Hace ya casi cuatro años que Albertina Carri presentó Cuatreros, un documental ensayístico que, tomando como punto de partida la figura del legendario “gaucho rebelde” Isidro Velázquez, operaba como vehículo para replicar audiovisualmente el torrente de recuerdos y pensamientos de la directora. Si bien se trataba de un film inclasificable, cercano a la videoinstalación pero armado con herramientas propias del cine, no era una búsqueda novedosa para alguien que, como Carri, ha construido una obra cuya voluntad principal es indagar en los pliegues del pasado. Un pasado personal aunque con resonancias generacionales y en el que lo político es indivisible de lo íntimo. O más: un pasado, legible para ella a través del cine, en el que lo íntimo ES político. Sobre esa misma idea gira Bernarda es la Patria, que nada casualmente tiene a Carri como productora y guionista junto a Diego Schipani, quien aquí también dirige y antes había producido y guionado con ella Cuatreros. El destino de este nuevo viaje comandado por Schipani es el transformismo en la escena under porteña de los ’80, un movimiento tan anárquico y caótico como la película que intenta reflejarlo. Pero no hay datos duros ni bibliográficos, así como tampoco el intento de construir una verdad absoluta. Bernarda… utiliza como pilares las subjetividades de quienes vivieron en carne propia las particularidades de esa época, voces representativas como las Vanessa Show, Fernando Noy, Mosquito Sancineto, Mario Filgueira y Willy Lemos. Es un periodo mucho más recortado en tiempo y espacio que el de Cuatreros. Desde ya que están las inevitables imágenes de archivo caseras (algunas son auténticos hallazgos), así como también las visitas los lugares que fueron y ya no son, como Cemento y el Parakultural. Lo de “ser” es literal. Si durante el casting escucha con atención a cada actor, cuando le toca ensayar, lejos de interpretar, Lemos se apropia del personaje creado por el español, como si en esos parlamentos encontrara resonancias propias vinculadas al dolor de la infancia, a la incomprensión de la adolescencia, a las dudas de su primera adultez. Revelaciones que la cámara escucha con atención, dejándose llevar por el cauce de los recuerdos y reflexiones del actor. Porque Bernarda es la Patria es un registro del pasado pero también del presente, una nueva exploración de la íntima relación entre teatro y libertad. Una libertad creativa pero también identitaria. Ser quien uno quiere ser: pocos actos más libres que ése.
Bernarda es la patria son muchas películas en una. Y, aunque no todas las partes son igual de interesantes y profundas, el todo no deja de ser valioso y en varios pasajes fascinante. En los poco más de 70 minutos de este primer largometraje documental del director de Las hermanas L., 8 semanas y La noche del lobo (aquí con Albertina Carri como coguionista y coproductora) se aborda la puesta en escena del clásico (aunque en una versión nada clásica) La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca; pero también la historia del movimiento under de la primavera alfonsinista con eje en el mítico Parakultural de la calle Venezuela al 300 (aunque algunos protagonistas se burlan diciendo que ellos empezaron antes y luego les copiaron la fórmula), del transformismo en la Argentina y, más puntualmente, de Willy Lemos, quien luego de un inicio con estructura coral y espíritu generacional se convierte en el eje principal del relato. La producción se extendió durante cinco años (algunos participantes incluso fallecieron en ese lapso) y el proyecto fue mutando, especialmente con el ingreso de Carri. La película pone en cuestión (y por momentos en tensión) esos cambios de rumbo, un poco como la directora lo había hecho en su influyente Los rubios. Más alla de su estructura de cine dentro del cine (y de teatro dentro del teatro), la película crece y encuentra su rumbo (y su corazón) cuando Lemos reconstruye su historia personal y la del transformismo que tan violentamente fue reprimido desde fines de la última dictadura e incluso durante varios años de democracia (y a eso hay que sumarle la posterior paranoia y los prejuicios sociales por el SIDA). Con desenfado y desparpajo, con una nostalgia -por suerte- no demasiado exacerbada, se produce un viaje a aquellos tiempos de “La Gran Markova”, Alejandro Urdapilleta, Batato Barea y Humberto Tortonese, El Clú del Claun, las Bay Biscuit, Gambas al Ajillo, Los Peinados Yoli y Besos de Neón. Incluso varios de los héroes y heroínas de la época, como Mosquito Sancineto, Verónica Llinás y Fernando Noy, aparecen con mayor o menor preponderancia en distintos momentos del documental. Si bien Lemos y Noy terminan en el Xirgu, en (lo que queda de) Cemento y el Parakultural, Bernarda es la patria no tiene pretensión de ser un trabajo sobre el movimiento contacultural en su conjunto, sino sobre todo del de aquellas primeras drag queens: el transformismo como el under dentro del under. Por momentos un poco caótico y derivativo, el film de Schipani (quien no tiene miedo de definir a su proyecto como “pastiche”) abarca demasiados terrenos y la sensación (por la riqueza de muchos testimonios y materiales de archivo) es que se podría haber profundizado en varios de ellos. No es una queja, quizás sí un poco de desilusión. De todas formas, Bernarda es la patria no deja de ser un trabajo disfrutable y querible, tan tierno como doloroso. Un canto a la diversidad sexual y artística. Una oda a la libertad.
