Clips de la vida (anti) moderna Arrieros (2010) es un viaje introspectivo por el seno de una familia que durante años se dedicó a al arreo de animales a través de la cordillera, reflejando los cambios que la globalización provoca en la sociedad sin que a ellos logre inmutarlos. El segundo film documental de Juan Baldana integra una trilogía que comenzó con Soy Huao (2010) y tendrá su desenlace con Pescadores de Manguiseco (2013). Trilogía que refleja en cada una de sus obras a un grupo social que pareciera vivir en una época diferente a la que le tocó en suerte. En Arrieros la profesión se encuentra en un fuera de campo casi permanente, siendo un factor secundario para centrarse básicamente dentro de una familia tipo alejada del mundo moderno. En Arrieros Juan Baldana se dedica a observar otra realidad, su cámara se inmiscuye como si se tratara de un personaje invisible que forma parte de ellos. No actúa como un ojo voyeur que los espía, sino que es alguien más dentro de esa familia. No hay juzgamientos, no hay mensajes, nada más que la observación de la realidad de quienes a su modo llevan una vida diferente con una sensibilidad única y ausente en el cine de hoy. Cuando el vértigo y la adrenalina dominan cada día más la vida moderna todavía quedan personas que eligen vivir en otro tiempo. Un tiempo moroso, arrítmico, pausado, donde parecieraser que el único avance está en el arreo de los animales que deben trasladar. Y para ellos es lo mejor.
En las montañas de la frescura Arrieros , parte de una trilogía que completan Soy Huao y Pescadores de Manguiseco (sobre pequeñas comunidades sudamericanas) es un documental de observación: sin cabezas parlantes ni voces en off. Un filme que respeta los tiempos, costumbres y modalidades de vida en un ínfimo caserío en medio de la cordillera, cuyos habitantes se encargan principalmente de arrear ganado. Una existencia al margen de la globalización. Que, en un principio, puede parecernos dura y rústica, pero que, tras ver esta parca aunque luminosa película, se nos antoja feliz y libre. En una zona aislada de lo urbano, aunque se encuentre a apenas dos horas de auto de Santiago de Chile, Baldana captura la repetida comunión ancestral entre humanos, animales y un paisaje que hipnotiza de belleza. Arrieros , centrada en dos familias, jamás condesciende a las explicaciones. Nos muestra -desde una determinada subjetividad: lo inevitable- y nos invita a experimentar. El que se acerque al cine deberá olvidarse de los entretenimientos de costumbre y estar abierto a un viaje antropológico. Algunos podrán sentir tedio; otros, tal vez, se preguntarán si no estarán ante destinos más gratos que el propio.
Los trabajos y los días en el cerro Segundo film de la trilogía iniciada por Soy Huao (2009), dedicada a pequeñas comunidades de América latina que aún conviven de manera armoniosa con la naturaleza, Arrieros –selección oficial del Festival de Mar del Plata 2010 y premio al mejor documental en el Festival de Tandil 2011– está rodada en plena Cordillera de los Andes, en la frontera entre Argentina y Chile. Y como señala la inscripción del prólogo, la gente que retrata reside a no más de dos horas de auto de Santiago de Chile, aunque se diría que son años luz los que separan la vida rural de la familia Covarrubias, eje del film de Juan Baldana, de cualquier experiencia urbana. El cielo limpio, nítido, y los colores puros como el aire es lo primero que impresiona del registro de Baldana, un documental de observación que tiene la deferencia de abjurar de comentarios, voz en off o reportajes a cámara. Los que hablan en Arrieros son los trabajos y los días: el arreo de los animales (cabras, caballos) a la luz cristalina de la primera mañana, pero también los rituales cotidianos del ordeñe del rebaño y la faena de carne, o la fabricación de pan y quesos caseros, amasados amorosamente a mano. La producción artesanal de comida tiene un lugar central en Arrieros, porque expone no sólo la manera en que los Covarrubias y sus vecinos se alimentan