Llega a los cines una nueva película de terror del joven guionista y director ruso Svyatoslav Podgaevskiy. Cineasta que retorna con su flamante film, en busca de otorgar un salto de calidad al género de miedo en su país. “Boda negra” tendrá su estreno el próximo jueves 20 de enero. Cuando el amor deja de ser correspondido hay ciertas personas, que recurren a brujas depositando en estas la ilusión de recuperar del otro aquel sentimiento perdido. Estás hechiceras se disponen a actuar a través de magia negra y la convocatoria de espíritus poderosos, con el propósito de manipular el sentir de ese ser que parece haber cambiado. Pero claro, estos rituales tienen sus riesgos y como ya se ha visto en otras historias dentro del cine, las consecuencias pueden resultar verdaderamente peligrosas. La joven madre Evgenia (Yana Yenzhayeva) no puede tolerar que su novio y padre de su hija Polonia, la haya abandonado. Para recuperarlo busca ayuda en una bruja, quién le enseñará la forma de recobrar el amor de su prometido, Kirill (Konstantin Beloshapka), mediante un hechizo que debe ser consumado en medio de una boda. En este sentido, los esfuerzos de la protagonista por cumplir al pie de la letra las órdenes de la hechicera para hacer efectivo el ritual, no serán suficientes para impedir las consecuencias oscuras que esto conlleva. Atrayendo el despertar de una irreconocible personalidad en su ex novio. Conducido por la liberación de espíritus que parecen enojados ante una convocatoria, que evidentemente no ha sido manifestada de manera perfecta. En consecuencia, el relato se desencadena involucrando tanto a culpables como inocentes, que aunque en un principio permanecen incrédulos de lo sucedido deciden ayudar a pesar del riesgo que esto implica. Así, entre personas que no pueden continuar con su vida cotidiana, pesadillas que se confunden con la realidad, espíritus enérgicos y fuerzas malignas, la historia progresa ubicada siempre sobre el mismo eje, insinuando tejer nuevas subtramas para exponer un giro original e inesperado, que el público amante del cine de terror, de brujerías y hechizos espera con ansias, aunque en esta ocasión, en vano. En definitiva, “Boda negra” es una película con una historia sencilla y ya consabida en otros films, que se sigue con facilidad a pesar de la diversidad de sus personajes. Con una buena cuota de escenas de miedo y suspenso, con protagonistas interesantes y una considerable fotografía, pero que no consigue sorprender, cayendo en una trama repetitiva y anunciada, al mejor estilo de las últimas producciones del género de terror hollywoodense, en cuanto a guion y forma narrativa.
No es una simple historia más de género que llega de Rusia. La reinvención de la clásica historia de amores imposibles, a partir de un hechizo sangriento, revela la posibilidad de reinventar, icónicamente, un atrapante relato en donde los deseos y la muerte, estarán muy unidos.
