Un título de prolija elaboración pero que falla en su objetivo último. La comedia romántica es un género predecible que no oculta sorpresas; el espectador lo sabe y hasta cierto punto lo acepta; aunque agradece si se decantan por el camino opuesto, siempre y cuando responda a la lógica interna de la narración. Pero por mas verosímil que luzca el romance a narrar, la comedia es un género binario; te hace reír o no lo hace. Es así de sencillo. Aunque Caída del Cielo se nos presenta como una comedia romántica clásica en el más categórico sentido y tiene sus elementos muy bien planteados, el resultado final tristemente no logra conseguir su objetivo primordial. El romance está, ¿Y la comedia? Bien, gracias Alejandro, un sonidista teatral, se despierta un día y sale a tomar aire en el patio de su departamento. En ese mismo instante, de la nada, cae, literalmente, Julia, una mujer que vive en su mismo edificio. Esta casualidad da pie a una serie de eventos que, dada las neurosis que ambos tienen en común, no tarda en terminar en romance. No obstante, Alejandro empieza a pensar que la incursión de Julia en su vida puede estar atribuido a algo más que un simple accidente. Los conflictos inherentes al género están y los personajes están apropiadamente delineados con sus tics y su pasado, pero la estrategia de juego no es la adecuada; estamos hablando de una comedia romántica donde el romance está pero la comedia brilla por su ausencia. El sonido se usa más como truco que como herramienta narrativa; se vale de una subtrama, en apariencia válida por transcurrir en el lugar de trabajo del protagonista, pero que a la postre no contribuye ni argumental o temáticamente; y se decanta por apelar a una inverosimilitud caprichosa para justificar la puesta en marcha de su desenlace. Los apartados técnicos son impecables; cuidadas composiciones de cuadro en clave alta de iluminación, al igual que su dirección de arte, sumado a un montaje prolijo que sabe con precisión a que expresión y a que acción cortar. Todos y cada uno de estos recursos están en claro cumplimiento de la estética visual que se espera en una comedia. ¿Pero de qué sirve cuando el objetivo principal del género no se cumple?. Las actuaciones de Peto Menahem y Muriel Santa Ana son profesionalmente decentes; se nota que le imprimieron un enorme esfuerzo a la composición de sus personajes. Hablando en concreto, no hay nada que criticarles a su labor, pero por desgracia el guión con el que trabajaron los pone en una situación que tampoco les deja mucho para elogiar. Conclusión Caída del Cielo es un título de prolija elaboración, pero que lamentablemente falla en su objetivo último, que es el de generar risas. Esto impide a sus aciertos actorales y técnicos el poder destacar más allá de un buen desempeño profesional. La intención estuvo, las ganas también, e indefectiblemente el esfuerzo. Pero sólo con eso no hacemos nada; si la risa no sale, no se la puede sacar a golpes.
Amor que salva La comedia romántica Caída del cielo (2015) plantea la historia de dos desconocidos que se ven por primera vez en una extraña situación. Protagonizada por Peto Menahem y Muriel Santa Ana, la película dirigida por Néstor Sánchez Sotelo logra algunos momentos efectivos, pero en su conjunto no lo es tanto. Alejandro (Peto Menahem) está en la soledad de su departamento en planta baja, dispuesto a suicidarse, cuando su vecina Julia (Muriel Santa Ana) cae en su patio. La sorpresiva escena lo desorienta y lo aleja de su determinante decisión, dado que tiene que ocuparse de la mujer que está tirada en el suelo pidiéndole que llame a una ambulancia. Desde ese primer encuentro se desencadenan numerosas situaciones que acercan a los personajes, y consolidan una amistad que mutará en amor. Lejos de los príncipes azules, Sánchez Sotelo lleva a la pantalla grande personajes comunes que se consideran “perdedores”. Sus vidas tienen algunos puntos en común y, precisamente, eso es lo que les permitirá salvarse. La línea argumental es sencilla, pero presenta cierta profundidad que quizás llame a la reflexión sobre aspectos como la soledad y la importancia de encontrarle un sentido a la existencia. Caída del cielo le permite a Menahem mostrar su versatilidad actoral, ya que es el protagonista de la mayoría de las escenas, en las que manifiesta diferentes emociones. Santa Ana también aporta una gran interpretación acorde a la comicidad del film. Sin embargo, la química entre ellos no se surge tan naturalmente y en algunos momentos resulta forzada. Completan el elenco Sebastián Wainraich, Héctor Díaz y Karina K. Vale destacar el trabajo de sonido realizado por Pablo Sala. Porque como Alejandro toca la batería, varias acciones son acompañadas por la ejecución de dicho instrumento de percusión. Ese efecto contó con la participación de Daniel “Pipi” Piazzolla, nieto del reconocido músico y compositor. Buenas actuaciones y pinceladas de comedia conforman una película de la que se espera más por lo que plantea en su primera media hora. Pero se queda en esa expectativa: asegura un rato entretenido sin dejar demasiada huella.