de lo que ellos mismos generan sino también porque da cuenta de una fuente extra de ingresos, con la venta de productos caseros a los escasos turistas que se aventuran por esos pagos. Quienes a su vez dan pie a algún apunte simpático. “¿Tiene baño por aquí?”, pregunta una forastera. “Todo el cerro es un baño”, le responden, mientras la cámara recorre esa inmensidad. La tradición familiar y el aprendizaje de las tareas rurales por parte de los tres chicos de la familia también ocupan buena parte del metraje de Arrieros. Los pibes no sólo se instruyen empíricamente en la yerra o el ordeñe; también escuchan por la noche los relatos de los mayores (regados por una generosa damajuana de tinto) o las hazañas de un tal Martín Fierro, y cantan alegres alrededor de la luz ardiente de un fogón. Este retrato idílico, rodado en pleno verano, cuando las condiciones climáticas son más benignas, invita a preguntarse sin embargo qué es de esos chicos y de su educación formal cuando llega el invierno, un interrogante que la película de Baldana ni siquiera se plantea, demasiado enamorada como está de la belleza de esos parajes. En Arrieros hay también un problema de montaje, casi de respiración se diría. La edición del material es errática, como si todo lo que aparece en cámara tuviera el mismo valor, lo que produce un efecto paradójico: los momentos más intensos –la faena de un corderito o la estampida de una tropilla de caballos, por caso– se diluyen entre las circunstancias más serenas y rutinarias, sin llegar a generar una curva dramática. El ritmo de cada plano, a su vez, no tiene (afortunadamente) el vértigo que impone la televisión, pero tampoco la densidad de un plano cinematográfico, que invite a la reflexión. Hay algo superficial en el planeo del film sobre esa comunidad, como si el trabajo de campo previo o de rodaje no hubiera sido suficiente para un film que termina abruptamente a los 84 minutos y que tanto podría durar más cuanto menos, si tuviera más claro su objetivo.
Ventana a Los Andes “Arrieros” es un documental de observación (es decir que el realizador no interviene en la narración de los hechos) en el cual vemos la vida de unos arrieros chilenos que habitan en Los Andes y buscan vivir y adapatarse al sistema con todo lo que cuentan en su lugar, más allá de estar a sólo dos horas de la capital trasandina. Juan Baldana nos trae con “Arrieros” la segunda película de una trilogía que cuenta la historia de comunidades que conviven en la naturaleza –“Soy Huao” (2009) es la primera y parte que transcurre en la Selva Amazónica Ecuatoriana-, vidas más simples sin la creencia del mito del “confort” que tanto se reverencia en las ciudades. Este tipo de cine no es para cualquier espectador, uno tiene que ser consiente al sentarse en la butaca que va a ver un trozo de realidad cordillerana, sin aconteceres vertiginosos más que el arrío, algún esbozo de comercio con los viajeros que pasan por ahí y el degüelle de alguna que otra oveja (o sea que además de ser un espectador tolerante, no tiene que ser impresionable). Lo ilegible Sí bien debo destacar cierta agilidad en el montaje pese a esa cotidianeidad simple y andina, además del acierto sobre una chica down de la comunidad que genera cierta curiosidad y misterio, hay una carencia de planos estéticos ante tal paisaje que en éste tipo de cine es casi fundamental para el goce del espectador aunque el fin sea demostrar ese tipo de vida. Asimismo, pese a que rompa un poco lo límpido de los planos, se hace fundamental el subtitulado ya que es un lenguaje muy cerrado el que se habla en la comunidad. Conclusión “Arrieros” es un documental que refleja bien el día a día de esta comunidad semi-aislada con una cámara en mano que banco, aunque en medio de tanta naturaleza se centre demasiado en el hombre y no equilibre con la inmensidad de los paisajes andinos. Para los interesados en verla, les recomiendo que vayan al cine que es el único medio donde se puede hacer tolerable éste tipo de película, ya en dvd sería insostenible.
