Entre lomos y riñones Si de algo se le acusa muchas veces al género documental es de ser demasiado esquemático y solemne, otras veces aburrido y de generalmente no apostar al humor. Bueno, Carne propia (2016) es todo lo contrario a eso. Un viejo toro Aberdeen Angus es llevado a un matadero para ser sacrificado. En el derrotero a su anunciada muerte, el animal de la raza productora de carne más reconocida en el mundo entero, irá recordando (con la voz de Arnaldo André) la historia de uno de los alimentos que más identifican la cultura gastronómica nacional, de cómo esta influye sobre nuestras vidas, y por supuesto el rol corporativo que se esconde detrás con la Sociedad Rural a la cabeza. Romero se corre del documental clásico y logra una vuelta de tuerca en el relato al otorgarle el punto de vista a la propia carne. La trama está construida a partir de los recuerdos que tiene el viejo animal del tránsito por esta vida. Desde sus años gloriosos como campeón en la Rural, su pasaje por alguna que otra estancia y de cómo los movimientos políticos y económicos fueron repercutiendo sobre su vida (o la de la carne). Pero ese viaje, que lo lleva a su muerte, también servirá para que a medida que atraviesa algunos lugares se reconstruya la historia del Pueblo Liebig, la del 17 de octubre en el barrio de Berisso, o la de un Frigorífico recuperado por sus trabajadores y convertido en una Cooperativa. Para armar la historia, Romero trabaja con imágenes de archivo y testimonios de personas involucradas en las historias del relato que el viejo toro va recordando. Mezcla de road movie con comedia negra, Carne propia apela a una acidez carente muchas veces en un género demasiado formal, que no se permite jugar (y mucho menos con la acidez y el humor negro). Incorrecto políticamente y crítico en todo sentido, Carne propia pone toda la carne en el asador y el resultado es para chuparse los dedos.
Un ingenioso documental escrito y dirigido por Alberto Romero, protagonizado por un toro de raza en decadencia que tiene destino de embutido. La voz de ese toro guía al espectador desde como se faenan las carnes a las historia de mataderos en manos de los ingleses que explotaban a sus obreros, el 17 de octubre, los dirigentes que lo hicieron posible, la fábrica de “corned beef” mas grande del mundo hasta un frigorífico que con la crisis del 2001 quedo en manos de una cooperativa de autogestión, el SUBPGA. Con la voz de Arnaldo André este toro distinguido, despreciativo de las clases populares, recuerda con gloria sus días de aplausos y premios en la Exposición Rural, y por si fuera poco hace un alegato sobre la “crueldad hacia los animales” que practica la industria frigorífica que resulta un fuerte testimonio a favor del mundo vegetariano. Interesante collage que repasa historias del pasado hasta el presente.
Suelen referirse a la Argentina como el país con la mejor carne del mundo. Lo cierto es que esta industria mueve toda una maquinaria que comienza con las vacas. Allí es donde aparece el toro protagonista, con la voz en off de Arnaldo André, para narrar este documental. Carne Propia (2016) comienza con el toro recordando sus épocas como ganador de premios en la exposición Rural, pero enseguida se mete de lleno en su menos glorioso presente, donde ya ve acercarse su hora final para convertirse en alimento para los humanos. Pero en el trayecto a su destino final, se detiene en tres historias reales: la del pueblo de Liebig, de Entre Ríos, que supo ser pieza clave de la mercadería cárnica gracias a inmigrantes ingleses; la de Berisso, y cómo los trabajadores de la carne fueron el puntapié para el surgimiento y el auge del Peronismo; y por último, la historia de un frigorífico que salió a flote cuando los mismos empleados formaron una cooperativa. El director Alberto Romero toma un tema serio y, mediante la figura del toro, le agrega necesarias dosis de humor y de comentarios ácidos (gran acierto el otrora galán de telenovelas poniendo las cuerdas vocales, ya que este espécimen de toro da a entender que fue un galán en sus mejores épocas), pero sin perder el eje y evitando caer en el delirio absoluto. Las filmaciones de los animales y su recorrido hasta el matadero se combinan con entrevistas e imágenes de archivo. Una película que revela los mecanismos que vienen detrás del plato de asado, y lo hace de manera original y descontracturada.