El amor viene de arriba Sin temor a caer en absolutismos sostengo que la comedia romántica es uno de los géneros más entrañables del cine, y como para confirmarlo tengo varias películas favoritas que sigo repasando una y otra vez. ¿Por qué? Por el simple motivo de que me hacen sentir bien. Si la obra está hecha como Dios manda, y la química entre los actores fluye correctamente, se genera una emoción genuina que nunca me aburre volver a vivenciar. Aún admitiendo que algunas de ellas no aportan nada novedoso, limitándose a reciclar una fórmula ya instalada desde que se inventó el querido cinematógrafo, hay ocasiones en que las interpretaciones del elenco salvan al producto de sus propias limitaciones. Porque no siempre van a aparecer obras redondas como Cuando Harry conoció a Sally, Quiero decirte que te amo (la de Rob Reiner, no confundir con la de Lawrence Kasdan), Hechizo del tiempo, Un lugar llamado Notting Hill o Pasión de cristal (una debilidad personal), por citar sólo unas pocas. El cine argentino de las últimas décadas le ha dedicado bastante poca atención a este género pese a contar con muchos fanáticos incondicionales (¡y es tiempo que reconozcamos que no son sólo chicas las consumidoras principales!). Por este motivo es una alegría que Caída del cielo llegue a la cartelera vernácula. Se trata de una producción independiente quizás con más buenas intenciones que logros concretos pero su mera existencia será de ayuda para que vuelva a instaurarse la comedia romántica en nuestro medio local. Un aspecto a considerar es la óptima dupla que conforman Muriel Santa Ana y Peto Menahem que se conocen y han trabajado juntos antes en varias oportunidades. Es esencial este dato ya que la película de Néstor Sánchez Sotelo se apoya en ellos para llegar a un público que aún en su avidez por estos relatos del corazón difícilmente peque de condescendiente y justifique sus fallas (que las tiene). El guión es un buen borrador pero resulta evidente que le falta un poco de todo: una trama de mayor relieve, desarrollo de personajes secundarios, subtramas de peso y un uso más inteligente de Sebastián Wainraich que es introducido en la historia como si fuera el tercer vértice de un triángulo amoroso y se queda sólo en el amague. Lo más destacable, además de las grandes actuaciones de Santa Ana y Menahem, seguramente es el primer acto donde Caída del cielo sorprende con su planteo y establece los inicios de la relación entre Julia y Alejandro, dos seres solitarios destinados a quererse con las clásicas idas y venidas que son el ABC de la comedia romántica. Se nota que en esa situación desencadenante hay unos cuantos detalles jugosos fruto de la inventiva de los actores antes que del ingenio de los tres guionistas involucrados. Si la idea se hubiese transformado en un cortometraje poco se lo podría reprochar al trabajo de los autores. El problema es que una vez superado ese primer acto el idilio de Alejandro y Julia demora en tomar forma y por momentos no se entiende muy bien hacia dónde lo están llevando. Estas dilaciones e indecisiones conspiran para que el filme encuentre un tono preciso e interpele a su audiencia con mejores armas. Alejandro y Julia son dos cuarentones en conflicto. Él es un sonidista que trabaja en teatro, vive sin compañía en un departamento modesto y anímicamente no la está pasando nada bien. Ella es una mujer desocupada oriunda de Pergamino que se mudó a Buenos Aires siguiendo a su novio; ambos convivían en el mismo edificio de Alejandro pero al disolverse la pareja Julia se quedó sola. Nunca se vieron hasta el día en que Julia, ¿accidentalmente?, cae de la terraza al patio de un atribulado Alejandro. La razón de dicha caída está justificada argumentalmente. Si de manera creíble o no, ese es otro tema (totalmente subjetivo). Lo interesante es observar cómo unieron el accidente con los conflictos internos de Alejandro. Cuando en el final Alejandro confiesa lo que confiesa frente a la puerta de Julia la obra alcanza la profundidad, la sensibilidad y la emoción indispensables para salir del cine con la sensación de que nos llevamos algo más que un simple pasatiempo. Gran monólogo, gran actuación de Peto. Entre tanta propuesta diversa que llueve semana a semana, la calidez y los toques de humor de Caída del cielo no pasan desapercibidos y la redimen de sus defectos.