Los trabajadores nómades existen Dentro del llamado "documental tradicional", "Arrieros", asiste a la vida cotidiana del hombre y su grupo en tiempo real. La cámara se mantiene "silenciosa", sin ningún tipo de participación sonora, ni recurrencia a la nota o reportaje. El director Juan Baldana realizó la segunda película que forma parte de una trilogía que se inició con "Soy Huao", ambientada en la Selva Ecuatoriana y finalizará con "Pescadores", que se desarrolla en el noreste brasileño. El objetivo del filme "Arrieros" es, como en otras de la trilogía, seguirla historia de un grupo, en este caso un grupo familiar, que vive en contacto directo con la naturaleza en la que realiza gran parte de su vida cotidiana y su actividad laboral. Ambientada en la Cordillera de los Andes Chilena, el filme sigue la actividad migrante de arrieros que transportan mercadería en zonas montañosas y alejadas de centros regionales urbanos, así como acompañan al ganado en busca de mejores pasturas, siguiendo los vaivenes estacionales, para retornar a zonas bajas, cuando se avecina la temporada de las nieves. VIDA COTIDIANA El espectador registra zonas agrestes, naturaleza imponente, actividades diarias de los arrieros que no sólo abarcan el abastecimiento cotidiano, sino el mercadero espontáneo de productos caseros elaborados por las mujeres de la casa y la explotación de animales como ovejas y cabras, para el sustento diario. Arreos en busca de mejores campos, celebraciones familiares nocturnas, distribución de productos a clientes circunstanciales, vecinos ocasionales y turistas, docencia a los más chicos de actividades de ordeñe y castración animal y la constante actividad en procura de la subsistencia son las acciones de una vida sencilla y campesina. Dentro del llamado "documental tradicional", "Arrieros", asiste a la vida cotidiana del hombre y su grupo en tiempo real. La cámara se mantiene "silenciosa", sin ningún tipo de participación sonora, ni recurrencia a la nota o reportaje.
Un documental chileno, de Juan Baldana, que muestra la vida sufrida de estos habitantes de la montaña que se adaptan a las exigencias de este mundo, pero siguen aferrados a la tierra.
“Arrieros”: postales de un mundo que muere En la ficha técnica de «Arrieros», donde figura la palabra Elenco, dice «Familia de Manolo y Rosita, Cajón del Maipo». Deducimos rápidamente que se trata de una familia, pero, ¿quién es Cajón del Maipo? Correspondería preguntar qué es. Pero sus habitantes lo sienten como quién, porque, para ellos, vive. Y ellos viven en él, en la parte más alta. No todos pueden. De hecho, esta película fue rodada solo durante el verano. En verano van los turistas. Pocos kilómetros más abajo hay cabañas, paseos, casas de té, una ruta asfaltada. Siglos atrás hubo indios, en 1817 un brazo del ejército sanmartiniano enfrentó las fuerzas realistas, en 1986 varios ultras tirotearon un convoy de autos blindados donde viajaba Pinochet. Cinco cabos murieron, y se decretó estado de sitio. En todos esos casos, en todo ese tiempo, el lugar ha seguido indiferente. Enorme, abismal en algunas partes, acogedor en otras para quien sabe cómo arreglarse, con los cóndores volando bajito sobre el viajero y los pedregullos resbalando bajo las patas del caballo. Sol fuerte, piedra y ventolera, esa es la vida cajón adentro. Y ahí tienen su ranchito don Manolo, Rosita, y los suyos. Juan Baldana, que ya había convivido con una tribu amazónica en «Soy Huao», convive ahora con esa familia cordillerana. Respetuoso, graba sus actividades cotidianas sin inmiscuirse para nada. Y nos deja entender ciertas cosas, sobre el hombre, la naturaleza, y el paulatino acercamiento de la civilización con sus tentaciones. Apenas a dos horas de auto está Santiago de Chile. Pero es otro mundo. El de los arrieros y puesteros de montaña nos parece más sano. Sin embargo, ¿se mantendrá igual al cabo de unos años, como se mantienen las moles andinas? El próximo documental de Baldana es sobre un pescador nordestino cuyos seres queridos ya se instalaron en los costados de una gran ciudad.
