin tomar en cuenta quizás otro tipo de habilidades que quedan descartadas al no formar parte de cierto paradigma. También es una crítica a este sistema que pondera el individualismo a ultranza en el que hay que sobrevivir a toda costa, enfrentándonos en una competencia absurda y desigual, en donde -vaya paradoja y semejanza con las culturas prehistóricas- siempre gana el más fuerte en términos de quién detente el poder. La propuesta del director Albert Hughes, indudablemente, es para disfrutar y ver más de una vez. La belleza y majestuosidad de las imágenes, grandiosas y encantadoras tomas visuales, tierras salvajes, el devenir de amistad entre Keda y Alpha, las propias resistencias anteriores en un sentimiento al nacer, las aventuras que fortalecen cada vez más un vínculo de confianza y protección mutua… todos estos elementos conforman una historia muy especial que no deja de asombrarnos y de identificarnos con el relato y sus protagonistas. Un film excelente, que cuenta con una producción y dirección impecables. La fotografía es impresionante, las actuaciones brillantes, creíbles y un guion que consigue conmover hasta las lágrimas, sin subestimar en ningún momento al espectador. Daniele Sebastian Wiedenhaupt, como guionista, nos confirma de manera clara y concisa que conoce el comportamiento de un animal y maneja de manera perfecta los tiempos que requieren tanto un animal como un ser humano para lograr esa conexión sin igual, sabe muy bien de qué está hablando, transmitiendo sutileza y sensibilidad. Nada se compara con la mirada de un animal y para los que tenemos la gran fortuna de poder conectarnos con ese cariño tan puro no necesitamos palabras para entenderlo y sentirlo. Ellos nos enseñan el verdadero significado del amor y de la lealtad, dan todo sin esperar nada a cambio y nos aprecian sin mediar juicio alguno, refrescándonos nuestra propia naturaleza animal perdida. En esta era de cosificación y mercantilización del ser humano, de colonialismo intelectual y de cultura hegemónica, donde transcurrimos padeciendo el dominio implacable y la asfixia por parte de la tecnología y los medios de comunicación se produce una desconexión con nuestra esencia y humanidad. Olvidamos que la respuesta siempre está en nuestro interior y buscando en cuestiones externas una solución mágica e inmediata que nos produce un desgaste enfermizo y alienante en todo sentido. Ésta es sólo una de las lecciones que nos brinda el contacto con los animales, ayudándonos con su simpleza a vincularnos con el mundo de otra manera, intuitiva, perceptiva y paradójicamente más humana. Aquellos seres humanos despiertos y abiertos a la posibilidad de sentir felicidad plena gracias a una simple mirada de un animal cada vez son menos, probablemente por la necesidad de estar conectados a aparatos y a un click de que “eso” que buscamos suceda sin siquiera conocernos, cuando en realidad, como humanidad, deberíamos detenernos y replantearnos nuestra vida, cuestionarnos qué estamos haciendo, qué sentimos, cómo nos sentimos y elegir si queremos seguir en piloto automático o atrevernos a ser quién realmente somos. Contar con una película como Alpha nos da el aliento para pensar que no todo está perdido y que aún, como sociedad, tenemos mucho que aprender. Es una historia simple, honesta, para nada pretenciosa y con alma, como la vida o cómo debería ser, conectados con nuestra alma y con un final impredecible, que sabrán comprender muy bien los amantes de los animales.
