Los diversos obstáculos del pasado. Tras un rodaje de cinco semanas llega a la pantalla grande Camino Sinuoso, escrita y dirigida por Juan Pablo Kolodziej. El guion nos presenta a la protagonista indiscutida de esta historia: Mia Siero (Juana Viale). Desde los primeros minutos del filme sabemos que la mujer fue expulsada del comité olímpico internacional por consumir drogas no permitidas. Pasados siete años de este acontecimiento, Mia debe viajar al sur de la Argentina ya que su padre se encuentra en coma. Allí se topará con un pasado que es momento de enfrentar. Durante el desarrollo de Camino sinuoso nos encontramos con una trama difícil de comprender. No llega a ser coral y es allí donde se vuelve confusa y llena de interrogantes al abordar muchas temáticas juntas; entre ellas: la violencia de género, la mafia, el adulterio en un pueblo de la Patagonia, el perdón y la estafa. La película lamentablemente está colmada de diálogos malos y poco verosímiles que la hacen caer en el tedio: la duración de casi dos horas se siente, y mucho. Una lástima por los actores convocados: gente de experiencia como Arturo Puig, Antonio Birabent, Gustavo Pardi y la mismísima Geraldine Chaplin. La banda sonora creada íntegramente por Fito Páez en ciertos momentos va acorde al género ya que enfatiza en las situaciones de peligro. Sin mucho más preámbulo, Camino Sinuoso es un film que tiene la intención de hablarnos sobre lo difícil que es forjar una carrera en momentos en que todo está perdido, lo engorroso que es volver al pasado cuando ya no pertenecés a él, y que nunca es tarde para perdonar a aquel que nos lastimó.
La opera prima de Juan Pablo Kolodziej intenta construir un thriller dramático alrededor de los complicados vínculos familiares; pero las sucesivas impericias e inverosimilitudes le abren la puerta al temido consumo irónico. Que aún la mala prensa es prensa. A esta altura explicar lo que es el consumo irónico no tiene sentido. Se disfruta, se consume una obra por el sentido adverso para el que fue creada, por los motivos errados. Si las experiencias cinematográficas las construye uno a pura subjetividad; no puedo decir que "Camino sinuoso" sea una película que no pueda ser disfrutada. En su no muy extensa duración, "Camino sinuoso" acumula a cada paso errores de todo tipo. En la suma de esos tropiezos, como si fuese una intoxicación que se cura con una sobredosis del veneno, no estoy seguro de que el resultado no pueda ser positivo. Un drama familiar, un thriller, una película cuasi coral situada en el interior del país. Mía Siero (Juana Viale) es una medallista olímpica que hace ya un par de años fue denunciada y descalificada por el hallazgo de dopping positivo. Una droga suministrada por su padre (Hugo Arana, al que casi no veremos o percibiremos) para mejorar su rendimiento. Desde ese momento, Mía se convirtió en algo así como la vergüenza de Luis Piedrabuena, el pueblo patagónico que la vio crecer y que abandonó sumida en un escándalo. Ahora ella es profesora de gimnasia en Buenos Aires, dejó atrás su pasado. Pero este regresa en forma de un mensaje que le informa que su padre (con el que no se habla desde entonces) está internado comatoso a la espera de la muerte. Este hecho la obliga a volver a su ciudad, y allí la esperan su hermano Gustavo (Gustavo Pardi), y la novedad por boca de la nueva pareja de su padre (María Marull) de que en realidad el hombre puede salvarse con un trasplante de riñón, que solamente puede darle Gustavo. A su vez, Gustavo es cualquier cosa menos trigo limpio. Padre viudo, sumido en deudas de negocios extraños, que se relaciona con el único que le ofrece una salida, David Reynoso (Arturo Puig); un hombre respetado en la comunidad, con una doble cara, o doble moral muy peligrosa, un mafioso con fachada. También está Miny Barrios (Geraldine Chaplin), la ex suegra de Gustavo, mujer acaudalada, fría, resentida, que quiere la custodia de su nieta casi como un trofeo. No nos olvidemos de Diego (Javier Drolas), el amigo de la infancia de Mía que todavía está interesado en ella. "Camino sinuoso" plantea el entrecruce de estas historias usando el regreso de Mía como disparador. Ella debe volver para sanar sus heridas y reparar los viejos rencores en un pueblo que, aún pasado el tiempo, guarda mucha hipocresía en sus entrañas. Quizás, de haberse centrado en su vena dramática, la ópera prima de Juan Pablo Kolodziej hubiese ganado en profundidad y peso, centrándose en algo intimista, pequeño y sencillo. Sus principales dificultades están en las exageraciones de tono. A raíz del dopaje, Mía queda infértil. En una de las primeras escenas asistimos a un diálogo que tiene con su pareja interpretada por Antonio Birabent. El grado de inverosimilitud y exageración que maneja ese parlamento, y la actitud de la pareja, nos marcará lo que nos espera a lo largo de todo "Camino sinuoso". En el elenco no puede decirse que falta talento. No son malos intérpretes, pero son presas de diálogos y situaciones imposibles de desarrollarse con algo de coherencia. El mejor ejemplo está en la irascible Miny de Geraldine Chaplin, siempre exaltada no se entiende bien por qué. Mía es medallista, deportista, lo que conlleva a que en todo momento la veamos con outfit atlético, equipos de gimnasia varios. En la calle, en su casa, en el hospital, corriendo, o en una fiesta, siempre con atuendo que demuestre que es deportista. Todo así. Se suman errores de continuidad notorios, un limbo temporal y de locación llamativo, y baches en la narración de todo tipo. Si bien el tono intenta ser oscuro, ir por los caminos del thriller negro, y mezclar permanentemente el drama íntimo con el policial de pueblo y clásico; a los pocos minutos (la escena del patriarcado e infertilidad es clave) podemos alcanzar el nivel de diversión necesario para que la experiencia se torne placentera. En este código, la película alcanza diálogos y escenas memorables, dignas de un ver para creer, se va superando así misma, y hasta increíblemente deja con ganas de más. "Camino sinuoso" tiene los elementos necesarios para construir un culto alrededor de su consumo irónico.