ELOGIO DE LA INTERPRETACIÓN Una puesta teatral de La casa de Bernarda Alba, con hombres haciendo los personajes femeninos de la emblemática obra de Federico García Lorca, es la punta de lanza de este documental de Diego Schipani que traza desde ahí una suerte de homenaje a la movida under porteña de los 80’s, especialmente en la figura de Willy Lemos, actor insignia de aquellos tiempos. La cámara registra el proceso de casting, también algunos ensayos y las reflexiones que surgen entre bambalinas a partir de una lectura actual de aquella pieza. Elogio de la interpretación, Bernarda es la patria piensa desde esos actores que juegan su rol la idea de roles sociales que tanto Lemos, como Fernando Noy y tantos otros referentes de aquel movimiento subterráneo de los años de la dictadura y el reinicio democrático, llegaron para romper: la exploración de lo femenino desde lo masculino, lo sexual diverso, lo provocador, la conversión de la piel y el deseo en militancia, aquello que resultaba contracultural desde los tiempos previos al icónico Parakultural. En Bernarda es la patria hay dos películas en una, que no siempre conviven con placidez. Por un lado está el seguimiento de la puesta teatral, por el otro el rico anecdotario de Lemos, que exige con su presencia magnética el protagonismo absoluto. Lemos se reencuentra con viejos amigos, cuenta anécdotas de aquellos tiempos, piensa y se piensa en retrospectiva. Hay algo interesante que surge en esos pasajes, por lejos los mejores del documental: muchas de las cosas que cuentan Lemos y sus amigos son terribles, historias de violencia institucional y de abusos. Sin embargo, lo hacen quitándole lo trágico y recurriendo a una nostalgia particular. Es el relato del sobreviviente, pero sin la culpa que en muchos casos se da en el que logró atravesar una etapa y se siente en la obligación de recordar a los que quedaron en el camino. No es una mirada -si se quiere- deshonesta con el pasado, sino una que reconoce que el presente es afortunadamente diferente y que se puede mirar hacia atrás con el alivio de haber sobrevivido para contarlo, de volverse un pedazo de historia. Es en el relato de diversas experiencias, en el recuerdo de las grandes figuras de aquella movida, en la recuperación de un lenguaje (corporal, gestual, verbal) de aquellos tiempos donde Bernarda es la patria se convierte en un gran homenaje a quienes sentaron las bases, desde el arte, del cambio social que se dio a posteriori. Claro, la potencia del relato de Lemos es tan fuerte que uno lo extraña cuando el documental cede en su segunda parte al avance de la puesta teatral. Hay algo derivativo en la película (hay cosas que quedan descolgadas, como ese prólogo con varios actores hablando a cámara), como si buscara un significado superior en esa transformación en escena, en los parlamentos de la obra de Lorca. Tal vez haya algún vínculo entre esta obra, su forma de representación, y lo que Lemos hacía en los 80’s, pero también es cierto que la fuerza de lo under es imposible de representar en el marco de un espacio artístico más institucionalizado. Así es como Bernarda es la patria no termina definiéndose entre el documental en primera persona y la búsqueda estética y reflexiva sobre el espacio teatral y la representación. En todo caso la presencia de Lemos es la que termina unificando el concepto, volviendo a sintetizar diversas capas en su propio cuerpo, que es en definitiva lo que ha perseguido el actor en esa búsqueda personal. Tal vez este sea el borrador del gran documental que asoma por momentos.
Los preparativos para una puesta en escena de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, constituyen la excusa para que el realizador Diego Schipani, en su primer largo documental, trace un perfil de Willy Lemos, quien protagoniza la obra en el papel de Bernarda y es uno de los pioneros del transformismo en la escena local haciendo papeles de mujer ya desde los años de dictadura. Su vida, su trayectoria y también, indisolublemente ligada a él, la historia del under de los 80 del que formo parte desde sus inicios con Los Peinados Yoli o Besos de Neón y del ambiente gay desde fines de los 70 y los 80. Esto implica de modo inevitable hablar también de la represión en esa escena y en ese ambiente hasta bien entrados los 80 y bien establecida la democracia. El film de Schipani apela muy poco al archivo, apenas un breve video de una presentación del dúo Besos de Neón, o a las entrevistas, todas agrupadas al principio jugando más bien como introducción. El relato oral entonces queda en manos de Lemos ya no en situación de entrevista sino al mismo tiempo que se suceden otras actividades: en los ensayos, durante las pruebas de maquillaje, en reuniones con amigos. Ahí es donde el protagonista se abre y va dirigiéndose menos al espectador que a su interlocutor del momento, contando sin particular orden episodios de su vida (algunos muy duros, como situaciones de abuso en su niñez), momentos amargos y festivos, los amores, el sexo, su carrera, la persecución, las fiestas clandestinas, la aparición del SIDA o sus viejos compañeros algunos de los cuales ya no están. En algunos casos con añadidos de sus amigos en un tono relajado y cómplice y también situaciones más íntimas donde alcanza un carácter confesional. Paralelamente asistimos a las audiciones de casting para la obra en el Teatro Margarita Xirgu, llevadas por su director Ariel Farace junto Verónica Llinás (otra figura clave del under de los 80 como integrante de Gambas al Ajillo), al poeta