“Alfa”, de Albert Hughes Por Jorge Bernárdez El surgimiento de la relación entre el ser humano y los perros merecía ser contada y Alfa lo hace. ¿La afirmación anterior es un poco antojadiza? Puede ser, pero se ve que Albert Hughes pensó eso, lo escribió y lo más importante para él, consiguió plata para filmarla. Todo empezó hace 20 mil años en plena era glaciar. El joven Keda (Kodi Smith McPhee) sale de cacería con su padre Tabu (jefe de la tribu) y un grupo de cazadores. Es un momento importante para Keda ya que en esa expedición, además de conseguir alimento para su gente, deberá demostrar ser digno hijo de su jefe y por lo tanto, merecedor de la herencia su su liderazgo con su gente. Pero Keda está lleno de incertidumbre y no tiene para nada el carácter del padre. El asunto es que cazando unos bisontes, el joven tiene un accidente y es dado por muerto. El padre y los cazadores emprenden la retirada y Keda se despierta sólo en un medio hostil. Tratando de llegar a su hogar, el muchacho se encuentra con una jauría de lobos y escapando deja herido a uno. Ambos están solos lejos de su grupo respectivo y de su ambiente. El lobo y el joven se desconfían pero lentamente van armando en principio una relación de conveniencia pero llegados a un punto de la historia, mutuamente se salvan la vida tantas veces que de la conveniencia pasan a una relación de dependencia. Con un poco de películas como La guerra del fuego y algo de El oso (ambas de Jean-Jacques Annaud), más unos toques a lo Disney y bastante de “Vamos por acá, total nadie sabe exactamente que pasaba en Europa y como se vestían hace veinte mi años, salvo que hacía un frío que te la voglio dire”, Alfa llega hasta al final y la voz de Morgan Freeman nos explica algunas cuestiones de la vida como lo había hecho al comenzar el film. Fuera de lo descreído que se pueda ser, la película es divertida, tiene algo de violencia, mucho de aventura y Chuck, que hace de Alfa, es un perro lobo adorable que se deja querer. ALFA Alfa.Alpha, Estados Unidos, 2018. Dirección: Albert Hughes. Guión: Daniele Sebastian Wiedenhaupt. Intérpretes: Kodi Smit-McPhee, Jóhannes Haukur Jóhannesson, Natassia Malthe, Leonor Varela, Jens Hultén, Mercedes de la Zerda, Spencer Bogaert, Priya Rajaratnam, Marcin Kowalczyk, Patrick Flanagan. Producción: Andrew Rona. Distribuidora: UIP. Duración: 96 minutos.
Cuando la necesidad de vivir no opaca un buen corazón, la noción de "matar o morir" desaparece para crear algo completamente nuevo.
El mejor amigo del hombre El director Albert Hughes dirige ALFA (2018), una épica historia de un muchacho con su fiel amigo que indaga en los orígenes de la amistad entre el hombre y el perro. Una aventura ubicada en la última Era del Hielo, más precisamente en Europa, 20.000 años atrás. Mientras participa en su primera cacería con el grupo élite de su tribu, un joven resulta herido y es abandonado al considerarlo muerto. Al recobrar la conciencia se encuentra lesionado y solo, debiendo aprender a sobrevivir en medio de la dura e implacable naturaleza. Con reticiencia doma a un solitario lobo alejado de su manada y ambos dependen uno del otro, convirtiéndose en inverosímiles aliados que resisten incontables peligros para hallar el camino a casa antes de que llegue el letal invierno. La sinopsis deja bien en claro a qué género pertenece esta cinta protagonizada por Kodi Smit-McPhee, una aventura que funciona de manera correcta. No obstante el primer acto es bastante lento y tiende a aburrir un poco al espectador, pero esta historia de amistad entre el hombre y su can genera empatía al instante, entregando un momento bastante meloso y agradable a la platea. Al poco diálogo que posee el relato cabe destacar que la película está subtitulada, ya que los personajes hablan en un lenguaje prehistórico, siendo muy difícil de encontrar un film comercial dirigido al gran público en estas condiciones. Es una interesante y arriesgada opción, ya que resulta más realista que los personajes hablen de esta forma y no en inglés (y haber sido doblada posteriormente). ALFA está dirigida a un público familiar con algunos toques de cine arte pero, así y todo, al cinéfilo acérrimo no le deja nada nuevo.