Para el director y guionista en su opera prima este camino tiene muchos datos. Por un lado la protagonista es una ex atleta olímpica a la que su padre la obliga a ingerir una medicación que hace no solo que la descalifiquen sino que le impide quedar embarazada. Pero además tiene un marido violento. Cuando se entera que su padre agoniza, se siente obligada a volver a su pueblo natal, en el sur. Allí se reencontrará con su hermano viudo, también enemistado con su progenitor. El se transforma en ese momento en el eje de otra historia, con su hija, una suegra calculadora y amistades que se revelan como siniestras cuando se trata de enormes deudas. De ese rompecabezas se acomodan situaciones que parecían irreconciliables, cuando finalmente las piezas encajan impredecibles. La tensión en la historiase mantiene aunque en el guión quedan cabos sueltos o lagunas, y se agregan escenas innecesarias, apurando otras. Suele pasar e las operas primas, querer abarcar demasiado. El marido violento queda desdibujado, que pasó entre ese hermano y su padre nunca se sabe. En el elenco brilla especialmente Arturo Puig con la composición de un hombre amable y oscuro al mismo tiempo. Geraldin Chaplin le saca el jugo a sus escenas y Juana Viale, uno de los rostros más enigmáticos y bellos, la cámara la ama, sostiene bien a su personaje. Una mención aparte merece la muy buena música de Fito Paez que aumenta considerablemente el clima de tensión.
Es una lástima que Juana Viale no acompañe su belleza con expresividad: el día en que lo haga, será una actriz imbatible. Pero por ahora su decir monocorde y su escasa gestualidad empañan la perfección de ese rostro marca Legrand, y entonces la tentación de ungirla protagonista se convierte en una trampa mortal. Pero no hay que cargar las tintas sobre la nieta de Mirtha. Si bien su actuación es un escollo insalvable, se inscribe dentro de un contexto complicado. Porque Camino sinuoso jamás logra ser creíble, intensa o al menos atrapante, cualidad indispensable en un policial. Es una sucesión de escenas desangeladas, por lo general diálogos en interiores donde los personajes explican su pasado, sus circunstancias presentes y sus planes futuros, pero nunca transmiten emociones. Todo sucede de la boca para afuera. Viale encabeza el elenco, pero el suyo no es el papel más importante. Ella es Mía, una ex atleta devenida profesora de educación física luego de que su promisoria carrera se viera interrumpida por una sanción por dóping. Un día le avisan que su padre está agonizando y vuelve a su pueblo (gran parte de la película fue filmada en Villa La Angostura, aunque el escenario natural funciona como decorado y no se integra a la historia) para despedirse. Allí se reencuentra con su hermano (Gustavo Pardi), el verdadero núcleo de la historia. Porque sobre él recaen todas las desgracias: reciente viudo, nadie se priva de extorsionarlo, material o afectivamente. Alrededor de este hermano orbita el mecanismo de un guión cargado de giros forzados e inverosímiles. Falla en sus dos tramas: la dramática (la supuesta reconciliación de Mía con su pasado, un conflicto que jamás adquiere espesor) y también la policial, que queda cubierta bajo un manto de tedio. Y cuando intenta sacudirse la modorra con un poco de acción, se pone directamente al borde del ridículo, con Viale/Mía transformada en una insólita Uma Thurman/Beatrix Kiddo de cabotaje.