Fernando Noy y el propio Lemos. No parece casual en este contexto la elección de La Casa de Bernarda Alba por lo que significa Lorca como autor homosexual, perseguido y asesinado, así como el hecho de tratarse de una obra sobre la represión de los sentimientos, las apariencias, los deseos aplastados y las ansias de libertad. Al mismo tiempo Lemos va preparando su papel de Bernarda y el realizador se propone un ejercicio que es el de mostrarlo ensayando no en el escenario del teatro sino en contextos periféricos, como los pasillos y las salas de máquinas, en plena calle o un lugar que puede parecer disonante como un estacionamiento pero que en realidad es de lo más pertinente porque en ese mismo lugar es donde funcionó Cemento. El contraste entre un Lemos vestido y maquillado declamando sus partes asistido por su amigo Noy en esos escenarios produce un interesante efecto de extrañeza. Y así como somos testigos de sus preparativos nunca llegamos a ver la obra terminada. Lo importante aquí para Schipani es el proceso, del mismo modo que en el caso del propio documental que habla también de sí mismo y expone los resortes de su propia construcción. Con frecuencia Lemos, en tanto protagonista, habla del film que se está haciendo y se pone en discusión lo que es y lo que podría ser, así cómo se explicitan las diferencias entre el documental que quiere Lemos, el que quiere Schipani e incluso el que quiere su co-productora y co-guionista Albertina Carri que ya había realizado un similar ejercicio de cine dentro del cine en Los Rubios. En línea con otros documentales recientes que tomaron el fenómeno del under de los 80 como Cemento, el documental (2017) o La Organización Negra (2016), el ambiente gay de esa década como El silencio es un cuerpo que cae (2017) o El puto inolvidable, vida de Carlos Jáuregui (2018), o de ambos como La peli de Batato (2011), el documental de Schipani pone en juego con humor, a través de la historia y la voz desenfadada y lúcida de Lemos, temas como la sexualidad, la vanguardia, la libertad, las relaciones entre la vida privada y las luchas colectivas y el alto costo de algo tan inalienable como el derecho al goce. BERNARDA ES LA PATRIA Bernarda es la Patria. Argentina. 2020 Dirección: Diego Schipani. Intérpretes: Willy Lemos, Verónica Llinás, Fernando Noy, Ariel Farace, Víctor Anakarato, Mario Filgueira. Guión: Albertina Carri, Diego Schipani. Fotografía y Cámara: Federico Bracken. Edición: Lautaro Colace. Diseño de Sonido: Esteban Golubicki. Producción: Albertina Carri, Diego Schipani. Duración: 71 minutos.
El arte por el arte Historia, política, sociedad, teatro y cine se fusionan en un solo discurso a través de las palabras, dentro y fuera del escenario, para festejar la otredad y así al ser humano. En Bernarda es la patria (2020), se deconstruye el binario de género a partir de Lorca y de los movimientos culturales del underground de Buenos Aires durante los 80’. Una película celebratoria, a modo de homenaje, de memoria urbana, de comedia desopilante que transita los sinsabores y las alegrías de la vanguardia cómica argentina. Diego Schipani (Director y co-guionista) usa la dramatización de un montaje de la obra de teatro La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca, para adentrarnos al tema y al ser retratado como detrás de escena podemos ver juntas las dos facetas del performance. Esto permite el uso de planos cerrados para exhibir las emociones, sin dejar de lado las tomas abiertas para recordar el objeto de estudio. La fotografía (con juegos entre luces y sombras para las escenas en el teatro y minimalista para lo que sucede fuera de este) sirven de transición entre ambas realidades. Willy Lemos impresiona y atrapa con su talento y valentía al mostrar más allá de los hechos concretos que narra, la vulnerabilidad de un ser humano y un artista. Aunque la película no profundiza en otros subtemas que se mencionan, posee un componente de naturalidad que juega a favor. "Un interesante juego con la ficción para contar la verdad, que atrae y complace a su audiencia."
El trabajo de puesta en escena de una versión de La casa de Bernarda Alba es el disparador de este película singular y reticente a las clasificaciones que termina funcionando al mismo tiempo como homenaje cálido y cargado de humor a un un grupo de artistas que tuvieron un papel decisivo en la cultura del under porteño nacida en los años 80 -la escena que giraba alrededor del Parakultural con su impronta de liberación sexual y provocación política- y manifiesto a favor de la identidad trans. Con inteligencia y atrevimiento, Diego Schipani y Albertina Carri le dieron forma a un guión que decantó en un documental en apariencia disperso y digresivo pero que en realidad refleja con fidelidad el espíritu anárquico de una movida valiente y contestataria. Lo que podría haber sido el mero registro de una serie de ensayos y castings teatrales condimentado con algunos testimonios destinados a reconstruir una historia subterránea (fundamentalmente, los que con gracia y soltura aporta Willy Lemos, artista que fue parte del dúo Besos de Neón e interpretó al primer travesti del cine argentino en Tacos altos , de Sergio Renán) va adquiriendo gradualmente el espesor de un relato cinematográfico con vida propia que opera como memoria y balance de la resistencia (y la persistencia) de una vanguardia cuya revalorización está más relacionada con el reconocimiento de su papel político, más que con una legitimación consumada a partir de una forzada incorporación al mainstream .