La cartelera se renueva con un estreno poco habitual en los cines argentinos que combina su origen ruso con el cine de género. Boda negra del director Svyatoslav Podgaevskiy, luego de La novia (2017), La Sirena (2018) y Baba Yaga (2020), tiene la particularidad de fusionar los relatos provenientes de los mitos y supersticiones de la cultura europea con el estilo de algunas producciones de terror hollywoodense. El costo del amor eterno o forzado tiene un alto precio para su protagonista, la joven Zhenya, quien acude a una hechicera gitana para que realice el llamado ritual “boda negra” tras ser abandonada por Cyril, su novio, junto a Polina, la pequeña hija que tuvieron juntos. Si bien el joven regresa, su amor se vuelve obsesivo y amenazante si alguien interfiere entre ellos. Zhenya no puede volver hacia atrás, y el peligro se incrementa hasta la fatalidad. Sin embargo, nada puede separar a los amantes unidos por el maleficio. ¿El amor vence al odio? Rodada en los suburbios de Moscú y San Petersburgo, e innecesariamente doblada al idioma inglés, el hechizo oscuro al que hace referencia el título, existe y se lo conoce bajo ese mismo nombre al que la película reconstruye como un ritual de iniciación tomando elementos utilizados en la magia negra. A medida que comienzan las alucinaciones, los malos presagios, la reiteración de un sueño donde la protagonista se casa con un velo negro, y la transformación de la personalidad de su novio, la variedad de indicios nos alertan de que algo no anda nada bien para la joven pareja. Hacia la misma dirección se encauza una historia que, al poco tiempo, comienza a mostrar sus fisuras, con situaciones precipitadas y mal resueltas a nivel narrativo, interpretaciones mediocres y pocos sobresaltos en relación al género, bajo una estética moderna y romantizada que intenta aportar visualmente más realismo a lo sobrenatural, pero no mucho más que eso. A pesar de las expectativas sobre el estreno de una película rusa en un género sin mucha historicidad como el terror, salvo algunas producciones del mismísimo Svyatoslav Podgaevskiy, quien integra la nueva generación de cineastas que lo abordan junto a Ivan Minin en La leyenda de la viuda (The Widow, 2020) o Evgeniy Abyzov en Guests (2019), entre otros; Boda negra no logra atrapar al espectador ni generar la tensión constante sobre la pesadilla en la que puede transformarse la imposición del amor. BODA NEGRA Privorot. Chernoe venchanie. Rusia, 2020. Dirección: Svyatoslav Podgaevskiy. Guion: Natalya Dubovaya, Ivan Kapitonov, Svyatoslav Podgaevskiy Intérpretes: Yana Yenzhayeva; Konstantin Beloshapka; Ilya Yermolov; Varvara Borodina; Igor Khripunov; Sabina Akhmedova. Dirección de Fotografía: Anton Zenkovich/ Música: Nick Skachkov. Diseño de Producción: Olga Yurasova. Duración: 92 minutos.
Una joven desesperada después de descubrir que su pareja le es infiel recurre a una inquietante hechicera que le prescribe un ritual sangriento para reconstruir esa relación que tambalea. Pero las cosas no salen como estaban planeadas y la presunta solución -relacionada con la boda del título- termina transformándose en una pesadilla. El disparador de esta película de un cineasta ruso que se ha perfilado en una década de carrera como un especialista en el terror (tiene ya siete largometrajes encuadrados en ese género) es simple, de hecho bastante más elemental que su desarrollo, cargado de temáticas y vueltas de tuerca hasta rozar el manierismo: la cuestión del choque de clases en la Rusia contemporánea, la creación artística y su ligazón con la política, la paternidad y la maternidad, los celos, el amor tóxico… Demasiados asuntos para una sola trama. Pero Svyatoslav Podgayevskiy también introduce líneas narrativas vinculadas con las narrativas del folklore ruso, revelando una ambición que le cuesta sostener con recursos cinematográficos. Para tratarse de un film sobre los amores obsesivos y los problemas derivados de las manías de la posesión -los tópicos que el propio director declaró tener en mente para este proyecto-, la sobreabundancia de información abruma y, sobre todo, distrae. El trabajo de fotografía y montaje salvan del naufragio completo a esta historia que requería de un foco más preciso, en lugar de tantas ramificaciones argumentales.