Apuntes del campo al frigorífico Un viejo toro campeón emprende su último viaje. Va hacia el matadero y en su tránsito en camión repasa -en la voz de Arnaldo André- todo un siglo de tensiones políticas y sindicales en el rubro de la carne. El director Alberto Romero concibió con esta singular perspectiva un documental por el que desfilan estampas de la época peronista, un frigorífico recuperado por sus trabajadores y los recuerdos de algunas figuras que transitaron durante años por mercados, galpones y corrales. Fragmentos de noticieros sirven como original apunte para radiografiar un mundo que, con una cámara atenta, pinta una industria poco transitada en la pantalla.
Las vaquitas son ajenas Narrado por un toro con la voz de Arnaldo André, este documental muestra la relación patrón-trabajador en la industria ganadera. Alguien podría pensar que Carne propia es la competencia de Todo sobre el asado, pero lo único que tienen en común estos documentales es el tono zumbón y la temática cárnica, porque en lugar del enfoque socio-gastronómico de la dupla Cohn-Duprat, Alberto Romero eligió centrarse en la relación entre los trabajadores y los patrones del sector ganadero. Ya de entrada, cualquier solemnidad queda de lado: el narrador es un viejo toro Aberdeen Angus condenado al matadero, con la voz clara y profunda de Arnaldo André. Todo un acierto. Lo que no funciona tan bien es el contenido del discurso (escrito por el propio Romero): por momentos, los guiños paródicos de este toro conservador son un tanto infantiles. La película nos lleva por tres instancias de la relación patrón-obrero en la ganadería argentina. La más llamativa es la primera: cuenta la historia de Liebig, el pueblo entrerriano construido alrededor de una fábrica inglesa de extracto de carne, donde la dependencia de los trabajadores hacia los patrones era total. La segunda aborda un capítulo más conocido: el protagonismo de los obreros de los frigoríficos de Berisso, con Cipriano Reyes a la cabeza, en el 17 de octubre de 1945. Como hallazgo, cuenta con el testimonio de Dora Roldán, hija de María Roldán, una de las primeras mujeres sindicalistas de Latinoamérica, y con notables imágenes de archivo para ilustrarlo. Si en ese segundo episodio los oprimidos se rebelaban, en el tercero directamente no hay patrón: aquí se ve el funcionamiento de la cooperativa SUBPGA, frigorífico recuperado por los trabajadores. Es el segmento menos logrado, pero suma para darle actualidad a este racconto cárnico de la eterna e incesante lucha de clases.
Una historia argentina según una mirada atípica: un toro Divertido, ingenioso e instructivo, tres virtudes difíciles de encontrar juntas en un documental argentino. Y hay más. El tema, ya parcialmente transitado, es el negocio de la carne en la Argentina, desde el campo hasta el frigorífico, pero nunca se lo encaró como aquí se hace, desde la perspectiva del protagonista que jamás hasta ahora había tenido ocasión de expresarse: ¡el toro! Y no cualquiera, sino uno presentado con cuerdas a lo Ennio Morricone, de raza, orgulloso de su prosapia, graciosamente reaccionario y filosóficamente resignado al destino que le toca, embarcado en el camión jaula como en la barca de Caronte, según sus propias palabras, porque además es un animal muy culto y considerado. Gracias a él recordaremos las glorias de la Exposición Rural ("para toros como uno"), el Frigorífico Liebig, superexplotación inglesa modelo desguazada por sus compradores nativos, la mística de Berisso, cuna del peronismo, la experiencia de una cooperativa actual, y otros asuntos de interés, siempre desde la perspectiva del toro. Con la voz de Arnaldo André, un detalle impecable. Autor, Alberto Romero.
La última travesía de un toro campeón, con la voz de Arnaldo André, hacia el matadero, sirve para acompañar el viaje que propone este documental, con mucho sentido del humor, hacia algunos lugares increíbles -el pueblo liebig, con su monumento al roast beef, berisso, cuna del peronismo surgido de los firogríficos- y protagonistas que hacen a la cultura carnívora argentina. historia, política y rastros de una sociedad que continúa, en el presente, con la pasión intacta.
