Llega la conclusión de la saga basada en las novelas de E.L. James, que tras dos entregas soporíferas busca terminar de igual manera esta obra cinematográfica de bajo vuelo. El fenómeno iniciado por “Cincuenta Sombras de Grey” (2015) es inexplicable. Más allá de la obra literaria, la cual no pondremos en cuestión en este sitio, lo visto en la pantalla grande es muy pobre y deja bastante que desear. La historia del cine ofreció infinidad de relatos eróticos mucho más interesantes y consistentes que la saga Grey, películas como “Doble de Cuerpo” (1984), “El Último Tango en París” (1972), “La Secretaria” (2002) y “Ninfomaníaca” (2014), por poner algún ejemplo más reciente, nos brindaron relatos atrapantes y narrativamente más complejos y atractivos. Sin embargo, la tercera parte dirigida por James Foley (también director de la segunda película) nos entrega una cinta que está más cercana a los films eróticos que solían pasar en las madrugadas por The Film Zone, con actuaciones bastante pobres y acartonadas, un desarrollo técnico demasiado básico y frígido, y algunos momentos que parecen extraídos de una telenovela latinoamericana con ciertos eventos sumamente inverosímiles. Dakota Johnson y Jamie Dornan siguen sin generar la química necesaria y se los nota bastante incómodos por momentos. Si bien no parecen ser actores muy destacados, lo cierto es que los hemos visto dando interpretaciones mucho más superiores en relatos mejores construidos y escritos. Y aquí radica el principal problema del asunto: el guion. “Cincuenta Sombras Liberadas” resulta ser narrativamente insuficiente, insustancial y aburrida. Nunca hay un conflicto de peso y a lo largo del metraje parece que transitamos una serie inconexa de escenas puestas arbitrariamente para hacer avanzar la historia según las necesidades de la trama, como un gran y generalizado Deux Ex Machina. Los personajes secundarios y las subtramas no tienen razón de ser, ciertos eventos provocan abruptamente un cambio de género injustificado que nos traspasa del drama romántico al thriller. Todo esto resulta realmente inverosímil y se presenta de forma exacerbada con un antagonista o “villano” fuertemente estereotipado y con motivaciones poco claras, interpretado por un exagerado y poco creíble Eric Johnson. Dicho personaje pasa de ser un simple editor de libros a prácticamente un psicópata con conocimientos de hackeo y seguimiento desmedidos dignos de un agente de la CIA. Así es como iremos transitando por algunos momentos de tensión e incluso hasta una persecución que tiene poco ritmo y que se siente más como un comercial interesado en publicitar el Audi que maneja la protagonista. Pasando a las escenas de “alto voltaje”, éstas también son igual de insulsas. Todas parecen estar filmadas de la misma forma de desgano. Comienzan de manera “armónica” con una canción soft pop de fondo y terminan abruptamente cuando las cosas se están por poner calientes. Por el lado técnico, la fotografía resulta ser rescatable por momentos, pero muchas veces falla en provocar ciertos climas cuando pasa de un género a otro. Por el lado de la banda sonora, se la siente realmente impersonal y apabullada por el soundtrack de temas no originales, lo que hace realmente preguntarnos cómo fue que Danny Elfman decidió componer la música de esta saga. En síntesis, “Cincuenta Sombras Liberadas” concluye su camino de la misma manera en que lo comenzó. Sin ganas, con poco contenido cinematográfico destacable y unas interpretaciones que dejan bastante que desear. Un film que intenta ser transgresor, pero que nunca logró salir del molde.
Cincuenta sombras liberadas, de James Foley Por Jorge Barnárdez Cincuenta sombras liberadas es el desenlace de la historia de amor entre Anastasia Steel (Dakota Johnson, la hija de Don Johnson y Melannie Griffith) y Christian Grey (Jamie Dorman), la pareja del sexo sadomasoquista compartido. Los libros fueron un éxito editorial y las películas hasta el momento de estrenarse esta tercera parte llevan recaudados casi mil millones de dólares. Los números y la historia del proyecto demuestran lo fútil que puede ser la labor del critico, puesto a examinar una historia que millones de lectores han adoptado como objeto de interés. La venta de los libros empujó en su momento la venta de juguetes para adultos y más de uno habrá querido armarse en la casa un cuarto lleno de espejos y adminículos para esos juegos arriesgados, al estilo del que tiene el personaje masculino. La tercera parte de la historia arranca nada menos que con el casamiento de la pareja, lo cual de por sí es anticlimático en términos de romanticismo, pero bueno, allá van Anastasia y el millonario rumbo al altar y a una nueva vida. ¿Cómo se remonta semejante comienzo? El autor se las ingenió y entonces aparecen fantasmas del lado de ambas vida, hay un poco de acción, algo de trama policial, el conocimiento de los amigos y las familias y la verdad es que la película avanza, un poco a los tumbos, si, metiendo en el medio de todas esas tramas algunos momentos de sexo todo lo audaces que se puede permitir una película que es un poco menos que porno soft hecha por una productora importante. Si, Anastasia es ideológicamente una especie de Susanita, el personaje de Mafalda, y él es el hijo adoptado y tristón de una familia millonaria pero ese conjunto parece impactar a una gran parte del público, por más que la película tenga la intensidad de esos discos de “bossa y algo” que son capaces de hacer aburrido hasta al repertorio de los Rolling Stones. CINCUENTA SOMBRAS Fifty Shades Freed. Estados Unidos, 2017. Dirección: James Foley. Intérpretes: Dakota Johnson, Jamie Dornan y Kim Basinger. Distribuidora: UIP. Duración: 95 minutos.