Boda Negra: Agua de tanga rusa Cuando la brujería y el abuso no son buen maridaje Esta semana se estrena una nueva película de género rusa, siempre una buena oportunidad para ser testigos de cómo se tratan ciertas temáticas con otros tonos. En esta oportunidad algo que se vende de terror pero es más complejo y real: Boda Negra. ¿De qué va? Zhenya ha sido abandonada por Cyril, su novio. Desesperada, acude a un hechizo llamado “Boda Negra” que promete volver a unirlos. Cyril regresa, pero su amor se vuelve obsesivo y amenaza a quien se interponga entre ellos, incluida la pequeña hija de ambos. El hechizo no se detendrá al morir él en un accidente, pues nada puede separar a dos amantes unidos por el demonio. Svyatoslav Podgaevskiy es un cineasta reconocido en Occidente, se ha especializado en llevar a la pantalla grande una serie de relatos provenientes de mitos y supersticiones del folclore europeo, combinándolos con las fórmulas clásicas del cine hollywoodense de horror. ¿Ejemplos? La Novia (2017), La Sirena (2018) y, la última, Baba Yaga (2020). En esta oportunidad busca hablar sobre el abuso desde un lugar diferente. Decir que Boda Negra es una película de terror es algo reduccionista. Sí: hay una bruja, fantasmas y jumpscares, pero lo que más terror da es la relación tóxica y violenta entre la protagonista y su pareja. Ella es la típica niña buena y santa que quedó embarazada del espíritu libre y artista que es su pareja. Pero cuando ella lo descubre engañándola, él la abandona porque se “siente atrapado”. La violencia que genera esa victimización y falta de cuidado emocional de Cyril nos mete de lleno en la motivación de Zhenya: aunque esté mal, queremos que lleve a cabo el gualicho porque empatizamos con ella y lo queremos ver a él en la lona. Pero para poder re-enamorar (obligadamente) a su pareja ella deberá llevar a cabo un ritual desagradable en una boda, haciendo que esa pareja no tenga el “y comieron perdices” soñado que siempre se prometen en los relatos. El gualicho hace efecto, pero Cyril se vuelve obsesivo y (más) violento. Se mete con los familiares de Zhenya, con sus amigos, conocidos… incluso con la hija de ambos. Él sólo quiere estar con ella, que ella no haga nada más, que no esté con nadie más, que sea su musa. ¿Y cuántos casos conocemos de este tipo -sin gualicho- en nuestras amistades más cercanas? Boda Negra usa el terror para hablar sobre las peores pulsiones humanas en una relación, aquellas que nos hacen querer a la otra persona como una posesión, una recompensa, una cosa. Y si es suficientemente incómodo ver a una mujer atrapada en un círculo de violencia con un hombre, la suma del factor “beba” termina de crear una desesperación que nos hace preocuparnos a cada momento. La película no ofrece mucho más, hacia el final todo vuelve al plano de lo místico, ficcional y metafísico, con las fórmulas de siempre para generar terror… pero nada termina siendo más incómodo y desesperante que la realidad.
Aunque imperfecta, esta película tiene dos virtudes que muchos están olvidando: contar un cuento y contarlo de modo convincente. Aquí una mujer pierde a su pareja, apela a un hechizo para que vuelva, se unen ambos pero lo que sigue es que nunca jamás por ningún motivo -muerte incluida- ha de separase lo que la magia (negra) ha unido. Narrada como una fantasía que se acerca al cuento de hadas (siempre lo decimos: el cuento de terror es un primo cercano), cumple con causar el miedo que corresponde al precio de la entrada.
Una joven madre, modista y costurera, ultima los detalles del vestido de boda para una novia. Tiene motivos para estar orgullosa de su obra, pero el mundo se le viene abajo cuando descubre a su novio con otra mujer. Desesperada porque él ya no la ama, se convence de hacer todo lo posible por retenerlo, para que su beba crezca con sus padres. Así que acude a una hechicera y pone en marcha un ritual. Como podemos suponer, los efectos del hechizo son inesperados. El novio vuelve a ella, pero demasiado. Una unión posesiva para la que no distingue amenazas: hasta los seres queridos, incluso los más inocentes, aparecen como obstáculos que se interponen en la necesidad de tenerla para él todo el tiempo. Con mucha rapidez se suceden los hechos en esta película rusa, cuya puesta, poco imaginativa, llega a ofrecer sin embargo algunas imágenes más o menos inquietantes. En plan telefilme menor, y con un doblaje al inglés que no ayuda.