De personas y personajes Una de las claves para que un thriller funcione es encontrar un buen villano, gran parte del trabajo del relato está ganada con esta decisión. Es el caso de Camino Sinuoso (2018), la ópera prima de Juan Pablo Kolodziej, que tiene a Arturo Puig como el siniestro comandante de un pueblo del sur de la Argentina. Pero la historia empieza en Buenos Aires, cuando Mía Siero (Juana Viale) discute con su marido (Antonio Birabent) porque no puede tener hijos. No se trata de un problema biológico sino producto de unos medicamentos inyectados por su padre (Hugo Arana) para mejorar su rendimiento deportivo. Ella viaja a su pueblo natal en la Patagonia donde su padre está internado a la espera de un riñón. Su sangre es incompatible entonces acude a su hermano (Gustavo Pardi), quien está endeudado con David (Arturo Puig), el siniestro y poderoso hombre que maneja el pueblo. Camino Sinuoso habla de los secretos, egoísmos y oscuridades que se esconden en un pequeño pueblo del interior. Lo hace desde el drama que deviene en tragedia con dosis de thriller. Una de sus apuestas es el gran elenco, que sostiene en buena parte la carga dramática. La otra es su destacada producción que desde la fotografía y edición de sonido (música de Fito Páez) resuelve en formato de género un film que por momentos transita el melodrama intimista. Pero el guion del propio Juan Pablo Kolodziej tiene una cantidad de situaciones y dramas familiares excesiva, que dividen la película en dos partes: la primera con una serie de personajes enfrentados cara a cara diciéndose crueldades con una falta de afecto sorprendente para el vínculo que tienen (marido y mujer, hermano y hermana, yerno y suegra); la segunda, con conflictos que desencadenan la violencia en formato de thriller, adquiriendo mayor ritmo narrativo. Estas situaciones cierran las múltiples líneas argumentales, algunas sin llegar a la carga dramática condensada en la primera mitad, sintiéndose abruptas. El eje está en la construcción de los personajes: El único ambiguo y más humano por ende, es el de Arturo Puig, mientras que el resto deambula entre víctimas: Mía, Gustavo, su hija; y victimarios: los de Antonio Birabent, Geraldine Chaplin y Hugo Arana. Esta falta de profundidad los convierte en arquetipos sin matices para sostener la dimensión de los dramas planteados. Camino Sinuoso intenta construir un relato oscuro sobre seres en apariencia bondadosos, pero es la forma tan extrema de definirlos como buenos o malos, que en varias ocasiones roza lo inverosímil. Las intenciones son buenas, el resultado desparejo.
“Camino Sinuoso” nos presenta una trama enmarcada en el género del drama y thriller, en donde la estructura dramática pareciera estar pensada como si de una enorme fila de fichas de dominó se tratase. Al desplomarse la primera ficha, podemos imaginar al film como una historia que denota una serie de episodios relacionados, donde la tensión del conflicto crecerá y nos atrapará con mayor intensidad, como espectadores, sobre el tramo final. La transformación e interacción entre los personajes a lo largo de la cinta es lo que a priori funciona como una propuesta artística interesante de transitar, sobre todo por la calidad del elenco seleccionado y lo impredecible que de antemano podemos suponer de su trabajo. Consideremos por ejemplo la imperdible participación de Geraldine Chaplin, para nada reducida o en un papel menor, conjugada principalmente con los personajes interpretados por Arturo Puig, Juana Viale y Gustavo Pardi. Otra perla interesante para decodificar en cuanto a nombres propios es que la música original de la película es autoría de Fito Paez. Lo que resulta interesante es la metamorfosis de todos los personajes a lo largo del film, abocado esencialmente al resultado de la calidad interpretativa de la mayor parte de ellos frente al desafío que seguramente se les propuso ya desde el guion, como probablemente el inesperado caso del hermano de Mía, interpretado sobresalientemente por Gustavo Pardi, o la tenacidad guerrera de una simpática y brava Geraldine Chaplin en acción. Es aquí, en este aspecto, en el de la mayoría de los personajes, donde radica el mayor atractivo de la historia. Lamentablemente, a criterio estrictamente, puede llegar a tornarse lenta o aburrida, a mi entender, por carecer de “ganchos argumentales” o recursos narrativos. Otro aspecto que corre riesgo frente a nuestra mirada espectatorial es la sinuosidad propiamente dicha, pero esta vez no del título de la película, sino del camino propuesto a recorrer al momento de mirarla, ya que en más de una oportunidad se torna forzada y, por consiguiente, poco verosímil. La cinta no denota carencias técnicas de las que uno pueda percatarse y cuenta además con varios casos sobresalientes en cuanto a la calidad interpretativa de sus actores, pero tratándose de cine, pensaría que en su perfil narrativo huelga de ambición y riesgos conflictivos desde el inicio, inclusive. Concentrándose en “lo bueno”, la película tiene algunos puntos altos altos de dónde agarrarse. Si usted se encuentra frente a ella en la sala de cine, está advertido…concéntrese en lo bueno, siempre haga del cine de una mágica salida…de lo contrario, probablemente salga de la sala compartiendo a dedales más de un estado de red social exhibiendo su pochoclera indignación
Camino sinuoso es una película que tiene como protagonista a Juana Viale, y que su premisa nos adentra en aquel dicho de “Pueblo chico, infierno grande”. Se trata de un film que comienza con potencial para contar algo interesante desde el lado dramático, pero todo de diluye a través de diálogos absurdos y actuaciones poco imaginativas. Mía es una atleta que tuvo que retirarse de una competición internacional por haber sido acusada del uso de drogas para mejorar su rendimiento, hecho que también actualmente le está impidiendo gestar un embarazo. Viviendo en la ciudad, y con un esposo que la somete, recibe una llamada con la noticia de que su padre se encuentra gravemente enfermo y a punto de morir. Resulta que la relación con su padre ha sido áspera, ya que él fue motivo de mucha de sus desgracias, pero aún así decide viajar para poder despedirse de el. Allí se encuentran con su hermano, con el dilema que su padre se puede salvar si le donan un riñón, pero su hijo no tiene planes de ayudarlo. Luego de eso se abren subtramas , sobre los negocios del hermano de mía, la relación de ella con un lugareño, y cosas que sirven para desviar la historia del conflicto principal. Suceden muchas cosas sin un hilo conductor, y eso hace que el relato se vea muy desordenado y que ante sus giros en la trama , termine rozando lo absurdo. En cuanto al elenco, la única interpretación destacable es la de la misma Juana Viale, ya que su personaje se encuentra bien construido a raíz de la relación con su padre , y es ahí donde se concentra su conflicto. El problema es que por momentos parece que terminan olvidándose de que ella existe y de su conflicto, para presentarnos dilemas que muy poco aporta a la trama. Las participantes de Gustavo Pardi y Arturo Puig no acompañan debido a lo inverosímil de su guión, y el pobre trabajo de dirección de actores. Los giros en la trama resultaban muy rebuscados , haciendo que los actores caigan en el patetismo a pesar de sus facultades interpretativas. Algo que el film sabe aprovechar bien es su fotografía, marcado por los bellos paisajes de Villa La Angostura , y donde sus mejores registros pueden verse en las tomas de exteriores. Camino sinuoso es un film que parte de una idea interesante pero que ha sido muy desaprovecha debido a lo absurdo e inverosímil de su guión. Lamentablemente las actuaciones no acompañan al flojo trabajo de Juan Pablo Kolodziej, que tenía las de ganar con una premisa potente. Se trata de una película desaprovechada y poco atrapante de la que nos olvidaremos pronto.