Por suerte es la última En el año 2011 la novela de E. L. James, Cincuenta Sombras de Grey, se convirtió en un fenómeno mundial a partir de sus números de ventas, los que convirtieron al libro en un best-seller instantáneo, y de la temática que abordaba, ubicando entre las más leídas a una obra sobre relaciones de pareja que incluía un componente sexual muy fuerte con prácticas sadomasoquistas explícitas. Esta primera parte de la historia encontró en Cincuenta Sombras más Oscuras y Cincuenta Sombras Liberadas sus dos secuelas que luego serían llevadas al cine por el director James Foley con las actuaciones protagónicas de Dakota Johnson y Jamie Dornan. Esta tercera adaptación no fue dividida en partes, como ocurrió con otras sagas, por lo que viene a ponerle punto final a uno de los sucesos fílmico literarios más controversiales de los últimos tiempos. Retomando lo ocurrido en Cincuenta Sombras más Oscuras, esta tercera entrega se inicia con la boda entre Anastasia Steele (Johnson) y Christian Grey (Dornan). No ha pasado tanto tiempo en términos cronológicos pero por todo lo que ha vivido la pareja parece bastante lejano aquel primer encuentro en el que Anastasia se presentara en la recepción de uno de los edificios más majestuosos de la ciudad de Seattle como una simple estudiante de literatura inglesa. Su objetivo: entrevistar para un trabajo de la facultad a uno de los billonarios más carismáticos y codiciados del mundo, Christian Grey. Se iniciaba de esa manera una relación tumultuosa que tendría sus idas y venidas a partir del trauma que desde su niñez afecta a Grey, con una madre muerta cuando él tenía cuatro años por adicción a las drogas, una familia adoptiva que lo llenara de riquezas y una relación prematura a la edad de quince años con una amiga de su nueva madre. Estos elementos hicieron causa común en la psique de este multimillonario lo que le dejó como consecuencia una necesidad física y psicológica de afrontar sus relaciones sexuales desde una iniciativa de dominación para con sus parejas que incluye un sistema de premios y castigos, el uso de distintos artefactos sadomasoquistas y ese deseo inmanejable de controlar todo lo que lo rodea, incluso a su prometida Anastasia. Como ocurrió en las películas anteriores, la línea argumental que le aporta el conflicto a la historia tiene que ver con un elemento ajeno a la pareja Anastasia-Christian que se resuelve de forma simplificada en pos de darle más relevancia a la relación amorosa de los protagonistas. Ahora bien, el término “simplificada” en este caso actúa como un eufemismo para decir que Jack, aquel primer jefe de Anastasia en su trabajo en la Editorial Independiente de Seattle, ha vuelto para cobrarse venganza luego de que su intento de acosar físicamente a la flamante señora Grey terminara con su carrera profesional y lo llevara a la cárcel. Sin revelar cómo terminan las acciones de Jack en su intento de destruir a los recién casados, pueden remitirse a todo el drama del contrato de la primera película o a la intervención del personaje de Leila Williams en la segunda, elementos que deberían aportar suspenso para que la historia avance y que quedaron truncos con excesiva velocidad convirtiéndolos en un sinsentido para la trama general. Tanto esas líneas argumentales conflictivas como aquellas alternativas con los personajes secundarios allegados a los protagonistas (la mejor amiga de Anastasia, Kate, y su romance con Elliot, hermano de Christian, que en algún momento parece tambalear, la presencia de la otra hermana de Christian, Mia, o de José, amigo de Kate y Anastasia, que no terminan en nada o la aparición de Elena, quien iniciara sexualmente a Christian a los quince años y también es borrada rápidamente y sin consecuencias) son meras distracciones de los conflictos que experimentan Christian y Anastasia. Este hecho, criticable de por sí, podría llegar a encontrar una explicación si esa relación principal fuera interesante desde los matices que presenta o los giros que experimenta. Siempre es lo mismo. Siempre ese elemento de dominación es el problema y siempre se termina resolviendo igual. No hay sustento narrativo para que la pareja se enamore, las peleas se reiteran hasta el hartazgo y la mínima intriga que puede generar el pasado de Grey y cómo este afecta a su actual yo queda en la nada al igual que todo el resto de una trama que resulta caprichosa, repetitiva y sosa ya que lo único que parece buscar es una excusa para exhibir a los personajes semidesnudos usando correas, látigos y demás elementos afines.
Por fin se cierra la saga de las tan taquilleras sombras, las cincuenta liberadas completa el círculo del fenómeno llamado “porno para amas de casa” que le permitió a su autora E:L: James convertirse en una millonaria con igual repartija de buenos dividendos para productores y actores. Una vez más Anastasia (Dakota Johnson) y Christian Grey (Jamie Dorman) juegan el juego que espera su público cautivo con ansia, Ahora están casados, y mientras ella debate si seguir usando su nombre de casada o no, enfrenta a una arquitecta seductora que quiere quedarse con su marido, tiene guardaespaldas indiscreto, las consabidas escenas que llegan justo al límite de sus encuentros sexuales. Una discusión, una escena de sexo. Y por si faltan también están los recuerdos. Como temas serios y conflictivos: la maternidad, escenas policiales y el descubrimiento de los últimos secretos del torturado Grey. Una entrega que tiene todo lo sabido y trillado que encantará a quienes hicieron de estas “sombras” un éxito editorial primero, luego alimentaron polémicas con la elección de los protagonistas para su versión cinematográfica y llenaron los cines con las dos pelis anteriores. Finalmente se despiden para pasar al olvido.