El cine ruso de género llega a la Argentina de forma sistemática desde hace más de un año. Es divertido conocer un poco otras cinematografías en sus aspectos menos conocidos. Ojalá pasara eso con todos los países. Pero claro, salvo algunos hallazgos la calidad es limitada. Muchas, como Boda negra, parten de buenas ideas, pero no siempre pueden alcanzar a cerrar una película realmente buena. Si de buenas ideas iniciales hablamos, esta vez hablamos de una muy interesante. Zhenya es una joven madre con el corazón roto porque su marido la ha abandonado. En la desesperación, recurre a la magia negra y particularmente a un hechizo poderoso llamado boda negra. El joven marido vuelve gracias a ese hechizo, pero con un amor obsesivo y violento que lo convierte en un monstruo y no en un enamorado. Ahora Zhenya deberá encontrar la manera de revertir la situación, si acaso esto es posible. La película es más interesante de guión que de puesta en escena. No evita los lugares comunes visuales del género y consigue su mayor logro en los apuntes acerca del amor y la pareja. Como en el buen cine de terror, detrás de los sobresaltos hay siempre algún tema interesante. La película no consigue de todas formas mantener el interés de su gran premisa inicial.
Terror que viene de Rusia, del joven director y guionista Svyatoslav Podgarvsky, que ya demostró con “La novia” y “La sirena” que este género lo atrae y que trata de darle cada vez más calidad de fotografía, dirección de arte e iluminación. En este caso hurga en los rituales de la magia negra, como en sus otros films en el folklore nativo, y arma una historia donde si bien el demonio o los monstruos no aparecen, serán los humanos poseídos los capaces de las peores atrocidades. Aquí el puntapié inicial lo da una costurera que da el mal paso con un hechizo, quiere que su pareja y padre de su hija esté pegada a ella como la hiedra a la pared, y cumple minuciosamente el ritual. Lo mejor es que el hechizo se cumple y el objeto de su amor se transforma en un obsesivo perseguidor del que quiere librarse. Embrujados e inocentes se enredan en historias dignas de un teleteatro, con escenas que dan miedito y logran su mejor objetivo para el género.
CONTRATIEMPOS DE UN DESARROLLO DEFECTUOSO Boda negra ingresa dentro del subgénero del terror paranormal para relatar la historia de una joven que hace un trato con un espíritu perverso, con el objetivo de recuperar a su novio, quien la ha abandonado por otra mujer. Mientras que muchas películas optan por relativizar su pertenencia a ciertos géneros mediante muecas de autoconsciencia (con mayor o menor grado de éxito, más lo segundo que lo primero), el director Svyatoslav Podgaevskiy opta por un uso sincero de los recursos de este tipo de producciones, despojado de ironías u otros gestos posmodernos. En este sentido, el relato que se cuenta es modesto, llano. Sin embargo, lo cierto es que no por nada muchos largometrajes echan mano de algún tipo de distanciamiento a la hora de diferenciarse de otros de temática similar; en algún punto, funciona acá una lógica de competencia de mercado. Lo que quiero decir es que, si la búsqueda de sobresalir no se realiza por el acto (muchas veces cobarde) de la autoconsciencia, se necesitan otras virtudes, casi siempre más difíciles de lograr, que hagan memorable a una obra. Desde el inicio, la propuesta estética de la película de Podgaevskiy resulta correcta. La fotografía está cuidada, y se presentan de vez en cuando algunos planos que logran transmitir el mood and look tan importante en la construcción de las atmósferas que definen el género. A esta lista de aciertos se suma un diseño de producción nucleado en una serie de conceptos que articulan una interesante representación visual de las fuerzas antagonistas que acosan a la protagonista. Lo que hace falta para terminar de construir un relato atrapante es una historia capaz de albergar buenos personajes (el sentido común nos dice que en estos largometrajes, o bien debemos ser capaces de proyectarnos en ellos o sentir empatía por ellos, para que su terror se vuelva nuestro) y organizar los acontecimientos de forma satisfactoria. Y es precisamente en este aspecto en el que Boda negra no se encuentra a la altura. Su guion, que posee un inicio y un desenlace correctos, se pierde de forma notable en el medio. Sabe de dónde parte y a dónde quiere llegar, pero no qué hacer con los personajes mientras tanto. Esto es un problema importante cuando notamos que, en gran parte de la película, la protagonista ha ido de aquí para allá y sus motivaciones no se han comunicado con suficiente convicción, que algunos climas se han generado exitosamente pero se han disuelto sin mayor efecto narrativo y que ciertos subplots inconsecuentes con la trama se han apropiado de la pantalla varias veces. Lo que no puedo dejar de pensar es en la posibilidad de que el montaje haya tenido algo de culpa en esta pérdida del rumbo y de la intensidad narrativa. Sea como sea, la sensación que queda al finalizar la película es esa frustración que resulta de ver algo que podría haber sido mejor. Los elementos para construir una narración simple pero satisfactoria están ahí, solo que hay algo en la estructura que hace que todo caiga.