Mia Siero es una atleta olímpica nacida en la Patagonia, que vive en Buenos Aires una existencia gris por una violenta relación de pareja, a la que se añade la imposibilidad de tener hijos y de volver al deporte profesional por un caso de doping. Un llamado la hace viajar de forma urgente a su tierra natal, donde la espera no solo su pasado sino también la gestación de una realidad de intereses creados, en la cual su hermano es parte. Junto a ese presente oscuro, el retorno también traerá el brillo de un amor lejano que no se permite olvidarla. Salvo algunas tomas preciosistas cercanas a la publicidad y fuera del tono del film (como las copas de vino que se llenan, casi como en un comercial, en medio de uno de los diálogos más tensos de la trama), la película está filmada con mucha corrección, con buena fotografía y una acertada banda de sonido a cargo de Fito Páez. Su problema es eminentemente argumental, porque mientras avanza hacia convertirse en un violento thriller, los diálogos se tornan cada vez más inverosímiles, lo que resiente el resultado final de una historia con muchas subtramas. Sobresalen Arturo Puig como el hombre de sonrisa franca que puede ser tan seductoramente cómplice a la hora de los negocios como implacable al momento de recordar deudas, y Juana Viale en uno de sus mejores roles en el cine hasta la fecha, como esa hija y hermana que deberá enfrentar una explosiva conjunción de pasado y presente.
Una trama lo suficientemente movida, varias vueltas de tuerca, lindos paisajes alrededor de Villa La Angostura, música debidamente orquestada por Ezequiel Silberstein, y sobre todo una actriz regocijante, muy en vena, llamada Geraldine Chaplin, son los mayores atractivos de este drama policial sin policías de Juan Pablo Kolodziej, el hombre detrás de "Verdad/Consecuencia". Cierto que tiene algunos defectos de hilación argumental, incluso de interpretación (el que hace de marido malo parece malo hasta para actuar); en fin, esas cositas que provocan la maliciosa ironía del espectador. Pero aun éste se deja llevar por la trama, donde Juana Viale es una atleta olímpica (al parecer, de lucha libre) retirada por culpa del padre; Gustavo Pardi es un fracasado por culpa del padre (y encima tiene deudas con gente fea); Hugo Arana es el padre, que ya está para la confesión final (salvo que el hijo le done un riñón, cosa que no piensa hacer mientras esté vivo); Chaplin es la vieja decidida con mucha plata, y Arturo Puig el buen vecino especialista en negocios raros, extorsiones, abusos sexuales, secuestro de criatura, práctica ilegal de la medicina mediante la indebida aplicación del inhalador para asmáticos, y cobro de facturas a través de "una tomadora de garantías" (eufemismo por "una mina de la pesada"). Sorprende Puig en un personaje inhabitual. Y la película entretiene.
Potente thriller que bucea en la vida de una mujer (Juana Viale) y los sucesos que se desencadenan al regresar a su pueblo de origen en donde su hermano debe saldar una deuda de la manera que sea. Su pasado, presente y futuro penderá de un hilo en una historia que dividirá a crítica y espectadores pero que posee en su elenco a grandes actores como Geraldine Chaplin y Arturo Puig y a Juana Viale en un rol distinto, con la cámara enamorada de ella.