Siempre hay un roto para un descocido. Tal parece ser el eje de esta comedia romántica de Néstor Sánchez Sotelo, que es al mismo tiempo una mirada sobre la soledad, la alienación y la neurosis propias de esas conejeras -donde casi nadie sabe del otro- que son los edificios porteños. El punto de partida es poco menos que inusual: a Alejandro (Peto Menahem), una cuarentón algo depresivo que trabaja como sonidista en una obra teatral, le cae del cielo -literalmente- una persona en su patio. Se trata de Julia (Muriel Santa Ana), una vecina a la cual no conoce y con la que descubre que comparte traumas similares (se deja entrever que lo de Julia fue un intento de suicidio). A esta pareja de adultescentes no los unirá el amor sino sus fobias. Pero pese a que Santa Ana y Menahem ya mostraron sus credenciales para la humor (él es un reconocido standapista, mientras que ella es recordada por su papel en la serie Ciega a citas), la química entre ambos no es de lo más fluida y la trama resulta una mera acumulación de situaciones (los ensayos de una obra al mando de un director histérico, la visita a Neuróticos Anónimos, los inconvenientes con el servicio de cable) que no siempre tienen una resolución efectiva. Dispareja película que busca el chiste a través del patetismo de sus dos antihéroes, pero pocas veces lo logra.
Por caminos seguros El film protagonizado por Muriel Santa Ana y Peto Menahem tenía todo para ser una aproximación intimista a la soledad y la desolación, pero elige ir por el camino seguro del clasicismo del género. El clima invernal no alcanza a la comedia romántica nacional, que sigue atravesando una primavera gracias a títulos como Me casé con un boludo, Una noche de amor y, ahora, después de la polémica pública por la postergación de su estreno, Caída del cielo. Aun cuando dura poco más de una hora y cuarto, hay varias películas dentro de este relato centrado en Julia (Muriel Santa Ana) y Alejandro (Peto Menahem), dos seres deprimidos que coquetean con el suicidio y terminarán conociéndose cuando ella caiga desde una terraza al patio del departamento de él. En varias de las escenas de Alejandro solo en la casa se transluce la desolación de una vida sin sentido aparente, abriendo paso a un potencial film intimista. Por otro lado, las escenas de su trabajo como sonidista en una obra silente que incluye a Evita y al General Paz (?) invitan a un absurdo que muy pocas es explotado en su justa medida. El principal problema de Caída del cielo es que el realizador Néstor Sánchez Sotelo (Testigos ocultos, Los nadies) elige quedarse con la más convencional, la más luminosa y menos atrapante de todas ellas: la de la historia romántica. Así, desechado el núcleo de tristeza y de comedia más pura, apenas queda ver cómo esos dos personajes, que de tan tontos se vuelven tiernos, se encaminan hacia el inevitable Happy Ending.
Cayendo al vacío. La última película de Néstor Sánchez Sotelo (Los Nadies, Testigos Ocultos) propone inicialmente una premisa original: Julia (Muriel Santa Ana) cae literalmente al patio de su vecino Alejandro (Peto Menahem), del piso de abajo. Ahora bien, cómo se desarrolla dicha idea es el punto flojo de la película, presentando personajes (e incluso actores) demasiado estereotipados, sin aparente construcción en una historia que se queda en lugares comunes y para colmo en un género como la comedia romántica que necesita destinos algo más valientes. El relato se centra en Alejandro, un ser depresivo, solitario, sin aparente conexión con el mundo exterior más que por su trabajo; y en Julia, otro ser solitario aunque algo más enérgico, quien de la nada cae en el patio de Alejandro. Así comienza entonces la historia que los une y que los llevará a un desenlace nada sorpresivo, dejando poco lugar para el desarrollo de temas tales como la soledad y la necesidad de conectar con el otro, los cuales seguramente hubieran dado como resultado un film más completo. Alejandro trabaja como sonidista y toca la batería, sin embargo su vida es puro silencio, su mundo interior es nulo, vacío; todo lo contrario a lo que sucede con los diálogos, donde se habla mucho y se dice poco. Siguiendo la dicotomía silencio/ sonido, se suman escenas en relación al trabajo de Alejandro en una obra de teatro donde solo se escucha silencio (esos momentos parecen híbridos ya que no se los aprovecha ni desde el lado de la comedia ni desde una posible metáfora). Muriel Santa Ana interpreta un personaje que sabe de memoria, el guión no le pide ni le exige mucho más de lo que ella sabe hacer tan bien: es una excelente actriz con no muchas posibilidades de destacar en esta historia. En el caso de Menahem, queda de manifiesto su trabajo actoral tan bien desarrollado en el stand up pero no alcanza para dotar a su personaje de esa soledad que se intenta mostrar, convirtiendo al protagonista en un ser algo torpe y poco convincente (incluso algo forzado en varias escenas). Queda la reflexión sobre la relación entre el cine argentino y la comedia, o tragicomedia bien lograda: existen historias que atrapan al espectador desde su concepción original, pero lamentablemente en la mayoría de los casos no logran mantenerse a lo largo del relato y así se pierde el interés por lo que podría haber sido una gran película, estancándose en tan solo una buena idea.