“Alpha” es de aquellos films que intentan imaginar cómo fue la vida del hombre durante la prehistoria. Dentro de este subgénero de películas hubo distintos exponentes con los más dispares resultados. Muchos recuerdan a “La Guerra del Fuego” (1981) como la más “realista” y cuidada de todas, pero lo cierto es que hubo una gran cantidad de estos relatos que buscan contar los distintos aspectos de la vida del hombre de las cavernas. Roland Emmerich fue el encargado de brindar uno de los últimos exponentes de este género en la tan olvidada “10.000 BC” (2008), una cinta plagada de fantasía e impacto visual que no buscaba para nada la veracidad histórica pero tampoco se destacaba a nivel narrativo. En el medio de la cuestión se encuentra “Alpha”, un largometraje que busca conjeturar acerca del inicio de la amistad entre el hombre y el perro. Es por ello que la película gira en torno a un joven llamado Keda (Kodi Smit-McPhee), que buscará aliarse con un lobo en la lucha por la supervivencia. El film cuenta un relato épico ambientado en la Europa de hace 20.000 años, durante la última glaciación. En mitad de su primera cacería con el grupo de élite de su tribu, Keda es herido y dado por muerto. Al despertar se encontrará débil y solo, y deberá aprender a sobrevivir y abrirse camino ante la dura y cruel naturaleza. Acompañado a regañadientes de un lobo abandonado por su manada, los dos aprenderán a confiar el uno en el otro, convertirse en aliados y superar los innumerables peligros para intentar encontrar el camino a casa antes de que llegue el letal invierno. Comencemos diciendo que la historia es algo convencional, pero eso no quita todos los méritos que sumó Albert Hughes (“The Book of Eli”) para realizar un trabajo sumamente prolijo y entretenido. Una trama anticuada en términos narrativos, pero contada con una elegancia impecable y con un excelente desempeño a nivel técnico. En lo referido al aspecto visual resulta realmente sublime lo que hizo Martin Gschlacht con la fotografía de la cinta, que hará que el espectador no pueda despegar los ojos de cada plano que va percibiendo con el correr del metraje. Por el lado de las interpretaciones, hay que destacar el trabajo de Smit-McPhee (“X-Men Apocalypsis”), cuya composición de Keda demuestra estar invadida de emoción, a pesar de tener que usar un idioma ficticio inventado para la ocasión (otro mérito de la cinta de no incurrir en el facilismo de utilizar el inglés) y tener pocos diálogos. Si bien por momentos puede resultar increíble o inverosímil lo que se nos está contando, el relato en líneas generales se sostiene por ser entretenido y conmovedor al explotar ese vínculo entre el hombre y el animal. “Alpha” resulta ser un relato emotivo, impecablemente realizado y con un esplendor visual que impacta, en lo que respecta a la historia puede ser algo trillada y desarrollarse en ciertos lugares comunes, pero el camino por transitar no deja de ser placentero.
El jefe de la tribu es Tau (Jóhannes Haukur Jóhannesson, “Atómica”) y su único hijo varón es Keda (Kodi Smit-McPhee, “X-Men: Apocalypse”, “Déjame entrar”) a quien lo instruye en todo momento, le cuenta sobre sus ancestros, porque con el tiempo será su sucesor. Toda la tribu se va lejos a cazar búfalos pero algo sale mal y Keda tiene un accidente y es dado por muerto. Keda despierta y luchará para sobrevivir ante un ambiente inhóspito, rodeado de distintos riesgos, después de la lucha por la supervivencia, termina teniendo una gran aventura con un lobo, primero fueron enemigos pero luego lograron una amistad entrañable, de ayuda mutua, con un claro mensaje de solidaridad, donde fluye lo emocional y la aceptación entre diferentes. Visualmente es estupenda, la cámara realiza buenos planos, resaltando distintos momentos y transmite la relación de amor entre el animal y el humano; para ello un instante el ritmo narrativo se detiene unos minutos, con algunos clichés y contiene la bella fotografía de Martin Gschlacht.