Svyatoslav Podgaevskiy es un nombre que viene asomando en el cine de género desde hace un tiempo. El cineasta ruso ya viene sonando internacionalmente desde «La novia» y «La sirena», productos desparejos pero con promisorias ideas. En un contexto de globalización, el director trabaja con presupuestos acotados e historias conocidas. Pero el enfoque que logra imprimir, aporta cierta frescura visual. No, no estamos frente a la reencarnación de Wes Craven. Pero sí, vemos su progreso lento en el rubro, sostenido y con mayor ventas en el mundo. En esta oportunidad, Podgaevskiy va a narrar una historia sobre un amor despechado. Una joven esposa y madre, Zhenya (Yana Yenzhayeva) decide recurrir a una hechicera gitana para lograr que su amado (Konstantin Beloshapka), un artista confundido emocionalmente, regrese a ella. Claro, todo tiene un precio en la vida. Nada es… digamos, gratis. Para hacer realidad su deseo, tiene que hacer un conjuro llamado «Boda negra». Ups. Suena complicado ¿no? La cuestión es que, dicen los que saben, que hay cierta veracidad en este acto (es decir, hay seguidores que lo practican) y en esta oportunidad, parece tener éxito en relación al pedido de Zhenya. Pero no todo es como debería ser. Si se pudiera decir así. Su esposo regresa a ella con una obsesión descontrolada hacia la mujer, acosandola, persiguiéndola a cada instante y tratando de estar siempre él en control de su atención. Y si bien estamos viendo una cinta de terror, parece que toda la primera parte, el foco está puesto en lo romántico fallido y lo peligroso que es «forzar» a una persona a hacer algo que conscientemente no quiere hacer. Es cuando promedia la cinta que la cosa va in crescendo y ya dejamos atrás las sutilezas y reflexiones acerca de cuál debería ser el límite de cuidado en las relaciones, y nos adentramos en una resolución más lineal, sobre lo que ya sabemos que tiene que ser erradicado: el hechizo que envenenó el destino de esta familia. En ese sentido, la cinta siente el cambio de registro y ofrece una imagen desbalanceada en su relato. Aparece con fuerza el repertorio del director para ofrecer algunos sustos y golpes de efecto, pero nos quedamos con la sensación de que quizás este crossover de géneros, por así decirlo, no logró ensamblarse con precisión. Podría decirse que son casi, dos películas distintas en una, con los mismos protagonistas. ¿Está mal? No, para nada. Es válido en tanto y en cuanto el espectador las disfrute. En lo personal, todo el conflicto de celos y control, a pesar de parecer en cierto modo a una peli romántica onda «adult young», me pareció consistente. La segunda parte es más de lo que habitualmente vemos en la industria y no sorprende demasiado. Aún con acotado presupuesto, este director logra ofrecer un relato aceptable sobre un tópico siempre cautivador para el género: los conjuros y el poder de la magia negra. Si lo tuyo es el género, es probable que «Boda Negra» tenga algo para ofrecer.