Un toro que tiene mucho para contar. Con la voz deliberadamente engolada de Arnaldo André, un viejo padrillo Aberdeen Angus, aristócrata de la carne argentina y de modales exquisitos, narra la historia de la industria cárnica, que forma parte indisoluble de la identidad nacional. El género documental sea quizás el más prolífico dentro de la producción reciente del cine argentino. Tal vez por la posibilidad de trabajarlo a partir de presupuestos muy limitados o por su capacidad para convertirse en recipiente de cualquier tema, de los más obvios a los más extravagantes. Esa elasticidad permite que se adapte tanto a la voluntad de cineastas dispuestos a tensar sus límites estéticos o conceptuales, como a la de directores que deciden utilizarlo en su variante más conservadora. Entre esos extremos habita una densa franja de producción dispuesta a tomar elementos de ambos, en busca de crear una sinergia a la vez creativa y clásica. Cuando la combinación se realiza con inteligencia, el resultado suele ser estimulante. Tal es el caso de Carne propia, trabajo en el que el director y guionista Alberto Romero traza una particular historia de la industria frigorífica argentina. El fluido elegido para transportar el hilo de esa historia, es uno de los aciertos que hacen que esta película valga la pena ser vista. Se trata de su protagonista y narrador, un viejo padrillo Aberdeen Angus, un aristócrata de la carne argentina de modales exquisitos, refinado discurso y la estupenda voz de Arnaldo André. En este toro, cuyos amaneramientos y perfil ideológico recuerdan la caballerosidad decadente de un dandy inglés de finales del siglo XIX, Romero descarga la tarea de proveer al relato de un punto de vista. Que no necesariamente es el de la propia película, pero que puede subrayarlo por oposición. Si la engolada voz del toro y su lenguaje florido remedan a los de un viejo estanciero que añora la edad de oro del campo argentino (la realidad pre peronista), la película desandará el camino que va desde la explotación a manos de capitales británicos, en el corazón mismo de la Argentina decimonónica, hasta la impredecible economía del siglo XXI. El relato comienza con la voz en off del toro –a la que André le aporta el color exacto para reconocer de inmediato cuál es la Argentina que se expresa a través de ella– mostrando orgullo por el lugar destacado que a su género le toca en la historia del país. Pero también la resignación de quien conoce su destino. “Destino, ¡qué bella palabra!”, dice el narrador. “Y nosotros, dóciles vacunos, le hacemos honor: nacimos para aquello por lo que nos matan.” Cuando la cosa empieza a ponerse existencial, el relato deriva en un raconto del primer emprendimiento industrial ligado a la producción ganadera del país: la fundación del frigorífico Liebig, bautizado en memoria del químico alemán que en 1847 inventó la fórmula del extracto de carne o corned beef, un gran negocio a comienzos del siglo pasado. La ciudad de Liebig, fundada en Entre Ríos para ser habitada por los obreros y gerentes de la planta, es en la actualidad casi un pueblo fantasma. Sus habitantes no dejan de extrañar los días en que los ingleses ocupaban el ambiguo rol paternalista del buen patrón, y reservando para sí mismos, sin saberlo, aquel otro del buen salvaje. La siguiente parada del relato tiene que ver con otra ciudad frigorífica, hoy también en ruinas: Berisso. O, como dice un pasacalle, el “Kilómetro 0 del peronismo”. La historia de los frigoríficos Armour y Swift, la de su población inmigrante, las figuras de los sindicalistas Cipriano Reyes y María Roldán, y el rol fundamental que los trabajadores de la carne tuvieron en la movilización del 17 de octubre de 1945, ha sido contada muchas veces. Pero no deja de ser interesante volver a ella para no olvidar cuál es el origen del movimiento político más importante de la historia argentina. Y no por casualidad el recorrido termina en el frigorífico Subpga, convertido en cooperativa por sus trabajadores en el año 2006, luego del abandono por parte de los empresarios que lo manejaban. Cada uno de los tres mojones de este relato son útiles para entender la realidad política de tres momentos bien distintos de la Argentina. Si el personaje del toro y la interpretación de André resultan verdaderos hallazgos, lo mismo puede decirse del diseño de los títulos de apertura y la música incidental. En ambos casos es notoria la influencia de los tres primeros filmes de Sergio Leone, aquellos westerns inolvidables en los que el duelo también representaba una metáfora sutil del enfrentamiento de clases. Quizá no haya mejor herramienta para entender la historia social de la Argentina que la de la industria de la carne, ese producto que parece enorgullecer por igual a pobres y ricos, y que forma parte de una construcción de identidad.