UNA AVENTURA DE POCO APRENDIZAJE La atracción que genera la posibilidad de amistad entre dos fieras, como lo son los humanos y los lobos, no pierde vigencia. Pasan los años y siempre hay oportunidades para un nuevo film sobre esta temática; será que lo que vuelve a generar expectativa es la particularidad del vínculo que se puede formar. Alfa habla de esto, pero también explora otras cosas. Y aunque por momentos encuentra resoluciones brillantes, la mayor parte del tiempo se pierde entre algunas imprecisiones. Keda es un joven integrante de una tribu de hace 20.000. Es el hijo del líder y por lo tanto recae en su persona un importante peso por sus actitudes. Llegada su adultez, debe incorporarse a las actividades de los hombres, entre ellas la caza de animales y las exploraciones. En su primera salida, sufre un accidente que lo deja inconsciente y esto le hace creer a los demás que ha muerto. De esta forma el protagonista, al recobrar el conocimiento, se encuentra solo y tiene que emprender la vuelta a su hogar. Se recrea así el tópico del joven que se aleja de su familia para llevar a cabo un camino de crecimiento. En la travesía que comienza es en la que se relaciona con un lobo al que tiene que domesticar. Y es que el film se enfoca en cómo este animal se adapta al hombre y no tanto al revés. Es decir, plantea una distinción entre ellos, que deja por fuera la idea de ser iguales, en una decisión importante que le quita fuerza a la historia. Hay algunos pocos momentos en los que se colocan a la par, y esos son los más interesantes. Hay una apuesta contradictoria en el film. No hay una propuesta contundente en cuanto a las aventuras que vive el protagonista, pero tampoco se termina de explorar el vínculo entre ellos. Es así como las escenas dan la sensación de incompletas o de no estar bien explotadas. Casi que no es posible entablar empatía con el protagonista, aun cuando vemos que tiene varios obstáculos. Y es que a alguna de las trabas con las que se encuentra Keda en su trayecto no se les dedica el tiempo necesario para que logren tener entidad, mientras otras son trabajadas de una manera poco verosímil. En paralelo a lo anterior aparece un aspecto de mucha relevancia para el film: hay una búsqueda constante de una estética especial para Alfa. La fotografía de los paisajes es realmente bella, pero no logra darle énfasis al relato. Pero hay una escena en la que se logra y es memorable: el protagonista queda atrapado en el agua, bajo una capa de hielo, y Alfa corre, junto a él, sobre la superficie tratando de ayudarlo a salir. Vemos en ese momento un trabajo sobre el contraste, haciendo que el momento tome intensidad y que la relación de ellos establezca un lazo. Es posible encontrar algunas similitudes con Una aventura extraordinaria. Entre ella, la más obvia, es la travesía de entablar una relación con un animal poco amigable. Aunque Alfa no explora los primeros planos ni construye una relación tan intensa como supo hacer aquel joven con el tigre. La otra de las relaciones es este juego casi mágico en el que el paisaje se vuelve extraño y uno no sabe si es la belleza hiperbólica o la distorsión propia del estado del protagonista. Pero mientras que en Una aventura extraordinaria esto se daba tras trabajar las condiciones sufridas por el protagonista, en Alfa parecen más bien ser azarosas.