Una de terror a la rusa Cuidado con lo que deseas. El dicho popular podría muy bien aplicarse a la historia que cuenta Boda negra. Los vaivenes en que Zhenya se ve envuelta en su relación con su violento y egoísta novio la llevan a tomar una desesperada y peligrosa decisión. Y después… ¿habrá después? Cierta idea de la sensualidad mezclada con la sensación de posesión del otro como un cuerpo a ser amado de manera absoluta se presenta en la narración, mostrando que las fuerzas malignas no siempre tienen las formas que la imaginación les asigna en primera instancia. Un recorrido confuso respecto del miedo al abandono es el que encierra a los protagonistas; y la sensación de la necesidad de posesión como única forma del amor da fuerza a la historia que mantiene el interés del espectador por su vuelo entre el mundo de lo fantástico/espectral y lo común, esas historias que se sienten cercanas y simples, oídas mil veces, de la vida que vemos día a día. El experimentado director de Boda negra, Svyatoslav Podgaevskiy, y quien ha sabido llevar con solvencia diferentes relator de horror con distintas interpretaciones subyacentes en cada uno de ellos, cuenta en su filmografía con títulos como La novia (2017), La sirena (2018) y Baba Yaga (2020).
El cine fantástico ruso está en la cresta de la ola, y como nunca en el país de Pudovkin y Eisenstein se están filmando películas muy exitosas de ciencia ficción y terror. Entre varios directores del género, Pogdaevskiy filma y produce sin cesar, y su foco siempre está puesto en los personajes y temas femeninos, como su muy original “La sirena”, estrenada en la Argentina. Con “Boda negra”, el director se dispone a llevar al espectador a algo tan divertido e inusitado como una telenovela de terror, con amores contrariados y romances falsos que se ven vinculados por horribles pactos con las fuerzas oscuras. La trama presenta a una mujer que, al ser abandonada por su hombre, decide ir a ver a una gitana que le dice que si lo quiere de verdad podrá hacer un ritual para conservarlo, para lo que hace falta colarse en la boda de una pareja que sienta amor verdadero para que su unión tan deseada sea reamente fuerte. Sólo que encontrar parejas que sientan ese amor es cada vez mas difícil, y todo termina en un desastre, con su prometido sintiendo un amor lleno de celos enfermizos que sobrevivirá a su muerte.“Boda negra” posee climax de gore y pasión, y al mismo tiempo que es seria, funciona de una manera divertida justamente por el hecho de ser una desorbitada telenovela terrorífica. Está bastante bien actuada a pesar de que las situaciones dan para apelar a la sobreactuacion melodramática; casi se podría decir que inaugura un nuevo subgénero del terror.
Cuando el amor no es suficiente para sostener una relación, siempre se puede solicitar la ayuda de una bruja y sus amarres… ¿Qué podría salir mal?
Con una fotografía y una estética superior a producciones anteriores del director, la película logra su cometido: mantenernos expectante al conflicto y provocar algún que otro sobresalto.
Sobre “Boda negra”, o las intenciones del cuento folklórico. Los estudios folclóricos nacen de la mano del romanticismo, de las entrañas del despertar de las conciencias nacionales, frente al empuje universalista de la modernidad, que en un momento fue representado por la revolución francesa, pero después por lo propio de la técnica; este conflicto fue la llama de la música romántica, del poema sinfónico, del dúo Bartok-Kodaly que tienen uno de los más importantes trabajos en música, rescatando en el territorio de Hungría las bases folclóricas frente al romanticismo europeizante de Liszt. En la Argentina este mismo problema resulta en la fundación de la Sociedad Argentina de Antropología (SAA) en 1936, frente a la necesidad de conservar cierta identidad criolla dada la ola inmigratoria europea. El término Folklore proviene del inglés arcaico (sajón) Folk (pueblo) que como se sabe comparte con el Volk germánico la voz indoeuropea *pel-2 (llenar, magnitud), y de Lore, (saber tradicional, acervo). Su estudio se supuso como una rama de la arqueología que estudia el conjunto de las creencias, cuentos, leyendas, proverbios