Romance con demasiadas desatenciones La comedia romántica es un género delicado. Requiere de gracia, de que entre el chico y la chica pase algo semejante al enamoramiento, la electricidad o como quiera llamárselo. Requiere también de cierta dosis de locura y de al menos un par de secundarios interesantes que puedan tomar el relevo de los protagonistas entre escena y escena. Caída del cielo tiene dos actores muy capaces tratando de remontar una serie de situaciones muy forzadas, una falta de gracia ilevantable, un contexto que hace muy poco por generar alguna química entre ellos, una subtrama que sólo ayudar a tirar las cosas más abajo, un absurdo tímido y, encima, el viejo fantasma de la misoginia metiendo la cola y embarrando la cancha. Después de una serie de imágenes veloces en las que no se entiende nada (recién más tarde, retrospectivamente, se comprenderá de qué se trata, lo que no quiere decir que esas imágenes vengan a cuento), Alejandro (Peto Menahem) agarra un frasquito, echa unas gotas en un vaso y sale a tomárselo en el patio. Por su expresión da la sensación de que lo que está tomando no es nada bueno. De pronto le cae un pesado bulto al lado. Es su vecina Julia (Muriel Santa Ana, a quien hace tiempo no se veía), quien a pesar de haberse caído o tirado desde la terraza no parece haberse hecho mayor daño. De hecho, en un rato estará charlando lo más tranquila. ¿Terraza baja? Será. Julia no sólo cayó en el patio del pobre Alejandro, sino que perdió la llave de su departamento, no quiere llamar a un cerrajero porque tiene miedo de que se quede con una copia y le robe, se le quedó la billetera en el departamento y lo manda a Alejandro a la farmacia. Un plomo. Por más que su apellido (Santángelo) y el título de la película anticipen que su función será salvífica. Como el género impone sus condiciones de hierro, por más poca onda que haya entre ellos tendrán que besarse y todo eso. Alejandro es sonidista y baterista y está trabajando en una obra de teatro en la que una chica hace de Evita, un compañero de elenco del manco Paz y otro, de uno que no se sabe quién es. Todos actúan gesticulando en silencio, por decisión del director, que es un chanta (Héctor Díaz). Julia es de Pergamino, no tiene trabajo, es loca por las telenovelas y mientras las mira, teje. Como una chica de barrio de los años 50. Hay una escena potencialmente buena, pero injustificada. Durante el clásico momento de la separación, Alejandro escucha el repiqueteo de la muleta de Julia, que vive en el piso de arriba, y se pone a tocar la batería. Allí se establece un diálogo percusivo entre muleta y batería, una bonita idea de reencuentro entre ambos. Pero forzada, además de inconclusa, porque, ¿por qué hace sonar ella la muleta incluso estando sentada? De esta clase de desatenciones, en todos los sentidos del término, está hecha Caída del cielo.
Amor sin riesgos Indudablemente la comedia romántica es un género en sí mismo con sus ya clásicos lugares comunes a cuestas. Todos sabemos que los opuestos se atraen, una afirmación que acaso se podría trasladar al mundo real, pero que dentro de la ficción decidimos tomar como cierta para seguirle el juego, a pesar de que nos conozcamos de memoria el categórico “y vivieron felices para siempre” de la gran mayoría de films con desencuentros amorosos. Por eso, no es necesario indagar demasiado para darse cuenta que el fuerte de una historia de amor no se encuentra en el suspenso, sino en la forma en que sus personajes se dirigen hacia su final feliz. En este caso, “Caída del cielo” no tiene reparos en seguir este ya tan remanido esquema de amores predestinados y personajes adorablemente torpes al servicio del humor. Es más, la nueva película de Néstor Sánchez Sotelo (“Testigos Ocultos”, “Los Nadies”) reproduce sin culpa cada uno de los conocidos recursos del género porque apunta principalmente a hacerse valer por la química de los dos actores principales, que si bien existe y funciona muy bien, no alcanza para distinguirse como una propuesta llamativa dentro de la ola de estrenos argentinos. La historia se plantea sencilla y sin muchas vueltas: Alejandro (Peto Menahem) es un solitario sonidista atrapado en una cotidiana melancolía. Le gusta tocar la batería para descargarse de su trabajo como asistente de sonido en una obra de teatro, cuya particularidad es que transcurre completamente en silencio (interesante dualidad entre ruido y calma para con sus estados de ánimo), pero más allá de eso no hay mucho más que lo motive ampliar sus intereses. Sin embargo la pasividad se rompe en el momento en que Julia (Muriel Santa Ana), una mujer entrañablemente neurótica y fanática de Spiderman, se cae literalmente de arriba (del departamento de arriba) en el patio de Alejandro y decide vivir con él unos días hasta que se recupere del accidente. De esta manera, lo que en un principio comienza siendo un conflicto permanente a raíz de las fobias compartidas por ambos protagonistas terminará desencadenando un romance capaz de mejorar, aunque sea un poco, sus monótonas