“Bernarda es la patria” de Diego Schipani. Crítica. Transformismo y poesía en el under de los 80´. Bruno Calabrese Hace 3 días 0 52 El 9 de julio a las 22 hs. por Cinear tv (repite el sábado 11 y luego en Cinear Play) se estrena el documental escrito y producido por Albertina Carri y Diego Schipani, protagonizado por Willy Lemos junto a Fernando Noy, Ariel Farace y Verónica Llinás, entre otros. Por Bruno Calabrese. Transformismo, Parakultural, intervenciones teatrales poderosas que interpelaban y muchas veces incomodaban al espectador. el universo febril del under de los 80´ marcó un antes y un después en la historia teatral argentina. La dictadura militar recién había terminad y todas esas prácticas censuradas que se desarrollaban en la clandestinidad comenzaron a tener mayor difusión. Fue así que surgieron grandes artistas que cobrarían notoriedad como Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese, Batato Barea, entre otros. La excusa del montaje de la obra teatral “La Casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca es la ocasión ideal para adentrarse en ese febril universo. Quien se jacta de ser uno de los precursores de esa movida cultural (incluso acusa al Parakultural de copiarlos) es la estrella principal del documental, el actor Willy Lemos. El será el encargado de relatar como fueron esos convulsionados años donde los resabios de la dictadura aún estaba presente a través de las razias policiales, sobre todo a espectáculos de este tipo, donde los hombres se vestían de mujeres para darle vida al under teatral. Los relatos son anécdotas divertidas que cobran un matiz distinto cuando se toca el tema de los abusos dentro del ámbito familiar sufridos por el actor. El material de archivo son fotos y vídeos, en ellos vemos a estrellas como Susú Pecoraro y Edda Bustamante, íconos del cine y la televisión, pero también encontramos históricas intervenciones de los artistas del parakultural. Willy relata como se vivían esos tiempos donde los homosexuales eran perseguidos por la policía, momentos donde el transformismo era mal visto. “Bernarda es la patria” se vale del humor y las palabras para recuperar un momento histórico del arte nacional. Relatos sobre un submundo de expresión cultural y artística alejado del mainstream local, en el cual actores montados en pelucas, plataformas y plumas dieron vida a personajes extraídos de una realidad en la incipiente vuelta a la democracia. Puntaje: 80/100. Edición Fotografía Guión
Primer largometraje documental dirigido por Diego Schipani, producido y coguionado por Albertina Carri, se estrena en plataforma Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. El film da su inicio desde lo que parecieran ser las clásicas entrevistas “cabezas parlantes” del género documental, pero la decisión de elección sobre cuáles fragmentos utilizar en la introducción del relato nos indica que estaremos habitando “el detrás” de estos personajes que nos presenta. Esa es la riqueza de la película en todo su esplendor, una narración que se deconstruye para reconstruirse a sí misma entre memorias, recuerdos, vínculos, sucesos, momentos, silencios, secretos y talento. Willy Lemos, Vanessa Show, Fernando Noy, Mosquito Sancineto, Mario Filgueira, Victor Anakarato, entre otres conforman una composición distópica, a través de una dinámica irreverente y provocadora, reflejo del movimiento del que fueron pioneros. Este documental puede leerse como registro del rescate de los movimientos culturales del underground de Buenos Aires durante los 80. Sosteniendo una mirada lindante al homenaje por sobre la celebración de las otredades, quienes utilizaron al transformismo en el arte como forma de expresión identitaria posdictadura, atravesando todo tipo de abusos, razzias y humillaciones, no sólo del ámbito social sino también familiar, revelando una capacidad de resiliencia ejemplar, donde las amistades cosechadas entre resistencia y clandestinidad dieron paso a las libertades del hoy. Si bien la estructura del film pareciera ser una especie de construcción sin sentido aparente, no considero aleatorio que Diego elija a Willy Lemos como protagonista de su documental mientras éste interpreta a Bernarda Alba de García Lorca. Pues Lorca, en La casa de Bernarda Alba, maneja el espacio temporal en función del espacio escénico convirtiendo a esa casa en prisión, lo mismo ocurre con la narrativa de este documental donde la acción presente de sus personajes consiste en adentrarse a un pasado que los condenaba a “ocultarse”, manteniéndose prisioneros en sus propixs cuerpxs. Lemos consigue, desde la dirección de actores y la técnica del método de ensoñación personal, exponer el alma en cada repetición, donde le vemos combatir entre Willy y la opresión disfrazada de Alba. En la escena que interpela al público con las frases “lo peor es haber nacido”, “nacer es el peor castigo”, “déjenme salir”, puede verse claramente cómo se genera, a su vez, un nuevo espacio temporal, fuera del que mira y del que crea, consiguiendo verdad en la mirada y exponiendo lo real por sobre lo representado. La estructura creada por Diego Schipani y Albertina Carri también tiene una similar característica con la obra en función de lo que se dice y lo que se calla. Pues en el proceso de edición de una película de no ficción es donde se toma esa decisión: en la obra Bernarda acalla a sus hijas y reprime sus deseos, dictatorialmente, forzándolas a sostener un personaje que no son; en el film se decide que veamos y escuchemos “lo crudo”, pues estamos entre bambalinas, hacemos castings, participamos del entrenamiento actoral, somos testigos de confesiones íntimas durante sesiones de maquillaje, habitamos el off del rodaje, su desprolijidad, su improvisación, etc. Todas esas elecciones conllevan a que como espectadores nos sintamos conectades íntimamente a la persona por sobre el artista, ese que nació como lucha pero también como escudo. Bernarda es la patria es una invitación a conocer les percusores del movimiento del transformismo nacido como expresión artística y búsqueda personal de la libertad en la Buenos Aires de los 80, denotando una vez más que lo íntimo de cada une es también lo político de todes.