también juegos y danzas. Pero lo que nos interesa son los cuentos y artes populares; desde cierto punto de vista, la mitología pertenece al campo del folclore así también el llamado Naiv. La palabra se la puede situar por vez primera en 1846 en el Atheneum inglés, con la firma del anticuarista John Thoms (1803 -1885) sin embargo, el concepto (1736–1796) se puede rastrear hasta 1760 cuando James Macpherson escritor , poeta y traductor del Gaélico, combina ambas cosas en un famoso texto, el “Ossian”, ciclo épico de poemas y “fragments of ancient poetry” en escocés-gaélico (Scottish Gaelic), trabajo similar al que va a hacer Wagner con “el oro del Rhin” (Das Rheingold) o “El anillo de los nibelungos” (Der Ring des Nibelungen). Los cuentos de brujas de G.A. Bécquer (1836–1870) pueden entrar también en esta serie, como también el de Irlandés W.B. Yeats (1865–1939). Todos están de acuerdo que son los hermanos Grimm los que establecen las bases de la ciencia del folklore al crear un sistema clasificatoria que todavía hoy es referencia para el estudio de los mismos, esto consiste en una forma estructurada y orgánica de agrupar las historias, su lectura desprejuiciada, sumado a los estudios como los de Prop, dejan ver más que bién, cómo el cuento folklórico está emparentado con lo que hoy se da en llamar terror, incluso, en el más edulcorado de los cuentos reelaborados por Disney, se hallan rastros de ese trasfondo terrorífico que tiene todo cuento folklórico, ni que decir de los Cuentos de mamá oca, de Perrault (1628.1703) Por otra parte Franz Boas (EEUU, 1858–1942) sostenía que el folklore brinda más información etnológica que cualquier otro documento. En este sentido, caminaron por los derroteros el folklore Nietzsche, luego Freud de una manera, y Jung de otra; o Heidegger, que, cuando discute la tecnología, es un anti moderno, y es quizás éste, una de las explicaciones del éxito literario renovado que está viviendo. Los mitos y leyendas rusos tienen un origen que está más allá de la lengua e identidad rusa[1]. Tal vez en las llamados pueblos de las estepas (Gimbutas). En los siglos VII y VIII diversos pueblos todos de habla eslava comienzan a asentarse en la región que une el Báltico con el Mar Negro gracias a una red de sistemas de ríos que une uno y otro acuífero, ; poco a poco irradiaron su cultura de tal modo que los vikingos originarios del rus de Kiev, no sólo adoptaron el eslavo sino también le dieron un carácter eslavo a sus nombres. Nuestro filme, del director Svyatoslav Podgaevskiy, también director del conjunto de historias de terror que están llegando desde Rusia, sin quererlo quizás y a fuerza de empeño, poco a poco prometía armar, tipo puzzle cultural, usando el terror como atajo, a la manera de un etnólogo, un mapa del folklore Ruso. El problema principal es que poco a poco se fue alejando del cuento folklórico para introducirse en el mito urbano, cosa que no sería problema alguno, si no fuese porque de sencillos cuentos, con buenos y potentes resultados, las historias comenzaron a tener un giro de tipo manierista al introducir problemas políticos cruzados con estéticos. En esta historia inclusive, aparecen elementos chauvinistas y clasistas, como la gitana que quiere usar la desesperación de una mujer, que es una pobre costurera, enamorada de un joven artista (observar atentamente las esculturas del atelier, donde hay todo un comentario político estético, de hecho hay una réplica de un Miguel Ángel , pero uno bastante particular) hijo de familia rica. Para arreglar sus asuntos con el mundo preternatural, la gitana, y de este modo afirma la mitomanía de que los gitanos no son de confiar, usa la desesperación de joven inexperta (¿ignorante?) costurera. El casamiento por iglesia, otra vez no queda claro el alcance del “comentario”, dado que bien sabemos que la iglesia en Rusia, mayoritariamente es ortodoxa, y es justamente un punto álgido de la propia historia Rusa; Bizancio de cara a los otomanos y Rusia atrapada entre los germanos y los mongoles ven imperios imperios la alianza como una salida frente al peligro, alianzza militar primer y político cultural después. Si Santa Olga de Kiev, en 945 o 947 toma la religión ortodoxa aunque sin mucho resultado; finalmente es Vladimiro el grande(946?