vidas. Con una premisa más que conocida – chico conoce chica totalmente distinta pero potencialmente complementaria que lo ayudará a considerarse a sí mismo como una mejor persona – son Peto Menahem y Muriel Santa Ana los encargados de hacer que se destaquen los diálogos cruzados para que la química en escena realmente se desarrolle. Difícilmente sin la experiencia humorística de ellos dos (Menahem desde el monólogo y Santa Ana desde el histrionismo) la película podría haber salido a flote. Y mucho menos sin arriesgar más que lo necesario a la hora de tratar más a fondo temáticas como la soledad o la depresión. De todas formas, estos son sólo simples reproches para con una película que inevitablemente cae simpática, sin importar las falencias que pueda tener. Porque probablemente la única crítica real que se le pueda hacer al film sea la inclusión de líneas como “soy mujer y tengo miedo, las mujeres tenemos miedo” o “viste como son las mujeres”, que no hacen más que reafirmar una mirada sexista en tiempos en donde los roles de género son discutidos en todos los ámbitos. A veces hilar demasiado fino como público sirve para evitar que estos estereotipos continúen. “Caída del cielo” se presenta como una comedia prolija sin muchas pretensiones, aunque disfrutable y querible cuando nos encariñamos con los personajes y sus ocurrencias. Es en esa situación que olvidamos por un rato que la historia está planteada a partir de una inocente falacia y nos damos cuenta que nada viene de arriba. Que todo es por algo. Incluso el amor de dos neuróticos.
En Caída del cielo se luce gracias a su pareja protagónica Siguiendo las pautas de la comedia romántica, Caída del cielo ofrece un retrato simpático del comienzo de un romance entre dos personajes cuyas vidas no son muy felices. El amor, en este caso, viene a darle un sentido a la vida de Alejandro, un sonidista que está a punto de decidir suicidarse cuando una mujer cae en su patio. Se trata de su vecina, Julia, quien milagrosamente sobrevivió a la caída desde la terraza del edificio. Intentando ayudarla, Alejandro irá olvidando la idea de terminar con su vida y aparecerá la posibilidad de un romance entre ellos. Al comienzo el guión presenta algunos problemas, ya que la extravagante situación inicial da lugar a algunas decisiones de los personajes que no tienen mucha lógica. El aspecto cómico del film funciona mejor en algunas escenas que en otras, pero hay un buen manejo de las reglas de la comedia romántica, tomadas casi al pie de la letra. Hay también amargura en lo que se muestra de las vidas de estos personajes y una insinuación de la profunda soledad en la que viven hasta su encuentro. Esto se traduce en una estética opaca que impera en toda la película. Lo mejor de Caída del cielo son sus protagonistas, Muriel Santa Ana y Peto Menahem, que le aportan encanto a dos personajes que no lo tienen desde el vamos. La actriz parece tener el secreto para generar empatía en el espectador en toda ocasión y el actor demuestra sensibilidad para interpretar la soledad de Alejandro. Son ellos los que hacen que los personajes despierten ternura y nos hagan desear un final feliz.
Comedia que no encuentra la vuelta Es una historia con situaciones muy forzadas, que carece del ritmo que necesita una comedia. Si en Un cuento chino, de Sebastián Borensztein, una vaca caída del cielo funcionaba como disparadora de la historia, aquí lo que cae es directamente una mujer: Alejandro (Peto Menahem) está en el patio de su casa, rumiando uno vaya a saber qué melancolía, cuando ahí nomás se estrella Julia (Muriel Santa Ana). Cómo se conocen los protagonistas de una comedia romántica no es un detalle menor, y esta es una manera original, prometedora. Pero la película de Néstor Sánchez Sotelo no logra mantenerse a la altura de esa idea, de ese comienzo que, literalmente, le da el título. No hay mucho para objetar a los actores: no es ningún descubrimiento el talento de Muriel Santa Ana (consigue salir airosa de un personaje bastante esquemático: la mujer insoportable) y de Peto Menahem (aunque por momentos sobreactúa) para la comedia. Y también para el drama, porque aquí componen a dos queribles perdedores que no terminan de encontrarle la vuelta a la vida. Cada uno por separado, quedó dicho, es eficaz. Juntos, en cambio, no encajan del todo: es difícil de creer que ese roto y esa descosida puedan formar una pareja. De todos modos, los mayores inconvenientes están tanto en la falta de ese ritmo necesario para sostener una comedia como en las situaciones que deben atravesar estos cuarentones solitarios para que la historia progrese. Son, en su mayoría, problemas menores, contratiempos cotidianos que se convierten en pequeños dramas por la inoperancia de estos dos neuróticos. El recurso es válido, y bien ejecutado es una probable fuente de situaciones absurdas, ideales para la risa (o la sonrisa, en el peor de los casos). Pero aquí las vallas son muy forzadas y dejan ver sus hilos; se nota demasiado que son un dispositivo. Que no termina de funcionar como debería.