Hay muchas personas carnívoras que no saben, o no les interesa saber, cuando van a la carnicería, o a la góndola de un supermercado, de dónde sale o cómo se obtiene el trozo de carne que van a comprar, lo tienen asimilado como un alimento y no lo cuestionan. Bajo este principio, el director Alberto Romero intenta aproximarse al mundo de los productores vacunos, desde su origen hasta el matadero, narrando este documental en paralelo a la descripción de tres frigoríficos donde cada uno de ellos tiene una historia particular qué, según el criterio del realizador, merece ser divulgada. Con la ingeniosa idea de contar el recorrido que hace un viejo toro campeón, desde un campo pampeano hasta un frigorífico del conurbano bonaerense, a través de la voz en off de Arnaldo André, con un monólogo fabulado de lo que podría pensar ese animal que hace reflexiones inteligentes sobre lo que es su vida y las de sus congéneres, para qué los tienen y cómo van a terminar, mientras permanece en la estancia, luego cuando lo llevan en camión, más tarde en el mercado de hacienda y por último el triste final. Este relato da pie, en forma intercalada, a hechos puntuales acaecidos en una productora entrerriana de corned beef (extracto de carne enlatada) de comienzos del siglo xx, a una fábrica abandonada de Berisso y a un frigorífico de Berazategui, que subsiste como una cooperativa. Hay entrevistas con ex empleados, vecinos, y empleados actuales, reivindicando las luchas sindicales a lo largo de la historia argentina, sumándole también videos en blanco y negro como complemento ideal de las imágenes recientes. El planteo inicial fue promisorio y original, pero al alternar ambas crónicas, y no focalizarse en una sola, se distorsiona demasiado la narración, pierde el sustento que le quita el atractivo, al bucear en las profundidades del sindicalismo desde la época de Perón hasta ahora y utilizar el derrotero del toro como un hilo conductor. El tratar de abarcar varios ítems en una sola película resultó contraproducente, porque no se identifica bien cuál de los relatos tiene una vital importancia y se tropiezan entre sí.
Documental narrado por Arnaldo André que reposa su mirada en la particular obsesión de los argentinos por la carne y sus relaciones sociales. La diferencia de clase, el espíritu marcadamente fascista, la sociedad rural, las nuevas maneras de dirección empresarial, pasando por el terrateniente hasta llegar a las nuevas figuras de cooperativismo. Inteligente y mordaz, con una utilización precisa del archivo, imágenes mediatizadas, registro directo, y un toro que hilvana los diferentes momentos del novedoso documental, celebramos esta nueva incursión del grupo Puente Films, en esta oportunidad encabezado por Alberto Romero.
La ópera prima de Alberto Romero, "Carne Propia", desdobla el género documental para hablarnos de todas las circunstancias intermedias en la costumbre de consumir carne. Para un público acostumbrado cada vez más a la adrenalina en pantalla, hablar de documentales significa, en su cabeza, tener que ir a ver algo sin relato ni ritmo de narración. En los últimos años, fueron apareciendo otras propuestas, que se valen de los mecanismos propios de la narración de ficción para traernos documentales que le escapen a esa estructura básica que todos conocemos de las entrevistas, la observación, y el archivo complementario. "Carne Propia" se inscribe en un punto intermedio de estos dos extremos. No rehúsa de los testimonios y se vale fuerte del material de archivo, pero lo enmarca en medio de un entorno de cuasi ficción narrativa. ¿De qué va "Carne Propia"? Del consumo de carne. Algo tan arraigado en las costumbres culinarias de nuestro país, y que mantiene un trasfondo quizás oculto para la mayoría de quienes puedan asistir a verla. No, no es un documental del estilo del polémico Earthlings o similares. No se vale del morbo para establecer una postura en contra del consumo de carne y el maltrato animal… aunque probablemente algo de eso termine habiendo. Su carril está más emparentado con el reciente trabajos de la dupla Cohn-Duprat Todo sobre el asado, aunque, por suerte, de un modo menos burlón y estigmatizante, sin perder la chispa. También es imposible que en determinados tramos no nos haga acordar a la maravillosa El Patrón, Radiografía de un crimen, y sus denuncias detrás del producto en carnicería. El actor Arnaldo André le presta su voz a un toro Aberdeen Angus, una de las razas más populares en cuento al consumo de su carne. Este toro va camino a su destino final, el matadero, y el trayecto será la voz guiadora de este trabajo, repasando su vida y así la historia detrás del mercado de carne vacuna. El toro recordará sus días de estancia, su paso como campeón en la Sociedad Rural; y de algún modo, como si fuese el Forrest Gump de los toros, se ubicará en distintos hechos históricos relacionados a la materia. Habrá un repaso socio-histórico-político, se hablará de los frigoríficos recuperados mediante el testimonio de un caso puntual, y entrará al archivo para remontarse a sucesos que todos recordamos intentando darle una nueva mirada; sumado al paso por un pueblo atravesado por la producción. En definitiva, lo que propone Romero (quien también participó en el armado de "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?") es un repaso del comportamiento humano, de los acontecimientos históricos en la lucha trabajadora, vistos desde el animal que será parte del producto a comercializar. Todo se sigue con interés, la implementación de estas técnicas narrativas, sumadas al humor negro que propone, ayudan a que se cree un ritmo muy atractivo. Por otro lado, ese contexto ficcional, en determinados momentos juega en contra del proyecto documental, se ofrece una mirada algo superflua sin profundizar en determinaos puntos que hubiese sido interesante focalizar, y no se amalgama del todo bien; algo similar a lo que sucedía en "¿Quién mató a Mariano Ferreyra? " "Carne Propia" es una propuesta atractiva, que ahonda en una temática interesante y trata de innovar en sus formas. Lo logra, aunque una mirada más atenta la hubiese favorecido.