-1015) que logra introducir el cristianismo bizantino u ortodoxo al casarse en el 988 con Ana Porfirogéneta, la hermana del emperador Basilio II de Bizancio; todo esto es debido a que en el film el casamiento se da en una iglesia católica apostólica romana y no en una ortodoxa, con lo cual pueden suceder por lo menos dos cosas: una es que el film tenga un costado chauvinista con respecto tanto a los gitanos como a la iglesia romana. Los gitanos comercian con el mundo preternatural, comercio que suele salir mal, la gitana honorable finalmente muere por el propio bastón ¿les suena a algo eso?. La otro posibilidad, no excluyente, es un conservadurismo intrínseco, propio del folclore, justamente de lo que se ríe Milan Kundera en su libro “la Broma”. Algo que descubrieron los americanos y parece que todavía los rusos no, es que este tipo de series (por qué no llamarlo serie?) deban pasar por distintas manos; muchas veces incluida mi persona me pregunto cuándo será que descubra fastidiado un lector mis recursos, de la misma manera un director debiera tener claro ese problema. La gente de Fx siempre dice que los tipos efectos deben combinarse, no se debe usar siempre el mismo efecto siempre porque cuando el ojo descubre el mecanismo del mismo, deja de creer en él y la película “se cae”. Eso mismo pasa con los recursos narrativos. Y en este caso como dije, la historia se le complica hasta el manierismo; la cuestión de clases, la creación artística y su relación con la política (un problema típico heredado del socialismo), la paternidad y maternidad, el buen y el mal amor son una coctelera que quedó grande para actuaciones que no están a la altura. Con sus desniveles, el autor parecía querer hacer una recopilación del folclore eslavo, en función de rescatar tradiciones en un formato hoy comercialmente viable. En el afán de producir un sin número de filmes, parece que se desdibujó la premisa, o quizás nunca la hubo y sólo era expectativa mía. Algo que se nota, o por lo menos yo noto, es que los rusos tocan de oído todo lo que pasa en una iglesia apostólica romana, años de socialismo y de cristianismo ortodoxo, seguramente les dificulta mirar dentro de esa cultura. De todos modos, Boda negra tiene comentarios y motivos que hacen pensar que el autor tiene mucho más para dar. Lograr mezclar política y hechos históricos con elementos sobrenaturales es más que interesante. Aún cuando uno no comulgue ideológicamente, es claro que debe conocer el tema mucho más profundamente de lo que finalmente queda en sus filmes. Como por ejemplo el tema del pelo en el bebé (comentario como al pasar y no usado) y la diferencia de corte entre las dos mujeres, incluso el de la gitana (ver Frazer: el tabú del pelo); o las esculturas clásicas y neoclásicas en el estudio; el pseudoartista que confunde obsesión con arte podría haber sido un gran tema, Kitano lo trabajó con gran éxito, Carpenter también, entre muchos otros; pero también la obsesión de la protagonista es otra. La pobre costurera corriendo hasta el infierno para conservar el amor del joven rico y bonito (como si fuesen dos categorías linkeadas) con lo cual subraya más que un comentario inocente sobre el problema de clases en Rusia, agravado por el cliché (el chico rico maneja una Ducatti), ¿los peligros de salir con alguien de otra clase social? Las clases sociales bajas tienen contactos en el submundo (gitanos) que mejor dejar tranquilos? Bueno, ahí hay tela para cortar, y mucha, quizás en un próximo artículo. La aproximación final a un cuento de los hermanos Grimm es otro de los tantos autosuicidios del film. PD: Les debo en este artículo, algo que prometo escribir en la brevedad y es sobre lo que Kant llamó el buen y mal amor. Un tema recurrente no sólo de este film sino de la cinematografía mundial pero amerita o quisiera que sea un artículo por derecho propio, donde volveremos seguro sobre esta serie de films ya que es uno de sus puntos nodales que desarrolla o parece motivar al autor y que finalmente es uno de los tópicos del mismo cine de terror. [1] Mitos rusos, Elizabeth Warner, akal, 2005, Madrid