Bienvenidos al episodio (final?) de la exitosísima saga creada por E. L. James que supo cosechar adeptos por combinar erotismo y suspenso mezclando dosis de Danielle Steel y el kamasutra. Inexplicablemente esa conjunción que atrapó a millones de lectores en todo el mundo nunca pudo ser transmitida en la pantalla, y Cincuenta Sombras Liberadas (Fifty Shades Freed, 2018), no es la excepción. Anastassia (Dakota Johnson) acepta ser la mujer de Christian Grey (Jamie Dornan), y mientras están de luna de miel en los lugares más emblemáticos de Europa reciben una comunicación que los alerta sobre el robo de información en uno de los servidores de las empresas del emporio Grey. Regresan rápidamente y lo que parecía un robo menor termina por convertirse en una pesadilla para Anastassia al descubrir que no es otro que Jake (Eric Johnson), su ex jefe, el que está detrás de todo, quien desea cobrarse venganza por haber sido removido de su puesto. James Foley está nuevamente detrás de cámaras y presenta la historia, sin matices, con una propuesta digna de cualquier culebrón latinoamericano, aunque hay que reconocer que las telenovelas en el último tiempo han ofrecido historias atrapantes y escenas de sexo más calientes que las de esta saga. En Cincuenta Sombras Liberadas, y sus predecesoras, hay sexo, pero no hay erotismo, hay desnudos, pero no hay pasión, todo es aséptico y preparado con antelación, todo queda en un recuerdo de aquello que tal vez en las páginas del libro evocaban situaciones y planteos sexuales arriesgados y acá queda en vergüenza y velamiento. Los protagonistas se prestan a una nueva aventura, pero lo hacen con el ánimo y el espíritu de no involucrarse demasiado, como si supieran que tienen que cumplir con el cierre de la historia sin siquiera imponer en su actuación algún matiz. Anastassia en la piel de Johnson recibe noticias de acoso, engaño, secuestro, con la misma expresión en su rostro, al igual que Grey (Dornan), que cada vez que intenta transformar en rectitud sus órdenes termina por generar risas en los planteos sexuales que le hace a su mujer. Hay también una particular mirada sobre la mujer, peligrosa, y el rol que debe tener en la sociedad, sumisa y dominada, tal como en ese cuarto rojo, escondido a la vista de todo el mundo, Anastassia y Grey juegan sus fantasías sexuales. Hacia el final del relato una vuelta de tuerca impone un ritmo policial que desplaza de género al registro, siendo tal vez uno de los momentos en los que la propuesta ofrece algo completamente diferente a aquello que predecía, pero que termina resolviendo de una manera torpe y precipitada. Cincuenta Sombras Liberadas es una película menor que gracias a la fama de la franquicia y al éxito de los libros en los que se inspira, le asegura un gran número en la taquilla (las ventas anticipadas de entradas son exorbitantes), esperemos que este sea el episodio final de una mala trasposición que no supo aprovechar y comprender el potencial de generar un producto cinematográfico erótico para las audiencias.
Esta va a ser una de las críticas más cortas que escriba en cinesargentinos.com. La película no merece más que unas líneas por el simple hecho de que hay muy poco que decir. No entiendo por dónde pasa el film. Lo que veo son varias secuencias de sexo interconectadas por un guión sin sentido y personajes totalmente ilógicos, dentro de un universo inconexo. Basta solo con recordar el final de la película anterior… Y en cuanto al supuesto erotismo, no hay tal. Se perdió lo poco que hubo en la primera entrega. Y al igual que su predecesora (filmada back to back junto con esta), el laburo del director James Foley es impresentable. No hay ni un solo plano que esté bien. Lo único de este estreno que apenas zafa un poco es Dakota Johnson, quien le pone mucha onda a una producción deplorable. Con esta última entrega se cierra esta trilogía paupérrima (salvo por el primer film), sola apta para fans.
Un folletín de comienzos del siglo pasado Lo que descubrió la británica E. L. James (sin parentesco con la autora de policiales P. D. James) en 2011 fue cómo darle una segunda vida a la novela romántica: erotizándola mediante una práctica risqué, el sado-maso. Apuesta risqué también, ante la cual las lectoras podrían haber retrocedido. Pero no. Ataduras y cinturonazos pegaron, con perdón por el pleonasmo, y la serie completa (cuatro libros) vendió hasta ahora 31 millones de ejemplares en todo el mundo. En la segunda parte, 50 sombras más oscuras, Grey, que es un recontramillonario (como corresponde al héroe romántico más tradicional) compraba la editorial en la que Anastasia (nombre más de heroína romántica siglo XIX, imposible) trabaja, tras lo cual resultaba despedido el antiguo jefe, Jack Hyde, cuyo apellido parece condenarlo a la villanía. Así venían dadas las cosas, cuando en el comienzo de 50 sombras liberadas el muchachito y la chica… se casan. Con un cuerpo torneado a más no poder, buen mozo pero con ese aspecto guachín que las vuelve locas, la barba viril no del todo afeitada, Christian Grey parece escapado de la cubierta de una de esas novelas que años atrás editaba la editorial Javier Vergara. Lejos de cualquiera de los modelos sexys de los que Hollywood suele echar mano (la rubia, natural o no, de aspecto felino y cuerpo espigado, eventualmente exuberante), Anastasia Steele es un primor que, aun adentrada por su amante en sofisticadas prácticas amatorias, nunca parece haber perdido del todo la condición virginal que tenía (otro detalle que atrasa) cuando lo conoció, a los 21 años. De Grey se sabe que la mamá lo abandonó de pequeño, siendo criado por una familia adoptiva (bien de folletín), y tal vez de allí su manía de control, su carácter posesivo y celoso que Ana (así la llaman) le banca porque para cada sometedor hay una sometida. Aunque ella un poco también se rebele, para que no lluevan sobre la película (escrita por Niall Leonard, no otro que el marido de E. L. James) las denuncias de apología de la violencia de género que cayeron sobre los libros. O sea, recapitulando: chica virgen de 21 se enamoró de supergalán fuertísimo que le lleva unos diez años de diferencia y que tiene toda la plata del mundo, incluyendo barcos, aviones, edificios, empresas, Audis, etc. (y que se supone será un inversionista, ya que nunca se precisa en qué trabaja). Ella cae flechada. ¿De él, de la plata, de sus regalos, de que le compre la empresa en la que trabaja, de que cada tanto le pegue algún cinturonazo? Vaya a saber. Se casan. Por iglesia. Una aclaración: el contenido SM es softísimo, si se permite el neologismo. No hay golpes, ni lastimaduras, ni moretones, ni cortes, ni quebradas. Todo perfectamente asimilable por cualquier señora o cualquier teenager (esos eran los dos sectores predominantes en la función a la que asistió este crítico). El contenido erótico, un toquecito más hot que el que se ve habitualmente. La debilísima trama de esta tercera entrega (queda una cuarta, llamada Grey) tiene a aquel Jack Hyde de apellido ominoso haciendo honor al apellido, buscando venganza sobre su rival e intentando secuestrar a la doncella, como en un folletín de comienzos del siglo XX. Que eso es lo que esto es, remplazando el costado popular del feuilleton por el baño chic-kitsch con el que esta serie busca seducir a sus lectoras/espectadoras.