LOBO, ¿ESTÁS? No es bueno que el hombre (prehistórico) esté solo. Kodi Smit-McPhee -el nene de “La Carretera” (The Road, 2009)- pegó el estirón y es el protagonista (humano) absoluto de este relato épico que nos lleva al territorio europeo de hace unos 20 mil años atrás. Albert Hughes se separa de su hermano Allen -los Hughes Brothers de historias como “Desde el Infierno” (From Hell, 2001)- para dirigir esta aventura de “iniciación” y amistad entre hombre y bestia, con un dejo de mensaje ecológico. Keda (Smit-McPhee) es el hijo de Tau (Jóhannes Haukur Jóhannesson), líder de la tribu que se ganó su lugar en la próxima cacería de la gran bestia, actividad riesgosa y necesaria que mantiene a los hombres y mujeres más capaces alejados de los suyos, pero indispensable para la supervivencia de todos durante las épocas más heladas. El camino es largo y otras tribus se unen a la cacería, Keda todavía debe aprender varias cosas para, el día de mañana, sustituir a su padre, además de sobreponerse a unos cuantos de sus miedos. El primer encontronazo con los bisontes resulta una catástrofe, y tanto Tau como el resto, terminan abandonando a Keda, tras darlo por muerto. Pero la voluntad del pibe es más fuerte que sus heridas y los elementos. Lo primero es recuperarse, y lo segundo, encontrar el largo camino a casa, marcado por las señales y las enseñanzas de los ancestros. La intemperie está llena de peligros, entre ellos, una manada de lobos que pretende sorprenderlo. Keda logra herir a uno de ellos, pero no tiene el coraje para matarlo. En cambio, tratará de curar sus heridas y ganarse su confianza. Así, estos dos enemigos naturales buscaran la forma de sobrevivir y regresar con sus respectivas familias antes de que la nieve lo cubra todo. Hughes nos lleva de paseo por esta lección de antropología, un vistazo a la vida del hombre del paleolítico que domina ciertas herramientas y conocimientos astronómicos (ponele), pero que todavía no había domesticado a las fieras. Por ahí, viene la historia de “Alfa” (Alpha, 2018), como Keda decide denominar a su nuevo compañero de viaje, un relato que se mete de lleno en esta relación, no tan distinta a muchas de animalitos que ya hemos atestiguado. La novedad pasa por el setting y esta decisión que va a cambiar la existencia humana para siempre porque como bien dice el dicho: “No es bueno que el hombre esté solo”. Kodi Smit-McPhee y su compañero peludo (Chuck) son el alma de este relato que rescata el viaje iniciático que debe hacer Keda, no sólo para sobrevivir, sino para demostrar su pasta de líder. La relación con el canino es tierna, por momentos peligrosa, y divertida, ya que ambos deben aprender del otro, un pasito a la vez. El paisaje y los elementos (aunque sea Canadá y no la Europa prehistórica) se convierten en otro protagonista de esta aventura donde el héroe debe poner toda su voluntad a prueba para encontrar el camino de regreso con los suyos, y todo ese coraje un poco menoscabado por la sombra de su padre y esa primera cacería fallida. Hughes, ante todo, pone el acento en la dupla y en la creciente relación que se va gestando. Acá no se trata de un perrito extraviado, así que el instinto salvaje del lobo juega un papel importante, pero también el instinto salvaje de Keda, que no se va a dejar amedrentar por unos cuantos colmillos y esa actitud desafiante. “Alfa” gana desde los visual, una fotografía que mezcla escenarios reales con muchos efectos digitales que nos transportan derechito a una era cruel y desolada que no tiene compasión ni por los humanos, ni los animales, expuestos a altas temperaturas, el ataque de otras bestias, y la misma tierra cambiante con sus volcanes y erupciones. Mucho CGI cuando se trata de mamuts y otras criaturas, aunque no siempre el resultado es positivo. El realizador termina creando una buena atmósfera gracias a estos elementos, la actuación de Kodi Smit-McPhee y un lenguaje extraño, creado especialmente para la ocasión (bien ahí que el paleolítico no se chamullaba en inglés), pero en un punto la historia comienza a caer en algunos lugares comunes, y el desenlace se nos vuelve un tanto (bastante) predecible. Igual, hay lugar para una última sorpresa, pero no para desarrollar los personajes o el futuro de la tribu, más allá de este punto, algo que hubiera sido interesante. “Alfa” es una aventura “familiar” hecha y derecha, centrada en esta relación entre humano y animal de la que siempre aprendemos y rescatamos algo positivo, y que ya forma parte de un subgénero específico de películas. No aporta mucho desde lo visual o lo narrativo, pero cumple mínimamente con lo que promete y entretiene, si uno no es tan exigente con el argumento. LO MEJOR: - La dupla protagonista tiene química. - Esos paisajes ayudan. - La banda sonora de Joseph S. DeBeasi y Michael Stearns. LO PEOR: - Esta historia ya la vimos varias veces. - ¿Es necesario poner a Morgan Freeman de narrador en todas partes?