A medida que Bernarda es la patria avanza, tambalean categorías, clasificaciones, definiciones, (des)conocimientos. La película de Diego Schipani hipnotiza en parte por eso, y en parte porque reconstruye una porción de historia del movimiento paracultural porteño. Lo hace en el marco de preproducción de una reversión atípica de La casa de Bernarda Alba, y a partir de los testimonios y análisis de referentes como Willy Lemos, Fernando Noy, Mosquito Sancineto, Vanessa Show y el fallecido Mario Filgueira. La inclusión de material de archivo completa este homenaje al under local y por supuesto al siempre vigente y brillante Federico García Lorca. Más allá de algún punto de contacto con En busca de Ricardo III, cuesta encontrarle antecedentes a este ejercicio coescrito y coproducido con Albertina Carri. Como Al Pacino a mediados de los años ’90, Schipani y su socia creativa convierten los preparativos para la reposición de un clásico teatral en una oportunidad de reflexión histórica, social, cultural. A diferencia de la estrella neoyorkina, los realizadores porteños se concentran en un período acotado (y poco revisado), y además articulan las instancias de maquillaje, vestuario, casting, ensayos, no sólo con entrevistas más o menos formales, sino con fotos y filmaciones de archivo (en este caso tomadas/grabadas en los ’70 y ’80). «Bernarda es la patria» afirma Noy en alusión, antes que a la España franquista retratada por García Lorca, a la Argentina que reprimió toda desobediencia a la norma heterosexual. En esta otra casa/tierra asfixiante, algunos habitantes cuestionaron, resistieron, lucharon contra la pulsión disciplinadora. Schipani filma en lugares de disidencia tan emblemáticos como la sala Margarita Xirgu y lo que quedó del Centro Parakultural y la discoteca Cemento. Los integrantes del elenco teatral y algunos entrevistados mencionan a exponentes de la talla de Alejandro Urdapilleta y las Gambas al Ajillo (atención a la participación secundaria de Verónica Llinás); algunos espectadores recordamos a Batato Barea y Omar Chabán. La elección de fragmentos de la obra original de García Lorca constituye un aspecto clave de la reversión interpretada por una decena de actores, entre los cuales hay una sola mujer ¿cisgénero? Ponen la piel de gallina los parlamentos de Bernarda y Adela que Lemos pronuncia, a veces sometido a primerísimos primeros planos. La adaptación teatral de Ariel Farace parece todavía más subversiva que aquéllas reposiciones protagonizadas por varones ¿cis? (ésta y ésta por ejemplo). Por lo pronto los ensayos zarandean nuestra lógica binaria, además de poner en evidencia los roles subalternos que el patriarcado le impone a la mujer. Por su parte, Bernarda es la patria consigue algo en principio inconcebible: conjugar el oscurantismo de La casa… con el sentido del humor y cierta nostalgia de quienes evocan recuerdos ambientados entre la última dictadura y la democracia alfonsinista. En este punto cobra especial relevancia la calidad del patchwork que Schipani confeccionó con el montajista Lautaro Colace. La memoria, la necesidad de ejercitarla para cubrir los baches que dejan los historiadores oficiales, asoma en este tercer trabajo que el realizador y Carri llevaron adelante. Desde esta perspectiva, ambos parecen continuar por el sendero que empezaron a transitar juntos cuando produjeron la videoinstalación Operación Fracaso y el sonido recobrado y el largometraje Cuatreros.
Willy Lemos recorre, con talento y emoción, pasajes de su vida abriéndose a la propuesta del director Diego Schipani, que en principio sería una semblanza sobre el under de los años ochenta y la historia de aquellos que, desde las disidencias, configuraron el panorama de otredades a pesar de los intentos por silenciarlos, pero termina configurándose en una semblanza en su propia voz, abriendo el juego desnudándose, revelando verdades que acompañan, además, la preparación de una puesta de la obra de Federico García Lorca que da título a la película. Conmovedora.