Cincuentas sombras liberadas: de la osadía erótica a un anillo de diamantes Sería fácil descartar una película con el nivel de ridículo general que exhibe Cincuenta sombras liberadas , pero resulta interesante pensar cuál es la satisfacción que encuentran tantas personas, en su mayoría mujeres, en la historia de amor de Anastasia Steele y Christian Grey. La promesa de escenas eróticas en una relación sadomasoquista en primer plano llamó la atención. El mensaje de que las mujeres también pueden disfrutar de ver en pantalla una relación sexual de estas características se utilizó como estrategia de marketing con éxito. Aunque, claro, ahora el relato se aleja de esa idea hacia terrenos más conservadores. El film empieza con el casamiento de Anastasia ( Dakota Johnson ) y Christian (Jamie Dornan ) y plantea los problemas que surgen de la necesidad de él de controlarlo todo. Se espera que el espectador acepte que ella es la única que sabe cómo tratarlo y que lo de él es amor. En el universo de Cincuenta sombras..., la fantasía femenina puede disfrazarse de osadía y sadomasoquismo, pero termina como cualquier otro cuento de hadas, con un enorme anillo de diamantes y una linda mansión.
Por fin acabó La saga erótica termina, con Anastasia y Christian casados, un intento de secuestro y... más de lo mismo. Con la película Cincuenta sombras liberadas, la trilogía de los libros de E. L. James acaba, o mejor dicho, llega a su fin. Por fin. Porque si el erotismo que el/la lector/a podía intuir con la ayuda de su imaginación, en el traslado a la pantalla grande siempre ha sido como saborear un vaso de leche pasteurizada. Si Anastasia y Christian casi nunca se dejaban llevar por la pasión espontánea, y sí premeditada ingresando al cuartito rojo de los juegos en las dos películas que la antecedieron, al menos había alguna línea, tenue, débil, de inquietud y/o conflicto. Que si Anastasia firmaba o no el contrato para satisfacer los deseos sadomasoquistas de su pareja. Que si se lanzaba al goce sin medida. Que si el cuerpo desnudo era o no el de Dakota Johnson. Que si en algún momento Jamie Dornan iba a poner cara de algo. “Te honraré y respetaré”, le dice, casi de entrada, Christian a Anastasia en el altar. ¿Cómo? ¿COMO? ¿Todo lo que hagan de ahora en más será… legal? ¿Cuál es la gracia? Y no es que no haya motivos para la risa en Cincuenta sombras liberadas. Risas no deliberadas. La trama es más simplista que en las anteriores: ya casados, mientras disfrutan de los lujos (de siempre, bah) en su luna de miel, alguien irrumpe en las oficinas de Mr. Grey. Se sabe: es Jack, ex jefe de Anastasia, que la odia porque ella no aceptó sus propuestas indecentes -para eso lo tiene a Christian- y el hombre se quiere vengar, porque se quedó sin trabajo. Planea secuestrarla, o algo así. Ah, a días del casamiento, Anastasia descubre (probable spoiler) que pesa unos gramitos más. No importa. “Así funciona esto. Hablamos, escuchamos y resolvemos las cosas”, se dicen casi en terapia de pareja los recién casados. ¿Qué puede salir mal? El es un machista empedernido casi típico del siglo XVII, insoportable. Controlador, tiene el cuerpo marcado, sí, pero también por heridas. Ama atarla y encadenarla, dejándola en un plano de objeto sexual, que nadie parece dispuesto a discutir. ¿No es criticable? Se ve que no tienen para heladerita en el cuarto, porque se lamen el cuerpo con helado, que debe ser descremado, para mantener esos físicos, ¿no? No hagan esto en su casa. O sí.
El sadomasoquismo sienta cabeza Con esta película termina la trilogía de las sombras de Grey. Es decir, termina el sadomasoquismo chic, la veintena de canciones de fondo, todas olvidables, y el catálogo de enormes inmuebles, decoración, trajes, vestidos, autos de alta gama, helicópteros, aviones privados, celulares de última generación y demás cosas bonitas de alto costo. Juguetes, sin embargo, esta vez se ven bastante poco. Es que la feliz pareja se ha casado, y ya se sabe que los matrimonios juegan cada vez menos. En cambio, la torpe muchachita de la primera película se va convirtiendo en patrona de la casa, y el marido, alias Guapo Pura Pinta, se va resignando. ¿Qué queda para cerrar la historia? Saber qué fue de la madre biológica del antedicho Grey, resolver la enojosa cuestión de Mr. Hyde, el resentido social, y tener hijos. Lo de Hyde aporta algo de acción policial y mediano suspenso, y nos sorprende con un cambio de actitud del personaje de Anastasia, que al fin se muestra valiente y decidida. Del resto, sólo cabe mencionar que en diversas escenas Dakota Johnson aparece bastante desnudita, pero esto a las espectadoras no les interesa demasiado.
La exitosa trilogía erótica de E. L. James llega a su fin en 50 Sombras Liberadas (“Fifty shades freed”) con Anastacia Steele y Christian Grey en la etapa matrimonial. Ambos se enfrentan a los retos de toda pareja: rutina, celos y peleas en torno al futuro. La madurez ha llegado y los juegos sensuales continúan siendo el pasatiempo favorito de la pareja. El tono sugerente y la música de Danny Elfman aportan para seguir en la línea de las anteriores entregas. El problema radica en un guión maníqueo que no tiene la fluidez necesaria para llevar a cabo una narración concisa. Además hay muchas escenas reveladas en los avances que amagaban con ser importantes para la trama y en la película no lo son, gato por liebre. Obviando el hecho de que la saga “Sombras de Grey” nunca se ha exigido a sí misma en cine tanto como en los libros, estamos ante una película que tiene problemas de montaje, de ritmo y de dirección. Las situaciones no son introducidas de la mejor manera, es decir, no hay un porqué ni un motivo, solo ocurren porque sí, el director James Foley no estuvo fino. Tampoco hay mucho que decir de las actuaciones, probablemente lo único rescatable sea la química que han logrado Dakota Johnson y Jamie Dornan con el paso de las películas. No pienso que 50 Sombras Liberadas requiera un mayor análisis, es un film hecho sin nervio de una saga difícilmente recordable. Seguramente tendrá su público que acudirá a verla, abstenerse los no-seguidores de la saga.