Parece extraño arrancar un comentario enumerando requisitos o estableciendo algunos puntos de vista a tener en cuenta para que éste estreno encuentre su rumbo entre las audiencias, y hasta se podría definir como un vano ejercicio de encauzamiento de público, pero es el pequeño enigma de Alfa y su instalación en la prehistoria. En principio, los espectadores que anden buscando rigor histórico, congruencia geográfica, precisión científica o veracidad antropológica, directamente pasen de largo. Nada de lo que se muestra acá tiene algo que ver con las investigaciones hasta ahora. Los hombres de la tribu visten abrigos de cuero de algún animal y tienen un diseño que si tuviesen escudos pueden ser usados por Tom Cruise en la próxima secuela de Top Gun. Lo mismo sucede con los adornos. Collares de dientes tipo cocodrilo, aunque casi todo ocurre en mesetas y montañas, piercings que no parecen obedecer a ningún ritual, etc. Mucha etnia indefinida también. En la misma tribu puede haber un flaco estilo nórdico con pintura de guerra al estilo máscara de Llanero Solitario, mezclado con otro, onda Mohicano. Los animales, lo mismo: Está el antepasado del bisonte, el del rinoceronte o algún Mamut, pero los lobos, los licaones o las águilas son igualitas que las de ahora. Si es por la fauna, hay más precisión en la saga de “La era del hielo” (2002, y las 4 siguientes). Si está dispuesto a hacer todas estas concesiones, seguimos. Entonces, ¿por dónde pasa el interés de éste estreno? Aparentemente sólo por la aventura. 20.000 años atrás, Keda (Kodi Smit-McPhee) es un adolescente a punto de ser iniciado en el ritual de la cacería. Su rol en el mundo será el de proveer a la familia según anuncia la inconfundible voz en off de Morgan Freeman, quién abre y cierra el relato, como un paréntesis en la historia del hombre. En esta primera secuencia, filmada al estilo de “300” (Zack Snyder, 2006) con mucha cámara lenta y paisajes digitales, se cuentan los elementos de la historia. El grupo de nativos avanza sobre una junta de búfalos, los hacen retroceder, uno se sale del molde y embiste al protagonista hasta tirarlo por un precipicio. Flashback a una semana antes. El papá del pibe (Jóhannes Haukur Jóhannesson) y jefe de la tribu anda queriendo mostrar a todos que su pollo es digno hijo‘e tigre, pero el nene no da pie con bola, excepto en el tallado de puntas de flecha. Esas las hace bien. Tanto en esta parte, como en el resto del metraje, casi no habrá diálogos. Sólo lo necesario, aunque, por cierto, es un idioma inventado. Es decir: “kuratá-ají” puede significar “vuélvete con los tuyos” como se lee, o “al pancho le falta mostaza”. Es incomprobable. Hay que confiar en los subtítulos. Vueltos del flashback, la primera escena se vuelve a repetir completa (por sino la entendió) y luego comienza la aventura. Keda es dado por muerto y abandonado, pero sobrevive. Malherido logra herir a uno de los lobos que lo ataca, con el cual entablará un vínculo que se establece como el primer antecedente de domesticación y amistad entre el hombre y el ancestro del animal que luego será su mejor amigo. Ambos deberán atravesar una distancia (no muy bien contada y justificada) que harían temblar a Froddo y compañía (perdón, comunidad). El guión de Daniele Sebastian Wiedenhaupt y Albert Hughes, con dirección de éste último, se centra en la relación de mutuo entendimiento que se produce entre el lobo y el hombre, de la cual ambos aprenderán mucho. Vencer los miedos, construir las convicciones, superar las adversidades, en fin; todos los condimentos esperables en una película de supervivencia. “Alfa” tiene algunas cosas interesantes, como el tratamiento de la imagen. Abundan las panorámicas espectaculares de las locaciones en Canadá y Estados Unidos (aunque se hable de Europa en la ficción), pero se abusa bastante de este recurso al igual que de la banda sonora repleta de timbales y tambores. Probablemente el público joven pueda disfrutar mejor esta producción que no carece de algún momento emotivo y dos o tres gags que siempre funcionan cuando los animales responden en el set. No mucho más que esto, y una moraleja final que escuchada por Morgan Freeman hasta dan ganas de practicarla y todo.