Una reiterativa y estática propuesta Hacer cine, sobre todo en este país, cuesta mucho. Y si bien uno no tiene ganas de tirar piedras sobre su propio techo, se tiene que ir de frente para que los responsables de la película aprendan y se pueda hacer mejor la próxima vez. Una introducción así es necesaria, porque Camino Sinuoso tristemente es una propuesta que no consigue acertar. Mía es una atleta olímpica que, por el consumo de una medicación ilegal, es expulsada de cualquier competencia deportiva. Como si esto fuera poco, el consumo de dicha droga la ha dejado incapacitada para tener hijos, cosa que parece es motivo de muchas fricciones con su marido. A todo esto recibe una llamada de su pueblo: su padre está por morir y debe volver para poner sus asuntos en orden, ya que su hermano, al estar distanciado de su padre, no puede hacerlo. No obstante, las cosas se complicarán cuando este tenga deudas con gente muy peligrosa y para saldarlas tenga que hacer una tramoya al sacarle a su suegra el dinero que necesita. En materia fotografía la película parece prolija. La mano maestra de un cinefotográfo de trayectoria como Horacio Maira así lo asegura. También son prolijos su montaje y su dirección de arte. Visualmente no hay nada que reprochar, pero por fuera de ese apartado es donde los defectos comienzan a apilarse uno encima de otro. Camino Sinuoso es un guion que parece tener buenas intenciones estructurales, pero que sufre por un desarrollo de personajes endeble. Esto contribuye a que no se sienta que se sube la apuesta en cuanto a tensión. Los diálogos son reiterativos, excesivamente expositivos y con total carencia de subtexto. No van a ningún lado, no propulsan la trama hacia adelante y parecen cumplir solo dos funciones: establecer la historia previa y establecer los defectos de carácter de los personajes. En materia actoral, Arturo Puig y Geraldine Chaplin, siendo los actores de trayectoria que son, hacen lo que pueden con el material que les dieron, pero lo único que destaca es su enorme compromiso profesional ya que sus personajes no consiguen convencer. No es su culpa, ya era así desde el papel. Juana Viale y Gustavo Pardi no consiguen convencer como hermano y hermana, tampoco lo hacen en sus momentos en solitario, en particular los de la primera junto a Antonio Birabent. Hablamos de labores forzadas y poco naturales. Se pueden tener los mejores actores pero incluso el gran talento interpretativo necesita dirección. Acá no hay trazo escénico. Parece que los largan a actuar confiando que el talento de unos y la fama de otros van a conseguir milagrosamente evocar una emoción. Se sientan uno frente al otro, conversan y se acabó. Se paran uno frente al otro, conversan y se acabó. La única manera en que esta monotonía sea frenada es con un insulto, un golpe o un disparo. No hay lenguaje corporal, movimiento o uso del espacio.
Rompecabezas cargado y algo torpe Tras el paso por la plataforma Netflix de la serie Eda, dirigida por Daniel Burman, pegarle a Juana Viale por su desempeño dramático a cargo del rol principal se volvió deporte en las redes sociales. No es que no hubiera motivos para la crítica, pero el asunto se convirtió casi en meme, y por momentos rozó la burla y el ciberbullying. Por eso el estreno de Camino sinuoso, ópera prima de Juan Pablo Kolodziej, que vuelve a tener a la menor del clan Legrand como protagonista, aparecía en el horizonte como la oportunidad perfecta para retomar su lapidación pública en medios y redes. Uno de los peores males del siglo XXI. Sin embargo, Viale, aun sin entregar una actuación descollante, no es el principal problema que ofrece este thriller ambientado en escenarios patagónicos, que aspira a ocupar un lugar destacado entre los títulos nacionales más vistos de 2018. Se trata de la historia de Mía, una exatleta cuya carrera y vida personal se vinieron abajo cuando un doping positivo reveló que su padre y entrenador le suministraba drogas prohibidas para mejorar su rendimiento, sin que ella lo supiera. Un punto de partida inusual que dentro de la trama solo sirve para poner en crisis de movida el vínculo paterno-filial y, de forma algo forzada, justificar la imposibilidad de Mía de quedar embarazada. De un modo también mecánico, el guión le impone a la protagonista un matrimonio infeliz con un hombre violento que la culpa por su esterilidad. Y además, la enfermedad de su padre, y un hermano desbordado y de pocas luces, que acaba de enviudar y tiene una deuda impagable con el mafioso del pueblito donde vive la familia. Son muchas cosas las que debe cargar la pobre Mía y lo mismo puede decirse de la película, que mete de todo (y más) en la misma bolsa, para después terminar armando el rompecabezas de manera torpe y con poco timing. Camino sinuoso incluye una rareza: está musicalizada por Fito Páez, quien construye una banda sonora clásica y sobria, aunque por momentos demasiado presente. Por el lado de las actuaciones, cada quien cumple con lo suyo. Arturo Puig vuelve a demostrar que los personajes secos y torvos le sientan bien en esta etapa de su carrera, manejando con soltura el juego psicótico de las dos caras. Como de costumbre, Geraldine Chaplin actúa en piloto automático, y en mayor o menor medida siempre funciona. Antonio Birabent consigue hacer del marido de Mía un ser despreciable, construido al límite de lo caricaturesco. Y Javier Drolas le aporta naturalidad a su personaje de eterno enamorado de la protagonista. A pesar de ello, la gran dificultad del elenco radica en la diferencia entre los registros que maneja cada actor, situación que quizá los excede. En cuanto a Viale, su trabajo luce mejor cuando pone en escena el carácter distante y frío de Mía, y sus dificultades para transitar la empatía o entablar vínculos emotivos francos, y no tanto cuando el personaje es atravesado por el torrente emocional.