Gracias por el sol Anastasia (Dakota Johnson) y Christian (Jamie Dornan) finalmente se han casado. El amor conyugal es ahora quien tiene el poder aunque Mr. Grey se obstine -utilizando todos los medios a su alcance- en mantener vigilada a su esposa y de esta manera ejercer ese control perdido en la intimidad. La invasión del espacio individual es más de lo mismo, más de todo eso a lo que ya nos tiene acostumbrados Grey y sus vasallos. Machismo y dominación explícitos. Sin embargo, aún no han sido liberadas todas las sombras de Christian Grey. Desde el núcleo mismo de su pasado las susodichas primero tratarán de oscurecer su lujosa luna de miel y luego intentarán poner en peligro lo que más ama, Anastasia, que está embarazada, y su familia, secuestro de su hermana incluido. El villano, Jack Hyde (Eric Johnson), tan de novela rosa como los demás personajes, ve pronto frustrado su primer ataque a Anastasia. Es encarcelado pero luego sale bajo fianza a continuar con su plan macabro para conquistar el mundo (mundo que siente le fue arrebatado en la infancia…). En la película todo es tibio, todo es superficial y en nada se profundiza. Todo brilla como brillan los pisos de la mansión Grey, encandilan y no se puede ver nada más ni develar los entramados psicológicos de los personajes. Y sin embargo ellas se ríen, las espectadoras, que son mayoría. Miran la tensa y dura mueca del Señor Grey y susurran “quiero un novio así”. Sonríen cómplices y se fascinan con una promesa que nunca se cumple en toda la saga. Pero no importa: están encantadas con esa suspensión de juicio, con esa liviana atadura que no dejará marcas. No… no se cumple para nada pero quizás sea esa histeria la clave para comprender por qué muchas personas disfrutan y siguen fieles la historia de amor del Señor Grey y Anastasia Steele. Es por eso que el film termina siendo funcional y efectivo para quienes gozan de las sugerencias, de los desnudos parciales, de este sadomasoquismo light que nunca se acerca a los extremos del Marqués de Sade. Hay más escenas eróticas que en las dos primeras entregas, pero al mismo tiempo son más conservadoras. Esto tampoco importa: el marketing, unos látigos, cuerdas rojas que parecen ser de terciopelo, los exactos jeans que se deja puestos Christian en la mayoría de las secuencias y los sensuales vestidos de Anastasia, bastarán para que se logre ese clima que los espectadores quieren que se cree. La desnudez completa sólo le cabe a ella. Y en algunos momentos, lo que debería ser romántico cae en el ridículo. Pero tampoco importa. Porque al final de la película estará la familia tipo entre las flores de un jardín de una lujosa mansión y seguirá brillando esa luz que finalmente ganó y borró todas las sombras. Por fin. Gracias por el sol…
La tercera y última entrega de Cincuenta sombras de Grey decepciona. La falta de química entre Christian Grey y Anastasia Steel ya se percibía desde la primera entrega de la saga Cincuenta sombras. No obstante, la fiebre taquillera forzó la realización de tres películas para poder confirmar lo que todos ya sabíamos: las versiones cinematográficas pocas veces pueden emular a su par literario, en especial cuando se trata de una historia erótica que es adaptada para el gran público por los estudios de Hollywood. Ahora bien: se puede argumentar sobre la calidad narrativa de las novelas de E. L. James, pero la conexión romántica de los personajes traspasaba el papel y el componente sensual en clave masoquista hacía el resto. No por nada Cincuenta sombras se convirtió en el fenómeno que es. Pero hay que decirlo, las películas nunca lograron el mismo efecto que los libros. La sensación que se tiene al salir de la sala es de desaprovechamiento e insuficiencia. Desde el arranque hubo más “límites infranqueables” en el set que en el cuarto rojo donde Christian y Anastasia van a “jugar”. Así, este capítulo final, como sus antecesores, nunca explota su potencial: nunca llega a ser un filme erótico en su máxima expresión, pero tampoco llega a ser una comedia ni un thriller, y termina pareciendo un capítulo largo de Melrose Place al que le permitieron mostrar un poco de piel. De hecho, el director James Foley (quien reemplazó a Sam Taylor-Johnson) viene de la tevé y se nota. Pero hay más sensualidad en un capítulo de Juego de Tronos que en las tres entregas de películas y uno no puede dejar de pensar en qué hubiera pasado si un realizador como Jean-Jacques Annaud (El amante) hubiera estado tras los controles. El romance-a-lo-Hollywood, eso sí, nunca falta. Ahora Christian y Anastasia están casados. A la par que ella se hace más segura y él se hace menos controlador, ambos despliegan glamour y riqueza en la costa francesa, en Seattle y en Aspen, aunque un peligro inminente acecha a la pareja. Mientras sus encuentros amorosos tienen carácter de videoclip, de los artefactos sexuales sólo queda la sugerencia: todo parece librado a la imaginación del espectador, que deberá llenar los espacios en blanco con lo leído. De ahí que el único público interpelado será el que conozca la historia de antemano. Para el resto, sólo se puede hablar de un drama romántico poco memorable que muestra un poco de piel, con pocas chances de salir encendido.