Un cuento simple pero bien plasmado en la pantalla gigante con un muy grato desenlace. Si te van las historias de supervivencia de estilo épico y con poco diálogo, saldrás satisfecho de la sala de cine, pero sino es posible que...
Una dupla que se ve superficial El caso de reseñas positivas para este film es algo que me tiene intrigado. La verdad que me pareció un film bastante olvidable, con poca substancia y por momentos aburrido, pero luego de verla y navegando en internet, me doy con que tiene varias reseñas positivas de bastantes críticos especializados que han matado películas mucho mejores que esta... ¿Me perdí de algo acaso? ¿No es esta una historia plana, simplista y con exceso de CGI? Me desconcierta. Para empezar, voy con lo positivo. Le doy crédito por haber inventado un lenguaje particular la época, en palabras y símbolos. Esto creo que es importante para respetar la cultura y darle credibilidad al producto. Un film chino hablado todo en inglés o una película de aborígenes hablando la lengua anglosajona, no te hunde una película pero le quita contundencia. Por otro lado, tiene algunas secuencias de acción que están buenas, como la de la caza a los bisontes o la persecución de los lobos. Por último, me gusta como se desempeña el actor protagonista, Kodi Smith-McPhee. Creo que tiene talento y acá es de los más zafable de la propuesta. Bueno, vamos con lo que no me gustó. En primer lugar, si bien se entiende la intención del guión de mostrar como se va desarrollando la relación entre humano y lobo, creo que le faltó realismo y dinamismo. Realismo porque la interacción en hombre y bestia se va dando de maner muy simplista. El pibe le tira un poco de morfie al lobo, y medio que ya está... Se empiezan a hacer amigos. Inverosímil. De este tipo de situaciones hay varias. Ya que se preocuparon por dar realismo en otros aspectos como el languaje o las costumbres, se la hubieran jugado por hacer la relación más conflictiva de lo que terminó siendo. Por otro lado hablo de dinamismo porque por momentos el film se torna mdio aburrido. Tiene sus altos y bajos, pero el problema es que los bajos se dan sobre todo cuando interactúan humano y lobo. Eso no puede ser bueno para un producto que vende esa interacción como plato principal. Con respecto a los aspectos técnicos, si bien creo que en algunas tomas logra una buena fotografía, hay muchas escenas plagadas de un CGI muy artificial, como de banco de imágenes. Sí, son estéticas y deslumbrantes, pero también se notan artificiales y poco creíbles. Otra cosa que me parece muy loca, es que con la tecnología que hay hoy en día y con películas como "El libro de la selva" y la inminente "El Rey León", nadie puede hacer que un tigre dientes de sable se vea realista... En "10.000 B.C." no lo logran, en las películas para la TV "Attack of the Sabretooth" y "Sabretooth" definitivamente no lo logran, y en este film de mayor presupuesto, tampoco. ¿Es tan difícil? Que se yo... Bueno, en fin. La película en general me pareció flojita, con poco para disfrutar, para pensar o aprender. La falta de dinamismo la hace aburrida y el exceso de efectos la hace artificial. No la recomiendo.
Critica emitida por radio