Mientras en la superficie la Dictadura todavía replegaba sus fuerzas, debajo, en los subsuelos de la primavera alfonsinista, los latidos de una fiesta brillosa y clandestina empezaban a hacerse oír. Surgía un teatro ruidoso, incipiente, recargado de plumas, brillo, lentejuelas y todo el color que durante mucho tiempo había sido negado. Eran otros tiempos, donde lo contracultural era verdaderamente contracultural y que te encuentren maquillado y con peluca siendo hombre, argumento suficiente para que te metan preso. El documental de Diego Shipani busca indagar entonces en el corazón de aquel mítico under porteño, donde nombres como Batato Barea y Alejandro Urdapilleta siguen resonando desde el más allá como ecos de esa algarabía salvaje que vino a renovar los escenarios con una creatividad inédita; siendo consciente de la incongruencia que sería pretender encorsetar una movida que nació con alma rupturista. Frente a la imposibilidad de abarcarlo todo, el recorte queda circunscripto a la vida, obra, cuerpo y voz de Willy Lemos, protagonista incuestionable de la escena y uno de los primeros en introducir el transformismo a las tablas. Y sí hablamos de transformismo, la película en sí funciona de esa manera al ir mutando y deformando sobre la marcha su propia puesta en escena para registrar el proceso de creación de una nueva: la del clásico de Federico García Lorca, “La casa de Bernarda Alba”. El resultado es una serie de fugas procedimentales y temporales. La vitalidad instantánea del teatro se funde con el cine. Las anécdotas conviven en simultáneo con imágenes de audiciones y ensayos, se hibridan de la misma manera con que la ficción y lo documental entran y salen del cuerpo performer. Como un caos ordenado, Bernarda es la patria retumba en varios volúmenes a la vez, todo para qué tres décadas más tarde, el espíritu de aquellos años de resistencia sea testimoniado y revivido por medio de uno de sus sobrevivientes fundamentales. Lemos desempolva sus recuerdos en el under -cargados siempre de una libertad sexual desaforada- con la misma liviandad con que puede confesar, en plena sesión de maquillaje, sus más dolorosas tragedias personales. Así, su biografía se vuelve caja de resonancia de las desgracias de los que ya no están. Muchos de ellos, víctimas mortales de la por entonces llamada “Peste Rosa” recordada por el actor como un virus que no solo trajo el espectro de la muerte sino además, el recrudecimiento del prejuicio hacia a los homosexuales como él. De modo que si a eso le sumamos el gesto de travestirse y exteriorizar toda una feminidad desbordante cuando todavía nadie estaba familiarizado con el término drag queen, su cuerpo y, el de muchos otros que hace tiempo dejaron de brillar, no impone otra cosa que no sea respeto. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Cine.ar: "Bernarda es la patria" de Diego Schipani: un documental que es un hallazgo. Entre el 10 y el 17 de julio se va a poder ver este documental de Diego Schipani producido y escrito en conjunto con Albertina Carri, y protagonizado por Willy Lemos. Quería contar que se suscitó en algún posteo por allí en facebook un confusión llamativa con respecto al título de "Bernarda es la patria". El error en un flyer le agregaba a la frase un "no" que cambia sin duda el sentido de esta Bernarda lorquiana, argentina en work in process, gay, queer y memoriosa del universo ochentoso que recupera el film de Diego Schipani. Una "Bernarda no es la patria" no es lo mismo que un "Bernarda es la patria". La alusión, claro, tiene que ver con esa joya del teatro español que es La casa de Bernarda Alba. Y aunque pareciera caerse en un juego de palabras es central para entender el documental: "La patria es Bernarda, la que nos encierra a todas y de la que se puede salir solo con el amor, nada más, pero por un amor por el que hay que luchar. Un amor que aparece fragmentado como un vitral." ese comentario dicho así por el poeta Fernando Noy, a modo de conclusión de una prueba de actores es el centro de ese sentido de "Bernarda es la patria". La puesta de la obra de Garcia Lorca, asesinado por el Franquismo por homosexual y artista, es planificada en el film con actores travestidos en un fluir de géneros y una ruptura con aquella encerrona original que el propio Lorca definía como teatro fotográfico. ¿Qué cosa es salir del closet sino salir del encierro que suponen las reglas desplegadas por la patria.? El estreno en Buenos Aires casi 10 años más tarde (1945) del estreno en España (1936) de La casa de Bernarda Alba se debió a la actriz Margarita Xirgu, nombre del teatro en el que se prepara esta obra del film de Schipani, 75 años despúes y espacio del debut del propio Willy Lemos. Un círculo perfecto. La película se propone de algún modo como ese vitral amoroso. En que un actor de larga trayectoria en la escena under de Buenos Aires (Mirá tambien la nota que hicimos con Willy Lemos), pero también en el teatro y en el cine, viene a convertirse en centro, alrededor del cual fragmentos amorosos de sus amigos de adolescencia, de recuerdos de las razzias y los peligros de "vestirse de mujer" aún en el comienzo de la democracia, el abuso del padre (inteligentemente contado de a retazos), las sesiones de maquillajes, el relato de los amores, los ensayos de su personaje. La imbricación entre la cultura under, popular, perseguida y la alta cultura teatral (lorquiana eso si), es bien actual. Las pruebas de actores con Farace, Noy, Veronica Llinas y Lemos como evaluadores es un acierto y en muchos casos esos encuentros funcionan como nudos del sentido del documental. El comienzo con testimonios a cámara de Vanessa Show, Fernando Noy, Mosquito Sancinetto, Mario Filgueira, y otros protagonistas de aquella escena del under de Buenos Aires, historiada ya en las vidas del Parakultural o de Cemento, sirve como punta de lanza en un relato que promete una convención pero que enseguida rompe hacia el lugar de una obra en proceso, tal cual la misma obra que se prepara y ensaya en el Margarita Xirgu y el propio documental con una larga historia de producción y cambios de rumbo, tal cual dice el propio Lemos. Willy es un espectáculo en sí mismo y ésta es la película que finalmente lo eleva al lugar que se merece. Mirá tambien la nota que hicimos con Willy Lemos
La película arma su historia buscando discutir el binarismo de género a partir de La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca y recordando los movimientos culturales del underground de Buenos Aires durante los años ’80. Son dos películas que conviven en una con resultados dispares pero siempre interesantes. Da por sentado que todos los que ven el film conocen la historia de la comunidad gay y su relación con el movimiento paracultural del underground de hace cuarenta años, lo que por momentos lleva a que el espectador tenga más ganas de conocer ese pasado a discutir los elementos artísticos del presente. Ver cómo ha cambiado el mundo en estas décadas es muy impactante, pero en la película eso no llega a verse. Lo deduce el espectador simplemente por vivir en el presente. Lo que parecía un quiebre (y lo era) cultural potente es mucho más fuerte que la obra que vemos armarse en el hoy, que justamente parece cualquier cosa menos algo novedoso. El pasado, esto dicho sin ironía, parece más revolucionario que el presente y por eso también resulta lo mejor de la película.