Un documental ácido y valioso sobre una de las grandes pasiones argentinas. Apenas un par de meses después del estreno de Todo sobre el asado, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, tanto en salas como en la señal I.Sat, llega otro documental que aborda uno de los fenómenos más característicos de la sociedad argentina: la pasión por la carne. Carne propia utiliza a un viejo toro campeón que emprende el último viaje de su vida, desde la pampa húmeda hasta el matadero. A lo largo de ese viaje, su pensamiento -materializado en la voz en off con tintes gauchescos de Arnaldo André, idea original aunque algo sobreexplotada- irá recorriendo distintas facetas y anécdotas de la historia cárnica local. En particular aquellas relacionadas con las tensiones entre trabajadores y patronales. La historia de Liebig, la primera fábrica de carne procesada en la Argentina y una de las más grande del mundo, la importancia de los matarifes durante el 17 de octubre de 1945 y el funcionamiento de un frigorífico recuperado por sus trabajadores son algunos de los ejes que abordará el relato durante su metraje. Lo hará con corrección y sin un atisbo de solemnidad aunque de forma algo desprolija, como si por momentos quisiera contar más de lo que finalmente puede. Por momentos ácida y volcada a un bienvenido humor negro, Carne propia termina siendo una película original e interesante, con méritos suficientes para que el espectador se deje llevar en el viaje de ese viejo toro, que es también el de toda una cultura.
DE CARNE SOMOS Una de las grandes pasiones argentinas -despreciada por los vegetarianos, claro- se da encuentro en Carne propia de Alberto Romero, que hace foco en tres casos particulares del entorno socioeconómico y cultural de la carne vacuna en nuestro país. A diferencia de la propuesta Todo sobre el asado de Mariano Cohn y Gastón Duprat que presenta un encuadre más gastronómico, aquí Romero se centra en las tensiones de patrones y obreros de la carne a lo largo de la historia. Todo ello contado desde un viejo toro Aberdeen Angus condenado al matadero como principal hilo narrativo. Un toro “humanizado” desde la voz profunda e irónica de Arnaldo André. Una combinación original y brillante que nos hace empatizar inmediatamente con el triste destino del animalito. Tal vez, un poco nos revuelve la conciencia en nuestra situación carnívora por la atrocidad en el momento de su muerte, pero los resultados en las góndolas como explica el documental nos hacen olvidar todo. El primer caso se centra en el pueblo entrerriano de Liebig, que giraba en torno a la primera fábrica procesadora de carne en el país con capitales ingleses que alimentó soldados de la Primera y Segunda Guerra Mundial -como para medir las proporciones de manufactura y exportación-. Y donde la influencia del trabajador estaba más cercana a un adoctrinamiento. Un pueblo que nació alrededor de esa industria con construcciones de casas más parecidas a un “fortín”. Un pueblo que con la “huida de sus patrones” jamás volvió a tener la misma gloria y actualmente en el olvido, vive del turismo. El segundo pantallazo es en la ciudad obrera de Berisso, Buenos Aires, uno de los lugares con más edificios relacionados a la industria frigorífica y de matarifes donde en los 40’, ante las condiciones de injusticia laboral del patronato, comenzaron a formarse las primeras organizaciones sindicales, especialmente en defensa de los derechos del trabajador -hombres y mujeres- que trabajaban en condiciones paupérrimas de salubridad. Este caso es brillantemente ilustrado con material de archivo y el testimonio de la hija de María Roldán. Una de las primeras mujeres sindicalistas de Latinoamérica, quien junto a Cipriano Reyes participaron del 17 de octubre de 1945 para pedir por su máximo referente, Juan Domingo Perón. Y el tercer y último caso está situado en el gobierno kirchnerista, donde algunas empresas con la herencia arrastrada de la crisis financiera del 2001 se echan a bancarrota sin pagar indemnización alguna. Y se cuenta la toma de trabajadores en esas fábricas para recuperarlas en cooperativas sin patronazgo alguno. Aquí el frigorífico SUBPGA de Berazategui trata de reorganizarse en asambleas calientes donde a no todos los compañeros se los puede dejar conforme con la situación económica. Carne propia funciona como un prolijo y entretenido documental que también describe las clases de vacas y toros que abundan en nuestros pagos, como también toda esa fauna gauchesca de hombres relacionados con el campo. Y aunque esta sea una visión fugaz, el resto del material tiene una visión profunda y muy interesante sobre algo tan cotidiano como la carne misma.