MÁS QUE SINUOSO LLENO DE ESCOLLOS Los primeros minutos de Camino sinuoso hacen esperar lo peor, especialmente un diálogo entre Juana Viale y Antonio Birabent excesivamente subrayado y con personajes al borde de la caricatura. Luego, cuando la protagonista viaja al sur para resolver algunos asuntos familiares (un padre que se muere y un hermano que está alejado), la película se convierte en una suerte de thriller de tierra adentro, de pueblo chico – infierno grande, donde si bien hay cosas que se adivinan como hechas a las apuradas la propia construcción del guión nos permite avanzar sobre la intriga de sus constantes giros. Así, el film de Juan Pablo Kolodziej termina cediendo terreno más por fallida a la hora de intentar fusionar el policial con el drama familiar (y de fusionar muchas otras cosas más), que por algunas discutibles ideas de puesta en escena. En verdad Camino sinuoso es vendida como una película de Juana Viale, cuando el peso dramático de la historia está puesto tanto sobre su personaje como sobre el del hermano (Gustavo Pardi). Esa confusión es lo que en un comienzo impide advertir la dualidad del relato y lo que en determinado momento nos llevará a pensar que una subtrama se impone a la otra cuando en verdad son dos partes que intentan un contrapeso perfecto (no lo logran). Ella es una ex atleta olímpica que sufrió una suspensión por doping positivo y que ahora vive con un marido violento, que la culpa por su imposibilidad de tener hijos. Del pasado, ella tiene algunas deudas pendientes, las cuales tratará de saldar viajando al sur y asistiendo en los trámites de la segura muerte de su padre enfermo. Pero además, una vez allí, se reencontrará con su hermano, uno de esos personajes patéticos que buscan el gran negocio y terminan vinculándose con lo peor del mundo criminal. Si algo de bueno tiene el trabajo de Kolodziej, es que juega al thriller, acumula tensión, mientras desarrolla el drama de sus personajes. Lo malo: que esa tensión no termina de explotar como debe, y que a la hora de las resoluciones la película ingresa en una serie de derivas poco rigurosas y puestas en pantalla de manera pobre. Si en su primera parte Camino sinuoso parece la película de Viale, luego parece convertirse en la película de Pardi. Y las cosas no están del todo bien niveladas no sólo en el orden narrativo, sino también en la presencia de un elenco que aporta diversas tonalidades haciendo menos homogéneo el conjunto: de Viale ya conocemos su incapacidad para transmitir determinadas emociones, aunque Kolodziej parece construirle un personaje a su medida; Pardi no sale del todo bien parado con su personaje tenso; y Javier Drolas le aporta una honestidad que se extraña cuando sale de escena. Son los dos veteranos, Arturo Puig y Geraldine Chaplin, los que logran los mejores momentos, con criaturas que pueden virar de lo amable a lo decididamente malvado. Tal vez la cantidad de quiebres que la película exhibe esté vinculada con la idea de lo sinuoso que quiere dejar en claro el título. Pero si a todo esto le sumamos una música de Fito Páez que parece venir de otro lugar, nos encontramos con un producto que pretende ser una cosa y no lo logra. Y ahí su dilema imposible de resolver.
Esta es la opera prima de Juan Pablo Kolodziej, la protagonista es Mia Siero (Juana Viale), una ex atleta olímpica destituida de una competencia internacional por consumo de drogas no permitidas, a partir de ese momento se alejó de todo, familia, pueblo y amigos. Ahora vive una relación violenta con su pareja, su marido Bruno (Antonio Birabent) uno de los problemas es que ella no pude tener hijos. Un día recibe un llamado en el que le informan que su padre Eduardo Siero (Hugo Arana) está muy grave y necesita un trasplante de riñón, a partir de esto viaja a su ciudad natal a enfrentar su pasado. Vemos como Mía revive sus frustraciones, salen a la luz distintos malestares, todo su reencuentro con el pasado y con su primer amor Diego (Javier Drolas, “Gilda, no me arrepiento de este amor”). Todo se encuentra envuelto en un drama familiar que se va mezclando con una trama policial, donde habla de los vínculos familiares, de las pérdidas, de la adopción, el maltrato, la corrupción, las situaciones no resueltas, las segundas oportunidades y la posibilidad de volver a empezar una nueva vida. Filmada en Villa La Angostura, en locaciones de gran belleza, con ciertos silencios que esconden distintos sentimientos y la buena música de Fito Páez que con sus acordes es un protagonista más, aunque te anticipa lo que va a suceder. Cuenta con buenas actuaciones Arturo Puig es el villano; Geraldine Chaplin compone un personaje oscuro y otras inconsistentes. Uno de los problemas que tiene son sus diálogos poco creíbles, al igual que algunas situaciones, toca temas interesantes pero no están del todo explotados, hechos que quedan sugeridos, ante un ritmo irregular por momentos se hace aburrida y levanta los últimos treinta minutos de la cinta.