De los primeros ochentas del siglo pasado a la actualidad, y del Parakultural a García Lorca, el documental nos re-encuentra con figuras míticas del under antes del under
Aquellos años 80 Bernarda es la patria (2020), nuevo opus de Diego Schipani (La noche del lobo), que cuenta con la colaboración en el guion de Albertina Carri y la participación central de Willy Lemos, no es solo una película disruptiva, sino que son varias películas dentro de una que confluyen en un todo para poner en tensión la ficción con la realidad, el pasado con el presente y al teatro con el cine. Uno de los hilos narrativos de Bernarda es la patria es el registro de la puesta en escena de la obra de teatro La casa de Bernarda Alba a cargo de un grupo de artistas surgidos en el under de principios de los años 80, mientras por otro rememoran tras bambalinas los inicios del movimiento transformista en los albores de la democracia, la movida gay de la época, la persecución policial, la llegada del SIDA, y la discriminación sufrida por cierto sector de la sociedad. Pero Bernarda es la patria no se queda solo en el tratamiento de esos dos ejes narrativos sino que avanza más allá de las limitaciones para poner en conflicto la realización de la propia película a través de los cambios de producción y guion que surgen durante el rodaje. Queda claro que la idea inicial era otra y que a medida que el proyecto avanzó la propuesta fue creciendo y abriéndose hacia otros lugares, algunos colectivos y otros personales como los momentos en donde Willy Lemos, el corazón de la película, narra con total franqueza y sin especular situaciones de abuso durante su niñez. Schipani logra una obra atípica, un híbrido que como en una mamushka no paran de desprenderse vivencias complejas, profundas y dolorosas pero narradas sin ningún tipo de prejuicio ni apelando al golpe bajo o a la morbosidad, sino con total naturalidad y hasta podría decirse con el humor ácido característico del movimiento under de antaño. Bernarda es la patria se constituye un ejercicio cinematográfico rupturista que entabla paralelismos entre la obra de Federico Lorca y sus personajes con la movida contraultural y vanguardista de los años 80, deconstruyendo el pasado para construir el futuro.
La película dirigida por Diego Schipani, escrita y producida por el realizador junto a Albertina Carri, es un recorrido emotivo del under de los años 80, haciendo foco en el transformismo y el impulso que le imprimió a los movimientos culturales en la incipiente democracia. El ensayo de un clásico de Lorca con todo lo que allí ocurre y la maravillosa frase de Fernando Noy que da significado y titulo a este film, permite con el talentoso y carismático Willy Lemos a la cabeza,unido a Verónica LLinas, Ariel Farace, Ivan Moschner, Lalo Rotavería y Noy, recordar en anécdotas llenas de humor. Pero también mostrar lo maravilloso y peligroso de un tiempo con mucha mano de obra desocupada, represión, pero también una potencia creativa imparable. Re visitar el estacionamiento que albergó a Cemento, o habitar el teatro Margarita Xirgu, más la intimidad de castings, camarines resulta fascinante. Pero por sobre todo el rememorar de esos tiempos de “Besos de Neon”, “Peinados Loly” o “Doris Night” y ese estilo de vida tan extremo, libre, caótico y rico, transforman al film en una experiencia gozosa, sorprendente y necesaria.