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Luego de pasar por varios festivales nacionales e internacionales, el director Alberto Romero estrena Carne Propia. Un documental sobre la industria ganadera, que no se enfoca en la violencia del recorrido final de la vida útil de un vacuno sino en la relación entre el obrero y el patrón a través de la historia. “Me siento observado y desnudo”, anuncia un viejo toro en media de la llanura pampeana. Así comienza su relato un ejemplar Aberdeen Angus para contar lo que parece ser el último viaje de su vida. Ya no puede escapar de la muerte y debe honrar su destino: una lata de conserva. Sabe que pagarán mucho menos de lo que vale, pero eso lo vive con orgullo. A pesar de ser la única voz en off, su protagonismo se va achicando a medida que sus palabras avanzan. El recorrido final del animal no es lo importante del documental. El principal eje, según las palabras del toro, es “la honorable institución del patrón” y cómo ese concepto se ve reflejado en la industria ganadera argentina a lo largo del tiempo. Para lograr este análisis se narran tres historias que entraman los diferentes estados de la relación obrero-patrón. Primero comienza con la instalación de los frigoríficos ingleses en el pueblo entrerriano de Liebig, y cómo su producción de corned beef revalorizó la carne argentina durante las dos guerras mundiales. Desde la mirada de los actuales pobladores se analiza la dependencia del obrero con su patrón y cómo la venta de la fábrica disminuyó el valor de su localidad. Luego el relato se traslada a Berisso, un barrio del conurbano bonaerense y cuna de las primeras experiencias sindicales. En plena década del cuarenta el obrero cambia su rol y se organiza para luchar por mejores condiciones laborales. Una de sus figuras más importantes es doña María Roldán, la primera mujer en ser secretaria gremial de la planta Swift, además de ser una de las protagonistas del histórico 17 de octubre de 1945. La cantidad de imágenes de archivo son esenciales para entender el valor de los derechos otorgados por Juan Domingo Perón a los trabajadores y lo que significó en la vida de éstos. Finalmente el documental culmina en Berazategui, narrando la historia de la cooperativa SUBPGA, donde en el 2006 se extingue la figura del patrón y los propios obreros toman el mando del frigorífico. Carne propia es el perfecto análisis sobre el universo de la carne y sus diversos protagonistas. Haciendo hincapié en la mirada de los trabajadores. Sin embargo la voz del toro (prestada por un excelente Arnaldo André) sirve para contrarrestar a la del patrón. El animal está escrito bajo una ideología conservadora que se asemeja al pensamiento oligarca de los dueños de la carne, pero que nunca deja de ser simpática para el espectador gracias a su humor ácido y a la poesía de sus palabras. Cabe destacar que no se muestra ninguna escena violenta sobre los animales que pudiera incomodar a la audiencia. El fin es otro. El documental se encarga de trazar de manera lúcida cómo fue mutando la ganadería argentina a través de los diferentes modelos económicos y las consecuencias de esas políticas que sufrió la clase trabajadora. Dentro de su reflexión se llega a una conclusión abierta, principalmente sobre la empresa SUBPGA que actualmente lidia con el ajuste y los tarifazos que no le permiten mejorar su actividad.