Este documental forma parte de una trilogía del cineasta Juan Baldana sobre tipologías humanas y comunidades que conviven en la naturaleza sobre los márgenes del sistema de producción globalizada. Y es la idea esencial de Arrieros, el resto es una pormenorizada y parsimoniosa semblanza de un grupo de personas que arrían animales en la montaña, pegados a la frontera con Chile. Y que ofrece un espíritu similar a Soy Huao, que se estrenó el año pasado y en la que se describe una tribu de indios de la Amazonía Ecuatoriana. Parece increíble que este mismo realizador, que cuenta con extensa trayectoria publicitaria y televisiva, sea el autor de un sólido film de ficción, urbano, trepidante y atrayente como Los Angeles. En las antípodas de este Arrieros, que retrata la cotidianidad de una familia que se encarga de la cría y transporte de ganado a caballo, vendiendo productos propios, dando entender en todo momento que la montaña es su lugar en el mundo. Un cine de pura observación, despojado completamente de relatos en off o datos sobreimpresos, en donde hasta la bella música compuesta por Sergio Vainikoff sólo asoma con los títulos de cierre. Un cine que denota un gran esfuerzo personal, y que, más allá de algunos pasajes e imágenes valiosas, sólo logrará identificación con espectadores muy interesados en estos contextos y paisajes.
A esta altura ya todo un experto en el documental antropológico / contemplativo / observacional, Baldana continúa luego de la notable Soy Huao su exploración de comunidades poco conocidas (y perdidas en la geografía y en el tiempo) con esta mirada a los usos y costumbres de unos arrieros chilenos que viven en carpas y casas de chapa en el Cajón del Maipo. La cámara siempre atenta y jamás intrusiva de Baldana permite confrontar tradición y modernidad (si no fuera por las camionetas y otros elementos actuales uno podría pensar en un relato del siglo pasado) con toda la crudeza de una actividad que incluye el constante descuartizamiento de animales y con la sensibilidad de la transmisión de un oficio de generación en generación. En esta suerte de Sweetgrass sudamericana, la única presencia externa dentro del universo cerrado y autosuficiente es la de unos turistas extranjeros que llegan a sacar fotos “pintorescas”. La falta de énfasis y subrayados es -a la vez- el principal mérito y la mayor “condena” de un registro que, por momentos, resulta un poco “monocorde”, pero que igual no deja de ser fascinante.
La vida en una comunidad tradicional en Chile Tan sólo a dos horas de Santiago de Chile se levanta un campamento en el que los arrieros realizan sus tareas cotidianas. Aquí las viviendas son precarias, el clima es hostil y hombres, mujeres y niños se empeñan en ayudarse. Su mundo es extremadamente simple para la vertiginosa mirada de la ciudad y sus tareas les sirven apenas para generar un plato de comida y para brindarse entre sí esa cordialidad que es, en definitiva, uno de sus mayores placeres. El director Juan Baldana radiografió en este documental con indudable ternura a esos seres que, casi sin palabras (o con palabras apenas audibles) se esmeran en enfrentarse con las diarias contrariedades que les ofrece la naturaleza. Con una cámara atenta a gestos y sonrisas, el realizador sigue paso a paso el derrotero de esas familias que, a caballo o en esforzada marcha a pie, hacen de los arreos sus cotidianas costumbres. El marco de este duro trabajo son las escarpadas montañas, un cielo casi siempre azul y la calidez en su trato mutuo. La música, casi como un reemplazo a las palabras, va puntuando en el film las diarias tareas de los hombres, en su esfuerzo por conducir a sus animales por dificultosos caminos. Todo en el film es lento, tan lento como la existencia de esos pobladores siempre dispuestos a hacer frente a las adversidades, mientras sus hijos se entretienen con alguna revista o jugando un partido de fútbol. Así, con elementos técnicos sin ninguna grandilocuencia, Arrieros se encarga de mostrar con sencillez un episodio casi desconocido, teñido de sacrificios, alegrías y esperanzas.