Partiendo de una situación un tanto ridícula “Caída del Cielo” (Argentina, 2015), es un filme de género que marca el debut en la dirección de largometrajes de Néstor Sánchez Sotelo, productor cinematográfico con varias películas en su haber. Alejandro (Peto Menahem) es un músico de teatro que un día está disfrutando de un vaso de agua en su patio mientras, de manera imprevista, le cae una mujer del cielo llamada Julia (Muriel Santa Ana), LITERAL. En su afán de encontrar algún sentido a la RIDICULA situación, Alejandro comenzará a ayudar a la mujer para, no sólo vuelva en sí, sino, también, para que sea atendida ante la posibilidad de algún daño por la caída. A partir de ahí, una serie de enredos los llevará a conocerse y a involucrarse aún más, hasta el punto que ese intento suicida de Julia será sólo el disparador de situaciones equivocas que le impregnan un ritmo ágil a la comedia que Sánchez Sotelo. En estos dos personajes perdedores, al borde del abismo, el director crea un vínculo tan fuerte que no importa que la película caiga en lugares comunes y en algunos estereotipos que en manos de otro realizador hubiesen sido más acentuados. “Caídos del cielo” retoma de la comedia romántica varios puntos que la consolidan como el filme de género que es, pero además apuesta al localismo para que su propuesta sea diferente a las miles de romcom que venimos viendo desde hace años. La incorporación de la incomunicación o la falta de claridad ante determinadas situaciones, además, hacen que el filme potencie su costado más divertido, porque en el fondo, de los temas que se hablan en la película, además del amor, son la soledad, la invisibilidad y la falta de oportunidades. Algunos puntos particulares, como la obsesión de Julia por una novela latinoamericana, o la profesión de Alejandro, brindan cierto aire a la estructura narrativa para que los temas se conviertan en hilo conductores del filme. Cuando Alejandro recibe a Julia, nunca pensó que esa vecina podría sacarlo de su ostracismo y de su ir de la casa al trabajo continuamente, para comenzar a aprovechar otras facetas de la vida, aquellas en las que acompañado se superan miedos y temores. Peto Menahem explora su costado más histriónico y explosivo, mientras que Muriel Santa Ana se muestra mucho más medida que en otras oportunidades, y en el conjunto esto resulta, porque además permite el lucimiento de una serie de personajes secundarios como el ex novio (Sebastián Wainraich), la vecina (Karina K), el director de teatro (Héctor Díaz), que no hacen otra cosa que potenciar el ridículo y el inverosímil de algunas situaciones. “Caída del Cielo” logra cumplir con su propuesta, y se muestra honesta y simple, y eso, en el medio de tanto cine rimbombante, megalómano, que termina por generar discursos vacíos y resultones, no es algo menor.
DOS PERDEDORES SE UNEN Una comedia romántica entre dos protagonistas muy especiales, uno músico deprimido al borde de una decisión drástica y una mujer que literalmente cae en su patio desde la terraza del edificio que comparten… Enredos, equívocos, reflexiones, dardos para snobs y ternuras. Muriel Santana y Peto Menahem con talento y una química construida con sutilezas y profundidad. Personajes secundarios para Karina K y Sebastián Wainraich. Un entretenimiento grato.
Imperfecto, pero original II Problemas de vivir en planta baja. Un tipo está tranquilo con su propia neurastenia en su departamento, y de pronto le cae una mujer en el patio. No es en sentido figurado: le cae de veras. Por suerte la mujer no se mata, lo que hubiera sido un grave problema para el tipo. Apenas se quiebra un poco, sobre todo la pierna. Pero ahora hay que ayudarla, bancarla y alojarla, porque el edificio no tiene ascensor y encima ella parece más rayada que él. O sea, lo que hubiera sido un grave problema no es nada comparado con lo que se viene. Y cuando al fin ella se va, el peligro sigue latente. ¿Pero es que se cayó por casualidad, como dice, o acaso pensaba suicidarse? Tratando de dilucidar ésta y otras dudas, el tipo sale de su cueva. No contribuye a su tranquilidad el trabajo de sonidista en una obra teatral que ha de representarse en absoluto silencio (antojos de un director vanguardista). Ni contribuye a la tranquilidad de ella el sorpresivo encuentro con un grupo de Neuróticos Anónimos, un episodio digno de memoria. Como sea, esto llegará a buen puerto. A fin de cuentas, es una comedia romántica. Le falta un poco de ritmo, y no siempre alcanza la gracia necesaria, pero es francamente original, con un guión bastante ingenioso escrito a tres manos por Leonardo D'Agostino, Martín Blasco y Nancy Giampaolo. Protagonistas, Muriel Santa Ana y Peto Menahem. En su entorno, Héctor Díaz (preciso director de teatro), Karina K, la rubia Verónica Intile, Fabián Forte y otros. Director, Néstor Sánchez Sotelo.