Existió un tiempo en que los thrillers eróticos invadían las pantallas y hasta se habían puesto de moda. Como generalmente sucede, al haber exceso de oferta abundaba la mediocridad. Nombremos un par de los buenos. En El Cartero Llama Dos Veces, el erotismo subyacente entre John Garfield y Lana Turner se tornaba omnipresente. En Cuerpos Ardientes (Body Heat) se cumplía a la perfección el tagline del afiche: “a medida que la temperatura aumenta, comienza el suspenso”. Nada de esto ocurre en la tercera y (esperemos última) entrega de Cincuenta Sombras. Cual comercial de desodorante, la gélida y simplona Cincuenta Sombras Liberadas está decorada por covers de canciones colocados forzadamente a lo largo de todo el film. Selección sólo comparable con esos deplorables compilados al estilo Bossa n’ Marley o Bossa n’ Stones, hechos para un público general que pareciera deleitarse con este mismo tipo de junk food cinematografico. La acción comienza con una nueva etapa de la relación entre Christian Grey y Anastasia Steele: su casamiento. Los 105 minutos que dura el film zigzaguean entre los enojos de Anastasia y la complacencia (económica) de Grey al intentar revertir sus falencias como pareja. A ello se suma una subtrama criminal sin sorpresas que involucra al ex jefe de Anastasia, un tal Jack Hyde. Por supuesto, también están las esperadas y poco efectivas escenas eróticas de los recién casados. La semana pasada, en una de sus clases, Ángel Faretta comentaba sobre la inutilidad de contar con escenas de sexo dentro de un film, ya que muchas veces nos calentamos y terminamos perdiendo la atención en lo que fuimos a ver. Aquí ocurre todo lo contrario, pues estas escenas sirven como nexo para revitalizar la atención que se pierde cíclicamente mientras avanza la trama. Hoy en día los films eróticos estrenados en cartelera no abundan, y los que llegan, como éste, son mediocres. Ponen a un chico pintón con abdominales y a un bombón como Dakota Johnson para el consumo de millones de espectadores. A otros tan sólo nos queda recordar la sensualidad que emanaban William Hurt y Kathleen Turner en Cuerpos Ardientes; en especial su final, que deja al de las cincuenta sombras ya liberadas como una más de Disney.
La traslación a la pantalla grande de los masivos volúmenes literarios de E.L.James, es una de las operaciones más burocráticas del cine de estos últimos años. Desde la película debut, Cincuenta sombras de Grey (estrenada en 2015), pasando por Cincuenta sombras más oscuras (que se deslizó en los cines el año pasado), y finalmente desembocando en este nuevo embutido; la saga completa ha estado dominada por el más soporífero desgano. Una suerte de trámite dividido en tres partes, más tedioso y poco sexy que repetir encuentros en los que el tiempo pasa sin que nada se movilice. Para no desentonar con los dos capítulos anteriores, el director (o mejor dicho despachador) James Foley, vuelve sobre un film en el que no hay ni un indicio de erotismo. Más que una película, Cincuenta sombras liberadas es un amontonamiento de imágenes softporn que atrasan como mínimo un par de décadas. La dupla protagónica ratifica su premio a la pareja con menos química de la historia del cine, y sólo se pueden rescatar algunas canciones pop de la banda de sonido. En este capítulo, los tortolitos que antes jugaron en la habitación roja al seudo masoquismo, dan un paso hacia la ultra normalización. En realidad, más allá de que la franquicia se haya empecinado en vendernos a este par de personajes pasteurizados como si fueran fogonazos sexuales, todo verdadero aficionado al sado habrá querido darle más de un latigazo a la pantalla; por el desabrido y rutinario abordaje con el que este producto retrata algunas prácticas de dominación y sumisión. En este broche final, se supone que es el ex jefe de Anastasia, devenido en villano iracundo y desempleado, el elemento desestabilizador de esta bazofia fílmica. El relato titubea entre el franeleo que no termina de levantar temperatura, y una pretendida cuota de suspenso con varios cabos sueltos. La cosa no funciona entonces, ni como película erótica, ni como thriller; ni como absolutamente nada. Llamativamente, en meses en los que han tenido un gran protagonismo diversos movimientos feministas en el mundo, este bodoque aterriza en las pantallas ratificando, sin ningún tamiz crítico, a la mujer como objeto destinado al servicio y consumo del hombre. De todas formas, sería utópico pedirle a una trilogía que ni siquiera ha sido capaz de ironizar sobre su conservadurismo, que ensaye una reflexión de cualquier índole. Cincuenta sombras liberadas es apenas una seguidilla de publicidades de productos, un flujo de imágenes tan plástico como aséptico. Sólo un milagro podía elevar la bajísima vara que había dejado el tránsito de los episodios iniciales. No sucedió. Y parece que poco importa. En esta operación, vuelven a ganar los productores y a perder los espectadores. El único consuelo es que se trata del último saqueo marca Grey. También es ligeramente gratificante, que al menos en nuestro país, la segunda película de la saga haya facturado la mitad de la primera. Habrá que esperar entonces, los números que termina de engrosar este manotazo de cierre. Mientras tanto, es más saludable para el bolsillo, las retinas y la nobleza cinematográfica; darle chance a cualquiera de los otros seis estrenos que esta semana desembarcaron en las salas locales. Fifty shades freed / Estados Unidos / 2018 / 105 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: James Foley / Con: Dakota Johnson, Jamie Dornan y Eric Johnson.