“Prendido a las magias de los caminos, el arriero va, el arriero va”. La globalización y la postmodernidad no han logrado acaparar los patrones de conducta de toda la raza de humana. De esto va el presente documental de observación, que es un viaje antropológico, introspectivo, hacia el corazón de una comunidad de arrieros que viven en la alta montaña de la Cordillera de los Andes, a sólo dos horas de Santiago de Chile y a siglos de nuestra civilización hipertecnologizada...
Llega una coproducción Argentino- Chilena protagonizada por la familia de Manolo y Rosita, rodada en Cajón del Maipo, Chile. Aquí el director y guionista realiza un documental haciendo una radiografía de la vida de varias personas, que a lo largo de los años trabajan la tierra y crían animales, van transportando mercadería como café, paja, carbón, entre otras cosas, y cargan todo esto sobre los lomos de animales que circulan por la montaña. Estas familias (hombres-mujeres-hijos) viven en casas bastante precarias, sin luz, sin ningún tipo de comodidades, bajo un clima hostil pero sin los vicios de las grandes ciudades, lo que no han perdido es el dialogo, rigen sus costumbres, su forma de vida y sus aventuras económicas. Ellos trabajan diariamente asi generan sus medios de subsistencia, les gusta vivir allí en la montaña, (o por lo menos es lo que demuestran), les enseñan a sus progenitores sus actividades, el cuidado de los animales y de la tierra, en algunos momentos los niños se entretienen con revistas, jugueteando o jugando al fútbol, porque allí nacieron y ahí cada uno de ellos van a morir, tan alejados de todo, se encuentran a tan solo dos horas de viaje en auto a Santiago de Chile. El realizador Baldana sigue con su cámara cada uno de sus movimientos, pasando por el hacer queso, carnear un animal, pelar una oveja, ordeñar, hasta sacar e ingresar los animales al corral y muestra lo duro que es trabajar en la zona, en ese extenso, rocoso territorio y acompañado ante ese cielo maravilloso. Este documental es sencillo y de observación, con alguna situación de humor como por ejemplo cuando pasa una persona y pregunta - ¿Tiene baño por aquí?”, y la respuesta es-“Todo el cerro es el baño”, se introduce en la vida cotidiana de unos arrieros chilenos, en algunos momentos la música reemplaza ciertas situaciones, tiene pocos diálogos y muchos de ellos se pierden (mal sonido y dicción), realmente no creo que a muchos espectadores les atraiga este tipo de historias de vida. Su ritmo resulta bastante lento, hasta ser soporífero y monótono.