Intentar resolver un problema personal, otro familiar, y uno más, por si fuera poco con signos mafiosos, es lo que cae sobre los hombros de Mia (Juana Viale), una ex atleta olímpica nacida en un pueblo sobre la cordillera patagónica. Ella está retirada de las competencias y es profesora de educación física en una escuela primaria. El alejamiento del mundo deportivo se debe a que fue suspendida por el Comité Olímpico Internacional, debido a un dóping positivo. Mia está casada con Bruno (Antonio Birabent), viven en un amplio y lujoso departamento ubicado en Buenos Aires. No se llevan bien, ella no puede quedar embarazada, y su marido la maltrata. Esta situación sucede siete años después de la suspensión olímpica. Además de esto, se entera que su padre está agonizando y decide volver al pueblo de su infancia para despedirse de él. Al llegar se contacta con su hermano Gustavo (Gustavo Pardi), donde los inconvenientes continúan y se ramifican hacia otras esferas. Juan Pablo Kolodziej con su ópera prima nos cuenta una historia que abarca la violencia de género, infertilidad, trasplante de órganos, deudas financieras, rencores familiares, secretos, codicia, traiciones, mafia, etc., todo enmarcado en un paisaje privilegiado como el de Villa la Angostura, con música instrumental creada especialmente por Fito Páez y, por si esto fuera poco, un numeroso e importante elenco. Para transitar este camino sinuoso hay que utilizar cubiertas con mucho agarre porque se puede derrapar en varios sectores. Como la película pretende abarcar varios géneros, como son el drama y el policial, con una atmósfera de thriller que sobrevuela el ambiente, la historia no puede sostenerse con firmeza. Hay ciertas escenas forzadas, personajes desdibujados, actuaciones desparejas, donde el más convincente y sólido, es el malo del film, David (Arturo Puig). El atender varios focos de conflictos se convierte en un combo con varios ingredientes provocando una dispersión de temas, cuya intención de ir cerrándolos uno a uno no resulta del todo convincente quitándole credibilidad a la historia. Como, por ejemplo, las escenas donde, sin haber ninguna información previa, Mia se convierte en heroína demostrando una capacidad de poder pelear con patadas, golpes de puño, e incluso desarmar limpiamente a una secuestradora que cuenta con un amplio prontuario. Lamentablemente el camino elegido tiene demasiadas bifurcaciones y desvíos, con el consabido resultado de no lograr una espesura dramática acorde a lo que se relata y de ese modo, el centro de atención hacia una narración coherente termina debilitándose Intentar resolver un problema personal, otro familiar, y uno más, por si fuera poco con signos mafiosos, es lo que cae sobre los hombros de Mia (Juana Viale), una ex atleta olímpica nacida en un pueblo sobre la cordillera patagónica. Ella está retirada de las competencias y es profesora de educación física en una escuela primaria. El alejamiento del mundo deportivo se debe a que fue suspendida por el Comité Olímpico Internacional, debido a un dóping positivo. Mia está casada con Bruno (Antonio Birabent), viven en un amplio y lujoso departamento ubicado en Buenos Aires. No se llevan bien, ella no puede quedar embarazada, y su marido la maltrata. Esta situación sucede siete años después de la suspensión olímpica. Además de esto, se entera que su padre está agonizando y decide volver al pueblo de su infancia para despedirse de él. Al llegar se contacta con su hermano Gustavo (Gustavo Pardi), donde los inconvenientes continúan y se ramifican hacia otras esferas. Juan Pablo Kolodziej con su ópera prima nos cuenta una historia que abarca la violencia de género, infertilidad, trasplante de órganos, deudas financieras, rencores familiares, secretos, codicia, traiciones, mafia, etc., todo enmarcado en un paisaje privilegiado como el de Villa la Angostura, con música instrumental creada especialmente por Fito Páez y, por si esto fuera poco, un numeroso e importante elenco. Para transitar este camino sinuoso hay que utilizar cubiertas con mucho agarre porque se puede derrapar en varios sectores. Como la película pretende abarcar varios géneros, como son el drama y el policial, con una atmósfera de thriller que sobrevuela el ambiente, la historia no puede sostenerse con firmeza. Hay ciertas escenas forzadas, personajes desdibujados, actuaciones desparejas, donde el más convincente y sólido, es el malo del film, David (Arturo Puig). El atender varios focos de conflictos se convierte en un combo con varios ingredientes provocando una dispersión de temas, cuya intención de ir cerrándolos uno a uno no resulta del todo convincente quitándole credibilidad a la historia. Como, por ejemplo, las escenas donde, sin haber ninguna información previa, Mia se convierte en heroína demostrando una capacidad de poder pelear con patadas, golpes de puño, e incluso desarmar limpiamente a una secuestradora que cuenta con un amplio prontuario. Lamentablemente el camino elegido tiene demasiadas bifurcaciones y desvíos, con el consabido resultado de no lograr una espesura dramática acorde a lo que se relata y de ese modo, el centro de atención hacia una narración coherente termina debilitándose
Melodrama familiar y film criminal son dos pasiones argentinas. En esta película se combinan ambas: hay una mujer, joven, caída en desgracia a quien las circunstancias llevan a viajar y resolver asuntos familiares, y hay un pasado –y un presente– con peligros y secretos que generan las vueltas de tuerca dramáticas de la trama. Todo está filmado en la Patagonia y ese paisaje entre bello y duro refleja el estado de ánimo de los personajes. Pues bien, esto está bien y Juana Viale mejora mucho performances anteriores (suele ser la víctima a reglamento de cierta parte de la crítica y no siempre es justo o pertinente), lo que permite sentir empatía con su criatura y, por consiguiente, interesarse por la historia, que no carece de golpes de efecto colocados como efectos especiales del guión para sostener el interés y dar una vuelta de tensión a una historia que, quizá, no los necesite.