Es difícil escribir (al menos para mí), sobre una franquicia que supera, con bajos estandares de producción, a estar horas, el billón de dólares de recaudación en todo el planeta. La trilogía de E.L. James sobre el millonario de apetito sexual extremo y la inocente virgen que le cambiará la vida, ha vendido libros en todas las geografias y si bien viene perdiendo fuerza en la taquilla, se calcula que los productores finalizarán el acuerdo comercial (que fuera por las tres cintas), más que satisfechos. Y como ya saben, el lanzamiento fílmico ha convertido en megaestrellas a Dakota Johnson y en menor escala, a Jamie Dornan. Digo esto, porque en la primera entrega las cuestiones de química y cartel fueron un poco erráticas al principio y en esta tercera parte todo es más distendido. Ellos han logrado despedirse bien de los roles que los llevaron a volverse populares al máximo nivel. Sin embargo, debemos decir que técnica y ficcionalmente, no sucede demasiado en "Fifty shades freed". Son una pareja de tortolitos vistiendose y desvistiendose en caros espacios, usando autos de altísima gama, y mostrando el obsceno poder del dinero puesto al servicio de los caprichos de quien lo posee. Sí, está presente (vagamente) esta cuestión del goce a través de la dominación y... bueno, lo que ha llevado a la gente a elegir el libro y las películas. En "50 sombras liberadas" (de qué, me atrevo a preguntar!), hay también un componente de misterio presente. Jack (Eric Johnson), el ex jefe de Anastasia despedido por acoso, vuelve con intenciones de molestar a la pareja y recuperar lo que, presuntamente, es suyo (el trabajo y el prestigio). Eso, y alguna cosa que hayan visto en el trailer (que prefiero no spoilear por si no la han notado), y no demasiado más. Dakota y Jamie ya se conocen y han mejorado su comunicación. Pero el problema es que en "50 sombras liberadas" sucede poco. Así como en las entregas anteriores (excepto la primera, que plantea el escenario no convencional), nada excepto las escenas de sexo mueven el amperímetro. Hay muchas líneas que podrían profundizarse (el pasado de Grey, con su oscuridad; la relación de Anastasia con ese mundo que no logra conocer; los amigos y en especial, los hermanos de Christian; etc), pero James Foley (el director) no arriesga jamás. Toma el pobrísimo (en cuanto a diálogos y profundidad dramática) guión y plasma como entendido del mundo de los videos musicales que es (rodó para Madonna varios clips y documentales), una sucesión de cuadros con buenos hits (mortal la versión de Bishop Briggs de "Never tear us apart") y una fotografía cuidada en todos sus detalles. A la salida pensaba que lo que en definitiva atrae, desde lo cinematográfico, es sólo la observación de la evolución de una pareja. Ya en esta tercera entrega, no hay sorpresas, ni tensión, apenas alguna discusión sobre cómo avanzar en ciertas cosas, de carácter íntimo y nada más. No les ofrecerá nada que no esperen. Vi la trilogía completa y creo que los libros son infinitamente superiores. Pero el ritual de ir a verla en pareja (a pesar de que en el resto del mundo, el 75 por ciento de la audiencia es mujer y van a ver los pectorales y la tabla de lavar de Dornan), puede que sea algo que encienda la temperatura en las cercanías del Día de los Enamorados...
MENOS GRIS, MÁS ROSADO La tercera y última entrega de este soft porn basada en las novelas de Erika Leonard Mitchell ha llegado a su fin relatando el comienzo de la vida marital entre una ya no tan ingenua editora y el multimillonario huérfano -no es Batman por supuesto- Christian Grey. Mucho romance, sensualidad y escenas ardientes que no innovan pero que encuentran cierta solidez en comparación a sus antecesoras. Sin embargo, flojea en sus últimos 20 minutos a la estela del thriller “policial” que resulta lo más inverosímil de la propuesta, innecesario y muy mal actuado. Y esto sucede porque los señores Grey luego de su fastuosa luna de miel en París son amenazados por la sombra inquietante del ex jefe de la editorial de ella. Un tipo obsesivo con la vida de este dúo, un poco con la frescura de Anastasia pero más con el poder económico de Grey, siendo uno de los secretos más estúpidos revelados al final, por lo que el villano de turno los persigue sin piedad. Pero la película sigue con el sadomasoquismo “más liviano”, sometimiento de la parte de la figura femenina que sin embargo busca poner sus limitaciones y una tibia confrontación con cierto tufillo a violencia de género impuesta por el Sr Grey. Este adonis agraciado y figura del “macho” ultra poderoso que ve a su pareja como un objeto de posesión que sólo debe mantenerse encerrada en su casa por temor a peligros externos o la miradas inquisidoras de otros hombres. Todas temáticas que quedaron bastante retrógradas en un mundo que lucha contra la desigualdad. Sin embargo, Cincuenta sombras liberadas encuentra su gancho taquillero -jamás en la ovación de la crítica que aborrece la propuesta- en los fanáticos de la novela y un público curioso -mayoritariamente femenino- que cae rendido a los encantos de cierta caballerosidad y/o ternura del protagonista que se desvive por su mujer, interpretado por Jamie Dornan. Esto sumado a la interrupción de una vida ordinaria de Anastasia para encontrar su amor en otro estrato social. Una fórmula típica en un sinfín de películas, novelas latinas y la vida misma en los casos de plebeyas seducidas por la corona de diferentes países. Lo importante es recalcar que Cincuenta sombras liberadas, así como su saga, no es para el gusto de cualquier espectador. Y no por ello, quienes gustan de la trilogía son unos espectadores vacíos y carentes de buen criterio cinéfilo o mujeres con pensamiento “machista”. Estarán los que lapiden al film como una pieza superficial y estúpida que ni siquiera tiene el glamour y la perversidad de 9 semanas y medias de Adrian Lyne – aunque sí cierto guiño en una escena similar y la utilización del icono sensual de Kim Basinger como la iniciadora sexual de Grey- o Bajos instintos con la femme fatale de Sharon Stone. Dista mucho el papel de Dakota Johnson de estas mujeres mencionadas, ella mejor es una “inocente” jovencita que va tomando cartas en el asunto para autodescubrirse también y posicionarse en un rol más fuerte a lo largo de las entregas. Algo más comparativo al rol de Julia Roberts en Mujer bonita, pero esta vez no enfrentando a una vendedora de local de ropa sino a una arquitecta que coquetea con su marido, que también resulta ser su propiedad. Al menos Cincuenta sombras liberadas es auténtica, ya que no pretende conquistar a todos pero le es fiel a su público particular, sus sponsors y una taquilla que arrasa.
Crítica emitida en "Cartelera1030" Radio Del Plata, sábados de 20-21hs.