En los ’80, Buenos Aires supo tener una actividad cultural alternativa que, mientras batallaba contra todos los prejuicios imaginables, marcó una época y tuvo como epicentro el Parakultural. Un ambiente donde la experimentación y la libertad eran las únicas normas, con el transformismo como herramienta principal. El semillero de talentos que siguieron asombrando en las siguientes décadas, y que en algunos casos como Batato Barea, se volvieron míticos. En sus primeros minutos, Bernarda es la patria amenaza con ser un documental sobre el nacimiento y el auge del under porteño, con testimonios de personalidades que continúan vigentes, como Mosquito Sancineto, Guillermo Gil y Gustavo Moro. El director Diego Schipani nunca abandona esa temática, pero la enriquece y la expande a través del punto de vista de uno de los nombres surgidos en aquella camada, y que hoy continúa muy activo: Guillermo “Willy” Lemos. Esta transformación del enfoque sucede en cámara, y el resultado es tan sorprendente y atractivo como aquellas obras y performances que cautivaban en aquellos reductos de una ciudad todavía afectada por las consecuencias de la última dictadura militar. Con su encanto genuino, Lemos no teme sostener la película, y en él convergen historia, arte, dolor, amor; convergen vanguardia y tradición, comedia y tragedia. Mientras prepara una puesta moderna de La casa de Bernarda Alba en el teatro Margarita Xirgu, durante ensayos, sesiones de maquillaje y castings, podemos adentrarnos en un sobreviviente que debió escapar de un ámbito familiar nefasto; en un actor que se especializó en la composición de personajes femeninos; de un amante tanto de hombres como de mujeres; de un artista que comenzó en La botica del Ángel, debió soportar la intolerancia del estatus quo (con detenciones incluidas) y logró trascender hasta volverse una figura respetada, pero sin jamás darle la espalda a sus orígenes creativos. Imágenes de archivo permiten apreciar sus participaciones teatrales, televisivas y cinematográficas, donde no falta su consagratorio trabajo en Tacos altos, de Sergio Renán, donde interpretó a la primera travesti del cine argentino. La cámara también sigue a Lemos cuando regresa a los lugares donde solía brillar en sus espectáculos de antaño, empezando por Cemento. Pero además de la inevitable nostalgia, el actor presenta su visión de la obra de Lorca. En esta fusión de pasado y presente es acompañado por Fernando Noy, otro reconocido estandarte del off argentino. Por su parte, Verónica Llinás participa en los castings, que de por sí constituyen un atractivo extra. Tan anticonvencional como Willy Lemos, como los antihéroes del under de los ’80, Bernarda es la patria muestra las resonancias de un movimiento cultural tan audaz como irrepetible, y presenta la vida y la lucha de varios de sus principales artífices.
De la mano del transformismo de los ’80 y exponiendo parte de la preparación de una renovada versión de «La casa de Bernarda Alba», el documental hurga en el pasado del under porteño y sus icónicos comienzos. Incluso antes del Parakultural o de Cemento, la diversa cultura periférica teñía las calles porteñas de glamour transformista en lugares insospechados. Miradas atentas que sabían dónde buscar, aun con el peligro de una dictadura extinta pero de secuelas cercanas. Años más tarde, estos emblemáticos antros de Montserrat alternarían sus menúes con variopintas producciones aptas para todo público, pero sus comienzos fueron completamente diferentes. Una movida cultural que comenzó como lugar oculto de ensayo y, más tarde, abriría sus puertas a un público que aceptaba ser parte de la experiencia en forma directa y sin filtros. El movimiento under transformista comenzaba a pisar fuerte, al igual que las redadas a los teatros, represiones todavía en democracia, razzias en los colectivos y demás. La vida de Willy Lemos(Hipersomnia, La noche del lobo) no fue ajena a esos acontecimientos. El servicio militar, la peste rosa, la homosexualidad no rechazada pero sí negada, eran los temas en la mesa por aquel entonces; por lo que, junto a las voces de otros artistas, es tomado como protagonista, en mayor medida, de este documental que retrata mediante testimonios y material de archivo la delirante y contagiosa purpurina con la que el movimiento hizo frente a los últimos años del golpe de estado en los ’80. Bernarda es la patria Dirigida por Diego Schipani (Las hermanas L, Cuatreros) y coescrita y coproducida junto a Albertina Carri (Los Rubios, Las Hijas del Fuego), la película recorre de manera desordenada pero efectiva las anécdotas de Lemos y amigos durante aquella época en la que la homosexualidad en el servicio militar, los abusos en la infancia y los silencios y complicidades eran habitué en sus mundos. Paralelamente también asistimos a la puesta en escena de la nueva versión de «La casa de Bernarda Alba», el clásico de Federico García Lorca con el que Schipani encuadra todo el film a fin de extrapolar épocas de sumisión y control del género. Es justamente este marco poético lo que nos revela un excepcional casting de pelucas y maquillajes que inducen a la risa y al delirio sano, acompañado también con momentos íntimos de sus personajes que desnudan sus espíritus en el escenario y en confesiones personales tras bambalinas. La obra de Lorca constituye aquí una opción más que adecuada para descontextualizar la película y amalgamarla con los héroes de aquellos recovecos ochentosos: Gambas al ajillo, Alejandro Urdapilleta, Batato Barea, Humberto Tortonese, Los peinados Yoli, Fernando Noy y muchos otros artistas precursores del movimiento transformista. Una obra que tardó un lustro en construirse, con algunos que partieron en el medio y muchos que llegaron al presente y nos siguen regalando una performance sin igual de interpretación artística. Para quien alguna vez leyó a Lorca, tuvo la oportunidad de explotar a carcajadas en el Parakultural o sus mejores anécdotas son del under de aquella época, Bernarda es la patria es un documental que les suscitará emociones a flor de piel, dejándoles una herencia de monólogos, plumas y parafernalia de sobra.