DOS PERSONAJES ENCERRADOS Los personajes de Caída del cielo, los protagonistas Alejandro (Peto Menahem) y Julia (Muriel Santa Ana), son claramente dos criaturas sobre las cuales se pueden elaborar lazos hacia la screwball comedy, aquellas comedias del período clásico norteamericano donde la locura era un carácter ineludible. Alejandro es un profesional, es sonidista, y parece un tipo bastante obsesivo. Julia es un personaje neurótico y bastante inclasificable. Obviamente, ella arrastrará con su presencia y personalidad al más opaco Alejandro. El motivo de su encuentro, también es lunático: el tipo sale al patio de su casa cuando de repente la mujer le cae “del cielo”. A partir de ahí, entre la lesión de ella, el ánimo protector de él y la soledad de ambos, se irá forjando un vínculo construido en base a ocultamientos, equívocos y verdades dichas a media. Caída del cielo es, desde su propuesta, una película que promete. Pero lamentablemente hay algo en el orden de la ejecución que no termina de funcionar en la película de Néstor Sánchez Sotelo. No tanto por las esforzadas actuaciones de Muriel Santa Ana y Peto Menahem, ambos muy bien y con evidente química en pantalla, sino por una realización que no encuentra el timing preciso que la comedia necesita para explotar y ser efectiva. Y buena parte de eso se debe a una segunda línea del film, que uno puede vislumbrar entre su título y la premisa (ese “caer del cielo” puede ser algo más), que quiere explotar la veta melancólica de la historia, incluso su potencialidad sanadora: soledades, intentos de suicidio, miedos, pánico por el paso del tiempo, que se exploran en un sentido más melodramático que humorístico. Así, el humor se ve aprisionado entre una estructura que lo exige y una temática que lo repele. Hacia el final, Caída del cielo apuesta un poco confusamente al drama romántico y la convencionalidad de las situaciones, jugadas con poca gracia, limitan las posibilidades. Otro problema que evidencia Caída del cielo es el de la poca fluidez entre subtramas. Si bien Alejandro tiene un trabajo, que vemos y hasta podría ser más explotado por la vía del absurdo (una pretenciosa obra de teatro hecha en base a silencios), su actividad y las criaturas que allí habitan se vinculan poco con la historia sentimental del protagonista. Así, Caída del cielo desvirtúa una de las reglas de la comedia romántica: dos buenos protagonistas y secundarios que se luzcan en los momentos justos, retroalimentándose para potenciar la comicidad. El film de Sánchez Sotelo avanza como en compartimentos estancos, estancamiento al que se suma la historia de Alejandro y Julia, que prácticamente se resuelve en el interior del departamento. Dos criaturas evidentemente explosivas, sometidas al encierro, son un error de concepto. Todo lo que está mal en Caída del cielo se puede adjudicar a los desacoples de puesta en escena y a ideas que son más interesantes en el papel, que en la práctica (ahí podemos citar una bonita escena en la que él toca la batería al compás del ruido de las muletas de ella, pero que no termina de funcionar). De todos modos, los dos personajes tienen la fuerza suficiente como para sostener el relato más allá de las fallas que se observan. En todo caso, podemos entender a esta película como un borrador de algo mejor que está por venir.
"Caída del Cielo" propone una historia romántica muy chiquita pero gigante debido a los personajes y los actores que los interpretan. Julia - Muriel Santa Ana - cae en el patio de Alejandro - Peto Menahen - y este encuentro da lugar a una combinación de situaciones desopilantes y al mismo tiempo para analizar, sobre como nos vamos enroscando con las historias de amor y la gente que uno se cruza por la vida. Muriel Santa Ana desarrolla un personaje divino, con altos y bajos, super creíble, que en combinación con lo que hace Peto Menahen, da como resultado que la peli cierre por todos lados. Sebastián Wainraich, Héctor Díaz y Karina K tienen personajes participativos pero cada intervención es muy simpática. Una comedia romántica para los amantes del género y de las pelis nacionales. Como siempre, apoyando a nuestro cine argentino
Son dos seres que se unen tras un incidente poco convencional pero son bastante parecidos y sufren casi los mismos estados emocionales. Los personajes secundarios acompañan bien y la pareja protagonista son grandes comediantes que intentan sacar a flote un guion algo flojo, que cae en lugares comunes, sin giros argumentales y que logra arrancar pocas sonrisas.