Después de tanta provocación y seducción Anastasia (Dakota Johnson) y Christian (Jamie Dornan) se casan. Pero el juego de la incitación y atracción continúa como ésta saga que llega a su último capítulo, porque el matrimonio trae aparejado otras obligaciones, compromisos y problemas que supone no poder continuar con ciertas prácticas a la que ambos son adictos. No sólo la película dirigida por James Foley describe como es la nueva vida de la pareja, sino lo que es ser rico como para poder hacer lo que se quiera y cuándo se quiera. Y en paralelo desarrollar una historia policial endeble para que la pasen bastante mal y en la novela no sea todo color de rosa. Para eso pusieron a un malo, Jack (Eric Johnson), quien, pese a que el reciente matrimonio vive en un departamento con guardias de seguridad, pudo entrar tranquilamente. Lo mismo que al ingresar a la empresa de Christian robando datos electrónicos. Es muy inverosímil el cuento. Sirve para crisparles los nervios a los protagonistas, alternándolas con escenas sexuales que pretenden ser eróticas pero quedan a mitad de camino. Y, por sobre todas las cosas, la exacerbación del lujo y el glamour para mostrarnos, una vez más, que hay otro tipo de vida, pero muchísimo más cara. Con una realización prolija, de manual, Jamie Dornan, intenta hacer creíble a su personaje, pero queda sólo en eso, en el intento. En cambio Dakota Johnson va mejorando con el tiempo,pues le da distintos matices y gestos a su rostro y cuerpo, según el estado de ánimo y las sensaciones que tiene que interpretar saliendo siempre bien parada. Los fanáticos de ésta trilogía estarán de parabienes. Pero, trasladar una novela de un libro exitoso al medio cinematográfico no siempre llega a transmitir el mismo espíritu del original, para termina desdibujándose, como sucede con éste desabrido film.
El problema que tienen estas Cincuenta sombras es que el cuento resulta demasiado rosa y sonso para jóvenes y adultos, pero por las escenas eróticas tampoco es apta para quinceañeras, que son las que la apreciarían más, aunque creo que algunas chicas seguro han vivido emociones ...
El día que los directores entiendan que a las mujeres no solo les gustan las películas románticas y apuesten todo por la combinación de ese género con el thriller psicológico, el drama y la acción, puede ser que sea el momento de hacer una remake de esta trilogía que realmente valga la pena. En el año 2011, contra todo pronóstico, un libro romántico/erótico de origen británico se convirtió en bestseller, superando en ventas más rápidas a Harry Potter. La publicación rápidamente abrió polémica entre aquellos que alababan y defenestraban la historia, que originalmente nació como un fanfiction de Crepúsculo. La trama es muy simple: Anastasia Steele (Dakota Johnson), una joven a punto de graduarse, reemplaza a su mejor amiga como reportera y le toca entrevistar al magnate Christian Grey (Jamie Dornan), un joven soltero y millonario al que le va muy bien en los negocios. El chispazo es inmediato entre ambos. No obstante, con el tiempo Anastasia irá descubriendo que Christian no es el típico príncipe azul, sino que esconde una faceta sexual sadomasoquista poco habitual y que además, su pasado lo atormenta. Mediante las primeras dos entregas cinematográficas se fue consolidando la relación, los personajes se conocieron a fondo… Muy a fondo. Y a su vez, Anastasia comenzó a entender un poco más la razón por la cual Christian tiene tanta oscuridad y lleva a cabo esas prácticas sexuales. En el cierre de esta trilogía encontramos a los protagonistas recién casados, disfrutando de su luna de miel y posteriormente de su vida como marido y mujer. El pasado viene con toda la intención de pisar fuerte y revolucionar la felicidad de los tórtolos, provocando dolor, discusiones y varias situaciones de peligro. La gran incógnita de la película: ¿podrán tener un final feliz? A pesar de que a lo largo de las tres películas la química de Dakota y Jamie fue creciendo y mejorando bastante, en Cincuenta Sombras Liberadas cuando los actores se ven envueltos en escenas de discusiones o de drama, dejan mucho que desear. Empezando por Dakota. La actriz logra transmitir calidez y ternura. Gracias a no ser una actriz femme fatale, es más fácil entrar en la ilusión que lleva a la pantalla grande, aunque la falta de carácter y de drama le resta muchos puntos a su actuación. El tópico sexual se torna reiterativo, sin imaginación y muy similar a las películas anteriores. No hay sorpresas, como tampoco apuestas a algo diferente a lo ya visto. Lo erótico da paso a lo banal y culmina con un embarazo no planeado, una discusión inevitable que desemboca en un desmadre marital, típico de las telenovelas. La implementación de ciertos condimentos de humor sutiles logran provocar sonrisas y risas inesperadas, sin causar que la comedia sea parte de un film en donde predomina el romance cada vez más vainilla. Finalmente, todo el film se centró de sobremanera en los protagonistas y no dio lugar a ciertos personajes secundarios que podrían haber ganado unos segundos más de pantalla y a su vez, darle un respiro a la relación sentimental con el fin de agregar más drama y tensión a una historia que aparenta ser más odiada por los espectadores que amada.
Sexo, tiros y final de la historia Si se tiene en cuenta que "50 sombras de Grey" captó la atención por la novedad y los fuegos de artificio derivados del mix amor y sadomasoquismo; y que la secuela "50 sombras más oscuras" fue aburrida como pocas, hay que decir que "50 sombras liberadas" al menos tiene algo bueno: que la historia de Christian Grey y Anastasia Steele llegó a su fin. Más allá de la ironía, el director James Foley hizo todo el esfuerzo para que este cierre de saga mantenga al espectador con cierta expectativa hasta los títulos finales (y una perlita más, después de los créditos). Porque la parejita sexy, que sigue más acaramelada que nunca, se casa en el amanecer de la película y Foley se dio cuenta que si agregaba una pizca de erotismo la película le funcionaría mejor, cosa que se logra en parte, a diferencia del filme anterior. Anastasia se resiste a ser la chica mantenida y aunque goza de ser sumisa a la hora del sexo, quiere imponer cierta rebeldía e independencia en la pareja, pese a la resistencia de su multimillonario marido. La trama troca en pseudo thriller en el momento en que el antiguo jefe de Anastasia quiere tomarse una venganza porque ella no aceptó ser seducida por él. Habrá persecusiones, un secuestro y un giro policial mixturado todo esto con escenas fogosas, primeros planos de cuerpos desnudos y una pareja hiper excitada. Pero claro, para que sea una buena película le falta una buena historia. Y como dice el tango, no hay que olvidar que estas son "sombras, nada más".
Crítica emitida por radio.