Estrenado comercialmente el 8 de noviembre en los cines de Argentina, “Camino Sinuoso” fue producido por Rodeo Films en co-producción con Shazam Cine,con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). El film se rodó en diversas locaciones de Buenos Aires y Villa La Angostura (Provincia de Neuquén), con guión y dirección del ópera primista Juan Pablo Kolodziej. Esta nueva apuesta del cine nacional ofrece el protagónico de Juana Viale, el regreso al cine de un grande como Arturo Puig y la colaboración internacional de una estrella absoluta como Geraldine Chaplin. La película narra la historia de Mía Siero (Juana Viale), una ex atleta olímpica separada de una competencia por consumir sustancias prohibidas. Años después, el abuso de dicha sustancia le impide concebir un hijo en el presente y dicho trauma desencadenará una serie de violentos sucesos familiares a su alrededor, envolviéndola en un espiral de vértigo rumbo a una tragedia -en apariencia- inevitable, que tendrá como detonante la enfermedad terminal de su padre (Hugo Arana) y los negocios turbios que lleva adelante su hermano (Gustavo Pardi). La propuesta se concibe como un melodrama familiar, que se condimenta de climas y arquetipos del género policial clásico, heredero de narrativas del cine negro poblado por personajes ambiguos, villanos ocultos en cada rincón y de intenciones siniestras; historias de las que ya hemos visto similares en gran cantidad made in Hollywood y que el film se encarga de homenajear mediante guiños reconocibles para el espectador entendido. Sobre esta estructura principal se orienta el relato: conforme a una gran fatalidad, nos muestra personajes desmesurados, relaciones abusivas y familias corrompidas que dan como resultado intrigas shakesperianas que desnudan la esencia de un ser humano codicioso, egoísta, apasionado y pecaminoso. El viaje a la ciudad natal representará para la protagonista un adverso encuentro con su identidad, debiendo sortear obstáculos y peligros, a medida que carga con las marcas de un pasado conflictivo. El desequilibrio emocional que sufre la protagonista será el escollo principal a superar, a medida que busca encajar las piezas de su turbulento presente y establecer la conexión con sus vínculos de juventud. Recurriendo a simbolismos propios de una tragedia clásica (el regreso del hijo pródigo, el disparo fatal que posibilita la salvación, la mitología bíblica de David y Goliath) la arquitectura narrativa del film simula un rompecabezas que encaja los cabos sueltos en su resolución, sin embargo, de forma precipitada. El desenlace del drama presenta situaciones resueltas de forma despareja que, no obstante, reflejan la turbia naturaleza de sus protagonistas. Se trata de personajes heridos en su moral, protagonistas de una cadena de estafas a la que cada cual busca sacar su propia tajada, sin miramientos. Vertiente que utiliza el director para mostrarnos una mirada acerca de la vida de pueblo y sus habitantes, mostrando la mediocridad, la avaricia y las actitudes non sanctas de familias de clases acomodadas. Rubros técnicos perfectos (entre los que destacan fotografía y música) acompañan a una cámara que, con estilismo y sofisticación, intenta penetrar en la ambigüedad de sus personajes: la cara oculta de la codicia es una característica de la que solo escapa el bien intencionado personaje interpretado por Viale. No obstante, aun pecando de subtramas en exceso, el elenco se nutre de notables aportes. Brilla Arturo Puig en el papel de un villano antológico, siniestro y poderoso, que puede mostrar una cara servicial y al mismo tiempo ser profundamente frío y miserable. La dimensión actoral de un intérprete como Puig se nota en las pequeñas sutilezas gestuales con las que dota a su personaje brindando una clase magistral de actuación. Este papel representa su bienvenido regreso a la gran pantalla, acompañando a Antonio Birabent, quien se luce -aun esporádico- como un marido violento, perverso y controlador. Como contrapartida, la gran labor de Juana Viale compensa el accionar éticamente cuestionable de los protagonistas de esta historia. Viale, a pesar de ciertos diálogos y decisiones narrativas que no la favorecen, otorga la sensibilidad necesaria para componer a un personaje herido en su ego, dolido en su alma y extraño en su tierra. Bajo esta tesitura, Fito Páez concibe una banda sonora original acorde a las altas dosis de dramatismo que destila la historia. La labor del músico rosarino homenajea sellos autorales que se rastrean en obras del cine negro clásico e inclusive en el melodrama sesentista. Como un gran maestro de orquestas -otorgándole personalidad, volumen, contundencia y riqueza a su composición- la sensibilidad del artista se percibe en un par de escenas fundamentales, eje emotivo dramático de un thriller sobre familias disfuncionales y deudas de dinero que pueden acabar mal, atrapando a sus personajes en una metamorfosis doliente.