A ver. Uno se va curtiendo con cierto material de género. A medida que va pasando el tiempo miro para atrás y veo que, contando el último año y medio, no sólo pude ver los casi 40 documentales estrenados en el 2011, a lo que se suma todo el material visto en festivales, además de producciones aun no estrenadas. Estimo que totalizan unos 70 titulos en los últimos 18 meses. Casi cuatro cada treinta días. Créame, hay de todo. “Arrieros” es el más reciente. Las primeras imágenes intentan sumergirnos directamente en una geografía difícil y en un oficio tan duro como tradicional. Todo a la velocidad del andar casi cansino del caballo (y del camarógrafo que hace cámara en mano para subjetivizar la visión), mientras los diálogos entre un jinete y otro plantean lo cotidiano. A esta velocidad de montaje y con esos encuadres se desarrollará la totalidad del documental que forma parte de un tríptico sobre distintas regiones de Latinoamérica. El primero fue “Soy Huao” (2009), y el tercero será “Pecadores”, que tratará sobre los habitantes de una pequeña comarca del noreste de Brasil. En esta producción pareciera que la intención de documentar está disociada de la idea de transmitir. Por eso las decisiones de esquivar las estructuras convencionales (narración en off, entrevistas con discurso directo, etc.) se vuelven en contra para el espectador. Verdad es que para apreciar toda obra de arte hay que poner mucho de uno mismo. Si no se abren los sentidos, difícilmente podamos percibirla. Pues bien, “Arrieros” pretende eso, que el espectador ponga todo lo que falta. El problema es que visual y narrativamente se instala en una especie de meseta en la cual hasta los rituales más tradicionales tienen la misma importancia que una toma de relleno. El mismo ritmo. Quizás es más simple de lo que parece en estas líneas y uno es el que se complica. Vamos al punto (final): “Arrieros” está bien filmada. Hay una búsqueda de encuadres que pretende contar con la imagen al tiempo de tratar un tema interesante del que poco se sabe. Pero resulta aburrida, a veces redundante, con exceso de silencios que resultan baches en lo narrativo. En suma, uno termina con más preguntas que antes de asistir a su proyección Lo mejor que le puede suceder a un documental es que despierte el interés del destinatario por el tema y la problemática que tiene por objetivo plantearle, dejándolo con el ánimo dispuesto para recibir mayor información y conocimiento a su respecto. Lamentablemente este no es el saldo que deja la realización de Juan Baldana.
Publicada en la edición digital de la revista.
Buenísimo documental etnográfico del director de Soy Huao.LA NATURALEZA AL DESCUBIERTO: Cielo diáfano, sol intenso, perfecto silencio. Arrieros es un film que podría inscribirse en lo mejor del documental etnográfico. Segunda propuesta en el género de su director, quien comenzara con Soy Huao (2009), parte de una trilogía a completar con Pescadores. A Baldana le interesa rescatar las historias de aquellas comunidades que aún conviven- por elección- con la naturaleza. Probablemente como un modo de enfrentar al espectador al estricto reverso de su realidad. El contexto de Soy Huao fue la Selva Amazónica Ecuatoriana, Pescadores se rodó en Manguiseco, al noreste de Brasil y Arrieros en la Cordillera de los Andes. A sólo dos horas de auto de Santiago de Chile viven un pequeño grupo de familias, que han decidido continuar viviendo de un trabajo ancestral, lo que les permite cubrir sus necesidades básicas, comer, vestirse? y vivir. El registro de estas imágenes-realizadas con una excelente fotografía- da cuenta, de que se puede vivir en un contacto directo con la naturaleza, sin luz, sin agua corriente, y que el confort en todo caso forma parte de la fidelidad a una elección de vida, y que en todo caso es interior. Aunque por momentos genera asombro y un cierto extrañamiento ver la naturalidad con que son asumidas las tareas de la cotidianeidad. Hacer el queso, el pan de todos los días, carnear los animales, sacar sus pieles, arriarlos, convivir con ellos, bañarse en depósitos naturales de agua del deshielo?disfrutar de las pequeñas, grandes cosas, que la naturaleza nos ofrece. Los diálogos iluminados apenas por el fuego o por una lámpara que deja reconocer los rostros, orgullosos de su trabajo, apegados a sus tradiciones, a sus canciones, ocupados en sus tareas, des-preocupados del consumismo, con tiempo para reír, hacer chistes, festejar cumpleaños, en el medio de la real naturaleza. Arrieros es una propuesta documental y en cierto sentido radical, porque genera en el espectador una inmediata reflexión respecto a la elección de esta comunidad y a la realidad que los/nos circunda. El arrieraje ha sido una actividad fundamental del mundo andino, tanto para el manejo de los animales, como para el conocimiento de las rutas, de los caminos preexistentes, a pesar de que la misma fue mutando a fines del XIX con la llegada del ferrocarril. El arriero de hecho es quien conoce el arte de vivir y sobrevivir en la montaña y ARRIEROS es a estos efectos un documento fílmico sobre el comportamiento y las actitudes, que se dejan ver desde la cotidianeidad. Un film para disfrutar y una cultura para interpretar.