Bienvenida la cada vez más frecuente visita del cine argentino a la comedia romántica, que ha dado muy buenas películas en el último tiempo. Esta vez, la premisa es disparatada: a un sonidista solitario y deprimido –el sólido Peto Menahem, capaz de hacer comedia y drama con naturalidad- le cae en el patio la vecina de arriba, Muriel Santa Ana, como caída del cielo. La mujer, ahora con magullones, es también es un bicho raro, lleno de manías y fobias, con ochentoso maquillaje y vestuario. Una amistad a tropezones irá creciendo entre estos dos solitarios. Los personajes sostienen, y elevan, una comedia que por momentos parece caer en la receta probada.
Ya desde un principio el film presenta algunos problemas menores, que con el transcurso del desarrollo de la historia no sólo no los puede resolver, sino que se agravan. El principal desde el origen es el diseño de sonido, la ausencia total de un diagrama de planos sonoros, da lo mismo si el personaje se encuentra dentro de la habitación o en exteriores y, por su puesto, el volumen, la música y esa batería que terminaría por aturdir hasta a Beethoven, si estuviese en la sala. En tanto a la presentación de los personajes, el relato abre con Alejandro (Peto Menahem), un ser de alrededor de los treinta y pico largos, “ejecutando” la batería, es sonidista de profesión, trabaja en un teatro y tiene una vida vacía. Su rostro implica abatimiento extremo, ojos de perro abandonado, está en su casa ataviado con pijama y un “robe de chambre”, se sirve un vaso de agua y le agrega, contándolas, diez gotas, más o menos, de algo indefinido, no mostrado, no se ve la etiqueta, pero que se devela cuando, antes de ingerirlo, se muestra su indecisión de en que lugar del florero dejar una nota, tampoco se lee “Sr.Juez”. ¿Hace falta aclarar o se entiende? Sale al patio interno de su departamento de planta baja del edificio, va a beber el líquido, se agacha para recoger el envoltorio de un helado y… el cuerpo de una mujer cae a su lado. Cambio de registro, pasamos de un humor sustentado en el rostro de contradicción al humor físico, posiblemente con la intención de mostrar un costado fóbico del personaje, de manera fallida y no desarrollada a continuación. El cuerpo en cuestión es el de Julia (Muriel Santa Ana), está viva, no puede moverse, pero está consciente, ella, perteneciente al mismo grupo etario, tranquiliza a Alejandro dándole indicaciones para llamar a emergencias (¿hace falta?). Julia vive en el departamento que está exactamente arriba, pero se cayó de la terraza. Todo esto en los primeros cinco minutos de proyección, y si faltaba algo más del manual de catalogo de lugares comunes, de la previsibilidad hecha relato. Le podemos adicionar algunas informaciones que nos dan como espectadores, al respecto, por si no ha entendido, a él el servicio de cable no le da señal, ella, recientemente separada, es fanática del Hombre Araña, sólo puesto en función de un descubrimiento, que debería ser el ultimo punto de quiebre del relato y que por fallas del guión técnico, y del montaje, se encarama en lo inverosímil, finalizando el rango de las informaciones el nombre completo es Julia Santangel ¿Santa Ángel?). Frank Capra, el director de “Que bello es vivir” (1946), se está revolviendo en la tumba. Por supuesto que el desfile de dislates intentando construir una historia romántica en tono de comedia, o de malos entendidos, se despliega de manera exponencial, desde todo punto de vista antigua y burda en sus concepción, desde los diálogos con intención de producir rupturas del lenguaje, de manera deficiente, hasta lo más burdo de burlarse de los directores y de los críticos de de teatro de manera simultánea. La frutilla del postre es que tanto Muriel Santa Ana como Peto Menahem hacen lo que pueden con sus personajes, pero entre ellos, al menos en éste filme, tienen menos química que Albert Einstein.
Romance en picada Cuando el amor irrumpe de manera inesperada sólo quedan dos opciones: huir o amar. Y es en esta disyuntiva en la que entran Julia (Muriel Santa Ana) y Alejandro (Peto Menahem), los protagonistas de esta comedia romántica atípica dirigida por Néstor Sánchez Sotelo ("Testigos ocultos", "Los nadies"). La historia comienza por un hecho disparatado: Julia cae -literalmente- desde el piso de arriba en el patio de Alejandro y a partir de este accidente, la vida de estos vecinos que pisan los 40 empiezan a cobrar sentido. Ambos están transitando una crisis existencial, mientras que ella está desocupada y recién separada de su ex pareja, él tiene una vida solitaria, chata y vacía, por lo que este "accidente" los sacude de su zona de confort. Algunos de los puntos más fuertes del filme son la interpretación de sus protagonistas -que logran gran empatía con el espectador- y el imperio de su cruda y triste realidad, sin forzar a que las escenas parezcan de "película", sino más bien escenas muy pequeñas. Aunque la debilidad de la película radica en la pobreza de su guión, que por momentos tambalea, confunde y se queda a medio camino sin lograr momentos de intensidad.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030